miércoles, 3 de junio de 2020

DIARIO DE ARTEMISA: LUNES, 1 DE JUNIO DE 2020


Lunes, 1 de junio de 2020:
Nos encontramos en la mitad del año, de este año tan extraño que yo estoy viviendo de una forma tan rara e inusual. Primeramente, este año empezó muy mal para mí porque estuve muy enferma. Luego vino esta pandemia que nos ha detenido a todos y de la que posiblemente no salgamos nunca hasta que nos hagamos a la idea de que tenemos que convivir con un virus que nos puede matar en cualquier momento. Ésa es la sensación que las autoridades sanitarias nos dan con sus advertencias y recomendaciones. Hasta que descubran la vacuna que nos puede salvar de este virus, tenemos que aprender a vivir de una manera totalmente distinta a la que estábamos acostumbradas. Al principio de esta situación, a mí no me importaba permanecer en casa sin tener la obligación de salir, de trabajar, de esforzarme por sacar adelante mi propia vida; pero ahora sí necesito salir, vivir, experimentar, recuperar todo ese tiempo que el cáncer me arrebató. Siento que he vuelto a nacer, pero el mundo todavía no me conoce profundamente, como me conocía antes. Siento que he vuelto a nacer después de sufrir una enfermedad tan horrible que estuvo a punto de quitarme la vida, pero también porque, durante mucho tiempo, estuve segura de que nunca más me apetecería vivir. Durante meses, sólo sentí tristeza y muchísimo desaliento. Ahora me fastidia mucho tener que estar aquí encerrada, saliendo sólo para lo mínimo (bueno, ahora ya salgo para más cosas de las que luego hablaré) porque quiero viajar, quiero volver al mundo. Me siento impotente cuando pienso en todas las cosas que quiero y no puedo hacer. Creo que la enfermedad que he padecido me ha rehecho de nuevo, es decir, me ayudó a desprenderme de lo que fui y era y me ha reconstruido como persona. Me siento tan distinta que todavía no me conozco bien. No soy la misma Artemisa de antes, en absoluto. Incluso me cuesta creer que hubiese momentos en los que experimentase tantas emociones dañinas como los celos, la envidia y la rabia. No sé a dónde me llevaba sentir todo eso. Lo que sí sé es que cualquier enfermedad tiene también sus causas psicológicas y estoy segura de que tener el alma tan llena de amargura me hizo muchísimo daño, tanto que ni siquiera yo podía saber cuánto me estaba destruyendo a mí misma. Mi psiquiatra también opina como yo. Ya no tomo pastillas de ningún tipo, por cierto. Hace más de un mes que las dejé y ahora sólo me medico con infusiones y con pastillas naturales a las que apenas recurro ya porque me siento muy bien y además estoy haciendo yoga a distancia con una profesora muy buena que me hace clases particulares y que me está ayudando muchísimo. También salgo a caminar por la mañana y permanezco andando por el bosque hasta que realmente me siento cansada, disfrutando de la luz del día, de los olores de la hierba y las flores. Sí me encuentro algunas personas por donde voy, pero, por suerte, vivimos en un lugar bastante tranquilo.
Intento llenar mis horas con cosas que me hagan sentir bien, con actividades que me motiven. Además, estoy trabajando en la herboristería de mi hermana desde hace unos días y me encanta trabajar allí. Me siento útil, llena de vida e ilusionada. Trabajar con mi hermana es muy sencillo porque las dos nos entendemos muy bien. No discutimos casi nunca y nos ayudamos mucho. Con mi hermana tengo una relación tan perfecta... Siempre deseé llevarme así con ella y, realmente, nos ha costado mucho conseguirlo.
