Miércoles, 31 de
octubre de 2018
Yo sabía
que todo mi esfuerzo merecería la pena. Sabía que no me equivocaba, que estaba
en lo cierto, que mi sexto sentido no me engañaba. Por fin, por fin la vida me
da la razón, por fin puedo callar a todos aquéllos que pensaban que Agnes y yo
nunca más volveríamos a estar juntas, que creían que Agnes no me quería y que
me había olvidado para siempre. No quiero restregarle nada a nadie por la cara,
pero mi hermana y mis amigas dudaban mucho de Agnes y ahora sabrán que no hay
nadie en el mundo que la conozca mejor que yo. Yo sabía que acabaríamos
solucionando las cosas. Sabía que venir a vivir a Galicia no era en balde, no
era una locura. Yo siempre confié en ella. Tenía que vivir esa historia de amor
con Lúa, es cierto; pero yo sabía que tarde o temprano acabaríamos volviendo
porque nuestro amor es mucho más fuerte que nada.
Estoy tan
contenta y me siento tan feliz que no sé ni cómo explicar las cosas, no sé
contarlas con orden. Esta tarde iremos a la aldea de Agnes y celebraremos
nuestro ritual de Samhain. El sábado celebraremos Magosto; una fiesta muy
importante en Ourense que lleva celebrándose desde hace muchísimos años. Tengo
muchas ganas de conocer cómo se celebra esa fiesta que, en la aldea de Agnes, siempre
se ha celebrado igual, no importando el paso del tiempo. Agnes también está muy
ilusionada por poder asistir por fin a Magosto, después de tantos años sin
participar en esa fiesta que ella define como la más alegre y a la vez solemne
que se celebra en su aldea, pero también me ha advertido de que habrá mucho
vino y castañas, sobre todo castañas y vino, y que se come mucho, que se baila
mucho más y que es todo muy divertido, que llega el día sin que nadie se
percate del paso del tiempo, que es una fiesta que te arranca toda la energía
que tienes en el cuerpo porque es muy intensa e incluso puede seguir
alargándose hasta la tarde del día siguiente, al menos así era como se
celebraba antes, y dice Agnes que el viernes ya comienzan a hacer cosas, que es
algo tan bonito que no puede explicarlo con palabras. Y dice también que está
muy feliz por poder vivirla conmigo, que está deseando que conozca esa fiesta
que a ella le gusta tanto, que dice que incluso son más intensas que las
fiestas patronales de su aldea; en las que, sin embargo, honoran a un roble
inmenso y precioso que hay en la plaza de la aldea. De eso no hablé porque se
me olvidó. Fueron tantas las cosas que vivimos esos días que me olvidé de
contar lo más sublime de la fiesta. Adornaron ese roble tan antiguo y bonito
con cintas de colores, de papel, por supuesto, y luego también cantaron y
bailaron a su alrededor, entonando unos cantos sólo hechos de voces, tan
antiguos me parecían que soy incapaz de recordar qué palabras los componían. Es
algo impresionante que no se puede contar, que se tiene que ver, que no se
puede imaginar, que se tiene que vivir. Y me imagino que Magosto será algo
similar.
Y ahora
me parece que todo se ha llenado de luz, a pesar de que sea otoño. Qué bonito
me parece todo. Ahora Agnes está viviendo conmigo en este piso que estoy
alquilando yo. Dice que le gustaría que viviésemos en el que Lúa le dejó porque
es mucho más grande y más bonito, pero que quiere hablar largo y tendido con
Iria, la madre de Lúa, y también quiere que ella la ayude a recoger las cosas
de su hija, a vender las que Lúa quería que Agnes vendiese y también a llevar a
la aldea las que no quería que se perdiesen. Agnes dice que Iria tiene que
quedarse con la mayoría de cosas de su hija y venderlas ella, que el dinero le
hace más falta que a nosotras, que también Lúa le dejó a su madre una gran
ayuda para rehabilitar su casa, que está muy antigua, y Agnes dice que no
quiere quedarse con nada que no sea suyo, que incluso le da mucha vergüenza
vivir en el piso de Lúa, pero Iria no quiere ni oír hablar de eso. Dice que ya
está todo decidido, pero, de momento, mientras no se haga todo eso, le he
propuesto a Agnes que se quede conmigo, que va a ser mucho más fácil para las
dos recomenzar en este pisito que de momento casi no alberga recuerdos para las
dos y menos para ella.
