Domingo, 30 de diciembre de 2018
Tengo que contar muchas cosas porque,
desde la última vez que escribí, he vivido muchísimos momentos que no quiero
que se pierdan en el olvido. Tenía muchas ganas de escribir, pero apenas tengo
tiempo para mí porque, como está aquí mi hermana, la mayor parte del día estoy
con ella y también con Agnes desde que sale del trabajo. Tengo tantas cosas que
contar que no sé ni por dónde empezar. No sólo quiero explicar las cosas que
estamos viviendo y que hemos vivido, sino también quiero convertir en palabras
muchas reflexiones que tengo y también quiero hablar de las cosas que noto con
los sentidos y el alma.
Ahora estamos en la aldea. Mi hermana propuso
hacer algo fuera de Galicia este fin de semana como ir a Salamanca o a
Asturias, pero Agnes me dijo que lo que más le apetecía era ir a la aldea y mi
hermana tampoco se ha opuesto a que vengamos aquí. Además, por primera vez,
ella el viernes condujo sola hasta la aldea. Mi hermana enseguida memoriza los
trayectos, es increíble. Yo no sé si alguna vez seré capaz de conducir sin
tener a nadie a mi lado que vigile mis movimientos y por dónde voy. Me siento
tan insegura llevando el coche... Noto que se me va de las manos, que no lo
puedo controlar, que el freno no me responderá cuando le doy o que el
acelerador se volverá loco y no podré detener el coche. No me gusta nada
conducir. Yo sabía que no me gustaría, pero no me imaginaba que me produciría
una sensación tan desagradable tener bajo mis manos el control de algo tan
grande. Llevo muchos días practicando con el coche de Lúa y me siento
totalmente incapaz de confiar en mí. No sé si alguna vez me atreveré a llevar a alguien en el coche. Yo no quiero poner
ninguna vida en peligro y mucho menos la de mi Agnesiña. Damián me dice que es
normal que todavía no me sienta segura porque llevo muy poco tiempo practicando
y que, conforme vaya practicando, iré cogiendo más confianza en mí misma; pero
me parece a mí que ese día no existe. Lo curioso es que Agnes confía más en mí
que yo en mí misma y mi hermana también está intentando ayudarme a deshacer la
desconfianza y la inseguridad que siento.
Estamos en la aldea, como ya he dicho, y
en estos momentos me encuentro sentada junto a la lareira, en la cocina,
mientras Agnes y Anxos hacen la comida. Mi hermana está leyendo cerca de mí y
estamos todas en un mismo sitio respetando lo que las demás hacen. No me
desconcentran cuando hablan e intervengo de vez en cuando, pero por lo general
me encuentro sumida en mis pensamientos y muy entregada a la labor de escribir.
Apetece muchísimo estar junto al fuego porque hace muchísimo frío. Son casi las
once de la mañana y todavía no hemos llegado ni a los cuatro grados. Este fin
de semana sí ha hecho frío de verdad. Hace más frío que las últimas veces que
estuvimos en la aldea, pero no llueve. Nos ha hecho unos días muy claros,
aunque por la mañana suele haber bastante niebla. Por las noches, las estrellas
brillan protegiendo la luz de la luna. Mi hermana siempre se queda muy
asombrada cuando se percata de cuánto brillan aquí las estrellas cuando no hay
nubes. Casandra no conocía todavía este lugar del mundo tanto como para
describir la energía que inunda cada uno de sus
rincones. Ahora puede asegurar sin dudar que la aldea de Agnes y los
bosques que la protegen es el lugar más bonito en el que ha estado en los
últimos meses de su vida. Yo sabía que a mi hermana le gustaría mucho la aldea
de Agnes porque ella es como yo en muchos aspectos y también adora los sitios
tranquilos llenos de silencio y antigüedad. Lo que más le ha conmovido ha sido
la personalidad de la familia de Agnes y de los demás vecinos de la aldea. No
se esperaba que fuesen personas tan buenas. Me ha confesado que, después de
conocer a esta gente y el lugar donde Agnes nació, puede entender mucho mejor
por qué Agnes se enfermó al permanecer lejos de su mundo durante tanto tiempo y
también por qué siempre anheló con tanta fuerza regresar. Creo que ya se han
desvanecido todos los malos sentimientos que mi hermana experimentaba hacia
Agnes como, por ejemplo, el rencor, la envidia y la desconfianza. Sé que ya no
hablará mal de ella nunca más y que la comprende mejor que nunca. Casandra me ha
contado que, el lunes por la noche, le pidió perdón a Agnes y le dijo que la
entendía ahora más que nunca, que fue muy injusta con ella y que no volverá a
ocurrir y que Agnes la abrazó llorando delicadamente, agradeciéndole con ese
abrazo y con esas lágrimas que le pidiese perdón. Me alegro muchísimo de que mi
hermana se haya dado cuenta de que estaba muy equivocada con Agnes. Sé que a
ella se le hace difícil que vivamos separadas. A mí también me ocurre, es
evidente; pero culpar a Agnes de que yo quiera vivir aquí es algo muy injusto y
cruel, sobre todo después de conocer a Agnes tan bien desde hace tantos años.