A veces, escuchando música o meditando, llegan a mí recuerdos de otro tiempo, de otros meses, de esos meses que compartí con Agnes, pero también de cuando estuve viviendo en la cabaña, allí en medio del bosque, enriqueciéndome el alma, aprendiendo a sobrevivir con lo poco que tenía, relacionándome con personas muy espirituales y amables que siempre me quisieron de verdad. También me acuerdo de los años que viví apartada del mundo en esa isla donde tanto aprendí, donde fui tan yo. Siento una nostalgia inmensa al rememorar ese tiempo, al revivir esos recuerdos, porque, en aquel entonces, tenía muy clara cuál era mi identidad. Ahora no lo tengo tan claro, sinceramente. Sí que puedo reconocer lo que me gusta y lo que me desagrada, lo que me llena y lo que detesto hacer... pero tampoco sé cómo acabaré siendo cuando empiece a vivir de nuevo, de verdad, a compartir mi vida con otra persona, porque tengo muy claro que quiero estar con Uxía. Lo tengo tan claro, la echo tanto de menos que a veces me entristezco al no poder estar con ella. Siempre creí que Agnes sería la única persona que amaría y sigo creyendo que no podré amar a nadie como la amé a ella, pero por Uxía siento algo cada vez más intenso y bonito que no me gustaría dejar de sentir, que no me gustaría estropear. No obstante, también hay cosas que me preocupan. Si nuestra relación sale bien, entonces tendré que dejar a mi hermana aquí otra vez, después de lo que nos ha costado llevarnos bien, entendernos como hermanas y como personas... pero tengo la intuición de que mi hermana se vendría conmigo a vivir a León. Uxía también está de acuerdo conmigo en vivir allí. Le gusta la idea de que iniciemos juntas una vida en común allí. Ella abandonaría Galicia y yo también dejaría el lugar donde ahora vivo. Además, yo siempre quise vivir en León, en la ciudad en la que estudié y me hice mujer, y tener una casita en el pueblo donde nací para ir todos los fines de semana o en verano. Tengo muchas ganas de volver a mi pueblo, de pasear por sus antiguas calles y perder la mirada por los inmensos campos que lo protegían del mundo. Mi pueblo no es tan pequeño como la aldea de Agnes, pero ahora está prácticamente deshabitado y olvidado, como la aldea de Agnes, pero creo que allí, en mi pueblo, la soledad es más dañina. Hay muchas casas convertidas en ruinas. Fue lo que vi cuando hicimos aquella excursión Lúa, Agnes y yo, aquel día en el que Lúa estaba tan callada y extraña, tan triste. Ahora, recordando ese día, sé que lo que le ocurría era que estaba muy triste. Ya no me cuesta ponerme en su lugar. Entiendo su tristeza. Ella siempre amó a Agnes y, cuando por fin se reencontraron después de tanto tiempo deseando volver a verla y estar con ella, aparece con otra mujer que, para colmo, no entiende profundamente a Agnes, no entiende el amor que siente por su tierra, y que encima la obligó a vivir durante mucho tiempo en un lugar donde ella no era para nada feliz. Entiendo la frustración que Lúa sintió, el daño que yo le hice con mis celos y el desprecio que le demostraba. No me porté bien con Lúa y ahora me arrepiento de verdad de haberlo hecho porque la comprendo y, es más, reconozco que, si yo hubiese estado en su situación, habría actuado muy mal, al contrario que ella, que siempre fue respetuosa y no forzó a Agnes a que estuviese con ella. Lúa se comportó muy bien con las dos, pero yo habría sido muy egoísta, me habría importado un pimiento que Agnes estuviese con otra persona. Me habría lanzado a ella en cuanto hubiese detectado que me deseaba, que me miraba con amor y pasión. En cambio, Lúa se reprimió y se contuvo mucho y yo sólo se lo pagué con celos, con malas palabras y con miradas horribles que, si quemasen, habrían incendiado el mundo entero. Incluso creo recordar que la agredí físicamente una tarde en la que estábamos las tres juntas disfrutando de la calma del río... No recuerdo muy bien lo que sucedió aquella tarde porque perdí la noción de mí misma, el control de mis sentimientos y de mis pensamientos y actué dejándome llevar por una rabia que no tenía fin.
