Martes, 26 de febrero de 2019
El mes de febrero no está pasando
por nuestras vidas. Está volando. Me cuesta mucho creer que Agnes y yo llevemos
casi cinco meses viviendo en Ourense. Tengo la sensación de que el tiempo
transcurre mucho más rápido desde que vivimos aquí. Además, está siendo un mes
de febrero muy extraño, lleno de momentos de todo tipo, también de mucho
esfuerzo y de trabajo. La cafetería da muchísimo trabajo y hay días en los que
parece que no podremos llevarla las dos juntas. Silvia está muy contenta con
nosotras y, de vez en cuando, viene para echarnos una mano. Ella se queda al
mando de la cafetería cuando yo termino mi jornada a las cinco de la tarde;
pero, de las tres, creo que quien más duro trabaja en la cafetería es Agnes y,
sin embargo, es la que menos se queja. Agnes es quien la abre a las seis de la
mañana, quien la pone en condiciones de ser abierta, quien lo limpia y ordena
todo, quien pone las primeras hornadas del día y quien recibe a los
repartidores cuando corresponde. Además, lo hace todo ella sola, se levanta
tempranísimo (a las cinco de la mañana) y camina media hora por Ourense cuando
ni siquiera hay cuatro grados de temperatura en la calle; pero no se queja
nunca. Nunca la oigo protestar por nada, ni siquiera cuando le pregunto si no
está cansada. Me reconoce que sí lo está, pero le cuesta mucho hacerlo, no sé
por qué.
Como hace varios días que no
escribo, tengo muchas cosas por contar. Sinceramente, yo me siento muy bien
ahora. Estoy muy contenta y llena de energía. No me cuesta nada levantarme
todos los días y enfrentarme a las horas que tengo por delante, al contrario,
saber que voy a trabajar junto a Agnes me llena de ilusión y de energía. No
obstante, he de reconocer que tengo el alma llena de dudas. Van a salir
oposiciones de enseñanza y no sé si presentarme. Sí me gustaría recuperar el
trabajo para el que tanto me he preparado, pero no quiero separarme de Agnes.
Me gusta mucho trabajar en la cafetería, pero sobre todo me gusta porque estoy
con ella, porque comparto este trabajo con ella, porque lo vivimos juntas,
todos los días. Además, me gustaría que esa cafetería fuese nuestra. Es una
parte innegable de nuestra vida y muchas veces me sorprendo imaginándome que es
totalmente nuestra. Me cuesta mucho recordar que la propietaria de Auria es Silvia.
Hace poco, le propuse a Agnes que le comprásemos la cafetería a Silvia, pero no
quiso. Me dijo que ya tenía suficiente con trabajar allí, que ser propietarias
de la cafetería era algo muy complicado y que ahora mismo no le apetecía
meterse en esas cosas. Creo que Agnes se ha acomodado mucho en esta vida.
También se está resistiendo a que adoptemos a una perrita preciosa, de la que
creo que ya he hablado aquí, aunque se nota a leguas que le ha cogido un cariño
inmenso. No obstante, dice que se siente incapaz de cuidar de ella, que no
podemos mantenerla ahora porque pasamos muchas horas fuera de casa; pero sé que
al final acabaré por convencerla y, dentro de poco, tendremos a un ser
pequeñito lleno de pelo recorriendo toda nuestra casa.
