Martes, 28 de mayo de 2019
Nuestros días están
tan llenos de cosas que casi no tenemos tiempo para nosotras. Aunque básicamente
es Agnes quien se encarga de cuidarla, Laila nos quita mucho tiempo y, a pesar
de que nos da mucho amor, también nos da mucho trabajo. La queremos mucho y
cada vez estamos más unidas a ella, aunque es Agnes la luz de sus ojos, es
Agnes a quien más quiere y respeta. A veces pienso que yo soy como una abuela
para Laila y que Agnes es la madre. A mí no me toma en serio y, cuando la
regaño, no parece entenderme y me ignora. En cambio, a Agnes le presta una
atención absoluta cuando la reprende por algo que ha hecho mal o cuando la felicita
por alguna acción buena y correcta. Sin embargo, me da mucho amor y eso me
llena mucho. Me resulta curioso que sea Agnes la que esté más unida a Laila
cuando era yo quien quería adoptarla, más que Agnes; pero, desde que está en
nuestra vida, reímos más, nos sentimos más llenas y felices. Ella nos anima a salir
incluso cuando ya no nos queda energía para movernos. Nos incita a caminar, a
explorar nuevos rincones, a estar juntas las tres en todo momento. Es una
perrita muy inteligente y cariñosa que no tiene ni la menor sombra de picardía
en su interior, es noble y muy cotilla también, pero es tan graciosa que a
veces nos olvidamos de regañarla cuando se dedica a husmear en algún lugar en
el que nunca ha estado.
Aparte de Laila,
tenemos otros asuntos que ocupan nuestros días, aunque Agnes tiene los suyos y yo,
los míos, aunque en esos asuntos no estamos juntas. Agnes está cambiando mucho
o, tal vez, siempre fue así, y yo no lo sabía. Agnes está metiéndose en
política. Nunca lo habría imaginado ni esperado porque realmente no le pega en
absoluto interesarse por esos temas, pero ayer por la noche me confesó con toda
sinceridad sus ideales políticos y me dejó totalmente asombrada. Yo sabía que
ella tenía un sentimiento patriótico muy fuerte hacia su tierra, hacia Galicia.
Yo sabía que ella se sentía más de aquí que de cualquier sitio del mundo, y
sobre todo que de España; pero nunca me imaginé que pudiese defender lo que
defiende el Bloque Nacionalista Gallego. Ayer me confesó que hacía una semana
que se había convertido en militante de ese partido, que llevaba meses siendo simpatizante,
desde que Lúa y ella comenzaron a estar juntas, pero que había llegado el
momento de luchar de verdad. En ese aspecto, no estamos en absoluto de acuerdo.
Sinceramente, nunca habíamos hablado con serenidad de política y ayer ella me
confesó que no hablaba de este tema porque consideraba que era algo muy íntimo
que sólo se podía tratar con personas que pensasen de algún modo semejante o
que tuviesen la capacidad de comprender y aceptar otras ideas contrarias a las
que tuviese. Yo soy muy respetuosa, eso es cierto, pero me sorprende que Agnes
tuviese un sentimiento tan fuerte y que nunca haya sido capaz de hablarlo
conmigo. Además, yo amo España tal como es, con toda su diversidad, y me cuesta
entender ese deseo de división, pero jamás criticaré esa forma de pensar. Ahora está dedicándose a asistir a asambleas,
a eventos que hacen, a cualquier cosa que ellos organicen. No me parece mal,
pero, sin saber por qué, también me siento inquieta. También la noto distinta
desde que tuvo esa crisis tan fuerte. La veo más segura y reconciliada consigo
misma. No percibo en ella ni el menor ápice de timidez cuando habla con la
gente, incluso me parece que trabaja cada vez con más satisfacción. Me gusta
verla así, por supuesto. Ahora estoy escribiendo sola en casa porque ella se ha
ido a las Burgas. A mí no me apetecía ir porque me siento absolutamente agotada
y triste. Estoy triste, sí, y notar la buena energía de Agnes me viene
estupendamente, pero también siento envidia hacia ella, porque ella está muy
bien y parece ser que entiende que no merece la pena preocuparse por cosas que ella
no puede solucionar, pero yo no puedo ser así, yo no puedo hacer eso. Me siento
triste por varios motivos:
El fin de semana en
la aldea fue extrañísimo. Agnes se pasó todo el sábado redactando no sé qué
cosa para un evento y preparando algo que tampoco me acabó de explicar muy
