miércoles, 5 de junio de 2019
Estoy en el avión que
me lleva de vuelta a Galicia. Aterrizaré en Santiago de Compostela y, allí,
tomaré un tren a Ourense. Viajé a Manresa el viernes pasado para ver a mi
hermana y estar con ella unos días. Me habría quedado más tiempo, pero no puedo
abusar de la bondad y comprensión de Silvia y, además, mi hermana entiende,
perfectamente, que deba volver porque allí en Galicia tengo mi vida.
Agnes fue quien me
convenció de que viajase a Manresa para apoyar a mi hermana en estos momentos
tan difíciles. No me arrepiento nada de haberlo hecho, al contrario, me siento
feliz por haber estado con ella estos días. Estoy segura de que, si no hubiese acudido
junto a Casandra, jamás habríamos podido salvar nuestra relación; la que estaba
pendiendo de un hilo muy frágil que se hallaba pronto a quebrarse para siempre.
Mi hermana estaba alejándonos de ella porque no soportaba la idea de que su enfermedad
la hiciese parecer frágil ante nosotras, porque no quería reconocer que estaba
hundida y porque le daba mucha impotencia encontrarse tan enferma y haber
tenido que enfrentarse a hechos tan espantosos que ninguna mujer debería vivir,
ninguna. Las enfermedades pueden turbarnos tanto que nuestra razón se desvanece
y sólo existen en nosotros unas emociones terribles que nos incitan a querer
alejar de nuestro lado a esas personas que pueden apoyarnos y ayudarnos a estar
mucho mejor. Es muy difícil entender los sentimientos de una persona enferma
que está pasándolo tan mal, que está sufriendo tanto. Las enfermedades son algo
incontrolable que nos desestabiliza profundamente, y no me refiero solamente a
las enfermedades mentales, sino a todas, tanto las físicas como las
psicológicas son capaces de derruir nuestras convicciones y nuestra serenidad.
Sin embargo, mi
hermana está bien. Está mucho más delgada que antes, ha adelgazado, al menos,
quince kilos en los últimos meses; pero está fuerte, con ganas de curarse, con
energía para enfrentarse a su vida y yo creo que, además, mi presencia le ha
inyectado una gran dosis de felicidad y fuerza que le permitirá seguir luchando
contra esa terrible enfermedad. La verdad es que me ha sorprendido muchísimo
verla tan animada, con tanto ímpetu al caminar, al hablar. Para nada parece que
lo haya pasado tan mal. Hace un mes, salió de una operación complicada y está
como si nada, pero sé que mi hermana se hace la fuerte. Es una mujer muy fuerte,
eso es cierto y jamás podremos negarlo, pero mi hermana sabe coger los pocos
rescoldos de fuerza que le quedan y hacer de ellos un inmenso e inextinguible incendio.
Adoro a ese tipo de personas; las que son capaces de renacer de sus cenizas con
un vigor indestructible. Mi hermana siempre ha sido así. Cuando éramos pequeñas,
muchas veces, yo sentía que ella era como una madre para mí. Cuando me hacía
daño porque me caía, me abrazaba y me curaba ella, me animaba y me hacía
entender que ese daño no tenía importancia. Yo la adoraba cuando éramos pequeñas.
Cuando yo sólo tenía cuatro años, ella tenía ya los doce y yo, aún así, sabía comprenderla,
ella me entendía y la diferencia de edad que nos separaba parecía desvanecerse cuando
estábamos juntas, pero porque a las dos nos gustaban las mismas cosas: ambas
leíamos entusiasmadamente durante toda la tarde (ella pasaba horas leyéndome
historias y novelas que, más tarde, pude leer yo misma y comprender mucho
mejor), a ambas nos gustaban los animales y las plantas. Ella me enseñaba
muchísimo sobre flores, sobre animales, sobre la naturaleza. También me llevaba
a sitios hermosos a los que sola nunca habría podido ir, porque mi padre sí le
permitía que se adentrase junto a mí en el bosque que quedaba cerca de nuestra
casa. Son muchos los recuerdos que guardo de esos efímeros años que mi hermana
y yo pudimos compartir. Mi padre nos reunía en secreto porque mi madre no
soportaba saber que mi padre había tenido una aventura mucho antes de casarse
ellos; lo cual nunca he podido entender porque creo que no debería importar lo
que hubiese ocurrido antes de casarse; pero también comprendo que mi madre se
sintiese dolida al conocer esa historia porque mis padres se conocieron desde
siempre, parece ser que crecieron juntos, siempre unidos, y siempre soñaron con
casarse cuando creciesen. Entonces, si recuerdo esos detalles, puedo llegar a
entender el dolor que a mi madre pudo causarle descubrir que mi padre tuvo un
romance con otra mujer con la que, además, tuvo una hija.