Espero que Agnes cambie pronto de
opinión, aunque ahora no la veo mucho por la labor de hacerlo. Está algo
extraña desde hace unos días, igual que el clima que está haciendo. Para ser
febrero, está haciendo muchísimo calor. El domingo incluso llegamos casi a los
treinta grados por la tarde. Yo tengo que reconocer que a mí este tiempo me
gusta mucho. Me anima mucho que haga tanto calor. Me apetece mucho caminar por
la orilla del Miño mientras siento el calor y la luz del sol envolviéndome,
alejándome de los rescoldos del invierno. Además, ahora que está cada vez más
cerca Entroido (el Carnaval de aquí), me apetece mucho más disfrazarme si hace
este tiempo. Me paso las tardes caminando, fuera de casa, también corriendo de
vez en cuando y disfrutando de este clima tan extraño que, muy bien lo sé, no
deberíamos tener ahora porque todavía estamos en febrero; pero parece que yo me
adapte a las cosas mucho mejor que Agnes. Agnes no lleva nada bien que haga
este tiempo. No le gusta nada que haga tanto calor e, incluso, tengo que reconocer
que está de un mal humor terrible. Está insoportable, la verdad. No le apetece
nada salir de casa. Dice que prefiere pasarse toda la tarde leyendo antes que
tener que soportar este absurdo calor. Me dice, textualmente lo cito tal como
me lo dice: “eu con ista calor non vou a ningures”, que significa que con este
calor no va a ninguna parte. Su decisión es totalmente respetable, pero creo
que no debería permitir que estas cosas le afectasen tanto. Yo noto que hace un
gran esfuerzo por no pagar con nadie el mal humor que tiene. Intenta sonreírles
a los clientes, siempre, siempre habla con amabilidad y cercanía; pero tiene
menos paciencia que nunca. Yo, en lugar de sentirme ofendida o contagiada por
su humor, me río muchísimo delante de ella. Cuando me ve reírme de ella, hay
veces en las que se enfada todavía más, pero la mayoría de veces acaba riéndose
conmigo y reconociendo delante de mí que no se soporta ni a sí misma. A mí me
hace mucha gracia verla así, oír como maldice las cosas que se caen al suelo,
tengo que reconocer que me atrae mucho cuando está así. Me ha dicho ya varias
veces que no entiende por qué me gusta tanto este clima, que no entiende que me
parezca bien que haga tanto calor y que debería estar muy preocupada porque
este calor que hace en pleno febrero es la señal más evidente de que todo va
muy mal y que cada vez vamos a estar peor; pero yo no puedo evitar que me guste
el verano, que me guste la primavera, que me encante salir con este sol tan
bonito que hay. Ourense bajo el sol se ve preciosa. El Miño brilla reflejando
la luz de la tarde, se refleja todo en el cielo, hay mucha vida entre los
árboles, las calles parecen teñidas de oro, hay otro ambiente, otra energía,
incluso lo noto en la gente. Esta semana, ya hemos servido los primeros helados
del año. La primera persona que nos pidió un helado era una chica joven que iba
vestida con una camiseta de tirantes, una falda corta y unas sandalias. Agnes
la miró como si estuviese hablándole en japonés y la chica, riéndose, preguntó
si no era posible comer helados. Agnes le puso el helado todavía sin comprender
por qué la chica le estaba pidiendo eso. Yo tuve que esforzarme mucho por no
arrancar a reír porque es que la situación era muy graciosa. Cuando la chica se
fue todo contenta con su tarrina de helado, le dije a Agnes que pedir un helado
era lo más normal del mundo con el calor que estaba haciendo. Ella me contestó:
“eu só digo que a xente corre moito” y siguió fregando tazas y cubiertos como
si nada. Esta tarde, yo me moría de ganas de comerme mi primer helado del año
y, aunque no hace tanto calor como otros días, he salido de la cafetería con
una tarrina de helado en la mano. Me la he comido caminando por la calle,
subiendo las cuestas del centro y llegando luego a la plaza mayor. Hay un
ambiente increíble, la verdad. Yo creo que lo que más le fastidia a Agnes es
ver que la gente disfruta con este tiempo. Le da rabia que en el telediario
salgan noticias que muestran las playas totalmente llenas de gente, pero yo sé
que lo que siente es impotencia porque, a ver, tiene toda la razón del mundo.
Aún no debería hacer este tiempo, pero es lo que hay y lo mejor que podemos
hacer es adaptarnos.
