miércoles, 29 de mayo de 2019

DIARIO DE ARTEMISA: MARTES, 28 DE MAYO DE 2019


Martes, 28 de mayo de 2019

Nuestros días están tan llenos de cosas que casi no tenemos tiempo para nosotras. Aunque básicamente es Agnes quien se encarga de cuidarla, Laila nos quita mucho tiempo y, a pesar de que nos da mucho amor, también nos da mucho trabajo. La queremos mucho y cada vez estamos más unidas a ella, aunque es Agnes la luz de sus ojos, es Agnes a quien más quiere y respeta. A veces pienso que yo soy como una abuela para Laila y que Agnes es la madre. A mí no me toma en serio y, cuando la regaño, no parece entenderme y me ignora. En cambio, a Agnes le presta una atención absoluta cuando la reprende por algo que ha hecho mal o cuando la felicita por alguna acción buena y correcta. Sin embargo, me da mucho amor y eso me llena mucho. Me resulta curioso que sea Agnes la que esté más unida a Laila cuando era yo quien quería adoptarla, más que Agnes; pero, desde que está en nuestra vida, reímos más, nos sentimos más llenas y felices. Ella nos anima a salir incluso cuando ya no nos queda energía para movernos. Nos incita a caminar, a explorar nuevos rincones, a estar juntas las tres en todo momento. Es una perrita muy inteligente y cariñosa que no tiene ni la menor sombra de picardía en su interior, es noble y muy cotilla también, pero es tan graciosa que a veces nos olvidamos de regañarla cuando se dedica a husmear en algún lugar en el que nunca ha estado.

Aparte de Laila, tenemos otros asuntos que ocupan nuestros días, aunque Agnes tiene los suyos y yo, los míos, aunque en esos asuntos no estamos juntas. Agnes está cambiando mucho o, tal vez, siempre fue así, y yo no lo sabía. Agnes está metiéndose en política. Nunca lo habría imaginado ni esperado porque realmente no le pega en absoluto interesarse por esos temas, pero ayer por la noche me confesó con toda sinceridad sus ideales políticos y me dejó totalmente asombrada. Yo sabía que ella tenía un sentimiento patriótico muy fuerte hacia su tierra, hacia Galicia. Yo sabía que ella se sentía más de aquí que de cualquier sitio del mundo, y sobre todo que de España; pero nunca me imaginé que pudiese defender lo que defiende el Bloque Nacionalista Gallego. Ayer me confesó que hacía una semana que se había convertido en militante de ese partido, que llevaba meses siendo simpatizante, desde que Lúa y ella comenzaron a estar juntas, pero que había llegado el momento de luchar de verdad. En ese aspecto, no estamos en absoluto de acuerdo. Sinceramente, nunca habíamos hablado con serenidad de política y ayer ella me confesó que no hablaba de este tema porque consideraba que era algo muy íntimo que sólo se podía tratar con personas que pensasen de algún modo semejante o que tuviesen la capacidad de comprender y aceptar otras ideas contrarias a las que tuviese. Yo soy muy respetuosa, eso es cierto, pero me sorprende que Agnes tuviese un sentimiento tan fuerte y que nunca haya sido capaz de hablarlo conmigo. Además, yo amo España tal como es, con toda su diversidad, y me cuesta entender ese deseo de división, pero jamás criticaré esa forma de pensar.  Ahora está dedicándose a asistir a asambleas, a eventos que hacen, a cualquier cosa que ellos organicen. No me parece mal, pero, sin saber por qué, también me siento inquieta. También la noto distinta desde que tuvo esa crisis tan fuerte. La veo más segura y reconciliada consigo misma. No percibo en ella ni el menor ápice de timidez cuando habla con la gente, incluso me parece que trabaja cada vez con más satisfacción. Me gusta verla así, por supuesto. Ahora estoy escribiendo sola en casa porque ella se ha ido a las Burgas. A mí no me apetecía ir porque me siento absolutamente agotada y triste. Estoy triste, sí, y notar la buena energía de Agnes me viene estupendamente, pero también siento envidia hacia ella, porque ella está muy bien y parece ser que entiende que no merece la pena preocuparse por cosas que ella no puede solucionar, pero yo no puedo ser así, yo no puedo hacer eso. Me siento triste por varios motivos:

El fin de semana en la aldea fue extrañísimo. Agnes se pasó todo el sábado redactando no sé qué cosa para un evento y preparando algo que tampoco me acabó de explicar muy bien, porque este tema del BNG lo lleva ella consigo misma y con la gente con la que está empezando a relacionarse, que ésa es otra, ahora está en contacto con mucha gente y no sé, eso me causa algo de inseguridad, pero sé que no tengo motivos para desconfiar ni tener miedo. Aparte de que Agnes estaba distraída con sus cosas, Anxos parecía desanimada y débil. Agnes sí se dio cuenta de que su madre estaba más callada que de costumbre y que no le apetecía salir, pero tampoco le dio mucha importancia. Estuvo conversando con ella el viernes por la noche y lo único que Anxos le dijo a su hija era que estaba cansada, que la llegada del calor la agobiaba mucho y que sabía que quedaba muy poco para que llegasen las altas temperaturas que atacan la aldea en verano, que los cambios repentinos de clima la agotaban, nada más, pero yo sé que le ocurre algo que no nos quiere contar. Tal vez se sienta triste por la marcha de Iria, de lo que apenas nos habla, pero yo sé que ese tema la entristece mucho y sé también que Anxos se siente muy sola porque Iria era su mejor amiga, era como una hermana para ella. Y también sé que la tiene desanimadísima saber que este verano ya no van a estar ni Lúa ni Iria, que Lúa siempre iba en julio a la aldea y permanecía allí hasta septiembre. Sé que no se lo dice a Agnes porque es consciente de que la muerte de Lúa todavía le duele muchísimo. Conmigo apenas habla del tema, pero, a veces, la descubro llorando con alguna canción que seguramente escucharon muchas veces juntas, la descubro nostálgica mirando vídeos y fotografías de ese tiempo que compartieron, y no puedo reprocharle nada porque es totalmente natural y lógico que Agnes quiera recordar a Lúa, pero no sé qué decirle, y me gustaría animarla de alguna manera. No obstante, sé que, ante la muerte, no se puede decir nada. Es algo para lo cual no existe ninguna palabra de consuelo.

Sinceramente, a mí me da mucho miedo que a Anxos le ocurra algo. Verla tan decaída el sábado me hizo darme plena cuenta de cuánto la quería. La quiero muchísimo, como si ella fuese una madre para mí, y eso me emociona a la vez que me duele. Tengo miedo a que pueda ocurrirle algo. No está sola porque Damián está muy pendiente de ella, pero también sé que Anxos es como Agnes, es decir, ambas se guardan lo que más las inquieta y desanima y a ambas les cuesta muchísimo compartir con los demás sus mayores pesares. Anxos es capaz de llevar sola algo que le pesa y no querer confesárselo a nadie y esos pesos son los que luego se convierten en algo físico.