Y, estos días, he
vuelto a sentirme como me sentía entonces cuando, a escondidas, podía reunirme
con mi hermana. Hemos estado juntas como si nada hubiese ocurrido, como si, de
nuevo, fuésemos esas niñas que disfrutaban tanto hablando de los temas que más
las entusiasmaban. Me he sentido, también, como si yo fuese, esta vez, la madre,
la hermana protectora, en lugar de ser mi hermana la que debía protegerme a mí,
porque, esta vez, soy yo la que está bien, soy yo la que debe mostrar fortaleza.
No obstante, sé que mi hermana no necesita tanto como yo que alguien la ampare
del dolor. Ella sabe gestionar mucho mejor que yo las emociones terribles,
aunque también es cierto que no ha sabido luchar contra la envidia y la rabia
que le provocaba saber que estaba enferma. Esos sentimientos tan horribles la
dominaron irreversiblemente y estuvieron a punto de separarla de nosotras.
Esta mañana, mientras
Casandra me llevaba al aeropuerto, ha llamado a Agnes y ha estado hablando con
ella delante de mí. Le ha pedido perdón por cómo se ha comportado con ella, por
todas las cosas que ha dicho de ella, por la forma cómo ha hablado de ella, y
le ha prometido que nunca más la juzgará, que nunca más volverá a ser tan cruel
con ella. Mi hermana me ha dicho, varias veces, que Agnes es un tesoro. Al
saber que fue ella quien me insistió en que yo fuese a verla, Casandra se puso
a llorar porque se dio cuenta enseguida de que había sido muy injusta con Agnes
y que Agnes no le guardaba ni el menor ápice de rencor por ello, al contrario,
Agnes seguía preocupándose (y sigue preocupándose) por mi hermana, quiere que
esté bien, y a Casandra saber todo eso la desmoronó y le hizo sentir tan arrepentida,
tan mal... pero ahora todo eso queda atrás y espero que esta vez sea para
siempre porque no puedo soportar que las tres estemos tan separadas, tan
distanciadas, porque nos queremos mucho. Hemos vivido muchas cosas juntas.
Incluso mi hermana ha protegido a Agnes durante mucho tiempo. Ya por eso, mi
hermana debe quererla muchísimo. Al sentirte protectora de otra persona que te
necesita tanto, inevitablemente nace entre tú y esa persona un vínculo que
cuesta mucho romper, y sobre todo si esa persona a la que ayudaste tanto
siempre te demuestra que te está profundamente agradecida, y Agnes nunca ha
dejado de demostrarle a mi hermana cuánto la quiere.
Además, han sido días
muy bonitos porque he ayudado a mi hermana en su herboristería. Hemos
conversado durante horas sobre cualquier tema, hemos hecho excursiones a la
montaña y hemos pasado días preciosos que a las dos nos ha ido muy bien vivir.
Mi hermana se ha despejado junto a mí y yo he aprendido muchas cosas con ella,
como si de nuevo fuese esa niña que veía en su hermana la persona a quien
imitar en la vida. Además, le he confesado a mi hermana que me gustaría mucho abrir
una herboristería en Ourense y me ha animado a que lo haga e incluso me ha prometido
que ella me ayudaría a conseguir proveedores y en todo lo que necesitase.