bien, porque este tema del BNG lo lleva ella consigo misma y con la gente con
la que está empezando a relacionarse, que ésa es otra, ahora está en contacto
con mucha gente y no sé, eso me causa algo de inseguridad, pero sé que no tengo
motivos para desconfiar ni tener miedo. Aparte de que Agnes estaba distraída con
sus cosas, Anxos parecía desanimada y débil. Agnes sí se dio cuenta de que su
madre estaba más callada que de costumbre y que no le apetecía salir, pero
tampoco le dio mucha importancia. Estuvo conversando con ella el viernes por la
noche y lo único que Anxos le dijo a su hija era que estaba cansada, que la
llegada del calor la agobiaba mucho y que sabía que quedaba muy poco para que
llegasen las altas temperaturas que atacan la aldea en verano, que los cambios
repentinos de clima la agotaban, nada más, pero yo sé que le ocurre algo que no
nos quiere contar. Tal vez se sienta triste por la marcha de Iria, de lo que
apenas nos habla, pero yo sé que ese tema la entristece mucho y sé también que
Anxos se siente muy sola porque Iria era su mejor amiga, era como una hermana para
ella. Y también sé que la tiene desanimadísima saber que este verano ya no van
a estar ni Lúa ni Iria, que Lúa siempre iba en julio a la aldea y permanecía
allí hasta septiembre. Sé que no se lo dice a Agnes porque es consciente de que
la muerte de Lúa todavía le duele muchísimo. Conmigo apenas habla del tema,
pero, a veces, la descubro llorando con alguna canción que seguramente
escucharon muchas veces juntas, la descubro nostálgica mirando vídeos y fotografías
de ese tiempo que compartieron, y no puedo reprocharle nada porque es
totalmente natural y lógico que Agnes quiera recordar a Lúa, pero no sé qué
decirle, y me gustaría animarla de alguna manera. No obstante, sé que, ante la
muerte, no se puede decir nada. Es algo para lo cual no existe ninguna palabra
de consuelo.
Sinceramente, a mí me
da mucho miedo que a Anxos le ocurra algo. Verla tan decaída el sábado me hizo
darme plena cuenta de cuánto la quería. La quiero muchísimo, como si ella fuese
una madre para mí, y eso me emociona a la vez que me duele. Tengo miedo a que
pueda ocurrirle algo. No está sola porque Damián está muy pendiente de ella,
pero también sé que Anxos es como Agnes, es decir, ambas se guardan lo que más
las inquieta y desanima y a ambas les cuesta muchísimo compartir con los demás
sus mayores pesares. Anxos es capaz de llevar sola algo que le pesa y no querer
confesárselo a nadie y esos pesos son los que luego se convierten en algo
físico.
El otro asunto que me
tiene muy triste está relacionado con mi hermana. Ayer, Casandra me llamó por
la mañana muy enfadada pidiéndome que le solicitase a Agnes que dejase de
meterse en su vida y que me olvidase de pedirle a Agnes que hablase con ella.
Evidentemente, yo no le había pedido a Agnes que llamase a mi hermana para
intentar sonsacarle lo que le ocurre con nosotras. Agnes la llamó por la mañana
con la intención de hablar serenamente con ella, tratando de que Casandra le
confesase lo que la tenía tan mal, lo que la obligaba a estar tan distante con
nosotras; pero mi hermana creyó que Agnes me había llamado porque yo se lo
había pedido, y para nada es así. Me sentí muy mal cuando oí lo que mi hermana
me decía y sobre todo el tono con el que me hablaba y, en lugar de intentar
comprender a Agnes, lo que hice fue enfurecerme con ella y, cuando llegué a la
cafetería, no pude evitar pedirle que no se volviese a meter en nada
relacionado con mi hermana, que ése era un tema que yo prefería llevar sola con
ella. Evidentemente, a Agnes le sentó muy mal que le dijese eso y se enfadó
conmigo. Estuvo toda la mañana sin dirigirme la palabra y diciéndome solamente
lo necesario para trabajar juntas. Cuando intentaba pedirle que hablásemos, me contestaba
que en ese momento y en ese lugar no quería hablar, que lo haríamos cuando
llegásemos a casa. En realidad, lo hablamos a la hora de comer y Agnes lo dejó
pasar, me abrazó en cuanto me vio llorar y me pidió que lo olvidásemos y me
aseguró que no volvería a meterse en nada que se relacionase con mi hermana.
