Sería
muy fácil decirle que no puede ser y que se conformase, pero su deseo es
incansable y la agota tanto que de repente desaparecen de su alma las ganas de
luchar por sí misma, por lo que siempre anheló, y yo no sé si sentirme culpable
cuando detecto su incipiente desaliento, porque muchas veces sí siento que soy
la responsable de que toda su alma se llene de desánimo. Yo no le he dicho
directamente que no puede ser, sería incapaz de aniquilar así su sueño con mis
propias manos; pero sí me gustaría decirle que es muy difícil, que siento un
vacío en el estómago cada vez que me imagino lejos de lo que tanto me costó
construir, cada vez que me imagino que tengo que alejarme de este trabajo que tanto
esfuerzo me costó conseguir, de mis compañeros de trabajo, y ya no sólo eso, es
que no sé si ella se lo ha planteado, es que tendré que obtener algún
certificado de lengua gallega que me permita trabajar en Galicia, sobre todo
porque yo me dedico a la enseñanza, y es obligatorio tener un nivel muy alto de
gallego para poder hacer algún traslado o para opositar allí. Yo el gallego (al
menos el suyo) lo entiendo perfectamente, también lo entiendo cuando lo escucho
por la radio o por la televisión; aunque ella me resalta muchas veces que en la
radio y en la televisión hablan un gallego muy neutro, que el gallego de las
aldeas no tiene nada que ver, y es cierto, pero estaré tan acostumbrada a ella
que muchas veces pienso que lo domino perfectamente; pero, claro, no es lo
mismo entenderla a ella que saber escribirlo y hablarlo con mucha fluidez y sin
cometer errores. Me costó mucho conseguir el certificado de lengua catalana. No
me imagino ahora esforzándome por sacarme el de gallego. No sé por qué, pero no
me imagino; al contrario que ella, que está haciendo un curso de teleformación
para prepararse para el examen de CELGA, que dice que ya es hora de demostrar
de algún modo que domina su lengua materna. Además, es que... otra lengua que
no es la mía... tener que trabajar usando continuamente en clase una lengua que
no es la mía, tener que leerla, escribirla, otra vez... Yo, sinceramente, si
tuviese que escoger, me iría a vivir a León o a cualquier otro sitio donde
pudiese usar el castellano; mi lengua madre, pero no me siento atada a ningún
lugar tanto para hacer eso. Ella tiene este sueño tan fuerte, más que sueño ya
es una necesidad vital, y yo me agarro a su sueño porque me gusta sentirme
arrastrada por su ilusión, olvidándome momentáneamente de que la vida es tan
difícil, de que tenemos que responder a tantos esquemas... Me gusta sentir que
su sueño me da alas y me separa del suelo, de la realidad, y soñar con ella en
una realidad que no es tan complicada; pero creo que yo soy mucho más racional
que ella y regreso enseguida a nuestro verdadero presente; pero ella se queda
soñando, hasta que una espina de la realidad le rasga el alma y en esa brecha
que le provoca se introducen las preocupaciones, los miedos, sobre todo el
pánico a que no pueda ser, a que pase cualquier cosa y no pueda volver, a que
yo me niegue a dejar nuestra vida, que para mí podría ser perfecta si ella no
tuviese esta necesidad tan grande, tan asfixiante, que tanto la anima muchas
veces y que tanto la desanima en otras, que no la deja respirar con serenidad,
ni siquiera le permite valorar con toda plenitud la inmensa cantidad de
bendiciones que tenemos.
Últimamente
brillaba la primavera, pero de nuevo vino un semi invierno y la lluvia, aunque
yo creo que es totalmente necesario que llueva. Galicia sí salió de la época de
sequía (y menos mal, por lo menos una preocupación menos para Agnes), pero aquí
todavía necesitamos muchísima agua. A mí sí me preocupa mucho que no llueva lo
que tiene que llover, pero porque a mí la naturaleza me importa toda,
dondequiera que se encuentre, y me crea mucho malestar saber que está tan
enferma, que hay tantas cosas que fallan; pero, al contrario que Agnes, esa
preocupación no interfiere en mi día a día. Soy capaz de vivir cada momento
llevando en el alma este desasosiego. En cambio, yo no sé por qué, ella es
incapaz de estar serena si le pasa algo a su tierra. Muchas veces he llegado a
pensar que es algo peligroso, incluso enfermizo, que tenga tanta conexión con
ella, e incluso me da miedo imaginarme qué puede ocurrir si sucede alguna otra
catástrofe horrible, como los incendios de octubre. No quiero pensar que no lo
soportaría, que se rendiría, como estuvo a punto de hacer en aquel entonces.
Pensé que la perdía. Nadie podrá imaginarse jamás lo que sentí cuando recibí
esa llamada telefónica suya a las tres y cuarto de la tarde de ese lunes 16 de
octubre, cuando oí que me pedía que le hablase de cualquier cosa para
distraerla, que se encontraba muy mal, que estaba muy cerca de la vía del tren y
que tenía la mente llena de un pensamiento horrible, que le hablase, que le
dijese cualquier cosa, y yo no sabía qué decirle, me quedé en blanco. Sólo fui
capaz de pedirle que no me hiciese eso, que no me dejase sola, que pensase en
nuestra vida. No puedo recordar ese momento sin sentir que todo mi ser se convierte
en hielo, y es que tuve de repente tanto miedo y me sentí tan impotente que no
pude evitar que me dominase la ansiedad. Salí corriendo de casa en cuanto
colgamos, cuando ya supe que estaba a salvo en el tren, porque era incapaz de
imaginármela volviendo sola a casa, andando por la calle, sola, en ese estado.
