jueves,
16 de abril de 2020
Echo
de menos el mar. A mi Alexa, le pido que reproduzca el sonido de las olas.
Entonces cierro los ojos y me imagino que estoy en la orilla de una playa
desierta, de aguas color celeste y de arenas plateadas, como aquéllas que
descubrimos en las Islas Cíes, que tan preciosas me parecen. Puedo perder la
noción del tiempo trayendo a mi memoria la danza de las olas, viniendo hacia
mí, alejándose de mí; pero la imaginación tiene un límite. A mí me gustaría
sentir la caricia de las brisas marinas rozándome la piel a la vez que el sol me
templa el alma, y no es posible. Me asomo a la ventana de mi dormitorio y sí
puedo notar que el aire me roza la piel. Puedo aspirar el aroma de la hierba recién
cortada y el de las flores que tenemos en la terraza, a donde salgo siempre que
puedo para tomar el sol, pero últimamente está haciendo unos días muy raros y
ventosos. De repente sale el sol, pero enseguida vienen unas nubes a toda prisa
para cubrirlo. En Manresa hace algo más de frío que en Barcelona. Deseo que
llegue ya el verano. No tengo más ganas de sentir más frío. Desde hace unos
meses, concretamente desde que me enfermé, mi cuerpo apenas sabe crear calor y tiemblo
con mucha facilidad.
Estos
días me siento muy extraña. Paso largas horas sumergida en muchos libros
distintos. Estoy leyéndome varias novelas a la vez, pero también intento
escribir todo lo que puedo; no obstante, no me siento nada inspirada. No me
satisface nada de lo que escribo y, cuando llevo media hora tratando de
escribir algo que para nada está quedándome de mi agrado, dejo de escribir
enfurecida conmigo misma. Me da mucha rabia no tener inspiración, sentir que mi
mente está llena de ideas y no poder convertirlas en palabras. ¿Qué me pasa? Recuerdo
que, hace unos años, no me costaba nada escribir y era capaz de crear novelas
larguísimas de las que luego me sentía muy orgullosa. Sin ir más lejos, hace tres
años, ayudé a Agnes a escribir su vida; una biografía totalmente incompleta y
casi irreal a la que le faltaban los detalles más importantes de una vida...
pero, al fin y al cabo, nos quedó una novela muy bonita que a veces releo
sumergiéndome de lleno en sus palabras. Agnes tiene el don de la escritura,
también, e incluso escribiendo en castellano es capaz de crear textos
preciosos. Según me ha contado, está intentando escribir su verdadera vida, completa
y sin dejar olvidado ningún detalle, con la ayuda de Lúa, pero también me confesó
que le cuesta mucho escribir últimamente. Yo creo que eso nos ocurre porque
estamos encerradas en casa todo el día. Cuando más inspirada me siento, es
cuando salgo, cuando estoy en contacto con el mundo, con la naturaleza, con
otras personas... pero tendríamos que acostumbrarnos a esta situación. Sin embargo,
a veces tengo la sensación de que todo se pone en mi contra cuando intento
escribir. Cualquier estímulo me desconcentra, no estoy cómoda escribiendo en mi
ordenador ni en mi iPad, la música no me inspira, los sonidos de mi alrededor
suenan más fuertes que nunca, de súbito recuerdo que he dejado sin hacer algo
de la casa y salgo de mi habitación para terminarlo, enciendo velas para que su
llama brillante me ayude a inspirarme, pero no las miro mientras me peleo con
mi propia imaginación y mis dedos para tratar de escribir algo que parezca
bonito y que tenga lógica con lo que escribí antes, otro día, en el que casualmente
tampoco me sentía inspirada, pero en el que de repente noté que podía escribir
durante más de cinco minutos sin desconcentrarme. Cuando me sucede todo esto,
es mejor no hablar conmigo porque cualquier cosa me sienta mal y contesto muy
borde.