El otro asunto que me tiene muy triste está relacionado con mi hermana. Ayer, Casandra me llamó por la mañana muy enfadada pidiéndome que le solicitase a Agnes que dejase de meterse en su vida y que me olvidase de pedirle a Agnes que hablase con ella. Evidentemente, yo no le había pedido a Agnes que llamase a mi hermana para intentar sonsacarle lo que le ocurre con nosotras. Agnes la llamó por la mañana con la intención de hablar serenamente con ella, tratando de que Casandra le confesase lo que la tenía tan mal, lo que la obligaba a estar tan distante con nosotras; pero mi hermana creyó que Agnes me había llamado porque yo se lo había pedido, y para nada es así. Me sentí muy mal cuando oí lo que mi hermana me decía y sobre todo el tono con el que me hablaba y, en lugar de intentar comprender a Agnes, lo que hice fue enfurecerme con ella y, cuando llegué a la cafetería, no pude evitar pedirle que no se volviese a meter en nada relacionado con mi hermana, que ése era un tema que yo prefería llevar sola con ella. Evidentemente, a Agnes le sentó muy mal que le dijese eso y se enfadó conmigo. Estuvo toda la mañana sin dirigirme la palabra y diciéndome solamente lo necesario para trabajar juntas. Cuando intentaba pedirle que hablásemos, me contestaba que en ese momento y en ese lugar no quería hablar, que lo haríamos cuando llegásemos a casa. En realidad, lo hablamos a la hora de comer y Agnes lo dejó pasar, me abrazó en cuanto me vio llorar y me pidió que lo olvidásemos y me aseguró que no volvería a meterse en nada que se relacionase con mi hermana. Por mucho que le solicitase que olvidase lo que le había dicho, ella no cambió de opinión. Mas me sentí muy mal hasta ese momento. Yo no soportaba estar así con ella. Me sentía cada vez peor porque enseguida comprendí que había sido injusta con Agnes y que estaba actuando con ella tal como mi hermana quería que actuase, porque parece que mi hermana quiere que Agnes y yo discutamos y estemos mal porque no deja de meter cizaña entre nosotras. Cuando habla conmigo, sólo se dedica a resaltar los malos momentos que he pasado con Agnes, sólo se dedica a sacar a la luz lo que ocurrió con Lúa y me dice que puede volver a suceder cuando menos me lo espere, me dice que Agnes no está bien y que tendría que intentar alejarme de ella antes de que su enfermedad me destrozase la vida más. Es absurdo que la escuche y que le haga caso a lo que ella me dice, pero no puedo evitarlo porque es mi hermana y sé que esas palabras sólo nacen de algo muy grave que le está pasando o que le ha pasado y que no se atreve a compartir con nosotras.

Y por fin sé lo que le ocurre a mi hermana. Ayer por la tarde, la llamé y le hablé con muchísima seriedad y severidad. Le dije que, como no me confesase lo que le ocurría conmigo, no iba a volver a dirigirle la palabra en lo que me resta de vida, que me perdería definitivamente y que me daría igual todo lo que tuviese que ver con ella, que yo no estoy en el mundo para tolerar tantas niñerías y más cosas que ya no recuerdo, pero que hicieron que mi hermana cambiase de actitud enseguida. Le confesé también que mi vida no era tan maravillosa como ella creía porque, evidentemente, también pasaba momentos malos, le dije que estoy enferma con una anemia que no acaba de marcharse y que esos disgustos que ella me daba empeoraban mi estado físico, que ya no aguantaba más que una de las personas que más quiero en la vida me tratase como si yo fuese lo peor. Entonces mi hermana me dijo que sí le había sucedido algo horrible que no podía superar y que la tenía muy amargada. Me dijo que era algo muy grave que no quería contarme por teléfono, pero tampoco le quedó otra opción porque venir a vernos no puede y yo tampoco puedo ir a Cataluña, así que al final me explicó lo que le ocurría.

Y no puedo escribirlo, no puedo, porque no quiero escribir esa palabra, no quiero aceptarla en mi vida. Primeramente, mi hermana, a su edad, incomprensiblemente a sus 46 años, se quedó embarazada de Gabriel; pero perdió el bebé enseguida, a los dos meses, y, al mismo tiempo, le encontraron un bulto en el pecho. Y ya no quiero escribir más.

Lo peor de todo es que ella no quiere tratarse con quimioterapia ni nada, sólo con plantas. Yo también soy fitoterapeuta, soy bióloga y sé muchísimo de plantas medicinales, pero algo me dice que, en estos temas, no tenemos que cerrarnos puertas. Ella ha tomado la decisión de no pisar un hospital. La operaron a finales de abril, y ni siquiera fue capaz de contármelo. Por suerte, las técnicas de reconstrucción actuales le han impedido perder ese pecho, pero lo que no entiendo es por qué no me lo ha contado. Si lo hubiese sabido, habría viajado a Cataluña para estar con ella. No estuvo nadie con ella. No se lo dijo a nadie, lo vivió sola. No lo entiendo, de verdad, no lo entiendo, y estoy tan decepcionada que no puedo dejar de llorar. Y tengo mucho miedo porque algo me dice que mi hermana no está tratándose como debe. He intentado convencerla de que escuche a los médicos, pero me acusa de no tener fe en lo que tanto creo, me acusa de no ser fiel a mis conocimientos y a la Diosa. Evidentemente, sigo creyendo en la Diosa y en la Madre Tierra, pero eso no tiene nada que ver. Mi hermana está convencida de que se curará sólo tratándose con plantas medicinales, me dice incluso que la quimioterapia empeora absurdamente la salud y más cosas sorprendentes que me niego a escribir por respeto a toda esa gente que está luchando contra esa enfermedad tan terrible empleando cualquier tipo de terapia. A mí me parece que mi hermana está desvariando. Yo no podría estar tan segura de nada si me hallase en su situación.

