domingo, 3 de junio de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: MIÉRCOLES, 30 DE MAYO DE 2018

Miércoles, 30 de mayo de 2018

Tenía muchísimas ganas de sentarme frente al ordenador para escribir. Desde hacía días, iba acumulando cosas en mi cabeza para contarlas después cuando pudiese hacerlo, cuando tuviese tiempo libre. Desde que volvimos de Galicia, he estado organizando las clases que tenía que dar y también acabando de corregir las cosas que me quedaba pendiente corregir. Ahora ya parece que tengo un ratito para reencontrarme con la escritura y para plasmar todo lo que pienso, siento y estoy viviendo y también lo que viví estos últimos días.

Primero, quiero hablar del último viaje a Galicia que hicimos. Siempre me encantaron los viajes que hicimos allí, pero esta vez me lo pasé especialmente bien. Fue un viaje muy ameno, divertido y bonito en el que me sentí muy unida a Agnes, como si nunca lo hubiese estado así de ese modo antes. Me sentía tan despreocupada, tan feliz y tan libre que, en muchísimas ocasiones, deseé que esos días no se terminasen nunca. Quizá mi alma intuyese que, cuando se terminasen, lo que viviría sería totalmente opuesto a lo que estaba viviendo esos días y por eso deseaba con tanta fuerza que nunca llegase el fin de ese viaje y realmente no se equivocó esa parte de mí que tan bien intuía lo que iba a pasar a la vuelta; pero de eso quiero hablar después. Primero quiero contar que nos reímos muchísimo estos días, que fuimos por Galicia como si siempre hubiese sido nuestro hogar, como si nos la conociésemos palmo a palmo, yendo por Ourense, Santiago y Vigo como si hubiésemos estado allí muchísimas veces. Es evidente que Agnes sí se conoce muy bien esos lugares, pero, igualmente, yo iba por allí como si no existiese la posibilidad de perdernos y es que, además, veía a Agnes tan feliz, tan libre de cualquier sensación opresiva, la veía tan conforme con la vida, tan sonriente, tan risueña... Creo que nunca la había visto reír así antes. Reímos muchas veces hasta llorar de risa, hasta sentir que nos estallaba la barriga, hasta no poder más y creo que pocas veces me he reído así con ella, tan libre. La risa parecía no tener fin y es que todo nos hacía gracia. Parecíamos dos niñas pequeñas que estaban descubriendo el mundo. Yo me preguntaba muchas veces si mi Agnes era realmente esa mujer que estaba conmigo esos días y también me preguntaba por qué no la podía tener siempre así, tan llena de vida, de luz y de despreocupación. El único momento en el que estuvo nerviosa fue cuando estaba a punto de hacer el examen del CELGA, cuando estábamos esperando fuera del instituto donde los habían convocado a todos, pero eran unos nervios que le hacían reír, que la instaban a apretarme las manos y a decirme todo el rato: ai, Artemisiña, que nerviosiña estou, non sei se o farei ben... y yo no dejaba de animarla y de decirle que cómo no iba a hacerlo bien si hablaba un gallego perfecto. Ella reía y se emocionaba porque le costaba mucho creerse que estuviese viviendo un momento como aquél. Y, mientras ella hacía el examen, yo fui paseando por Santiago de Compostela, descubriendo rincones preciosos que nunca había visto antes, y realmente me enamoré mucho de esa ciudad en la que conviven con tanta armonía la naturaleza y la civilización. Además hacía un día tan bonito, así nublado... Me sentí muy bien caminando yo sola por allí, subiendo un monte en cuya cima había un parque precioso, desde donde se veía toda la ciudad, y me encantaba sentir el viento limpio de Galicia. La verdad es que esas horas que pasé en soledad me sirvieron para estar más cerca del intenso sentimiento que une a Agnes y a Galicia en una misma alma. No me costaba entender lo que ella siente por esa tierra tan bonita; pero también esas horas de soledad me sirvieron para reencontrarme con la esperanza y para aceptar lo que yo siento, también, y para coger fuerzas de donde no las tenía para hablar con sinceridad y seguridad con ella, arriesgándome a destrozarle el corazón. Fue ayer cuando le dije que no quería ni podía irme de aquí, que me encanta esta vida, que realmente me siento muy a gusto aquí con todo lo que tenemos y que tendría que hacer ella un esfuerzo por encontrar la felicidad aquí porque por el momento no podemos irnos, que las oposiciones eran la oportunidad que teníamos para poder irnos a vivir allí y que, al no salirle bien, teníamos que esperar otra oportunidad y que yo no podía dejar mi trabajo... Ella me dijo, muy tranquila, que me entendía, que no me preocupase, que no hablásemos más del tema, que ya estaba, que éramos una pareja compuesta por dos personas, no solamente por una, y que (y realmente estas palabras sí me hicieron un poquito de daño) mi felicidad siempre había importado muchísimo más que la suya, que no merecía la pena que nos fuésemos a vivir allí si ella sería la única que estaría bien, que ya no me preocupe por nada, que sea feliz... Y sé que le hice daño, pero también pensé que era mucho mejor ser sincera con ella ahora, aprovechando que está pasando una mala época, que serlo cuando estuviese bien y que mis palabras la desanimasen otra vez. No sé si hice bien en mantener con ella esa conversación tan dura cuando se encuentra tan mal, pero es que ya no podía seguir alargando por más tiempo el momento de serle sincera.