El sábado
por la tarde, hablé con Agnes a través de Skype. Mi hermana me convenció de que
hiciese una videollamada con ella diciéndome que Agnes había sido la persona en
la que más había confiado a lo largo de mi vida, que no tenía sentido que me
avergonzase de mi aspecto con ella y que tampoco tenía sentido que me
preocupase tanto por mi aspecto si mi intención no era conquistarla. Mi hermana,
a veces, me dice unas cosas... Me hace reír con sus comentarios, pero también
me impresionan mucho. Me pregunto: “¿cómo es capaz de decirme eso?” Pero
agradezco mucho que sea tan sincera conmigo. Ella tampoco está muy animada,
pues no puede ver a Gabriel nada más que a través de la pantalla de su
ordenador y lo echa muchísimo de menos. Me sorprende que mi hermana se haya
enamorado tanto de él. Nunca he visto a mi hermana así, tan entregada a otra
persona, tan cómoda con otra persona, tan bien, tan completa. Gabriel ha tomado
la decisión de alojarse en un hotel mientras dure la pandemia para no poner en
riesgo nuestra vida, ya que él está en constante contacto con enfermos de covit19.
Quiero
hablar de la conversación que mantuve con Agnes, de cómo fue vernos después de
tanto tiempo sin mirarnos a los ojos, de cómo me sentí, de lo que percibí en
ella... pero me cuesta mucho convertir todos esos hechos en palabras porque
realmente me conmovió mucho verla y saber que ella analizaba cuidadosamente mi
aspecto. También estaban Lúa y mi hermana para que aquel momento no fuese tan
tenso. Si hubiese estado a solas con Agnes, habría sido incapaz de hablar y de
asomarme a la cámara, pero estando mi hermana sentí mucha más confianza. Lúa también
me inspiraba confianza, curiosamente, pues ella parece restarle importancia a
todo eso que a mí me parece gravísimo y sabe qué frases dirigirte para hacerte
sentir bien. Lúa me sorprendió mucho esta vez e incluso me arrepiento de todo
lo que dije de ella. Le pedí perdón cuando me sentí capaz de hacerlo. Le dije
que le debía una disculpa por haber sentido hacia ella tanta rabia, rencor e
incluso odio; pero ella me dijo que todo eso ya formaba parte del pasado y que
lo que importaba era que pudiésemos llevarnos todas bien. La parte de mi alma
que todavía desconfía de la vida, la que por suerte cada vez es más pequeña, me
dijo: “te dice todo eso porque está con Agnes y es una manera de vengarse por
todo lo que le has hecho y has pensado de ella”, pero enseguida recordé que
quien dejó a Agnes fui yo y que, cuando lo hice, Agnes no tenía ni idea de que
Lúa estaba viva.
El corazón
me latía muy rápido cuando llamé a Agnes. Mi hermana me tomaba de la mano y
enseguida se conectó desde su ordenador para dejarme más intimidad. Cuando vi a
Agnes, me quedé sin palabras. Sentía tanta timidez e inseguridad que no sabía
qué decir. No podía retirar los ojos de ella. Reconocí enseguida dónde estaba. Estaba
en la sala donde Lúa tiene el piano (del cual jamás Agnes fue capaz de deshacerse).
Detrás de ella, vi el cielo nublado de Ourense e incluso distinguí los árboles
del Posío. Me dio mucha nostalgia ver esas imágenes, pero sobre todo encontrarme
con la mirada profunda y nocturna de Agnes. Estaba preciosa. Yo sabía que
seguía estando muy guapa, pero me sorprendió hondamente descubrir lo bella que seguía
siendo. Se cuida mucho pese a estar encerrada en casa. Tiene la piel brillante,
no pálida por la falta de luz, sino como resplandeciente, los ojos igual de
expresivos que siempre, el pelo reluciente, largo, negrísimo... Estaba tan
guapa que yo me sentí nada enseguida, pero ella me sonreía, sí, me sonreía, y su
sonrisa me hizo sentir fuerte. Era la sonrisa de siempre. Pensé: “por la Diosa,
qué enamorada sigo estando de ella”. Ese pensamiento me hizo sentir ganas de
llorar, pero las espanté concentrándome en ese momento. Agnes esperaba que le
hablase. Lo único que me salía decir era: “¿cómo estás?” Temía que ella me
contestase en castellano, pues, si lo hacía, me sentiría bastante mal porque
entonces ella no estaría siendo transparente y sincera conmigo. No estaría
hablando con ella, sino con una versión forzada de sí misma y yo quería hablar
con mi Agnes, la Agnes de siempre; pero, por suerte, hace tiempo que ya no me
habla en castellano, desde que le pedí que no lo hiciese.
