domingo, 30 de junio de 2019

DIARIO DE ARTEMISA: VIERNES, 28 DE JUNIO DE 2019


Viernes, 28 de junio de 2019
Hace muchos días que no escribo y la verdad es que me apetecía mucho hacerlo porque quiero contar muchas cosas y desahogarme de otras tantas. Quiero hablar de muchos temas, exteriorizar muchos sentimientos y pensamientos y reflexionar sobre algunos asuntos a los que sólo me atrevo a enfrentarme empleando la escritura. Si me preguntasen cómo me van las cosas, sin pensar diría que me van excelentemente, que no podría ser más feliz. Vivo en una ciudad muy bonita y tranquila, en un piso grande, amplio y luminoso y, encima, sin tener que pagar prácticamente nada al mes cuando muchas personas están agobiadas con el alquiler o la hipoteca... Vivo con la persona que más amo en el mundo, la única persona a la que amé y podré amar. Tenemos las dos una conexión que transciende el tiempo. Nos llevamos insuperablemente bien, no tenemos problemas importantes ni de salud, aunque ella a veces sufra crisis muy fuertes que ponen en peligro su estabilidad anímica... pero todo nos va de verdad bien. Las dos tenemos un trabajo que nos gusta hacer, trabajamos juntas en una armonía que es la envidia de muchos... En general, mi vida es maravillosa. Está llena de luz, de amor, de belleza, de magia, de espiritualidad, de comprensión y calma... pero, si rebusco en mi interior, encuentro emociones que no se corresponden con las que me tendrían que llenar toda el alma yéndome las cosas tan bien, mejor que nunca. Hay varios temas que me entristecen y me preocupan; de los cuales me da mucha vergüenza hablar porque, cuando los convierto en palabras, me doy cuenta de que las emociones que me inspiran tienen nombres que no me gustan nada.
Todo deriva de una sensación que, sin saber yo por qué, me atormenta muchísimo y que no sé gestionar. Esa sensación me aprieta el alma cuando me doy cuenta de que Agnes tiene una vida absolutamente completa. Cada vez pasa más tiempo fuera de casa, llevando a cabo miles de cosas distintas que no puedo compartir con ella. Los momentos que pasamos juntas son maravillosos. Cuando estoy entre sus brazos, siento tanto amor que me pregunto cómo puedo sobrevivir sin encontrarme tan íntimamente unida a ella. Cuando estamos juntas, todo desaparece, se desvanecen esas emociones que me torturan y la vida brilla más que nunca. Me pregunto si es posible que yo sienta envidia de mi propia pareja, si es posible que tenga envidia de Agnes. Que la respuesta a esa pregunta sea afirmativa me aterroriza muchísimo. No tiene sentido que experimente envidia por Agnes.
Ayer le confesé a mi hermana todo lo que siento, aunque me costó mucho hacerlo y ella tuvo que ayudarme con preguntas y afirmaciones que yo acababa reconociendo casi sin pensar en las palabras que decía. Mi hermana me dijo que era comprensible que llegase a sentir envidia por Agnes. Cuando vivíamos en Barcelona, era yo la que tenía una vida más completa. Tenía muchísimas amigas con las que me llevaba estupendamente y con las cuales ahora ya no mantengo ninguna relación porque ninguna de ellas se ha dignado preguntarme cómo me van las cosas aquí en Ourense. Yo me esforcé por mantener viva nuestra amistad hablándoles casi todos los días, pero, poco a poco, me di cuenta de que no les importaba nada de lo que me ocurriese. Notaba un desinterés enorme en sus palabras y al final desistí, dejé de hablarles y ellas tampoco han hecho nada por recuperar el contacto, así que, tal como me dijo Agnes un día de esta semana, ellas no eran mis verdaderas amigas; pero, cuando vivíamos en Barcelona, salíamos mucho, hablábamos casi todos los días, contaba con ellas para todo. Eran amigas que antes habían sido compañeras de trabajo, eran las chicas del templo... tenía dos grupos de amigas con los que me gustaba mucho salir. Agnes no se sentía a gusto con ellas, pero yo no le daba importancia a eso porque estaba convencida de que Agnes era totalmente incapaz de relacionarse cómodamente con nadie; pero igualmente venía conmigo casi siempre, hasta que un día me confesó que no le apetecía salir y, a partir de entonces, prácticamente nunca venía a las quedadas (ni a los rituales). Siendo sincera, tengo que reconocer que yo me sentía mucho más cómoda cuando ella no venía porque, cuando me acompañaba, no dejaba de preocuparme por ella, por si estaba bien, por si se sentía a gusto o se sentía fuera de lugar. En cambio, cuando no venía, podía conversar y reír libremente, sin experimentar ni el menor ápice de desasosiego. Me sentía cómoda porque sabía que ella estaba muy bien en casa, haciendo lo que realmente le apeteciese.