Agnes tampoco lo entiende. También ha tratado de hablar con ella, pero es inútil. Agnes me anima a que viaje a Manresa y esté con ella, pero no me atrevo a irme, aunque ahora mismo es lo que más deseo; pero no sé si, en lugar de ayudar, molestaría porque mi hermana no ha dejado de trabajar ni de llevar la vida que siempre llevó. Es como si ignorase la enfermedad que la ataca. Es cierto que ya, operada, todo es menos grave, pero hay algo que me tiene tan desasosegada... Tengo mucho miedo a perderla, pero ella ni siquiera contempla la posibilidad de que no se vaya a curar.

Agnes llevaba días diciéndome que mi hermana tenía un motivo muy grave que la impulsaba a comportarse así con nosotras, que estaba segura de que le ocurría algo muy horrible que la instaba a querer alejarnos de ella, y yo no la escuché, no la creí, le dije que estaba emparanoiándose con mi hermana y que lo único que le pasaba a Casandra era que tenía envidia y celos, pero ahora sé la verdad y me siento tan mal, tan hundida...

Me siento culpable por no haber ido junto a mi hermana cuando me necesitaba. Si tan unidas supuestamente estamos, tendría que haber sabido que ella no estaba bien, tendría que haber detectado el momento en el que le estaba pasando lo peor de su vida, y, sin embargo, lo único que pensé fue que estaba siendo espantosamente injusta con Agnes. No obstante, también es cierto que, precisamente cuando mi hermana estaba pasándolo tan mal, Agnes estaba sufriendo una crisis muy grave y a mí no me quedaba energía para prestarle atención a nada más. Nadie sabe lo mal que lo he pasado yo por Agnes. Nadie se imagina cuánto he sufrido por ella, pero, claro, cuando alguien está enfermo, toda la atención va hacia esa persona, es como si los que cuidamos no tuviésemos derecho a que nos pregunten cómo estamos, cómo lo llevamos, cuando somos quienes llevamos un peso inmenso hecho de preocupación, de ansiedad, de miedo, de desesperación, porque la poca energía positiva que tenemos debemos dársela a la persona enferma que depende de nosotros y eso nadie lo ve, nadie se da cuenta de que nos marchitamos en el desasosiego. Ni siquiera mi hermana pudo entender cuánto la necesitaba yo en esos momentos, pero ahora sé que ella tampoco podía estar conmigo. ¿Cómo nos hemos fallado de esta manera? Somos hermanas, no dos amigas que se conocen desde hace pocos años. Somos hermanas, nacidas del mismo padre, tenemos la misma sangre circulando por nuestro cuerpo, hemos jugado juntas cuando éramos niñas, aunque nos llevásemos ocho años de diferencia y aunque mi madre me prohibiese acercarme a ella, pero mi padre nos reunía clandestinamente y eso fue lo más bonito que yo pude vivir, esos momentos con ella, en los que ambas sabíamos que algo nos unía, pero ninguna de las dos podía reconocerlo porque éramos conscientes de que era un secreto. Yo era muy pequeña cuando ella se marchó a estudiar fuera. Yo sólo tenía diez años cuando ella se fue a Madrid para estudiar en la universidad, pero me acuerdo perfectamente de todos los momentos que compartimos. Y tardamos casi veinte años en volver a vernos. Y ahora estamos así, tan distanciadas, viviendo cada una nuestro dolor, nuestros miedos, sin compartirlo, sin poder apoyarnos. ¿Tan mal hice en venir a vivir a Galicia con Agnes? ¿Acaso esto es un castigo que la vida nos lanza? No lo entiendo, la verdad. Me cuesta comprender por qué estamos pasando por esto. Agnes me anima a que confíe en mi hermana, me dice que mi hermana sabe perfectamente lo que le conviene, pero ¿cómo voy a confiar en una enfermedad así? ¿Y por qué se empeña en vivir esto sola?

