Domingo, 24 de
junio de 2018:
Hace
muchos días que no escribo porque he estado realmente ocupada esta semana. He
tenido muchísimo trabajo del instituto, entre corregir exámenes y trabajos y
poner notas a un montón de alumnos y millones de cosas más que no me apetece
recordar, pues no tengo nada de ganas de hablar del trabajo. Adoro mi trabajo,
pero cuando llegan estos días en los que tengo que emplear mucho más tiempo del
que tengo siento ganas de mandarlo todo al “carallo” como dice Agnes. Esta
semana ha sido horrible. Llegaba de trabajar, con un calor espantoso, y no
podía dedicarme a otra cosa porque tenía tanto trabajo acumulado que parecía
que nunca pudiese terminar y me pasaba las tardes corrigiendo, poniendo más
ejercicios de evaluación, haciendo exámenes de recuperación y un montón de
cosas más que ya no merece la pena ni recordar, pues ya pasaron esos días. Aún
me queda bastante trabajo, pero ya no va a ser tan agobiante. No me voy a tirar
toda la entrada hablando del trabajo, pero sí haré bastante hincapié en que,
durante esta semana, dejé de ser yo. No era yo la que se pasaba las horas
trabajando, la que ni siquiera hablaba un instante con Agnes. Muchas veces
fueron las ocasiones en las que ella intentó hablar conmigo y yo tuve que
interrumpirla diciéndole que no tenía tiempo, que tenía que terminar lo que
estaba haciendo cuanto antes. Ella me entendía, pero no se imagina lo mal que me
sentía yo cada vez que le pedía que me dejase tranquila, que no me molestase
hasta la hora de cenar. Y cuando llegaba la hora de cenar me daba rabia que ya
se hubiesen pasado esas horas en las que podía trabajar sin parar y encima
tenía la sensación de que el tiempo se iba y yo no hacía nada de provecho,
tenía la impresión de que no hacía ni la mitad de cosas que me había propuesto,
y, por eso, a veces ponía mala cara cuando Agnes me decía, con su dulce
sonrisa, que ya íbamos a cenar, que había hecho la cena y que teníamos que
poner la mesa, pero no era por ella, era por mí, porque ya se terminaba el día
y yo creía que no había avanzado nada. No se imagina nadie lo agobiada que he
estado. Ha sido horrible, de verdad, pero no sólo porque haya tenido que
trabajar sin parar, sino porque no he podido estar nada con Agnes. De eso
quiero hablar sobre todo, porque a ella se lo he comentado por encima, le he
dicho que me sentía mal por no estar con ella, por tener que estar trabajando
durante toda la tarde. Ella esta semana (y va a estar así por lo menos tres
semanas) llegaba una hora más tarde, llegaba a las seis de la tarde cuando se
va siempre a las seis menos veinte de la mañana. Llegaba hecha polvo, con un
calor insoportable que no le permitía ni respirar, merendaba conmigo, sin
decirme casi nada, y después se duchaba, después lo hacía ella todo. me
preguntaba a veces con cuidado e incluso creo que con algo de miedo qué me
apetecía cenar o comer al día siguiente, se metía en la cocina y se tiraba por
lo menos una hora preparando la comida del día siguiente, fregando los platos y
luego haciendo la cena. Luego, se encerraba en nuestra habitación y no la veía
hasta la hora de cenar, eso cuando no salía, que a veces me decía que
simplemente le apetecía salir un poco para dar una vuelta, volvía luego (a mí
me parecía que no se tiraba fuera de casa ni media hora cuando a lo mejor
estaba más de una hora fuera) y lo preparaba todo para la cena. Había días que
barría y después fregaba el suelo de la casa, limpiaba el baño y no sé qué millones
de cosas más que, si no hubiese estado ella, nadie habría hecho, y no se quejó
ni una sola vez, ni una sola, cuando ha sido realmente ella quien ha llevado la
casa estas semanas, lo ha hecho todo ella, yo me lo encontraba todo hecho, la
ropa limpia y doblada en el armario, todo perfectamente ordenado, y yo la
verdad es que no sé de dónde sacaba el tiempo y las ganas para, después de
venir reventada del trabajo, hacer todo eso, y encima sin quejarse
absolutamente nada, que tenía razones para hacerlo, sobre todo porque debo
reconocer que le hablé un poco borde alguna vez, pero no me lo tenía en cuenta.
