Miércoles, 29 de julio de 2020
Volver a Cataluña ha sido más duro de lo
que creía y esperaba. Al bajar del avión, noté muchísimo el cambio de clima y
de ambiente. La gente es distinta, también, pero a mí eso no me afecta tanto
como a Agnes, para quien es esencial que la gente que la rodea entienda su
lengua y su acento. Yo soy más solitaria en ese aspecto, pero sí tengo que
reconocer que me ha costado mucho acostumbrarme a la manera de hablar de aquí y
a que casi todo el mundo hable en catalán. Me gusta mucho el lugar donde
vivimos, pero no me siento tan segura como me sentía en Galicia. Aquí la
mayoría de gente no lleva mascarilla. Les da igual a todos si llevarla es
obligatorio o no. En cambio, por lo general, en Galicia la llevaban
prácticamente todos. Había excepciones, sobre todo en las aldeas.
Tengo planificado seguir trabajando con mi
hermana, pero lo haré a partir de la semana que viene porque quiero informarme
de si van a sacar oposiciones para educación. Me gustaría muchísimo conseguir
otra plaza. Creo que, habiéndolo conseguido una vez, no me costará hacerlo una
segunda y me siento con bastante energía para opositar. No obstante, como no
sabemos lo que va a pasar con el bicho maldito, no quiero hacerme ilusiones con
nada.
Me siento esperanzada, pero esa esperanza
que grita en mi interior tiembla y a veces está a punto de desvanecerse. El
miedo a que de nuevo vayan las cosas mal detiene mi libertad para soñar.
Además, al volver de Galicia, me he dado cuenta de que estoy más enamorada de
Agnes de lo que creía. Todavía siento algo muy fuerte por ella y daría parte de
mí misma si así pudiese estar con ella de nuevo, si así ella me pudiese volver
a amar; pero soy plenamente consciente de que es inútil amarla, de que no tiene
sentido seguir queriéndola. Tendría que olvidarme de ella, pero ojalá
tuviésemos la capacidad de arrancarnos del corazón esos sentimientos que no
queremos sentir. Yo no puedo evitar amarla. Es que eso no se puede controlar.
Creo que el amor es algo que está por encima de nosotros. Es algo de nuestra
alma y de nuestro cuerpo ajeno a nuestra voluntad, totalmente ajeno a lo que
queremos sentir. Nos domina y no podemos huir de él ya. Además, estos días que
hemos pasado juntas, llenos de tantos momentos diferentes, opuestos los unos de
los otros incluso, me han servido para conocer a Agnes plenamente, en toda su
esencia. Nunca la había visto como la he visto estos días y la versión de ella
que he tenido a mi lado me gusta muchísimo, mucho más que la que conocí de ella
cuando me di cuenta de que me había enamorado locamente de ella. Si, cuando me
enamoré de ella, Agnes todavía no estaba bien, ni se sentía llena y reconciliada
con ella misma y todo su ser, cuánto más me enamora siendo lo que es en
realidad, siendo plenamente ella misma, sin contenerse, mostrando toda la
grandeza que tiene en su interior.
Vi una parte de ella cuando empezamos a
vivir juntas en Ourense, pero todavía no estaba bien porque le faltaba Lúa. Soy
plenamente consciente de que estar con Lúa la completa definitivamente. Conmigo
no podía sentirse completa porque yo no soy de su tierra, yo no tengo su
acento, no hablo el gallego nativo que ella habla, no comparto nada con ella
con respecto a sus gustos musicales, ni sus fiestas, ni nada. Puedo compartirlo
momentáneamente, pero no he crecido con eso, no lo llevo en la sangre ni en el
alma como ella y eso se nota.
Ojalá pudiese encontrar a alguien que me
completase de esa manera, tal como se completan la una a la otra. Leí en un
libro hace poco que la persona idónea para una es la que puede terminar tus
pensamientos y a la que tú le terminas los suyos. Había momentos en los que no
hacía falta que ninguna de las dos le dijese a la otra lo que pensaba o lo que
iba a decir. Era como si se hablasen con los ojos o simplemente con la energía
que las envuelve; la que crea ese vínculo que las une. Es una confluencia
armoniosa de dos almas, de dos seres en una misma energía. Yo, que soy tan
intuitiva y observadora, me he dado cuenta a la perfección de que lo que hay
entre ellas no es un simple enamoramiento de toda la vida, no es simplemente
amor. Es algo más que no he visto en nadie. Yo creía que lo tenía con Agnes,
pero no es así. Ahora me doy cuenta de que la relación que tuvimos ella y yo
estaba incompleta. Fue bonita, pero fue una relación totalmente terrenal,
aunque tuviese también sus tintes mágicos, por ello de que estuvimos juntas en
otra vida; pero era una relación más bien del montón. Nos fallamos mucho la una
a la otra. Por eso sé que nunca podré estar con Agnes. Ni siquiera le atraigo.