Llevaba
un vestido rojo, por lo que alcancé a ver, y se había maquillado un poco. Me
pregunté si lo había hecho porque iba a hablar conmigo, pero enseguida supe que
no, que ella lo hacía por sí misma.
Las primeras
frases de nuestra conversación salieron forzadas. Yo noté que ella se fijaba
disimuladamente en mi aspecto. Yo también me había maquillado bastante para esconder
lo demacrada que todavía estoy y me había puesto un pañuelo lila que me gusta
mucho. Me ha crecido algo el pelo, pero no lo suficiente para no llevar pañuelo
si estoy delante de alguien. Mi hermana me aseguró mil veces que estaba
guapísima, pero, junto a Agnes, me sentía tan poquita cosa... mas también supe
que ella no le daba importancia a cómo estuviese yo en ese sentido tan
superfluo y superficial. Me di cuenta de que los ojos se le llenaban de
tristeza y temor y supe que la había impresionado verme así. Es comprensible. La
última vez que me vio, yo todavía tenía mi melena rizada y castaña, mi rostro
lleno de vida, mis ojos brillantes... Para ella, estaba muy cambiada y mi
aspecto le revelaba lo mal que lo había pasado yo los últimos meses de mi vida.
Durante
los primeros minutos de nuestra conversación, prácticamente hablamos ella y yo
solamente. También estaba mi hermana y, a los pocos segundos, se conectó Lúa
desde el salón de su casa. También reconocí enseguida el lugar donde ella
estaba. Todo estaba igual. Nada ha cambiado desde que me fui. Ese piso también
fue mi hogar durante muchos meses y realmente a mí me gustaba mucho vivir allí.
Agnes me
preguntó cómo estaba y fui totalmente sincera con ella. Le expliqué que me
encontraba mucho mejor, pero también estaba asustada y de vez en cuando algo
desanimada, mas trataba de mantener la mente activa en todo momento para que la
tristeza que me provoca lo que está pasando no me desanime ni me apague. Le expliqué
que estaba intentando escribir una novela. Ella se mostró muy interesada en mi
proyecto y me pidió que le pasase algunos capítulos. Me dijo que quería leerla,
que siempre le había gustado mucho mi manera de escribir, y eso me animó
bastante. Luego Lúa me preguntó de qué trataba la novela que estaba escribiendo
y, cuando le contesté, noté que me sentía más cómoda hablando con ellas. Estaba
creándose una atmósfera muy calmada y llena de complicidad. Me resultaba muy
extraño ver a Lúa y oírla hablar después de pensar irrevocablemente que ella
estaba muerta. Era como volver al pasado y, al verla expresarse y oír su voz, reviví
todo lo que habíamos vivido cuando ella reapareció en la vida de Agnes. Su voz
estaba llena de recuerdos. Me sentí muy mal recordando lo mal que me había
comportado con Lúa y por eso supe que tenía que pedirle perdón. No quiero
volver a ser tan cruel con nadie, ni siquiera conmigo misma.
Fue una
conversación muy amena. Me gustó mucho hablar con ellas y el tiempo pasó muy
rápido mientras compartíamos opiniones, experiencias, pensamientos... Todas
coincidimos en que este confinamiento nos está sirviendo para reencontrarnos
con nosotras mismas, para recuperar esa parte de nuestra alma que queda
silenciada por el estrés de la rutina y para llevar a cabo proyectos que hace
mucho tiempo que queremos volver realidad. Sin embargo, Agnes nos confesó que
ella sí echaba muchísimo de menos ir a trabajar, que estaba muy preocupada por
su negocio (hasta entonces había olvidado yo que la cafetería es enteramente
suya) y que ansiaba volver al trabajo, que estaba perdiendo mucho dinero, que
había donado la mayor parte de comida que tenía en la cafetería a gente que no
tenía dinero para comer, que ella quería enviarle comida a su madre, que lleva
más de dos meses sin verla, pero que no se atreven a ir a la aldea para
llevarle la comida porque las puede descubrir la policía y no quiere arriesgarse
a que su madre se infecte. Ellas están bien, pero Agnes no confía en nada. Cuando
hablaba de su madre, se le llenaban los ojos de lágrimas. Nos dijo que la
echaba mucho de menos y que se le rompía el corazón cuando se la imaginaba allí
en la aldea, sólo acompañada por Damián y dos vecinas ya demasiado mayores,
cuando traía a su memoria la imagen de la aldea tan solitaria... y que no saber
cuándo podría regresar a la aldea la entristecía profundamente. Nos confesó
que, desde que volvió a Galicia con la intención de no marcharse de allí nunca
más, no creyó jamás que pudiese volver a echar tanto de menos su aldea.