Por mucho que le solicitase que olvidase lo que le había dicho, ella no cambió
de opinión. Mas me sentí muy mal hasta ese momento. Yo no soportaba estar así
con ella. Me sentía cada vez peor porque enseguida comprendí que había sido
injusta con Agnes y que estaba actuando con ella tal como mi hermana quería que
actuase, porque parece que mi hermana quiere que Agnes y yo discutamos y
estemos mal porque no deja de meter cizaña entre nosotras. Cuando habla
conmigo, sólo se dedica a resaltar los malos momentos que he pasado con Agnes,
sólo se dedica a sacar a la luz lo que ocurrió con Lúa y me dice que puede
volver a suceder cuando menos me lo espere, me dice que Agnes no está bien y
que tendría que intentar alejarme de ella antes de que su enfermedad me
destrozase la vida más. Es absurdo que la escuche y que le haga caso a lo que
ella me dice, pero no puedo evitarlo porque es mi hermana y sé que esas
palabras sólo nacen de algo muy grave que le está pasando o que le ha pasado y
que no se atreve a compartir con nosotras.
Y por fin sé lo que
le ocurre a mi hermana. Ayer por la tarde, la llamé y le hablé con muchísima
seriedad y severidad. Le dije que, como no me confesase lo que le ocurría
conmigo, no iba a volver a dirigirle la palabra en lo que me resta de vida, que
me perdería definitivamente y que me daría igual todo lo que tuviese que ver
con ella, que yo no estoy en el mundo para tolerar tantas niñerías y más cosas
que ya no recuerdo, pero que hicieron que mi hermana cambiase de actitud
enseguida. Le confesé también que mi vida no era tan maravillosa como ella
creía porque, evidentemente, también pasaba momentos malos, le dije que estoy
enferma con una anemia que no acaba de marcharse y que esos disgustos que ella
me daba empeoraban mi estado físico, que ya no aguantaba más que una de las
personas que más quiero en la vida me tratase como si yo fuese lo peor.
Entonces mi hermana me dijo que sí le había sucedido algo horrible que no podía
superar y que la tenía muy amargada. Me dijo que era algo muy grave que no
quería contarme por teléfono, pero tampoco le quedó otra opción porque venir a
vernos no puede y yo tampoco puedo ir a Cataluña, así que al final me explicó
lo que le ocurría.
Y no puedo
escribirlo, no puedo, porque no quiero escribir esa palabra, no quiero aceptarla
en mi vida. Primeramente, mi hermana, a su edad, incomprensiblemente a sus 46
años, se quedó embarazada de Gabriel; pero perdió el bebé enseguida, a los dos
meses, y, al mismo tiempo, le encontraron un bulto en el pecho. Y ya no quiero
escribir más.
Lo peor de todo es
que ella no quiere tratarse con quimioterapia ni nada, sólo con plantas. Yo también
soy fitoterapeuta, soy bióloga y sé muchísimo de plantas medicinales, pero algo
me dice que, en estos temas, no tenemos que cerrarnos puertas. Ella ha tomado
la decisión de no pisar un hospital. La operaron a finales de abril, y ni
siquiera fue capaz de contármelo. Por suerte, las técnicas de reconstrucción
actuales le han impedido perder ese pecho, pero lo que no entiendo es por qué
no me lo ha contado. Si lo hubiese sabido, habría viajado a Cataluña para estar
con ella. No estuvo nadie con ella. No se lo dijo a nadie, lo vivió sola. No lo
entiendo, de verdad, no lo entiendo, y estoy tan decepcionada que no puedo
dejar de llorar. Y tengo mucho miedo porque algo me dice que mi hermana no está
tratándose como debe. He intentado convencerla de que escuche a los médicos,
pero me acusa de no tener fe en lo que tanto creo, me acusa de no ser fiel a
mis conocimientos y a la Diosa. Evidentemente, sigo creyendo en la Diosa y en
la Madre Tierra, pero eso no tiene nada que ver. Mi hermana está convencida de
que se curará sólo tratándose con plantas medicinales, me dice incluso que la quimioterapia
empeora absurdamente la salud y más cosas sorprendentes que me niego a escribir
por respeto a toda esa gente que está luchando contra esa enfermedad tan
terrible empleando cualquier tipo de terapia. A mí me parece que mi hermana
está desvariando. Yo no podría estar tan segura de nada si me hallase en su
situación.
