sábado, 9 de febrero de 2019

DIARIO DE ARTEMISA: SÁBADO, 9 DE FEBRERO DE 2019


Sábado, 9 de febrero de 2019

El miércoles subí a hacer el examen de conducir y lo he suspendido. Podría haber escrito antes en mi diario y, de hecho, tenía muchas ganas de hacerlo; pero, si he tardado tanto en entregarme a la escritura, ha sido porque no me apetecía para nada revelar que había suspendido. Me daba vergüenza decirle a mi hermana que había suspendido, me daba vergüenza decírselo a Agnes y también me daba (y me da) mucha pereza tener que hacer el examen otra vez. Encima, suspendí por un error muy tonto que ni sé explicar. En cuanto me subí al coche y lo encendí, supe que iba a suspender porque no había manera de frenar con calma. Todo el tiempo frené a trompicones y no controlé para nada la fuerza con la que pulsaba los pedales, por lo que incluso el coche llegó a hacer un ruido muy extraño que le descompuso la cara al examinador. Para colmo, me pasé un semáforo en ámbar cuando había un peatón queriendo cruzar, intenté aparcar y se me caló el coche tres veces por lo menos. Hubo un momento en el que casi abandono el vehículo en medio de una calle porque no había manera de controlar nada, me puse muy nerviosa y sentí unas tremendas ganas de llorar; pero intenté aguantar hasta llegar al lugar donde terminaba el examen, que era la calle de la autoescuela. Cuando apagué el coche, le dije al examinador que no hacía falta que me dijese nada y, acto seguido, abrí la puerta del conductor y salí corriendo. Sabía que él deseaba animarme con alguna frase amable, pero yo ni siquiera tenía ganas de recibir ánimo de nadie y mucho menos de alguien que proviniese de ese mundo. Estuve caminando por Ourense durante, al menos, una hora intentando calmarme. Me puse a llorar como una tonta delante del río Miño como si él pudiese entenderme. Se hizo muy tarde y, hacia las nueve de la noche, me dispuse a volver a casa. Agnes me había escrito un mensaje preguntándome si estaba celebrando sola que había aprobado y me dieron ganas de contestarle que me había estrellado contra un suspenso tan grande como una catedral. Volví a casa sintiéndome todavía muy frustrada y de un mal humor terrible. No tenía ganas de hablar con ella y mucho menos de cenar. Ni siquiera se me abrió el apetito cuando vi la deliciosa empanada de verduras que ella había preparado con tanto cariño, con la intención de celebrar que yo había aprobado, pero, después, me dijo que la principal razón de que la hubiese hecho era que quería darme la enhorabuena por haberme presentado a un examen tan difícil.

Agnes me recibió con mucho cariño, pero yo ni siquiera quería mirarla. Enseguida se dio cuenta de que no estaba bien y me preguntó qué tal me había ido, sabiendo perfectamente la respuesta. Yo me separé de ella pidiéndole que no me preguntase nada y me fui directamente al cuarto de baño para ducharme, pero ella vino tras de mí riéndose y diciéndome que no pasaba nada porque hubiese suspendido, que estaba segura de que muy poca gente aprobaba a la primera y que era totalmente comprensible que suspendiese un examen tan horrible, que sabía que lo aprobaría alguna vez y que no me lo tomase tan mal. Yo le dije de muy malas formas que no iba a aprobar nunca, que soy totalmente torpe con el coche y una negada para conducir, que no me gusta nada conducir y que jamás pensé que tuviese que sacarme el carné de conducir, que me había prometido a mí misma que nunca me lo sacaría y que no pensaba subir a ningún examen más. Agnes se quedó paralizada al comprobar cuán afectada estaba y lo único que hizo fue cogerme dulcemente de las manos y decirme, textualmente lo cito: “veña, Artemisiña, que non é para tanto, que xa verás como aprobas a próxima vez. Non sexas tan cruel contigo, anda.” Y la verdad es que su tierno modo de hablarme me acarició el alma y deshizo la rabia que sentía. Empecé a llorar entre sus brazos mientras le pedía perdón por haberle hablado tan mal sin tener ella la culpa de nada, pero yo sé que a Agnes no le hirió mi actitud, sé que entendía que estuviese tan desilusionada y nerviosa. No sé cómo lo hace Agnes, pero siempre consigue sosegarme. Tiene un poder especial que se refleja en su voz, en su forma de hablar y en su mirada. Creo que ése es el poder que le permite calmar a los animales y conectar con ellos.

