Lunes,
3 de febrero de 2020:
Es la
primera vez que escribo en mi diario este año. Sé que llevo mucho tiempo sin
escribir, pero no escribir en mi diario tan seguidamente es una decisión tomada
a conciencia. Prefería y prefiero que haya espacio de tiempo entre un día y
otro para que, la próxima vez que tenga que escribir o que me apetezca hacerlo,
pueda explicar lo que ha ocurrido con más perspectiva y, también, tengo la
esperanza de que, si no escribo tan a menudo, la próxima vez que lo haga pueda hablar
de evolución, de mejoría.
Me
cuesta mucho explicarme. Me cuesta escribir, hablar con orden, ser consciente
de un momento durante mucho tiempo. Me desconcentro muy fácilmente. He perdido
la capacidad de interesarme largamente por algo. Vivo como si nada durase ni un
instante y, a la vez, algo puede alargarse para mí más de lo debido: una
comida, una ducha, un trayecto relativamente corto. Mi psiquiatra me dice que
son consecuencias absolutamente normales de una depresión tan profunda como la
que estoy pasando y también de una enfermedad tan grave como la que estoy
intentando superar.
Sé que
la última vez que escribí parecía que todo iba mejor, que estaba más optimista
y positiva. Yo también creía que estaba mejorando, pero, días después, ese
ánimo se desvaneció de súbito cuando me aplicaron quimioterapia de nuevo. Puedo
empezar a mejorar, pero la quimioterapia me quita todo ese ánimo y ese aliento
que tanto me cuesta sentir.
Mas
tengo que explicar cosas algo más positivas. Estas semanas en las que no he
escrito han sido horribles, de nuevo, pero también han sido muy productivas.
Estoy levemente mejor. He mejorado mucho desde la última vez que escribí. Las
sesiones de quimioterapia y de radioterapia están más espaciadas. Me han
reducido la medicación que tomo y también me han confirmado que me encuentro en
el buen camino, camino al que aún le falta un buen trecho para que acabe, para
que se convierta en un fin; pero, evidentemente, ya no estoy como hace unos
meses, como en el principio ni en lo peor de la enfermedad. Me hallo en el
camino de la curación. En la última visita que tuve con mi médico, él me dijo
que, sorprendentemente, estaba curándome a una velocidad poco común en estos
casos. Le costaba entender que mejorase tan rápido. Sí, me dijo que estaba
curándome. Estaba curándome: esa frase me supo a luz, a esperanza; pero, en ese
momento, no me atreví a creerme que ésta pudiese ser cierta. Me cuesta mucho
confiar positivamente en la vida. Mis ojos y mi alma sólo ven aquello que no
tiene luz, que es oscuro, que es triste, que hace daño, porque es lo único que
he tenido durante meses. Sí me he sentido muy apoyada por mi hermana y por
Gabriel, a quien le pedí si podía ser mi médico, pero él me lo negó alegando
que no era ético que yo fuese su paciente.
Hace
mucho tiempo que no me atrevo a mirarme al espejo. No me reconozco en la mujer
que me devuelve ese reflejo turbio, lleno de enfermedad. Estoy demacrada,
delgadísima como nunca lo estuve antes, pálida, me ha cambiado mucho la cara,
no tengo brillo en la mirada, no tengo pelo. Hace meses que voy siempre con un
pañuelo en la cabeza, pero, como tampoco salgo mucho de casa, tampoco me
preocupa esto. Sólo salgo para ir al hospital. Hace meses que no siento latir
mi feminidad. Ya no recuerdo qué es tener la regla y, sin embargo, sangro muy a
menudo por culpa de los tratamientos.
La
última vez que escribí, conté que había salido a comer por mi cumpleaños, que
me habían dado una sorpresa que me había hecho muy feliz, que incluso tenía
ánimo para salir a caminar por las mañanas y para cocinar. Eso no duró nada,
como ya he contado. Sin embargo, llevo semanas sintiendo algo muy extraño por
dentro de mí. Es una especie de ánimo curioso que me alienta, que intenta
convencerme de que me levante y salga a caminar, que intenta luchar contra la
profundísima debilidad que me ataca, pero no lo consigue porque el cansancio
que yo siento está hecho de todos los cansancios del mundo. Es un cansancio que
me destruye. Me sorprende mucho que pueda sentir ese pequeño haz de luz por
dentro de mí. Creo que, cuando empiece a mejorar físicamente, éste se hará más
fuerte y me hará tener más vigor para vivir, me ayudará a tener fuerzas para
luchar por mi vida. También pienso que ese pequeño latido de energía positiva
está ayudándome a curarme. No sé por qué lo sé ni de dónde sale esa certeza,
pero lo sé. Es algo que intuyo con mucha convicción.
