16
Sosteniendo
la cuerda del tiempo
El viaje a Britnadel fue muy emocionante. Aunque a Agnes la aterraba
profundamente montarse en un avión y permanecer durante tanto tiempo alejada de
la tierra, vivió aquella experiencia con una ilusión que hacía mucho tiempo que
no le invadía el alma. Saber que Artemisa, Casandra y Lili viajaban con ella le
permitía olvidarse levemente de sus más intensos miedos. Además, percibir la
emoción que se desprendía continuamente de los ojos de Lili la convencía de que
realizar cualquier esfuerzo devastador merecía la pena si existían instantes
tan perfectos y excelsos.
Llegaron a Britnadel cuando la tarde se esforzaba por deshacer la
fuerza de aquel día estival. Lili miraba entusiasmada a su alrededor sin
perderse ni un solo detalle que formaba todo lo que veía y sentía, todo lo que
creaba aquel entorno tan nuevo; el cual era el escenario de aquella vida que
había comenzado para ella.
Todavía quedaba un mes para que se iniciasen las clases en el
instituto en el que Lili estudiaría; el cual era el mismo en el que Artemisa
trabajaba. Aquello les ofrecía a las dos la posibilidad de confiar plenamente
en que aquella vida sería sencilla y muy hermosa. Además, casualmente, Artemisa
sería la profesora de biología de Lili. Aquella realidad le hacía sentir tanta
ilusión que se creía incapaz de expresarla.
Mientras Casandra y Lili no encontraban un lugar idóneo en el que
pudiesen vivir, se hospedaron en el templo, donde Lili, sin esperárselo,
conoció a algunas aprendizas que se convertirían en las mejores amigas que
jamás pudo haber tenido.
Además, gracias a que el templo estaba rodeado por una naturaleza
inmensamente potente y mágica, Lili aprendió a interpretar el lenguaje del
viento, el del agua, el de las plantas, el de la noche, el del sol... Fue tan
feliz durante aquel tiempo previo a iniciar su nueva vida que no podía creerse
que aquellos momentos formasen parte de la realidad.
—
Esto es un sueño —le comunicó a Artemisa una noche en
la que se hallaban caminando juntas por aquel bosque que Artemisa adoraba
tanto; el cual Lili también había comenzado a apreciar casi sin esfuerzo. Era
una intensa y mágica noche de plenilunio en la que el plateado fulgor de la
luna deshacía cualquier haz de sombras que desease acumularse entre los
árboles—. Jamás creí que fuese tan sencillo tañer y respirar la felicidad.
Gracias, Artemisa.
—
No debes darme las gracias a mí, sino...
—
...a la Diosa, sí, lo sé; pero la Diosa te ha puesto
en mi camino para que me lleves hasta aquí —le comunicó con devoción,
deteniendo su paso y tomando con fuerza las manos de Artemisa.
—
Ay, me recuerdas tanto a mí cuando conocí a Gaya...
Yo también le dediqué las mismas palabras en infinidad de veces —le contestó
emocionada. La luz de la luna se reflejaba en las delicadas lágrimas que le
inundaban la mirada.
—
Extraño muchísimo a Gaya, pero sé que ella sigue
conmigo —le aseguró sonriente mientras abrazaba muy cuidadosamente a Artemisa.
—
Creo que todas sentimos lo mismo —intervino de
pronto Agnes. Su súbita aparición les hizo reír a las dos—. ¿Sabéis que es
posible percibir su voz en el viento cuando éste sopla con fuerza?
—
Y cuando me baño en el río me parece que ella me
abraza —prosiguió Lili emocionada—. Gaya me entendió como nadie lo había hecho
hasta entonces. Me habló tantas veces de vosotras que empecé a quereros sin
conoceros apenas.
—
La vida es un mágico sueño ideado por el alma más
bondadosa, amorosa y sabia —declaró Casandra apareciendo de repente ante ellas.
—
Es un mágico sueño del que no tenemos por qué
despertar —confirmó Agnes acercándose más a Artemisa.
—
Ésta es la realidad. El sufrimiento, la tristeza, la
maldad y la incomprensión son parte de la vida, pero no definen nuestro camino
—indicó Lili con inteligencia—. Al menos, yo no deseo que creen mi camino.
—
Y no lo crearán si lo anhelas —le aseguró Agnes
feliz.
Se hallaban las cuatro bajo la intensa y plateada luz de aquella
poderosa luna llena que presidía el cielo de una de las noches más hermosas que
vivían desde hacía mucho tiempo. De pronto, cuando el silencio se apoderó de la
conversación que mantenían, fueron conscientes de cuánto valor tenían aquellos
instantes.
—
Hermanas —susurró Artemisa tomando con fuerza la
mano de Lili y la de Agnes—, este momento es irrepetible y único. Aunque no lo
hayamos decidido ni previsto, nos hallamos inmersas en un mágico y sencillo
ritual a través del que podemos hacernos las promesas más inquebrantables de
nuestra vida. Ahora, bajo esta potente luna llena, rodeadas por el poder de los
bosques, prometámonos que siempre nos mantendremos unidas, siempre, apoyándonos
en todo lo que necesitemos, ayudándonos y comprendiéndonos con el corazón.
