viernes, 11 de mayo de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: JUEVES, 12 DE ABRIL DE 2018

Jueves, 12 de abril de 2018:

Sería muy fácil decirle que no puede ser y que se conformase, pero su deseo es incansable y la agota tanto que de repente desaparecen de su alma las ganas de luchar por sí misma, por lo que siempre anheló, y yo no sé si sentirme culpable cuando detecto su incipiente desaliento, porque muchas veces sí siento que soy la responsable de que toda su alma se llene de desánimo. Yo no le he dicho directamente que no puede ser, sería incapaz de aniquilar así su sueño con mis propias manos; pero sí me gustaría decirle que es muy difícil, que siento un vacío en el estómago cada vez que me imagino lejos de lo que tanto me costó construir, cada vez que me imagino que tengo que alejarme de este trabajo que tanto esfuerzo me costó conseguir, de mis compañeros de trabajo, y ya no sólo eso, es que no sé si ella se lo ha planteado, es que tendré que obtener algún certificado de lengua gallega que me permita trabajar en Galicia, sobre todo porque yo me dedico a la enseñanza, y es obligatorio tener un nivel muy alto de gallego para poder hacer algún traslado o para opositar allí. Yo el gallego (al menos el suyo) lo entiendo perfectamente, también lo entiendo cuando lo escucho por la radio o por la televisión; aunque ella me resalta muchas veces que en la radio y en la televisión hablan un gallego muy neutro, que el gallego de las aldeas no tiene nada que ver, y es cierto, pero estaré tan acostumbrada a ella que muchas veces pienso que lo domino perfectamente; pero, claro, no es lo mismo entenderla a ella que saber escribirlo y hablarlo con mucha fluidez y sin cometer errores. Me costó mucho conseguir el certificado de lengua catalana. No me imagino ahora esforzándome por sacarme el de gallego. No sé por qué, pero no me imagino; al contrario que ella, que está haciendo un curso de teleformación para prepararse para el examen de CELGA, que dice que ya es hora de demostrar de algún modo que domina su lengua materna. Además, es que... otra lengua que no es la mía... tener que trabajar usando continuamente en clase una lengua que no es la mía, tener que leerla, escribirla, otra vez... Yo, sinceramente, si tuviese que escoger, me iría a vivir a León o a cualquier otro sitio donde pudiese usar el castellano; mi lengua madre, pero no me siento atada a ningún lugar tanto para hacer eso. Ella tiene este sueño tan fuerte, más que sueño ya es una necesidad vital, y yo me agarro a su sueño porque me gusta sentirme arrastrada por su ilusión, olvidándome momentáneamente de que la vida es tan difícil, de que tenemos que responder a tantos esquemas... Me gusta sentir que su sueño me da alas y me separa del suelo, de la realidad, y soñar con ella en una realidad que no es tan complicada; pero creo que yo soy mucho más racional que ella y regreso enseguida a nuestro verdadero presente; pero ella se queda soñando, hasta que una espina de la realidad le rasga el alma y en esa brecha que le provoca se introducen las preocupaciones, los miedos, sobre todo el pánico a que no pueda ser, a que pase cualquier cosa y no pueda volver, a que yo me niegue a dejar nuestra vida, que para mí podría ser perfecta si ella no tuviese esta necesidad tan grande, tan asfixiante, que tanto la anima muchas veces y que tanto la desanima en otras, que no la deja respirar con serenidad, ni siquiera le permite valorar con toda plenitud la inmensa cantidad de bendiciones que tenemos.

Últimamente brillaba la primavera, pero de nuevo vino un semi invierno y la lluvia, aunque yo creo que es totalmente necesario que llueva. Galicia sí salió de la época de sequía (y menos mal, por lo menos una preocupación menos para Agnes), pero aquí todavía necesitamos muchísima agua. A mí sí me preocupa mucho que no llueva lo que tiene que llover, pero porque a mí la naturaleza me importa toda, dondequiera que se encuentre, y me crea mucho malestar saber que está tan enferma, que hay tantas cosas que fallan; pero, al contrario que Agnes, esa preocupación no interfiere en mi día a día. Soy capaz de vivir cada momento llevando en el alma este desasosiego. En cambio, yo no sé por qué, ella es incapaz de estar serena si le pasa algo a su tierra. Muchas veces he llegado a pensar que es algo peligroso, incluso enfermizo, que tenga tanta conexión con ella, e incluso me da miedo imaginarme qué puede ocurrir si sucede alguna otra catástrofe horrible, como los incendios de octubre. No quiero pensar que no lo soportaría, que se rendiría, como estuvo a punto de hacer en aquel entonces. Pensé que la perdía. Nadie podrá imaginarse jamás lo que sentí cuando recibí esa llamada telefónica suya a las tres y cuarto de la tarde de ese lunes 16 de octubre, cuando oí que me pedía que le hablase de cualquier cosa para distraerla, que se encontraba muy mal, que estaba muy cerca de la vía del tren y que tenía la mente llena de un pensamiento horrible, que le hablase, que le dijese cualquier cosa, y yo no sabía qué decirle, me quedé en blanco. Sólo fui capaz de pedirle que no me hiciese eso, que no me dejase sola, que pensase en nuestra vida. No puedo recordar ese momento sin sentir que todo mi ser se convierte en hielo, y es que tuve de repente tanto miedo y me sentí tan impotente que no pude evitar que me dominase la ansiedad. Salí corriendo de casa en cuanto colgamos, cuando ya supe que estaba a salvo en el tren, porque era incapaz de imaginármela volviendo sola a casa, andando por la calle, sola, en ese estado. Y menos mal que fui a recibirla a la estación. Cuántas veces tuve que detenerla para tranquilizarla, cuántas veces tuve que agarrarla del brazo porque iba a cruzar un semáforo en rojo... y todo eso porque Galicia ardía.