Tengo
que contar algo muy importante. Ayer me escribió Agnes por whatsapp. Me
sorprendió muchísimo que me escribiese. La conversación que mantuve con ella me
llegó tanto al alma que la voy a transcribir. Hacía muchísimo tiempo que no
hablaba con Agnes. Creía que ella nunca más volvería a hablarme, pero que me
escribiese me hizo sentir muchísimas cosas. Me sentí halagada porque sabía que
estaba preocupándose de verdad por mí, pero también me sentí muy triste,
tristísima, porque fui plenamente consciente de lo que significaba haber perdido
a Agnes, haber perdido ese tesorito de mujer... y todavía no he podido
deshacerme de esa tristeza. Es cierto que lo más conveniente para las dos sería
no hablar nunca más o, al menos, hasta que yo me sintiese totalmente recuperada
y hubiese superado nuestra ruptura, pero tampoco sería lógico que ella no se
preocupase por mí después de lo que hemos vivido, después de amarnos tanto,
aunque yo ya dudo de que el amor que Agnes sintió por mí fuese tan fuerte como
pensaba. Ahora sí conozco prácticamente todo lo que vivió con Lúa. A ella la
amó siempre e incluso vivió con ella cosas que yo creía que jamás había vivido
con nadie. No obstante, he de confesar que, cuando Agnes me besó por primera
vez (creyendo yo que aquél era su primer beso), me pareció que ella besaba
demasiado bien como para no haberlo hecho nunca. Sí recuerdo que me pareció que
aquélla no era la primera vez que Agnes me besaba, o que besaba a alguien,
porque sus besos eran exquisitos, deliciosos, eran precisos y profundos, tenían
una consciencia que a mí me dejó paralizada, hondamente estremecida. Aquélla no
era la manera de besar de alguien que nunca había estado con nadie en su vida.
Tendría que habérselo dicho.
Sé que
me amó, pero, después de conocer todo lo que ha vivido en su vida, todo eso que
ella decía sentir por mí ha perdido fuerza para mí. Sin embargo, hablando ayer
con ella, sentí que todavía nos unía algo especial, que no había acabado todo,
que no había desaparecido por completo el cariño que ella sentía por mí.
Todavía le importo. Eso para mí es más que suficiente para sentirme levemente
feliz... Hace mucho que no me siento feliz, pero ayer creí notar que aún podía
experimentar esa emoción tan bonita.
Reproduciré
la conversación que mantuvimos porque no quiero que se pierda. Por cierto,
Agnes no ha vuelto a hablarme en gallego desde que cortamos. Eso me hace daño.
No sé por qué me hace daño. Tendría que darme igual e incluso tendría que
hacerme sentir más cómoda con ella, pero no es así para nada. Es como si
hubiese olvidado que conmigo fue ella misma, aunque sé que no fue totalmente
transparente conmigo porque, si lo hubiese sido, me habría hablado de su vida
con sinceridad desde el principio; pero también entiendo que ella misma quería
ocultarnos su pasado porque recordarlo le hacía un daño que no podía soportar,
que la hería tan agresivamente que incluso le hacía perder la noción de sí
misma. ¿Cuántas cosas se calló Agnes por dolor?
La
conversación es la siguiente (haré incisos entre paréntesis):
“Hola,
Artemisa.
Hola, Agnes.
Quería
saber cómo estás, cómo te va todo.
Sé que mi hermana te lo explicó todo.
Sí,
así es.
Quiero
saber, pero no sé cómo preguntar.
(Ese
mensaje me impactó mucho. Me demostró lo emocionalmente inteligente que es
Agnes, lo delicada que puede llegar a ser).
¿Estás segura de que quieres saber? ¿Estás segura de que te sientes
preparada para querer saber cómo estoy, cómo he estado?