Yo pensaba, mientras vivíamos el viaje a Galicia, que tenía que aprovechar cada momento que vivíamos, que tenía que aferrarme a esa Agnes que tanto me gustaba, que tanto me hacía reír, que tenía que sumergirme todo lo posible en cada cosa que nos pasase y así pude disfrutar plenamente de unos días que creo que no podré olvidar nunca porque además, mientras duraron, me parecía como si Agnes y yo nunca hubiésemos estado solas en ninguna parte, como si aquélla fuese la primera vez que estábamos solitas en un lugar en el que nadie nos conocía, como si acabásemos de empezar a estar juntas. Se notaba en todo momento lo enamoradas que estamos la una de la otra, se percibía continuamente a nuestro alrededor todo lo que nos queremos y yo me sentía llena de mariposas, flotando en una nube de algodón que no se deshacía, ni siquiera cuando llovía tan intensamente en Ourense.

Y también me sorprendió mucho lo mucho que comió allí. Aquí apenas come, come lo necesario, parece que coma lo preciso para subsistir, pero pocas veces la veo disfrutar aquí de la comida, aunque la haga ella misma o la haga yo; pero allí es que me proponía pedir otra tapa cuando yo ya no podía comer ni una miga de pan más y allí es que todo el tiempo tenía hambre. Incluso disfrutaba muchísimo del vino, que aquí es que parece imposible que pueda terminarse una copa, y allí continuamente diciendo: qué saboroso está todo, disfrutando de verdad con la comida como no la suelo ver nunca. Y sobre todo hablaba, hablaba casi con todo el mundo. Ella era la que interactuaba con nuestro alrededor: con los taxistas, con el personal de las estaciones de tren, con los camareros, con la gente que nos encontrábamos en las calles y en las tiendas, con todo el mundo, hablaba como si su alma nunca hubiese albergado la menor sombra de timidez. Y hablaba tan libre porque podía usar su lengua, porque todo el mundo la entendía si hablaba en gallego. NI siquiera conmigo pronunció una sola palabra en castellano.

Yo me lo pasé inmensamente bien, maravillosamente bien, creo que es lo mejor que he vivido en mis últimos años, la verdad, y, sinceramente, regresé de ese viaje trayendo conmigo una felicidad interminable. Me siento muy egoísta sintiéndome así, pero yo me siento muy feliz, estoy muy feliz y motivada. Me encuentro perfectamente en esta vida, me encanta que ya haya llegado el veranito, me siento encantada con mi trabajo, me llevo genial con toda la gente que llena mi vida, los alumnos que tengo son encantadores y me quieren, se nota que me quieren y me tienen cariño, adoro trabajar enseñando biología, me lo paso estupendamente dando clases, llego a casa y para mí es impresionantemente hermoso encontrarme con Agnes (porque esta semana está de baja), me siento muy bien sabiendo que tengo muchísimas cosas por las que sentirme feliz y plena, sabiendo que nos queda por delante una infinidad de cosas por hacer. Este fin de semana quedaremos con mi hermana, que tengo muchísimas ganas de verla, e iremos a hacer una excursión. No sé, es que no sé cómo expresar lo bien que me siento. Me apetece muchísimo trabajar con minerales, hacer algún ritual, comunicarme con la Diosa a través de cualquier forma. Incluso cuando voy camino del trabajo por la calle, por la mañana, le hablo y le doy las gracias por todo, cuando regreso caminando sintiendo el calor que cae sobre mí también le doy las gracias por darme tantas bendiciones y también le pido que me dé fuerzas para cuidar a Agnes porque es que, sinceramente, a veces no sé ni cómo consolarla, no sé qué decirle ni qué hacer para que se sienta bien. Parece que aceptó que de momento no podemos irnos, pero no sé hasta qué punto ella me dice la verdad. Yo hago todo lo posible por distraerla. La incito a que salgamos, le hago sesiones de Reiki muy bonitas durante las que nos sentimos tan inmensamente unidas... intento tratarla con minerales y parece que, durante unas horas, su inmenso desánimo desaparece, pero enseguida vuelve otra vez y se encuentra mal de nuevo. Yo sé que no depende de ella estar así, sé que ella no puede luchar contra esta tristeza tan fuerte que se ha apoderado de su alma. Sé que lleva muchísimo tiempo intentando evitar que caiga sobre ella esta mala época que al final ha acabado venciéndola. Sé que hace tiempo que ignora los avisos que su alma le lanza. Hace tiempo que su alma le dice que va a venirle una mala época, que ya le toca recaer otra vez; pero hasta el momento ella pudo luchar contra esas sensaciones tan oscuras y conseguía mantenerse bien, a pesar de que siempre estaba muy sensible y frágil; pero ya no pudo seguir evitándolo ni huyendo de esta mala racha que ahora le toca vivir. Por mucho que no queramos aceptarlo, no podemos olvidar que su mente es así. Hay meses en las que se siente bien, en la que todo la motiva y la anima y, de repente, todo ese aliento y esa motivación se deshacen como si se hubiesen mezclado con agua y parece imposible creer que existió un momento en el que tanto le apetecía vivir.

