miércoles, 10 de enero de 2018

DIARIO DE AGNES: MIÉRCOLES, 22 DE NOVIEMBRE DE 2017

Miércoles, 22 de noviembre de 2017:

Me pides sonriente que te escriba algo, que te hable a través de la escritura. Podría decirte muchas cosas, pero creo que lo sabes todo de mí ya y que mi alma no guarda para ti ningún secreto, porque me desnudé ya muchas veces delante de ti, supiste entenderme en los momentos que más incomprensible parecía todo lo que yo era, me descubriste en los instantes más horribles de mi vida y me tomaste de la mano cuando yo ni siquiera sabía hacia dónde debía mirar... pero entonces hay momentos en los que tengo la sensación de que no sabes encontrar en mis ojos la voz de mi alma, ésa que siempre te habla, aunque estemos lejos, aunque no nos dirijamos ninguna palabra que rompa el silencio y sea más fuerte que cualquier mirada. Hay veces en las que pienso que perderás el rastro de lo que yo soy porque la tristeza que a veces siento te separa de mí, como si de veras ésta tuviese materia y pudiese erigir un muro entre las dos; pero entonces te acercas a mí y, tan sólo con acariciarme los cabellos, alentándome a que me rompa en llanto ante ti, me haces saber que siempre estás en mi alma, siempre oyes mi voz, oyes mis pensamientos y puedes tocar mis sentimientos. Y en esos momentos en los que me demuestras con tanta sencillez que no puedo ocultarte nada es cuando siento que más me quieres, cuando siento que más te quiero, porque no puedo ser más de ti, más tuya. No puedo ser más transparente ante ti, ante todo lo que eres y me entregas.

Hay una sensación muy fuerte que a veces ni siquiera se deja explicar con palabras. Es una sensación que más bien es una situación de vida, de vivir, algo que está vigente y a lo que muchas veces no le damos la importancia suficiente, y es la sensación que nace de saber que alguien te conoce plenamente, conoce tanto tus sombras como tus destellos, sabe describir todo lo que eres, como si nuestra alma fuese un paisaje con sus tonalidades, sus rincones... y ese alguien pudiese describirlo minuciosamente, sin dejarse ni un solo detalle. Así siento que me conoces, aunque yo muchas veces lo olvido, y es eso lo que en realidad une a dos personas, esa forma de conocerse tan íntimamente... pero en nuestro caso esa forma de conocernos no es de esta vida. Es mucho más fuerte que la que puede unir a dos seres que se encontraron en esta existencia y empezaron a conocerse lenta, pero intensamente. A nosotras nos une otro tipo de lazo, mucho más potente que cualquier otro, creo yo, porque me conoces desde hace mucho más tiempo de lo que nadie sabe, y, aunque no podamos recordar las vidas que vivimos antes, sé que en cada persona, y en nosotras con mucha más intensidad, quedan los rescoldos de lo que fuimos y vivimos en las otras existencias que componen nuestro destino, la línea de nuestro hado, incansable... y allí, tan lejos en el tiempo, tú y yo nos conocimos mucho más íntimamente de lo que nadie pudo conocernos y eso tiene un valor incalculable... Saber que estuvimos unidas en otra vida nos da fuerza, pero también mistifica este lazo que nos une con tanto ímpetu.

Yo sé que te amé siempre, y, para saberlo, no es necesario que haga miles de regresiones. Sí las hice y allí estabas, pero yo lo sabía antes de descubrir cómo fue mi pasado. No sé cuántas vidas compartimos, pero estoy segura de que fueron muchas más de lo que yo pude descubrir.

