miércoles, 27 de junio de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: DOMINGO, 24 DE JUNIO DE 2018


Domingo, 24 de junio de 2018:

Hace muchos días que no escribo porque he estado realmente ocupada esta semana. He tenido muchísimo trabajo del instituto, entre corregir exámenes y trabajos y poner notas a un montón de alumnos y millones de cosas más que no me apetece recordar, pues no tengo nada de ganas de hablar del trabajo. Adoro mi trabajo, pero cuando llegan estos días en los que tengo que emplear mucho más tiempo del que tengo siento ganas de mandarlo todo al “carallo” como dice Agnes. Esta semana ha sido horrible. Llegaba de trabajar, con un calor espantoso, y no podía dedicarme a otra cosa porque tenía tanto trabajo acumulado que parecía que nunca pudiese terminar y me pasaba las tardes corrigiendo, poniendo más ejercicios de evaluación, haciendo exámenes de recuperación y un montón de cosas más que ya no merece la pena ni recordar, pues ya pasaron esos días. Aún me queda bastante trabajo, pero ya no va a ser tan agobiante. No me voy a tirar toda la entrada hablando del trabajo, pero sí haré bastante hincapié en que, durante esta semana, dejé de ser yo. No era yo la que se pasaba las horas trabajando, la que ni siquiera hablaba un instante con Agnes. Muchas veces fueron las ocasiones en las que ella intentó hablar conmigo y yo tuve que interrumpirla diciéndole que no tenía tiempo, que tenía que terminar lo que estaba haciendo cuanto antes. Ella me entendía, pero no se imagina lo mal que me sentía yo cada vez que le pedía que me dejase tranquila, que no me molestase hasta la hora de cenar. Y cuando llegaba la hora de cenar me daba rabia que ya se hubiesen pasado esas horas en las que podía trabajar sin parar y encima tenía la sensación de que el tiempo se iba y yo no hacía nada de provecho, tenía la impresión de que no hacía ni la mitad de cosas que me había propuesto, y, por eso, a veces ponía mala cara cuando Agnes me decía, con su dulce sonrisa, que ya íbamos a cenar, que había hecho la cena y que teníamos que poner la mesa, pero no era por ella, era por mí, porque ya se terminaba el día y yo creía que no había avanzado nada. No se imagina nadie lo agobiada que he estado. Ha sido horrible, de verdad, pero no sólo porque haya tenido que trabajar sin parar, sino porque no he podido estar nada con Agnes. De eso quiero hablar sobre todo, porque a ella se lo he comentado por encima, le he dicho que me sentía mal por no estar con ella, por tener que estar trabajando durante toda la tarde. Ella esta semana (y va a estar así por lo menos tres semanas) llegaba una hora más tarde, llegaba a las seis de la tarde cuando se va siempre a las seis menos veinte de la mañana. Llegaba hecha polvo, con un calor insoportable que no le permitía ni respirar, merendaba conmigo, sin decirme casi nada, y después se duchaba, después lo hacía ella todo. me preguntaba a veces con cuidado e incluso creo que con algo de miedo qué me apetecía cenar o comer al día siguiente, se metía en la cocina y se tiraba por lo menos una hora preparando la comida del día siguiente, fregando los platos y luego haciendo la cena. Luego, se encerraba en nuestra habitación y no la veía hasta la hora de cenar, eso cuando no salía, que a veces me decía que simplemente le apetecía salir un poco para dar una vuelta, volvía luego (a mí me parecía que no se tiraba fuera de casa ni media hora cuando a lo mejor estaba más de una hora fuera) y lo preparaba todo para la cena. Había días que barría y después fregaba el suelo de la casa, limpiaba el baño y no sé qué millones de cosas más que, si no hubiese estado ella, nadie habría hecho, y no se quejó ni una sola vez, ni una sola, cuando ha sido realmente ella quien ha llevado la casa estas semanas, lo ha hecho todo ella, yo me lo encontraba todo hecho, la ropa limpia y doblada en el armario, todo perfectamente ordenado, y yo la verdad es que no sé de dónde sacaba el tiempo y las ganas para, después de venir reventada del trabajo, hacer todo eso, y encima sin quejarse absolutamente nada, que tenía razones para hacerlo, sobre todo porque debo reconocer que le hablé un poco borde alguna vez, pero no me lo tenía en cuenta. Cenábamos con calma, yo todo el tiempo pensando en cómo lo organizaría todo al día siguiente, qué haría primero, cómo lo haría, mientras ella me miraba y a veces me contaba algo sobre su día, que ni siquiera le preguntaba yo cómo le había ido. Lo hacía cuando ella llegaba por la tarde, pero rápidamente, casi por cortesía, porque de verdad yo quería terminar todo eso cuanto antes. NO es que no quisiese hablar con ella, es que directamente no tenía tiempo ni para pensar en mí. Y lo que más me llama la atención es que yo no vi en sus ojos, en ningún momento, ni la menor sombra de disgusto o tristeza. Sólo encontraba comprensión en sus ojos, comprensión, calma, amabilidad, todo lo que yo necesitaba recibir, la verdad, porque lo último que me esperaba era que ella se portase así conmigo, que no me tuviese en cuenta las contestaciones algo secas que le daba cuando me preguntaba algo o cuando simplemente me preguntaba si me quedaba mucho para terminar. Incluso, en una ocasión en la que ella me dijo riéndose dulcemente que no era justo que tuviese que pasarme la tarde sin ni siquiera poder respirar, yo le dije de malas maneras que, claro, ella volvía del trabajo y no se lo traía a casa, que yo tenía que seguir trabajando en casa, y ella no me dijo nada más. Simplemente se fue y no me recriminó nada en ningún momento. Sólo me dijo: vale, tranquila, que lo entiendo. Y fui yo quien, después de un rato, fui a la habitación y le pedí perdón sintiéndome realmente mal, fatal, incluso teniendo ganas de llorar, y ella me dijo que de verdad que no pasaba nada, que no me preocupase, que lo entendía perfectamente.