Lúa
nos contó que ella sigue trabajando desde casa y que muchos alumnos precisan de
su ayuda porque la mayoría tienen una adolescencia muy complicada y no se llevan
bien con sus padres, pero que, evidentemente, tiene menos trabajo que antes; no
obstante, la situación de Lúa me da algo de envidia porque creo que está
haciendo una labor muy importante y bonita. También nos contó que, cuando todo
esto pase y sea más seguro que podamos volver a la nueva normalidad que nos
espera, quiere abrir una consulta propia y dejar de trabajar poco a poco en el
instituto porque está cansada de atender a chicos tan complicados. Lleva muchos
años siendo el apoyo de personas que apenas permiten que las ayuden y no tiene
más energía para luchar contra todos esos adolescentes tan difíciles... pero
por el momento los sueños de todas nosotras están congelados.
Me resultaba
curioso hablar con ellas sabiendo que están juntas. Me fijaba mucho en cómo la
una se dirigía a la otra, cómo Agnes se reía con lo que Lúa decía, cómo Lúa subrayaba
lo que Agnes contaba... Enseguida noté que entre ellas hay una conexión limpia,
preciosa, hecha de una confianza y un respeto inquebrantables. Con Agnes he
sido muy feliz y con ella también me he sentido muy unida; pero, en los últimos
meses de nuestra relación, yo sentía que apenas teníamos ya cosas en común y no
me refiero a compartir gustos ni preferencias, sino a la manera de estar en el
mundo, de vivir, de sentir. En cambio, enseguida me di cuenta de que Agnes y
Lúa están en la misma sintonía energética. Se percibía a leguas cuán unidas
están. No me hizo falta preguntarles si eran felices porque continuamente me lo
confesaban con los ojos, con las miradas que la una le dedicaba a la otra a
través de la cámara, con su forma de hablarse, de apelarse, de estar,
simplemente. Qué envidia me dan, sinceramente; pero esta vez se trata de una
envidia que no me hace daño. Es una envidia hermosa. Me gustaría mucho poder
tener con Agnes una relación así, pero soy plenamente consciente de que jamás
podré cumplir ese sueño. Es hora de que comience a esforzarme por olvidarme de
Agnes. Tengo que olvidarla. Tengo que dejar de amarla como la amo. Este amor no
me llevará a ningún lado, al contrario, me mantendrá detenida eternamente.
Todo eso
lo pensaba mientras las escuchaba a las dos, mientras observaba todos los
gestos que cada una hacía, mientras me fijaba en cómo se miraban y cómo
hablaban. Cuando yo les explicaba algo, las dos me escuchaban atentamente, pero
también me percataba de que, de vez en cuando, se miraban a través de la
cámara, sonriéndose disimuladamente, y era como si pudiese oír lo que pensaban,
como si advirtiese que estaban compartiendo sus pensamientos a través de sus
miradas. ¿¿Cómo puede existir una conexión tan perfecta? Es muy bonito que
exista algo así.
No pude
evitar preguntarme cómo serían sus momentos más íntimos, si Agnes se sentiría
más completa con Lúa... Cuando compartí con mi hermana estos pensamientos, me
dijo que era masoca y que preguntarme todo eso no me servía absolutamente para
nada. Evidentemente, me hizo reír con su respuesta, pero no puedo quitarme esas
preguntas de la cabeza. Es que incluso me resultaba sencillísimo detectar el
deseo con el que se miraban de vez en cuando, creyendo que yo no advertía el
significado de esas miradas; pero no me molestaba nada, al contrario, me sentía
cómoda sabiendo que se mostraban tal como eran delante de mí, tal como les
salía ser.