Tengo que agradecer que Agnes esté bien, tan animada, tan llena de vida; pero, sinceramente, a veces desconfío del buen estado de ánimo que tiene porque me da por pensar en que éste también es producto de su enfermedad; la que tiene dos caras: una muy negativa y oscura y otra muy luminosa y llena de energía. ¿Cuál de las dos es la verdadera Agnes, la que se hunde en el pánico y la tristeza o la que vive intensamente cada cosa que le ocurre, la que ama todos los momentos de sus días y quiere encontrar aún más cosas que ocupen su tiempo? Tal vez la verdadera Agnes sea la que tengo entre mis brazos cada noche, la que se olvida de todo lo demás y sólo se centra en mí, en nuestros momentos, en nuestros besos, abrazos y caricias; la Agnes que también se entrega a la música cantando y tocando con tanto amor y devoción; la que tengo también cuando despertamos juntas, la que me regala la sonrisa más bonita del mundo cuando me mira, la que me toma de la mano y me la presiona para darme ánimo, la que me seca las lágrimas cuando lloro escondiéndome hasta de mí misma... pero Agnes también es esa mujer que les sonríe a los demás con tanta luz, la que escucha a cualquier persona que le hable... y yo la amo en todas sus versiones, incluso amo la Agnes que se desvanece entre mis brazos pidiéndome ayuda con su nocturna y profunda mirada, la que se deshace en llanto por la cosa aparentemente más simple, la que tiene miedo y se aferra a mí para caminar sin temor a tropezar... Ella es todo eso, y yo sólo puedo amarla siempre, estar a su lado en todo momento... pero también me gustaría estar junto a mi hermana y ahora mismo tengo el corazón dividido. Agnes me anima a que vaya a Barcelona, me asegura que tanto Silvia como ella lo entenderían y que ella jamás se molestaría conmigo por eso; pero me siento muy mal imaginándome yendo, imaginándomela sola en casa... aunque estaría Laila, pero no sé, siento que nos necesitamos mucho la una a la otra y que nos cuesta reconocerlo. Sé que Agnes me anima a que viaje pensando sobre todo en mi hermana y en mí, sin pensar en sí misma, pero la conozco y sé que la afecta plantearse la posibilidad de estar sola unos días en casa. No sé qué hacer, pero lo decidiré estos días.

Y creo que ya voy a dejar de escribir. Agnes ya volvió.

 

3 comentarios:

  1. Layla es una bendición. No puedo evitar compararla con Rosie, está claro que influye mucho en la historia, en el tiempo que le puedes dedicar a escribir, y esto se refleja en la historia. Agnes quiere con locura a Laya, igual que Artemisa, a pesar de sus travesuras y de que requiera mucha atención. Ahora son 3 en la familia (cuatro si contamos a Casandra).

    Me ha sorprendido mucho que Agnes esté interesada en política, aunque llegó a estudiar y le costaba mucho, esto es distinto. Ahora participa y se relaciona con los de ese partido. Resulta chocante, pues hasta ahora no había mostrado el mínimo interés en ello. Muchas veces ha dicho que le aburre la política, pero quizás este partido reúna todas las características que necesita y le gusta. Desconozco por completo ese partido, pero imagino que es independentista y que desean romper con España. Artemisa dice que tiene miedo, que no sabe que Agnes es la real, pero yo creo que todas lo son. Agnes es intensa en sentimientos, a veces es radicalmente triste, otras muy feliz, contagiando la alegría, bailando y tocando la pandereta. Es cierto que su enfermedad está ahí, pero creo que no tiene nada que ver. Agnes es así, la queremos tal cual, auténtica y todo corazón. Ahora, con esta nueva faceta política, es normal que le surjan miedos.

    Por otro lado, Anxos está triste. Me he acordado de la yayita, que mira casi todos los días desde el patio a la casa de abajo, pensando en sus hermanas, en Mariano y todos los que se han ido. He hablado muchas veces con ella de eso y siempre la abrazo para que sepa, que a pesar de todas esas pérdidas dolorosas e irrecuperables, me tiene a mi y a todos nosotros. Anxos debe notar la ausencia de su amiga y de Lúa, es normal...conforme pasa el tiempo, más lo nota. Espero que se le pase y piense en que tiene con ella a Agnes y Artemisa.