Y, cuando llegaba la noche, la hora de dormir, ella me acogía en sus brazos sabiendo perfectamente cuánto lo necesitaba yo, sabiendo que era lo que más deseaba en el mundo, protegerme en ella y dejar que todo desapareciese. Y realmente los abrazos que me daba, los besos que nos dábamos, esos momentos tan nuestros y sobre todo sentirla tan íntimamente unida a mí, todas las noches, era realmente lo que me daba fuerzas para seguir avanzando en esta semana tan complicada. Si no hubiese sido por ella, yo no sé cómo lo habría enfrentado todo, yo no sé dónde estaría. Creo que éste es el peor curso de todos los que llevo porque me acuerdo de que el año pasado hacía media jornada y ahora es que tenía tres tutorías y eso es horrible, da un trabajo impresionante, pero a la vez me encanta tener tanta responsabilidad y siento que éste ha sido el mejor año de mi vida, de verdad, incluso ha sido mucho mejor que todos ésos que viví en la isla, pues, aunque allí las cosas fuesen preciosas y tan mágicas, allí me faltaba Agnes, que es el verdadero sentido de mi vida, me faltaba dormir con ella, sentirme protegida por su ser, por su presencia, por sus ojos y su entrañable voz, me faltaba despertar con ella, me faltaba que fuese ella la primera en hablarme, que fuese su voz lo primero que escuchaba al despertar. Me faltaba toda ella y así me faltaba toda mi vida. Por eso éste ha sido el mejor año de mi vida, creo yo, porque, aparte de todo eso, en el trabajo he estado tan bien... Es increíble que las cosas puedan ir tan y tan y tan bien. Incluso Agnes este año... es cierto que ha tenido sus altibajos, pero ahora es que la detecto tan diferente... No tiene nada que ver con la Agnes que vivía conmigo el año pasado, que para estas fechas estaba tan mal, la pobre, que ni siquiera podía caminar tranquila por la calle. Precisamente lo he estado recordando con ella, que el año pasado, en muchísimas ocasiones, se agobiaba enseguida cuando íbamos por la calle. Yo tenía que tranquilizarla como podía, tomándola de la mano, diciéndole que estuviese tranquila, que no pasaba nada, y eso estuvo pasando durante meses. No me acuerdo de cuándo fue la última vez que le pasó, pero sí puedo asegurar que estuvo meses así, estando muy frágil, siempre al borde de un ataque de ansiedad, muy propensa a llorar sin fin, muy sensible, muy frágil, es que es la única palabra que se me ocurre. Hace poco, no hará ni un mes, estuvo muy mal también, creo que fue al volver de Galicia la segunda vez que hemos estado este año, cuando fuimos ella y yo, que estuvo una semana de baja y menos mal porque en ese estado no habría podido ir a trabajar. No estaba nada bien, ni siquiera me hablaba y todo el tiempo tenía ganas de llorar. Ahora está tan distinta... No sé si es bueno que tenga cambios tan bruscos, pero ojalá le dure muchísimo tiempo el estado en el que se encuentra ahora. No está igual que cuando estamos en Galicia, pero sí es cierto que tiene una energía muy bonita que se le escapa de la mirada, sí es cierto que está contenta, que ríe con mucha facilidad, que me habla de cualquier cosa, que me ayuda a tranquilizarme cuando me pongo nerviosa, me escucha sin interrumpirme durante todo el tiempo que yo necesite, me pregunta cómo estoy, qué necesito, qué quiero hacer, cuenta conmigo para todo. me sorprende mucho que ni siquiera se queje de que tiene que trabajar tantas horas ni de que tenga que pasar tantas horas fuera de casa. me sorprende que esta semana me haya cuidado así, lo haya cuidado todo tanto. Agnes es muy responsable, ordenada y limpia, pero, cuando yo no tengo que pasar estas épocas tan horribles, nos turnamos las tareas de la casa y más o menos nos organizamos las dos para hacer el mismo número de cosas, pero es que esta semana lo ha hecho ella todo, todo, no me ha pedido nada, no se ha quejado ni me ha recriminado que no hiciese yo casi nada. NO sé cuántas veces le he dado las gracias por todo lo que ha hecho por mí esta semana.