Y lo sé porque cuando te miro a los ojos hay algo que grita en ti y en mí a la vez, como una antigua conexión que todavía nos habla. Yo no sé si tú lo sientes, pero, cuando yo siento que me deshago y tú me abrazas, en mí se recompone algo, no sé si esos pedacitos de mi alma que están para siempre quebrados, pero algo se une en mí y entiendo muchas cosas en un solo instante. Entiendo por qué sufrí tanto, por qué tuve que llorar tantas lágrimas, por qué tuve que volverme loca por ti, porque tú eres un tesoro que nadie se merece recibir ni tener, porque eres lo más valioso que hay en este mundo y en cualquier otro lugar, lo más valioso que pudo existir en cualquier tiempo, algo que no se puede tener sin esfuerzo ni sin merecerlo, sin haber luchado. Para tenerte, la vida te pone pruebas, te hace tropezar, te tira, te hunde, te destruye, te aniquila... pero después llegas tú... Tú eres la recompensa a todo. Tú me tomaste de la mano y me ayudaste a levantarme y me animaste a andar como si nunca me hubiese caído, y lo hiciste haciéndome entender con una sonrisa que la vida no se acababa porque me hubiese caído, al contrario, seguía, hacia adelante, contigo, tomada de tu mano. Si no me hubieses tomado de la mano, yo no me habría atrevido a caminar de nuevo. Me habría encerrado entonces, sin salir de mí prácticamente nunca, y habría dejado pasar el tiempo, lenta, pero absorbentemente, sin que nada me importase, como si todas las estrellas del cielo se hubiesen apagado para siempre, y para mí así sería sin ti todo, un cielo que nunca tuvo estrellas, una luna sin luz ceniza, sin que un sol la iluminase desde el otro lado de la Tierra. Así sería mi vida, como una tierra yerma que nunca recibió la lluvia.

Y me pides que te diga algo, pero ¿cómo reducir a unas simples líneas lo que yo quisiera que supieses? Sé que soñamos juntas con una vida mejor, lo sé, y de ti nace también ese sueño, pero sé también que dondequiera que estemos tú y yo podemos construir un refugio donde escondernos y protegernos de todo lo que puede deshacer nuestras sonrisas; pero tú nunca perderás tu luz, aunque estés triste, aunque yo, sin querer ni poder evitarlo, te contagie a veces ese desaliento que nace de mis ojos. Yo te juro que, si yo pudiese controlarlo, destrozaría toda esta oscuridad y la convertiría en luz para que a ti nunca te faltase la vida, para que para ti nunca hubiese sombras. Yo te juro que quisiera trocar en alegría y luz todo esto que nos impide avanzar y que nos detiene en esta época; pero también sé que eres consciente de que la vida se arrastra por el destino de cada ser llevando consigo emociones y sentimientos contra los que no siempre podemos luchar.

Yo convertiría en piedra estas lágrimas que me nacen sin motivo para apartarlas, arrinconarlas y sólo usarlas cuando de veras fuese necesario, para construir de nuevo ese refugio que sería sólo nuestro.

A veces pienso que tú eres luz, mucha luz, y que yo solamente me dedico a apagarte, como si yo fuese sombras toda, como si mi ser fuesen nubes que ocultan el brillo de la mañana, y ya sabes que yo adoro las nubes, la niebla, cualquier cosa que impida la fluidez de los hechos, el paso de la luz intensa del sol... pero yo no quiero deshacer tu resplandor, y no quiero porque tú te necesitas tanto... Necesitas brillar para iluminarte a ti misma. Olvida que yo también preciso de tu luz para encontrar el camino de mi vida... y de todos mis instantes. Olvida que yo necesito tu luz porque yo sería solamente sombra sin ti. Piensa en lo que tú necesitas, porque de ti solamente depende tu bienestar y tu felicidad. Y te digo todo esto porque no quiero que te ocultes lo que piensas o sientes, nunca. Si alguna vez sientes que sin mí brillarías más... no dudes de que, así como el viento aparta las nubes que no dejan brillar el sol, tú podrías decirme: déjame brillar, no me ocultes mi propia luz, y yo me apartaría de ti porque ante todo quiero que seas feliz siempre, aunque también sé que ya no podemos estar en este mundo sin tenernos, sin ser parte de una sola alma, porque así me siento yo cuando estoy contigo, cuando pienso en ti, cuando te amo y te oigo hablar, que somos una sola alma que mora en este pedacito de mundo que es nuestro mundo.

Tal vez estas palabras te parecen muy confusas y lo son, lo son porque es imposible describir unos sentimientos tan profundos y potentes mediante el lenguaje, que es tan limitado.

Me dejaste sola un momento para ir a preparar la cena... pero dejas tu energía siempre, dondequiera que estés, y eso me impide sentirme sola; porque te llevo siempre conmigo.