Hay algo que me ha
sorprendido mucho y que me ha hecho viajar al pasado. Ha sido comprobar que mi
hermana sigue creyendo en la Diosa con toda su alma, sigue celebrando esos
rituales que siempre celebramos juntas. Al descubrirla tan conectada con nuestra
Divinidad, me he dado cuenta de que yo, inconscientemente, me he alejado mucho
de ese mundo, menos que Agnes (porque es que Agnes ni siquiera parece acordarse
de todo lo que vivimos con el aquelarre y con nuestras celebraciones); pero yo
apenas me acuerdo de prestarle atención a nuestro calendario y también me
olvido muchas veces de adornar el altar que tenemos en casa. No sé por qué
ahora me siento tan lejos de nuestra religión. Sí necesito sentirme cerca de la
Diosa, pero tengo la sensación de que apenas dispongo de tiempo para ocuparme
de todo aquello que antes llenaba mis horas. Y lo cierto es que no me reconozco
cuando me recuerdo viviendo esos momentos. Yo era tan distinta... Creo que he
cambiado mucho, pero, en realidad, no sé qué me ha hecho cambiar. Agnes hace
tiempo que dejó de prestarles atención a nuestras creencias e, incluso, cuando
estábamos viviendo todavía en Barcelona, me decía que no le apetecía nada asistir
a los rituales. Eso, en su momento, me dolía mucho porque me costaba mucho comprender
por qué había perdido la fe de ese modo; pero, con el paso de los meses, me di
cuenta de que Agnes no había perdido la fe y entendí que lo único que le
ocurría era que no se sentía conectada a ningún aspecto de la vida que llevábamos en Barcelona. Lo comprendí cuando, al volver a Galicia el año pasado,
empezó a celebrar rituales con Lúa y conmigo como si nada de eso hubiese
ocurrido. Sin embargo, Agnes nunca ha vuelto a ser la que era. No se asemeja en
absoluto a esa mujer que vivía con Neftis y conmigo hace ya al menos nueve
años... Ha cambiado muchísimo y es que ni tan sólo se parece a esa mujer que se
escondía tanto de lo que en realidad era, mostrándose ante nosotras vestida con
un traje que ocultaba plenamente su verdadera personalidad y sus verdaderos
deseos. A ninguna de las tres (cuando vivíamos Casandra, Neftis, Agnes y yo
juntas durante unos meses) nos habló de su potente anhelo de volver a Galicia.
Años más tarde, me confesó que luchaba continuamente contra ese deseo porque la
aterraba reconocer que lo único que podía salvarla era volver a Galicia, pues
había fracasado muchísimas veces en el intento de regresar, había enfermado
profundamente por no haberlo logrado... y para ella el anhelo de volver a Galicia
era algo enfermizo que quería desterrar de su vida. Luchaba por olvidar su
tierra, sus recuerdos más bonitos. Incluso, cuando ya vivíamos juntas ella y yo
y la convencí de que escribiese sus recuerdos (en castellano para que yo
pudiese leerlos, evidentemente; lo cual fue un grave error), intentó teñir de
dolor todos los recuerdos de su vida, incluso ocultó los momentos más felices
de su infancia y de su adolescencia, porque acordarse de todo ello le hacía
tanto daño que no podía soportarlo, y por eso prefirió hacernos creer a todos
que su infancia fue horrible, que en la aldea nadie la quiso jamás y, sobre
todo, nos escondió que había tenido un medio romance con Lúa cuando eran
adolescentes. Ni siquiera cuando consiguió hablar del tema fue capaz de explicar
lo que ocurrió entre ellas antes de separarse para siempre. Agnes todavía nos
oculta muchísimos momentos de su vida y sé que alguna vez los revelará. A mí me
reconoció que lo que nos ha contado a todos sobre Lúa y ella no es ni la mitad
de lo que sucedió en verdad, que hay muchas más cosas que nos esconde porque es
incapaz de hablarnos de esos momentos, porque aún le duele, y actúa así como si
fuese un mecanismo de defensa contra esa nostalgia, ese dolor, esa impotencia.