Y encima, por si fuese poco, todas las noches me ayudaba a olvidarme de todos mis agobios, me hacía el regalo de darme todo su ser y su alma, construía para mí un pedacito de mundo que era nuestro mundo, en el que yo me adentraba dejando atrás todo lo que me preocupaba y me quitaba mi calma. Después de un día entero en el que casi no hablaba con ella, en esos momentos me lo daba todo, me hacía sentir tan especial, tan inmensamente querida... Compartíamos en esos momentos todo lo que no habíamos podido compartir durante todo el día, y no sólo me refiero a nuestros momentos más íntimos y bonitos, sino también a las conversaciones que manteníamos antes de dormirnos. Ella me contaba cosas que me hacían sentir bien, que me hacían reír. hablábamos tan confidencialmente sobre cualquier tema que me dormía sintiendo que tenía y tengo una vida totalmente completa, insuperablemente hermosa.

La verdad es que, sinceramente, no puedo ser más feliz, no creo que pueda ser más feliz nunca. Hoy Agnes me dijo mirándome con mucha ternura, sonriéndome con mucho amor: “que ben estou contigo, Artemisa, que sinxelo é todo contigo” (sinxelo es sencillo). Y no sé por qué, pero me han venido ganas de llorar cuando la he oído decirme eso, con su preciosa voz, con su dulcísimo modo de hablarme, con la naturalidad con la que siempre se expresa cuando habla conmigo, como si no me ocultase nada de sí misma, siendo ella totalmente. Y no sé, no estábamos haciendo gran cosa, simplemente acabábamos de escuchar una canción que nos gusta muchísimo a las dos, que es de una cantante de allí de Galicia que se llama Guadi Galego, y la canción se llama Vida, y es verdaderamente preciosa y muy optimista. Y también nos estábamos riendo por algo que ahora no recuerdo y son esos momentos tan sencillos que te dan toda la vida entera, en los que se concentra toda tu vida y la felicidad de tu existencia.

Hace días que no escribo, reitero, y eso provoca que tenga muchos pensamientos en mi mente que me gustaría liberar y convertir en palabras, por eso escribo así, de forma tan desordenada, casi sin prestarles mucha atención a las palabras que escribo. hay muchas cosas en las que estuve pensando esta semana, mientras hablaba con Agnes o iba de camino al trabajo o volvía. Y también me gustaría hablar de mi hermana porque hoy me contó una cosa muy fuerte que ha cambiado totalmente su vida.