Cenábamos con calma, yo todo el tiempo pensando en cómo lo organizaría todo al
día siguiente, qué haría primero, cómo lo haría, mientras ella me miraba y a
veces me contaba algo sobre su día, que ni siquiera le preguntaba yo cómo le
había ido. Lo hacía cuando ella llegaba por la tarde, pero rápidamente, casi
por cortesía, porque de verdad yo quería terminar todo eso cuanto antes. NO es
que no quisiese hablar con ella, es que directamente no tenía tiempo ni para
pensar en mí. Y lo que más me llama la atención es que yo no vi en sus ojos, en
ningún momento, ni la menor sombra de disgusto o tristeza. Sólo encontraba
comprensión en sus ojos, comprensión, calma, amabilidad, todo lo que yo
necesitaba recibir, la verdad, porque lo último que me esperaba era que ella se
portase así conmigo, que no me tuviese en cuenta las contestaciones algo secas
que le daba cuando me preguntaba algo o cuando simplemente me preguntaba si me
quedaba mucho para terminar. Incluso, en una ocasión en la que ella me dijo
riéndose dulcemente que no era justo que tuviese que pasarme la tarde sin ni
siquiera poder respirar, yo le dije de malas maneras que, claro, ella volvía
del trabajo y no se lo traía a casa, que yo tenía que seguir trabajando en
casa, y ella no me dijo nada más. Simplemente se fue y no me recriminó nada en
ningún momento. Sólo me dijo: vale, tranquila, que lo entiendo. Y fui yo quien,
después de un rato, fui a la habitación y le pedí perdón sintiéndome realmente
mal, fatal, incluso teniendo ganas de llorar, y ella me dijo que de verdad que no
pasaba nada, que no me preocupase, que lo entendía perfectamente.
Y, cuando
llegaba la noche, la hora de dormir, ella me acogía en sus brazos sabiendo
perfectamente cuánto lo necesitaba yo, sabiendo que era lo que más deseaba en
el mundo, protegerme en ella y dejar que todo desapareciese. Y realmente los
abrazos que me daba, los besos que nos dábamos, esos momentos tan nuestros y
sobre todo sentirla tan íntimamente unida a mí, todas las noches, era realmente
lo que me daba fuerzas para seguir avanzando en esta semana tan complicada. Si
no hubiese sido por ella, yo no sé cómo lo habría enfrentado todo, yo no sé
dónde estaría. Creo que éste es el peor curso de todos los que llevo porque me
acuerdo de que el año pasado hacía media jornada y ahora es que tenía tres
tutorías y eso es horrible, da un trabajo impresionante, pero a la vez me
encanta tener tanta responsabilidad y siento que éste ha sido el mejor año de
mi vida, de verdad, incluso ha sido mucho mejor que todos ésos que viví en la
isla, pues, aunque allí las cosas fuesen preciosas y tan mágicas, allí me
faltaba Agnes, que es el verdadero sentido de mi vida, me faltaba dormir con ella,
sentirme protegida por su ser, por su presencia, por sus ojos y su entrañable
voz, me faltaba despertar con ella, me faltaba que fuese ella la primera en
hablarme, que fuese su voz lo primero que escuchaba al despertar. Me faltaba
toda ella y así me faltaba toda mi vida. Por eso éste ha sido el mejor año de
mi vida, creo yo, porque, aparte de todo eso, en el trabajo he estado tan
bien... Es increíble que las cosas puedan ir tan y tan y tan bien. Incluso
Agnes este año... es cierto que ha tenido sus altibajos, pero ahora es que la
detecto tan diferente... No tiene nada que ver con la Agnes que vivía conmigo
el año pasado, que para estas fechas estaba tan mal, la pobre, que ni siquiera
podía caminar tranquila por la calle. Precisamente lo he estado recordando con
ella, que el año pasado, en muchísimas ocasiones, se agobiaba enseguida cuando
íbamos por la calle. Yo tenía que tranquilizarla como podía, tomándola de la
mano, diciéndole que estuviese tranquila, que no pasaba nada, y eso estuvo
pasando durante meses. No me acuerdo de cuándo fue la última vez que le pasó,
pero sí puedo asegurar que estuvo meses así, estando muy frágil, siempre al
borde de un ataque de ansiedad, muy propensa a llorar sin fin, muy sensible,