Uxía nunca ha estado en Barcelona y me reconoció que, antes de vivir juntas, le apetecía pasar aquí un tiempo. Me dijo que, cuando se pudiese viajar, se cogería vacaciones y vendría aquí para pasar más de un mes conmigo. Me hace mucha ilusión que venga. Me gustaría enseñarle mi pequeño mundo antes de construirnos uno para nosotras, pero creo que será muy complicado que pueda viajar aquí y que permanezca tanto tiempo en Manresa cuando tiene que trabajar, cuando depende de su trabajo para vivir, cuando no es nada seguro estar aquí en Cataluña... pero no quiero perder la esperanza. Ojalá esta etapa pase rápido y podamos ir pasando de fase hasta que llegue ese momento en el que podremos viajar entre Comunidades Autónomas.
Ayer llamé a Agnes por la tarde, a eso de las siete y media. Pensaba que no contestaría a mi llamada porque tardó mucho en cogérmelo, pero al final sí respondió y estuvimos hablando durante más de una hora. Me explicó que habían ido a la aldeíña, que acababan de volver, que había sido un fin de semana maravilloso y que no le apetecía en absoluto trabajar hoy. Me contó que habían sido unos días cargados de emociones, que había llorado mucho al reencontrarse con su aldea, con Laila y con su madre y que se sentía muy feliz y dichosa por tener en su vida tantas cosas hermosas. Cuando me habló de Laila, sentí mucha lástima porque yo también la echo de menos y, realmente, esa perrita iba a ser más mía que de Agnes porque fui yo quien se empeñó en tenerla; pero enseguida me di cuenta de que Laila se sentía más unida a Agnes que a mí. Me entró mucha nostalgia oírla hablar de su aldea con tanto amor. A mí también me gustaba mucho ese rincón de Galicia, de la montaña de Ourense. Me parecía mágico y allí siempre se me olvidaban todos los problemas, excepto cuando ya se acercaba el fin de nuestra relación, pues en ese tiempo ni siquiera la calma de la aldea me sosegaba; pero estar allí era como estar en contacto continuo con Agnes porque todo lo que hay ahí (los bosques, las calles antiguas, el silencio, los animales, los aromas del campo y de las cosechas) era como una extensión de ella.
No puedo negar ni voy a hacerlo que, cuando hablo con Agnes, se me remueve algo por dentro. Siento ganas de llorar, luego deseo permanecer escuchándola durante horas, también ansío contarle cosas, pero también me siento afortunada por poder hablar con ella con calma. Yo pensé que ese momento no llegaría nunca, que jamás podríamos ser amigas, y sí podemos serlo, aunque todavía me gusta mucho, eso no puedo negarlo. Me gusta mucho como persona, me encanta cómo es, la admiro en muchos aspectos, me enciende cuando habla, me conmueve su forma de expresarse, adoro perderme en la melodía de su voz y también en sus profundos ojos negros. Ella piensa que por estar conociendo a Uxía, por gustarme ya otra mujer, no siento absolutamente nada cuando hablo con ella ni recuerdo todo lo que hemos compartido. Por supuesto que todavía me gusta, y mucho, y, a veces, permanezco durante largos minutos recordándola, rememorando los momentos más bonitos de nuestra relación. Creo que eso es inevitable y eso no me impide entregarme a lo que vivo con Uxía, no me impide que ella me guste mucho también y que ansíe estar con ella, hablar durante horas con ella, estar juntas, descubrir lo que sentimos al compartir esos momentos tan íntimos en los que no dejamos de pensar, por mucha vergüenza que nos dé reconocerlo.
