viernes, 6 de septiembre de 2019

DIARIO DE ARTEMISA: DOMINGO, 25 DE AGOSTO DE 2019


domingo, 25 de agosto de 2019
Hace un mes que no escribo, y no ha sido por falta de ganas. Bastantes han sido los momentos en los que he ansiado sentarme enfrente del ordenador para convertir en palabras lo que he vivido, lo que pienso y siento. Hace un mes que no me digno escribir sobre mi vida porque, en realidad, apenas he tenido tiempo para ello. Hemos vivido unos días muy intensos en los que casi no había momentos vacíos.
Mañana terminan nuestras vacaciones. La última vez que escribí, contaba que me sentía ofendida con Agnes porque ella había decidido pasar en Santiago dos días seguidos y creo recordar que me debatía entre vivir con ella las fiestas de Galicia o quedarme en casa, ignorando esas leves ansias de compartir con ella unos momentos tan importantes. Al final sí fui a Santiago el jueves por la mañana. Agnes me convenció de que fuese olvidando todo lo que me detenía y mi hermana también colaboró muchísimo en que dejase atrás todas esas emociones opresoras que me impedían disfrutar de la vida con Agnes. Me costó, pero al final sí me digné coger un tren en Ourense para ir junto a ella. El miércoles por la noche, Agnes me envió un mensaje de voz contándome que estaba pasándoselo en grande y también suplicándome que, al día siguiente, fuese junto a ella. Insistió en que me echaba de menos y que nada era lo mismo sin mí.
En cuanto estuve a su lado, me di cuenta de que no me arrepentía en absoluto de haber ido a Santiago. Agnes estaba radiante. Sí es cierto que llevaba no sé cuánto alcohol encima, pero estaba bellísima, pese a no haber dormido nada aquella noche, pese a llevar despierta más de 24 horas, disfrutando de una fiesta que parecía interminable, pese a haber vivido tanta tensión y nervios por tener que tocar y cantar delante de tanta gente. No la vi cantar el Himno de Galicia en Ourense y eso sé que se le ha quedado clavado en lo más profundo del alma, pero nunca me ha dicho que me guarde rencor por ello. No podía ir porque trabajaba, pero sé que Silvia me habría permitido ir a verla si se lo hubiese pedido. No obstante, ese miércoles 24 todavía estaba algo resentida sin motivo. Yo era la única que se dedicaba a buscar excusas que justificasen mi mal humor y por qué sentía esas emociones tan dañinas que a Agnes le hacían tanto daño. Estaba celosa de una Lúa que lleva muerta casi un año, estaba celosa de todas las amigas que Agnes tiene y con las que comparte tanto, estaba celosa hasta de la ciudad de Ourense y todo aquello me impedía apreciar la cantidad de bendiciones que llena mi vida. Es cierto que Agnes es muy especial y profunda, que experimenta sentimientos muy intensos que la vuelven frágil, pero también es verdad que es una mujer maravillosa que no sabe guardarle rencor a nadie. Yo le dije cosas muy duras esa semana, antes de que fuese a Santiago, y ella nunca me ha echado en cara todo aquello que le dije; al contrario, ella siempre me acogió a su lado en todo momento, me hizo vivir con ella todas esas cosas que a ella le hacen sentir tanto. Nunca me ha dado de lado, nunca me ha hecho el vacío, siempre ha intentado que participe con ella en cada fiesta a la que acude. He sido yo la amargada, la que se ha negado a disfrutar con ella de la alegría de la vida.
Sin embargo, ahora todo eso queda muy atrás y queda atrás sobre todo después de todas las cosas bonitas e intensas que hemos vivido estas dos semanas. Llevamos ya dos semanas de vacaciones, pero ya mañana tenemos que volver al trabajo. No me apetece para nada volver a trabajar, pero Agnes sí tiene ganas de volver a la cafetería. Es más, está deseando tramitar todo lo necesario para convertirse en la dueña de la cafetería. Silvia ya está arreglando todos los papeles para hacer eso posible. Yo, en cambio, con el tema de la herboristería que quiero abrir en Ourense estoy algo atascada porque, al contrario de lo que pensaba, ahora ya no me motiva tanto abrir una tienda yo sola. Lo haría yo sola porque, definitivamente, mi hermana se niega a venir a vivir a Galicia. Incluso me confesó la semana pasada que Gabriel y ella estaban planificando vivir juntos en Manresa. A Gabriel no le importa dejarlo todo e irse para allá, pues dice que está ya cansado de vivir toda la vida aquí (eso Agnes no lo logra entender) y quiere un cambio. Ambos piensan que les irá mucho mejor en Manresa y Gabriel ya lo está tramitando todo para pedir un traslado.