No sé si alguna vez conseguiré conocer todos los recuerdos de Agnes, pero tampoco
puedo obligarla a que me los confiese si no se siente capaz de hacerlo.
Y de todo ello he
estado hablando con mi hermana estos días. Mi hermana me ha hecho muchas
preguntas sobre la relación entre Agnes y yo porque quiere entenderlo todo,
quiere comprender a Agnes para no juzgarla nunca más. Y no sé si ha merecido la
pena mantener esas conversaciones tan delicadas. Yo no sé si he hecho bien
hablándole tan sinceramente a mi hermana de lo mal que lo paso cuando Agnes sufre
una crisis. La última crisis que padeció fue horrible, tanto que yo pensaba que
de nuevo tendríamos que llevarla al hospital, sobre todo cuando ni siquiera
podía comer porque se apoderaban de ella unas visiones horribles cuando lo intentaba,
cuando ni siquiera podía dormir porque, en cuanto cerraba los ojos, la atormentaban
pesadillas de las que yo tenía que rescatarla y cuando la ansiedad la
descontrolaba tan inesperadamente, en momentos en los que parecía que estaba profundamente
tranquila; pero Agnes también es una persona muy fuerte y sé que nada podrá con
ella, por muy enferma que pueda llegar a estar, porque ahora, sobre todo ahora,
ella siente que tiene muchísimos motivos para luchar contra su enfermedad,
porque, al fin, ella se siente feliz de verdad, feliz sin tapujos, sin máscaras,
porque ahora puede mostrarse tal como es delante de todos sin sentir vergüenza,
sin creerse inferior ni extraña.
Y saber todo eso hace
que esta vida que tenemos en Ourense merezca la pena, que merezca la pena haberlo
dejado todo para crear esta vida junto a ella. No me arrepiento para nada de
haber abandonado todo lo que tenía en Barcelona para vivir en Galicia. No me
arrepiento de haber abandonado mi profesión, no me arrepiento absolutamente de
nada, porque, tal como le he dicho a mi hermana en varias ocasiones, sentir la
felicidad de la persona que amas hace que la tuya crezca imparablemente, hace que
todo tenga sentido, que no dudes de nada, ni siquiera del futuro, que quieras seguir
viviendo para siempre así. Merece la pena todo si veo que Agnes es feliz porque
la felicidad de la persona que amas es la tuya propia también, porque es
imposible estar bien si la persona que más quieres en el mundo no es feliz.
Y necesito tanto
estar con Agnes... No soporto más estar lejos de ella. La necesito, necesito su
cuerpo, sus abrazos, sus besos, sus caricias... No voy a poder dominarme cuando
la vea, por eso le he pedido que nos veamos directamente en nuestra casa cuando
ella salga de trabajar. Yo llegaré a Santiago a las once y cuarto de la mañana
y a las doce ya cogeré el tren que me llevará a Ourense. A las tres de la
tarde, Agnes saldrá del trabajo y nos veremos por fin. Estoy tan feliz por volver
a Galicia... pero también de haber vivido con mi hermana estos días que nos han
hecho tanto bien a las dos. Además, tengo que contar que mi hermana ya no ve
tan descabellada la idea de vivir en Galicia. Yo le he dicho que sería muy
bonito que viviésemos todas allí, que incluso podríamos llevar juntas la herboristería
que quiero abrir en Ourense, que sería feliz junto a Gabriel porque se merecen
estar juntos. Le he dicho que somos una familia y que lo que más deseo en estos
momentos es que estemos las tres juntas, que ella forme su propia familia con
Gabriel, que es un hombre muy bueno, con muy buen corazón (todos los miembros
de la familia de Agnes parecen ser así) y que merece la pena luchar por esa
relación. Mi hermana ya no se niega en rotundo cuando le propongo que se venga
a vivir a Galicia. Incluso me ha dicho que Gabriel le ofreció ser su médico si
ella venía a Galicia, que él trabaja en una clínica de pago y que podría
atenderla sin ningún problema, pero no sé si eso está permitido por el código ético.