Siempre supimos que Agnes extrañaba su tierra de una manera enfermiza y que
nunca dejó de desear volver. No tiene sentido que la juzguen por querer vivir
aquí y que la culpen de que yo quiero estar donde ella se halle porque la amo
con una fuerza que no cabe en el Universo; una fuerza que sería capaz de
resquebrajar montañas si eso fuese posible. Sé que nuestro amor es verdadero y
que todo lo que estamos viviendo ahora merece la pena, que cualquier esfuerzo
que tengamos que hacer para mantener nuestra vida merece la pena y que nada
importa si estamos juntas. Sé que Agnes me ama con toda su alma también. Me lo
demuestra en todo momento, me lo demuestra cuando abre los ojos a mi lado y me
dedica esa sonrisa tan dulce con la que me da los buenos días más mágicos que
nadie podría darme, me lo demuestra antes de dormirnos tanto con palabras como
con caricias, con abrazos, con una inmensa cantidad de amor que no se puede
describir y me lo demuestra todos los días, a cada hora, con su forma de
hablarme, de tratarme, de escucharme y de comprenderme. Me lo demuestra con las
preciosas palabras que me dedica siempre que puede, con su forma de mirarme y
de sonreírme. Agnes no deja de prestarme atención nunca, ni siquiera cuando
está trabajando, porque yo siento que en todo momento la una está pensando en
la otra y el amor que sentimos se nos transmite al alma a través de nuestros
pensamientos. Nunca la dejo de sentir conmigo porque está conmigo siempre en el
pensar y en el sentir. Incluso puedo decir cuándo ella está pensando en mí. Lo
noto, sí, lo noto como si de verdad ella estuviese hablándome a través de la
distancia o como cuando notamos que alguien nos mira. Es una cosa que siento en
mi alma, que late junto a mi corazón y que musita en mis pensamientos. Sé
también que ella puede sentir que pienso en ella y que la recuerdo. Es algo tan
bonito que no parece de este mundo. Muchas veces, cuando estamos juntas, ni
siquiera es necesario que preguntemos nada. Hay preguntas que mueren en el aire
en cuanto alguna de las dos adivina lo que está pensando la otra.
Mi hermana me ha dicho muchísimas veces
que no puede creerse que este vínculo que nos une sea real, que la impresiona
muchísimo detectar la poderosa conexión que nos enlaza, que estamos tan unidas
que ahora le resulta totalmente imposible creer que hayan existido unos meses en
los que no estuvimos juntas, que incluso piensa que no estar juntas es algo
antinatural. También me ha confesado que entiende que Agnes y Lúa tuvieron que
estar juntas por una razón que ninguna de las dos pudo intuir ni evitar porque tal vez estuviese
predestinado. No infravalora el amor que sintieron (más que nada porque Agnes
todavía la llora), pero sí comprende que, amándonos como nos amamos, la
relación de Agnes y Lúa fue algo más bien del destino que de ellas. De todas
maneras, eso ya quedó muy atrás y para nada le resta fuerza a lo que tenemos, a
lo que sentimos, al amor que nos profesamos, que es tan grande que a veces no
sabemos ni cómo demostrárnoslo. Las palabras parecen silencio cuando intentamos
verbalizar lo que sentimos, las caricias nos llegan a parecer insuficientes...