Y, en estos momentos, escucho una canción que bien sabes que me llega demasiado al alma, que, como te dije ya muchas veces, es la canción más triste que escuché en mi vida... la canción que se llama La magnificencia de la noche. Es una canción que me hace pensar en demasiadas cosas, que me evoca recuerdos que en nada se relacionan con esta melodía, pero resurgen tan nítidos, tanto como si perteneciesen a momentos que acabase de vivir... y en esos momentos tú no estás a mi lado. Yo sabía que existías, pero jamás se me ocurrió, hasta que mi corazón me lo desveló, que pudieses aparecer. En esos recuerdos tan cargados de soledad, tú únicamente eras la mujer que estuvo conmigo en tantas vidas, con la que yo soñaba casi todas las noches, en la que yo pensaba tanto y tanto... Eras un recuerdo intangible que no se había corporeizado en mi presente, pero tenías tanta fuerza...

Y en esos recuerdos sobre todo me percibo sola, tan sola como la misma noche, que debe sentirse tan sola con su propia oscuridad, su silencio, su quietud... Y en esos recuerdos la noche mora en ese bosque que era parte de mi hogar. Ahora me cuesta tanto aceptar que viviese durante años en medio de la naturaleza, lejos de cualquier ruido que pudiese ahogarme y agobiarme... Cómo cambió todo, todo por dentro de mí, Artemisa. Cuán distinta soy ahora... Quizá ya no sería capaz de vivir así, tal como lo hice durante al menos cuatro años, si es que no me falla la memoria... Cuatro años morando en esa soledad, sin ti, solamente teniéndote como un recuerdo hermoso al que me aferraba y en el que sin embargo no me atrevía a pensar. Y no sé por qué en esos recuerdos que esta canción me hace evocar me veo caminando entre los árboles, sola como nunca, teniendo la imperiosa sensación de que era el único ser que respiraba en el mundo. ¿Alguna vez sentiste tanta soledad, Artemisa? Me gustaría que me hablases de algún momento en el que de veras te sintieses irrevocablemente sola, en el que tuvieses la sensación de que nadie más pensaba ni respiraba en el mundo. Yo recuerdo que adoraba el silencio profundísimo de la noche, pero a la misma vez me sobrecogía tanto que casi no podía soportarlo. Ni siquiera Némesis era capaz de salir de la cabaña para acompañarme en esos momentos en los que no me daba nada de miedo la oscuridad y me pasaba horas caminando entre los árboles, lenta, pero atentamente, atenta a cualquier sonido o palabra que la naturaleza pudiese lanzar. Yo sentía que la naturaleza se comunicaba conmigo, pero, aún así, me sentía tan inmensamente sola... Esa soledad no siempre me rasgaba el alma, pero sí había noches en las que notaba que, como si fuesen unas uñas afiladas, me arañaba el corazón y me provocaba heridas sangrantes cuya sangre eran las lágrimas que de repente me inundaban los ojos. Sí era una soledad palpable, parecía que pudiese cogerla con las manos y estrujarla... Qué silencio, qué nada, Artemisa... pero al menos en esos momentos me acompañaban los árboles, el cielo, las estrellas, la luna cuando brillaba... cuando había luar...

Mas hay otra soledad mucho más agresiva, más profunda y definitiva que la que pude sentir en esas noches tan hermosas sin embargo... y esta canción también me hace evocar esos momentos en los que sí de veras creía, sin regreso, sin que nadie pudiese convencerme de lo contrario, que estaba completa e irrevocablemente sola en el mundo, y ya no porque no hubiese nadie a mi alrededor que pudiese quebrar esa soledad en la que vivía, sino porque me habían abandonado allí, en ese lugar en el que ni siquiera el aire me acogía. Y esa soledad... esa soledad sí destruye. Puede que no te esperes que te hablase precisamente de esos momentos, pero me pediste que te contase cualquier cosa y ahora necesito hablarte de esto... Tengo pensamientos que me gustaría compartir contigo y que no soy capaz de convertir en palabras porque me ahogan, me quitan el aliento y el aire y no puedo, se me quedan en la garganta y no puedo soltarlos, no puedo confesarte lo que pienso ni tampoco soy capaz de avisarte de que quiero hablarte de esos momentos, porque parece como si, al evocarlos, la mente se me convirtiese en piedra y todo mi ser se paralizase, pero ahora quiero intentarlo... y es que el otro día te pedí que, pasase lo que pasase, aunque de nuevo cayese enferma, nunca me llevases allí de nuevo, por favor. Si crees que debes llevarme allí, entonces quítame tú misma la vida y entiérrame en Galicia, pero nunca me encierres en ese lugar que solamente sirve para destrozarnos, para arrebatarnos todo lo que somos, para deshacer cualquier ilusión o esperanza que pueda morar en nuestro ser. Perdóname, Artemisa, si alguna vez te hago pensar que llevarme allí es lo mejor que puedes hacer, porque, si lo piensas, quiere decir que me convertí en lo que nunca debo ser para ti. Intenta que nunca tengas que pensar algo así de mí... No me lleves allí nunca más, Artemisa. Prefiero perderme para siempre en la nada antes que sentir otra vez esa soledad que no tiene comparación con nada, con absolutamente nada, Artemisa.