No sé, parece ser que la vida se enderezará al final para todos.
Lo peor que ha tenido
que vivir mi hermana no es el cáncer que la ataca, sino verse obligada a
abortar al hijo que estaba esperando. Eso ha sido lo peor que ha vivido en su
vida. Me habló de esos momentos con tanta sinceridad que me hizo llorar con
todo lo que me explicó. Me contó que, cuando estaba procediendo a abortar,
sintió que se convertía en una horrible asesina, que en esos momentos prefería
morir antes que seguir viviendo ese hecho tan espantoso, que estuvo llorando durante
tantas horas que ni siquiera comió ni bebió nada ese día, que permaneció
durante un día y medio en el hospital porque no era capaz de reaccionar cuando
le hablaban, que no encontraba razones para mirar a su alrededor. Me ha
explicado que le dieron muchas pastillas para reanimarla, para intentar
controlar la profunda ansiedad que tenía, que creía que se volvería loca para
siempre y que, curiosamente, en quien pensó más en esos momentos fue Agnes, no
dejó de acordarse de ella mientras esa enloquecida tristeza la dominaba,
mientras sintió que era incapaz de encontrarle sentido a su vida. Me confesó
que sintió la necesidad imperiosa de llamar a Agnes para hablar con ella, pero
justamente Agnes también estaba pasando por esa crisis tan horrible. Habría sido
imposible conversar con ella. ¿Cómo se pueden acumular tantas cosas malas en un
mismo tiempo?
Mas todo eso quedó
atrás. No es imposible que mi hermana vuelva a quedarse embarazada, pero nadie se
lo recomienda. Entonces ella piensa que lo mejor que puede hacer es adoptar,
pero esos trámites son muy largos y desesperantes. Ojalá lo consiga.
No hay que perder esa
esperanza que nos hace tener ganas de vivir. Es muy importante que no olvidemos
lo que deseamos, que no dejemos de luchar contra las sombras para mantener intacto
el brillo de nuestra alma, que siempre cuidemos nuestra esencia. Yo misma me
estremezco cuando recuerdo todo lo que he vivido. Tengo treinta y siete años y
me parece que, cuando pienso en lo que vivía hace precisamente diez años, estoy
rememorando una vida que no es la mía; pero, en esos recuerdos, sigo viéndome a
mí misma, sigo sintiendo el eco de la voz de mi alma. No soy otra persona, soy
distinta a la que soy ahora, pero sigo siendo la misma, porque siempre mantuve
viva mi esencia, viviese lo que viviese. No sé describir cuál es mi esencia
porque describir la esencia de cada uno es imposible, ya que se compone de sensaciones
que no se pueden convertir en palabras. La esencia de cada persona es más bien
una sensación, no un hecho, es algo que siempre se desprende de ese ser sin que
nada pueda ocultarlo. Agnes también ha mantenido siempre su esencia ocurriese
lo que ocurriese. Siempre ha sido la misma, pese a sentir distintas
preferencias a lo largo de su vida porque siempre ha sido ella misma. Creo que
nunca podremos destruir nuestra esencia porque ésta incluso sigue viva cuando
morimos. Al mirar una fotografía de alguien que se marchó hace mucho tiempo,
incluso podemos detectar la esencia de esa persona, podemos detectarla en la
imagen que tenemos delante. Por ejemplo, cuando miro esas fotografías que Agnes
tiene de ella cuando era niña, me parece que sólo cambia mínimamente el aspecto
de esa mujer que tanto amo, que sólo es la parte física de su ser la que parece
levemente diferente (aunque tampoco ha cambiado tanto, es curioso). La forma de
mirar que Agnes tiene en esas fotografías es exactamente igual que la de ahora.
De sus ojos se desprenden las mismas sensaciones, el mismo porte sereno y misterioso.
Eso es algo que me resulta muy curioso y extraño, que algo como una mirada
pueda expresar tanto.