Sí,
por favor.
Pues ahora creo en el infierno sin haberme convertido al cristianismo. El
infierno lo estoy viviendo desde hace meses. Hay miles de diablos atacándome a
la vez. Siento que me golpean por todas partes sin tregua, sin cansancio. Me
siento tan agotada y enferma que me parece que estoy muerta en vida, si es que
a esto se le puede llamar vida. Tengo cáncer de útero. Por suerte, me lo han
detectado en el primer estadio, lo que quiere decir que no han tenido ni tienen
que operarme, que están destruyendo ese maldito tumor con radioterapia y
quimioterapia, pero he perdido más que la salud. He perdido tantas cosas que ni
siquiera sé dónde se fue todo lo que esta enfermedad me ha quitado, entre ellas
la parte femenina de mi ser. Llevo meses con tratamientos que me dejan
absolutamente hundida. No puedes imaginarte lo que es esto, lo que está siendo.
Jamás podrás hacerlo.
Estoy tan cansada que me parece que hasta respirar me cuesta. No puedo
comer bien desde hace meses porque se me ha ido por completo el apetito, porque
tengo diarreas y vómitos. He vomitado y vomito tanto que me parece que ya no me
queda nada dentro de mí. Tengo un aspecto monstruoso. Estoy extremadamente
delgada y pálida. Soy sólo huesos. No quiero vivir así, pero tampoco me quiero
rendir. Hay algo que tira de mí, pero no puedo luchar porque no tengo energía.
Me la han machacado.
Pero me han dicho que estoy mejorando, que estoy saliendo de ésta, que
las sesiones de quimioterapia estarán cada vez más espaciadas. Es cierto. Ya no
me la tienen que aplicar cada quince días, sino cada tres semanas... y eso me
ayuda a poder animarme algo, pero, cuando consigo recuperar algo de energía,
enseguida me tienen que aplicar otra dosis de quimioterapia y vuelvo a
hundirme.
No me reconocerías si me vieses. No puedo hablar contigo porque ni
siquiera tengo energía en la voz. No quiero hablar. Lo único bueno de todo esto
es que no estás viviéndolo conmigo. No lo habrías podido soportar, tú que eres
tan sensible. Esto te habría matado a ti también.
(Mientras
yo escribía todo eso, Agnes estuvo en línea continuamente. No se desconectó en
ningún momento; lo cual me aseguraba que ella estaba leyéndome con atención y
esperando a que terminase de escribir para intervenir ella. Hasta por whatsapp
es tremendamente educada).
Y eso es lo que te puedo contar. Hablar más de esto sería repetirme
porque todo acaba en lo mismo. Estoy viviendo un infierno.
Lo
siento, Artemisa. Lo siento de verdad, con toda el alma.
Tú no
te mereces esto, no te lo mereces. No entiendo por qué te tuvo que tocar a ti,
no lo entiendo.
Pero sé que vas a salir de ésta. Lo sé, Artemisa. Confía en mí. Eres
fuerte, aunque te cueste creerlo.
Nadie se merece algo así, Agnes, nadie.
No sé si saldré de ésta, pero no quiero hacerme ilusiones. Tampoco sé qué
sería no salir de ésta.
Eso ni
lo pienses, Artemisa. Piensa siempre en que vas a salir. La otra opción ni la
contemples. Vas a salir de esto, créeme.
¿Cómo estás tan segura de que me curaré?
Porque
lo sé, Artemisa. ¿No recuerdas lo que puedo llegar a saber sin que nadie me lo
diga?
Sí, pero es tan horrible esto que me cuesta confiar en que me curaré.
Lo
harás. Créeme, por favor.
De acuerdo. ¿Y tú cómo estás? Quiero saber de ti.
Yo
estoy bien, pero, a tu lado, mis problemiñas no son nada.
Pero quiero saber de ti. No importa cómo esté yo.
Pues
estoy bien. Últimamente tuve algo de ansiedad, pero estoy luchando contra ella ya
y sé que también me curaré. Tenemos que pensar siempre eso.
De todos modos, si no nos curamos, tampoco merece la pena haber vivido
ese tiempo creyendo que no lo haremos.
