Mañana,
por fin, empieza el mes de abril. Creo que hacía mucho tiempo que no tenía
tantas ganas de que llegase este mes. Para mí siempre ha sido un mes muy
especial, no sólo porque se halle ya inmerso en la primavera ni porque sea el
reflejo del renacimiento de la naturaleza, sino porque, en mi alma, su llegada
siempre produjo cambios muy bonitos, porque en abril me pasaron varias veces
las mejores cosas de mi vida, porque en abril he vivido con Agnes otras muy
especiales (como cuando viajamos a Galicia el año pasado, por primera vez
juntas y ella después de casi treinta años lejos de su tierra) y porque abril
siempre me trae sensaciones que no me entregan otros meses del año. Yo creo que
más que en diciembre tendría que haber nacido en abril o tal vez nací en abril
en otra vida mía.
Y
siento que este abril llega distinto, con cautela y silencio, pero lleno de
momentos muy vívidos. Tengo en mi ser sensaciones que no sé explicar. Llevo
todo el invierno intuyendo y negando cosas, intuyendo otras que no tengo más
remedio que aceptar y también deseando que el frío se vaya ya de una vez y
llegue el cálido esplendor de la primavera. Por fin ya hace tiempo de
primavera. Agnes no lleva tan bien este cambio, a ella no le gusta tanto la
primavera como a mí, sobre todo por el calor, pero igualmente noto que el
avance de los días nos acerca a algo muy importante.
Agnes
está distinta, con altibajos muy extraños que de repente desaparecen, pero,
mientras duran, me hacen tener miedo a que esa energía tan bonita con la que
había comenzado este año se quiebre. Es cierto que ha pasado momentos muy duros
por culpa del trabajo, pues le han buscado problemas donde ella no los buscaba
ni se los imaginaba, y además el mes de marzo ha sido muy duro para ella, pues,
además de haber pasado una época muy agobiante y mala en el trabajo, ha
empezado a estudiar con mucho ahínco para poder sacarse unas oposiciones. Yo
fui quien la animó a hacerlo, a que estudiase, y realmente no me costó nada
convencerla de que lo hiciese. Sabe perfectamente que aprobándolas será la
forma de regresar a Galicia con algún trabajo digno que nos permita subsistir
cómodamente. Es evidente que ella ya habría vuelto hace mucho tiempo sin tener
nada, pero ninguna de las dos queremos hacer las cosas así.
Por
un lado siento que me calma mucho verla estudiar así, tan motivada, tan
contenta con la posibilidad de regresar si aprueba, de trabajar allí si las
aprueba; pero, por la otra parte, noto que su ímpetu y su energía son muy
efímeros y presiento que en cualquier momento éstos pueden quebrarse y al mismo
tiempo noto que ella se esfuerza lo indecible para no caer, para no hundirse en
la aparente recaída que la espera al otro lado de todos estos días. Ella no me
lo dice y es realmente eso lo que más me intimida, que no me lo confiese, pero
sé que no está bien, que cuando no la miro entorna los ojos y deja de esforzarse
por entregarme luz con su mirada y noto también que, cuando no está delante de
mí, se encierra en sí misma, se acomoda en su estado de ánimo, del cual sale
con mucho esfuerzo cuando tiene que hablar conmigo o con cualquier persona que
requiera su atención. De repente me dice que solamente tiene ganas de llorar y
llora durante por lo menos media hora sin consuelo, sólo diciéndome que se
encuentra mal; pero después de eso regresa a lo que sabe que tiene que hacer
para conseguir volver realidad su sueño. No desiste, por muy difícil que sea el
temario que está estudiando, sigue estudiando pese a estar muy cansada y muerta
de sueño. Y estos días de fiesta que ha tenido empezaba a estudiar por la
mañana y no lo dejaba hasta que nos íbamos a dormir. Claro que de vez en cuando
paraba para salir conmigo a alguna parte, para comer, para lo que fuese. Creo
que nunca la he visto así, tan implicada en algo.
Pero
también noto cosas que no sé explicar y que, cuando las comento con mi hermana,
siento que son mucho más importantes de lo que quiero reconocer. Son cosas muy
sutiles que, según mi hermana, pueden darme muchas pistas sobre el verdadero
estado de ánimo de Agnes. Según Agnes, todo va bien, se encuentra
perfectamente, lo único que le pasa es que anímicamente está cansada, ya está.