Lili, a ti te prometo ser tu maestra en todo lo que desees aprender. Agnes, a
ti te prometo que nunca te sentirás sola ni desprotegida mientras me quede
aliento y que te amaré hasta el fin de mis días. Casandra, mi querida hermana
de sangre, a ti te prometo lealtad eterna y siempre serte sincera. Y a ti, Diosa,
que estás en esta bellísima y vigorosa luna, en las estrellas que la cercan, en
las sombras de la noche, en estos ancestrales árboles y en la magia que nos
late en el alma, te prometo ser siempre tu más fiel servidora y llevar tu voz y
tu nombre siempre amparados en mi corazón.
Artemisa hablaba con una emoción que volvía trémula su tersa voz, pero
se expresaba con una seguridad y una fortaleza que a las tres mujeres que la
escuchaban les llenaron los ojos de lágrimas.
—
Yo también quisiera prometeros algo —prosiguió Agnes
con timidez—. Le prometo a la misma vida que siempre seré fuerte y que nunca me
rendiré. La Diosa me dio muchísimas oportunidades para ser feliz y ser yo
misma, por lo que no debo desaprovecharlas nunca. A ti, Artemisa, te prometo
que jamás te faltará aliento mientras yo exista, ya sea en la vida o en la
muerte; que siempre serán mis brazos el hogar que puede protegerte; que te seré
fiel y leal hasta que no quede vida en ninguna parte. A ti, Lili, te prometo
guiarte siempre que lo necesites y alejarte del mal si éste te amenaza. A ti,
Casandra, te prometo ser tu hermana en la fe y en el amor. Siempre te
cuidaré... Y debo prometerme a mí misma que no permitiré que nada me abata
—declaró con una voz queda—. Por último, a ti, mi Gran Madre, te prometo que
mantendré en mi corazón la fe más fuerte e invencible. Y también me gustaría
prometerle a esta isla que es nuestro hogar que nunca la abandonaré y que, si
alguna vez lo hago, únicamente será para regresar a mi amada Galicia. Me
gustaría volver algún día y lo haré junto a vosotras, si deseáis acompañarme.
—
Me conmueve tanto que hayas hecho esas promesas tan
importantes... Y por supuesto que iré contigo a dondequiera que vayas —le
comunicó Artemisa presionándole la mano—. Es tu turno, Casandra.
—
Yo tengo que prometer muchas cosas. A mí misma me
prometo que nunca más permitiré que nadie me reduzca a cenizas ni me intimide,
que lucharé por mantener viva mi identidad cueste lo que me cueste y que jamás
volveré a ser tan débil. Te prometo a ti, mi amada hermana, que nunca más te
dejaré sola cuando me necesites, que celebraré contigo tus más intensas
alegrías y te consolaré en tus momentos más difíciles. A ti, Agnes, te prometo
ser una guía cuando te desorientes y no juzgarte nunca más. Confiaré en ti siempre,
aunque haya instantes en los que te pierdas en la desesperación. A ti, Lili, te
prometo convertirme en la hermana que nunca has tenido para ser un ejemplo para
ti.
—
¿Deseas prometerle algo a alguien más? —le preguntó
Agnes con mucha cautela.
—
Sí, creo que sí —contestó con vergüenza—. Hace mucho
tiempo que no hablo con Ella y...
—
No te preocupes por eso. Siempre te escuchará,
siempre te amparará y siempre te protegió —le aseguró Agnes con amor.
—
Es imposible no creer en Ella cuando me rodea una
magia tan intensa y cuando me anega el alma un poder tan grande. Diosa, a ti te
prometo no volver a perder la fe nunca. Te prometo que lucharé por mi vida, por
mis creencias y mis valores. Perdóname, Madre.
—
¿Yo también puedo hacer mis promesas? —quiso saber
Lili con timidez.
—
Por supuesto que sí. Es más, debes hacerlas —le
contestó Artemisa satisfecha.
—
Prometo estar siempre abierta a todo el conocimiento
que pueda llegar a mí. Prometo agradecer siempre las bendiciones que la Diosa
me envíe. A todas vosotras, prometo seros vuestra alumna más atenta. Seré
también vuestra amiga más leal y sincera y en mí podréis encontrar siempre que
lo necesitéis a una amorosa hermana.
—
Qué bonito, Lili —le sonrió Agnes cariñosamente.
—
Creo que deberíamos concentrar todas nuestras buenas
energías en una gran esfera de luz y después lanzarla al cielo para que se
mezcle con el alma de la Diosa. Ella también se merece recibir esta fuerza tan
mágica —pidió Artemisa con inocencia y mucho amor.
Aquella noche era el verdadero inicio de aquella vida que al fin se
impregnaría de magia, de luz y amor. No quedaba ya ni el menor rastro de todo
ese sufrimiento que había intentado destruirlas. Poco a poco, quienes debían
forjarse un destino en aquella realidad tan mística encontraron las señales que
podían guiarlas hacia la estabilidad más inquebrantable.
Casandra pudo abrir una herboristería en Britnadel; la cual prosperó
gracias, nuevamente, a la ayuda de Agnes; quien también se encargaba de
revelarles el futuro a quienes se hallaban perdidos en su propia vida a través
de los Arcanos o de otros métodos que ella dominaba a la perfección.
Además, Casandra todavía no había perdido esos herbolarios que había
abierto en Lindanivia. Se encargaban de esos negocios algunas de las mujeres
que habían formado parte de la comunidad La llama de Ugvia. Así pues, Casandra
gozaba del sustento económico necesario para poder comprarse una sencilla casa
en Britnadel. Lili vivía con ella, la ayudaba incluso a que su vida fuese mucho
más grata y mágica.