No obstante, sé perfectamente que
lo que le ocurre a Agnes es que tiene miedo a que este calor y este tiempo de
sequía puedan traer problemas. Lo que más la aterra es que pueda haber
incendios. No soporta que haya incendios. Hace una semana, hubo uno en su aldea
y yo creía que perdería su cordura; pero actuó con tanta celeridad y exactitud
que me pareció que nunca había estado tan cuerda. El miedo puede hacernos
reaccionar de varias maneras. El miedo puede paralizarnos o puede despertar
nuestra mente más que cualquier otra emoción. Yo, en cambio, me quedé
paralizada cuando Agnes entró en la casa de su madre aquel domingo por la
mañana pidiéndonos que llamásemos a los bomberos y comunicándonos que ella iba
a avisar a los demás vecinos para que entre todos apagásemos el incendio que se
había declarado en el bosque. Me quedé paralizada porque sentí un miedo atroz
por Agnes, más que por el bosque. Enseguida pensé que, si le ocurría algo a ese
rinconcito del mundo que ella ama tanto, perdería la cordura para siempre; pero
no ha sucedido así, evidentemente, aunque sí tengo que contar que hay días en
los que, aparentemente sin motivos, está muy nerviosa y casi con ansiedad.
Además, intuyo que echa mucho más de menos a Lúa de lo que me confiesa. Sé que
la extraña muchísimo. Sé que, cuando no la veo, se dedica a mirar vídeos y
fotografías que todavía guarda en su móvil en los que aparece Lúa. Sé también
que todavía tiene guardado su número de teléfono y creo que nunca va a ser
capaz de borrarlo, aunque ese número ya le pertenezca a otra persona. Enseguida
habla de Lúa por cualquier cosa y sé también que muchas veces se reprime para
no mencionarla en cualquier conversación. Sé que le duele pensar en ella, pero
también parece que necesite muchísimo traerla a nuestra vida para hacer que
reviva, para darle esa vida que ya hace meses que no tiene.
A mí no me importa que hable de
Lúa. Lo que sí me duele es que me esconda que aún llora por ella. Hay veces en
las que una canción le hace llorar y yo sé que llora por ella, porque la
encuentra en las canciones más tristes, porque la oye en esos poemas que tratan
temas tan tristes como la muerte. Sé, también, que una de las primeras cosas
que hace cuando llegamos a la aldea todos los viernes es visitar la tumba de
Lúa; pero ¿quién soy yo para pedirle que no piense en ella, que no la recuerde,
que no llore por ella? Sé que el duelo que tenemos que pasar cuando perdemos a
un ser tan querido es muy largo, puede ser larguísimo; pero a veces me pregunto
si Agnes estaría conmigo si Lúa volviese, si estaría conmigo si Lúa aún
estuviese viva. Sé que Agnes me ama con toda su alma. No dudaré nunca de su
amor, jamás. Sé que me ama porque conmigo es de un modo único, porque me lo da
todo cuando estamos juntas, porque me lo dice con cada mirada que me dedica,
porque cuenta conmigo siempre, porque siento que estamos unidas por un vínculo
que no tiene materia, porque lo siento cada vez que me abraza, que me habla,
que me consuela cuando me siento algo triste, lo sé también porque comparte la
alegría conmigo, porque reímos juntas siempre que yo río, aunque ella no sepa
de qué me río, porque todo me lo dice cuando estamos juntas en un lugar, todo,
el aire, todo, la atmósfera que nos rodea. No obstante, sé que Lúa ocupa una
parte muy importante en su corazón y eso no sé si me duele o no. No quiero
saberlo, la verdad. No quiero indagar en mis emociones porque tengo miedo a
encontrarme con sentimientos de los que hace mucho tiempo perdí el rastro. No
quiero sentirme mal por nada porque sé que no tiene sentido que me ofenda que
todavía llore por ella. Además, muchas veces me descubro pensando en que Agnes
tuvo y tiene muchos motivos para querer a Lúa. Lúa siempre fue maravillosa con
ella. Lúa era una gran persona. Era muy buena. A mí nunca me contestó cuando yo
la ataqué con mis celos. Nunca me insultó ni me faltó el respeto, al contrario,
aguantó mi mala actitud, mis horribles miradas, mi despecho, el vacío que le
hice en varias ocasiones. Y sé que lo hacía por Agnes, para que las cosas
fuesen más sencillas para Agnes, pero sobre todo porque la amaba, la amaba de
verdad. No sé si la amaba más que yo, pero la amaba con una sinceridad y una
fuerza que ni siquiera la cercanía de la muerte pudo atenuar. La amó hasta el
final, incluso la amó más allá de la muerte. Y estoy segura de que todavía la
ama a pesar de que ya no quede nada de ella. Y Agnes eso lo sigue sintiendo.