Lo que agradezco es tener ánimo, es estar tan contenta y satisfecha con todo, porque, si no estuviese así, me costaría mucho darle aliento y fuerza. Por lo menos puedo arrastrarla un poquito hacia mi mundo, hacia la luz que yo siento que ilumina todos mis días. Por lo menos sé que, cuando estamos juntas, ella sí siente la fuerza del amor que hay entre nosotras, sí se siente protegida entre mis brazos, sí se siente volar cuando nos acariciamos, cuando nos besamos, cuando estamos tan íntimamente juntas, cuando nos fundimos así, sin regreso. Yo siento que nuestro amor la aparta de la oscuridad que ahora le anega el alma. Por lo menos sé que su desánimo no grita mientras vivimos esos momentos, mientras estamos juntas, hablando de lo que sea, aunque, en cualquier momento, yo puedo atisbar en su mirada una profunda tristeza que apaga el brillo de sus ojos; ese brillo que a mí tanto me iluminaba cuando estábamos en Galicia. Y realmente la echo mucho de menos, echo de menos la Agnes que reía tan fácilmente, que me sonreía con tanta luz, que era tan libre, que no sentía vergüenza, que podía hablar sin detenerse, que desprendía tanta energía y vida y me da rabia saber que aquí posiblemente no la podré tener nunca; aunque he de reconocer que, hace un tiempo, esa Agnes que tanto me gusta vivió durante unas semanas junto a mí; pero creo que no fueron ni semanas, que fueron días... ahora no lo recuerdo bien. Yo sé que esa Agnes vive por dentro de ella, pero cuando estamos aquí se desvanece y es como si nunca hubiese existido.

Yo, en cambio, soy yo siempre, independientemente de dónde me encuentre, y no digo esto con afán de compararme con ella. Soy plenamente consciente de que Agnes es muy especial, es una mujer con un alma impresionantemente sensible, con un alma tan frágil y a la vez poderosa que es muy complicado entenderla siempre y poder escuchar todo lo que siente. Digo esto para expresar lo que siento. Yo me siento ahora tan bien que me parece muy egoísta tener el alma llena de tanta gratitud y vida. Es que incluso me siento tan cerca de mí misma... No dudo de que ésta es la vida que quiero tener siempre. No me cambiaría por nadie en el mundo. En el instituto donde trabajo, poco a poco van conociéndome más y es que ni siquiera la directora quiere que me vaya nunca. Tengo allí mi plaza y ella espera que algún día pueda ascender y convertirme en la jefa de estudios (eso me lo ha dicho en secreto, nadie tiene que saberlo) o incluso quiere que yo sea directora, que yo la suceda a ella, pero yo no me siento capaz de llevar un cargo tan responsable y además a mí me encanta dar clases. Es que, cuando trabajo, siento que el tiempo se me va volando, que las horas pasan como si en realidad fuesen minutos, y no me cuesta nada levantarme por la mañana porque, con tan sólo pensar en lo que tengo que hacer, siento un ánimo inmenso, unas ganas tremendas de vivir que me arrastran y me arrastran como si mi paso fuese lento y tuviese que igualarme al de alguien que camina más rápido que yo. Y cuando llego a casa me apetece tanto comer con Agnes (algo que solamente puedo hacer cuando por algún motivo no va a trabajar, como esta semana), contarle lo bonito que fue mi día, también compartir con ella las cosas tensas que viví (que no es siempre todo tan maravilloso), explicarle riéndome las trastadas que hicieron los adolescentes, que algunos de ellos son tremendamente gamberros, pero, no sé, incluso esas cosas puedo enfrentarlas con ganas, sabiendo que ellos y yo no somos iguales y que todo el mundo tiene problemas y que hay que tener mano dura, pero también hay que saber comprender.