Luego ya me duché y pudimos cenar con tranquilidad, hablando de cualquier cosa y disfrutando de nuestra intimidad, de nuestras conversaciones, de nuestro hogar, de lo bonito que es compartir una cena tan deliciosa y el fin de un día intenso que también hemos vivido juntas.

Los días que vivimos son tan intensos que casi no tengo tiempo para sentir. Casi no les presto atención a mis emociones. Sólo noto si estoy nerviosa o tranquila. Tal vez por eso el miércoles reaccioné tan mal cuando suspendí el examen de conducir, porque, al estar un poco alejada de mis emociones, no puedo dominarlas cuando se intensifican. No obstante, sí disfruto de la alegría, incluso de la tristeza cuando ésta me llena el alma y también puedo reconocer el mal humor que a veces me entra cuando me pasa algo inesperado que me da rabia. Hay días en los que, sospechosamente, se nos acumula el trabajo en la cafetería y no podemos enfrentarlo porque ese día no nos sabemos organizar tan bien, o porque simplemente estamos agotadas, o la gente está más caprichosa o impaciente o porque no nos esperábamos que de repente se nos acumulasen tantas comandas, tanta gente que quiere llevarse pastas o cualquier cosa que nos ocurra. Debo reconocer que Agnes nunca pierde la paciencia, que siempre me pide que haga cualquier cosa con mucho cariño y serenidad. Soy yo la que se pone de los nervios cuando me doy cuenta de que tengo que darme prisa en hacer algo porque me espera una infinita serie de tareas por realizar. Agnes me pide que esté tranquila, que me relaje y también me dice que no se va a terminar el mundo porque tarde un poco en hacer algo, pero yo no soporto que haya gente esperando una comanda. Sin embargo, el trabajo en la cafetería me gusta mucho y las horas se pasan muy rápido. No me esperaba para nada que pudiese gustarme un trabajo como éste. Incluso, hace unos días, le propuse a Agnes que podíamos comprarle la cafetería a Silvia, pero ella dice que no le apetece para nada meterse en algo así, que ya tiene bastante con ser la encargada de Auria (Auria es el nombre de la cafetería) y que, además, ella sabe que éste no es el trabajo de mi vida y que yo tengo que volver a la docencia en cuanto pueda. Con respecto a eso, tengo que contar que van a salir oposiciones y que, en julio, se realizarán los exámenes. Por una parte, me gustaría presentarme a esas oposiciones que, en realidad, son una gran oportunidad porque hacía mucho tiempo que no salían oposiciones para profesorado en Galicia; pero, por la otra parte, no me apetece para nada ponerme a estudiar ahora y también me da mucha tristeza dejar de trabajar con Agnes. No sé qué hacer. Es cierto que estaría desaprovechando una gran oportunidad si no me presentase a estas oposiciones, pero es que me gusta mucho trabajar con Agnes, creo que demasiado. Me da la vida tenerla cerca todo el día, compartir con ella las cosas que vivimos en la cafetería, recibir sus sonrisas y sus miradas tiernas en los momentos menos esperados, oír su voz, tener cerca su energía, oírla reír, compartir con ella las cosas graciosas que nos ocurren y también desahogarme con ella cuando algo me afecta. Estar junto a Agnes es tener siempre a mi lado una fuente inagotable de serenidad y buena energía. Cuando le confesé a mi hermana las dudas que tenía, me dijo (también lo cito textualmente): “tú eres tonta, chavala.”

Con respecto a mi hermana, quiero contar una cosa muy importante de la cual, sin embargo, no puedo dar todavía muchos detalles porque no tengo ni la menor idea de cómo están yendo las cosas en estos momentos. Lo que puedo decir es que, ayer, Gabriel (el primo de Agnes) fue a Barcelona para estar con mi hermana. Lo curioso es que ella fue a buscarlo al aeropuerto, pero la intención de Gabriel era ir en tren a Manresa y, precisamente, iba a coger un tren que se estrelló contra otro a las seis y algo de la tarde. Sí, se ha estrellado otro tren casi en el mismo sitio donde hubo un accidente hace unos meses (creo) y encima ha habido muchos heridos y ha muerto la conductora del tren que volvía de Lleida. Esa noticia nos impactó mucho a Agnes y a mí y enseguida pensamos en Gabriel. Se puede decir que mi hermana le salvó la vida. A lo mejor no le habría ocurrido nada, pero ¿quién puede saberlo?