Según mi hermana, Agnes me oculta que no está bien, que está a punto de sufrir
una recaída si es que no lo está haciendo ya. Y las señales en las que se basa
mi hermana para afirmar algo así es su cambiante estado de ánimo, su falta de apetito,
sus despistes (está muy distraída, olvidándose de cosas básicas, olvidando
cosas que le he dicho hace un momento) e incluso que tenga que insistirle para
que salgamos, para que nos relacionemos con nuestras amigas. Hoy, por ejemplo,
sé perfectamente que no le apetecía en absoluto ir a comer con ellas, pero me
lo ha ocultado porque no quería hacerme sentir mal. Me cuesta mucho entender
por qué le resulta tan complicado relacionarse con los demás. Hoy, comiendo con
ellas, notaba que tenía que esforzarse mucho por seguirles las conversaciones,
por escucharlas, por contestarles, aunque lo hacía aparentemente conforme y
cómoda, pero yo sé que le costaba. En cambio, cuando estamos solas, parece la
mujer más calmada y feliz del mundo, aunque es evidente que siempre veo más
allá de sus miradas, siempre puedo introducirme en sus ojos, hundirme en sus
palabras, escuchar las que no me dice, oír el verdadero tono de la voz de su
alma, saber qué no quiere expresar a través de sus ojos negros y tan
expresivos. La conozco mucho más de lo que ella se imagina y tal vez quiera
aceptar.
Con
mi hermana tampoco puedo hablar realmente de esto. A ella no puedo contarle
cosas que yo noto sin saber por qué lo noto y cómo es posible que lo haga con
tanta claridad. A mi hermana le he explicado miles de veces que me sorprende
mucho ver a Agnes tan incapaz de relacionarse con nuestros amigos y de repente,
en Galicia, verla tan extrovertida, como si no fuese una persona tímida, como
si nunca se hubiese sentido intimidada por nada ni por nadie, como si siempre
hubiese sido feliz. Ésa es la Agnes que es cuando estamos en su tierra; alguien
que sonríe de verdad, a quien le brillan de verdad los ojos, alguien que habla
sin timidez, con profundidad y mucha cercanía con quienquiera que se le
acerque. Yo no sabía que era así. Yo no me imaginaba que había en ella esa otra
Agnes que tanto me gusta, de la que apenas conocía nada hasta entonces, hasta
este octubre pasado. Y mi hermana me dice que es normal, que actúa así porque
está en su tierra, pero que tampoco tendría que existir esa inmensa diferencia
entre la que es cuando está allí y la que es cuando está aquí, sobre todo
porque aquí de momento tenemos nuestra vida y no sé cuánto tiempo más vamos a
vivir aquí, pero no puede estar así siempre, con esas ganas tan absolutamente
nulas de relacionarse con los demás, con esa timidez tan inmensa cuando tiene
que hablar con alguien que se supone que nos conoce. Incluso en el templo le
cuesta hablar. Y de eso también quería hablar precisamente.
En
esta entrada quería desahogarme con respecto a varias cosas que me preocupan
mucho, que no es que me ofendan, pero sí me quitan a veces el sueño. También
noto que para Agnes el templo ya no es tan importante e incluso, hasta la
semana pasada, que celebramos con la gente del templo el ritual de Ostara,
hacía muchísimo tiempo que no celebraba ningún ritual. Yo sí he celebrado
alguno de vez en cuando, esas veces que lo necesitaba o simplemente porque
necesitaba sentirme cerca de la Diosa, pero tengo la sensación de que para ella
ya no es lo mismo. NO sé qué le pasa, pero no me habla nada de ese tema, es
como si todo eso que ambas compartíamos hubiese desaparecido. No me atrevo a
decir que ha perdido la fe, porque sé que fe tiene, y mucha, pero está
distinta, como si algo en ella se hubiese apagado. No sé con certeza desde
cuándo lo noto, pero noto que algo en ella ya no está igual. Y me atreví a
preguntárselo el sábado pasado, antes de ir al templo, porque me insinuó
muchísimas veces que no le apetecía nada ir e incluso me dijo que fuese yo sin
ella, pero al final la convencí de que ese ritual le iría muy bien. Creo que no
fue el que mejor le ha ido en su vida, pero tampoco creo que se arrepintiese de
haber ido, aunque tampoco me lo confirmó. El caso es que esas cosas se notan,
aunque no se hablen, yo lo notaba, y se me confirmó precisamente el sábado
pasado. Le pregunté si había dejado de creer y me dijo que no, que seguía
creyendo, pero que simplemente no le apetecía ir al ritual. No es la primera
vez que no le apetece ir a un ritual. En Samhain también le pasó, y eso que es
su ritual preferido.