El tiempo pasaba, pero a ninguna de las que formaban aquella tierna
realidad les importaba. Aquello era la muestra más clara de que habían
encontrado al fin la paz; esa paz que habían estado a punto de perder
definitivamente en más de una ocasión.
La vida en el templo todavía era dura, pero ninguna de las
sacerdotisas ni de las aprendizas que allí habitaban se desalentaba, al
contrario; unían sus fuerzas para luchar por aquella vida mística y mágica que
tan felices les hacía a todas. Además, las ideas que Artemisa había traído a
aquella morada dotaron de muchísima más sencillez cada ritual, cada momento,
cada existencia. Fueron unos años muy prósperos que Artemisa jamás podría
olvidar, ni siquiera cuando se hallase pronta a iniciar el camino hacia la
muerte.
—
Deseo que toda esta paz, toda esta magia y esta
inmensa luz se transmitan al mundo que queda más allá de esta orilla, de estos
árboles y de este interminable cielo para que nuestra Madre Tierra se cure de
la grave enfermedad que sufre —declaró Agnes una noche en la que se hallaba
paseando junto a Artemisa por la vera del mar—. Si tan sólo pudiésemos enviar
nuestro poder a toda la Tierra...
—
Tengo la esperanza de que, algún día, la Madre
reaccionará y se curará; pero tal vez no estemos ya aquí para verlo.
—
O tal vez existamos en otra vida muy distinta a
ésta.
—
No creo que sea mejor que ésta, que es la más
maravillosa que jamás pude imaginarme —le indicó deteniendo su paso y abrazando
suavemente a Agnes mientras perdía la mirada por el eterno baile de las olas—.
Hace más de seis años que llegué al templo y creo que en esta noche se han
unido todas las emociones preciosas que me han anegado el alma durante todo
este tiempo.
—
Y esas emociones nunca te abandonarán.
—
No, si sigues conmigo, a mi lado, dándome tanto amor
y tantas razones para vivir.
—
Tú eres mi vida.
—
MI vida está en ti tal como ahora tenemos a nuestro
alcance el tacto del agua.
—
Sé mágica siempre para que pueda creer en la vida.
Te quiero con toda mi alma, Artemisa.
—
Yo también te quiero, Agnes —musitó muy queda y
amorosamente; tras lo cual, comenzó a besarla con muchísima ternura.
La infinitud existía. Se hallaba en ese instante, en la hermosura de
las promesas que se dedicaban, en el amor que las unía, en esa vida que en
realidad era un hermoso sueño que duraría hasta el fin de las horas.
—
Quiero vivir para siempre así, aquí, en este lugar
tan mágico, junto a ti, hasta que se me agote el aliento —le reveló Artemisa con
una voz impregnada de emoción.
—
Y lo harás, cariño, te lo aseguro. Estoy convencida
de que éste será nuestro hogar durante mucho tiempo; aunque me gustaría pedirte
algo...
—
Lo que quieras.
—
Me gustaría mucho regresar a Galicia, aunque sólo
fuese una vez, para reencontrarme con los recuerdos más tiernos de mi infancia.
Necesito estar en mi tierra amada y sentir su magia.
—
Lo haremos cuando lo desees.
—
Y también me gustaría pedirte que, si notas que mi
muerte se halla cerca, regreses conmigo a esa tierra y me entierres allí. Amo
esta isla y será mi hogar hasta que mi alma lo desee; pero quiero morir en
Galicia, Artemisa. Prométeme que me llevarás de nuevo allí cuando mi vida esté
a punto de expirar, por favor —le solicitó con mucha ternura y nostalgia.
Artemisa intuyó que, tras aquella súplica, había certezas y pensamientos que
Agnes se había sentido incapaz de transmitirle.
—
Lo haré, te lo prometo. No te preocupes por nada,
amor mío.
—
Estar lejos de Galicia me duele mucho, pero
cualquier emoción asfixiante se vuelve tenue si me hallo a tu lado. Por favor, si alguna vez te pido que me permitas regresar, no me lo impidas.
—
No lo haré, Agnes.
Y así fue. Artemisa no solamente ayudó a Agnes a volver realidad sus
más tiernos deseos, sino también a encontrar la belleza de cada instante, a
hundirse plenamente en las hermosas emociones que le llenaban el alma. Aquella
isla mágica y poderosa fue su hogar gran parte de su vida. Las acogió durante
mucho tiempo, en todo momento, todos los días y todas las noches que allí
vivieron. Salvo el anhelo que Agnes sentía de regresar a la tierra que la había
visto nacer y crecer, ya no quedaba en el mundo nada que las instase a
abandonar aquella naturaleza tan pura, tan exuberante y vigorosa.
Agnes y Artemisa fueron avanzando en la vida mientras conocían y se
despedían de esas mujeres que llegaban a aquel lugar inspiradas por el deseo de
aprender, de cultivar el alma, de ser más libres. Muchas fueron las
experiencias que pertenecieron a esos años que la vida les regaló; los cuales
parecían parte de un sueño inocente, puro y místico que jamás nada podría
resquebrajar. No obstante, todos esos momentos y esos recuerdos se mantendrán
flotando en el silencio hasta que alguna vez decidan huir del corazón y del
alma que los conserva para posarse en las palabras que los volverán tangibles y
asibles.