Pues la intención de Gabriel es pasar con mi hermana una semana allí en su casa. En su casa. Creo que no hace falta decir nada más. Me gustaría muchísimo que mi hermana se enamorase locamente de él y lo dejase todo para venir a Galicia a vivir con él. Echo mucho de menos a mi hermana. Hay veces en las que necesito hablar de cómo me siento y también de Agnes con alguien. Evidentemente, con Agnes no voy a hablar de ella misma. Llamo a mi hermana por teléfono cuando necesito hablar con ella, pero el teléfono nos limita mucho y no me gusta tanto la comunicación telefónica; pero sé que desear que mi hermana venga aquí a vivir es algo muy egoísta. Mi hermana dice que no se imagina viviendo en Galicia, que le gusta mucho vivir en Cataluña, que no tiene pensado para nada cambiar de vida. Si ése es su pensamiento, tal como dice Agnes, la relación con Gabriel va a ser totalmente imposible.

Según me ha contado mi hermana, llevan hablando desde que se conocieron, hablan durante todo el día e incluso conversan por teléfono todas las noches durante una hora como mínimo. Mi hermana me ha confesado que hacía mucho tiempo que no se sentía tan a gusto hablando con un hombre y que le encanta Gabriel porque es muy atento, comprensivo y cariñoso. No obstante, tengo que reconocer que mi hermana no me contó esto a mí primero, sino a Agnes. Yo no sé por qué le cuenta a ella antes que a mí todo lo que le ocurre con respecto al amor. Me da rabia que no me lo cuente a mí primero, pero tampoco tiene mucho sentido que me dé rabia eso. Lo que ocurre es que no entiendo la actitud de mi hermana. Ha puesto a Agnes de todos los colores posibles en muchas ocasiones y, sin embargo, es la primera a la que acude cuando necesita contar algo que le ha sucedido. Sí es cierto que últimamente mi hermana se lleva con Agnes mejor que nunca, pero no se me olvida todo lo que ha llegado a decir de ella sabiendo perfectamente cómo es y, luego, no obstante, es capaz de reconocer sin remilgos todas las virtudes que tiene Agnes, la puso por los cielos cuando descubrió lo bien que tocaba y cantaba, cuando se dio cuenta de lo feliz que era aquí en Ourense, cuando se dio cuenta de lo feliz que éramos las dos. Mi hermana a veces es una persona totalmente contradictoria y también incomprensible en algunos casos; pero la quiero muchísimo, muchísimo, a pesar de que diga las cosas tal como las piensa sin valorar si sentarán bien o mal, pese a que sea tan fácil que ofenda con sus palabras. A Agnes muchas veces la ha herido con el sincericidio que practica, pero Agnes perdona y olvida enseguida, algo que nos cuesta mucho hacer a la mayoría de personas.

Ojalá mi hermana sea por fin feliz en el amor, pero será una relación complicada si ninguno de los dos cambia de opinión con respecto al lugar en el que vivir. Me hace gracia que mi hermana se encuentre en una situación tan parecida a la que yo he vivido con Agnes. He llegado a decirle que es una tontería que se oponga a la idea de vivir en Galicia porque, luego, cuando ya estás viviendo aquí, te das cuenta de que era una estupidez aferrarse a un lugar en el que no se vive tan bien como aquí, que aquí hay menos contaminación y más tranquilidad, pero mi hermana me dice que Galicia le gusta para venir de vacaciones, no para vivir. Cuando le dije a Agnes lo que me había respondido mi hermana al proponerle que se viniese aquí a vivir, sentenció que, entonces, la relación entre su primo y mi hermana era completamente inviable e imposible.

No sé lo que va a ocurrir, pero de verdad que me gustaría mucho que mi hermana viviese cerca de nosotras.