A mí me
parecía que Agnes estaba cada vez más cerca de mí, a punto de desprenderse de
la inseguridad que la atacaba y le impedía volver conmigo. El sábado, cuando
estábamos en su aldea, me pareció que le faltaba muy poco para volver conmigo,
para dejarse amar por mí, pero todavía la notaba insegura y tímida. El lunes,
por fin, vino a mi piso y le gustó mucho cuando se lo enseñé. Me hizo mucha
ilusión recibirla. Llegó a las seis y media de la tarde y me hizo mucha ilusión
que llamase al interfono y después a la puerta de mi casa. Parecerá una
tontería, pero en esos momentos me pareció que ella no estaba llamando al
timbre de mi puerta, sino al de mi vida. Y, cuando la vi delante de mí, en el
rellano, no pude evitar cogerla suavemente del brazo para atraerla hacia mí y
la abracé con muchísima ternura mientras cerraba la puerta tras ella. La abracé
con todo el amor que siempre he sentido por ella. Al principio, noté que Agnes
estaba trémula y nerviosa, pero, poco a poco, fue serenándose entre mis brazos
y al final me pareció que se dejaba llevar por la vida, por mis emociones, por
mis gestos cariñosos; pero ese día todavía no me atreví a quebrar la distancia
que aún nos separaba. Además, me parece que Agnes está cada vez más guapa y
perfecta. No sé cómo lo hace, pero está tan bonita... Tiene los ojos mucho más
profundos que nunca y tiene tanta serenidad en la mirada... Es cierto también
que ha adelgazado mucho, por lo menos tres kilos (que a ella se le nota
enseguida), y que sería bueno que cogiese un poco de peso, pero aún así me
parece tan perfecta... Cuando la abrazo, me da la sensación de que es frágil y
que yo puedo protegerla de cualquier cosa que pueda hacerle daño. Yo, en
cambio, he de confesar que he engordado dos kilos, y no sé por qué, pues ando
mucho, pero será el cambio de aires, no sé, y serán las comidas de Anxos y las
que Agnes me trae de vez en cuando. Una semana en la casa de Anxiños supondría
engordar veinte kilos en un momento. No obstante, ya me va bien engordar un
poco, pues me quedé muy delgada por culpa de lo mal que lo pasé por Agnes.
El lunes,
estuvimos hablando tranquilamente en el sofá mientras tomábamos una infusión y
la verdad es que estábamos tan bien, hablando de cualquier cosa, tan
calmadamente... Además, nos reímos muchísimo. Nos reímos tanto que las dos
acabamos con dolor de barriga y de mejillas. Hacía muchísimo tiempo que no me
reía tanto con Agnes, y en general con nadie. Nos reímos tanto que yo creía que
me moriría de la risa. Tengo entendido que hay quien ha llegado a morirse de la
risa. Y fue por una tontería. Fue porque empecé a hacerle tests de la
autoescuela a Agnes. Evidentemente, nos reíamos de lo mala que era, pero
también ella empezó a reírse por lo poco que entendía lo que le preguntaba. Nos
reíamos más cuando acertaba alguna así, al azar, por pura casualidad. Fue muy
divertido, la verdad. Parecerá una tontería, pero yo creo que la risa que
compartimos acabó de deshacer la poca tensión que todavía existía entre
nosotras. Además, debo confesar que, desde hace más de una semana, Agnes y yo
hablamos todas las noches por teléfono, antes de irnos a dormir. Claro que ayer
fue la primera noche que compartimos después de tanto tiempo separadas. A mí me
parece que llevamos años sin dormir juntas. Pues, antes de la noche de ayer,
claro, se entiende, hablábamos por teléfono siempre, todos los días, y estábamos
mucho tiempo hablando muy cariñosamente. Incluso, en más de una ocasión, Agnes
me dijo que le encantaría que estuviese con ella, que me echaba de menos, que
quería ser capaz de volver conmigo, que deseaba estar conmigo. Y al fin, al fin
se ha sentido capaz de volver conmigo, y de qué manera, por la Diosa...