Uxía me gusta mucho porque es alegre, sincera, divertida, visceral, apasionada, sensible y fuerte. Tiene mucho carácter y eso también me gusta. Agnes no tenía ni tiene carácter, pero sí tiene una personalidad marcadísima. Nunca se enfada, nunca se enfadaba. Cuando se enfadaba entonces ardía Troya y el mundo entero porque costaba mucho que se le pasase el enfado. Durante largos minutos, era mejor no decirle nada porque no podía callarse todo lo que pensaba, porque, cuando algo la enfurecía (que eso no ocurría prácticamente nunca), se desahogaba en ese momento, no se callaba nada... pero no se enfadaba casi nunca. Recuerdo una mañana de septiembre, del año pasado, cuando estaban en época de vendimia, que ella me pidió que la acompañase, me confesó que le hacía mucha ilusión que fuese con ella porque quería enseñarme cómo vivían ese momento, qué cantigas cantaban, cómo luego celebraban la vendimia y miles de cosas más que ella quería compartir conmigo; pero yo me negué a ir, me negué en rotundo, y Agnes se enfadó mucho conmigo; pero ese enfado era peor que aquéllos que a veces la dominaban y que le hacían soltar todo lo que se le pasaba por la cabeza... Era peor porque no dijo nada. Sólo me dijo que estaba harta de que nunca quisiese compartir nada con ella, y se fue echando chispas por los ojos. Sé que se marchó muy enfadada y lo peor era que no podía saber cómo llegaría después. Permaneció todo el día fuera. Su madre también fue a ayudar a la vendimia y estuve un buen rato sola en casa, pensando. Creo que fue ese día cuando tomé la decisión de dejar a Agnes, pero tardé dos o tres semanas en hacerlo. No es sencillo dejar a alguien que amas tanto y tanto porque sabes que será mucho más feliz sin ti, porque eres consciente de que apenas compartes ya nada con esa persona... cuando la sigues amando con locura.
En cambio, yo tengo tanto carácter que a veces ni yo misma me soporto o sería más acertado decir que lo tenía. Ahora estoy mucho más tranquila, me he vuelto muchísimo más tranquila, y sé que no cambiaré, que esta manera de ser vino para quedarse conmigo. Hubo otras épocas en las que también parecía la persona más serena del mundo, pero creo que el amor enloquecido que sentía por Agnes me cambió y me hizo mucho más histérica.
La enfermedad que he sufrido y sobre todo la profunda depresión en la que caí me han ayudado a desprenderme de todos esos sentimientos negativos que tanto me destruían y me impedían relacionarme serenamente con los demás. Es curioso que, cuando nos hundimos tanto, pensemos que nunca saldremos de ese túnel sin fin y, cuando al fin conseguimos emerger de ese mar de desolación, nos damos cuenta de que era preciso que viviésemos todos esos momentos que, al final, nos cambiaron, nos ayudaron a evolucionar. En mí tengo un ejemplo muy claro de esa realidad, pero también puedo encontrarlo en Agnes. Yo he estado a punto de perder las ganas de vivir para siempre, pero puedo reconocer que jamás en mi vida he estado tan mal como lo estuvo Agnes tantas veces. Es verdad que el año pasado sufrió una recaída muy fuerte, pero las ganas de vivir no la abandonaron como sí le sucedió en infinidad de ocasiones viviendo aquí en Cataluña. Deseo de todo corazón que nunca más le sobrevenga otra recaída, que pueda ser feliz para siempre. Se lo merece. Creo que ella es la persona que más se merece ser feliz porque su sufrimiento, además de ser extremadamente potente, duró muchísimo en el tiempo, duró años y años, y no sería justo que siguiese enferma. Ojalá se haya curado para siempre. Lo deseo de todo corazón, con toda mi alma, y ahora más después de conocer todo lo que ha hecho por mí. Sé que Agnes ha colaborado muchísimo en mi curación y eso es lo que más me importa, que nunca me ha abandonado definitivamente, que no se despreocupó por mí nunca, que quiso siempre que estuviese bien. Es cierto que dejó de amarme en cuanto se reencontró con Lúa (aunque tardó mucho tiempo en reconocerlo), pero eso no le impidió ni le impide quererme. Sé que me quiere mucho y que también desea que sea feliz y que esté bien. Sé que los tratamientos que me hicieron para combatir el cáncer me han curado físicamente y que la energía que Agnes me enviaba desde la distancia me ha sanado anímicamente. Es muy importante que físicamente estemos bien, pero nuestro bienestar anímico es incluso más importante porque, si nos sentimos bien anímicamente, podemos luchar con más aliento contra cualquier enfermedad física que nos ataque. Es más, estoy totalmente convencida de que esta enfermedad física que he padecido nació al estar tan mal anímicamente.