Agnes tampoco lo
entiende. También ha tratado de hablar con ella, pero es inútil. Agnes me anima
a que viaje a Manresa y esté con ella, pero no me atrevo a irme, aunque ahora
mismo es lo que más deseo; pero no sé si, en lugar de ayudar, molestaría porque
mi hermana no ha dejado de trabajar ni de llevar la vida que siempre llevó. Es
como si ignorase la enfermedad que la ataca. Es cierto que ya, operada, todo es
menos grave, pero hay algo que me tiene tan desasosegada... Tengo mucho miedo a
perderla, pero ella ni siquiera contempla la posibilidad de que no se vaya a curar.
Agnes llevaba días
diciéndome que mi hermana tenía un motivo muy grave que la impulsaba a
comportarse así con nosotras, que estaba segura de que le ocurría algo muy horrible
que la instaba a querer alejarnos de ella, y yo no la escuché, no la creí, le
dije que estaba emparanoiándose con mi hermana y que lo único que le pasaba a
Casandra era que tenía envidia y celos, pero ahora sé la verdad y me siento tan
mal, tan hundida...
Me siento culpable
por no haber ido junto a mi hermana cuando me necesitaba. Si tan unidas
supuestamente estamos, tendría que haber sabido que ella no estaba bien,
tendría que haber detectado el momento en el que le estaba pasando lo peor de
su vida, y, sin embargo, lo único que pensé fue que estaba siendo
espantosamente injusta con Agnes. No obstante, también es cierto que, precisamente
cuando mi hermana estaba pasándolo tan mal, Agnes estaba sufriendo una crisis
muy grave y a mí no me quedaba energía para prestarle atención a nada más. Nadie
sabe lo mal que lo he pasado yo por Agnes. Nadie se imagina cuánto he sufrido
por ella, pero, claro, cuando alguien está enfermo, toda la atención va hacia
esa persona, es como si los que cuidamos no tuviésemos derecho a que nos
pregunten cómo estamos, cómo lo llevamos, cuando somos quienes llevamos un peso
inmenso hecho de preocupación, de ansiedad, de miedo, de desesperación, porque
la poca energía positiva que tenemos debemos dársela a la persona enferma que
depende de nosotros y eso nadie lo ve, nadie se da cuenta de que nos
marchitamos en el desasosiego. Ni siquiera mi hermana pudo entender cuánto la
necesitaba yo en esos momentos, pero ahora sé que ella tampoco podía estar
conmigo. ¿Cómo nos hemos fallado de esta manera? Somos hermanas, no dos amigas
que se conocen desde hace pocos años. Somos hermanas, nacidas del mismo padre, tenemos
la misma sangre circulando por nuestro cuerpo, hemos jugado juntas cuando
éramos niñas, aunque nos llevásemos ocho años de diferencia y aunque mi madre
me prohibiese acercarme a ella, pero mi padre nos reunía clandestinamente y eso
fue lo más bonito que yo pude vivir, esos momentos con ella, en los que ambas
sabíamos que algo nos unía, pero ninguna de las dos podía reconocerlo porque éramos
conscientes de que era un secreto. Yo era muy pequeña cuando ella se marchó a
estudiar fuera. Yo sólo tenía diez años cuando ella se fue a Madrid para
estudiar en la universidad, pero me acuerdo perfectamente de todos los momentos
que compartimos. Y tardamos casi veinte años en volver a vernos. Y ahora
estamos así, tan distanciadas, viviendo cada una nuestro dolor, nuestros
miedos, sin compartirlo, sin poder apoyarnos. ¿Tan mal hice en venir a vivir a
Galicia con Agnes? ¿Acaso esto es un castigo que la vida nos lanza? No lo
entiendo, la verdad. Me cuesta comprender por qué estamos pasando por esto.
