sábado, 8 de agosto de 2020

DIARIO DE ARTEMISA: MIÉRCOLES, 29 DE JULIO DE 2020

 Miércoles, 29 de julio de 2020

Volver a Cataluña ha sido más duro de lo que creía y esperaba. Al bajar del avión, noté muchísimo el cambio de clima y de ambiente. La gente es distinta, también, pero a mí eso no me afecta tanto como a Agnes, para quien es esencial que la gente que la rodea entienda su lengua y su acento. Yo soy más solitaria en ese aspecto, pero sí tengo que reconocer que me ha costado mucho acostumbrarme a la manera de hablar de aquí y a que casi todo el mundo hable en catalán. Me gusta mucho el lugar donde vivimos, pero no me siento tan segura como me sentía en Galicia. Aquí la mayoría de gente no lleva mascarilla. Les da igual a todos si llevarla es obligatorio o no. En cambio, por lo general, en Galicia la llevaban prácticamente todos. Había excepciones, sobre todo en las aldeas.

Tengo planificado seguir trabajando con mi hermana, pero lo haré a partir de la semana que viene porque quiero informarme de si van a sacar oposiciones para educación. Me gustaría muchísimo conseguir otra plaza. Creo que, habiéndolo conseguido una vez, no me costará hacerlo una segunda y me siento con bastante energía para opositar. No obstante, como no sabemos lo que va a pasar con el bicho maldito, no quiero hacerme ilusiones con nada.

Me siento esperanzada, pero esa esperanza que grita en mi interior tiembla y a veces está a punto de desvanecerse. El miedo a que de nuevo vayan las cosas mal detiene mi libertad para soñar. Además, al volver de Galicia, me he dado cuenta de que estoy más enamorada de Agnes de lo que creía. Todavía siento algo muy fuerte por ella y daría parte de mí misma si así pudiese estar con ella de nuevo, si así ella me pudiese volver a amar; pero soy plenamente consciente de que es inútil amarla, de que no tiene sentido seguir queriéndola. Tendría que olvidarme de ella, pero ojalá tuviésemos la capacidad de arrancarnos del corazón esos sentimientos que no queremos sentir. Yo no puedo evitar amarla. Es que eso no se puede controlar. Creo que el amor es algo que está por encima de nosotros. Es algo de nuestra alma y de nuestro cuerpo ajeno a nuestra voluntad, totalmente ajeno a lo que queremos sentir. Nos domina y no podemos huir de él ya. Además, estos días que hemos pasado juntas, llenos de tantos momentos diferentes, opuestos los unos de los otros incluso, me han servido para conocer a Agnes plenamente, en toda su esencia. Nunca la había visto como la he visto estos días y la versión de ella que he tenido a mi lado me gusta muchísimo, mucho más que la que conocí de ella cuando me di cuenta de que me había enamorado locamente de ella. Si, cuando me enamoré de ella, Agnes todavía no estaba bien, ni se sentía llena y reconciliada con ella misma y todo su ser, cuánto más me enamora siendo lo que es en realidad, siendo plenamente ella misma, sin contenerse, mostrando toda la grandeza que tiene en su interior.

Vi una parte de ella cuando empezamos a vivir juntas en Ourense, pero todavía no estaba bien porque le faltaba Lúa. Soy plenamente consciente de que estar con Lúa la completa definitivamente. Conmigo no podía sentirse completa porque yo no soy de su tierra, yo no tengo su acento, no hablo el gallego nativo que ella habla, no comparto nada con ella con respecto a sus gustos musicales, ni sus fiestas, ni nada. Puedo compartirlo momentáneamente, pero no he crecido con eso, no lo llevo en la sangre ni en el alma como ella y eso se nota.