También me hace gracia una cosa y es que, un día de esta semana, estuve hablando con Agnes sobre que, hará un año aproximadamente, ella todavía me hablaba en mi lengua. Es cierto, no hará ni un año que me habla en gallego y fue porque una vez, sin querer, se le escapó una frase en su lengua y entonces yo le dije: “pero ¿por qué no me hablas en gallego?”. Recuerdo que ella me dijo que no lo hacía porque pensaba que yo no la entendería y la verdad es que me costó un poco convencerla de que yo no tenía ningún problema en que me hablase así. Es más, debo reconocer con toda sinceridad que, hasta que comenzó a hablarme en su lengua (al principio sí me costaba un poco entenderla, pero ahora ya no me cuesta absolutamente nada), yo no sentía que estuviese plenamente con ella, es decir, llevábamos más de un año juntas y, aunque la sintiese muy conectada a mí, hasta ese momento, no sentí que la tuviese totalmente conmigo. Es algo que me cuesta mucho expresar con palabras. ella siempre ha sido igual conmigo, igual de cariñosa, de atenta y de comprensiva conmigo, pero ahora creo que ya no me queda nada de ella que yo ya no conozca, ya siento que tengo conmigo su ser por entero. Es una sensación muy hermosa, una sensación de plenitud que no tiene semejanza con nada, que es única en el mundo y en todas las vidas. Es algo que no cambiaría por nada del mundo. Y lo más curioso es que eso lo provoca el hecho de que ella me hable en su lengua, sin timidez ni reparos, que me hable tal como piensa, tal como ella siempre se expresó en su interior. Es que, si de verdad quiero tenerla plenamente, no tiene sentido que me hable en una lengua que en realidad no es la suya.

También quería hablar de mi hermana. Yo a mi hermana no me siento capaz de hablarle de lo bien que estamos Agnes y yo porque me siento mal por ella, ya que ella no está pasando por un buen momento. Ella lo sabe, que estamos insuperablemente bien, porque cuando está con nosotras lo nota, porque muchas veces me ha dicho que nos tiene una envidia sana que a veces le pone triste, porque se ríe cada vez que nos sorprende mirándonos o cuando simplemente la una escucha lo que la otra dice, aunque estemos rodeadas por más personas, pero es algo que no se puede ocultar, que se nota muchísimo. Hay una magia especial cuando eso ocurre, cuando dos personas están tan irrevocablemente conectadas, cuando dos personas están tan bien la una con la otra. Pues mi hermana, hará unos siete meses o así (la verdad es que no sé cuánto tiempo hace en realidad), conoció a un chico que trabaja en Manresa también, cerca de donde ella tiene su herboristería, y le dejaba papelitos con mensajes bonitos cada vez que iba allí a comprarle algo, hasta que una vez quedaron y empezaron a conocerse. Desde entonces, estuvieron juntos. Hemos hecho viajes juntos (bueno, solamente el que hicimos en abril a Galicia, que, gracias a que él estaba en Cantabria, que es su tierra, pues pudo ir a Galicia y nos llevó en su coche a muchas partes), hemos quedado millones de veces para cenar, para pasear o hacer cualquier otra cosa. Incluso es que él ha venido a nuestra casa y todo para celebrar alguna fiesta. Yo lo concebía como parte irrevocable de la vida de mi hermana, pero, aún así, aunque los detectase tan supuestamente unidos, había algo que no me acababa de convencer y a Agnes tampoco. De hecho, a ella le convencía mucho menos que a mí. Ella llegó a decirme que tenía la impresión de que mi hermana no estaba realmente enamorada de él, de que estaba con él por estar, y también llegó a decirme que había algo en ese chico que no le acababa de gustar mucho, pero yo le decía que teníamos que tener paciencia, que todo el tiempo lo diría. Y el tiempo ya ha hablado.