Hoy, por ejemplo, los alumnos se dieron cuenta de que estaba preocupada. Fue en la última clase. Antes de entrar, llamé a Agnes para preguntarle cómo se encontraba y le dije que tenía miedo a que se hiciese daño, le confesé que no estaba tranquila e incluso le pedí que, si notaba que se encontraba mal, me llamase al instante. Le dije que la quería mucho y que, por favor, nunca lo olvidase y no pude evitar ponerme a llorar cuando oí que ella me decía que nunca me dejaría sola, estuviese como estuviese, y que estuviese tranquila, que no me preocupase. Lloré porque notaba que ella estaba esforzándose muchísimo en conseguir que su voz irradiase serenidad, porque notaba que estaba reprimiéndose las ganas de llorar, y también es que me emocioné cuando le dije que valorase nuestra vida, que tenemos una vida preciosa y ella me reconoció que sí, que tenía razón. Me dieron bastantes ganas de llorar y tuve que aguantármelas porque tenía que entrar en clase. Fue una alumna muy avispada quien me preguntó si había llorado, si estaba preocupada, y otro chico dijo: sí, profe, tienes los ojos rojos, y tuve que decirles que no se preocupasen por mí mientras de nuevo me aguantaba las ganas de llorar. Me sentí tan arropada por ellos... y eso para mí tiene mucho valor. Me reí mientras les decía: venga, no tardemos más en empezar la clase, que ya vine tarde, y otro chico me dijo: ¿no estamos en clase de ciencias naturales? (Aunque realmente yo les doy biología) Y luego me dijo: ¿y llorar no es algo natural? Qué graciosos.

Sin embargo, cuando yo lloro, es por algún motivo. Esta mañana, por ejemplo, lloré de emoción. Hace poco me emocioné al leer una poesía que había escrito Agnes, una poesía que hablaba de lo bonito que es poder sentir la voz del viento y el murmullo del agua y saber entender el lenguaje de la naturaleza. Mis lágrimas brotan de un sentido siempre. Es cierto que hay veces en las que me reprimo el llanto una vez tras otra y al final acabo llorando por todo y por nada en general, pero normalmente yo sí sé por qué lloro, yo sí sé por qué estoy triste cuando estoy triste. Por eso me da tanta impotencia que Agnes me diga que no sabe qué le ocurre, por eso me apena tanto que me diga que no tiene ni idea de por qué siente tantas ganas de llorar. Incluso me dijo ayer que no era estar lejos de su tierra lo que tanto la afligía y tanto le dolía, que sabía que no había ningún motivo realmente, que ella simplemente estaba enferma y punto y eso me dolió porque puede que tenga razón, pero me encantaría que ella supiese entenderse mucho mejor.

A mí me encantaría poder enseñarle a hacerlo y, de hecho, cuando la guío en alguna meditación o cuando le hago alguna sesión de Reiki, siempre intento atraer hacia ella la capacidad de entenderse o también intento abrir su capacidad de escucharse y de comprender lo que siente. Estoy pensando en trabajar con ella usando Obsidiana, pero me da mucho miedo hacerlo porque ese mineral siempre remueve muchísimo y tengo miedo a que empeore por culpa de todo lo que puede despertar en ella ese mineral; pero es que creo que necesita algo potente para sacar todo lo que tiene por dentro, que creo que no es solamente la nostalgia que siente por su tierra. Creo que eso es un mal menor, una consecuencia más de la causa principal. Creo que hay algo más que ni siquiera ella sabe encontrar. Y estoy segura de que tendríamos que hacer un tratamiento muy serio y largo para encontrar el origen de todo lo que la aflige y la destruye. Yo no creo que simplemente esté enferma, no lo creo. Ésa no es una razón suficiente. Hay algo más. Es cierto que bien no está, pero estoy segura de que su pequeño desequilibrio proviene de algo mucho más grande, de una herida inmensa cuyo fondo ella nunca supo encontrar. Ella dice que empezó a estar así en cuanto la arrancaron de su tierra, pero yo no me lo creo. Yo sé que, cuando era pequeña, ya era una niña muy frágil y sensible que lloraba con mucha facilidad, que se asustaba de cualquier cosa y que, sin embargo, luego podía caminar durante cinco horas hasta llegar a Ourense; una niña a la que no la asustaba la noche y a la que, en cambio, la aterraba la posibilidad de que la alejasen de su hogar. Estoy segura de que siempre tuvo algo en su interior que la construyó así.