Además de tener muchas amigas, en Barcelona tenía siempre algo que hacer. El trabajo en el instituto me ocupaba la mayor parte de las horas, pero, además, colaboraba mucho en el templo de la Diosa. Sentía que mi vida estaba llena de bendiciones, aunque, a decir verdad, tampoco podía sentirme completamente feliz porque Agnes nunca acababa de estar del todo bien. Aunque pasase buenas épocas en las que desprendía felicidad y calma, yo sabía que, en cualquier momento, su ánimo se desvanecería, trocándose en tristeza, y que aquella alegría era mucho más frágil que los pétalos de una amapola; pero yo me aferraba a esa vida como si me sintiese al borde de un abismo y ésta fuese la única cornisa que podía mantenerme a salvo. Me gustaba, pese a estar llena de dificultades.
Y, siguiendo con la teoría de mi hermana, ella me dijo que, ahora, quien tiene una vida totalmente llena de cosas buenas es Agnes. Ella es quien tiene amigas de verdad. Yo soy amiga de ellas porque está Agnes, no porque de veras me quieran tener como amiga. Realmente, la única persona con la que cuento de verdad aquí, aparte de Agnes, es mi hermana, pero, claro, mi hermana vive a más de mil kilómetros de Ourense y, muchas veces, no me basta con hablar con ella por teléfono. Silvia y el resto de amigas conocen más a Agnes que a mí, por lo que tampoco puedo confiar mucho en ellas.
Además, Agnes está muy volcada en temas por los que jamás pensé que se preocuparía. Nunca imaginé que Agnes pudiese interesarse por la política, pero resulta que sí, que siempre tuvo llena el alma de ideales, de sueños, de aspiraciones. Se relaciona con muchísimas personas que piensan y creen como ella. Siempre tiene algo que hacer relacionado con el partido al que está afiliada, que, además, es nacionalista.
Aparte de todo eso, emplea muchas de sus horas en ensayar con los grupos de música en los que participa. Esta noche, por ejemplo, ha ido a una foliada que celebran aquí en Ourense por las fiestas del Corpus, que llevan toda la semana haciendo cosas. No he querido ir con ella porque prefería quedarme con Laila y también porque estoy agotada. Yo no entiendo cómo es posible que le quede energía para cantar, bailar, tocar y festejar después de madrugar tanto y de trabajar tan duro. No sé de dónde saca tanta energía. Puede que de lo feliz que se siente. No obstante, pese a ser tan feliz como es, no se libra del todo de la “enfermedad” que supuestamente la ataca. Entrecomillo esa palabra porque no me gusta decir que está enferma. Yo simplemente creo que tiene una sensibilidad mucho más profunda que nadie y que las cosas que vive se le acumulan en el alma. Pueden afectarle el triple que a la mayoría de las personas. Cuando lleva ya mucho acumulado en el alma, es cuando sufre esas crisis, que no son más que la explosión de toda la tristeza o nervios que lleva sintiendo desde hace semanas. Todo lo que tiene en el alma le sale en forma de ansiedad; una ansiedad muy fuerte que puede turbar por completo su razón. No es una enfermedad, simplemente una extrema sensibilidad difícil de gestionar; pero yo no creo que esté enferma, por mucho que se empeñen en pensarlo los médicos o las personas que llegaron a conocerla bien. Su madre tampoco cree que Agnes esté enferma. Es su manera de ser y ya está. Cada persona tiene su carácter y hay que aceptarlo, hay que entenderlo.
Y no sé cómo acabé hablando de esto. Quería contar sobre todo que muchas veces siento que yo soy un complemento de la vida de Agnes, algo más que tiene y que no le dolería perder porque tiene muchísimos motivos más por los que sentirse feliz además de que esté con ella. No deja de pensar en Lúa, además, y, ahora que encontramos diarios de ella de cuando era niña y adolescente, se pasa los días leyendo lo que ella escribió e incluso digitalizando sus palabras para que no se pierdan, para mantenerla viva, aunque sea a través de esas líneas silenciosas. Pienso que tampoco le importaría que yo desapareciese; pero, después, cuando me abraza, me besa, me habla, me acaricia y me hace tan feliz con sus gestos de amor, me doy cuenta de que ella tampoco puede vivir sin mí, de que me ama de verdad. Yo no puedo vivir sin ella. Ayer, mientras compartíamos un momento muy íntimo, me embargó una desesperación repentina que nació de un pensamiento inoportuno que nació al sentirme tan feliz entre sus brazos, bajo sus manos, junto a ella, junto a su cuerpo, sintiendo sus besos y sus caricias. Pensé: “yo no puedo vivir sin ella”. Incluso empecé a temblar levemente porque, inesperadamente, sentí en todo mi ser la profundísima desesperación que me dominó durante todos esos días en los que estuvimos separadas, mientras ella estuvo con Lúa siendo tan feliz.