Esas cosas se notan y yo puedo leer muy bien en sus ojos lo que piensa, lo que
siente. Ella me miraba como miraba a mi hermana, con la misma tranquilidad y
distancia, pero con cariño. Ese cariño era el que siente por ti una amiga, nada
más. No obstante, a veces me daba cuenta de que Agnes me miraba con recelo,
como si le diese miedo hablarme por temor a alimentar lo que siento por ella.
Sabía muy bien que la sigo amando y que eso me costará mucho cambiarlo.
Intentaré escribir sobre las cosas que
hicimos. Sobre sentimientos, siempre tengo tiempo de hablar. Además del camino
de Santiago, lo que hicimos fue pasar tres días en la aldea de Agnes. Fuimos el
miércoles después de venir de las Cíes y estar un poco en Vigo. Por suerte,
tanto Lúa como Uxía tiene coche y no tuvimos que utilizar mucho el transporte
público. Después del ensayo de Iauga, fuimos hacia la aldea de Agnes. Me
provocaba muchos nervios saber que me iba a reencontrar con la madre de Agnes.
A Anxiños yo le tomé mucho cariño y me dolió separarme de ella y de ese lugar
del mundo en el que tanta paz sentía, que tanta tranquilidad me inspiraba.
Otra cosa que no me esperaba era que Agnes
y Lúa están viviendo en la casa que fue de la madre de Lúa. La tienen muy bonita,
cuidada y limpia, pero manteniendo sus tintes antiguos. Es de piedra y bastante
amplia, comparada con la casa de Anxiños. Gabriel ya nos esperaba en la aldea,
que vino esa semana. Le fue imposible venir antes. Mi hermana y él fueron a la
casa del padre de Gabriel y yo me quedé a dormir en la de Anxiños. Al
principio, me costó mucho deshacerme de la vergüenza y la emoción que sentía,
pero luego ya empezamos a hablar con mucha naturalidad. Anxiños es una mujer
buenísima. Me recuerda tanto a Agnes que, muchas veces, olvidaba que no estaba
hablando con Agnes, sino con su madre. Tienen una manera de ser muy semejante
y, al hablar, tienen el mismo tono de voz, la misma ternura al expresarse.
Anxiños me hizo sentir como si estuviese en mi casa. No me guarda nada de
rencor. Es una mujer muy sabia que entiende perfectamente lo que pasó entre
Agnes y yo. Es más, una de las noches en las que nos quedamos hablando, me
reconoció que ella siempre supo que su hija no había olvidado a Lúa y que nunca
podría hacerlo. Cuando creyeron todos que Lúa había muerto, no había manera de consolar
a Agnes porque su tristeza traspasaba los límites de su alma. Era como si su
tristeza se expandiese por su alrededor y las cosas que la rodeaban se
entristeciesen al verla. Era como si todo estuviese triste allí donde ella
estaba. Así mismo me lo describió Anxiños. Hablando de todo eso, también me
reconoció que se alegraba infinitamente de que se casasen al fin y que jamás
las había visto discutir, nunca. En cambio, Agnes y yo discutimos demasiadas
veces delante de su madre, sobre todo los últimos meses.
La boda de Agnes y Lúa fue muy bonita.
Hablaré de ella con toda sinceridad. Me hará mucho bien convertir esos
recuerdos dolorosos en palabras. Evidentemente, me dolió profundamente ver cómo
se unía a otra mujer, verla tan feliz, tan entregada, tan emocionada, tan
volátil. Parecía como si el suelo y la gravedad hubiesen desaparecido para
ella. Desde que la vi entrar a la plaza de la aldea hasta que se marchó con Lúa
hacia el bosque en dirección al molino de siempre (el cual Lúa había
condicionado de una manera preciosa para que pudiesen pasar allí la noche), me
pareció que no pisaba la tierra al andar, que se desplazaba por el aire. Le
comenté a mi hermana mis impresiones y me dijo: “la ves así porque está
inmensamente feliz. Está tan feliz que parece flotar”.