Agnes me anima a que confíe en mi hermana, me dice que mi hermana sabe
perfectamente lo que le conviene, pero ¿cómo voy a confiar en una enfermedad
así? ¿Y por qué se empeña en vivir esto sola?
Tengo que agradecer
que Agnes esté bien, tan animada, tan llena de vida; pero, sinceramente, a
veces desconfío del buen estado de ánimo que tiene porque me da por pensar en
que éste también es producto de su enfermedad; la que tiene dos caras: una muy
negativa y oscura y otra muy luminosa y llena de energía. ¿Cuál de las dos es
la verdadera Agnes, la que se hunde en el pánico y la tristeza o la que vive intensamente
cada cosa que le ocurre, la que ama todos los momentos de sus días y quiere
encontrar aún más cosas que ocupen su tiempo? Tal vez la verdadera Agnes sea la
que tengo entre mis brazos cada noche, la que se olvida de todo lo demás y sólo
se centra en mí, en nuestros momentos, en nuestros besos, abrazos y caricias;
la Agnes que también se entrega a la música cantando y tocando con tanto amor y
devoción; la que tengo también cuando despertamos juntas, la que me regala la
sonrisa más bonita del mundo cuando me mira, la que me toma de la mano y me la presiona
para darme ánimo, la que me seca las lágrimas cuando lloro escondiéndome hasta
de mí misma... pero Agnes también es esa mujer que les sonríe a los demás con
tanta luz, la que escucha a cualquier persona que le hable... y yo la amo en
todas sus versiones, incluso amo la Agnes que se desvanece entre mis brazos
pidiéndome ayuda con su nocturna y profunda mirada, la que se deshace en llanto
por la cosa aparentemente más simple, la que tiene miedo y se aferra a mí para
caminar sin temor a tropezar... Ella es todo eso, y yo sólo puedo amarla
siempre, estar a su lado en todo momento... pero también me gustaría estar
junto a mi hermana y ahora mismo tengo el corazón dividido. Agnes me anima a
que vaya a Barcelona, me asegura que tanto Silvia como ella lo entenderían y
que ella jamás se molestaría conmigo por eso; pero me siento muy mal imaginándome
yendo, imaginándomela sola en casa... aunque estaría Laila, pero no sé, siento
que nos necesitamos mucho la una a la otra y que nos cuesta reconocerlo. Sé que
Agnes me anima a que viaje pensando sobre todo en mi hermana y en mí, sin
pensar en sí misma, pero la conozco y sé que la afecta plantearse la
posibilidad de estar sola unos días en casa. No sé qué hacer, pero lo decidiré
estos días.
Y creo que ya voy a
dejar de escribir. Agnes ya volvió.
Layla es una bendición. No puedo evitar compararla con Rosie, está claro que influye mucho en la historia, en el tiempo que le puedes dedicar a escribir, y esto se refleja en la historia. Agnes quiere con locura a Laya, igual que Artemisa, a pesar de sus travesuras y de que requiera mucha atención. Ahora son 3 en la familia (cuatro si contamos a Casandra).
ResponderEliminarMe ha sorprendido mucho que Agnes esté interesada en política, aunque llegó a estudiar y le costaba mucho, esto es distinto. Ahora participa y se relaciona con los de ese partido. Resulta chocante, pues hasta ahora no había mostrado el mínimo interés en ello. Muchas veces ha dicho que le aburre la política, pero quizás este partido reúna todas las características que necesita y le gusta. Desconozco por completo ese partido, pero imagino que es independentista y que desean romper con España. Artemisa dice que tiene miedo, que no sabe que Agnes es la real, pero yo creo que todas lo son. Agnes es intensa en sentimientos, a veces es radicalmente triste, otras muy feliz, contagiando la alegría, bailando y tocando la pandereta. Es cierto que su enfermedad está ahí, pero creo que no tiene nada que ver. Agnes es así, la queremos tal cual, auténtica y todo corazón. Ahora, con esta nueva faceta política, es normal que le surjan miedos.
Por otro lado, Anxos está triste. Me he acordado de la yayita, que mira casi todos los días desde el patio a la casa de abajo, pensando en sus hermanas, en Mariano y todos los que se han ido. He hablado muchas veces con ella de eso y siempre la abrazo para que sepa, que a pesar de todas esas pérdidas dolorosas e irrecuperables, me tiene a mi y a todos nosotros. Anxos debe notar la ausencia de su amiga y de Lúa, es normal...conforme pasa el tiempo, más lo nota. Espero que se le pase y piense en que tiene con ella a Agnes y Artemisa.