Ayer por
la tarde, volvimos a quedar, pero para dar un paseo por el río. No obstante,
tuvimos que pasar la tarde merendando en una cafetería porque llovía mucho y
hacía frío. Cuando se hizo de noche, Agnes me dijo que no quería separarse de
mí y me preguntó si quería ir con ella a cenar a su casa, pero yo le devolví la
propuesta diciéndole que podría venirse ella a cenar a la mía, que tenía
preparado un cocido de soja que me había quedado buenísimo y también unas
magdalenas de chocolate que me habían salido también deliciosas. Yo creo que le
conquistaron más las magdalenas, pero, cuando se lo propuse, vi un brillo
especial en sus ojos; un brillo nuevo, y sé que no se lo provocaba saber que yo
había hecho magdalenas.
Cuando
llegamos a mi casa, le dije que me alegraba mucho de que estuviese allí conmigo,
que no se imaginaba lo feliz que era por poder compartir con ella esos
momentos, por estar en Ourense con ella, y entonces, sin esperarlo, esa vez fue
Agnes quien se acercó a mí y me abrazó con un cariño y una ternura que me
derritieron al instante. Me contestó, mientras me abrazaba, que ella también
era muy feliz cuando estaba conmigo, que se alegraba muchísimo de que estuviese
allí con ella, que no dejaba de dar las gracias por eso, por tenerme con ella.
Al oír sus palabras, pronunciadas con tanta dulzura, susurré su nombre con
mucha emoción mientras intensificaba el amor con el que nos abrazábamos y la
apretaba contra mí. Estábamos muy cerca del sofá del comedor y yo no pude
evitar desear que ella me impulsase hacia él, pero fui paciente... aunque sabía
que las cosas estaban a punto de cambiar. Y no dudé de ello cuando, al
separarnos levemente, las dos nos miramos a los ojos y nos reímos con timidez.
Agnes tenía los ojos lacrimosos y yo también. Mas no necesitamos decirnos nada,
nada. Y no fue Agnes quien se acercó a mí para besarme. Tampoco fui yo quien lo
hizo. Fuimos las dos, las dos al mismo tiempo.
Y no
puedo explicar lo que sentí al notar que ella estaba entregándose a mí. Al
principio, sí me di cuenta de que Agnes estaba un poco tímida, que sentía
vergüenza e inseguridad, pero la dulzura con la que nos besábamos se
intensificaba con el paso de los segundos y la pasión que nos dominó destruyó
por completo la vergüenza y los nervios que Agnes sentía.