Epílogo
Habla
Artemisa...
Hay existencias que se dividen en etapas inconexas, muy distintas las
unas de las otras, y que se pierden en la nada sin haber explosionado en luz y
paz; pero también hay vidas que parecen un sueño tenido en la vigilia. Sea como
fuere, ninguna vida está totalmente exenta de sufrimiento y oscuridad. Siempre
hay recuerdos estremecedores que pueden abatir la dulzura que se desprende de
los momentos más felices y resplandecientes.
Yo puedo asegurar sin equivocarme y sin arrepentirme que mi vida ha
sido y es un sueño. Es cierto que también me golpeó el desaliento más profundo
y devastador en infinidad de ocasiones, pero siempre encontré motivos para
seguir creyendo que la magia no se había desvanecido por completo. Sentir que
mis días pertenecieron a un esplendente sueño me permite declarar que siempre
hay que luchar por conseguir hallar nuestro verdadero camino. Merece muchísimo
la pena desgarrarnos la piel si es necesario para extraer del pasado, del
presente y del futuro esa existencia que hemos venido a vivir, pues, cuando
logremos hallar esa senda que es nuestro hado, la dicha que se experimenta es
tan potente que deshace cualquier duda, cualquier sombra que pueda
desorientarnos en nuestro propio mundo.
La vida es un camino que muchas veces se desvanece en las sombras del
futuro, que de repente se vuelve incierto y parece que desaparezca para
siempre, pero inesperadamente resurge de la nada y se yergue hasta el cielo,
creando nuevas sendas que se vuelven resplandecientes ante nuestros ojos. La
vida es una continua lucha, pero también un reguero de sensaciones, de
bendiciones y de innegables sonrisas.
Y, desde que Agnes y yo unimos nuestro destino, mi vida siempre fue y
será siempre ella. Entre sus brazos encuentro la continuación del camino de mi
existencia. Agnes es para mí como el faro que, en mitad de la noche oscura, en
el bravo y enfurecido mar, guía a los barcos que siempre se hallan al borde del
abismo. Es la luz que me llama, que me insta a avanzar, a vivir, a respirar.
Jamás se me ocurrió dejarla atrás. Abandonar a Agnes sería como deshacerme de
mi propio cuerpo y permitir que mi alma vagase desorientada para siempre en el
mundo de la muerte, sería como fenecer en vida, como arrancarme el corazón y
enterrarlo en las profundidades más oscuras del mar.
Un sinfín de experiencias ya quedaron atrás, formando el paseo de los
recuerdos, la semilla de lo que viviremos en el futuro. En nuestra memoria se
albergan sentimientos y momentos que construyeron nuestros días y nuestras
noches. Nunca podremos olvidarlos, pues de ellos se formaron todas las razones
para continuar existiendo en este mundo.
Vivimos durante muchos
años en la isla que tanto nos acogió, que fue el escenario de los momentos más
felices de nuestra vida, de todas nuestras luchas, de nuestras lágrimas, de
nuestros sueños; pero ahora, cuando ya apenas nos quedan días por recorrer,
cuando la senda de nuestro destino está a punto de hundirse en el fin, esa isla
que tanto nos amó, que tanto amamos, queda muy lejos de nuestros ojos, de
nuestra voz y de nuestras manos. Y no queda lejos porque la suerte nos haya
distanciado de ella, sino porque, hace algunos años, nos marchamos de allí
persiguiendo un sueño, buscando un anhelo imperecedero. Y partimos del templo
de Hécate porque hay deseos que nunca mueren, que permanecen hundidos en lo más
profundo de nuestra alma, recordándonos que todavía palpitan con fuerza pese al
paso del tiempo, haciéndonos saber que nunca se desvanecerán, y recordándonos,
día tras día, anochecer tras anochecer, que nos hallamos lejos de lo que amamos
realmente, de lo que nos acogió y nos enseñó a vislumbrar los matices más
bonitos, pero también los más melancólicos de la vida.
Agnes y yo vivimos en Galicia desde hace varios años. Nos mantenemos
comunicadas con las sacerdotisas del templo, siempre volvemos a la isla cuando
nos necesitan; pero, en esta tierra tan llena de amor, de nostalgia, de magia,
encontramos un hogar que se convirtió enseguida en nuestro mundo. Agnes nunca
dejó de ansiar regresar a la aldea que la vio nacer, crecer y aprender a amar
la soledad. Su aldea estaba prácticamente abandonada y nosotras, con mucho
esfuerzo y constancia, hemos logrado entregarle mucha vida. Somos muy felices
en estos lares cuyos matices y texturas, cuyos olores y sonidos se avienen
tanto con nuestra alma. Hallamos en este lugar un sinfín de experiencias que
nos unieron mucho más profundamente.
Y lo más importante, lo más esencial, es que, al fin, desde que Galicia
nos arropó en su seno, en su mágica historia, en sus imperecederas leyendas,
Agnes jamás volvió a padecer esas crisis que tanto la desestabilizaban. Hace
mucho tiempo que el pánico no la aferra del alma como antaño, que la tristeza
no se apodera de ella hasta arrebatarle el aliento. Creo poder afirmar sin
equivocarme que, si ella hubiese retornado mucho antes a su tierra amada, se habría curado sin que
nadie se lo esperase, ni siquiera ella misma. Y es que hay almas que están
completamente adheridas a la tierra, como si estuviesen hechas de la misma
materia que forma el suelo de los campos y la madera de los árboles, como si el
aire que recorre los caminos de esos bosques impregnasen irreversiblemente el
alma de quien los ama.