muy frágil, es que es la única palabra que se me ocurre. Hace poco, no hará ni
un mes, estuvo muy mal también, creo que fue al volver de Galicia la segunda vez
que hemos estado este año, cuando fuimos ella y yo, que estuvo una semana de
baja y menos mal porque en ese estado no habría podido ir a trabajar. No estaba
nada bien, ni siquiera me hablaba y todo el tiempo tenía ganas de llorar. Ahora
está tan distinta... No sé si es bueno que tenga cambios tan bruscos, pero
ojalá le dure muchísimo tiempo el estado en el que se encuentra ahora. No está
igual que cuando estamos en Galicia, pero sí es cierto que tiene una energía
muy bonita que se le escapa de la mirada, sí es cierto que está contenta, que
ríe con mucha facilidad, que me habla de cualquier cosa, que me ayuda a
tranquilizarme cuando me pongo nerviosa, me escucha sin interrumpirme durante
todo el tiempo que yo necesite, me pregunta cómo estoy, qué necesito, qué
quiero hacer, cuenta conmigo para todo. me sorprende mucho que ni siquiera se
queje de que tiene que trabajar tantas horas ni de que tenga que pasar tantas
horas fuera de casa. me sorprende que esta semana me haya cuidado así, lo haya
cuidado todo tanto. Agnes es muy responsable, ordenada y limpia, pero, cuando
yo no tengo que pasar estas épocas tan horribles, nos turnamos las tareas de la
casa y más o menos nos organizamos las dos para hacer el mismo número de cosas,
pero es que esta semana lo ha hecho ella todo, todo, no me ha pedido nada, no
se ha quejado ni me ha recriminado que no hiciese yo casi nada. NO sé cuántas
veces le he dado las gracias por todo lo que ha hecho por mí esta semana.
Y encima,
por si fuese poco, todas las noches me ayudaba a olvidarme de todos mis
agobios, me hacía el regalo de darme todo su ser y su alma, construía para mí
un pedacito de mundo que era nuestro mundo, en el que yo me adentraba dejando
atrás todo lo que me preocupaba y me quitaba mi calma. Después de un día entero
en el que casi no hablaba con ella, en esos momentos me lo daba todo, me hacía
sentir tan especial, tan inmensamente querida... Compartíamos en esos momentos
todo lo que no habíamos podido compartir durante todo el día, y no sólo me
refiero a nuestros momentos más íntimos y bonitos, sino también a las
conversaciones que manteníamos antes de dormirnos. Ella me contaba cosas que me
hacían sentir bien, que me hacían reír. hablábamos tan confidencialmente sobre
cualquier tema que me dormía sintiendo que tenía y tengo una vida totalmente
completa, insuperablemente hermosa.
La verdad
es que, sinceramente, no puedo ser más feliz, no creo que pueda ser más feliz
nunca. Hoy Agnes me dijo mirándome con mucha ternura, sonriéndome con mucho
amor: “que ben estou contigo, Artemisa, que sinxelo é todo contigo” (sinxelo es
sencillo). Y no sé por qué, pero me han venido ganas de llorar cuando la he
oído decirme eso, con su preciosa voz, con su dulcísimo modo de hablarme, con
la naturalidad con la que siempre se expresa cuando habla conmigo, como si no
me ocultase nada de sí misma, siendo ella totalmente. Y no sé, no estábamos
haciendo gran cosa, simplemente acabábamos de escuchar una canción que nos
gusta muchísimo a las dos, que es de una cantante de allí de Galicia que se
llama Guadi Galego, y la canción se llama Vida, y es verdaderamente preciosa y
muy optimista. Y también nos estábamos riendo por algo que ahora no recuerdo y
son esos momentos tan sencillos que te dan toda la vida entera, en los que se
concentra toda tu vida y la felicidad de tu existencia.
Hace días
que no escribo, reitero, y eso provoca que tenga muchos pensamientos en mi
mente que me gustaría liberar y convertir en palabras, por eso escribo así, de
forma tan desordenada, casi sin prestarles mucha atención a las palabras que
escribo. hay muchas cosas en las que estuve pensando esta semana, mientras
hablaba con Agnes o iba de camino al trabajo o volvía. Y también me gustaría
hablar de mi hermana porque hoy me contó una cosa muy fuerte que ha cambiado totalmente
su vida.