Por
más que le pregunto si le ocurre algo, si se le ha apagado la fe, lo único que
saco de ella es que tiene muy pocas ganas de interactuar con el mundo que la
rodea, de salir de casa cuando se tira tantas horas fuera, de estar con nadie
más que no sea yo. Al mismo tiempo pienso que, cuando me dice todo eso, lo que
en verdad quiere decirme es que en este lugar no le da la gana de dejar salir
todo lo que ella es, en este lugar no le da la gana de dejar fluir su preciosa
energía y tampoco le da la gana de intentar estrechar los lazos que tenemos con
las personas que son nuestros amigos precisamente porque no estamos en Galicia,
porque esa gente no es de allí y porque está cansada de hablar con gente que no
tiene su acento ni sabe hablar su lengua; pero es evidente que jamás me dirá
algo así, aunque lo piense.
Pero,
si escribo todo esto, no es para quejarme, sino porque me preocupa, porque me
entristece que ella misma se vete a sí misma de ese modo, se corte las alas de
esa forma, se restrinja tanto cuando sé que puede ser y es tan maravillosa. NO
entiendo por qué no permite que los demás la conozcan tal como es, por qué no
es posible que en este lugar se abra más a la gente y delante de las personas
que nos conocen sea quien de verdad es.
En
su trabajo pasa algo así también, aunque sé que es mucho peor. Sé que no se
relaciona con nadie, que apenas comparte nada con nadie, que no se esfuerza en
absoluto por conocer a la gente con la que trabaja. Según ella, son personas
con las que no tiene nada que ver, pero, no sé, me parece un poco triste que se
niegue la oportunidad de darse a conocer a los demás; aunque también es verdad
que me oculta la mayor parte de las cosas que vive allí, no sé si porque no
quiere recordarlas ni darles importancia o porque realmente le duelen, pero sé
que ha tenido problemas con algunas personas de allí. Me ha insinuado a veces
que hay dos compañeras que hablan mucho de ella, que, cuando ella se acerca, se
callan al instante y la miran de formas raras. Una vez me dijo que no quería
contarme esas cosas porque no quería que yo pensase que se imaginaba cosas que
no eran; pero yo jamás dudaré de ella en ese sentido.
Yo
también he tenido problemas con algún compañero de trabajo y precisamente lo
que más necesito es contárselo a ella porque necesito desahogarme, porque
quiero que me diga qué piensa, porque necesito sacar como sea todo lo que
siento ante esa situación; pero ella es muy reservada, muy hermética y a veces
conmigo incluso es muy inaccesible. Tengo que sacarle a veces las cosas con
pinzas, con mucho esfuerzo, hasta que por fin me confiesa lo que siente, lo que
piensa sobre un tema que le duele, que le arranca tantas lágrimas. Y es que
realmente me encantaría saber lo que le pasa en todo momento para decirle las
palabras que más necesita oír.
Al
mismo tiempo, siento que la conozco mejor que nadie en el mundo, que puedo
adivinar enseguida qué piensa en todo momento, que puedo entender el lenguaje de
sus miradas como nadie lo hizo antes, que oigo en su voz eso que no quiere
decir, y cuando estoy con ella no necesito nada más, sé perfectamente lo que
necesita, lo que quiere, aunque me diga lo contrario de lo que prefiere, sólo
para satisfacerme a mí, para que yo me sienta bien y feliz. Y también cuando
estamos tan juntas, solamente ella y yo, tengo la potente sensación de que no
hay nadie en el mundo que pueda comprenderme y conocerme mejor que ella, que
ella tiene en su alma toda la mía, que puede decir lo que pienso sin que sea
necesario que yo le diga nada.
Pero
de verdad sí me preocupa que no esté bien y que no quiera decírmelo para que
esa sensación que la absorbe no se vuelva más fuerte. . Muchas veces me ha
confesado que, aunque se sienta muy mal, prefiere no decir nada para que ese
desaliento no se vuelva más fuerte y también creo que lo que le ocurre es que
no quiere aceptar que no está tan bien como le gustaría. NO quiere preocuparme,
ni a mí ni a nadie, pero tampoco es justo que se guarde las cosas para ella.