Yo ya noté algo raro cuando hicimos el viaje por Galicia en abril. NO eran señales muy evidentes, pero había algo extraño en su comportamiento. Yo lo descubrí varias veces mirando a Agnes de reojo, le hablaba a veces con un tono muy raro, como si quisiese molestarla, como cuando le decía que a él tenía que hablarle en castellano, se lo decía fingiendo un enfado, pero en realidad yo notaba que le hablaba así porque le apetecía que ella se ofendiese, pero Agnes pasaba de todo. Ella me dijo que no entendía por qué la molestaba de ese modo, pero en realidad no le dimos mucha importancia a su comportamiento. Después, cada vez que quedábamos, todas notábamos que hacía todo lo posible para que ella hablase, para que nos contase algo de su tierra, tal como hacía cuando estábamos por allí, haciendo las preciosas excursiones que hicimos.

Y justamente hoy mi hermana me llama por teléfono por la mañana y me cuenta que ayer él mantuvo con ella una conversación muy importante. Le dijo que la quería mucho, que la apreciaba mucho, que era una mujer impresionante y estupenda, que con ella se llevaba como jamás se había llevado con nadie, pero que tenía que ser leal y sincero con ella. Le dijo que ya no podían seguir juntos porque a él le gustaba otra mujer, con la que no tenía ni una sola posibilidad, con la que no tenía absolutamente nada que hacer, y que por eso prefería que lo dejasen, porque no quería jugar con sus sentimientos. Mi hermana le preguntó si la conocía y él le dijo que sí, que precisamente por eso quería cortar con ella, porque solían quedar con ella muy a menudo y que eso a él no le hacía bien, que necesitaba distanciarse de ella (de la mujer que le gusta tanto), que no quería sentir que estaba intentando olvidarla estando con mi hermana, que lo que quería también era olvidarse de esa mujer porque no tenía nada que hacer con ella, absolutamente nada. Mi hermana le preguntó entonces quién era, simplemente por curiosidad, aunque yo creo que ya se lo podía imaginar, y en ese momento yo también me lo imaginaba, pero no he podido evitar quedarme totalmente paralizada cuando he oído que me decía que esa mujer era Agnes, que a su chico le gustaba mucho Agnes. Lo que más me sorprende es que mi hermana se lo ha tomado excelentemente bien. Yo no he notado en su voz ni la menor sombra de disgusto ni de sufrimiento y yo conozco a mi hermana muy bien. Sé que a ella le cuesta mucho derrumbarse y expresar sentimientos tristes, pero yo soy capaz de detectar cuando está mal, aunque para el mundo entero ella siga siendo la persona más feliz y con más energía del mundo. Yo enseguida le noto en la voz que está mal, sé escuchar en sus silencios, y puedo asegurar sin equivocarme que esta mañana la noté como si estuviese contándome que fue a comprar patatas, de verdad. Me dijo que, si hubiese sido de cualquier otra mujer, pues que tendría la mosca detrás de la oreja y que sentiría incluso rabia porque podría llegar a pensar (cito sus palabras): “perra, te has camelado a mi novio”, pero que de Agnes no desconfiaba en absoluto, que, si hubiese sido cualquier otra persona, habría llegado a pensar que esa persona tenía algo que ver con todo eso, pero que, vamos... de Agnes imposible, y eso me ha hecho mucha gracia. Lo más sorprendente es eso, que esté tan serena. Agnes dice que en realidad está así porque ella tampoco estaba realmente enamorada de él, y es que tiene razón. Yo no la veía muy enamorada. La veía normal, tranquila y normal. Yo creo que les irá mucho mejor siendo amigos.

No obstante, a mí me sabe muy mal por mi hermana porque ella también se merece tener a alguien que la haga realmente feliz. Mi hermana ha tenido muy mala suerte en el amor, una suerte totalmente pésima, y creo que ya se merece enamorarse de verdad y que la cuiden como siempre se mereció; pero también es cierto que mi hermana no necesita a nadie para ser feliz, que con ella se basta y se sobra, que es una mujer con mucho poder y muy independiente que no necesita nada más que su seguridad y su saber para vivir, nada más, pero no sé... ella creo que también, en el fondo de su corazón, guarda ese anhelo, pero tampoco hace nada por convertirlo en realidad.