De quien quisiera hablar también es
de mi hermana, pero ya no me queda mucho tiempo para escribir. Lo que diré de
ella es que se encuentra en una situación muy parecida a la que yo viví con
Agnes. Mi hermana está cada vez más enamorada de Gabriel. Pasaron una semana
maravillosa, de ensueño, pero mi hermana tiene miedo. Casandra es como yo. Nos
parecemos mucho. A ella también le cuesta mucho separarse de esa vida que tanto
le ha costado construir, pero, ahora que estoy aquí con Agnes, sé que merece la
pena dejarlo todo por amor. Si yo no lo hubiese dejado todo por Agnes, ahora
estaría deshecha, puede que ni siquiera estuviese viva, y Agnes tampoco sería
tan feliz. Ahora tengo a la Agnes que siempre fue y que todo el mundo se
encargó de machacar.
A mi hermana no dejo de
recomendarle que no se reprima nunca, que ya no tiene edad para pensarse las
cosas así, que, si de verdad lo quiere, tiene que luchar por ese amor. Gabriel
sí merece la pena. A mí me gusta mucho para mi hermana. Él es médico y mi hermana,
fitoterapeuta. Son una pareja muy curiosa que, sin embargo, se complementarían
muy bien. Yo sé que a Casandra sí le iría bien con él, con él sí, pero tiene
mucho miedo. Agnes no entiende que, si lo ama, sea capaz de pensarse tanto el
venirse a vivir a Galicia. Yo la defiendo diciéndole que no es una decisión tan
sencilla de tomar. La defiendo porque la entiendo y le digo a Agnes que no
tiene que subestimar lo que mi hermana siente. Agnes está totalmente convencida
de que el vínculo que ella tiene con Galicia es único y le cuesta imaginarse
que alguien pueda estar muy enlazado a Cataluña. Pues mi hermana sí lo está.
Ella es feliz viviendo en Manresa. Le gusta mucho ese lugar, le gusta tener su
tienda, su piso. Ella sí tiene más dificultades para venirse a vivir aquí. Ella
tiene que pagar una hipoteca, por ejemplo; aunque sé que, ante el amor
verdadero, todo pierde importancia.
Y creo que eso es todo lo que
quería contar. Espero no pasarme tanto tiempo sin escribir.
Por cierto, mañana vuelvo a subir
al examen del carné de conducir. No me cabe ni la menor duda de que voy a
suspender otra vez.
Pobre Agnes, está desesperada con el calor. Es normal, es amante del invierno, del otoño, pero sobretodo, es amante de su tierra. Su bienestar, su felicidad, pasa por que su tierra esté bien. Ha vivido episodios terribles en los que Galicia se quemaba, y lo que es peor, intencionadamente. La lluvia era su salvación, es lo que imposibilita que esto ocurra. Con esta temperatura tan alta hay más riesgo de incendios y eso le preocupa en exceso y lo pasa muy mal. Tiene miedo, y eso lo transmite de esa forma. Por suerte, esto cambiará pronto y volverán las lluvias (eso espero), pero hasta entonces estará irritable. Lo más curioso es que cuando hace ese calor infernal en verano no se pone así, y yo creo que es porque es el clima normal en esa época del año y eso, lo respeta y acepta. Artemisa al menos se lo toma un poco a broma, pues es que hace gracia verla así, y eso hace que hasta Agnes se ría de si misma y le quita hierro al asunto. No entiende que la gente se pida un helado cuando hace calor jajaja. Estoy de acuerdo con ella. En cuanto hace un poco de calor, la gente se quita la ropa muy rápido y se van en tanga a la playa jajaja. A mi también me sorprende. Yo voy con chaqueta y las chicas ya van con esos pantalones megacortos y tirantes.