También quiero hablar de otra cosita muy hermosa. Resulta que llevo más de un mes queriendo tener un perrito, pero Agnes siempre me ha dicho que no podemos tener un perro ahora, que no tenemos tiempo para ocuparnos de él, que estamos fuera casi todo el día, que sería imposible cuidarlo; pero yo quiero tener un perrito y punto. Pues ayer le ocurrió a Agnes una cosa muy curiosa. Antes de contarla, explicaré que ayer pasó un día muy triste, sintiéndose muy desanimada y frágil. Silvia vino a la cafetería a media mañana y, al descubrir que Agnes estaba encerrada en la cocina llorando profundamente, le dijo que se fuese a casa, que no tenía que trabajar si se encontraba tan mal; pero Agnes es muy testaruda y siguió trabajando a pesar de sentirse tan triste. No le ocurría nada en especial. Sólo se acordaba de Lúa y punto. Hay días en los que parece que no ha superado su muerte; pero no me confesó por qué lloraba hasta la noche. Durante el día, me dijo que estaba desanimada y punto, pero, por la noche, antes de irnos a dormir, me contó que por la mañana se había puesto a mirar fotografías y vídeos de la época en la que estuvo con Lúa y que le había invadido el alma una tristeza inmensa de la que ya no se pudo deshacer en todo el día. Silvia, además, también sigue llorando por Lúa de vez en cuando, así que pudieron entenderse bien. Agnes me dijo que a ella sí le había contado por qué lloraba. Tal vez por eso Silvia le propuso que se fuese a casa. Yo no sé qué decirle a Agnes cuando llora por Lúa. Sólo la dejo llorar porque sé que no hay palabras que puedan consolar una tristeza tan honda. Yo entiendo que todavía la llore. Lo entiendo porque sé que la quiso mucho y todavía la quiere, pero me gustaría que la muerte de Lúa quedase ya en el pasado, que no fuese algo tan doloroso, pero sé que desear algo así es ilógico y egoísta. No obstante, no son muchas las ocasiones en las que Agnes se entristece tanto. Normalmente, siempre está feliz, risueña, con ganas de vivir, se levanta siempre con un buen humor inmenso, pese a ser las cinco de la mañana, e incluso muchas veces me ha hecho reír con algún comentario nada más empezar el día; lo cual me sorprende mucho porque pocas serán las personas que tienen ganas de reír a esas horas. Me gusta mucho verla tan feliz, tan alegre, con tanta energía. Me da vida oírla reír y verla sonreír, verla y oírla tocar la pandeireta, oírla cantar y verla bailar. La semana que viene ya será el Entroido (que es el carnaval de aquí) y dice que Iauga va a tocar en Ourense y también luego el domingo iremos a la aldeíña. No sé cómo lo haremos para compaginar las dos fiestas. Va a ser una locura de fin de semana, pero también tengo ganas de vivirlo. Oír tocar y cantar a Agnes me da mucha vida, me llena el alma de alegría y me hace sentir que en la vida no hay problemas, que todo es felicidad y despreocupación, que tenemos muchos motivos para ser felices y reír.

Mas, evidentemente, sí hay cosas tristes en la vida, pero tenemos que enfrentarlas con una actitud positiva, es decir, tenemos que afrontar cada problema con la intención de superarlo, no de dejarnos vencer, porque merece la pena luchar. Claro que ahora digo todo esto porque estoy con Agnes. Cuando no estaba con ella, lo único que deseaba era dejarme abatir y desaparecer. Esta semana también me hicieron un análisis de sangre. Yo me siento mucho mejor que el mes pasado, así que estoy totalmente convencida de que ya me estoy recuperando de esa horrible anemia que tenía. Me siento más fuerte, sigo las recomendaciones del médico (excepto la de comer carne) y también las de Agnes, que también he de decir que me cuida muy bien, que está muy pendiente de mí, que me hace batidos de remolacha cuando a mí no me apetece en absoluto hacerlos. Además, ser tan feliz con ella creo que también me está ayudando mucho.

