domingo, 25 de agosto de 2019
Hace un mes que no
escribo, y no ha sido por falta de ganas. Bastantes han sido los momentos en
los que he ansiado sentarme enfrente del ordenador para convertir en palabras
lo que he vivido, lo que pienso y siento. Hace un mes que no me digno escribir
sobre mi vida porque, en realidad, apenas he tenido tiempo para ello. Hemos
vivido unos días muy intensos en los que casi no había momentos vacíos.
Mañana terminan
nuestras vacaciones. La última vez que escribí, contaba que me sentía ofendida
con Agnes porque ella había decidido pasar en Santiago dos días seguidos y creo
recordar que me debatía entre vivir con ella las fiestas de Galicia o quedarme
en casa, ignorando esas leves ansias de compartir con ella unos momentos tan
importantes. Al final sí fui a Santiago el jueves por la mañana. Agnes me
convenció de que fuese olvidando todo lo que me detenía y mi hermana también
colaboró muchísimo en que dejase atrás todas esas emociones opresoras que me
impedían disfrutar de la vida con Agnes. Me costó, pero al final sí me digné coger
un tren en Ourense para ir junto a ella. El miércoles por la noche, Agnes me
envió un mensaje de voz contándome que estaba pasándoselo en grande y también
suplicándome que, al día siguiente, fuese junto a ella. Insistió en que me
echaba de menos y que nada era lo mismo sin mí.
En cuanto estuve a su
lado, me di cuenta de que no me arrepentía en absoluto de haber ido a Santiago.
Agnes estaba radiante. Sí es cierto que llevaba no sé cuánto alcohol encima,
pero estaba bellísima, pese a no haber dormido nada aquella noche, pese a
llevar despierta más de 24 horas, disfrutando de una fiesta que parecía
interminable, pese a haber vivido tanta tensión y nervios por tener que tocar y
cantar delante de tanta gente. No la vi cantar el Himno de Galicia en Ourense y
eso sé que se le ha quedado clavado en lo más profundo del alma, pero nunca me
ha dicho que me guarde rencor por ello. No podía ir porque trabajaba, pero sé
que Silvia me habría permitido ir a verla si se lo hubiese pedido. No obstante,
ese miércoles 24 todavía estaba algo resentida sin motivo. Yo era la única que
se dedicaba a buscar excusas que justificasen mi mal humor y por qué sentía
esas emociones tan dañinas que a Agnes le hacían tanto daño. Estaba celosa de
una Lúa que lleva muerta casi un año, estaba celosa de todas las amigas que
Agnes tiene y con las que comparte tanto, estaba celosa hasta de la ciudad de
Ourense y todo aquello me impedía apreciar la cantidad de bendiciones que llena
mi vida. Es cierto que Agnes es muy especial y profunda, que experimenta
sentimientos muy intensos que la vuelven frágil, pero también es verdad que es
una mujer maravillosa que no sabe guardarle rencor a nadie. Yo le dije cosas
muy duras esa semana, antes de que fuese a Santiago, y ella nunca me ha echado
en cara todo aquello que le dije; al contrario, ella siempre me acogió a su
lado en todo momento, me hizo vivir con ella todas esas cosas que a ella le
hacen sentir tanto. Nunca me ha dado de lado, nunca me ha hecho el vacío,
siempre ha intentado que participe con ella en cada fiesta a la que acude. He
sido yo la amargada, la que se ha negado a disfrutar con ella de la alegría de
la vida.
Sin embargo, ahora
todo eso queda muy atrás y queda atrás sobre todo después de todas las cosas
bonitas e intensas que hemos vivido estas dos semanas. Llevamos ya dos semanas
de vacaciones, pero ya mañana tenemos que volver al trabajo. No me apetece para
nada volver a trabajar, pero Agnes sí tiene ganas de volver a la cafetería. Es
más, está deseando tramitar todo lo necesario para convertirse en la dueña de
la cafetería. Silvia ya está arreglando todos los papeles para hacer eso
posible. Yo, en cambio, con el tema de la herboristería que quiero abrir en
Ourense estoy algo atascada porque, al contrario de lo que pensaba, ahora ya no
me motiva tanto abrir una tienda yo sola. Lo haría yo sola porque,
definitivamente, mi hermana se niega a venir a vivir a Galicia. Incluso me
confesó la semana pasada que Gabriel y ella estaban planificando vivir juntos
en Manresa. A Gabriel no le importa dejarlo todo e irse para allá, pues dice
que está ya cansado de vivir toda la vida aquí (eso Agnes no lo logra entender)
y quiere un cambio. Ambos piensan que les irá mucho mejor en Manresa y Gabriel
ya lo está tramitando todo para pedir un traslado.