Yo tampoco entiendo por qué mi hermana se niega tan rotundamente a vivir aquí conmigo. Ha intentado convencerme de que no hay ningún problema en que ella viva en Cataluña y yo aquí con Agnes, ha alegado miles de veces delante de Agnes y de mí que cada persona ha de tener la vida que quiere donde quiere y que no vamos a perdernos por vivir a mil kilómetros; pero yo no me conformo con esas palabras y esos razonamientos me parecen absurdos. También es verdad que no puedo obligar a mi hermana a que viva aquí si ella está tan bien allí en Cataluña, pero me duele que me haya mentido, que me haya hecho sentir ilusiones por algo que nunca va a ocurrir y que juegue tan fácilmente con mis esperanzas. Sinceramente, me he desmotivado muchísimo por culpa de mi hermana. Con ella, siento que todo habría sido más fácil e incluso posible, sencillamente posible; pero ahora ya todo lo que yo soñaba hacer queda muy lejos. Es como si hubiese tenido esos pensamientos y esos deseos en otra vida. Ahora me encuentro totalmente pasiva, sin ganas de nada, sin ganas de esperar nada, sólo de disfrutar de la vida con Agnes. Es muy duro trabajar en la cafetería, es cierto, pero estoy segura de que no me tendré que pasar toda la vida allí. Seguramente podré buscar alguna manera de encontrar el trabajo que de verdad me llene. Lo que me llena de trabajar en la cafetería es trabajar junto a Agnes, nada más. Me desesperan los clientes (sobre todo si son niños o personas mayores), pierdo la paciencia enseguida y soy muy olvidadiza. Agnes, en cambio, apenas tiene que apuntar en la libretita que lleva las comandas. Se acuerda enseguida de todo. Yo, en cambio, soy la que olvida, la que mezcla comandas, la que pone cafés con leche de máquina cuando me los han pedido descafeinados de sobre, soy la que pone un cruasán normal cuando me han pedido una napolitana de chocolate y soy la que se olvida de cobrar los zumos de naranja. Hay días en los que Agnes se ríe conmigo de lo torpe que llego a ser, pero, otras veces, Agnes me pide que esté más atenta, sobre todo cuando hay más clientela y, ahora que ha llegado el verano y la gente pide tantos helados, me desespero cuando no se deciden ni a tiros por un sabor y tengo que estar esperando con la cuchara en la mano a que escojan alguno de los veinte sabores que tenemos en la barra. Agnes, en cambio, es más ágil en ese sentido y, en vez de quedarse esperando a que la gente se decida, lo que hace es preguntarles si quieren probar alguno de ellos para salir de dudas. La clientela quiere mucho a Agnes y enseguida se encariña con ella. Es la que se lleva más propinas. Yo, en cambio, noto que le pongo nerviosa a la gente y también he advertido que las personas que nos conocen ponen una cara rara cuando se enteran de que las voy a atender yo. Cuando trabajaba en el instituto, en cambio, los alumnos y los demás profesores me querían y me respetaban porque veían lo amable que yo era y cuánto me esmeraba por hacer mi trabajo lo mejor posible. En la cafetería me siento inútil y muy torpe. Por eso, no duraré mucho más tiempo allí, por eso, hace meses, empecé a enviar mi currículum a algunas escuelas concertadas para poder trabajar de nuevo de lo que yo he estudiado. Agnes no sabe que ya tengo programadas algunas entrevistas. No es seguro que pueda trabajar en alguna de esas escuelas, pero por intentarlo no pierdo nada. Estoy deseando volver a ejercer mi profesión y me arrepiento muchísimo de no haberme presentado a las oposiciones de educación que se convocaron este año. Le doy la razón a mi hermana cuando me insultaba diciéndome que era tonta.
Ahora, sin embargo, prefiero hablar de las vacaciones que hemos vivido las tres (y los cuatro desde que Gabriel se unió a nosotras). Hemos estado muy a gusto todos, hemos visitado sitios preciosos de Galicia que yo todavía no conocía y mi hermana ha sido muy feliz con nosotros estos días; lo cual me hacía creer que cada vez estaba más convencida de vivir aquí en Galicia. Con Gabriel la veo tan bien... Pensaba que se acabaría esa relación, pero estos días les han servido a los dos para unirse más, para saber que están hechos el uno para el otro. Creo que es el amor de la vida de mi hermana. A mí me gusta mucho verlos juntos, reír juntos, hablar de cualquier cosa, compartir pensamientos e impresiones. Mi hermana me ha confesado que siente envidia de la relación de Agnes y mía, pero ella también puede mantener una relación preciosa con Gabriel si la cuida.
Hemos hecho un recorrido muy completo por Galicia. Hemos estado en varias villas de Ourense, en la provincia de Coruña, de Lugo y también hemos estado en Pontevedra. Con el coche de Gabriel, hemos ido a sitios paradisíacos en los que parecía que no existiese el tiempo, en los que nos sentíamos apartados de la realidad. He sido muy feliz con Agnes y también con mi hermana, pero sobre todo con Agnes. Parecíamos dos adolescentes enamoradas buscando momentos en los que nadie nos mirase para darnos besos, para abrazarnos y decirnos cuán felices nos sentíamos. Me parecía que habíamos vuelto atrás, que de nuevo tenía a mi lado a la Agnes locamente enamorada a la que le daba vergüenza decirme que me quería mirándome a los ojos; pero, en realidad, yo nunca he dejado de tener a mi lado a esa mujer que tanto me hace perder la noción de mí misma y del tiempo. Agnes saca algo de mí que yo no sé que tengo en mi interior hasta que ella me besa, me abraza