Estoy segura de que en esta vida hay muchos más misterios de los que
jamás podremos resolver, y el amor que el alma siente por la tierra es uno de
ellos. Es un amor que se vuelve agonía con la distancia, que se convierte en
una lumbre que devora cualquier haz de paz, que puede ser incluso una
enfermedad, una perenne tristeza que solamente se desvanece si la tierra vuelve
a abrazar esa alma que la necesita, que tanto la añora. Y, aunque se hallase y
se halle rodeada por la magia más hermosa, por la naturaleza más poderosa,
Agnes no pudo, ni puede ni debió vivir jamás en otro lugar. Arrancarla de Galicia
fue lo que verdaderamente la enfermó, y eso es algo que nunca podremos negar,
por mucho que traten de convencernos de que ella siempre fue demasiado
diferente. Sí, lo fue, pero porque amaba de veras, porque estaba en la vida
sabiendo por qué había venido al mundo, porque nunca dudó de cuál era su
verdadero hogar y porque el vínculo que la une a su tierra nació mucho antes de
estos días, de este camino que hemos recorrido juntas.
Creo que, si pudiésemos
prestarle un poquito más de atención a la voz de nuestra alma, escuchando sus
anhelos, sus sueños, sus nostálgicos sentimientos, tal vez seríamos capaces de
curar muchas más heridas, tal vez podríamos sanar las que más sangran por
dentro de nosotros.
Tampoco dejé de escuchar nunca la voz de mi fe; ésa que siempre me
unía a la Madre más grande que jamás pudo existir ni existirá jamás. La Diosa
fue siempre mi guía, fue quien me orientó en las noches más densas y en los
días más brumosos. Jamás dudé de su amor, de su sincero cariño. Si llegué a
este mundo hace más de setenta años, es porque Ella así lo decidió, fue porque
debía permanecer enlazada a su mágica presencia hasta el fin de mis días.
Mi vida es ahora el reflejo de la luna menguante. Ya soy anciana. Me
tiemblan las manos cuando sostengo el Athame para trazar el círculo mágico.
Cuando me dirijo a la Diosa en cuerpo y alma, a veces se me olvidan las
palabras que tengo que dedicarle. Apenas tengo ya apetito y me cuesta muchísimo
recolectar las verduras y las frutas que nosotras mismas cosechamos; pero Agnes
y yo nos ayudamos, la una compensa las carencias de la otra y en estos tiempos
en los que la vida se vuelve nieve nos encontramos en la paz, en la serenidad
del fin.
Agnes todavía se halla a mi lado, viviendo cada instante que la Diosa
nos regala, apreciando cada bendición que Ella nos envía desde el cielo, desde
la tierra, desde su vientre ígneo y desde la humedad invencible del agua.
Todavía nos protegemos, nos apoyamos, nos escuchamos cuando lo necesitamos.
Nunca se quebró el precioso lazo que nos unió hace ya tantos años. Puedo
asegurar sin equivocarme que fue, es y será para siempre la persona que más he
amado en mi vida, que más he respetado, en la que más he confiado, por la que
más me he desvivido. Y es que, cuando el amor es verdadero, nada ni nadie podrá
deshacerlo jamás, como ese amor que le profesamos a la Diosa; el cual también
ha vencido las dificultades con las que la misma vida ha hecho temblar nuestra
calma. Nunca hemos perdido la fe en nuestra Madre y tampoco en nosotras mismas,
en la magia de nuestra alma, en la magia de la vida.
Es cierto que, antes de vivir en Galicia, tuvimos que enfrentarnos a
momentos terribles en los que parecía que la locura nos separaría sin remedio,
pero supimos afrontarlos y vencerlos. Agnes ha luchado siempre por mantener la
calma que le permite ser ella misma. Aprendió a reconocer sus sentimientos, a
vivir con sus terribles recuerdos, a avisarme mucho antes de que otra crisis la
atacase. Supimos pugnar juntas contra esos delirantes instantes e incluso llegó
un día en el que ya no los temíamos, en los que podían ser parte de nuestra
vida; pero nunca, nunca nos hemos dado la espalda. Siempre nos hemos mirado
profundamente a los ojos para experimentar los sentimientos que a la otra le
invadían el alma, siempre nos hemos tomado de la mano con fuerza cuando
necesitábamos ayuda para caminar, siempre hemos sabido escucharnos y
comprendernos, amarnos en el silencio y en la quietud, en la euforia y en la meditación.
En Galicia encontramos también un hogar que siempre restó apartado del
resto del mundo. Ha sido desde entonces para nosotras un refugio que nos
protegía de la maldad, de la miseria... No obstante, aunque hayamos vivido
alejadas de esa realidad terrible de la que siempre deseamos escapar, conozco
los hechos más horribles que han torturado y torturan a nuestra Madre Tierra.
No puedo ignorar que nuestro amado planeta todavía está enteramente enfermo.