También
me hace gracia una cosa y es que, un día de esta semana, estuve hablando con
Agnes sobre que, hará un año aproximadamente, ella todavía me hablaba en mi
lengua. Es cierto, no hará ni un año que me habla en gallego y fue porque una
vez, sin querer, se le escapó una frase en su lengua y entonces yo le dije:
“pero ¿por qué no me hablas en gallego?”. Recuerdo que ella me dijo que no lo
hacía porque pensaba que yo no la entendería y la verdad es que me costó un
poco convencerla de que yo no tenía ningún problema en que me hablase así. Es
más, debo reconocer con toda sinceridad que, hasta que comenzó a hablarme en su
lengua (al principio sí me costaba un poco entenderla, pero ahora ya no me
cuesta absolutamente nada), yo no sentía que estuviese plenamente con ella, es
decir, llevábamos más de un año juntas y, aunque la sintiese muy conectada a
mí, hasta ese momento, no sentí que la tuviese totalmente conmigo. Es algo que
me cuesta mucho expresar con palabras. ella siempre ha sido igual conmigo,
igual de cariñosa, de atenta y de comprensiva conmigo, pero ahora creo que ya
no me queda nada de ella que yo ya no conozca, ya siento que tengo conmigo su
ser por entero. Es una sensación muy hermosa, una sensación de plenitud que no
tiene semejanza con nada, que es única en el mundo y en todas las vidas. Es
algo que no cambiaría por nada del mundo. Y lo más curioso es que eso lo
provoca el hecho de que ella me hable en su lengua, sin timidez ni reparos, que
me hable tal como piensa, tal como ella siempre se expresó en su interior. Es
que, si de verdad quiero tenerla plenamente, no tiene sentido que me hable en
una lengua que en realidad no es la suya.
También
quería hablar de mi hermana. Yo a mi hermana no me siento capaz de hablarle de
lo bien que estamos Agnes y yo porque me siento mal por ella, ya que ella no
está pasando por un buen momento. Ella lo sabe, que estamos insuperablemente
bien, porque cuando está con nosotras lo nota, porque muchas veces me ha dicho
que nos tiene una envidia sana que a veces le pone triste, porque se ríe cada
vez que nos sorprende mirándonos o cuando simplemente la una escucha lo que la
otra dice, aunque estemos rodeadas por más personas, pero es algo que no se
puede ocultar, que se nota muchísimo. Hay una magia especial cuando eso ocurre,
cuando dos personas están tan irrevocablemente conectadas, cuando dos personas
están tan bien la una con la otra. Pues mi hermana, hará unos siete meses o así
(la verdad es que no sé cuánto tiempo hace en realidad), conoció a un chico que
trabaja en Manresa también, cerca de donde ella tiene su herboristería, y le
dejaba papelitos con mensajes bonitos cada vez que iba allí a comprarle algo,
hasta que una vez quedaron y empezaron a conocerse. Desde entonces, estuvieron
juntos. Hemos hecho viajes juntos (bueno, solamente el que hicimos en abril a
Galicia, que, gracias a que él estaba en Cantabria, que es su tierra, pues pudo
ir a Galicia y nos llevó en su coche a muchas partes), hemos quedado millones de
veces para cenar, para pasear o hacer cualquier otra cosa. Incluso es que él ha
venido a nuestra casa y todo para celebrar alguna fiesta. Yo lo concebía como
parte irrevocable de la vida de mi hermana, pero, aún así, aunque los detectase
tan supuestamente unidos, había algo que no me acababa de convencer y a Agnes
tampoco. De hecho, a ella le convencía mucho menos que a mí. Ella llegó a
decirme que tenía la impresión de que mi hermana no estaba realmente enamorada
de él, de que estaba con él por estar, y también llegó a decirme que había algo
en ese chico que no le acababa de gustar mucho, pero yo le decía que teníamos
que tener paciencia, que todo el tiempo lo diría. Y el tiempo ya ha hablado.