o me acaricia, hasta que me susurra en el oído con su dulcísima y hermosa voz... Hay algo que Agnes tiene que me descontrola, que me enloquece, que me hace desear que el tiempo se pare. Estoy tan enamorada de ella que no me domino cuando la tengo entre mis brazos, pero también cuando la veo caminar a mi lado, cuando la veo observar su entorno con tanta fascinación, cuando la veo sonreír, cuando la oigo cantar... Ella me ha demostrado sin cesar que también le arranco la cordura, que me ama con todo su corazón, a pesar de que yo no soy el único amor de su vida. Yo no soy la única mujer a la que ha amado. Desconocía por completo que había habido otra antes que yo, pero parece que eso ya no importe. Agnes nunca me habló de lo que ocurrió entre Lúa y ella porque le dolía profundamente recordar que fue precisamente ese amor el motivo que su madre encontró para alejarla de Galicia y entiendo que le costase hablarme de ello después de todo lo que sucedió. No es agradable recordar algo tan bonito que, sin embargo, fue la causa de lo que más la hirió en su vida. Tenía que aceptar todo aquello para poder contarlo. Ahora ya no me oculta nada más. Estos días también nos han servido a nosotras para olvidar todo aquello que aún nos hería, para reencontrarnos con todo nuestro ser, para saber que, después de todo lo que hemos vivido, todavía nos amamos con locura y sin fin. El amor que Agnes sintió siempre por Lúa no disminuye el que siente por mí. Además, no ha dejado de recordarme, en todos estos días, en todos esos momentos en los que yo sentía dudas, que nos casaremos dentro de dos meses. Estamos preparando nuestra sencilla boda desde hace meses, pero a mí se me olvida que ella va a casarse conmigo porque me ama. Cuando recuerdo que nos casaremos, siento unos inmensos nervios recorriéndome el cuerpo y el alma. Será una boda muy sencilla a la que acudirán las personas que conocemos de verdad, aunque también vendrán las amigas de Agnes y seguramente se encargarán de tocar con ella la música que adornará esos momentos tan bonitos. Mi hermana dice que ella también vendrá. Qué bien. Menos mal que puede venir.
Agnes dice que, en septiembre, nuestra vida va a cambiar mucho, pero yo no sé por qué tiene esa intuición si lo único que va a pasar es que ella, a partir de entonces, tendrá más obligaciones en la cafetería, pero está muy ilusionada con la llegada de ese mes que a mí también me hacía sentir mucha ilusión cuando trabajaba como profesora. Ahora me parece un mes más, pero Agnes dice que va a ser un comienzo para las dos.
Hoy volvimos de la aldea, que estuvimos allí desde el miércoles. Hace muchísimo calor. Por poco, en la aldea no llegamos a los cuarenta grados. No se podía hacer nada y por las noches apenas refrescaba, pero a partir de mañana ya llueve y van a bajar un poco las temperaturas. En cambio, los días que mi hermana estuvo aquí, hizo un tiempo muy bueno, no hizo calor, incluso hizo mucho fresquito en Ourense y sobre todo en Santiago. Mi hermana estaba muy contenta con ese clima porque allí en Manresa, los días previos a venir a Galicia, estaban asándose de calor.
Me gustaría sentir la ilusión que a Agnes le llena toda el alma, pero me cuesta mucho. Ella sabe que estoy algo decaída y me entiende. No me pide que intente estar animada porque ella sabe muy bien que, cuando no podemos estar alegres, no nos podemos forzar a estarlo y me entiende también porque ella había creído como yo que mi hermana vendría a vivir a Galicia y también se decepcionó mucho cuando supo que mi hermana ya no pensaba en ese proyecto. No obstante, lo que también me ocurre es que, incomprensiblemente, siento nostalgia por la vida que llevábamos Agnes y yo en Barcelona. Es cierto que ella no estaba bien, que le costaba mantenerse estable, pero teníamos muchísimas cosas buenas, sobre todo yo, es verdad. Echo de menos los rituales que celebrábamos con la gente del templo de la Diosa. Aquí me siento más lejos de mi religión. Sí hay personas que creen como nosotras, pero apenas acudimos a los rituales que celebran. No sé por qué no vamos, pero es que no me motiva ir. No las conozco tanto y sé que ésa no es una excusa. A la gente del templo de Barcelona tampoco la conocía, pero es que, las veces que hemos quedado con ellas, no he conseguido conectar del todo. Algunas de las mujeres que forman parte de ese grupo están en Iauga y Agnes sí se lleva excelentemente bien con ellas. Yo me llevo bien con alguna de ellas, pero me cuesta abrirme a ellas. No sé por qué me pasa eso si reconozco que son muy simpáticas y sensibles, como yo, pero me cuesta abrirme a la gente y creo que eso me ocurre porque no me siento del todo bien conmigo misma. Espero que pueda solucionar estas cositas que me ocurren.
Creo que ya dejaré de escribir. Tengo que ayudar a Agnes a limpiar la casa, a poner lavadoras, a hacer la cena y la comida de mañana... No volvemos a nuestra casa desde hace dos semanas y eso se nota.