Esa enfermedad que ataca a la naturaleza cada vez se extiende con más fuerza e
ímpetu. La modernidad avanza sin que nadie se detenga un momento a preguntarse
qué ocurrirá cuando de veras todos los árboles hayan muerto, cuando todos los
ríos se hayan secado, cuando el aire se haya contaminado irrevocablemente,
cuando las plantas ya no puedan crecer entre el pavimento de las ciudades. La
aldea en la que vivimos parece formar parte de otro mundo; al cual no llega ni
el feroz aliento de la polución, en el cual los árboles pueden crecer y
respirar profundamente, en el cual fluyen los ríos y mora el silencio. La
inmensa paz que inunda esta eterna morada sigue trayendo nuevos visitantes,
pero la norma del respeto nunca se ha quebrado y no permitiré que nadie lo haga
mientras me quede aliento.
Sería muy bello volar hacia otro lugar para ignorar que algún día este
planeta morirá definitivamente, pero no podemos retirar la mirada de lo que más
nos duele. He colaborado en muchísimas asociaciones que protegían los bosques,
que pugnaban contra la modernidad para que no se destruyesen los árboles, que
intentaban devolverle la salud a nuestra Tierra; pero esta lucha no tiene fin
porque la mayoría de personas que habitan en este mundo no son conscientes de
cuánto valor tiene lo que están destruyendo, que piensan que la vida solamente
consiste en poseer una inmensurable riqueza material que, en realidad, no tiene
prácticamente sentido, pues, cuando nuestra vida termine, esa superficialidad
también se perderá en el olvido. Ésta no os salvará de la muerte, por mucho
dinero que hayáis podido conseguir en vuestra existencia.
Yo sólo deseo que la humanidad aprenda a vivir en paz, que no haya más
miseria, más guerras, más destrucción. Soy consciente de que éste es el sueño
de muchísimas personas. Sé que, si nos unimos, podremos lograr deshacer la
maldad; pero necesitamos ser fuertes, muy fuertes, para que nuestra voz se oiga
a través del tiempo y la distancia. Sin embargo, mi voz ya no puede sonar tan
alto, sólo susurrar mediante las palabras o el viento.
Te insto a que te detengas a preguntarte qué es lo que más valor tiene
para ti, en qué quieres ocupar tu tiempo, cuáles son tus sueños, qué camino
deseas recorrer en tu vida y junto a quién anhelas transitarlo y sobre todo
quién eres. Hazte estas preguntas cuando cumplas años, cuando la misma vida te
recuerde que existes para dotar de sentido todos tus instantes. Encuéntrate en
lo que más paz te inspire, en lo que más ames, en lo que más adores y quieras
cuidar. Hasta la vida más pequeñita y aparentemente insignificante puede
volvernos grandes, puede hacernos sentir dichosos por poder observarla. Piensa
en una mariposa volando al atardecer. Piensa en sus iridiscentes alas, cómo
brillan bajo los últimos rayos del día, cómo su diminuto y frágil cuerpecito se
pierde en la inmensidad de las primeras sombras de la noche. Imagínatela
volando en un lugar sólo reinado por el silencio, en el que sopla una brisa muy
queda y fresca que mece con mucho cuidado las ramas de los árboles. Piensa en
ese horizonte dorado que separa el cielo y la tierra, en el que se posan esos
sutiles destellos que se desvanecen en el oeste. La mariposa sólo vive unos
instantes, pero su vida está dotada de sentido. No permitas que te apaguen
antes de que resplandezcas.
Sé delicado y tierno con cada vida. Sé paciente y espera las palabras
de quienes confían en ti. No soy quién para darte consejos, únicamente anhelo
transmitir las sugerencias más sencillas que la vida me ha entregado. Acaricia
con mucha suavidad, abraza con fuerza y besa con el corazón. Nunca sabrás
cuándo llegará el último beso, el último abrazo, la última caricia. Toma fuerte
de la mano a quien desee apoyarse en ti y mira con profundidad a quien busque
en tus ojos la luz de la vida.
Somos seres muy mágicos. Sólo tenemos que creérnoslo. Y, para
demostrar que lo somos, no es necesario saber invocar a los elementos. A través
de una palabra hermosa, de un abrazo cariñoso, de un silencio que arrope a
quien nos hable, a través de una sonrisa y sobre todo a través de nuestro amor,
podemos convencer al mundo entero de que somos personas con un alma muy mágica
y luminosa.
Cuando llegue el último instante de mi vida, partiré en paz y conforme,
pues sé que he hecho todo lo que debía hacer, he dicho todo lo que debía decir,
he luchado por lo que deseaba y he sido feliz. Me siento realizada, aunque
también he tenido siempre el corazón lleno de nostalgia, nostalgia por los que
se fueron, por las vidas que se mezclaron con la mía y ahora yacen en el
silencio, por los tiempos felices...; pero la melancolía es un sentimiento
precioso que nace de saber que fuimos dichosos, que el pasado fue hermoso, que
tenemos muchos motivos para sonreírle a lo que se marchó para siempre. Vive de
tal forma que puedas sonreír a la muerte diciéndole: ya puedes abrazarme, ya no
me queda nada más por hacer en esta vida.
Sólo deseo morir entre los brazos de la persona que más me ha amado,
que más me ha respetado y adorado en mi vida. Junto a ella, no tendré miedo al
vacío, a la nada, a la espera hasta la próxima existencia. No obstante, sé que
ella partirá antes que yo, y ser consciente de que Agnes me abandonará antes de
que mi aliento expire me entristece hasta asfixiarme, pero también me consuela
saber que no tendré que vivir mucho más tiempo después de su marcha, no tendré
que soportar más la vida... porque vivir sin Agnes no es vivir. Es sobrevivir.