Y
está continuamente trayendo hacia ella la existencia de Galicia, el espíritu de
Galicia, como sea, a través de música, de cualquier cosa. Tengo la impresión de
que cada vez le cuesta más vivir lejos de su tierra y necesita lograr que su esencia
invada sus momentos. Es como una especie de desesperación insaciable.
El
otro día, creo que fue el jueves, mientras escuchábamos una canción preciosa
típica de su tierra, cuyo nombre no recuerdo, me contó que esa canción se la
había enseñado su abuelita y que, cada vez que la escuchaba, le parecía que la
oía cantar. Entonces yo le dije que tenía mucha suerte por tener tantos
recuerdos bonitos, que a mí no me pasaba con mi infancia con tanta fuerza como
a ella. También le dije que era muy curioso que tuviese con su tierra una
relación tan fuerte, que siempre me había parecido muy bonito y curioso que
casi toda la gente de Galicia sienta tanta nostalgia si se halla lejos de su
tierra, que siempre me pregunté qué tendrá ese lugar para que quienes nacieron
allí y o quienes se enamoren de esa tierra no puedan vivir lejos de ella. Ella
se rió y dijo: “porque Galicia é única”, pero entonces le dije que yo nunca
había sentido nada así, que es verdad que me sentí muy atada a la isla donde
viví cuatro años, pero nunca sentí hacia ella ni la mitad de la nostalgia que
siente ella continuamente por Galicia. Entonces Agnes me dijo algo que yo nunca
me había planteado, me dijo (y lo escribo en castellano a pesar de que ella me
lo dijo en gallego porque, evidentemente, todavía no domino su lengua como para
escribirla): “creo que a ti te pasaría si vivieses fuera de España mucho
tiempo. Viviste en la isla mucho tiempo, pero ese lugar era mágico y su belleza
apenas te permitía extrañar este país, pero, si pasases fuera de España mucho
tiempo, estoy segura de que extrañarías con mucha fuerza todo lo que viviste
aquí”.
También
me dijo, a colación de que yo le dije que no recordaba mi infancia con tanto
cariño como ella: “si estuvieses lejos de España, entonces sí recordarías con
mucha añoranza tu infancia y recordarías incluso cosas de las que ahora ni te
acuerdas, simplemente porque tu país es España, simplemente eso”.
Y
puede que tenga razón, puede que yo no sienta lo mismo hacia el lugar en el que
nací porque es todo el país en sí lo que me tiene atada, pero yo creo que sería
capaz de vivir en cualquier parte del mundo porque tampoco siento por España
ese lazo tan fuerte que me resquebraje el alma si me hallo lejos. Yo creo que
mi tierra está en Agnes, es decir, ella es mi hogar, es la tierra lejos de la
que jamás podría vivir, y no me importa donde esté. Lo único que me importa es
que ella esté bien, se sienta completa y sea feliz, nada más, y es que hace
mucho tiempo que no la percibo plenamente feliz, que no me deslumbran sus ojos.
Noto que, aunque conmigo se sienta feliz y plena, le falta algo, algo no brilla
en ella de la misma forma.