Ay, me he desviado del tema y casi dejo de escribir sin contar lo que quería explicar sobre lo que le ocurrió ayer a Agnes, que es algo muy bonito. Por la tarde, cuando salió de trabajar a las tres, en lugar de irse a casa, fue al paseo de las Ninfas y se sentó en la orilla del río para llorar y llorar, según me dijo. Le apetecía que sólo el río y los árboles viesen sus lágrimas, pero no se pudo ocultar de una mujer que pasaba por allí paseando a su perrita. La perrita fue hacia Agnes sin que la dueña se hubiese dado cuenta de que Agnes estaba allí y empezó a lamerle las manos, a llamar su atención moviendo la cola y oliéndola. Agnes me contó que dejó de llorar en cuanto sintió el cariño con el que la perrita quería llamar su atención. La dueña se acercó a ella y le preguntó si estaba bien, luego, al decirle Agnes que simplemente estaba un poco triste, le dijo que los animales siempre nos serenaban, que siempre nos animaban y tiraban de nosotros. Entonces le contó que hacía unos meses que su perrita había dado a luz a una camada preciosa y que estaba buscando a alguien que pudiese quedarse con una de las perritas que había alumbrado. Le contó que la camada había nacido a finales de octubre y, en cuanto la chica le enseñó a Agnes la foto de la cachorrita, se le iluminaron muchísimo los ojos. Por la tarde, ella y yo fuimos a verla y es que es un amor de animalito, de verdad. En cuanto Agnes la cogió en brazos, la perrita empezó a lamerle la cara, el cuello y las manos con una ternura conmovedora. La chica nos contó que era la primera vez que reaccionaba con tanta simpatía entre los brazos de alguien, que normalmente no se dejaba coger por nadie y que era la primera persona con la que realmente se había sentido a gusto. Estoy totalmente convencida de que Agnes querrá quedársela. Cuando salimos de la casa de esa chica, me dijo que le había parecido la perrita más bonita y simpática que había visto nunca. Yo estoy deseando que me diga que sí quiere quedársela. Yo creo que sí, que estoy a punto de convencerla de que nos la quedemos. Tendrá que estar todavía un tiempo con su mamá porque tiene que amamantarla, pero, hacia abril o mayo, quizá ya podamos estar con ella. Agnes no me ha dicho que no ya ninguna vez más. Sé que dirá que sí. Se le pusieron unos ojitos cuando la tuvo entre sus brazos... A ella le gustan muchísimo los animales, de eso jamás nadie podrá dudar, pero dice que, si no quiere que tengamos ninguno, es precisamente porque tiene miedo a no poder entregarle la atención que se merece; pero yo sé que nos podremos organizar bien, que siempre hay solución para todo.

Pues eso es lo más importante que tengo que contar. Estamos en la aldeíña. Está nublado, pero no hace tanto frío como otros días. Esta tarde hemos salido a caminar por el bosque y me ha gustado muchísimo sentirme envuelta por los aromas de la naturaleza. Todavía no han vuelto las aves que emigraron en invierno, pero siento que todo está lleno de vida. El río fluye con timidez, aún guardará en su fondo algunos vestigios de la nevada que cayó la semana pasada. Los montes siguen nevados y la nieve resplandecía bajo la luz de la tarde. Qué calma, cuánto amor hay en el aire y, sinceramente, qué inmensas ganas tengo de que llegue la primavera de una vez. Estoy deseando que nazcan las flores, que los árboles se llenen de verdor, que el aire sea más cálido, que se alarguen los días (aunque aquí los días duran más de lo que estaba acostumbrada). Agnes dice que a la primavera le cuesta llegar aquí y que tengo que mentalizarme de que suele llover mucho en primavera, pero igualmente tengo ganas de que llegue ya de una vez esa temperatura tan templada. Agnes me dice que esta semana no ha hecho tanto frío, pero parece olvidar que, por la mañana, cuando ella se levantaba y también cuando yo salía de casa a las ocho y media para ir a Auria, había menos de cinco grados. Parece como si Agnes no sintiese el frío. Es increíble. Ella dice que está muy bien así, que le gusta mucho el tiempo que hace, me dice también que la primavera de aquí no se distingue mucho de estos días.

Y aquí lo dejaré por hoy, pues ya tenemos que ir a cenar.

 

2 comentarios:

  1. La experiencia de Artemisa con el carné de conducir me trae muchos recuerdos, y no precisamente agradables. Me acuerdo que solía decir “es como caer en un pozo y no poder salir”. Me sentía atrapado, sin forma de encontrar la salida a una situación para mi tan difícil. Es que es horrible cuando te das cuenta que no puedes controlar nada, que de los nervios, te sale todo mal. Pobre Artemisa, la entiendo muy bien. Yo llegaba a casa y me sentaba en las escaleras a llorar, antes de subir y dar la mala noticia jajaja. Ahora me río, pero fue terrible en su momento. Menos mal que Agnes la tranquilizó.