Yo tampoco entiendo
por qué mi hermana se niega tan rotundamente a vivir aquí conmigo. Ha intentado
convencerme de que no hay ningún problema en que ella viva en Cataluña y yo
aquí con Agnes, ha alegado miles de veces delante de Agnes y de mí que cada
persona ha de tener la vida que quiere donde quiere y que no vamos a perdernos
por vivir a mil kilómetros; pero yo no me conformo con esas palabras y esos
razonamientos me parecen absurdos. También es verdad que no puedo obligar a mi
hermana a que viva aquí si ella está tan bien allí en Cataluña, pero me duele
que me haya mentido, que me haya hecho sentir ilusiones por algo que nunca va a
ocurrir y que juegue tan fácilmente con mis esperanzas. Sinceramente, me he
desmotivado muchísimo por culpa de mi hermana. Con ella, siento que todo habría
sido más fácil e incluso posible, sencillamente posible; pero ahora ya todo lo
que yo soñaba hacer queda muy lejos. Es como si hubiese tenido esos
pensamientos y esos deseos en otra vida. Ahora me encuentro totalmente pasiva,
sin ganas de nada, sin ganas de esperar nada, sólo de disfrutar de la vida con
Agnes. Es muy duro trabajar en la cafetería, es cierto, pero estoy segura de
que no me tendré que pasar toda la vida allí. Seguramente podré buscar alguna
manera de encontrar el trabajo que de verdad me llene. Lo que me llena de
trabajar en la cafetería es trabajar junto a Agnes, nada más. Me desesperan los
clientes (sobre todo si son niños o personas mayores), pierdo la paciencia
enseguida y soy muy olvidadiza. Agnes, en cambio, apenas tiene que apuntar en
la libretita que lleva las comandas. Se acuerda enseguida de todo. Yo, en
cambio, soy la que olvida, la que mezcla comandas, la que pone cafés con leche
de máquina cuando me los han pedido descafeinados de sobre, soy la que pone un
cruasán normal cuando me han pedido una napolitana de chocolate y soy la que se
olvida de cobrar los zumos de naranja. Hay días en los que Agnes se ríe conmigo
de lo torpe que llego a ser, pero, otras veces, Agnes me pide que esté más
atenta, sobre todo cuando hay más clientela y, ahora que ha llegado el verano y
la gente pide tantos helados, me desespero cuando no se deciden ni a tiros por un
sabor y tengo que estar esperando con la cuchara en la mano a que escojan alguno
de los veinte sabores que tenemos en la barra. Agnes, en cambio, es más ágil en
ese sentido y, en vez de quedarse esperando a que la gente se decida, lo que
hace es preguntarles si quieren probar alguno de ellos para salir de dudas. La
clientela quiere mucho a Agnes y enseguida se encariña con ella. Es la que se
lleva más propinas. Yo, en cambio, noto que le pongo nerviosa a la gente y
también he advertido que las personas que nos conocen ponen una cara rara
cuando se enteran de que las voy a atender yo. Cuando trabajaba en el
instituto, en cambio, los alumnos y los demás profesores me querían y me
respetaban porque veían lo amable que yo era y cuánto me esmeraba por hacer mi
trabajo lo mejor posible. En la cafetería me siento inútil y muy torpe. Por
eso, no duraré mucho más tiempo allí, por eso, hace meses, empecé a enviar mi
currículum a algunas escuelas concertadas para poder trabajar de nuevo de lo
que yo he estudiado. Agnes no sabe que ya tengo programadas algunas
entrevistas. No es seguro que pueda trabajar en alguna de esas escuelas, pero
por intentarlo no pierdo nada. Estoy deseando volver a ejercer mi profesión y
me arrepiento muchísimo de no haberme presentado a las oposiciones de educación
que se convocaron este año. Le doy la razón a mi hermana cuando me insultaba
diciéndome que era tonta.