Ahora incluso es que me veo muy bien físicamente, me encuentro guapa. El pelo está creciéndome fuerte y rizado como siempre lo tuve y me lo peino de una manera que le da mucha vida a mi rostro. Estoy dejándome crecer el flequillo y, por el momento, lo tengo recto; pero sé que, en cuanto me crezca más, me lo peinaré hacia un lado para dejarme la frente descubierta, que me gusta más peinarme así, pero también me veo muy bien con el flequillo así recto. Tengo ya una pequeña melenita que de momento sólo me cubre hasta la nuca, pero lo que me sorprende es que me está creciendo muy rápido el pelo y además tomo algunas hierbas para fortalecerlo y fortalecer también las uñas, que, con la quimioterapia, también se me han debilitado mucho. También estoy cogiendo algo de peso, al fin, pero, como estoy haciendo mucho ejercicio físico, estoy moldeando mi cuerpo de un modo nuevo, como nunca lo hice antes. Estoy muy motivada con la alimentación que llevo, con cuidarme tanto. Mi piel ha adquirido el color bronceado que siempre me ha caracterizado y apenas quedan en mí huellas de lo mal que lo pasé. Ni tengo ojeras, ni marcas nacidas del esfuerzo de vomitar, ni tampoco estoy ya tan delgada como antes, está creciéndome el pelo, me brillan los ojos, me siento feliz, estoy alegre casi siempre, aunque también me emociono con mucha facilidad y puedo llegar a enfadarme por cosas que a lo mejor a otra persona le resultan una tontería... Tengo la sensación de que mi alma se ha desprendido de todo lo que la podía silenciar o retener y ahora la tengo totalmente al descubierto. Además, estar conociendo a Uxía me anima mucho y estoy mostrándome ante ella tal como soy, sin ocultarle nada, como ella también está haciendo conmigo. Cada vez nos tenemos más confianza e incluso nos desvestimos y nos vestimos mientras hablamos si tenemos que hacerlo. También hemos tratado esos temas tan íntimos que me daba tanta vergüenza hablar con ella. Tengo que reconocer que ella me gusta muchísimo físicamente. Ella dice que debería perder algunos kilos, pero a mí me encanta que tenga esas curvas tan marcadas, tanta vida en los movimientos de su cuerpo. Para mí es perfecta. Me gusta muchísimo como es y no puedo evitar que se me encienda todo cuando la veo. Hacía muchísimo tiempo que no me ocurría algo así. Además, me gusta muchísimo su sonrisa. Cuando sonríe, me siento viva, siento mariposas en el estómago y también me ocurre eso cuando me llama, cuando me contesta a los mensajes que le envío. Siempre me pasa eso cuando hablo con ella. Es increíble que me pueda sentir así. Definitivamente, estoy enamorándome de ella y me cuesta creer que me esté sucediendo esto. Mi hermana ya me ha descubierto. Me preguntó si no tenía nada que contarle sobre esa chica con la que hablaba tanto. Cuando le dije quién era Uxía, se quedó a cuadros y me dijo: “¿ves cómo sirvió de algo todo lo que hiciste por Agnes?” Y es cierto. Puede que ir a vivir a Galicia con Agnes me sirviese para conocer a Uxía. También es verdad que con ella nunca había hablado tanto mientras viví en Galicia, pero, según me ha confesado Uxía, ella sí sintió alguna vez que yo la atraía; pero, como estaba yo tan enamorada de Agnes, nunca se atrevió a insinuarme nada. Si yo no hubiese vivido nunca en Ourense, jamás habría conocido a Uxía. Definitivamente las cosas siempre ocurren por algo, por mucho que nos cueste percibir el sentido de los hechos que nos acontecen en el momento en el que nos sobrevienen...