Ese día pasaron muchas cosas.
Primeramente, nos reunimos todos en la plaza de la aldea. Primero apareció Lúa
acompañada de Silvia. Llevaba un vestido blanco precioso, pero no era el típico
traje de novia. Era elegante, tenía una falda larga con pliegues, bordados en
el pecho, era ajustado en el talle y era de tirantes. Era muy bonito, la
verdad. Llevaba el pelo suelto, adornado con flores. Su melena pelirroja
brillaba bajo la luz del día. Parecía de fuego. Y qué sonrisa tan hermosa... Le
relucían los ojos. Continuamente se esforzaba por no echarse a llorar, por
controlar la inmensa emoción que la dominaba. Evidentemente, todos íbamos sin mascarilla
porque podíamos mantener perfectamente la distancia de seguridad. Si nos
acercábamos, entonces sí nos la poníamos.
Todos esperábamos en la plaza de la aldea.
De repente, todas las de Iauga excepto Agnes y Lúa (evidentemente) empezaron a
tocar. Uxía comenzó a tocar la gaita, Silvia tenía una flauta entre sus manos y
Antía, un violín. Silvia nos había pedido, días antes, que nos aprendiésemos de
memoria la canción de Quen puidera namorala” de Milladoiro. Yo también lo hice.
Dejé a un lado mi pena y me la aprendí lo mejor que pude. Incluso se me ocurrió
tocar la guitarra, pero me dijeron que no era necesario, que lo querían hacer más
bien con instrumentos suaves que, al sonar todos juntos, diesen la sensación de
vuelo y también me dijeron que querían que estuviese tranquila, que con cantar
ya era suficiente.
Anxiños apareció junto a Agnes en la calle
de su casa, descendiendo hacia la plaza de la aldea. No me atrevía a mirar a
Agnes, pero no pude evitar hacerlo. Me estremecí al ver lo hermosa que estaba.
No me esperaba para nada que llevase un vestido rojo y negro. Estaba preciosa.
Nunca la había visto tan guapa y lo mejor de todo era que iba muy sencilla,
casi sin maquillar, con el pelo suelto, sólo adornado con una diadema negra con
flores rojas.
Me quedé tan paralizada al verla que no me
di cuenta de que habían empezado a cantar sin mí. Me incorporé en la segunda
estrofa de la canción. Cuando comenzaron a sonar todos los instrumentos y
nuestras voces, Agnes cerró los ojos con fuerza. No pudo evitar que se le
escapasen ya las lágrimas. Me di cuenta de que apretaba con nervios el brazo de
su madre y que incluso temblaba.
Cuando estaba a punto de llegar a la
plaza, junto a Lúa, abrió los ojos y nos miró a todos, uno por uno, buscando a
Lúa. Cuando la vio, esbozó la sonrisa más brillante y hermosa que vi en mi
vida. Justo entonces me di cuenta de que me moría de dolor, que ansiaba
desesperadamente encontrarme en el lugar de Lúa. Aquel pensamiento me llenó los
ojos de lágrimas y tuve que luchar contra un potente llanto que quería
arrebatarme la voz y la serenidad.
Cuando se tuvieron una enfrente de la
otra, entonces Agnes tomó la mano de Lúa con una emoción que a todos nos hizo
llorar, creo. Anxiños se retiró a un lado y justo entonces empezó la ceremonia.
Ellas ya habían firmado el día anterior y la ceremonia corrió a cargo de
alguien que en nada tiene que ver con ellas, pero que ofició un casamiento
precioso. No recuerdo las palabras que pronunciaron. Lo que sí recuerdo es todo
lo que Agnes le dedicó a Lúa y todo lo que Lúa declaró delante de todos. No
obstante, tengo mezclados ambos discursos porque, en el fondo, se parecían.
Quien más me hizo llorar fue Silvia. De
esas palabras sí que me acuerdo bien porque me parecieron las más leales y
sinceras que una amiga le puede dedicar a otra. Cada una tuvo más de diez
minutos para hablar en distintos momentos del día. Después de que ya sellasen
su casamiento con un beso y un abrazo preciosos, entonces habló primero Agnes.