Y sé que yo podría ayudarla, pues yo no tengo ningún tipo de problema con la vida. Sí es cierto que tengo heridas que me cuesta mucho sanar, como la muerte de mi padre, pero puedo convivir con esas heridas. Esas heridas no me quitan el sueño, esas heridas no me quitan las ganas de vivir, de descubrir las bendiciones que se esconden en cada instante y en cada rincón del mundo. Esas heridas no me quitan el hambre, no me aplastan ni me quitan mi autoestima; al contrario, me hicieron más fuerte y ahora puedo asegurarle al mundo entero que puedo digerir mejor las cosas, que puedo pensar razonadamente antes de actuar frente a una situación complicada y todo eso puedo hacerlo gracias a que sufrí mucho en su momento, gracias a que, antes, yo no tenía la experiencia suficiente para enfrentarme a los momentos más horribles de mi vida. Ahora me siento tan plena, tan conectada conmigo misma... Siento que me quiero, que me gusto cuando me miro al espejo, cuando analizo mis facciones, cuando me peino, cuando me moldeo mis rizos, cuando me visto, cuando salgo a correr por las tardes y siento cómo mi correr se convierte en libertad y en ese aire que me roza la cara. Me gusta sentir que la gente me escucha atentamente cuando hablo, me gusta oír mi voz mezclándose con el silencio y también adoro conversar con cualquier persona con la que conecto, hablar de todos esos temas que nos apasionan, sobre todo me ocurre eso con la gente del templo, con quien mantengo una relación muy bonita. Me gusta mucho hablar con Agnes y que compartamos nuestros recuerdos. Me gusta leer y perder la noción de mi entorno, me gusta escuchar música hasta sentir que todas las notas que escucho me remueven el alma y me hacen imaginar e imaginar y viajar hacia otra dimensión. Adoro sentir que mi alma está llena de sentimiento, de sensibilidad e incluso de magia, porque la magia se nota cuando eres capaz de conectar con tanta facilidad con todos esos estímulos que no provienen del mundo físico que nos rodea, sino de algo mucho más grande e intangible.

Puede que esté resultando vanidosa, pero a mí siempre me costó muchísimo reconocer mis virtudes y aceptarme tal como soy, muchísimo, y, ahora que por fin lo conseguí plenamente, cuando ya no queda en mí ni el menor rastro de complejo y de rechazo, me sumerjo en lo bonito que es quererse una misma tal como es, me sumerjo en lo bonito que es disfrutar de mi sexualidad, me sumerjo en lo que siento cuando estoy con Agnes, gozando de su cuerpo, de sus besos, de su piel, de sus caricias, de su respiración, de toda ella, de la humedad de sus besos y de su cuerpo, de lo inmensamente feliz que me siento cuando somos un solo ser, cuando nos amamos olvidando el mundo entero. Disfruto ahora de cómo se enciende mi sangre cuando la miro, cuando recorro con los ojos sus perfectas curvas, cuando me detengo a observar su belleza, cuando me hundo en sus ojos. Disfruto de cómo suspira cuando está conmigo, disfruto de sus sonrisas y de su voz, disfruto tanto de ella que a veces siento que mis instintos más salvajes están dominándome en exceso, pero es que adoro sentirme así, me enloquece sentirme tan libre, después de tantos años reprimiéndome, después de todas esas cosas tan crueles que yo me decía a mí misma por culpa de no querer aceptarme tal como soy. Y ahora soy libre en esta vida que para mí es maravillosa. No la cambiaría por nada, no quiero que sea de otro modo. Sí cogería la tristeza de Agnes con mis manos y la rompería en pedazos, después la quemaría y la enterraría bajo tierra para que se transformase en algo positivo para la naturaleza; pero eso sí que ya no está en mis manos, por mucho que ella piense que yéndonos a vivir a Galicia se terminarían todos sus problemas. No es verdad. Yo sé que no sería así, pues la felicidad primero tiene que encontrarla en su interior. Si ella no está a gusto consigo misma, es muy difícil que se sienta capaz de construir una nueva vida en otra parte, por mucho que esta parte sea Galicia. Y puede que esté equivocada, pero yo pienso que la primera tierra donde tenemos que aprender a ser felices es nuestro interior. Además, ella no tiene que avergonzarse de sí misma por hablar diferente, por hablar otra lengua, estando aquí o donde sea. ¿Qué más da? Yo tampoco tengo acento catalán y no hablo bien el catalán. Tengo un acento castellano intensísimo del que no me avergüenzo en absoluto. ¿Qué más da si me expreso mejor en mi lengua natal? Si alguien me habla en catalán, a mí me da igual, yo le hablo en mi lengua, que para eso estamos en un mundo libre en el que podemos ser nosotros mismos. ¿Por qué tiene que importarle tanto que la gente se dé cuenta enseguida de que es gallega y de que tiene un acento tan intenso como si hubiese llegado hoy mismo de Galicia? ¿Qué más da si en cada frase que dice en castellano suelta quinientos galleguismos? Pues no pasa absolutamente nada, porque es ella, porque tiene que ser quien es, independientemente de que esté aquí, de que se encuentre en una tierra en la que, según ella, nadie piensa como ella; pero es que está excesivamente equivocada. Por la Diosa, si la mitad de gente de la que nos rodeamos es gente como nosotras, muy espiritual, gente que cree en lo mismo que nosotras, que también tiene esta sensibilidad que nosotras tenemos. No sé por qué se empeña en pensar que es tan diferente, que ella es la rara del grupo, si no es verdad. No sé por qué se empeña en creer que aquí nadie la entiende, si es ella la que no se abre, si es a ella a quien le cuesta mostrarse tal como es. Tiene tantos problemas de autoestima que me parece imposible creer que alguna vez pueda deshacerse para siempre de ellos; pero tengo que ayudarla, tengo que hacer todo lo posible para que se quiera, para que pueda ser ella misma, aunque se encuentre a mil kilómetros de Galicia. La distancia que la separa de su tierra no tiene que ser un motivo que la aflija de este modo y que la incite a esconderse del mundo entero. Por la Diosa, si ella es maravillosa, si es una mujer preciosa tanto por fuera como por dentro, si tiene un alma hermosísima, si es una bendición poder conocerla plenamente, si con ella es muy interesante conversar durante horas, si tiene una sonrisa que consigue eclipsar a las estrellas y deslumbrar a la misma luna. ¿Por qué se esconde así, por qué se quiere tan poquito? ¿Por qué no permite que la gente de aquí la conozca y descubra lo bonita que es?