El viernes por la noche celebramos Litha en el bosque. hacía mucho tiempo que no celebrábamos un ritual. Lo celebramos las tres: mi hermana, Agnes y yo, y fue precioso, la verdad. me gustó muchísimo la intimidad que nos rodeó, lo bonito que nos salió todo. Fue un ritual muy sencillo con el que pretendíamos darle la bienvenida no sólo al verano, sino también a la nueva época que todos los días se abre ante nosotras, también la época que llega con el cambio de estación. Yo noté una energía muy bonita flotando a nuestro alrededor. Agnes incluso nos enseñó canciones que solían cantar en su tierra cuando celebraban San Xoán, aunque nadie en su aldea llamaba así a esa fiesta. Hicimos una hoguera simbólica con un caldero (no nos atrevimos a encender nada en el bosque) y echamos allí nuestros deseos escritos en un papelito. Luego quemamos los papelitos con cerillas y lanzamos las cenizas al aire para que se mezclasen con el porvenir. Comimos algo entre los árboles, alumbrándonos con linternas, y fue muy mágico, mucho; aunque me traje algunas picaduras de mosquito, pero eso es lo de menos. Lo que me da rabia es que sólo me picaron a mí.

Creo que ya iré terminando. Ya es bastante tarde, son más de las nueve de la noche, y tengo cosas que hacer todavía. Me alegra poder escribir de nuevo. Lo echaba mucho de menos. Por cierto, tengo que decir que me encanta que ahora Agnes esté escribiendo con tanta sinceridad sobre sus recuerdos. Hay cosas que no me esperaba en absoluto que ella hubiese vivido ya. Tengo que decir también que me puse un poco celosa cuando leí lo último que escribió en su diario, cuando supe que ya se había enamorado antes de conocerme, pero son unos celos absurdos que ni siquiera tienen sentido, pero lamentablemente yo sí soy un poco celosa, pero no porque crea que ella puede enamorarse de otra persona, sino porque siento un poco de impotencia cuando sé que hay muchas cosas de su vida que yo todavía no conozco; pero lo que importa es que ahora sí está atreviéndose a contarlas, aunque sea poco a poco. Eso es lo que más importa, que sea capaz de hablar de su pasado sin sentir ese dolor que siempre sintió cuando pensaba en su infancia y en su adolescencia. Desde luego, Agnes es, como ella dice, “unha caixiña de sorpresas”, y sobre todo una mujer muy fuerte, mucho más fuerte de lo que ella piensa. Hoy le dije que me siento muy orgullosa de ella, que la miro y encuentro en ella la fortaleza que a mucha gente le falta para enfrentarse a la vida. Es fuerte y muy valiente, muchísimo, es fuerte porque no todo el mundo habría sido capaz de superar todo lo que ella vivió en su vida, porque cada día se supera a sí misma, porque cada nuevo día es un reto para ella. No hay que olvidar que está todavía algo enferma y que muchas veces ni siquiera ella puede entender su propia mente, y por eso hay que alentarla siempre a que siga adelante, hay que animarla, hay que hacerle saber cuánto vale, cuán fuerte y valiente es, porque no es fácil vivir así, vivir sabiendo que tus estados de ánimo no te pertenecen, sabiendo que estás bien y que de repente, al día siguiente, puedes encontrarte totalmente hundida. NO es fácil vivir sabiendo que todo puede quebrarse por dentro de ti en cualquier momento. Por eso la admiro, porque no se esconde, porque sigue viviendo pese a tener siempre el miedo a que todo se desvanezca, y sé que puede pasar en cuanto menos nos lo esperemos. Ahora está irreconocible, aunque yo sé que ella es así, así tal como es ahora, con su morriña eterna, pero así de sonriente, de cercana, de entrañable. Ella es así. No es esa mujer inaccesible que siente tanto miedo a vivir, que ni siquiera sabe por qué llora sin cesar, que se quiere tan poco, que se desprecia tanto. No es esa mujer a la que le cuesta tanto encontrar motivos para vivir. Ella no es así. Ella es tal como ahora la tengo, pero, sin embargo, sé que también es esa Agnes que he descrito antes, porque ambas viven en ella, y, realmente, yo las amo a las dos, porque cuando está así, tan frágil, yo me siento capaz de arroparla siempre, yo siento que mi vida tiene sentido porque soy yo la que puede protegerla del mundo entero y hasta de sí misma.

Ahora sí voy a dejar de escribir. Volveré pronto, seguramente.