1 comentario:

  1. Después de un mes sin escribir, Artemisa se anima y nos cuenta como están las cosas acualmente. Reconoce que se equivocó muchísimo con Agnes, que disfrutó mucho esos días festivos con ella y que no le guarda ningún rencor. Fueron unos días maravillosos y los vivió a lo grande, a pesar de perderse algunas cosas, como Agnes cantando el himno.

    Está bastante desilusionada y decepcionada con su hermana, y no es para menos. Después de hacerle creer que se iría a vivir allí y que abrirán juntas un negocio, decide quedarse en Manresa, aunque no sola, esta vez con Gabriel. Parece ser que a él no le importa vivir en Manresa y que desea un cambio de vida. Eso cambia por completo las cosas para Artemisa, aunque Casandra debe estar encantada. No sé si le sabrá mal por su hermana, espero que sí. Al menos Artemisa sabe que serán felices, que Gabriel es el amor de su vida. Ahora bien, lo de abrir la herbolistería ya no es una opción, pues lo tendría que hacer sola. Espero que pueda encontrar un trabajo en el que se sienta realizada. En la cafetería no está contenta. Está con Agnes, pero no se siente bien, el trabajo se le resiste y no tiene la misma paciencia que Agnes. A ver que dice Agnes cuando le diga que se marcha del trabajo, espero que lo comprenda.

    Dice que no se ocultan ya nada, pero esto de que envía curriculums a colegios no se lo ha dicho. Quizás por no hacerle sentir mal. Queda poco para la boda, que quieren que sea sencilla. Así me gustan a mi las bodas, sencillas y sin tanta gente. Estoy deseando que llegue ese momento. Y por último, echa de menos su vida en Barcelona. Quizás por no sentirse realizada. Un cambio en el trabajo puede hacerle cambiar la visión de las cosas. Aunque las cosas están bien, sigue echando en falta aquella vida y eso es síntoma de que algo no va bien. A ver que ocurre en el próximo capítulo. Como siempre, un placer leer el día a día de Agnes y Artemisa. ¡Ya son como de la familia!

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