No le salían las palabras. Temblaba y lloraba sin poder evitarlo. Le costó
mucho calmarse, pero, cuando lo consiguió, entonces la escuchamos atentamente
durante los minutos que estuvo hablando. A mí se me hizo muy corto. Sin
embargo, su discurso me dolía porque yo ansiaba ser la destinataria de esas
palabras tan bonitas, pronunciadas en una lengua tan y tan tierna.
Lúa habló después de Agnes y la frase que
más se me clavó en el alma fue: “si yo soy Lúa, tú eres mi sol y, así como la
luna no puede brillar sin el sol, yo jamás podré fulgurar si tú no estás porque
tú me das luz, porque tú me das vida, porque mi corazón late porque estás
conmigo”.
Silvia hizo mucha referencia a todo lo que
habían vivido siempre. Contó que eran amigas desde siempre, que fueron vecinas
primero y luego hermanas. Lúa es la hermana que nunca tuvo. Pasaba más tiempo
con ella que con sus padres. Al tener la misma edad, se comprendían a la
perfección; pero Lúa fue siempre más madura que ella. Lúa era la responsable y
Silvia, la rebelde, aunque Lúa tuvo una adolescencia horrible por culpa de
sentirse rechazada por el mundo entero. Silvia también habló de una tarde de
otoño en la que Lúa le confesó que estaba enamorada de Agnes. Silvia se
imaginaba que Lúa sentía algo especial por ella porque no dejaba de hablarle de
ella, de recordar todo lo que habían vivido juntas y de decir que deseaba
volver a verla pronto. Silvia sabía que Agnes y Lúa intercambiaban cartas cada
mes, que se llamaban a escondidas cuando al fin Agnes tuvo teléfono en su casa,
que planeaban estar juntas cuando no tuviesen que depender de nadie... Por eso,
a Silvia no la sorprendió saber que su mejor amiga, su hermana, se había
enamorado de otra chica. Tenían quince años cuando Lúa le reveló a su amiga
cuál era su verdadera identidad. Silvia fue su único apoyo cuando Agnes se
marchó de Galicia y fue la que más la comprendió siempre. Me dan mucha envidia,
la verdad. A mí también me gustaría tener una amiga así.
Después de todos esos momentos preciosos,
vino el de comer, bailar, beber, pasarlo bien, disfrutar de la vida. Sin dejar
de mantener las medidas de seguridad, lo pasamos en grande, la verdad. Compartí
muchos momentos con Agnes, pero no la sentí cerca de mí en ningún momento.
Estaba más pendiente de Lúa, de sus amigas y de su familia, pero sobre todo de
sus emociones. Estaba temblorosa, feliz, tan feliz que no dejaba de hablar, de
reír, de llorar. Incluso tocaron algunas canciones, pero también contrataron
una banda que estuvo tocando música hasta la noche.
Lúa nos contó, antes de ese día, que había
convertido el molino en el que siempre se escondían en una cabaña preciosa.
Había restaurado la madera, había puesto un colchón para que pudiesen dormir,
lo había limpiado a fondo y lo había llenado de flores y de velas artificiales.
Nos dijo que le daba mucho miedo poner velas naturales por si algo ardía, que
hay que tener mucho cuidado con estas cosas.
Hay una imagen que se me clavó en la
memoria y que fue para mí la despedida a los últimos rescoldos de esperanza que
me quedaban en el alma, de la esperanza de recuperar a Agnes, si es que cabía
en mi destino la pequeñísima posibilidad de que ella volviese conmigo. Yo era
consciente de que nunca más estaría con Agnes, nunca más, pero el corazón ama
independientemente de lo que pienses y sepas y no atiende a esas razones
lógicas con las que intentas convencerlo de que ama en balde.
Esa imagen se reduce al color de los últimos
rayos de sol del día, azulados y dorados, perdiéndose entre las montañas, entre
las copas de los árboles, señalándoles a Lúa y a Agnes el camino hacia su
felicidad eterna. Bajo el cielo incendiado de la tarde, cercana ya la noche,
Agnes y Lúa desaparecieron entre los árboles, lentamente, mirándose con
ilusión, sonriéndose, cogiéndose con fuerza de la cintura la una a la otra,
sabiendo que se despedían de todos nosotros con el alma llena de luz y armonía.