Viajar a Manresa y
estar estos días con mi hermana también me ha servido para entender mejor lo
que deseo para mi vida. Hasta ahora, me he dejado llevar por el destino porque
me parecía que Agnes y yo teníamos mucha suerte al disponer del trabajo de la
cafetería, pero ahora estoy más segura que nunca de que me gustaría abrir una
herboristería. Agnes me apoya en ese proyecto, pero me ha confesado que ella,
por el momento, prefiere permanecer trabajando en la cafetería. Incluso, hace
unos meses, Silvia nos propuso comprar la cafetería y convertirnos en las
únicas dueñas del negocio. A mí, en su momento, me pareció una idea muy agobiante;
pero Agnes no la ha descartado desde entonces. No sería inviable que ella tuviese
su propio negocio y yo, el mío. Creo que es factible e incluso a las dos nos
daría más ánimo para vivir, aunque Agnes ahora mismo parece encontrarse en la
plenitud absoluta de su existencia.
También he decidido
que recuperaré mis creencias y mis rituales. No he dejado de creer en la Diosa,
pero me siento lejos de Ella y quiero recuperar esa parte tan mística de mí
misma. No sé si podré cumplir todo esto cuando llegue a Ourense, pero, al
menos, tengo muy viva por dentro de mí la llama de la esperanza y gritan en mi interior
las intenciones de llevar a cabo todo lo que me propongo.
Agnes me ha contado
esta mañana que está enferma con un dolor horrible de garganta y de cabeza,
pero, igualmente, ha ido a trabajar todos estos días porque no quiere dejar
sola a Silvia, quien me está sustituyendo, quien no puso ningún impedimento en
que viajase a Manresa, quien nos apoya en todo. Se ha convertido en nuestra
mejor amiga, la verdad. Tenemos con ella cada vez más confianza, sobre todo
Agnes, y, gracias a ella, podemos salir de vez en cuando con un grupito de
mujeres con las que nos llevamos muy bien. Ya no me siento tan sola en Ourense
como antes. Sí que viví una época en la que me sentía sola, pero porque sentía que
no tenía con quién contar si me ocurría algo o si le ocurría algo a Agnes.
Ahora sé que Silvia puede estar a nuestro lado, que Silvia estará con nosotras
si necesitamos algo.
Estos días, Anxiños
está en nuestra casa; lo cual también me hace mucha ilusión e incluso le he pedido
a Agnes que convenza a su madre de que pase con nosotras más días. Creo que le
vendrá bien salir de la aldea unos días porque allí todavía se concentra mucha
tristeza y soledad, y mucho más ahora que va llegando el verano. Agnes me ha
contado que sienten ahora más que nunca la ausencia de Lúa porque Lúa llenaba
de vida la aldea todos los veranos y era quien recibía las fiestas de la aldea
con más ilusión. No están seguras de que este año puedan vivir esas fiestas con
tanta felicidad, pero al menos van a intentarlo. Yo recuerdo que me impresionaron
mucho porque me parecieron muy bonitas, porque también descubrí a la verdadera
Agnes que se escondía tras esa mujer serena y melancólica que había tenido
junto a mí hasta entonces; mas también guardo recuerdos agridulces de esos días
porque, a pesar de que sintiese que Agnes y yo estábamos muy bien, notaba que
había entre Lúa y ella algo que ninguna de las dos se atrevía a reconocer.
Y creo que ya voy a
dejar de escribir porque ya empezamos a descender. No me gustan estos momentos.
Me dan más miedo que el despegue, es curioso; pero me encanta viajar en avión.
Lo adoro. Es lo más cerca que estamos de volar, sobre todo en ese momento en el
que el avión se aleja de la tierra y sientes que ya no hay nada bajo tus
pies... igual que me ocurre cuando estoy con Agnes en esos momentos que sólo
nos pertenecen a nosotras. Qué feliz soy con ella, qué afortunada soy por tener
una vida tan bonita, en un lugar tan hermoso como Ourense. Y no me extraña, por
cierto, que Agnes esté con amigdalitis. El clima está totalmente enloquecido.