Y menos mal que fui a recibirla a la estación. Cuántas veces tuve que detenerla
para tranquilizarla, cuántas veces tuve que agarrarla del brazo porque iba a
cruzar un semáforo en rojo... y todo eso porque Galicia ardía.
Quisiera
pensar que todo eso quedó atrás, pero sé que puede resurgir de repente. Por eso
muchas veces me pregunto qué debo hacer con nuestra vida, a quién debo
satisfacer y escuchar.
Sin
embargo, Galicia sí me gusta mucho para vivir; pero me cuesta confiar en que lo
consigamos, en que sea tan fácil. Yo deseo que Agnes sea feliz, lo deseo con
toda mi alma, y saber que no está en mis manos la posibilidad de volver
realidad sus sueños me hace sentir mucha impotencia, sobre todo cuando se
derrumba y empieza a decirme que no entiende por qué siempre fue tan imposible
conseguir lo que más anhela en el mundo, que no entiende por qué tiene que
esforzarse tanto por alcanzar un sueño ni por qué su vida ha estado tan llena
de desaliento y complicaciones. Me preguntaba, el otro día, si había hecho algo
malo en esta vida o en otra, y yo no sabía qué responderle.
Soy
consciente de que es muy difícil llenar de felicidad un alma tan herida. Sé que
su alma está profundamente herida, a pesar de que conmigo parezca siempre tan
conforme, tan calmada, tan libre. Y realmente creo que todos tenemos el alma
herida, aunque sean heridas imperceptibles que se hallan enterradas bajo un
sinfín de recuerdos que las esconden. Yo también tengo muchas heridas en el alma
que creo que nunca me sanaron ni me sanarán, heridas que me hizo mi propio
pasado, que me hice yo misma actuando del modo contrario a como sabía que tenía
que actuar, y continuamente nos herimos a nosotros mismos a través de algún
pensamiento, de alguna acción que realizamos sin estar conformes con llevarla a
cabo y sobre todo nos herimos hiriendo a la persona que más queremos y nos
quiere. Yo sé que a Agnes la hiero muy fácilmente sin necesidad de decirle
nada, simplemente alargando el momento, huyendo de esa conversación tan
importante que tenemos que mantener o, sencillamente, obligándola a permanecer
en algún lugar donde no le apetece hallarse o junto a personas con las que no
le apetece estar.
Hacía mucho que no leía nada sobre ellas, por fin has podido escribir y desvelarnos más cosas, tenía muchas ganas.
ResponderEliminarArtemisa olvida algo muy importante, y es que Agnes sigue estando enferma, aunque no lo parezca. Su estado actual, aunque es estable y lleva una vida aparentemente bien, es delicado. Es una persona perfectamente normal pero puede quebrarse más fácilmente y con peores consecuencias que otras personas. Es cierto que ella tiene una conexión sobrenatural con su tierra, que todo le afecta y desea con toda su alma volver, pero a eso hay que sumarle que lo pasó tan mal y vivió experiencias tan traumáticas que todo le afecta mucho más, sobretodo si está relacionado con Galicia.
Se nota que Artemisa se esfuerza para que ella sea feliz. Sabe que la felicidad de Agnes pasa por trasladarse a Galicia y vivir allí. Si la ama, tendrá que aceptar sus deseos e ir con ella, de todas formas, como ella bien dice, no siente conexión especial con ningún lugar, aunque prefiera vivir en León, por el tema de las oposiciones y la lengua.
No me quiero ni imaginar lo que debió sentir Artemisa cuando Agnes le llamó frente a la vía de un tren. Lo debió pasar muy mal. No es nada fácil esta situación. Por un lado, su amor por Agnes, su vida junto a ella, su felicidad. Por el otro, su carrera, su vida con su hermana, sus amigas, el trabajo...es una decisión complicada y entiendo muy bien que retrase el momento de tener esa conversación con ella. No sabe que decir y es que todavía no ha tomado una decisión contundente. Me gustaría pensar que decidirá irse junto a Agnes, ojalá. Voy a por otro capítulo, que está muy interesante.
¿Se pueden compartir los sueños? Es un comentario un poco gallego, porque es una pregunta. Artemisa y Agnes desean tener un futuro juntos, es evidente que se quieren profundamente y que les va a resultar muy difícil ser felices a la una sin la otra, entonces, ¿qué pasa con los sueños compartidos? Es seguro que tienen que llegar a un acuerdo. Agnes está unida a Galicia, y de muchos modos; pero esa no es la única respuesta a todo, porque cuando se ve desesperada llama a Artemisa, se agarra a ella como un náufrago a la tabla de salvación, y eso demuestra que emocionalmente sabe que, de algún modo, incluso por encima de Galicia esta Artemisa, o al menos así lo interpreto yo. Eso no quiere decir que Agnes pueda ni quiera renunciar a Galicia, ni tiene por qué hacerlo, pero indudablemente va a intentar una vida en común, y eso significa, básicamente, ceder. Tal vez será conseguir las cosas más tarde, o de otro modo, o de otra manera; o no, en realidad no es renunciar a los sueños, sino tener claro cuáles son esos sueños y de qué modo importan. Agnes y Artemisa estoy seguro que se van a poner de acuerdo, no tendría sentido haber recorrido un camino tan largo para luego renunciar a lo que no sea ir en pos de lo personal y olvidar la una a la otra: no lo puedo creer.
ResponderEliminar¿Y cómo ocurrirá todo eso? Ah, eso solo tú lo sabes...