Ahora
ya nos queda menos de un mes para volver a Galicia. Cada vez que se lo
recuerdo, por unos momentos que yo quisiera alargar hasta la eternidad, sus
ojos negros se llenan de luz y se le ilumina el rostro, me sonríe como no la
veo sonreír ante nada más. Me da mucho miedo perderla, es cierto, tengo mucho
miedo a que no quiera volver cuando en mayo tengamos que regresar, me da mucho
miedo traerme la mitad de su ser, traérmela tan destruida como regresó en
octubre. No quiero volver a pasar por eso, no quiero; pero tampoco quiero
retenerla aquí para evitar que su alma se desgarre. De todas formas, ahora
parece que está más claro que es posible que podamos iniciar allí otra vida. Yo
ya lo tengo completamente aceptado e incluso he de confesar que me iría mañana
mismo si así consiguiera recuperar esa parte de Agnes que aquí, en este lugar,
no tengo ni voy a tener. Me iría mañana mismo si nos asegurasen que allí ya
podemos iniciar una vida al menos trabajando alguna de las dos. No me importa
tener que estar haciendo cualquier cosa para encontrar trabajo e incluso es que
me quedaría en mayo, realmente, para no volver arrastrándola así como la arrastramos
en octubre, que por ejemplo nos costó mucho conseguir que nos fuésemos cuando
vimos el atardecer en Finisterre, que nos costó la vida que dejase de llorar
cuando nos volvimos el sábado, que incluso pensé que tendríamos que volver, que
no podíamos seguir el viaje si se encontraba tan mal. Me acuerdo de que,
comiendo en un pueblo de Soria cuyo nombre ahora no recuerdo, le temblaban las
manos, que apenas pudo probar la comida, que se esforzaba mucho por comer y se
dejó más de la mitad del plato, que se levantó mil veces al baño porque no
quería seguir llorando delante de nosotras. Me acuerdo de que me dijo que se
encontraba mal, que el corazón le iba muy rápido y yo tenía la sensación de que
estaba obligándola a permanecer en un mundo desconocido para ella y me dolía
muchísimo verla así, tan deshecha. Mi hermana incluso, en una de esas veces en
las que Agnes fue al baño, me dijo: “tendrás que plantearte en serio vivir en
Galicia. No lo soportará por mucho tiempo”.
Pero
yo soy muy terca y, con la excusa de que quiero hacer bien las cosas, alargo el
momento de irnos. Es cierto que yo del todo no quería irme, no estaba
convencida de querer marcharme de aquí, por eso le daba largas, le decía: “tenemos
que ahorrar para que, dentro de un año, podamos iniciar en Galicia una nueva
vida”, pero se lo decía sabiendo que eso estaba muy lejos todavía; pero ahora
tengo clarísimo que tenemos que irnos. Incluso es que hace dos meses yo estaba
convencida de que quería vivir aquí hasta cuando fuese porque me gusta vivir
aquí; pero no sé cómo he entendido de repente que estoy siendo muy egoísta,
que, si quiero de verdad a Agnes, tengo que esforzarme por ayudarla a
construirnos allí nuestra vida, que, si estamos juntas, no nos costará, seguro.
Sé ahora que, si de verdad la quiero, si quiero verla feliz y si de veras me
importa su bienestar anímico, tengo que acompañarla, tengo que volver con ella;
pero también soy consciente de que es su sueño y que tiene que ser ella quien
logre volverlo realidad. Por eso también quiero que se saque las oposiciones
como sea, pero también pienso que, si no lo consigue, evidentemente, nos iremos
como sea. Un año más no podemos estar aquí. Es incluso antinatural huir de lo inevitable,
huir de algo que jamás va a desaparecer.
Antes
sobre todo me dolía imaginarme en Galicia porque estaría lejos de mi hermana,
pero ahora ella tiene una pareja con quien se pasa la mayor parte del tiempo.
Está haciendo su vida como nosotras hacemos la nuestra. El chico que está con
mi hermana es bastante majo, nos cae bien, sobre todo a mí, y sobre todo me cae
bien porque sabe cuidar a mi hermana, porque con ella se nota que tiene una
conexión muy especial. Ella está de vacaciones esta semana en Cantabria, que su
chico es de allí (yo no sé qué nos pasa a las dos con la gente del norte) y
está hablándome maravillas de su familia, del lugar donde nació su chico, y la
veo tan feliz que eso me calma muchísimo.
Creo
que voy a dejar ya de escribir. Es muy tarde y a las dos nos conviene
descansar. Sólo espero que esas señales que yo creo detectar en Agnes
desaparezcan, que esté bien, por favor, que no decaiga, que no se desaliente.
Necesito que sea fuerte para que pueda cumplir sus sueños, para que ella pueda
confiar en sí misma.
Me siento identificado con Agnes. A veces me cuesta abrirme, y eso que estoy con amigos o conocidos con los que estoy bien. En según que ocasiones, está más acentuado que en otras. En Agnes esto es algo continuado y mucho más fuerte. Artemisa se pregunta cómo es posible que en Galicia esté animada y se abra a la gente y en otros lugares se cierre. Es lógico que le entristezca no ver a la Agnes que le gusta, la que irradia alegría y ganas de vivir. El ejemplo que le pone Agnes a Artemisa es muy bueno. Si ella estuviese fuera de España, la añoraría. Es verdad, tendría siempre en su interior la tristeza y la añoranza por volver. Aunque, no sé si llegaría al extremo de Agnes.