Yo ya
noté algo raro cuando hicimos el viaje por Galicia en abril. NO eran señales
muy evidentes, pero había algo extraño en su comportamiento. Yo lo descubrí
varias veces mirando a Agnes de reojo, le hablaba a veces con un tono muy raro,
como si quisiese molestarla, como cuando le decía que a él tenía que hablarle
en castellano, se lo decía fingiendo un enfado, pero en realidad yo notaba que
le hablaba así porque le apetecía que ella se ofendiese, pero Agnes pasaba de
todo. Ella me dijo que no entendía por qué la molestaba de ese modo, pero en
realidad no le dimos mucha importancia a su comportamiento. Después, cada vez
que quedábamos, todas notábamos que hacía todo lo posible para que ella
hablase, para que nos contase algo de su tierra, tal como hacía cuando
estábamos por allí, haciendo las preciosas excursiones que hicimos.
Y
justamente hoy mi hermana me llama por teléfono por la mañana y me cuenta que
ayer él mantuvo con ella una conversación muy importante. Le dijo que la quería
mucho, que la apreciaba mucho, que era una mujer impresionante y estupenda, que
con ella se llevaba como jamás se había llevado con nadie, pero que tenía que
ser leal y sincero con ella. Le dijo que ya no podían seguir juntos porque a él
le gustaba otra mujer, con la que no tenía ni una sola posibilidad, con la que
no tenía absolutamente nada que hacer, y que por eso prefería que lo dejasen,
porque no quería jugar con sus sentimientos. Mi hermana le preguntó si la
conocía y él le dijo que sí, que precisamente por eso quería cortar con ella,
porque solían quedar con ella muy a menudo y que eso a él no le hacía bien, que
necesitaba distanciarse de ella (de la mujer que le gusta tanto), que no quería
sentir que estaba intentando olvidarla estando con mi hermana, que lo que
quería también era olvidarse de esa mujer porque no tenía nada que hacer con
ella, absolutamente nada. Mi hermana le preguntó entonces quién era,
simplemente por curiosidad, aunque yo creo que ya se lo podía imaginar, y en
ese momento yo también me lo imaginaba, pero no he podido evitar quedarme
totalmente paralizada cuando he oído que me decía que esa mujer era Agnes, que
a su chico le gustaba mucho Agnes. Lo que más me sorprende es que mi hermana se
lo ha tomado excelentemente bien. Yo no he notado en su voz ni la menor sombra
de disgusto ni de sufrimiento y yo conozco a mi hermana muy bien. Sé que a ella
le cuesta mucho derrumbarse y expresar sentimientos tristes, pero yo soy capaz
de detectar cuando está mal, aunque para el mundo entero ella siga siendo la
persona más feliz y con más energía del mundo. Yo enseguida le noto en la voz que
está mal, sé escuchar en sus silencios, y puedo asegurar sin equivocarme que
esta mañana la noté como si estuviese contándome que fue a comprar patatas, de
verdad. Me dijo que, si hubiese sido de cualquier otra mujer, pues que tendría
la mosca detrás de la oreja y que sentiría incluso rabia porque podría llegar a
pensar (cito sus palabras): “perra, te has camelado a mi novio”, pero que de
Agnes no desconfiaba en absoluto, que, si hubiese sido cualquier otra persona,
habría llegado a pensar que esa persona tenía algo que ver con todo eso, pero
que, vamos... de Agnes imposible, y eso me ha hecho mucha gracia. Lo más
sorprendente es eso, que esté tan serena. Agnes dice que en realidad está así
porque ella tampoco estaba realmente enamorada de él, y es que tiene razón. Yo
no la veía muy enamorada. La veía normal, tranquila y normal. Yo creo que les
irá mucho mejor siendo amigos.
No
obstante, a mí me sabe muy mal por mi hermana porque ella también se merece
tener a alguien que la haga realmente feliz. Mi hermana ha tenido muy mala
suerte en el amor, una suerte totalmente pésima, y creo que ya se merece
enamorarse de verdad y que la cuiden como siempre se mereció; pero también es
cierto que mi hermana no necesita a nadie para ser feliz, que con ella se basta
y se sobra, que es una mujer con mucho poder y muy independiente que no
necesita nada más que su seguridad y su saber para vivir, nada más, pero no
sé... ella creo que también, en el fondo de su corazón, guarda ese anhelo, pero
tampoco hace nada por convertirlo en realidad.