Así
es, Artemisa.
Sé que vas a casarte con Lúa. Me alegro por ti.
Gracias.”
A
partir de ahí, la conversación ya fue perdiendo fuerza, pero me gustó mucho
hablar con ella.
A todo
esto, también tengo que contar que estoy completamente decidida a ir a la boda
de Agnes y Lúa. Mi hermana está intentando quitarme de la cabeza esa idea, pero
no lo conseguirá. Siento que tengo que ir. Será un antes y un después en mi
vida esa boda y sé que podré cerrar la etapa de Agnes si asisto a ella. Mi
hermana opina que presenciar cómo Agnes se casa con otra mujer (la que, para
colmo, es el amor de su vida) no es precisamente una buena manera de pasar
página, de superar una ruptura. Mi hermana lo único que quiere es protegerme.
No quiere que siga sufriendo.
Mi
hermana está volcándose en mí todo lo que jamás se ha volcado por mí en años.
Está devolviéndome ahora todo lo que me ha faltado de ella durante toda la
vida. No es culpa suya que no hubiese podido cuidarme como tiene que cuidar una
hermana a su hermana menor porque la vida nos separó durante años; pero nos ha
costado muchísimo ser las hermanas que ahora somos. De hecho, si ahora podemos
estar juntas, es gracias a que ella me buscó en su día, hace ya diez años por
lo menos.
Últimamente
pienso muchísimo en todo lo que he vivido desde que me fui de León tras la
muerte de mi padre. Me parece imposible creer que todos esos recuerdos que
guardo con tanto cariño me pertenezcan. Me parecen recuerdos más propios de una
novela mágica. Fui la protagonista de una historia increíble sin saberlo. Ayer,
me dediqué a escuchar música durante toda la mañana sin hacer nada más, sólo
dejándome llevar por la música y por los recuerdos que ésta me traía. Me
sumergí tan profundamente en mis recuerdos que, cuando Agnes me habló por
whatsapp, me pareció como si mi memoria la hubiese llamado. Me escribió justo
cuando más pensaba en ella. Un recuerdo me llevaba a otro. Rememoré los meses
que viví en mi cabaña, la relación que mantenía con Neftis y los demás miembros
del aquelarre, recordé a Agnes en esa época en la que ella me parecía, más
bien, un ser místico que se escondía en las sombras. Me impresiona mucho
acordarme de esa Agnes que vivía lejísimos de todos nosotros, entre árboles
milenarios, en una cabaña pequeñísima que ella convirtió en un hogar acogedor,
junto a esa laguna continuamente alimentada por un río caudaloso que, en primavera,
crecía peligrosamente. Cultivaba ella misma sus propias verduras, su cereal,
todos sus frutos... Yo tuve que aprender mucho de Gilbert para poder vivir con
lo que la naturaleza me daba, pero Agnes no necesitó que nadie le enseñase
nada. Ya traía los conocimientos de su niñez consigo. Siempre los llevó con
ella misma, todo lo que aprendió en su tierra la ayudó a no tener que depender
de nadie para vivir. ¿Cómo no nos dimos cuenta de lo que ella era en realidad?
Yo creo que nadie supo ver lo que tenía por dentro. Cuánto nos equivocamos con
ella.
Mas
hay cosas que me parecen casi increíbles. Recuerdo a Némesis y me parece que
rememoro una historia de seres mágicos que no tiene cabida en este mundo cruel,
miserable, frío, lleno de muerte, de enfermedad, de injusticia y maldad. Agnes
era parte de una leyenda, junto a Némesis, junto a todo lo que la envolvía.
Ahora sé que ese halo de misterio que la rodeaba, como una aura visible, no era
más que su soledad, la profunda soledad que la encerraba, sus frustraciones, su
tristeza, su insondable dolor, sus deseos vueltos añicos y sobre todo la
horrible enfermedad que arrastraba del hospital en la que la encarcelaron. Allí
fue donde enfermó.