Ojalá pudiese encontrar a alguien que me completase de esa manera, tal como se completan la una a la otra. Leí en un libro hace poco que la persona idónea para una es la que puede terminar tus pensamientos y a la que tú le terminas los suyos. Había momentos en los que no hacía falta que ninguna de las dos le dijese a la otra lo que pensaba o lo que iba a decir. Era como si se hablasen con los ojos o simplemente con la energía que las envuelve; la que crea ese vínculo que las une. Es una confluencia armoniosa de dos almas, de dos seres en una misma energía. Yo, que soy tan intuitiva y observadora, me he dado cuenta a la perfección de que lo que hay entre ellas no es un simple enamoramiento de toda la vida, no es simplemente amor. Es algo más que no he visto en nadie. Yo creía que lo tenía con Agnes, pero no es así. Ahora me doy cuenta de que la relación que tuvimos ella y yo estaba incompleta. Fue bonita, pero fue una relación totalmente terrenal, aunque tuviese también sus tintes mágicos, por ello de que estuvimos juntas en otra vida; pero era una relación más bien del montón. Nos fallamos mucho la una a la otra. Por eso sé que nunca podré estar con Agnes. Ni siquiera le atraigo. Esas cosas se notan y yo puedo leer muy bien en sus ojos lo que piensa, lo que siente. Ella me miraba como miraba a mi hermana, con la misma tranquilidad y distancia, pero con cariño. Ese cariño era el que siente por ti una amiga, nada más. No obstante, a veces me daba cuenta de que Agnes me miraba con recelo, como si le diese miedo hablarme por temor a alimentar lo que siento por ella. Sabía muy bien que la sigo amando y que eso me costará mucho cambiarlo.

Intentaré escribir sobre las cosas que hicimos. Sobre sentimientos, siempre tengo tiempo de hablar. Además del camino de Santiago, lo que hicimos fue pasar tres días en la aldea de Agnes. Fuimos el miércoles después de venir de las Cíes y estar un poco en Vigo. Por suerte, tanto Lúa como Uxía tiene coche y no tuvimos que utilizar mucho el transporte público. Después del ensayo de Iauga, fuimos hacia la aldea de Agnes. Me provocaba muchos nervios saber que me iba a reencontrar con la madre de Agnes. A Anxiños yo le tomé mucho cariño y me dolió separarme de ella y de ese lugar del mundo en el que tanta paz sentía, que tanta tranquilidad me inspiraba.

Otra cosa que no me esperaba era que Agnes y Lúa están viviendo en la casa que fue de la madre de Lúa. La tienen muy bonita, cuidada y limpia, pero manteniendo sus tintes antiguos. Es de piedra y bastante amplia, comparada con la casa de Anxiños. Gabriel ya nos esperaba en la aldea, que vino esa semana. Le fue imposible venir antes. Mi hermana y él fueron a la casa del padre de Gabriel y yo me quedé a dormir en la de Anxiños. Al principio, me costó mucho deshacerme de la vergüenza y la emoción que sentía, pero luego ya empezamos a hablar con mucha naturalidad. Anxiños es una mujer buenísima. Me recuerda tanto a Agnes que, muchas veces, olvidaba que no estaba hablando con Agnes, sino con su madre. Tienen una manera de ser muy semejante y, al hablar, tienen el mismo tono de voz, la misma ternura al expresarse. Anxiños me hizo sentir como si estuviese en mi casa. No me guarda nada de rencor. Es una mujer muy sabia que entiende perfectamente lo que pasó entre Agnes y yo. Es más, una de las noches en las que nos quedamos hablando, me reconoció que ella siempre supo que su hija no había olvidado a Lúa y que nunca podría hacerlo. Cuando creyeron todos que Lúa había muerto, no había manera de consolar a Agnes porque su tristeza traspasaba los límites de su alma. Era como si su tristeza se expandiese por su alrededor y las cosas que la rodeaban se entristeciesen al verla. Era como si todo estuviese triste allí donde ella estaba. Así mismo me lo describió Anxiños. Hablando de todo eso, también me reconoció que se alegraba infinitamente de que se casasen al fin y que jamás las había visto discutir, nunca. En cambio, Agnes y yo discutimos demasiadas veces delante de su madre, sobre todo los últimos meses.

La boda de Agnes y Lúa fue muy bonita. Hablaré de ella con toda sinceridad. Me hará mucho bien convertir esos recuerdos dolorosos en palabras. Evidentemente, me dolió profundamente ver cómo se unía a otra mujer, verla tan feliz, tan entregada, tan emocionada, tan volátil. Parecía como si el suelo y la gravedad hubiesen desaparecido para ella. Desde que la vi entrar a la plaza de la aldea hasta que se marchó con Lúa hacia el bosque en dirección al molino de siempre (el cual Lúa había condicionado de una manera preciosa para que pudiesen pasar allí la noche), me pareció que no pisaba la tierra al andar, que se desplazaba por el aire. Le comenté a mi hermana mis impresiones y me dijo: “la ves así porque está inmensamente feliz. Está tan feliz que parece flotar”.