Lo peor es que no sé cómo ayudarla. Ella me dice que para ella es suficiente con que yo la entienda y la quiera tal como es, que no necesita que nadie más la conozca, pero ella misma se contradice cuando después se siente mal al creerse tan distinta a los demás. Sin embargo, cuando dice que aquí se siente diferente solamente está intentando encontrar una excusa que justifique su intensa nostalgia. Yo puedo comprenderla bien porque no la conozco sólo de esta vida, sino de otras muchas que compartimos, pero hay veces en las que siento que su interior está lleno de pensamientos y de sentimientos que nunca podré atisbar en su alma, que nunca podré percibir con nitidez, pero eso ocurre por lo que dije antes sobre que tiene una herida mucho más antigua de lo que ella piensa; una herida de la que le brotan todos los sentimientos que tanto la estremecen y la desorientan.

Yo quería hablar de muchas más cosas, aunque Agnes es lo que más me preocupa ahora mismo porque realmente no sé qué hacer para ayudarla y sacarla de la pena tan honda que la asfixia. Ella puede estar hablando conmigo con serenidad, puede estar a mi lado compartiendo cualquier cosa conmigo, pero noto que le falta muchísimo ímpetu, que carece de la energía suficiente que la ayude a apreciar con toda su alma los instantes que vive. Sólo la noto totalmente plena cuando nos amamos, cuando compartimos esos momentos que son sólo nuestros, porque en esos momentos es completamente ella, no hay nada que la intimide, es ella totalmente conmigo, me da todo lo que es, se entrega a mí con toda su alma; pero, fuera de eso, solamente en Galicia he podido percibir todo el esplendor de su ser.

Con mi hermana estuve hablando esta mañana porque necesitaba que alguien me escuchase y me calmase. Yo tengo miedo a que Agnes pueda decaer de verdad estando sola en casa, pero mi hermana me dijo que no está tan mal como para eso, que no me preocupe tanto, y después Agnes me dijo que, si notaba que su mente se llenaba de pensamientos horribles, me llamaría enseguida, como hizo en octubre; pero siempre me queda un miedo que no puedo quitarme de encima, por mucho que ella me asegure que siempre me pediría ayuda en cuanto se sintiese así, tan mal como para no poder controlar lo que su mente piensa; pero ¿quién me asegura a mí que de verdad vaya a cumplir lo que dice? Tengo mucho miedo a llegar a casa y no encontrarla, a que al final se vaya de mi lado sin que yo pueda hacer nada por ella. Si eso ocurriese, sería el golpe más horrible que la vida podría darme. Sería un golpe del que jamás podría recuperarme porque yo sin mi Agnes no soy quien soy, sin ella me falta la vida entera. No se trata de que dependa de ella para ser feliz ni para ser yo misma. Se trata de que la mayor parte de mi vida tiene sentido porque ella está conmigo, porque precisamente comparto con ella mi vida. Ella le da sentido a todo, le dio sentido siempre a mis luchas, le da sentido a cada mañana, me levanto por ella, me esfuerzo para que nuestra vida pueda mantenerse, para que no perdamos lo que tenemos, para que podamos ser felices en esta vida que, sin embargo, parece ser que a ella no le hace tan feliz como a mí; pero yo creo que no podría ser más maravillosa o a lo mejor soy yo la única que ve las cosas de este modo.