Ahora, sin embargo,
prefiero hablar de las vacaciones que hemos vivido las tres (y los cuatro desde
que Gabriel se unió a nosotras). Hemos estado muy a gusto todos, hemos visitado
sitios preciosos de Galicia que yo todavía no conocía y mi hermana ha sido muy
feliz con nosotros estos días; lo cual me hacía creer que cada vez estaba más
convencida de vivir aquí en Galicia. Con Gabriel la veo tan bien... Pensaba que
se acabaría esa relación, pero estos días les han servido a los dos para unirse
más, para saber que están hechos el uno para el otro. Creo que es el amor de la
vida de mi hermana. A mí me gusta mucho verlos juntos, reír juntos, hablar de
cualquier cosa, compartir pensamientos e impresiones. Mi hermana me ha
confesado que siente envidia de la relación de Agnes y mía, pero ella también
puede mantener una relación preciosa con Gabriel si la cuida.
Hemos hecho un
recorrido muy completo por Galicia. Hemos estado en varias villas de Ourense,
en la provincia de Coruña, de Lugo y también hemos estado en Pontevedra. Con el
coche de Gabriel, hemos ido a sitios paradisíacos en los que parecía que no
existiese el tiempo, en los que nos sentíamos apartados de la realidad. He sido
muy feliz con Agnes y también con mi hermana, pero sobre todo con Agnes.
Parecíamos dos adolescentes enamoradas buscando momentos en los que nadie nos
mirase para darnos besos, para abrazarnos y decirnos cuán felices nos
sentíamos. Me parecía que habíamos vuelto atrás, que de nuevo tenía a mi lado a
la Agnes locamente enamorada a la que le daba vergüenza decirme que me quería
mirándome a los ojos; pero, en realidad, yo nunca he dejado de tener a mi lado
a esa mujer que tanto me hace perder la noción de mí misma y del tiempo. Agnes
saca algo de mí que yo no sé que tengo en mi interior hasta que ella me besa,
me abraza o me acaricia, hasta que me susurra en el oído con su dulcísima y hermosa
voz... Hay algo que Agnes tiene que me descontrola, que me enloquece, que me
hace desear que el tiempo se pare. Estoy tan enamorada de ella que no me domino
cuando la tengo entre mis brazos, pero también cuando la veo caminar a mi lado,
cuando la veo observar su entorno con tanta fascinación, cuando la veo sonreír,
cuando la oigo cantar... Ella me ha demostrado sin cesar que también le arranco
la cordura, que me ama con todo su corazón, a pesar de que yo no soy el único
amor de su vida. Yo no soy la única mujer a la que ha amado. Desconocía por
completo que había habido otra antes que yo, pero parece que eso ya no importe.
Agnes nunca me habló de lo que ocurrió entre Lúa y ella porque le dolía
profundamente recordar que fue precisamente ese amor el motivo que su madre
encontró para alejarla de Galicia y entiendo que le costase hablarme de ello
después de todo lo que sucedió. No es agradable recordar algo tan bonito que,
sin embargo, fue la causa de lo que más la hirió en su vida. Tenía que aceptar
todo aquello para poder contarlo. Ahora ya no me oculta nada más. Estos días
también nos han servido a nosotras para olvidar todo aquello que aún nos hería,
para reencontrarnos con todo nuestro ser, para saber que, después de todo lo
que hemos vivido, todavía nos amamos con locura y sin fin. El amor que Agnes
sintió siempre por Lúa no disminuye el que siente por mí. Además, no ha dejado
de recordarme, en todos estos días, en todos esos momentos en los que yo sentía
dudas, que nos casaremos dentro de dos meses. Estamos preparando nuestra
sencilla boda desde hace meses, pero a mí se me olvida que ella va a casarse
conmigo porque me ama. Cuando recuerdo que nos casaremos, siento unos inmensos
nervios recorriéndome el cuerpo y el alma. Será una boda muy sencilla a la que
acudirán las personas que conocemos de verdad, aunque también vendrán las
amigas de Agnes y seguramente se encargarán de tocar con ella la música que
adornará esos momentos tan bonitos. Mi hermana dice que ella también vendrá.
Qué bien. Menos mal que puede venir.
Agnes dice que, en
septiembre, nuestra vida va a cambiar mucho, pero yo no sé por qué tiene esa
intuición si lo único que va a pasar es que ella, a partir de entonces, tendrá
más obligaciones en la cafetería, pero está muy ilusionada con la llegada de
ese mes que a mí también me hacía sentir mucha ilusión cuando trabajaba como
profesora. Ahora me parece un mes más, pero Agnes dice que va a ser un comienzo
para las dos.