Hizo un calor horrible estos días en Ourense y ahora resulta que está lloviendo
y que ni siquiera llegan a los veinte grados. Además, vendrá una ciclogénesis
explosiva de ésas que tanto miedo imponen.
Y eso es todo por
hoy.
Por fin han podido solucionarlo todo y han recuperado su relación. Me daba mucha pena que Casandra estuviese así de mal con ellas. A Casandra la ha ido genial su visita y ha podido comprobar de primera mano que no hay rencores ni odio. No están enfadadas. Agnes inclusó animó a Artemisa a que fuese a visitar a su hermana.Me ha gustado especialmente el momento en el que Casandra le pide perdón a Agnes. Era lo justo y eso la honra. Lloró emocionada al comprobar que no cabía el rencor en el corazón de Agnes y que tiene muy presente lo bien que se comportó con ella en el pasado. Fue un apoyo vital en unos muy malos momentos, justo cuando Artemisa más le falló. Estaba claro que Casandra estaba mal y que su enfermedad la llevó a comportarse así, por lo que borrón y cuanta nueva. Eso sí, tiene suerte de tener la hermana que tiene y de contar con Agnes, otras quizás no habrían reaccionado así. Sigue luchando contra esa enfermedad y la supera con fuerza, eso también me gusta. Tiene un carácter luchador. La frase renace de sus cenizas siempre me ha gustado.
ResponderEliminarArtemisa la adoraba cuando eran pequeñas. En esos maravillosos momentos en los que se podían ver, era inmensamente feliz. Su hermana la cuidaba, le contaba cuentos y reían felices. Esos días que han pasado juntas ha servido para recuperar todo eso y para volver a sentirse así. Es genial que le ayudase en la herboristería, así le sirve de experiencia y pudo comprobar como se le da. Casandra la anima a abrir su propia herboristería en Ourense y le brinda su ayuda, ¡es genial! Agnes también la apoya en su proyecto y a lo mejor ella se queda con la cafetería, creo que sería ideal. Ahora Silvia es una gran amiga, lo está demostrando día a día.
Artemisa se siente alejada de su religión, Agnes parece que todavía más (al menos aparentemente) pero Casandra sigue igual que siempre, con sus rituales y su fe. Intentará acercarse más a su religión, aunque eso creo que sale solo, no te lo puedes imponer. Hay etapas en la vida en las que uno es más espiritual, pero tus creencias y tu fe pueden seguir ahí, en tu interior.
Las memorias de Agnes, la historia que contó no fue real, y por una parte me alegro, porque era demasiado amargo todo, muy triste. Saber que la gente no fue así de cruel con ella ni que su madre fue un monstruo es todo un alivio.
Artemisa no se siente mal por haber dejado su vida atrás, su trabajo y su profesión. Arriesgó y luchó por un futuro junto a Agnes y al final, salió victoriosa. La clave de la felicidad no la tiene nadie, y no creo que siga unas pautas, mucho menos las establecidas por la sociedad. Quizás tu felicidad es ser granjero, aunque hayas estudiado informática y creas que debes seguir ese camino, sí o sí. Somos más complicados de lo que estamos dispuestos a admitir. Podemos cambiar de vida, pero nuestra esencia, como bien dice Artemisa, puede seguir ahí, somos los mismos, pero en otro terreno.
Por último, comentar que me ilusiona que Casandra no vea descabellada la idea de irse a vivir a Ourense. Sería un sueño que pudiesen abrir juntas la herboristería, creo que harían buen equipo. Para desayunar, a la cafetería de Agnes. Imagino que Agnes se vería obligada a contratar a alguien.
Ah, y la ciclogénesis explosiva da mucho miedo. En la tele no paran de hablar de ella. Creo que ya está pasando, pero ya el nombre da miedo jajaja. Es como el “error catastrófico” que salía en el ordenador.
Un capitulazo, repleto de novedades muy interesantes y que yo creo que cierra un cliclo y abre otro.¡Me ha encantado!