Por último, Casandra. No esperaba una cosa así. Intuía que algo raro le estaba ocurriendo, pero para nada que fuese una enfermedad...y menos esa. Me parece fatal que haya decidido pasar sola por todo eso, que encima perdió un bebé, y encima volverse loca contra su hermana y Agnes. Ha sido muy injusta y aunque estaba y está enferma, tampoco se puede justificar su conducta, ellas no tienen culpa de nada. Artemisa hace una muy buena reflexión. Son hermanas y es un pena estar así, tan distanciadas, y no lo digo por vivir lejos. Aunque yo creo que en esta ocasión, ha sido Casandra la que no ha sabido gestionar su situación y su enfermedad, Artemisa no tiene culpa de nada y no debería culparse ni sentirse mal. Ahora nos toca saber si irá a verla...a ver si la convence para que se trate en el hospital...creo en las hierbas y remedios naturales, pero con una enfermedad así, es mejor no jugársela y luchar con todas las herramientas que la vida nos brinda. Ha sido un capítulo muy interesante, de nuevo has conseguido sorprenderme!!
Se tiende a pensar que, una vez alcanzada la madurez, tal vez a los 25 o 30 años, pocas son las cosas que cambian en la propia personalidad, tal vez nos influya un cambio de pareja, o de trabajo, o de domicilio, pero no dejan de ser cosas externas. Y es un craso error, no dejamos de cambiar durante toda la vida, incluso profundamente, en aspectos básicos. Laia vendría a ser un cambio drástico pero externo, pues se trata de un ser que se añade a la vida de Agnes y Artemisa, claramente se nos deja ver que Laia "da mucho pero también exige mucho", lo normal porque es un ser independiente, que merece y exige cuidados y atención, y a cambio aportará muchísimo a ambas. De todos modos, vendría a ser uno de esos cambios aparentemente externos, aunque lo cierto es que para nada es así: convivir con un animal te cambia profundamente, modifica tu posición ante la vida, no es una circunstancia que se pueda obviar. De lo que no cabe duda es de que la entrada en política de Agnes es otro de esos cambios grandes, ¿quién lo podría decir? Y que se nos modifique el panorama externo siempre nos produce inseguridad: la Agnes política es Agnes, pero no es la Agnes de antes (nunca somos el mismo ser del día anterior), así que es natural que Artemisa se asuste un poco, porque tiene el reto de seguir enamorando a esa nueva mujer que surge cada día. Por eso los padres no quieren que los hijos crezcan, porque es mejor acotar, no romper la situación de ventaja y conocimiento perfecto, que el hijo cambie siempre es un riesgo fastidioso.
ResponderEliminarY el conflicto con Casandra también puede ser narrado como la historia de un cambio. ¿Qué es la enfermedad sino un cambio significativo? Casandra ha tenido que aceptar y lidiar con su nueva situación de salud, esa ineludible y dolorosa metamorfosis ha resultado incomprensible para todos, especialmente para su hermana, quien, a toro pasado, tiene que volver a coger el ritmo. Es curioso cómo el conocer las razones modifican tanto la perspectiva, antes Casandra resultaba dura y caprichosa, insensible y fría, y ahora... ahora todo es diferente.
Y la diferencia, la gran diferencia, es el miedo a la muerte, la gran separación, el vacío definitivo.
Ante eso, Artemisa no sabe qué hacer... irse, quedarse... en el fondo da igual, porque sabe que solo puede acompañar y aceptar, en realidad la situación se ha recolocado por sí misma.
Y así se llega al doble interrogante de Artemisa, ¿quién es en realidad la verdadera Agnes? ¿y su hermana Casandra? ¿Quienes somos cada uno de nosotros? Cada momento nos define de modo instantáneo, pero también solo la suma de todos los momentos nos define, somos cada cosa y la suma de todos, nuestros errores y contradicciones, somos cobardes y valientes, egoístas y dadivosos, pacientes e impacientes. Creo que aprender a aceptarnos también en los instantes que no nos gustan es fundamental, no solo para apr
No solo para aprender sobre nosotros sino también para poder querernos.
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