Sentimos una desesperación muy dulce y deliciosa cuando buscamos la manera de
exteriorizar todo ese amor que nos late con tanta fuerza en el alma. Se mezclan
los “te quiero” con la risa, con las lágrimas de emoción, con las caricias y
los besos, con esos abrazos con los que queremos fundirnos la una con la otra...
Nunca he sentido algo tan fuerte. Creo que ahora es cuando de verdad estoy
disfrutando plenamente del amor que nos une, de la pasión que se nos despierta
con tanta facilidad. A veces sólo nos basta con una mirada o una caricia
accidental para que toda la sangre nos arda.
Mas intentaré explicar lo que hemos vivido
estos días porque, si no lo hago ahora, se me terminará el tiempo que tengo
para escribir sin que ni siquiera haya contado la mitad de los hechos que hemos
vivido. Desde que el lunes llegó mi hermana por la mañana, siento que todo es
felicidad y sencillez a nuestro alrededor. Hay muchos momentos que me gustaría
resaltar: el concierto de villancicos que hicieron Agnes y el grupo en el que
está en ese centro cívico que tanto se llenó, la Nochebuena en la aldea, las
canciones que tocaron y que bailamos todos, el día de Navidad y los demás días de esta semana... Me gustó muchísimo el recital de villancicos. Me produjo
una sensación muy bonita y fuerte ver a Agnes cantando y tocando para todos,
hablándonos entre canción y canción, riendo y casi llorando de emoción. Fue
precioso oír su voz mezclándose con los demás instrumentos, repartiéndose por
la sala en la que nos encontrábamos... Debo confesar que me emocioné muchísimas
veces y que no podía evitar desearla con todas mis fuerzas al verla allí, tan
guapa, tan elegantemente ataviada con ese vestido rojo y negro, con esa mirada
tan profunda y tan llena de emociones preciosas... Nos miraba sobre todo a su
madre y a mí cuando cantaba. Según me dijo después, fijarse en nosotras la
calmaba. Sí se le notaba que estaba nerviosa, sobre todo cuando tuvo que hablar
al principio, antes de que comenzase el recital. Le temblaban las manos y no
era capaz de mirar a nadie; pero, conforme iba fluyendo la música, esos nervios
iban atenuándose. Además, los villancicos que cantaron son muy bonitos y Agnes,
con su voz, provocaba que cada frase sonase mucho más sentida y tierna. Qué
bonito me pareció, de verdad, qué bonito. Mi hermana se quedó totalmente
asombrada cuando descubrió lo bien que cantaba Agnes. Nunca la había oído
cantar así y tampoco la había visto tocar con tanta precisión; pero también
tengo que decir que la Agnes que teníamos delante esa noche no tenía nada que
ver con la que toca en las fiestas de su aldea. En las fiestas de su aldea está
mucho más libre, más descontrolada quizá por la alegría de vivir, por la
alegría que la música le entrega. Anxiños también lo notó, aunque ella no podía
dejar de llorar al ver a su hija allí, tan entregada y tranquila. Me dijo
muchas veces (y se lo dijo a sí misma en otras tantas) que no podía creerse que
Agnes estuviese ahí, que nunca habría podido imaginarse que Agnes cantaría y
tocaría delante de tanta gente (tampoco éramos tantos, tal vez unos treinta),
que, siendo tan tímida, nunca se habría figurado que se atrevería a vencer su
vergüenza para regalarnos a todos su voz y su arte.
Después del recital, nos fuimos a la
aldeíña y, desde que llegamos, todo fue sencillez y felicidad. Mi hermana comió
muchísimo en la cena, más que nosotras porque ella sí come carne, y enseguida
cogió confianza con todos. Con Damián se lleva muy bien y también hizo muy
buenas migas con su hijo mayor, el primo de Agnes, que está pasando las
Navidades aquí. Yo deseo que se enamoren y así mi hermana tiene una excusa para
venir más veces a Galicia y, tal vez, quién sabe... a lo mejor acaba viviendo
aquí... pero desear eso es algo muy egoísta, la verdad. Le pedí a Agnes anoche
que hiciese algún hechizo para que se enamorasen y ella, riéndose, me dijo que
no podía hacer eso, que nunca se le ocurriría utilizar la magia para controlar
la vida de nadie.