Yo quise hablar de esa soledad en la novela que escribí, pero creo que ni siquiera pude describir la mitad de todo lo que sentí porque es algo que no tiene fin, un sentimiento que no cabe en un corazón ni en ninguna parte, ni tan sólo en el mundo entero, porque es algo que deshace, que te oprime el pecho y que sabes que no puedes calmar de ninguna forma, ya que es un sentimiento que es intrínseco a una situación interminable, que nadie se dignará destruir ni cambiar, y es eso precisamente lo que lo convierte en el sentimiento más horrible del mundo y de la Historia; el saber que durará para siempre tal como durará eternamente esa soledad, ese abandono tan grande, Artemisa.

No sé cuál vez me dolió más de las tres, si la primera (en la que aún era una niña que se dignaba seguir soñando que volvería pronto a su tierra), o la segunda, en la que sentí que perdía irrevocablemente lo poquito que me quedaba, en la que sentía que me traicionaba la misma vida, en la que de vez en cuando todavía me atrevía a confiar... y saber que estaba allí de nuevo y que esta vez nadie se preocuparía por mí me quitó la vida, me arrancó el aliento y me paralizó. Durante unos largos momentos no sabía qué pensar. Lo único que tenía ante mí era oscuridad, solamente oscuridad, y esa sensación de soledad que ya estaba devorándome el alma. Y la impotencia, sobre todo la impotencia, y la rabia por no haber sabido apreciar lo que había tenido, la rabia hacia mí misma por haber sido tan débil y estúpida... y saber que el mundo seguiría su curso allí afuera, que la vida no se detenía, solamente la mía se paralizaba para morir... y que esas personas en las que yo había confiado seguirían sonriendo, viviendo, mientras yo me moría en vida, allí, porque yo sentía que me moriría para siempre, que, si no era yo la que acababa con mi vida (algo que me aterraba a la vez que deseaba), sería la pena, la inmensa tristeza y la devastadora soledad que inundarían mi vida las que me arrancarían el respirar, el seguir existiendo. O si, por el contrario, fue la tercera vez que de nuevo me descubrí encerrada allí, sin libertad, sin nada, porque allí siempre me arrastraron sin que pudiese tener casi nada mío y, si lo tenía, debía esconderlo en algún lugar donde nadie pudiese descubrirlo. No obstante, debo reconocer que la tercera vez se diferencia mucho de las anteriores porque, esa vez, yo sentí que en mi alma crecía un alivio incipiente que se fortalecería con el paso de los días. Ese alivio nacía de saber que ya no tenía que esforzarme por vivir cada día, que me hallaba lejos de ese mundo que tanto me había herido y que en aquel lugar podría protegerme de todos esos estímulos y de esas obligaciones cotidianas, que cada persona debe afrontar, que tanto me habían enfermado (porque ésa fue la primera vez que reconocí con toda mi consciencia que estaba muy enferma, que sí tenía motivos para vivir allí); aunque también me aterraba la idea de no poder ahorrar para volver a Galicia y de que tú regresases y ya no me encontrases. Yo no quería que tú supieses que nuevamente me hallaba encerrada allí. Me daba vergüenza que descubrieses que no había sabido vivir sin ti. Sin embargo, aquella vez también notaba la presencia de esa soledad que siempre moró en aquel lugar, pero esta vez me lancé a sus brazos y acepté que fuese lo único que compondría mi vida.