También estuve hablando con mi hermana sobre el chico con el que está saliendo y a veces me cuenta cosas de él que no me gustan mucho, pero mi hermana ya es muy fuerte como para aguantar ciertas cosas. Ella ya lo pasó muy mal en su momento con otra pareja que tuvo, aguantó muchísimo y calló más de lo que tenía que haber callado. Por eso sé que ahora nadie le haría daño. No obstante, este chico... no confío mucho en él, la verdad, pero tiene que ser ella quien viva las cosas, quien descubra lo que es en realidad él, aunque también es cierto que los veo muy bien, a pesar de que sé que él es quien más enamorado está de los dos. A veces tengo la sensación de que mi hermana está con él por estar, que al principio sí se ilusionó mucho con él, pero ya está normal; aunque a lo mejor eso pasa porque ya llevan por lo menos seis meses o están a punto de llevar seis meses juntos y dicen que a los seis meses la pasión disminuye, pero yo eso no me lo creo porque, sinceramente, a nosotras no nos ha pasado eso y llevamos... tres años juntas por lo menos; al contrario, parece como si cada día nos sirviese para enamorarnos más y más. Cuando al fin comenzamos a estar juntas, las dos estábamos muy heridas por la vida. Ahora es cierto que ella sigue teniendo sus cosas, pero no existe entre nosotras ni el menor rastro de vergüenza ni de culpabilidad; algo que al principio sí pasaba. Yo me acuerdo de que me costaba mucho que Agnes se dejase ver por mí, me costaba mucho que me permitiese mirarla de verdad, mirarla fijándome en todos los rincones de su cuerpo. Cuando estábamos juntas, al principio, ella se esforzaba por ocultarse ante mí, le daba mucha vergüenza que yo deslizase mis ojos por sus pechos, por su cintura... pero eso solamente ocurrió las primeras semanas y estoy segura de que ocurría sobre todo porque ella no se sentía nada a gusto con su cuerpo, a pesar de que yo me cansé de decirle que para mí era la mujer más hermosa que existía. Nunca entendí por qué se gustaba tan poco.

Y también yo sentía mucha culpabilidad cuando la miraba a los ojos y detectaba toda la tristeza que le llenaba el alma, pues me culpaba de que estuviese tan mal, ya que estaba así porque yo la había dejado sola, y tardé mucho tiempo en conseguir deshacer esa culpabilidad tan intensa. A todo eso se le suma que al principio Agnes estaba muy enferma, tanto que a veces me costaba convencerla de que la quería de verdad, aunque ella nunca dudó de mi amor, pero sí dudaba de sí misma, dudaba de si yo me merecía algo mejor, estaba erróneamente convencida de que yo no me merecía estar con alguien así, que estuviese tan mal; pero esos pensamientos, por suerte, desaparecieron en menos de un mes. Tuvimos que superar muchas cosas para estar juntas y, ahora, la vida ya nos ha regalado tantos momentos, nos ha unido cada vez más, y, ahora que ella se muestra tal como es ante mí, creo que jamás podríamos volver al principio. Sólo espero que esta mala época pase cuanto antes, por favor, ya no por mí, sino por ella, porque no quiero que esté así, tan triste, tan desmotivada.

 

2 comentarios:

  1. Una verdadera declaración de Artemisa, resulta muy sencillo seguir el sentido de sus pensamientos. Es sorprendente esa pareja, porque son tan parecidas y a la vez tan diferentes... Artemisa es más abierta, más curiosa, más adaptable en cierto modo, lo que cuenta de sus alumnos es sintomático, se trata posiblemente de una de esas personas que tienden a caerle bien a todo el mundo, en el fondo fue lo que le pasó con Gilbert y Gaya, que aunque se daban cuenta de que Agnes valía muchísimo la pena les resultaba infinitamente más sencillo relacionarse con Artemisa.