Es
imposible describir lo que vivimos porque son emociones y sensaciones que no se
pueden explicar con palabras. Son emociones y sensaciones hechas de miles de
pensamientos, de recuerdos, de anhelos al fin cumplidos. Yo me sentía como si
hubiese vuelto a casa después de una larga travesía llena de obstáculos, de
peligros, de tormentas, de huracanes, de enfermedad y de agotamiento. Sentía
también que mi alma se curaba, como si una mano sanadora me la acariciase
cerrando las heridas que la vida me había hecho allí; en la parte inmaterial de
mi ser. Sentía también que Agnes estaba entregándose por completo a mí, sin
ninguna resistencia, sin ninguna censura. Estaba dándome todo lo que ella era,
tanto física como anímicamente, estaba dándomelo todo sin pensar, sólo
sintiendo. Estaba dándome lo que yo tanto había extrañado. Yo incluso tenía que
hacer un esfuerzo para no descontrolarme, pues la pasión y el deseo que nunca
había dejado de sentir por ella eran indomables y querían apoderarse de todo lo
que yo era; pero llegó un momento en el que me di cuenta de que Agnes estaba
haciendo exactamente el mismo esfuerzo que yo. Darme cuenta de eso me
descontroló inevitablemente y creo que nunca nos hemos amado así, con tanta
entrega, con tanto y tanto amor, con una dulzura que no desaparecía nunca, ni siquiera
cuando más desesperadamente nos entregábamos la una a la otra. En esos
momentos, me pareció que no había mucha diferencia entre la Agnes que estaba
entregándose a mí con la Agnes que se entregaba a la música dejándose llevar
por todo su talento y el amor que siente por la música de su tierra, porque
también era una Agnes entregadísima que había dejado el mundo atrás sólo para
amarme a mí, igual que se olvida del mundo cuando toca, canta y baila. Entonces
supe en esos momentos que, por fin, la tendría enteramente como ella es,
tendría la Agnes verdadera, la que siempre fue y a la que tanto torturaron, que
vivió escondida durante tantos y tantos años.
No
reprimí ni un beso, ni una caricia, nada, ni una palabra, nada de lo que tanto
anhelé entregarle durante tantos días. No puedo saber cuánto tiempo estuvimos
juntas porque para mí el tiempo también había desaparecido. Al principio, le
pregunté varias veces a Agnes si estaba bien. Ella me decía que sí, que estaba
muy bien, que se sentía muy bien, que estaba feliz; pero al final no me hizo
falta seguir preguntándole si estaba bien y si estaba cómoda porque me lo decía
todo el tiempo con sus ojos, con sus sonrisas, con su forma de suspirar, de
apretarse contra mí, de acariciarme, de besarme...
Después,
cuando terminó todo, nos echamos a reír con felicidad mientras aún nos
apretábamos una contra la otra, celebrando lo felices que nos sentíamos. Estábamos
embriagadas de amor, nos sentíamos flotar en una nube muy densa y brillante que
sabíamos que ya no se desharía. Y a Agnes le brillaba tanto la mirada y sonreía
con tanta felicidad que me sentía deslumbrada por el resplandor que la inundaba
toda.
Nos
duchamos y después cenamos, sí, pero apenas le prestamos atención a la comida,
pues todo el tiempo nos salía reírnos con inocencia, como si acabásemos de
hacer una travesura. Por cierto, las magdalenas estaban buenísimas.
Y, cuando
al fin llegó el momento de dormirme entre sus brazos, no pude evitar echarme a
llorar de alegría, a la vez que todavía reía. Antes de dormir, le di las
gracias a Agnes por hacerme tan feliz y ella tampoco pudo contestarme con
palabras. Sólo me abrazó a la vez que también le resbalaban las lágrimas por
las mejillas. Y dormí muy poco esta noche porque todo el tiempo me despertaba
dándole gracias a todo por tener a Agnes conmigo. Me despertaba sintiéndome
incapaz de creerme que Agnes estuviese conmigo al fin. La felicidad que sentía
no me dejaba dormir. Sólo quería sentir a Agnes durmiendo entre mis brazos,
quería oír su casi inaudible respiración, quería sentir su sueño, su quieto
sueño, aspirar su olor, notarla conmigo, saber que por fin estaba conmigo. Y sé
que ella notaba que me despertaba porque me abrazaba con más dulzura y me daba
besitos en la frente, me acariciaba suavemente los cabellos... pero ha sido una
noche preciosa.
Y creo
que eso es todo por hoy. Tengo que prepararlo todo y hacer la comida. También
tendría que estudiar un poco.