    La cafetería va bien, tienen muchos clientes y disfrutan mucho del trabajo. Tienen mucha faena en ocasiones y se estresan, sobretodo artemisa, pero no se desaniman. Artemisa incluso se planteaba comprarle la cafetería a silvia, pero agnes sabe muy bien que su destino no está ahí. Artemisa incluso tiene dudas sobre si presentarse a las oposiciones. Su hermana le ha dicho “tú eres tonta, chavala”jajaja, que bestia es a veces Casandra. Espero que su relación vaya bien, tanto que se replantee su vida y su traslado a Galicia. Sería un bombazo, Casandra viviendo allí con Gabriel e incluso, ¡teniendo un hijo! Esto es soñar demasiado, pero no se le puede poner límite a los sueños. Agnes lo ve complicado, puesto que ella no parece dispuesta a abandonar Catalunya, pero el amor todo lo puede, si es de verdad, mueve montañas.

    Muy bonita y tierna la parte en la que Agnes está llorando y se encuentra a esa mujer con la perrita. Tal y como me contaste, ha quedado precioso. Además, es muy significativa su fecha de nacimiento. Que la haya conocido es muy importante, pues se ha creado un vínculo muy especial y que yo creo que es imposible de olvidar. Por lo que cuenta la dueña, con ella es con la única persona que de verdad se ha sentido a gusto la perrita. ¡Ojalá se la queden! Es organizarse un poco y yo creo que la podrían cuidar perfectamente. Además, me imagino la perrita en la aldea, por esos lugares tan mágicos, sería muy feliz, tanto en Ourense como en la aldea. Un capítulo muy tierno, triste por el recuerdo de Lúa, algo cómico por lo del carné de conducir y mágico por la perrita. He disfrutado muchísimo leyendo hasta la última palabra.

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  2. No hay cosa peor que enfadarse con uno mismo, es justamente lo que le pasa a Artemisa con el asunto del carnet de conducir, ¿a quién podría culpar sino a ella misma del suspenso? Da rabia, porque sabes que lo puedes hacer bien pero algo ocurre, como si se rebelase el cuerpo, y todo sale mal no, peor, porque vas dando trompicones, y tras el primer fallo viene el segundo y todos los demás y lo único que quieres es terminar; es curioso cómo se parece y es de aplicación todo esto al hecho de tocar el piano, a veces pasa esto mismo, empiezas a tocar y sabes que saldrá mal, te equivocas, te enredas, y solo quieres acabar el suplicio como sea. Pero esto es parte del aprendizaje, es solo que nuestros conocimientos aún no se han aposado, estoy seguro que más adelante aprobará, pero claro, de momento sus penas no tienen consuelo.

    De todos modos esas cosas que nos parecen trascendentales en su momento dejan de serlo cuando te las quitas de encima, en cambio me da escalofríos pensar que Gabriel podía perfectamente haber tenido un percance en ese tren, incluso haberse muerto, y eso sí lo cambiaría todo, es una de esas ocasiones en las que te das cuenta de que nada es tan importante como lo pensamos, parpadeas y zas, desapareces, y no hay más... ojalá se afiance esa pareja de Casandra y Gabriel, sería muy bueno para las relaciones de todos.

    A pesar de todos los altibajos, y de esos accesos de llanto que tiene Agnes por el recuerdo de Lúa, qué duda cabe de que la relación entre las protagonistas va muy bien y se afianza cada día, creo que trabajar juntas en el bar de Silvia es una de las razones importantes para que la cosa funcione. Y la escena del perrito es preciosa, yo creo que efectivamente van a acoger a esa perrita tan cariñosa, es verdad que a veces los animales parece que te escogen, va a ser un punto más a favor de afianzar la pareja, aunque ahora serán tres y no dos, y no lo digo por decir, que los animales también son personas, porque tienen su personalidad, sus exigencias, e influyen en todas las relaciones de las personas con las que viven; pero es una influencia benéfica y gozosa.

    Sigue fluyendo la vida...

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