Cuando me habla de Lúa, la sensación de que soy prescindible para ella se intensifica imparablemente. No puedo evitar pensar que con ella compartiría prácticamente todo lo que llena su vida. Conmigo comparte muchísimas cosas, entre ellas ese sentimiento tan bonito que nos une; pero la mayor parte de lo que la divierte y le hace feliz lo vive sola, sin mí, pero no porque ella no quiera compartirlo conmigo (ya que me insiste en que vaya con ella a las foliadas o a los ensayos), sino porque soy yo la que se aparta de ella, la que le dice que no quiero ir, la que prefiere quedarse en casa en vez de disfrutar con ella de esos momentos en los que se siente tan libre, tan ella misma. No puedo estar con la verdadera Agnes en esos momentos porque ese sentimiento de envidia me lo impide. No puedo dominarlo. Yo sé que en esos momentos tendría a mi lado a la verdadera Agnes; la persona de la que estoy tan locamente enamorada, y saberlo me echa para atrás, me disuade de querer acompañarla, porque, incomprensiblemente, me cuesta aceptar que ella pueda ser tan ella misma gracias a algo en cuya existencia yo no colaboro, es decir, que no sea yo quien la ayude a liberar todo lo que es me atormenta, no sé por qué. Son celos. Tengo celos de la música y de Lúa, de esa Lúa que ya no está porque, aunque Lúa esté muerta, sigue captando la atención de Agnes, Agnes sigue pensando en ella, recordándola, componiéndole canciones, tocando para ella, sintiendo que la extraña profundamente en esos momentos musicales que tan feliz le hacen, sin embargo. La tiene presente siempre, absolutamente siempre. No sé cuántas veces ha leído ya los escritos de Lúa. Va a aprendérselos de memoria al final.
No debería sentirme celosa porque, cuando está conmigo y también cuando no, siento que me ama, que no me dejaría por nada del mundo, que me quiere con toda su alma... Me lo demuestra constantemente, incluso en esos momentos en los que me pide que vaya con ella a alguna pandeirada. Cuando le digo que no me apetece ir, los ojos se le llenan de decepción y, alguna vez, he creído ver lágrimas en su mirada; pero ni siquiera darme cuenta de que le duelen mis negativas me convence de que vaya con ella ignorando esos terribles pensamientos que me hacen sentir tanta envidia y celos. Soy idiota, de verdad. No hay otra explicación a mi comportamiento. Mi hermana me lo dice, no con esas palabras, por supuesto, pero sí me dice que mi actitud es muy infantil y enfermiza, que estoy haciéndome daño a mí misma, pero no puedo cambiar mi comportamiento, no puedo controlar mis sentimientos. Y, cuando Agnes se va, yo me dedico a ver alguna película o a leer, pero, cuando pasan unos minutos, me invaden unos remordimientos tan fuertes que me hacen llorar profundamente. Me pongo a llorar como una tonta porque me siento culpable y porque me arrepiento de no haber ido con ella, porque no puedo soportar imaginármela pasándoselo tan bien sin mí, riendo sin mí, bebiendo sin mí, porque, aunque no vuelva ebria a casa (nunca lo ha hecho), siempre viene contenta, con una risa muy adorable y fácil, con ganas de hablar y de explicarme lo bien que se lo ha pasado, lo a gusto que ha estado, lo bien que los ha recibido el público o las personas que participaban en esa foliada... pero también me confiesa que me ha echado mucho de menos, que no era lo mismo sin mí... y por eso también lloro, porque sé que, a pesar de sentirse inmensamente feliz, ella me extraña, me busca junto a ella y no encontrarme le duele. La solución a esa situación tan tensa es muy sencilla. Tendría que ir con Agnes, y punto; pero no puedo hacerlo porque esos sentimientos punzantes me dominan y hablan por mí. Me obligan a decirle que no me apetece ir, que me siento fuera de lugar cuando voy... cuando nada de eso es cierto porque ellos me tienen muy en cuenta, me hacen colaborar con mi guitarra, no me dejan de lado. Ella no se enfada conmigo, pero sé que le entristece que no la acompañe.