ResponderEliminarAgnes también se plantea si es justo que Artemisa lo deje todo por irse con ella. Nada es tan fácil, son decisiones realmente complicadas. Puedes pensar "pues te vas y punto", pero eso queda muy bien en un libro o una película, la realidad es otra, y es la que están viviendo ellas. Agnes está volviendo a encerrarse en si misma, aunque yo no pensaba que estuviese a punto de sufrir otra crisis, ¡espero que no! Está todo en el aire, no se sabe si se irán juntas, Agnes sola o si finalmente se quedarán un tiempo más. Casandra ya tiene novio y por lo que parece, este sí que la hace feliz y es un buen hombre. Al menos así, Artemisa no se sentirá tan mal si al final se marcha con Agnes, aunque le dolerá igualmente separarse de su hermana, eso es normal. Luego, parece que Agnes ya no está tanto por ir a las reuniones en el templo. Yo, como siempre he pensado que creer en algo es personal, íntimo y no se necesita iglesia, templos ni nada...el templo es tu cuerpo, pues no me preocupa. Ahora, no sé si está perdiendo la fe en eso en concreto, o simplemente es que ha evolucionado su forma de creer o pensar, eso no tiene que ser malo forzosamente, las personas cambiamos, y no necesariamente a mal.
En fin, son un cúmulo de sentimientos encontrados, cambios y decisiones difíciles. Todo ello hace que vivan una momento de cambios en su vida y en la forma de pensar. Como siempre, ¡¡¡¡me encanta leerte!!!!!
No sé si lo dejas para el lector caiga en la cuenta, pero si Artemisa nació en diciembre muy posiblemente fue concebida en abril, así que tiene todo el derecho del mundo a sentirse identificada con este bonito mes, y mira, lo mismo de ahí le viene el que caiga tanto en gracia.
ResponderEliminarLas personalidades de Artemisa y Agnes son distintas, aunque complementarias, y en los primeros párrafos me surge la pregunta de quién es la fuerte, la estable, y quien la débil, la variable. Así, de primeras, parecería que sin duda Agnes es la más débil, la que está casi a un paso casi siempre de la depresión, del desánimo, de la lágrima, la que parece que el viento de la vida dobla con mucha facilidad, mientras que Artemisa da la impresión de ser más fuerte y estable. Sí, eso es lo primero que se me viene a la cabeza, pero luego, viendo la realidad de las cosas, ya no queda tan claro. Porque ella es la que en realidad tiene un horizonte persistente, está en sus oposiciones, en buscar el modo de llegar a Galicia, y aunque parece siempre dulce y suave (y lo es), también es determinada y constante, como el agua que horada la piedra, como la tortuga de la fábula, que finamente gana a la liebre.
También por eso Artemisa ha dado la vuelta a su pensamiento, ha tenido tiempo de adaptarse, de cambiar, de aceptar que Agnes fuera de Galicia es un pez fuera del agua, y que aunque gracias a su amor puede insuflar aire a su organismo, eso no deja de ser una cura provisional: tiene que volver, o al menos, tiene que intentarlo y ella apoyarla. Además, lo va a lograr. E incluso ha dado tiempo para que su hermana deje de ser un problema insalvable, lo mismo incluso se va a vivir a Cantabria con su novio, que al final también es un sitio precioso, a pocos kilómetros de Galicia. Y, ahora que no nos oye Agnes, con rincones tan bonitos como los de su amada Galicia, igual que los tiene Asturias.
En todo caso en esta entrada lo que veo es un camino, una esperanza, ya no dos proyectos que circulan por vías que se separan, sino que por el contrario convergen, aunque sea dentro aún de unos kilómetros; pero el notar que cada vez estás más cerca de tu meta sin duda te anima.
Por eso no creo tampoco que el regreso de Agnes en mayo vaya a ser problemático; claro que no le gustará volver, pero tampoco me parece que se vaya desesperar, porque Galicia ya no es una quimera inalcanzable, sino una meta que poco a poco se acerca, aunque sea a paso de tortuga.
Y es Agnes ha demostrado que quiere y puede conseguir las cosas, aún la recuerdo en su cabaña del bosque, cuando Artemisa casi muere... ahora es distinta, pero sigue conservando su magia, su empuje y la capacidad de salir siempre adelante.