Yo puedo estar muy triste, es cierto, hoy estoy profundamente triste, Artemisa, pero, por favor, nunca pienses que no te quiero, que no aprecio la vida que tengo... si ésta es un inmenso tesoro, el más bonito tesoro que la vida pudo regalarme, y lo sé porque contrasta tanto con esos años malditos... Nunca pienses que no valoro lo que tenemos ni lo que me das todos los días, porque no es verdad, Artemisa, y nunca lo será, cariño, te lo prometo. Lo único que anhelo es que seamos plenamente felices en un lugar en el que nada nos haga daño. Sé que es imposible aspirar a vivir en un mundo en el que no haya nada que pueda herirnos, lo sé... Lo único que quiero es que podamos regresar juntas a mi tierra y vivir allí, ya no porque sea un lugar hermoso, que lo es, el más bonito para mí, ya lo sabes, sino porque estando allí recuperaré mucho de lo que soy... Ya lo descubriste, descubriste lo que soy cuando estoy allí. Soy yo misma, sin que nada me preocupe, porque, así como te necesito para sentirme bien, necesito estar en Galicia para sentirme completa, porque ambas sois lo más preciado y amado para mí... y sobre todo quiero estar allí para siempre contigo porque así podré entregarte sólo luz, todo lo bueno que soy te lo daré todos los días, a cada hora... Artemisa, llevo muchos años lejos de mi tierra... y la herida que me hicieron al arrancarme de allí nunca se me cerró, nunca. Lo único que anhelo es estar contigo allí porque te mereces que sea lo mejor para ti y aquí no puedo, no puedo más, Artemisa, no puedo... Y yo no sé si es esto lo que me tiene tan triste, pero es que te aseguro que lucho todos los días para seguir adelante, apreciando todo lo bueno que tenemos, te lo juro, en cada momento, todos los días cuando abro los ojos, pero hay algo en mí que no deja de sangrar, que me duele, me duele mucho, muchísimo... y me mortifica, me tortura mucho pensar que crees que no soy feliz contigo, porque contigo lo soy, sí, me completas, me das todo lo que me falta, y contigo siempre me siento bien... porque lo que siento es algo que no depende de mí ya y te aseguro que me lo arrancaría o lo convertiría en aliento para seguir viviendo con paciencia, sabiendo que llegará ese momento... No sé cómo hacerlo, Artemisa... Te aseguro que lo intento, te lo prometo que seguiré intentándolo... pero me cuesta mucho, cariño, mucho... Y también me cuesta mucho soportar esta tristeza.

Lo único que quiero que tengas presente siempre es que eres lo que más quiero en el mundo y que sin ti nada brillaría, nada, ni siquiera la noche, la que también es tan hermosa cuando la comparto contigo. Contigo todo es bello, simplemente.

2 comentarios:

  1. Diría que esta es una carta de amor a corazón abierto. Aquí Agnes se declara abiertamente y como solamente ella sabe hacer a Artemisa. No creo que Artemisa pueda dudar de su amor ni por un momento al leer esta entrada, es imposible.

    Hay cuatro protagonistas en esta entrada: El amor, la soledad, la tristeza y la añoranza. Amor por Artemisa, un amor incondicional. Además, Artemisa fue quién la levantó, fue su muleta, su fuente inagotable de fortaleza. Agnes es una superviviente, lo ha demostrado al superar todas esas duras pruebas que le puso la vida.

    Soledad, por sentirse así miles de veces cuando Artemisa se fue, cuando estuvo encerrada, lejos de Galicia. Cuando caminaba sola por el bosque, pensando en Artemisa y Galicia, esa soledad que se le calvaba en el alma y casi no la dejaba respirar. Se sentía sola, incomprendida...

    La tristeza es su estado casi natural. La vida la golpeó duro, con su enfermedad, con personas crueles, con situaciones extremas, privada de libertad, torturada...quizás esta sea una de sus consecuencias. No es que sea malo, pues es normal estar triste en la vida, incluso sin motivo. Lo que no es tan normal es estarlo siempre. Agnes lo sabe, por eso a veces piensa que no deja brillar a Artemisa, o que su tristeza lo empaña todo, sin poder remediralo. Artemisa también es consciente de ello, pero lejos de asustarse o de cansarse, la comprende y la apoya al 100%. Agnes es de las que dicen "Estoy enamorada y las cosas me van bien...temo perderlo todo...tengo miedo..." y se suma en una tristeza absoluta, en vez de pensar "¡Estoy enamorada, todo me va bien! ¡La vida es maravillosa! " y vivir con una sonrisa.

    Añoranza por Galicia. Ocurre en todas sus entradas, siempre piensa en su tierra, siempre se dice que es infeliz lejos de ella, que su vida no está completa si no regresa. La tiene siempre en su boca, en sus escritos. Es algo que nunca se le pasa, que lo constata cada vez que habla o piensa. Su añoranza es descomunal, tan grande que podría compararse con una montaña, no, con un planeta.