Ese día pasaron muchas cosas. Primeramente, nos reunimos todos en la plaza de la aldea. Primero apareció Lúa acompañada de Silvia. Llevaba un vestido blanco precioso, pero no era el típico traje de novia. Era elegante, tenía una falda larga con pliegues, bordados en el pecho, era ajustado en el talle y era de tirantes. Era muy bonito, la verdad. Llevaba el pelo suelto, adornado con flores. Su melena pelirroja brillaba bajo la luz del día. Parecía de fuego. Y qué sonrisa tan hermosa... Le relucían los ojos. Continuamente se esforzaba por no echarse a llorar, por controlar la inmensa emoción que la dominaba. Evidentemente, todos íbamos sin mascarilla porque podíamos mantener perfectamente la distancia de seguridad. Si nos acercábamos, entonces sí nos la poníamos.

Todos esperábamos en la plaza de la aldea. De repente, todas las de Iauga excepto Agnes y Lúa (evidentemente) empezaron a tocar. Uxía comenzó a tocar la gaita, Silvia tenía una flauta entre sus manos y Antía, un violín. Silvia nos había pedido, días antes, que nos aprendiésemos de memoria la canción de Quen puidera namorala” de Milladoiro. Yo también lo hice. Dejé a un lado mi pena y me la aprendí lo mejor que pude. Incluso se me ocurrió tocar la guitarra, pero me dijeron que no era necesario, que lo querían hacer más bien con instrumentos suaves que, al sonar todos juntos, diesen la sensación de vuelo y también me dijeron que querían que estuviese tranquila, que con cantar ya era suficiente.

Anxiños apareció junto a Agnes en la calle de su casa, descendiendo hacia la plaza de la aldea. No me atrevía a mirar a Agnes, pero no pude evitar hacerlo. Me estremecí al ver lo hermosa que estaba. No me esperaba para nada que llevase un vestido rojo y negro. Estaba preciosa. Nunca la había visto tan guapa y lo mejor de todo era que iba muy sencilla, casi sin maquillar, con el pelo suelto, sólo adornado con una diadema negra con flores rojas.

Me quedé tan paralizada al verla que no me di cuenta de que habían empezado a cantar sin mí. Me incorporé en la segunda estrofa de la canción. Cuando comenzaron a sonar todos los instrumentos y nuestras voces, Agnes cerró los ojos con fuerza. No pudo evitar que se le escapasen ya las lágrimas. Me di cuenta de que apretaba con nervios el brazo de su madre y que incluso temblaba.

Cuando estaba a punto de llegar a la plaza, junto a Lúa, abrió los ojos y nos miró a todos, uno por uno, buscando a Lúa. Cuando la vio, esbozó la sonrisa más brillante y hermosa que vi en mi vida. Justo entonces me di cuenta de que me moría de dolor, que ansiaba desesperadamente encontrarme en el lugar de Lúa. Aquel pensamiento me llenó los ojos de lágrimas y tuve que luchar contra un potente llanto que quería arrebatarme la voz y la serenidad.

Cuando se tuvieron una enfrente de la otra, entonces Agnes tomó la mano de Lúa con una emoción que a todos nos hizo llorar, creo. Anxiños se retiró a un lado y justo entonces empezó la ceremonia. Ellas ya habían firmado el día anterior y la ceremonia corrió a cargo de alguien que en nada tiene que ver con ellas, pero que ofició un casamiento precioso. No recuerdo las palabras que pronunciaron. Lo que sí recuerdo es todo lo que Agnes le dedicó a Lúa y todo lo que Lúa declaró delante de todos. No obstante, tengo mezclados ambos discursos porque, en el fondo, se parecían.