El
viernes por la noche celebramos Litha en el bosque. hacía mucho tiempo que no
celebrábamos un ritual. Lo celebramos las tres: mi hermana, Agnes y yo, y fue
precioso, la verdad. me gustó muchísimo la intimidad que nos rodeó, lo bonito
que nos salió todo. Fue un ritual muy sencillo con el que pretendíamos darle la
bienvenida no sólo al verano, sino también a la nueva época que todos los días
se abre ante nosotras, también la época que llega con el cambio de estación. Yo
noté una energía muy bonita flotando a nuestro alrededor. Agnes incluso nos
enseñó canciones que solían cantar en su tierra cuando celebraban San Xoán,
aunque nadie en su aldea llamaba así a esa fiesta. Hicimos una hoguera
simbólica con un caldero (no nos atrevimos a encender nada en el bosque) y
echamos allí nuestros deseos escritos en un papelito. Luego quemamos los
papelitos con cerillas y lanzamos las cenizas al aire para que se mezclasen con
el porvenir. Comimos algo entre los árboles, alumbrándonos con linternas, y fue
muy mágico, mucho; aunque me traje algunas picaduras de mosquito, pero eso es
lo de menos. Lo que me da rabia es que sólo me picaron a mí.
Creo que
ya iré terminando. Ya es bastante tarde, son más de las nueve de la noche, y
tengo cosas que hacer todavía. Me alegra poder escribir de nuevo. Lo echaba
mucho de menos. Por cierto, tengo que decir que me encanta que ahora Agnes esté
escribiendo con tanta sinceridad sobre sus recuerdos. Hay cosas que no me
esperaba en absoluto que ella hubiese vivido ya. Tengo que decir también que me
puse un poco celosa cuando leí lo último que escribió en su diario, cuando supe
que ya se había enamorado antes de conocerme, pero son unos celos absurdos que
ni siquiera tienen sentido, pero lamentablemente yo sí soy un poco celosa, pero
no porque crea que ella puede enamorarse de otra persona, sino porque siento un
poco de impotencia cuando sé que hay muchas cosas de su vida que yo todavía no
conozco; pero lo que importa es que ahora sí está atreviéndose a contarlas,
aunque sea poco a poco. Eso es lo que más importa, que sea capaz de hablar de
su pasado sin sentir ese dolor que siempre sintió cuando pensaba en su infancia
y en su adolescencia. Desde luego, Agnes es, como ella dice, “unha caixiña de sorpresas”, y sobre todo una mujer muy fuerte, mucho más fuerte de lo que
ella piensa. Hoy le dije que me siento muy orgullosa de ella, que la miro y
encuentro en ella la fortaleza que a mucha gente le falta para enfrentarse a la
vida. Es fuerte y muy valiente, muchísimo, es fuerte porque no todo el mundo
habría sido capaz de superar todo lo que ella vivió en su vida, porque cada día
se supera a sí misma, porque cada nuevo día es un reto para ella. No hay que
olvidar que está todavía algo enferma y que muchas veces ni siquiera ella puede
entender su propia mente, y por eso hay que alentarla siempre a que siga
adelante, hay que animarla, hay que hacerle saber cuánto vale, cuán fuerte y
valiente es, porque no es fácil vivir así, vivir sabiendo que tus estados de
ánimo no te pertenecen, sabiendo que estás bien y que de repente, al día
siguiente, puedes encontrarte totalmente hundida. NO es fácil vivir sabiendo
que todo puede quebrarse por dentro de ti en cualquier momento. Por eso la
admiro, porque no se esconde, porque sigue viviendo pese a tener siempre el
miedo a que todo se desvanezca, y sé que puede pasar en cuanto menos nos lo
esperemos. Ahora está irreconocible, aunque yo sé que ella es así, así tal como
es ahora, con su morriña eterna, pero así de sonriente, de cercana, de
entrañable. Ella es así. No es esa mujer inaccesible que siente tanto miedo a
vivir, que ni siquiera sabe por qué llora sin cesar, que se quiere tan poco,
que se desprecia tanto. No es esa mujer a la que le cuesta tanto encontrar
motivos para vivir. Ella no es así. Ella es tal como ahora la tengo, pero, sin
embargo, sé que también es esa Agnes que he descrito antes, porque ambas viven
en ella, y, realmente, yo las amo a las dos, porque cuando está así, tan
frágil, yo me siento capaz de arroparla siempre, yo siento que mi vida tiene
sentido porque soy yo la que puede protegerla del mundo entero y hasta de sí
misma.
Ahora sí
voy a dejar de escribir. Volveré pronto, seguramente.