Quisiera pensar que todo eso quedó atrás, pero sé que puede resurgir de repente. Por eso muchas veces me pregunto qué debo hacer con nuestra vida, a quién debo satisfacer y escuchar.

Sin embargo, Galicia sí me gusta mucho para vivir; pero me cuesta confiar en que lo consigamos, en que sea tan fácil. Yo deseo que Agnes sea feliz, lo deseo con toda mi alma, y saber que no está en mis manos la posibilidad de volver realidad sus sueños me hace sentir mucha impotencia, sobre todo cuando se derrumba y empieza a decirme que no entiende por qué siempre fue tan imposible conseguir lo que más anhela en el mundo, que no entiende por qué tiene que esforzarse tanto por alcanzar un sueño ni por qué su vida ha estado tan llena de desaliento y complicaciones. Me preguntaba, el otro día, si había hecho algo malo en esta vida o en otra, y yo no sabía qué responderle.

Soy consciente de que es muy difícil llenar de felicidad un alma tan herida. Sé que su alma está profundamente herida, a pesar de que conmigo parezca siempre tan conforme, tan calmada, tan libre. Y realmente creo que todos tenemos el alma herida, aunque sean heridas imperceptibles que se hallan enterradas bajo un sinfín de recuerdos que las esconden. Yo también tengo muchas heridas en el alma que creo que nunca me sanaron ni me sanarán, heridas que me hizo mi propio pasado, que me hice yo misma actuando del modo contrario a como sabía que tenía que actuar, y continuamente nos herimos a nosotros mismos a través de algún pensamiento, de alguna acción que realizamos sin estar conformes con llevarla a cabo y sobre todo nos herimos hiriendo a la persona que más queremos y nos quiere. Yo sé que a Agnes la hiero muy fácilmente sin necesidad de decirle nada, simplemente alargando el momento, huyendo de esa conversación tan importante que tenemos que mantener o, sencillamente, obligándola a permanecer en algún lugar donde no le apetece hallarse o junto a personas con las que no le apetece estar.

 

2 comentarios:

  1. Hacía mucho que no leía nada sobre ellas, por fin has podido escribir y desvelarnos más cosas, tenía muchas ganas.
    Artemisa olvida algo muy importante, y es que Agnes sigue estando enferma, aunque no lo parezca. Su estado actual, aunque es estable y lleva una vida aparentemente bien, es delicado. Es una persona perfectamente normal pero puede quebrarse más fácilmente y con peores consecuencias que otras personas. Es cierto que ella tiene una conexión sobrenatural con su tierra, que todo le afecta y desea con toda su alma volver, pero a eso hay que sumarle que lo pasó tan mal y vivió experiencias tan traumáticas que todo le afecta mucho más, sobretodo si está relacionado con Galicia.

    Se nota que Artemisa se esfuerza para que ella sea feliz. Sabe que la felicidad de Agnes pasa por trasladarse a Galicia y vivir allí. Si la ama, tendrá que aceptar sus deseos e ir con ella, de todas formas, como ella bien dice, no siente conexión especial con ningún lugar, aunque prefiera vivir en León, por el tema de las oposiciones y la lengua.

    No me quiero ni imaginar lo que debió sentir Artemisa cuando Agnes le llamó frente a la vía de un tren. Lo debió pasar muy mal. No es nada fácil esta situación. Por un lado, su amor por Agnes, su vida junto a ella, su felicidad. Por el otro, su carrera, su vida con su hermana, sus amigas, el trabajo...es una decisión complicada y entiendo muy bien que retrase el momento de tener esa conversación con ella. No sabe que decir y es que todavía no ha tomado una decisión contundente. Me gustaría pensar que decidirá irse junto a Agnes, ojalá. Voy a por otro capítulo, que está muy interesante.

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  2. ¿Se pueden compartir los sueños? Es un comentario un poco gallego, porque es una pregunta. Artemisa y Agnes desean tener un futuro juntos, es evidente que se quieren profundamente y que les va a resultar muy difícil ser felices a la una sin la otra, entonces, ¿qué pasa con los sueños compartidos? Es seguro que tienen que llegar a un acuerdo. Agnes está unida a Galicia, y de muchos modos; pero esa no es la única respuesta a todo, porque cuando se ve desesperada llama a Artemisa, se agarra a ella como un náufrago a la tabla de salvación, y eso demuestra que emocionalmente sabe que, de algún modo, incluso por encima de Galicia esta Artemisa, o al menos así lo interpreto yo. Eso no quiere decir que Agnes pueda ni quiera renunciar a Galicia, ni tiene por qué hacerlo, pero indudablemente va a intentar una vida en común, y eso significa, básicamente, ceder. Tal vez será conseguir las cosas más tarde, o de otro modo, o de otra manera; o no, en realidad no es renunciar a los sueños, sino tener claro cuáles son esos sueños y de qué modo importan. Agnes y Artemisa estoy seguro que se van a poner de acuerdo, no tendría sentido haber recorrido un camino tan largo para luego renunciar a lo que no sea ir en pos de lo personal y olvidar la una a la otra: no lo puedo creer.

    ¿Y cómo ocurrirá todo eso? Ah, eso solo tú lo sabes...

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