Llevamos varias semanas sin ir a la aldeíña porque, todos los fines de semana, Agnes tiene algo que hacer, siempre hay algo: ya sea una foliada o pandeirada, una cena con los del partido (a eso sí que no voy nunca) o cualquier otra actividad que se haga en Ourense y a la que Agnes no quiere faltar por nada del mundo porque es que resulta que ahora se ha vuelto imprescindible para todos, en todas partes es necesaria, en todas partes la necesitan para algo. Es increíble lo que ha cambiado su situación. Antes, en Barcelona, ella se creía nadie, no se sentía importante. Ahora, en cambio, nota que es necesaria e importante en muchísimos asuntos. Eso le alimenta el alma, y, aunque parezca extraño e incomprensible, ha aumentado su autoestima una barbaridad. Ahora se arregla mucho, incluso para trabajar. Se maquilla, se compra ropa muy bonita que resalta la preciosa forma de su cuerpo, viste muy elegante siempre, se cuida mucho el pelo... Está irreconocible, con un brillo muy bonito en los ojos, que parecen más grandes y negros que nunca por la forma como se los pinta... Sonríe con mucha vida, habla libre y agradablemente con los demás, con cualquier persona que se dirija a ella. Ni rastro queda de la timidez que le impedía relacionarse con los demás. Yo me siento eclipsada a su lado, es decir, me siento poca cosa. Se han invertido los papeles. Antes era al revés. No digo con esto que antes me creciese por saber que Agnes se sentía tan inferior a mi lado. Sería muy cruel que me enorgulleciese de ello... pero tampoco me gusta esta situación y tampoco sé cómo remediarla.
Mi hermana está bien. Eso me hace estar tranquila. Últimamente me habla mucho de dejarlo todo y venir a Galicia a vivir con Gabriel, que no ha dejado de quererlo, lo sé, y además sé también que, aunque ella quisiese mantenerlo lejos de su vida cuando estuvo enferma, él siempre estuvo pendiente de ella, siempre se mostró cariñoso e interesado por su salud. Me encantaría que mi hermana viniese aquí a Galicia. Podríamos abrir una herboristería las dos. La idea le parece estupenda. No sé si la he convencido ya de que venga a vivir aquí; pero, si no lo he hecho, poco me falta. Ella siente que yo también la necesito y yo sé que ella nos necesita a todos, tanto a Agnes como a mí y sobre todo a Gabriel. Creo que ése sí es el hombre de su vida.
Son las once de la noche y Agnes lleva más de una hora sin decirme nada por whatsapp. No me extraña. Debe de estar totalmente sumergida en la fiesta. Una voz me dice: “déjala que disfrute. Lleva muchos años sintiéndose infeliz, sufriendo por estar lejos de su tierra y de su verdadera identidad. Ahora es cuando puede ser ella misma. No sientas celos por nada porque ella te quiere”, pero me cuesta mucho conseguir que ésa sea la única voz que susurre en mi interior.
Yo no entiendo por qué, si la amo tanto, tengo que experimentar estos sentimientos tan dolorosos que me hacen actuar como jamás actuaría si sólo me dominase el corazón y la verdadera razón que debería hablarme, pero algo me ocurre últimamente. Después de conversar largo tiempo con mi hermana sobre lo que puede estar sucediéndome, hemos llegado a la conclusión de que el origen de estos sentimientos tan punzantes está en todo lo que Agnes ha vivido con Lúa y en lo que sintió por ella y aún siente, por mucho que me asegure que a mí me ama con toda su alma y que, igualmente, estaría conmigo si ella estuviese viva. El origen de mis celos y mi envidia está en saber que Agnes sí amó a otra mujer y no sólo eso, sino que, además, fue su primer amor, fue la primera que la besó, aunque fuesen besos inocentes y efímeros que posiblemente no tengan importancia, pero no puedo dominar lo que siento cuando recuerdo que ellas compartieron muchísimos más momentos de los que Agnes me habló. Agnes me esconde muchas cosas que me va desvelando poco a poco, pero no sé si alguna vez conseguiré conocer todo lo que vivió cuando era pequeña y adolescente. Yo creía que la conocía bien. Sí la conozco, pero su vida siempre será una incógnita para mí, su historia y su pasado, todo eso será algo inalcanzable para mí. No sé si alguna vez conoceré todos sus recuerdos porque ella no los comparte conmigo, como si temiese que yo pudiese destrozarlos si los compartiese conmigo.