El lunes por la noche cenamos todos en la
casa de Damián y después estuvimos bailando y cantando en la plaza de la aldea
aprovechando que no hacía frío. Sí hacía fresquito, pero con el vino que
bebimos y con todo lo que bailamos el frío se desvaneció enseguida para todos.
Agnes cantó junto a los demás vecinos y también tocó otra vez como si nunca se
agotase de hacerlo. Me gusta muchísimo verla tocar. Incluso me hipnotiza. Soy
incapaz de prestarle atención a nada más cuando ella toca delante de nosotros,
cuando tañe la pandereta mientras canta y no deja de mirarme, dedicándome esas
miradas tan llenas de sentido y sentimiento. Con esas miradas, me da las gracias
por estar con ella disfrutando de esos momentos, por quererla como la quiero,
por estar ahí, por apoyarla, por ser como soy. Con esas miradas, me anima a que
yo también cante y baile, desahogándome y deshaciéndome de todo lo que puede
llegar a preocuparme. Lo que tengo muy claro en estos momentos es que Agnes es
toda mi vida. Se lo digo siempre que puedo y sobre todo me gusta decírselo
cuando nos amamos. Le digo que ella es toda mi vida, ella es quien le da
sentido a mi vida, ella es el sentido de mi vida. No me importa si esas
palabras dan a entender que yo sin ella no soy absolutamente nada. Es que yo
sin Agnes no soy absolutamente nada. Pierdo totalmente sentido yo misma si ella
no está conmigo. Por eso ahora entiendo que no importa dónde esté. Lo que
importa es que ella sea feliz, es que ella esté conmigo y, si, para que estemos
juntas, tengo que vivir en mitad del desierto, viviría en mitad del desierto
porque ella es mi mundo. Por eso yo no me siento atada a ningún lugar
inconcreto de la Tierra, porque ella es el lugar donde tengo que estar, es ella
mi mundo y toda mi felicidad. Ella me da la alegría de vivir. Oírla cantar,
oírla hablar y reír es oír directamente la voz de la vida. Estar con ella es
sentir que merece la pena vivir. Que ella exista le da sentido a que el mundo
exista y a que la vida misma exista. Si ella es feliz, yo soy inmensamente
feliz. Cuando la veo tan feliz, siento que en mi pecho estalla una bola de
energía brillante que me da vida. Estar con ella le resta importancia a todo lo
que no la tiene, a todo lo que puede hacernos infelices. Es imposible que sea
infeliz estando con Agnes. Ella es todo para mí y lo será siempre,
absolutamente siempre. Si estoy con ella, no me importa quién haya a mi
alrededor. Soy capaz de hablar con quien sea y sé que a ella también le ocurre eso.
Además, viviendo en Galicia, es inmensamente sencillo que ella pueda hablar con
cualquier persona, porque estar en su tierra le da una seguridad que le falta
en cualquier parte del mundo. Eso la hace especial y muy mágica. Que ella esté
tan vinculada a este lugar del mundo la vuelve muy especial e incluso la
convierte en un ser mágico que no tiene comparación con ningún otro.
El lunes por la noche, tengo que reconocer
que fui muy feliz viendo lo feliz que ella era, viendo cuánto disfrutaba de la
música de su tierra, de la compañía de sus seres queridos, del amor que su
tierra le entrega continuamente a través del viento, del silencio, de la
oscuridad de la noche, de los aromas del bosque... Yo sé que vivir estas fechas
aquí es algo muy importante e incluso intenso para ella. Sé también que
terminar el año en su aldea va a ser algo muy potente para ella y que incluso
le va a costar vivir esos momentos con serenidad. Me dijo muchísimas veces a lo
largo del tiempo que estamos juntas que lo que más deseaba era poder iniciar un
nuevo año en su tierra, que, siempre que terminaba un año lejos de Galicia,
deseaba con toda su alma que fuese el último que vivía tan lejos de su hogar. Y
por fin se ha cumplido ese deseo tan potente y hermoso. Pienso que el amor que
hay entre Galicia y Agnes es tan válido como cualquier otro sentimiento. Lo que
importa es que hay amor, no importa a quién lo destinemos. Lo más bonito es que
amemos, que amemos de verdad. ¿Cómo no va a ser hermoso un amor tan poderoso
cuando es amor de verdad?