Quizá algún día se desvelen todas esas experiencias que formaron
nuestros años, pero creo que por el momento ya hemos hablado suficiente. Que el
respeto y la tolerancia reinen en tu corazón, que el amor te guíe y que siempre
encuentres la paz en cada rincón del mundo. Recuerda que la paz sobre todo nace
de tu alma. Vive conforme con lo que eres y no permitas que nadie silencie tu
voz, ni desprecie tus sentimientos ni te haga creer que no merece la pena
existir. La vida es un regalo mágico que se nos entregó sin ningún motivo. Ésos
son los regalos que más felices nos hacen. Demuéstrate a ti mismo que tener
vida te hace feliz.
Y cree, sobre todo cree, cree en lo que te pida el alma, en lo que
pueda darte paz. Después de tantos años sirviendo y amando a la Diosa con todo
mi corazón y toda mi alma, sé que, al final, nuestra fe es una parte innegable
de nuestro ser. Nuestra fe nos condiciona, nos forma, nos hace ser quienes
somos. No importa si te cuesta tener fe. Sí, sí la tienes. Mira en tu interior.
La tienes, pero no has sabido oír su voz ni comprender sus palabras. Descubre
cómo puedes invocarla, a qué puedes destinarla. Incluso la fe en uno mismo es
tan válida como cualquier otra. Ésa es la fe que te hará avanzar por la vida.
Llega hasta el fin de cada instante, exprime cada sentimiento y cada
pensamiento. Eres especial, muy especial, y cada persona tiene su voz. Todos
tenemos derecho a ser respetados y amados, sobre todo la naturaleza, pues, así
como nunca permitiríamos que hiriesen o golpeasen a la mujer que nos ha dado la
vida, también tendríamos que impedir que maltratasen a la que es la madre de todos
y de todo. Amémosla, escuchémosla, puesto que, cuando al fin logren silenciar
para siempre su voz, jamás, jamás podremos recuperarla. Si la naturaleza muere,
se detendrá irrevocablemente el ciclo de la vida, la rueda del año, la espiral
interminable de la existencia.
FIN
Ohhhhhh, el temido capítulo final. Ha sido una maravilloso desenlace, un broche de oro para una historia cargada de magia y amor. Está escrita con el corazón abierto, hasta las últimas palabras de la historia. Cada frase, cada pensamiento transmiten esa magia y brillo que tienes en ti, y eso no todo el mundo lo consigue. Me siento muy orgulloso, por ti, por como eres, por esta historia. Has cogido una piedra preciosa y la has convertido en algo más,algo único y fascinante.
ResponderEliminarMe encanta el final, pues es un final feliz para todas. Hasta en cierto momento las envidio. Lo que ellas han conseguido es una vida plena, pero plena de verdad. Se sienten realizadas, amadas, protegidas y felices en una tierra maravillosa cargada de magia. Es un final que merecían, sobretodo Agnes y Artemisa. Después de todo lo que han sufrido esta es la recompensa a tanto sufrimiento. El único que queda un poco fuera es Gilbert, pero ya dejó claro que era feliz y que no deseaba cambiar su vida. También tienen unas palabras para Gaya, que ha sido y será uno de los personajes más queridos de esta historia y en la vida de todos ellos. Han conseguido ser felices, prosperar en acuerdo con sus creencias y su forma de entender la vida. Sencillamente han logrado encontrar la plenitud, aunque puedan encontrar problemas en la vida, como bien dice Artemisa, en la vida hay luz pero también oscuridad.
El epílogo es precioso, como siempre las reflexiones de Artemisa son muy profundas y dejan entrever tus inquietudes y tu deseos. No podría haber imaginado un final mejor para todas ellas. Me imagino a Casandra rejuntada (yo creo que ya pasa de casarse) y posiblemente con un hijo. Lili siendo sacerdotisa e incluso enamorada de alguna compañera (a veces las historias se repiten) y pidiendo consejo a Artemisa y Agnes.
ResponderEliminarEl viaje a Galicia les aparta de todas ellas, pero merecen ser felices allá dónde deseen. Se nota tu amor por esa tierra, le has dedicado unas palabras muy bonitas. Sí, me queda claro que te encantaría vivir allí y que ahora mismo, tu corazón te manda a esas verdes y mágicas tierras. Por los vídeos y fotos que me mostraste, no me extraña nada, es una autentica maravilla.
Ahora que he podido terminar la historia la puedo analizar con más profunidad. Podría decirse que se trata de una historia sobre la fe, el amor y la lucha contra los prejuicios y miedos que uno mismo tiene y con los del mundo, que son muchos. Se trata de una historia que defiende la naturaleza, que es algo ya clásico en tus novelas, introduciendo párrafos que nos hagan recapacitar de todo lo que los humanos le estamos haciendo a la tierra. Una historia muy naturalista pero sobretodo, de mucha fe. Están claras cuales son tus creencias y que es lo que manda en tu corazón y así lo has querido transmitir mediante todos los personajes que protagonizan la historia. Es una historia que trata sobre la lucha del amor por superar todas las adversidades. La enfermedad de Agnes, los miedos de Artemisa, la religión, la familia, el mundo...superar todo esto y que gane el amor no es nada fácil, pero eso demuestra que el amor es verdadero.