Hoy volvimos de la
aldea, que estuvimos allí desde el miércoles. Hace muchísimo calor. Por poco,
en la aldea no llegamos a los cuarenta grados. No se podía hacer nada y por las
noches apenas refrescaba, pero a partir de mañana ya llueve y van a bajar un
poco las temperaturas. En cambio, los días que mi hermana estuvo aquí, hizo un
tiempo muy bueno, no hizo calor, incluso hizo mucho fresquito en Ourense y
sobre todo en Santiago. Mi hermana estaba muy contenta con ese clima porque
allí en Manresa, los días previos a venir a Galicia, estaban asándose de calor.
Me gustaría sentir la
ilusión que a Agnes le llena toda el alma, pero me cuesta mucho. Ella sabe que
estoy algo decaída y me entiende. No me pide que intente estar animada porque
ella sabe muy bien que, cuando no podemos estar alegres, no nos podemos forzar
a estarlo y me entiende también porque ella había creído como yo que mi hermana
vendría a vivir a Galicia y también se decepcionó mucho cuando supo que mi
hermana ya no pensaba en ese proyecto. No obstante, lo que también me ocurre es
que, incomprensiblemente, siento nostalgia por la vida que llevábamos Agnes y
yo en Barcelona. Es cierto que ella no estaba bien, que le costaba mantenerse
estable, pero teníamos muchísimas cosas buenas, sobre todo yo, es verdad. Echo
de menos los rituales que celebrábamos con la gente del templo de la Diosa.
Aquí me siento más lejos de mi religión. Sí hay personas que creen como
nosotras, pero apenas acudimos a los rituales que celebran. No sé por qué no
vamos, pero es que no me motiva ir. No las conozco tanto y sé que ésa no es una
excusa. A la gente del templo de Barcelona tampoco la conocía, pero es que, las
veces que hemos quedado con ellas, no he conseguido conectar del todo. Algunas
de las mujeres que forman parte de ese grupo están en Iauga y Agnes sí se lleva
excelentemente bien con ellas. Yo me llevo bien con alguna de ellas, pero me
cuesta abrirme a ellas. No sé por qué me pasa eso si reconozco que son muy
simpáticas y sensibles, como yo, pero me cuesta abrirme a la gente y creo que
eso me ocurre porque no me siento del todo bien conmigo misma. Espero que pueda
solucionar estas cositas que me ocurren.
Creo que ya dejaré de
escribir. Tengo que ayudar a Agnes a limpiar la casa, a poner lavadoras, a
hacer la cena y la comida de mañana... No volvemos a nuestra casa desde hace
dos semanas y eso se nota.
Después de un mes sin escribir, Artemisa se anima y nos cuenta como están las cosas acualmente. Reconoce que se equivocó muchísimo con Agnes, que disfrutó mucho esos días festivos con ella y que no le guarda ningún rencor. Fueron unos días maravillosos y los vivió a lo grande, a pesar de perderse algunas cosas, como Agnes cantando el himno.
ResponderEliminarEstá bastante desilusionada y decepcionada con su hermana, y no es para menos. Después de hacerle creer que se iría a vivir allí y que abrirán juntas un negocio, decide quedarse en Manresa, aunque no sola, esta vez con Gabriel. Parece ser que a él no le importa vivir en Manresa y que desea un cambio de vida. Eso cambia por completo las cosas para Artemisa, aunque Casandra debe estar encantada. No sé si le sabrá mal por su hermana, espero que sí. Al menos Artemisa sabe que serán felices, que Gabriel es el amor de su vida. Ahora bien, lo de abrir la herbolistería ya no es una opción, pues lo tendría que hacer sola. Espero que pueda encontrar un trabajo en el que se sienta realizada. En la cafetería no está contenta. Está con Agnes, pero no se siente bien, el trabajo se le resiste y no tiene la misma paciencia que Agnes. A ver que dice Agnes cuando le diga que se marcha del trabajo, espero que lo comprenda.
Dice que no se ocultan ya nada, pero esto de que envía curriculums a colegios no se lo ha dicho. Quizás por no hacerle sentir mal. Queda poco para la boda, que quieren que sea sencilla. Así me gustan a mi las bodas, sencillas y sin tanta gente. Estoy deseando que llegue ese momento. Y por último, echa de menos su vida en Barcelona. Quizás por no sentirse realizada. Un cambio en el trabajo puede hacerle cambiar la visión de las cosas. Aunque las cosas están bien, sigue echando en falta aquella vida y eso es síntoma de que algo no va bien. A ver que ocurre en el próximo capítulo. Como siempre, un placer leer el día a día de Agnes y Artemisa. ¡Ya son como de la familia!