ResponderEliminarEspero que cambie pronto de opinión sobre el perrito. Es este calor y la tristeza que sigue sintiendo por la pérdida de Lúa. Sigue pensando mucho en ella. Artemisa está algo celosa, y eso que Lúa falleció. Le da miedo que el amor por Lúa sea mayor del que siente por ella. Son amores diferentes, no debería compararse. Preguntarse si habría vuelto con ella de estar Lúa con vida no sirve para nada. Sabe que la ama con locura, y eso es lo que de verdad importa. Por otra parte, me alegra que el amor de Casandra y Gabriel vaya en aumento. Me encanta que Casandra sienta tanta conexión con Manresa, pues es una ciudad preciosa que me encanta. No es fácil tomar una decisión así, dejarlo todo por una persona. A ver que ocurre más adelante. Para terminar, cree que no aprobará el examen de conducir jajajaja. Con esa seguridad...jajajaja. Yo pensaba igual, así que no la culpo ni la juzgo. Aunque, la última vez fui pensando así y aprobé, así que ya veremos lo que pasa. Un capítulo con un tono más divertido, a pesar de tocar temas delicados, con el que me lo he pasado genial. Como siempre y no me cansaré nunca de decir, es un placer leerte y saber sobre la vida de estas dos chicas que ya se han ganado un trocito de mi corazón.
¿Qué papel juega la rutina en una vida feliz? En el fondo de eso es de lo que nos habla Artemisa; la rutina es la repetición de las cosas, una y otra vez, pero en una situación de calma. Naturalmente, cuando se dan esas circunstancias los días se parecen mucho unos a otros, y como lo que percibimos sobre todo son los cambios, son pocas las cosas que conservamos de cada jornada, por eso dice Artemisa que el mes de febrero se le ha pasado volando. Agnes, indudablemente, está asida a la rutina, por eso sobrelleva tan bien el cansancio, los madrugones son parte de día, y no quiere cambiar para ser dueña del bar, al fin y al cabo eso rompería la rutina ¿y para qué hacerlo? Solo salimos voluntariamente de la rutina porque algo pasa, al igual que la segunda ley de Newton, tendemos a permanecer indefinidamente en movimiento o en reposo, solo si algo externo nos empuja la cosa cambia. Aquí el elemento inquieto sería Artemisa, porque sí, está bien, parece feliz, pero es como si llevara cambiados de pie los zapatos, quiere algo, busca, quiere conservar, pero no se quiere acomodar de modo definitivo: bien por ella.
ResponderEliminarDe todos modos nunca se puede crear una burbuja definitiva, porque los demás están ahí y nos influyen; aquí los demás son Casandra y Gabriel, en una primera instancia. Que sigan o no viviendo a su lado, se trasladen a Manresa, o incluso rompan su relación (que no parece que vayan por ahí los tiros), es algo que va a influir en el tándem Agnes/Artemisa. Pero, además, hay más "otros", como Silvia. En cambio, Lúa y Galicia, ¿qué son? Pues son también "otros", podríamos pensar, pero ¿realmente es así? En realidad no, puesto que, estrictamente hablando, no son. Ya no, como diría Sinéad. Lúa es una presencia que resuena en Agnes, pero son pensamientos de Agnes, y en última instancia, es Agnes misma. Y se puede hablar igual de Galicia, está incorporada al alma de Agnes, es un constructo con aparente entidad, pero también forma parte de Agnes, no es como Silvia, por ejemplo. Lúa y Galicia son la distorsión interna de la rutina, como Silvia, Artemisa y Gabriel son la distorsión externa; estos dos frentes atentan contra el equilibrio actual, algo que no es necesariamente malo, pero que nos demuestra cómo buscar la paz de un modo absoluto es una tarea imposible para quien no sea un eremita, y posiblemente también para quien lo sea.
Y no, no sabemos si la rutina es buena o mala, ni siquiera si puede ser alguna de las cosas, porque cuando estamos en ella nos gustaría tal vez conseguir más emoción, y cuando la vida nos da de bofetadas añoramos como el mejor de los pasados esos momentos tranquilos en que todo estaba planificado, por ejemplo los días felices de la infancia.
Un capítulo que me habla como lector, y me obliga a replantearme quién soy, qué hago, y qué deseo. Genial.
Fe de erratas: donde dice "Silvia, Artemisa y Gabriel son la distorsión externa" ha de decir "Silvia, Casandra y Gabriel son la distorsión externa".
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