Es bonito leer los comentarios de Aremisa, porque hacen un buen contrapunto a la forma de ver las cosas que nos da Agnes, la verdad es que es un recurso literario muy bonito y original. Al leer los primeros párrafos de lo que hoy nos cuenta Artemisa he pensado enseguida que tu modo de escribir se enlaza perfectamente con la tradición española y su realismo, (que no impide la existencia de fantasía), quiero decir que un escritor de otro país, por ejemplo anglosajon, posiblemente no se habría molestado en mostrarnos cómo es el agotamiento del día a día, cómo se realizan tareas como barrer o limpiar los baños... pero esa justamente es la vida, por eso me puedo identificar tan bien con tus personajes, porque están vivos, viven en un mundo que puedo reconocer y también es el mío. Además, muestras la importancia de lo pequeño y de lo rutinario en nuestra vida, es decir, madrugar, trabajar, agotarse, desanimarse, realizar tareas inevitables como pensar en la comida del día siguiente, o limpiar, o cocinar, a menudo son tareas que nos gustaría evitar, pero no es posible, porque llega el día siguiente y tenemos hambre, y hay que trabajar, y los platos están sucios... en eso consiste también la vida, Agnes y Artemisa no son Blancanieves y el Príncipe, viviendo en un palacio mágico que no se ensucia, y donde no existen los dolores de tripas ni el barro.
ResponderEliminarY junto a esas experiencias, importantes, sí, pero también anodinas, viene el asunto de la hermana de Artemisa, una chica que me cae bien y con la que yo creo que cualquier lector simpatiza, al menos yo sí que quiero que le vaya bien, y ese chico que parecía tan simpático... vaya... qué decepción... mira que enamorarse nada menos que de Agnes... con razón piensa él que tiene pocas posibilidades; decir pocas es decir demasiado, porque es del todo imposible que conecten... la verdad que sí que tiene mala pata la pobre.
Es un contraste terrible con el buen momento que Artemisa está pasando con Agnes, aunque dice que su hermana lo lleva bien imagino que aún le resultará más duro soportar todo a la vista del amor evidente que ellas demuestran, no me parece nada fácil. Tal vez que realicen juntas rituales en el bosque puede ser un modo de escapar un poco de los sinsabores del día a día, es curioso pero yo también hecho de menos los tiempos del fuego de Hécate, creo que les daban una unión y una plenitud que de otro modo no pueden tener. En cierto modo, todo el peso de la historia se ha desplazado sobre Agnes: ella misma, Artemisa y su hermana, las tres vidas ahora gravitan sobre Agnes... ¿qué pasará con esa presión? Habrá que esperar a nuevas entregas...
Es interesante conocer las cosas desde la perspectiva de Artemisa. En sus actos y pensamientos reconozco cosas que vivo día a día, pero con grandes diferencias, claro está. Ella se siente mal cuando le habla así a Agnes, le pide perdón y aunque no tiene justificación ser borde, se entiende a la perfección que el estrés y el trabajo acumulado afectan mucho, yo diría que hasta niveles que no somos ni conscientes. Al menos se disculpa, intenta compensarla y al final, con el amor que se tienen todo se soluciona. La vida es así, buenos y malos momentos. Intentar superar esos momentos terribles de la vida y que tu relación no sufra es complicado. En muchísimas cosas que cuenta me acuerdo de Inma, que vive las mismas cosas que ella y lo pasa mal.
ResponderEliminarEn cuanto a Casandra, la pobre no tiene suerte. Me acuerdo de aquel tipo que incluso agredió a Agnes y Artemisa, y ahora este va y se enamora de Agnes, ¡y se lo dice! Menos mal que sabe perfectamente quién es Agnes, y ella jamás se interpondría en su relación. Está enamora de Artemisa profundamente y no tiene ojos para nadie más, y mucho menos para un hombre. Agnes ya lo caló, y Artemisa, aunque en menos medida. Aunque quizás estuviese cómoda con él, al no estar realmente enamorada lo sobrelleva mucho mejor, pero seguro que le ha dolido. Ayy que mala suerte con el amor tiene. Al menos tiene en ellas un apoyo muy fuerte, y eso es para toda la vida.
Me encantan estas entradas, me las leo muy rápido. Ayy, estoy deseando leer la próxima entrada de Agnes. ¡Que no tarde!