No quiero echar las culpas de mis celos a Lúa porque no es agradable pensar así en alguien que no está entre nosotros, que está en otra dimensión muy lejana a la nuestra, pero no puedo evitarlo. El otro día, le dije a Agnes que no creía que pudiese llevarme bien con Lúa alguna vez. Pongamos el caso de que ella estuviese viva. Estoy segura de que, aunque estuviese conmigo, no dejaría de compartir con Lúa un sinfín de momentos que conmigo jamás podría vivir. Se pasarían el día juntas tocando y cantando, no dejarían de salir casi todas las noches porque siempre tendrían algo que hacer, algo relacionado con la música o con el partido al que ella también estaba afiliada. Si es que parecen la misma persona en muchos aspectos. Me fastidia mucho que sean tan parecidas. Yo no podría ser amiga de Lúa porque continuamente estaría sintiendo celos de ella, por mucho que Agnes me demostrase que me ama a mí.
Mi hermana me entiende porque ella también experimenta muchas veces estas emociones. Incluso me confesó ayer que, alguna vez, había sentido envidia de mí por ser tan feliz con Agnes. A veces tengo la sensación de que a mi hermana la satisface que le cuente los problemillas que tengo con Agnes. Me escucha con mucha atención y noto que le gusta saber que a veces no todo nos va tan bien. A lo mejor me equivoco.
No obstante, se comporte como se comporte, es mi hermana y necesito hablar con ella. Es la que mejor me puede entender en estos momentos. Todas las personas que se encuentran en mi vida ahora pertenecen más al mundo de Agnes que al mío, es decir, son más amigas y familiares suyos que míos y eso no puedo cambiarlo.
Y creo que voy a dejar de escribir ya porque tengo mucho sueño y, aunque Agnes no haya venido todavía, me iré a dormir. Igualmente, siempre me despierto cuando llega. Hace ya algo de calor en Ourense. Hoy llegamos a los treinta grados y en la aldeíña hace más calor todavía, pero mi hermana sí que lo está pasando realmente mal porque en Cataluña hace un calor espantoso, de infierno total, más de cuarenta grados, y encima hay un incendio horrible que está quemando muchas hectáreas. Qué pena. Lo peor es que el calor se quedará unos días y, encima, habrá viento, por lo que será prácticamente imposible controlar ese incendio. A mí me duele mucho que se quemen los bosques de allí... porque le tengo cariño a ese lugar.
Y eso es todo por hoy.

1 comentario:


  1. Artemisa está viviendo un sueño, ser feliz junto a una Agnes sana y plena. Todo les va bien, hace un buen resumen de su vida junto a ella, pero reconoce que su vida ya no es tan plena como la de ella. Perdió a sus supuestas amigas (que no lo eran en realidad), estar junto a su hermana, su trabajo y su vida allí. Aunque salió ganando, pues es feliz junto a Agnes, ahora es ella la que tiene carencias y se siente “desplazada”, (aunque es cosa de ella, nadie la desplaza). Yo creo que estaba acostumbrada a ser el centro del mundo de Agnes y ahora, al no serlo, se siente perdida. Agnes ya no la necesita como antes, ahora es capaz de relacionarse, hacer amigos y llevar una vida plena sin que Artemisa sea el centro o la necesite para todo. Una comparación tonta, pero se asemeja a un hijo que ya no necesita a sus padres, ya no son totalmente necesarios y aunque hay amor, puede hacer su vida sin pedir ayuda.

    Además, siente celos de Lúa, a pesar de estar muerta. Por una parte es comprensible,Agnes habla mucho de ella y parece que no pueda superar su muerte, se aferra a ella y aparta esos sentimientos de su vida, como que no es suficiente con Artemisa. Pero por otra parte, es totalmente ilógico, ¡está muerta! La pobre Lúa se fue hace tiempo, y ella misma le dijo a Agnes que fuese feliz junto a Artemisa. Agnes necesita más tiempo para aceptar la muerte de Lúa, y con los diarios yo creo que se le complica mucho más, pues no hace más que sumergirse en su relación con ella y revivirla una y otra vez.

    Le irá bien que Casandra se vaya a vivir allí, junto a ellas. Ojalá sea posible y la ayude a pensar en positivo y dejar esos pensamientos de celos y envidia que nada bueno le pueden traer.

    Hay que ver lo mucho que cambian las cosas cuando se ven desde otra perspectiva jajaja. Esperando el próximo capítulo con muchas ganas!!

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