    El relato de lo que para ella fue el viaje a Galicia nos devuelve una imagen casi inimaginable de Agnes, dicharachera incluso, chispeante, surfeando por encima de todas las situaciones; y es que ella por sí misma en su diario nunca llega a describirse de ese modo, así que el espejo de Artemisa nos devuelve por primera vez esa bonita imagen.

    También es consciente de que Agnes se refugia en sí misma, es como si hubiera muchas Agnes, una dentro de otra, como esas muñecas rusas, "en cambio yo soy siempre yo misma", dice Artemisa, una afirmación que parece tautológica pero que en realidad quiere expresar que carece de tantas capas, o que estas se parecen mucho entre sí. Indudablemente Artemisa está preocupada por lo que le pasa a Agnes, de ahí que intente animarla y ponerla en órbita, por así decir, de todos los modos posibles. Me llama la atención que tenga tanta prevención a usar la obsidiana, ¿realmente es algo que entraña tanto riesgo? Es verdad que fue una piedra sagrada y reservada para la realeza...

    También me ha resultado impresionante cuando Artemisa dice, con toda naturalidad, que conoce a Agnes a la perfección gracias a que han compartido experiencias no solo en sus vidas actuales, sino en otras anteriores... cuánto me gustaría saber eso de mí mismo...

    Finalmente, Artemisa quiere que esta época "pase", no sé muy bien si es un deseo realista, o sea, no creo que lo de Agnes sea una cuestión de épocas, de moda, de algo que pueda pasar sin más que hacer que ponerse a esperar; no, Agnes tiene un conflicto, las cartas están repartidas, y solo ella puede desenmarañar la madeja de su devenir. Es verdad que la situación parece en punto muerto, que no hay nada que hacer... pero cuántas veces nos encontramos así y luego cualquier cosa inesperada lo cambia todo, así que no queda otra que esperar y ver, estoy seguro que una persona tan mágica como Agnes no se va a quedar donde está, de este mundo o de otro le llegará ayuda, estoy seguro...

    Es una historia de amor tan bonita y verdadera que me parece imposible que pueda salir mal.

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  2. Es una entrada muy entrañable, pues me recuerda a nuestro viaje y a experiencias que vivimos allí. Lo del examen, reírnos mucho, pasear por allí como si la conociésemos de siempre o lo de subir la montaña y respirar el aire puro con ese tiempo tan maravilloso, nublado y sin calor ni tampoco frío. Lógicamente todo eso lo he leído con más intensidad al haberlo vivido, me encanta.

    Me da rabia la decisión de Artemisa. La entiendo, pero me da rabia. Es feliz, se siente completa en una vida que le parece perfecta, pero ella está acostumbrada a partir de cero, no sería la primera vez que lo hiciese.Yo creo que ya es el momento de que Agnes pueda regresar a Galicia, le toca y yo creo que se lo debe. Son muchos años esperando el momento, sufriendo engaños y todo tipo de inconvenientes. Es su momento, solamente se vive una vez. Sí, entiendo que es feliz (nunca había visto a Artemisa tan positiva y entusiasta), pero tiene que pensar en Agnes.

    Por otro lado, debería pensar en la salud de Agnes. Yo pienso como ella, que debe haber un problema oculto, algo que ni la misma Agnes sabe que le impide relajarse, ser feliz. No estar en Galicia es sin duda el gran problema, pero quizás exista otro...pero tan solo es un suponer (sin tener en cuenta su enfermedad, que por el momento la doy por controlada). Si existe aunque sea la más remota posibilidad de que se recupere al 100%, que sea feliz marchándose a Galicia, debería acceder a marcharse con ella, debería intentarlo. Si la ama (que sé que sí), debe hacer ese sacrificio, al igual que Agnes se sacrificó tantas veces en el pasado. La conoce mejor que nadie y sabe lo que significa para ella volver a Galicia.

    Vaya con Casandra...no hay nada peor que estar con alguien por estar. A lo mejor le hace sentir cómoda y segura y le gusta esa sensación, pero a la larga es una pérdida de tiempo y se termina haciendo daño. A ver si más adelante profundizas un poco más sobre ella, me intriga.

    En fin, Agnes se resigna pero eso perjudica a su salud, pues no sé si sabrá sobreponerse. Lleva toda su vida lamentándose por no poder regresar, vivir allí. No creo que las cosas cambien, aunque se resigne, al final esa tristeza sale y termina por hacerte daño. Espero que Artemisa recapacite un poco, que la tenga en cuenta...Es el momento de Agnes. Se merece volver definitivamente, se merece recuperarse para siempre. Una entrada preciosa, Ntoch. A ver cómo sigue, mucho me temo que Agnes no se lo habrá tomado muy bien, ya esas frases que le soltó desvelan que lo realmente se ha desatado en su interior. ¡Que siga prontoooooo!

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