Quien más me hizo llorar fue Silvia. De esas palabras sí que me acuerdo bien porque me parecieron las más leales y sinceras que una amiga le puede dedicar a otra. Cada una tuvo más de diez minutos para hablar en distintos momentos del día. Después de que ya sellasen su casamiento con un beso y un abrazo preciosos, entonces habló primero Agnes. No le salían las palabras. Temblaba y lloraba sin poder evitarlo. Le costó mucho calmarse, pero, cuando lo consiguió, entonces la escuchamos atentamente durante los minutos que estuvo hablando. A mí se me hizo muy corto. Sin embargo, su discurso me dolía porque yo ansiaba ser la destinataria de esas palabras tan bonitas, pronunciadas en una lengua tan y tan tierna.

Lúa habló después de Agnes y la frase que más se me clavó en el alma fue: “si yo soy Lúa, tú eres mi sol y, así como la luna no puede brillar sin el sol, yo jamás podré fulgurar si tú no estás porque tú me das luz, porque tú me das vida, porque mi corazón late porque estás conmigo”.

Silvia hizo mucha referencia a todo lo que habían vivido siempre. Contó que eran amigas desde siempre, que fueron vecinas primero y luego hermanas. Lúa es la hermana que nunca tuvo. Pasaba más tiempo con ella que con sus padres. Al tener la misma edad, se comprendían a la perfección; pero Lúa fue siempre más madura que ella. Lúa era la responsable y Silvia, la rebelde, aunque Lúa tuvo una adolescencia horrible por culpa de sentirse rechazada por el mundo entero. Silvia también habló de una tarde de otoño en la que Lúa le confesó que estaba enamorada de Agnes. Silvia se imaginaba que Lúa sentía algo especial por ella porque no dejaba de hablarle de ella, de recordar todo lo que habían vivido juntas y de decir que deseaba volver a verla pronto. Silvia sabía que Agnes y Lúa intercambiaban cartas cada mes, que se llamaban a escondidas cuando al fin Agnes tuvo teléfono en su casa, que planeaban estar juntas cuando no tuviesen que depender de nadie... Por eso, a Silvia no la sorprendió saber que su mejor amiga, su hermana, se había enamorado de otra chica. Tenían quince años cuando Lúa le reveló a su amiga cuál era su verdadera identidad. Silvia fue su único apoyo cuando Agnes se marchó de Galicia y fue la que más la comprendió siempre. Me dan mucha envidia, la verdad. A mí también me gustaría tener una amiga así.

Después de todos esos momentos preciosos, vino el de comer, bailar, beber, pasarlo bien, disfrutar de la vida. Sin dejar de mantener las medidas de seguridad, lo pasamos en grande, la verdad. Compartí muchos momentos con Agnes, pero no la sentí cerca de mí en ningún momento. Estaba más pendiente de Lúa, de sus amigas y de su familia, pero sobre todo de sus emociones. Estaba temblorosa, feliz, tan feliz que no dejaba de hablar, de reír, de llorar. Incluso tocaron algunas canciones, pero también contrataron una banda que estuvo tocando música hasta la noche.

Lúa nos contó, antes de ese día, que había convertido el molino en el que siempre se escondían en una cabaña preciosa. Había restaurado la madera, había puesto un colchón para que pudiesen dormir, lo había limpiado a fondo y lo había llenado de flores y de velas artificiales. Nos dijo que le daba mucho miedo poner velas naturales por si algo ardía, que hay que tener mucho cuidado con estas cosas.

Hay una imagen que se me clavó en la memoria y que fue para mí la despedida a los últimos rescoldos de esperanza que me quedaban en el alma, de la esperanza de recuperar a Agnes, si es que cabía en mi destino la pequeñísima posibilidad de que ella volviese conmigo. Yo era consciente de que nunca más estaría con Agnes, nunca más, pero el corazón ama independientemente de lo que pienses y sepas y no atiende a esas razones lógicas con las que intentas convencerlo de que ama en balde.

Esa imagen se reduce al color de los últimos rayos de sol del día, azulados y dorados, perdiéndose entre las montañas, entre las copas de los árboles, señalándoles a Lúa y a Agnes el camino hacia su felicidad eterna. Bajo el cielo incendiado de la tarde, cercana ya la noche, Agnes y Lúa desaparecieron entre los árboles, lentamente, mirándose con ilusión, sonriéndose, cogiéndose con fuerza de la cintura la una a la otra, sabiendo que se despedían de todos nosotros con el alma llena de luz y armonía.