Para
empezar a cumplir lo que me había propuesto esa tarde sobre olvidar a Agnes,
fui capaz de contarles que estaba hablando con varias chicas a través de
whatsapp y que, con alguna de ellas, sentía cosas muy bonitas. Cuando dije eso,
a Agnes se le iluminaron los ojos y la sonrisa que me dedicó me reveló que se
alegraba sinceramente por mí. No me preguntó nada hasta que me quedé en
silencio. Me preguntó cómo eran esas chicas, qué me hacía sentir hablar con
ellas e incluso me animó a que me dejase llevar todo lo que pudiese por lo que
sentía. Evidentemente, saber que a Agnes le encantaría que yo iniciase una
relación con otra mujer acabó de convencerme de que tenía que hacer todo lo
posible para olvidarla.
Pero
no sé si voy a ser capaz de hacerlo. Sí me siento a gusto hablando con esas
chicas, en especial hay una con la que conecto bastante; pero continuamente las
estoy comparando con Agnes. Me gustaría estar con alguien que se pareciese a
Agnes en la manera de ser, de pensar, de sentir, de estar en el mundo... pero
tal vez busque un imposible. Debería olvidarme de ella y conocer profundamente
a esta mujer con la que siento cosas bonitas y cesar de intentar buscar a Agnes
en cada persona con la que hablo.
Se hicieron
las ocho de la tarde y dejamos de hablar porque todas queríamos salir a
aplaudir. En el bloque de pisos donde vive Agnes se oía hasta música, gente
cantando, se oían tantos aplausos que yo misma me emocioné al oír tanta vida...
nosotras también salimos a aplaudir. La conversación con Agnes y Lúa me había
llenado el alma de pensamientos contradictorios, pero también de una energía
muy bonita. Sentía que esa tarde había empezado nuestra verdadera amistad.
Ojalá ésta sea eterna y firme.
Y por
el momento eso es todo lo que me apetece contar. Todo sigue igual de mal con
respecto al virus. Hay días en los que tengo más esperanzas y otros, como hoy,
en los que me cuesta confiar en que esto pase pronto.
Me he sentido muy identificado con Artemisa en muchos aspectos. En la esperanza sobre el virus, que va y viene. A veces te animas y piensas que esto pasará y otras no ves el final. Luego la inspiración. Estamos igual. Es verdad que todo nos afecta más estando en confinamiento. Mis pájaros, que siempre me despistan, Lulú(ahora mismo, secándose en mi cara, que se acaba de bañar), las cosas de la casa, Esther (que me busca cada dos por tres diciendo que está aburrida), las llamadas, las comidas...es como que esas cosas tienen más fuerza que la inspiración y la concentración. Ah, yo le pido a mi asistente que me ponga lluvia y sonido de la naturaleza, pero también echo en falta el mar. Al final pudo hablar con Agnes, aunque yo creo que bien montado, con la ayuda de su hermana por un lado y de Lúa por el otro. ¡Ahh! Me acabo de acordar que no he cogido a las clacks jajaja, qué mal. Sigue enamorada, pero se está esforzando en pasar página y está conociendo a otras chicas. Las comparaciones son odiosas y cuando uno conoce a otra persona, tiene que abrir la mente, descubrir otra forma de pensar, de ver el mundo...te aporta otras cosas, no debería compararla con Agnes. Si lo hace, no avanzará nunca y se quedará atascada en un imposible y nunca será feliz. Percibo que lo está haciendo, o al menos que lo intenta. Agnes se alegra por ella (es una señal enorme que le indica que ya no siente nada por ella como pareja), quiere que sea feliz y que se recupere totalmente. Como bien dice, debe empezar a olvidarla. Se sorprende como es posible que exista una relación tan perfecta, pero es que ella no se vio desde fuera cuando estaba con ella, también era perfecta (no en la última etapa, eso es verdad), aunque es posible que estuviesen en ondas distintas, parecidas, pero diferentes. Me alegra saber que Artemisa está mejor, que se recupera y que está rehaciendo su vida. Esa es la Artemisa que conocimos y poco a poco está volviendo a resurgir.
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