Esa noche bebimos mucho, pero Agnes bebió
mucho más que yo. Las dos íbamos bastante mal cuando nos fuimos a dormir a las
cuatro de la madrugada por lo menos. Agnes ya me ha dicho que mañana es posible
que no durmamos, que el día llegue mientras seguimos cantando y bailando. No me
importa. Será muy hermoso también eso, recibir el nuevo año de verdad,
recibiendo primero el alba de ese nuevo año que empieza de una manera tan
especial. Yo de verdad que estoy muy feliz por hallarme en Galicia junto a Agnes
y mi hermana en estos momentos.
Ayer fuimos a la montaña para ver la
nieve. Fuimos a Cabeza de Manzaneda y lo pasamos muy bien, la verdad, pero
hacía muchísimo frío, a pesar de que las tres íbamos muy bien abrigadas. Fue un
día muy mágico. Incluso nos atrevimos a esquiar, pero muy poco porque la verdad
es que a mí me da pánico esquiar. Tengo la sensación de que me voy a romper la
pierna en cualquier momento. En cambio, Agnes sí disfrutó de verdad de esos
momentos en los que esquiamos. Parecía como si llevase toda la vida esquiando,
aunque después me confesó que sí sintió algo de miedo al notar que la velocidad
a la que se deslizaba por la pista se acrecía, pero que también le gustó
muchísimo sentir cómo el viento gélido le acariciaba la piel. Me dijo que se
sintió muy libre.
Cuando llegamos a casa, teniendo el frío
en los huesos, Anxos nos sirvió una buena taza de caldo y nos la bebimos
alrededor de la lareira. Qué bien se estaba, de verdad, qué bien se estaba. Qué
delicioso sabía el caldo, qué agradable era sentir el calor del fuego, qué
acogida me sentí. Sentí que estaba en mi hogar y así se lo hice saber a Agnes y
a Anxos. Ellas me dijeron: “é que estás no teu fogar, Artemisa”.
Tengo muchas esperanzas puestas en este
año, pero no porque intuya que va a llegar lleno de bendiciones, sino porque
siento que termina lleno de bendiciones, habiendo llenado de bendiciones
nuestras vidas. Me siento realmente agradecida por todo lo que la vida nos ha
dado. Ahora entiendo que tenía que renunciar a mi condición de funcionaria para
que esto pudiese llegar, porque esto es demasiado grande y, por la felicidad de
Agnes, merece la pena todo, absolutamente todo. Hay quien dice que siempre
tenemos que buscar nuestra felicidad, que la felicidad de cada uno de nosotros
es mucho más importante que la de cualquier persona, pero para mí eso no es
cierto. Agnes es la persona que más quiero del mundo y, si ella no es feliz, yo
no puedo ser feliz. No se trata de que dependa de que ella esté bien para yo
sentirme bien. Se trata de que hay una conexión muy fuerte entre nosotras a
través de la cual se transmiten todos los sentimientos que experimentamos.
Podría seguir explicando todos los
momentos que hemos vivido durante estos días, pero yo creo que lo esencial ya
lo he contado. Estos días, mientras Agnes trabajaba, mi hermana me ayudaba a
practicar con el coche, también hemos ido a bañarnos a las Burgas casi todas
las mañanas, hemos caminado mucho por Ourense e incluso Agnes nos animaba a que
visitásemos más lugares de Galicia, pero al principio a mí me daba mucha cosita
irme sin ella. No obstante, al final nos convenció de que aprovechásemos el
tiempo como mejor nos apeteciese y el jueves fuimos a visitar algunos lugares
de costa. Galicia en invierno tiene un encanto muy especial, aunque también es
verdad que esta semana aún no había llegado del todo el invierno. Ahora sí
siento que es invierno de verdad porque hace un frío de ésos que te impiden
tener ganas de caminar. Yo me pasaría el día aquí junto al fuego, la verdad. Me
da mucha pereza volver luego a Ourense, pero volvemos porque Agnes trabaja
mañana. Pobrecita, no deja de decir que no le apetece para nada madrugar, que
se quedaría en la aldea todo el tiempo y que le gustaría que las horas no
siguiesen transcurriendo.
La próxima vez que escriba, hablaré de más
cosas que ahora ya no me da tiempo explicar. Seguramente, escribiré cuando ya
haya empezado el nuevo año.