Permanecí mirándolas fijamente, sin saber qué hacer, sin poder moverme, hasta que noté que alguien me tocaba el hombro, llamando mi atención con primor. Habíamos comido y bebido bastante durante toda la tarde y me sentía levemente mareada, pero mis emociones gritaban con claridad por dentro de mí. Cuando percibí esa llamada de atención, entonces me di cuenta de que estaba llorando.

Era mi hermana quien estaba a mi lado. La miré a través de mis lágrimas y ella me abrazó con fuerza. Enseguida sentí que ella me protegía, intentaba protegerme de mi dolor. Entonces arranqué a llorar con desesperación y profundidad. Mi hermana me condujo hacia un rincón del bosque en el que pudiésemos estar tranquilas y me calmó entre sus brazos, secándome las lágrimas con un pañuelo de papel y enviándome miradas de aliento, dedicándome palabras tiernas que me hacían llorar más.

Cuando me sentí capaz de hablar, le confesé todo lo que sentía. Le revelé que estaba destrozada, que la boda me había parecido preciosa, pero también muy dolorosa, y que, por primera vez en todos estos meses, era plenamente consciente de que había perdido a Agnes para siempre. Mi hermana no me preguntó cómo era posible que aún siguiese creyendo levemente que podía recuperar a Agnes. Fue paciente y respetuosa conmigo y se lo agradecí hondamente, la verdad.

Fue un momento de debilidad acentuado por el alcohol. Enseguida, recogimos todo lo que habíamos usado en la boda y nos separamos. Yo me fui con Anxiños y mi hermana, con Gabriel. Había sido un día intenso y muy bonito, pero yo estaba temblorosa y delicada. Anxiños me entendía a la perfección y, con su cariñoso silencio, me acogía y me apoyaba. Yo no quería decirle nada sobre mi estado de ánimo, pero también sabía que no era necesario que lo hiciese, puesto que ella es tan intuitiva como Agnes y podía percibir nítidamente lo que me ocurría.

Cuando me tumbé en la cama que tantas veces había compartido con Agnes, busqué inconscientemente su olor en la almohada, en las sábanas, y me pareció percibirlo a lo lejos, en mi memoria, el aroma dulce e inconfundible de su cuerpo, ése que tanto me gustaba, e, inevitablemente, empecé a imaginarme lo que estaría viviendo ella con Lúa allí en el molino. Me pareció escuchar su risa, las palabras de amor que le dedicaría a Lúa… y me quedé dormida entre suspiros de dolor y lágrimas ya perdidas.

Y por hoy creo que es suficiente.

 

 

1 comentario:

  1. Una entrada intensa, bonita pero también agridulce, desde la visión de Artemisa.La boda en mi opinión ha sido preciosa, me encanta la forma en la que iban vestidas las dos, rompiendo con esquemas, las palabras que dicen unas y otras y el lugar en el que se celebra la ceremonia. Yo creo que ha sido ideal, justo como debía ser. Me he imaginado la felicidad absoluta de Agnes, por fin uniéndose a Lúa para siempre, después de tantos problemas y años de sufrimiento (igual que Lúa). Ha salido todo perfecto. Tenía ganas de saber más detalles sobre la boda. Aunque todo ha estado muy bien, para Artemisa no ha sido nada fácil. Eso ya lo veía venir, más sabiendo que seguía enamorada de ella. Quizás la boda haya siso como un tortazo que necesitaba que le dieran, para por fin darse cuenta de que no volverán, por eso a lo mejor le ha venido bien, pero creo que ha sido una locura acudir a la boda, ha sufrido (y sufre muchísimo). Tiene a Agnes endiosada, la adora y no puede dejar de ver cosas buenas en ella. Lo peor y más triste es que todos saben que la sigue amando, incluso la misma Agnes, y la miran entre apenados y sorprendidos. No sé, yo soy Agnes y me habría sentido un poco incómodo con su presencia, sabiendo que la ama y no la mira como una amiga más. No sé si esto le servirá para levantar cabeza y dejar de pensar en ella, espero que al menos eso lo consiga. Menos mal que tiene un hermana que la entiende y la apoya, y la madre de Agnes, que a pesar de todo, la aprecia y la entiende. Una entrada muy chula, Ntoch!!!

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