Qué
pena que no supiese entenderla a tiempo, pero ahora ya es demasiado tarde para
remediar nada. Yo también le hice mucho daño. Recuerdo lo difíciles que fueron
los primeros meses de nuestra relación. Vivimos en casa de Gilbert durante casi
un año hasta que yo acabé de estudiar para las oposiciones y conseguí una plaza
fija. Me dejé la vida estudiando mientras ayudaba a Agnes como podía, pero era
muy complicado ayudarla porque ella estaba muy enferma. Cuando ya por fin
conseguí mi plaza, entonces nos fuimos a vivir juntas a ese piso cerca de
Barcelona. Agnes me preguntó, en varias ocasiones, por qué no me presentaba a
unas oposiciones estatales en lugar de hacerlo a unas autonómicas y yo no sabía
qué contestarle. Le decía que prefería asentarme ya en un sitio antes que
permitir que me enviasen a cualquier parte. Además, me inventaba respuestas que
no eran ciertas para justificar por qué prefería quedarme en Cataluña antes que
arriesgarme a que posiblemente me mandasen a Galicia. Ella, indirectamente, me
preguntaba por qué no me atrevía a iniciar una nueva vida en Galicia, pero no era
capaz de hacerlo. Agnes también tenía mucho miedo a volver. A ella la aterraba
regresar a su tierra. Tendría que despertar sus dormidos y preciosos recuerdos
si volvía y no se atrevía a hacerlo. Yo notaba que se reprimía las ganas de
pedirme que nos fuésemos a vivir allí, pero no le hice caso. Si hubiese
aceptado cómo era, habría entendido enseguida que lo único que la podía curar
era regresar a Galicia porque, si regresaba, no estaría volviendo a su amada
tierra solamente, sino sobre todo a ella misma. Estaría volviendo a ella misma
después de tantos años separada de su propia alma.
No
obstante, no sé qué habría ocurrido si hubiese sido todo distinto. Agnes estuvo
muy enferma. Cuando empezamos a vivir juntas, ella todavía tenía el alma hecha
añicos. Estaba muy enferma. No podía quedarse sola en casa durante muchas horas
porque enseguida se hundía, pero tampoco se atrevía a salir a la calle porque
el mundo le parecía un lugar enorme, inexpugnable, lleno de estímulos que la
aterraban. Recuerdo que cualquier ruido la descontrolaba, hasta el pasar de una
moto chirriante la ponía nerviosa. Me acuerdo de que tenía que tomarla de las
manos y apartarla a un lugar donde nadie la mirase porque la aterrorizaba que
la gente la viese. No quería que nadie la mirase. No quería existir para nadie.
Poco a poco, fue calmándose, sus ataques de pánico fueron espaciándose, pero no
sé cómo lo consiguió. Yo tampoco sabía ayudarla bien. Sé que muchas veces sólo
le bastaba con sentirme a su lado. La música la hería. Era una época muy
extraña. Me acuerdo de un detalle aparentemente insignificante que me revela
mucho sobre cómo estaba ella en realidad. Recuerdo que, aquel año 2015, le mostré
la aplicación de Spotify. Ella sabía que existía, pero nunca la había probado.
Recuerdo que le dije: “puedes encontrar cualquier canción, cualquier artista.
Venga, va, dime alguna canción de Galicia, a ver si sale.” Ella me pidió por
favor que no le pusiese música de su tierra, que no lo soportaría. Entonces
empezamos a buscar otro tipo de música. Fue cuando descubrimos cantantes como
Wendy rule, cuya música fue la banda sonora de muchos de nuestros momentos. Un
año después, Agnes ya era capaz de buscar trabajo, de nuevo, estaba
estabilizándose todo. Cuando encontró ese trabajo en el que duró casi dos años,
entonces empezó a recuperar su verdadera forma de ser. Empezó a ser la Agnes
que llevaba reprimida durante años entre brumas, oscuridad y depresión. Fue a
principios de 2017 cuando ya se atrevió a buscar música de su tierra, cuando
empezó a enseñarme canciones, a hablarme poco a poco de sus recuerdos, incluso
a hablarme en gallego. Yo creía que estaba siendo el principio de nuestra
verdadera relación, pero lo que yo no sabía era que había empezado el fin de ésta,
fin que llegaría al año siguiente, pero, en aquel entonces, Agnes ya había
empezado a volver a sí misma y a su tierra sin que ni siquiera ella misma lo
supiese.