Y creo que eso es todo lo que contaré por hoy. Espero que esta energía tan positiva que ahora nos domina a todas no se desvanezca porque realmente me siento muy esperanzada y feliz.

1 comentario:

  1. Nos hemos puesto al día con Artemisa, ya tocaba. Pues todo lo que cuenta es muy positivo. La enfermedad ha desaparecido, y con ella, todas esas cosas que la perjudicaban. Se ha recuperado por dentro y por fuera. Después de volver a nacer, como bien dice ella, necesita salir, conocer, enseñar, mostrar al mundo la clase de persona en la que se ha convertido. Se nota que quiere compartir un poquito de la felicidad que desprende con los demás. Después de un inicio de año horrible de enfermedad y pandemia, la vida le sonríe. Todavía seguimos sufriendo las consecuencias de la pandemia, por eso no puede resurgir como a ella le gustaría, pero tiempo al tiempo. Además, está trabajando con su hermana en la herboristería y se llevan de maravilla. Es cierto que todavía no tiene muy clara cuál es su identidad, pero eso se descubre con el tiempo, y a veces, cambiamos de identidad, a causa de la vida y de las experiencias personales. Tiene claro que quiere estar con Uxía, parece bastante enamorada de ella y han pensado irse a León. Espero que Casandra se quiera ir a vivir con ellas llegado el momento, me daría mucha pena que se separasen (aunque está Gabriel y una vez instalados ahí, quizás no quieran cambiar de vida). Estará bien cuando Uxía visite Barcelona pasen unos días juntas. Reconoce que no se comportó nada bien con Lúa, eso la honra, y que la entiende. Ahora viene la parte más controvertida de su entrada. Reconoce que sigue pillada por Agnes, y bastante. No ha superado todavía la ruptura y con esas palabras que dice sobre ella queda clarísimo. Uxía ha entrado con fuerza en su vida, está empezando a sentir algo especial por ella, pero creo que todavía le queda un largo camino para superar lo de Agnes. Aunque me parezca poco recomendado que siga hablando con ella (parece una terapia de choque de esas jajaja), como lector y fan de las dos, me gusta que lo hagan, que no se pierda el contacto y sean amigas. Quizás yo, como lector, me sienta un poco como Artemisa, atrapado en lo que fue su relación, con la que tantas cosas vivimos y recordamos, y al revivirlo, sintamos esos sentimientos que invaden a Artemisa cuando hablan por teléfono. Somos como un niño, cuando sus padres se separan, que la mujer nueva de su papá no les gusta en un principio, la conocen, les gusta, pero se sienten mal cuando ven a su madre, algo así, a lo mejor no me explico bien y se me va la pinza jajaja. Resumiendo, que queremos lo mejor para Artemisa pero al mismo tiempo, queremos que sigan siendo amigas, no nos gusta que sus caminos se separen por completo. Una terreno peligroso y fangoso es el de las comparaciones...si compara a Agnes con Uxía, que si una tiene carácter, la otra no, que si esto, lo otro...no lleva a ningún sitio. Sabemos que Agnes es mucha Agnes y Uxía, aunque es una maravillosa chica (iba a escribir clack jajaja),juega en otra liga, como se suele decir. En fin, Artemisa se siente bien, tanto por dentro como por fuera. Se gusta, le crece el pelo (suena raro si no sabes lo de la enfermedad jaja), le brillan los ojos, se está enamorando, está ilusionada con el trabajo, con su hermana y las cosas van cada día mejor. Por fin es feliz. Tanto Agnes como ella se merecen ser felices, al igual que Lúa. Hablamos de buenas personas, profundas, entregadas y que aunque les separe la distancia, están en la misma onda del amor, de vivir y deja vivir. Y ya dejo de escribir que me pongo a divagar y no paro. Una entrada excepcional, cargada de energía y optimismo.

    ResponderEliminar