    Por último, Casandra. No esperaba una cosa así. Intuía que algo raro le estaba ocurriendo, pero para nada que fuese una enfermedad...y menos esa. Me parece fatal que haya decidido pasar sola por todo eso, que encima perdió un bebé, y encima volverse loca contra su hermana y Agnes. Ha sido muy injusta y aunque estaba y está enferma, tampoco se puede justificar su conducta, ellas no tienen culpa de nada. Artemisa hace una muy buena reflexión. Son hermanas y es un pena estar así, tan distanciadas, y no lo digo por vivir lejos. Aunque yo creo que en esta ocasión, ha sido Casandra la que no ha sabido gestionar su situación y su enfermedad, Artemisa no tiene culpa de nada y no debería culparse ni sentirse mal. Ahora nos toca saber si irá a verla...a ver si la convence para que se trate en el hospital...creo en las hierbas y remedios naturales, pero con una enfermedad así, es mejor no jugársela y luchar con todas las herramientas que la vida nos brinda. Ha sido un capítulo muy interesante, de nuevo has conseguido sorprenderme!!

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  2. Se tiende a pensar que, una vez alcanzada la madurez, tal vez a los 25 o 30 años, pocas son las cosas que cambian en la propia personalidad, tal vez nos influya un cambio de pareja, o de trabajo, o de domicilio, pero no dejan de ser cosas externas. Y es un craso error, no dejamos de cambiar durante toda la vida, incluso profundamente, en aspectos básicos. Laia vendría a ser un cambio drástico pero externo, pues se trata de un ser que se añade a la vida de Agnes y Artemisa, claramente se nos deja ver que Laia "da mucho pero también exige mucho", lo normal porque es un ser independiente, que merece y exige cuidados y atención, y a cambio aportará muchísimo a ambas. De todos modos, vendría a ser uno de esos cambios aparentemente externos, aunque lo cierto es que para nada es así: convivir con un animal te cambia profundamente, modifica tu posición ante la vida, no es una circunstancia que se pueda obviar. De lo que no cabe duda es de que la entrada en política de Agnes es otro de esos cambios grandes, ¿quién lo podría decir? Y que se nos modifique el panorama externo siempre nos produce inseguridad: la Agnes política es Agnes, pero no es la Agnes de antes (nunca somos el mismo ser del día anterior), así que es natural que Artemisa se asuste un poco, porque tiene el reto de seguir enamorando a esa nueva mujer que surge cada día. Por eso los padres no quieren que los hijos crezcan, porque es mejor acotar, no romper la situación de ventaja y conocimiento perfecto, que el hijo cambie siempre es un riesgo fastidioso.

    Y el conflicto con Casandra también puede ser narrado como la historia de un cambio. ¿Qué es la enfermedad sino un cambio significativo? Casandra ha tenido que aceptar y lidiar con su nueva situación de salud, esa ineludible y dolorosa metamorfosis ha resultado incomprensible para todos, especialmente para su hermana, quien, a toro pasado, tiene que volver a coger el ritmo. Es curioso cómo el conocer las razones modifican tanto la perspectiva, antes Casandra resultaba dura y caprichosa, insensible y fría, y ahora... ahora todo es diferente.

    Y la diferencia, la gran diferencia, es el miedo a la muerte, la gran separación, el vacío definitivo.

    Ante eso, Artemisa no sabe qué hacer... irse, quedarse... en el fondo da igual, porque sabe que solo puede acompañar y aceptar, en realidad la situación se ha recolocado por sí misma.

    Y así se llega al doble interrogante de Artemisa, ¿quién es en realidad la verdadera Agnes? ¿y su hermana Casandra? ¿Quienes somos cada uno de nosotros? Cada momento nos define de modo instantáneo, pero también solo la suma de todos los momentos nos define, somos cada cosa y la suma de todos, nuestros errores y contradicciones, somos cobardes y valientes, egoístas y dadivosos, pacientes e impacientes. Creo que aprender a aceptarnos también en los instantes que no nos gustan es fundamental, no solo para apr

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  3. No solo para aprender sobre nosotros sino también para poder querernos.

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