Puntos a resaltar que me gustan de la historia: Los personajes, que sean tan distintos entre ellos, que se note tanto cual es la personalidad de cada uno de ellos. Las maravillosas descripciones, que te hacen volar y vivir mundos de ensueño. La ternura con la que está escrita, cada palabra transmite sentimientos muy profundos. Que te hace pensar sobre la vida. Que transmite el miedo, la desesperación, el amor o la locura de una forma magistral. Que es cercana, así que te puedes sentir identificado con los personajes.
Me da un poquito de pena que se haya terminado, pero ha sido una viaje divertido y me lo he pasado genial. Gracias por compartir conmigo esta historia, que forma parte de ti, que sale desde lo más profundo de tu corazón. Es un privilegio y una suerte tenerte cerca y poder leer sin intermediarios tus historias. Puedes sentirte orgullosa, es una novela fascinante y mágica. Quién tenga un mundo interior bien amueblado, la disfrutará.
¡¡Me ha encantado!! ¡¡Artemisa y Agnes forever!!
No podías haber escrito un final más inspirado y enternecedor que este, me has estremecido hasta las lágrimas desde el principio hasta el final, es una historia que me conmueve profundamente. Y me gusta el doble relato que haces, primero el fin de la novela propiamente dicho, con cada personaje ocupando un lugar perfecto, Agnes y Artemisa en el templo, Artemisa y Lili en el instituto, Lili y Casandra en su casa, Casandra y Agnes en la herboristería... es un círculo perfecto de relaciones que refuerza así una unión casi química, como esas moléculas que quedan enlazadas unas con otras y es imposible romperlas, lo has hecho tan sencillo y natural como es tu costumbre, y sin embargo ¡qué encaje tan perfecto! El momento en que afirman lo que desean mediante promesas es también sublime, desafían sus miedos y se comprometen a vivir al vida plenamente, como todos deberíamos hacer. Y el relato de su futuro durante tantos años en la isla me llena de paz y me da una sensación de plenitud, de que vale la pena creer y confiar.
ResponderEliminarPor si todo esto no fuera suficiente, aparece la voz de Artemisa para hacer otro relato, el de su viaje interior. Así sabemos de modo definitivo que su amor con Agnes ha sido pleno y que Agnes está bien, que son felices, que se han convertido en ese único ser que inventaron los griegos en su mitología y del que hasta los dioses tenían envidia. Y envidia es lo que dan. Me apena, eso sí, saber que están en Galicia, porque tal vez sea a causa de la proximidad de la muerte de Agnes, y aunque sobrecoge que Artemisa asegure que cuando eso suceda ella al menos no sufrirá demasiado porque le sobrevivirá poco tiempo, no puedo menos que comprender que esa es la mejor de las situaciones, y no una ancianidad de infeliz nostalgia.
Al fin, se habla de la muerte y de la vida, de la naturaleza, de la magia, y del amor. Creo que en esas cinco fuerzas, como si de cinco elementos primordiales se tratara, está encerrado todo nuestro mundo, y se puede escribir cualquier historia sin salirse de ellos. Esta es preciosa, sé que me acompañará siempre, volveré a ella más de una vez, es un regalo perpetuo. Así que solo me queda decir: gracias.
No podías haber escrito un final más inspirado y enternecedor que este, me has estremecido hasta las lágrimas desde el principio hasta el final, es una historia que me conmueve profundamente. Y me gusta el doble relato que haces, primero el fin de la novela propiamente dicho, con cada personaje ocupando un lugar perfecto, Agnes y Artemisa en el templo, Artemisa y Lili en el instituto, Lili y Casandra en su casa, Casandra y Agnes en la herboristería... es un círculo perfecto de relaciones que refuerza así una unión casi química, como esas moléculas que quedan enlazadas unas con otras y es imposible romperlas, lo has hecho tan sencillo y natural como es tu costumbre, y sin embargo ¡qué encaje tan perfecto! El momento en que afirman lo que desean mediante promesas es también sublime, desafían sus miedos y se comprometen a vivir al vida plenamente, como todos deberíamos hacer. Y el relato de su futuro durante tantos años en la isla me llena de paz y me da una sensación de plenitud, de que vale la pena creer y confiar.
ResponderEliminarPor si todo esto no fuera suficiente, aparece la voz de Artemisa para hacer otro relato, el de su viaje interior. Así sabemos de modo definitivo que su amor con Agnes ha sido pleno y que Agnes está bien, que son felices, que se han convertido en ese único ser que inventaron los griegos en su mitología y del que hasta los dioses tenían envidia. Y envidia es lo que dan. Me apena, eso sí, saber que están en Galicia, porque tal vez sea a causa de la proximidad de la muerte de Agnes, y aunque sobrecoge que Artemisa asegure que cuando eso suceda ella al menos no sufrirá demasiado porque le sobrevivirá poco tiempo, no puedo menos que comprender que esa es la mejor de las situaciones, y no una ancianidad de infeliz nostalgia.
Al fin, se habla de la muerte y de la vida, de la naturaleza, de la magia, y del amor. Creo que en esas cinco fuerzas, como si de cinco elementos primordiales se tratara, está encerrado todo nuestro mundo, y se puede escribir cualquier historia sin salirse de ellos. Esta es preciosa, sé que me acompañará siempre, volveré a ella más de una vez, es un regalo perpetuo. Así que solo me queda decir: gracias.