Y
ahora me pregunto si podría haber hecho las cosas de otro modo con ella. No
tiene sentido preguntármelo porque jamás lo sabré, pero me duele pensar que la
ignoré, que me hice la sorda con ella, que no la escuché ni la entendí como se
merecía. Sé que todo habría podido ser distinto si yo me hubiese dignado ser menos
egoísta. No obstante, también pienso que Lúa siempre estuvo allí en Ourense. Si
hubiésemos iniciado juntas una nueva vida, Agnes habría acabado reencontrándose
con ella. ¿Habría ocurrido entonces lo que pasó en el año 2018? Jamás lo sabré.
Yo lo
único que deseo es curarme, no sólo del cáncer, sino sobre todo del amor que
siento por esa mujer que nunca será para mí. Todavía la amo con locura, de una
manera que me desgarra el alma. Estoy tan enamorada de ella que no me
importaría nada si ella me pidiese volver conmigo; algo que sé que jamás
ocurrirá, jamás, porque sé que está profundamente enamorada de Lúa. Siempre lo
estuvo. Sé también que nunca podré encontrar a nadie como Agnes. Agnes es
única. Tiene un corazón único, un alma llena de magia, de sensibilidad, de
amor. Que sea capaz de amar tanto y tan sinceramente un lugar del mundo demuestra
que tiene una de las almas más especiales del mundo, demuestra que su corazón
es inmenso, que es un ser místico, mágico, que tiene una sensibilidad increíble
y valiosísima, demuestra que es capaz de amar de verdad, que es capaz de amar
con todo el corazón, con sinceridad, entrega y fidelidad.
Me
siento agotadísima. No pensé que podría escribir tanto. Ojalá la próxima vez
que escriba pueda decir que me encuentro muchísimo mejor, que incluso ya me
siento capaz de caminar al menos durante una hora... Ahora no puedo caminar ni
quince minutos sin sentirme profundamente cansada.
Por muy dura y fría que sea la noche, siempre sale el sol. Artemisa sigue mal, por culpa de la quimio, que le quita el ánimo y el aliento, pero que al mismo tiempo, le da esperanza, la devuelve a la vida. Está levemente mejor y eso, es lo que importa. Ya habrá tiempo para salir, hacer cosas y quizás enamorarse de nuevo. Según su médico, se está curando a una velocidad poco común en esos casos. Se debe a la quimio, al tratamiento, pero también a los rituales que Agnes hace para que se cure. Estoy seguro. Ella no lo sabe, pero la está ayudando mucho. Ve que hay una pequeña energía positiva que le ayuda, que le anima, pero o entiende de dónde viene, pero sabe que le ayuda. Quizás más adelante Agnes le pueda revelar lo que hizo por ella. El apoyo de Casandra y Gabriel está siendo también muy importante. Ellos están ahí, a las duras y las maduras, siempre pendientes de ella. Por otro lado, Agnes le envió un whatsapp. Preocupada por su estado de salud. La conversación fue bien, cordial. Agnes la animó y Artemisa lo agradeció. Es un primer paso para al menos, llevarse bien. Artemisa ha sido directa y yo diría que dura con su respuesta, sin filtro. Ha querido transmitirle a Agnes el infierno que está viviendo y yo creo que le ha quedado bien claro. Luego, hace algunas reflexiones. Recurda el primer beso de Agnes, que no le pareció que fuese el primero y le sorprendió. Besaba demasiado bien como para no haberlo hecho nunca. Me he quedado muerto con su afirmación de que está “completamente decidida a ir a la boda de Agnes y Lúa”. ¡¿Qué?! No lo veo para nada conveniente...hasta podría arruinarles la boda. No está preparada para asistir...espero que no lo haga y si lo hace, que sepa guardar las apariencias. Por otro lado hace un buen repaso a su vida, la gente que conoció y las cosas que ha vivido. Sigue amando a Agnes, eso está claro, pero ya tiene la certeza de que su amor no era infinito y ya duda de muchas cosas.A pesar de todo, volvería con ella si se lo pidiese...ains, debería valorarse más, eso es arrastrarse... Artemisa, eso no! Tu dignidad ante todo! Tienes que valorarte y pasar página! A ver si me escucha y me hace caso. En fin, otra entrada intensísima, Ntoch. Me lo he pasado pipa!!!!!
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