    Se menosprecia mucho. No puede pensar que Artemisa es afortunada al tenerla a su lado, todo lo contrario, teme tapar la luz de su amada. No es capaz de ver lo extraordinaria que es y que al igual que ella, todos tenemos defectos y virtudes, pero todos somos especiales.

    Dos entradas que van dadas de la mano, pues son dos declaraciones de amor, de miedos, de sentimientos enfrentados, de recuerdos complicados. Preciosas, da gusto leer algo así de bonito, algo verdadero en un mundo tan perverso. ¡¡Me encanta leer todo lo que escribes!!

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  2. Agnes es distinta de Artemisa, no cabe ninguna duda, pero las concibo como pareja, y por tanto diría que cada una son las dos caras de una misma moneda. Es hasta divertido ver cómo Agnes encara la entrada en su diario, casi parece la tarea que se encarga a una niña en el colegio, algo que se realiza con el convencimiento de que es algo bueno, pero también trabajoso... Me sobrecoge el convencimiento de que el mutuo conocimiento no proviene solo de su relación presente, sino también de otras vidas, aunque yo creo que es suficiente con el amor para llegar a calar por completo a la otra persona, no obstante Agnes lo tiene muy claro... Así siento que me conoces, aunque yo muchas veces lo olvido, y es eso lo que en realidad une a dos personas, esa forma de conocerse tan íntimamente... pero en nuestro caso esa forma de conocernos no es de esta vida.

    Agnes es consciente de que el hecho de estar en pareja es una gran suerte en su vida, y que sentiría todos sus defectos y sus penas de un modo totalmente aplastante si estuviera sola, así que idealiza a Artemisa, se ve a sí misma como oscura y torpe, y a Artemisa por tanto como todo lo contrario... A veces pienso que tú eres luz, mucha luz, y que yo solamente me dedico a apagarte, como si yo fuese sombras toda, como si mi ser fuesen nubes que ocultan el brillo de la mañana.

    Pero, en realidad, ya te digo que las veo como las dos caras de la misma moneda, como un disco que gira y gira, y la cara que brilla va cambiando, para cada una la brillante es la otra, y en cierto modo yo creo que es así, Agnes es también el sol de Artemisa, aunque ella misma no pueda verse de este modo, pero sin duda lo es.

    Estar en pareja de una forma plena es algo tan bonito que parece hasta egoísta disfrutarlo, pero en realidad son dos realidades que se suman, por separado no se es nada en comparación con la parte que se forma en el conjunto, es natural que Agnes se sorprenda del cambio que ella misma experimenta al lado de Artemisa, y que llegue a preguntarse si su pareja estaba tan sola como ella misma, ¡la realidad es que sí estaba sola! Pero claro, a cada una seguramente le parecerá que han ganado tanto al encontrar a la otra... ¿Alguna vez sentiste tanta soledad, Artemisa? Me gustaría que me hablases de algún momento en el que de veras te sintieses irrevocablemente sola, en el que tuvieses la sensación de que nadie más pensaba ni respiraba en el mundo.

    Finalmente, me resulta muy diferente escuchar la tristeza, el dolor, la añoranza de Agnes ahora. Todo es lo mismo, pero su significado cambia, porque se lo cuenta a Artemisa, es una reflexión pero también un diálogo, y es otra cosa, no me lacera leerlo, es hermosamente triste, pero tiene un sentido, todo encaja en un objetivo de vida, no sé, por más que sea lamentable no me hace daño cómo se expresa ahora.

    Pero, por ejemplo, dice algo tan bonito y esperanzador como esto... o puedo estar muy triste, es cierto, hoy estoy profundamente triste, Artemisa, pero, por favor, nunca pienses que no te quiero, que no aprecio la vida que tengo... si ésta es un inmenso tesoro, el más bonito tesoro que la vida pudo regalarme, y lo sé porque contrasta tanto con esos años malditos... Nunca pienses que no valoro lo que tenemos ni lo que me das todos los días, porque no es verdad, Artemisa, y nunca lo será, cariño, te lo prometo.

    Y claro, pues la cosa es diferente. Con Artemisa todo es bello, porque viven en un momento suspendido e interminable de dicha que lo puede todo. Así que lo que veo es un canto a la esperanza, al saber esperar y reconocer lo bueno y lo importante. Un grandísimo texto, sin duda.

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