2 comentarios:

  1. Es bonito leer los comentarios de Aremisa, porque hacen un buen contrapunto a la forma de ver las cosas que nos da Agnes, la verdad es que es un recurso literario muy bonito y original. Al leer los primeros párrafos de lo que hoy nos cuenta Artemisa he pensado enseguida que tu modo de escribir se enlaza perfectamente con la tradición española y su realismo, (que no impide la existencia de fantasía), quiero decir que un escritor de otro país, por ejemplo anglosajon, posiblemente no se habría molestado en mostrarnos cómo es el agotamiento del día a día, cómo se realizan tareas como barrer o limpiar los baños... pero esa justamente es la vida, por eso me puedo identificar tan bien con tus personajes, porque están vivos, viven en un mundo que puedo reconocer y también es el mío. Además, muestras la importancia de lo pequeño y de lo rutinario en nuestra vida, es decir, madrugar, trabajar, agotarse, desanimarse, realizar tareas inevitables como pensar en la comida del día siguiente, o limpiar, o cocinar, a menudo son tareas que nos gustaría evitar, pero no es posible, porque llega el día siguiente y tenemos hambre, y hay que trabajar, y los platos están sucios... en eso consiste también la vida, Agnes y Artemisa no son Blancanieves y el Príncipe, viviendo en un palacio mágico que no se ensucia, y donde no existen los dolores de tripas ni el barro.

    Y junto a esas experiencias, importantes, sí, pero también anodinas, viene el asunto de la hermana de Artemisa, una chica que me cae bien y con la que yo creo que cualquier lector simpatiza, al menos yo sí que quiero que le vaya bien, y ese chico que parecía tan simpático... vaya... qué decepción... mira que enamorarse nada menos que de Agnes... con razón piensa él que tiene pocas posibilidades; decir pocas es decir demasiado, porque es del todo imposible que conecten... la verdad que sí que tiene mala pata la pobre.

    Es un contraste terrible con el buen momento que Artemisa está pasando con Agnes, aunque dice que su hermana lo lleva bien imagino que aún le resultará más duro soportar todo a la vista del amor evidente que ellas demuestran, no me parece nada fácil. Tal vez que realicen juntas rituales en el bosque puede ser un modo de escapar un poco de los sinsabores del día a día, es curioso pero yo también hecho de menos los tiempos del fuego de Hécate, creo que les daban una unión y una plenitud que de otro modo no pueden tener. En cierto modo, todo el peso de la historia se ha desplazado sobre Agnes: ella misma, Artemisa y su hermana, las tres vidas ahora gravitan sobre Agnes... ¿qué pasará con esa presión? Habrá que esperar a nuevas entregas...

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  2. Es interesante conocer las cosas desde la perspectiva de Artemisa. En sus actos y pensamientos reconozco cosas que vivo día a día, pero con grandes diferencias, claro está. Ella se siente mal cuando le habla así a Agnes, le pide perdón y aunque no tiene justificación ser borde, se entiende a la perfección que el estrés y el trabajo acumulado afectan mucho, yo diría que hasta niveles que no somos ni conscientes. Al menos se disculpa, intenta compensarla y al final, con el amor que se tienen todo se soluciona. La vida es así, buenos y malos momentos. Intentar superar esos momentos terribles de la vida y que tu relación no sufra es complicado. En muchísimas cosas que cuenta me acuerdo de Inma, que vive las mismas cosas que ella y lo pasa mal.


    En cuanto a Casandra, la pobre no tiene suerte. Me acuerdo de aquel tipo que incluso agredió a Agnes y Artemisa, y ahora este va y se enamora de Agnes, ¡y se lo dice! Menos mal que sabe perfectamente quién es Agnes, y ella jamás se interpondría en su relación. Está enamora de Artemisa profundamente y no tiene ojos para nadie más, y mucho menos para un hombre. Agnes ya lo caló, y Artemisa, aunque en menos medida. Aunque quizás estuviese cómoda con él, al no estar realmente enamorada lo sobrelleva mucho mejor, pero seguro que le ha dolido. Ayy que mala suerte con el amor tiene. Al menos tiene en ellas un apoyo muy fuerte, y eso es para toda la vida.

    Me encantan estas entradas, me las leo muy rápido. Ayy, estoy deseando leer la próxima entrada de Agnes. ¡Que no tarde!

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