Permanecí mirándolas fijamente, sin saber
qué hacer, sin poder moverme, hasta que noté que alguien me tocaba el hombro,
llamando mi atención con primor. Habíamos comido y bebido bastante durante toda
la tarde y me sentía levemente mareada, pero mis emociones gritaban con
claridad por dentro de mí. Cuando percibí esa llamada de atención, entonces me
di cuenta de que estaba llorando.
Era mi hermana quien estaba a mi lado. La miré
a través de mis lágrimas y ella me abrazó con fuerza. Enseguida sentí que ella
me protegía, intentaba protegerme de mi dolor. Entonces arranqué a llorar con
desesperación y profundidad. Mi hermana me condujo hacia un rincón del bosque
en el que pudiésemos estar tranquilas y me calmó entre sus brazos, secándome
las lágrimas con un pañuelo de papel y enviándome miradas de aliento, dedicándome
palabras tiernas que me hacían llorar más.
Cuando me sentí capaz de hablar, le confesé
todo lo que sentía. Le revelé que estaba destrozada, que la boda me había
parecido preciosa, pero también muy dolorosa, y que, por primera vez en todos
estos meses, era plenamente consciente de que había perdido a Agnes para
siempre. Mi hermana no me preguntó cómo era posible que aún siguiese creyendo levemente
que podía recuperar a Agnes. Fue paciente y respetuosa conmigo y se lo agradecí
hondamente, la verdad.
Fue un momento de debilidad acentuado por
el alcohol. Enseguida, recogimos todo lo que habíamos usado en la boda y nos
separamos. Yo me fui con Anxiños y mi hermana, con Gabriel. Había sido un día
intenso y muy bonito, pero yo estaba temblorosa y delicada. Anxiños me entendía
a la perfección y, con su cariñoso silencio, me acogía y me apoyaba. Yo no
quería decirle nada sobre mi estado de ánimo, pero también sabía que no era
necesario que lo hiciese, puesto que ella es tan intuitiva como Agnes y podía
percibir nítidamente lo que me ocurría.
Cuando me tumbé en la cama que tantas
veces había compartido con Agnes, busqué inconscientemente su olor en la
almohada, en las sábanas, y me pareció percibirlo a lo lejos, en mi memoria, el
aroma dulce e inconfundible de su cuerpo, ése que tanto me gustaba, e,
inevitablemente, empecé a imaginarme lo que estaría viviendo ella con Lúa allí
en el molino. Me pareció escuchar su risa, las palabras de amor que le
dedicaría a Lúa… y me quedé dormida entre suspiros de dolor y lágrimas ya
perdidas.
Y por hoy creo que es suficiente.
Una entrada intensa, bonita pero también agridulce, desde la visión de Artemisa.La boda en mi opinión ha sido preciosa, me encanta la forma en la que iban vestidas las dos, rompiendo con esquemas, las palabras que dicen unas y otras y el lugar en el que se celebra la ceremonia. Yo creo que ha sido ideal, justo como debía ser. Me he imaginado la felicidad absoluta de Agnes, por fin uniéndose a Lúa para siempre, después de tantos problemas y años de sufrimiento (igual que Lúa). Ha salido todo perfecto. Tenía ganas de saber más detalles sobre la boda. Aunque todo ha estado muy bien, para Artemisa no ha sido nada fácil. Eso ya lo veía venir, más sabiendo que seguía enamorada de ella. Quizás la boda haya siso como un tortazo que necesitaba que le dieran, para por fin darse cuenta de que no volverán, por eso a lo mejor le ha venido bien, pero creo que ha sido una locura acudir a la boda, ha sufrido (y sufre muchísimo). Tiene a Agnes endiosada, la adora y no puede dejar de ver cosas buenas en ella. Lo peor y más triste es que todos saben que la sigue amando, incluso la misma Agnes, y la miran entre apenados y sorprendidos. No sé, yo soy Agnes y me habría sentido un poco incómodo con su presencia, sabiendo que la ama y no la mira como una amiga más. No sé si esto le servirá para levantar cabeza y dejar de pensar en ella, espero que al menos eso lo consiga. Menos mal que tiene un hermana que la entiende y la apoya, y la madre de Agnes, que a pesar de todo, la aprecia y la entiende. Una entrada muy chula, Ntoch!!!
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