Sábado, 22 de diciembre de 2018
No nos ha tocado nada en la lotería.
Empezar a escribir en mi diario empleando una frase tan cutre y triste es
penoso, pero este año Agnes y yo teníamos mucha ilusión puesta en este sorteo
porque decíamos que, si nos tocaba algo, usaríamos el dinero para abrir una
tienda de minerales en la que hiciésemos también sesiones de terapias
alternativas, en la que, cuando las dos nos sacásemos el título de
fitoterapeutas, venderíamos medicamentos naturales entre otras cosas
interesantes pertenecientes a nuestro mundo; pero no nos ha tocado ni un triste
reintegro. No obstante, Agnes no se ha decepcionado en absoluto porque sabía
que no nos iba a tocar, por muy esperanzada e ilusionada que estuviese. Yo no
me he decepcionado tampoco, pero sí me da mucha rabia tener tanta mala suerte
en este tipo de juegos; mas sé que tenemos muchas cosas que agradecer, pese a
seguir siendo tan pobres. No somos realmente pobres, es verdad, porque, si lo
fuésemos, no estaríamos viviendo aquí ni en ninguna parte; pero también es
verdad que estamos viviendo en Ourense gracias a Lúa. Agnes me lo decía hace
poco, que Lúa le ha posibilitado vivir en Ourense, que está viviendo aquí en
Galicia gracias a ella, gracias a todo lo que Lúa ha hecho por ella y a todo lo
que le ha dado, que la vida que tenemos ahora aquí realmente nos la ha dado
Lúa. Es muy curioso que yo pueda darle la razón a Agnes en ese aspecto sin
sentir rencor, pero sí es verdad que me da impotencia saber que ella sí pudo
ayudar a Agnes a cumplir su más anhelado sueño. Yo, en cambio, lo único que
hice durante mucho tiempo fue impedirle ser feliz. Ahora, cuando yo no tengo
nada mío, tengo que reconocer que podría haber renunciado antes a todo lo que
tenía si igualmente iba a acabar haciéndolo; pero lo hice cuando de verdad
sentí que no tenía otra opción. No podía esperarme a que sacasen concursos para
opositar otra vez y pedir plaza. No podía estar un año de excedencia si sabía
que no iba a volver a trabajar en Cataluña. Sabía que, si quería estar con
Agnes, tenía que renunciar a todo lo que tenía y venir a Ourense sin nada, sin
tener nada a lo que aferrarme. También tengo que reconocer que pude vivir en
Ourense gracias a Lúa porque tenía una amiga que tiene un piso aquí. Yo siento
y veo que Agnes no deja de pensar en Lúa, que la recuerda a todas horas, que
cualquier canción le hace llorar porque le recuerda a aquellos momentos que
compartieron. Me ha dicho muchas veces que le da mucha rabia que Lúa no esté
aquí, que su muerte podría haber llegado mucho más tarde para que al menos
pudiésemos haber compartido más cosas, que ella sabe que, si estuviese viva,
podríamos ser muy buenas amigas, que no dudaba de que estarían muy unidas y que
incluso podrían ser como hermanas. La muerte de Lúa le hace pensar muchísimo en
cosas muy tristes que me comenta con una voz queda, como si no se atreviese a
volver palabras esos terribles pensamientos. Me ha llegado a decir que no puede
evitar pensar que ese cuerpo que ella abrazó y acarició tanto ahora no es más
que polvo, que no puede evitar pensar que ese cuerpo que tanto amor albergó y
que tanto cariño le dio ahora está más que marchitado, que esos pensamientos le
hacen mucho daño y no puede huir de ellos. Me dice que no se atreve a visitar
la tumba de Lúa porque no soporta saber que ella está ahí encerrada en esa
tumba, porque no puede ni pensar que ahí dentro está el cuerpo ya deshecho de
esa persona que la quiso tanto y a la que ella quiso tanto. No puedo evitar que
sus palabras me hagan sentir escalofríos, pero intento que ella no note que me
horroriza tanto lo que dice porque lo que más deseo es serenarla y que sienta
que la entiendo y la escucho. Le digo que no piense en algo tan triste y
escabroso, pero me dice que no puede evitarlo, que la muerte de Lúa ha sido una
bofetada que le ha abierto los ojos y que le ha hecho empezar a sentir miedos
que antes no experimentaba. Me dice que teme tanto la muerte que a veces se
despierta en mitad de la noche pensando que no quiere morir, pidiendo no morir
nunca. Me ha dicho que sueña que alguien la persigue y que la única opción que
tiene es correr hacia adelante, donde justamente hay un abismo por el que no
puede evitar caer. Me ha contado que sueña que está bajo un techo que está
derrumbándose o que alguien la empuja hacia la vía de un tren justo cuando está
a punto de pasar uno y que se queda encerrada entre los raíles de la vía. Los
sueños de Agnes son tan escalofriantes que ni puedo pensar en ellos. También me
ha confesado que sueña muchísimo con Lúa. Por ejemplo, me ha contado que sueña
muy a menudo que Lúa está detrás de una puerta acristalada y que le sonríe con
mucha luz, que de repente el cristal se desvanece y que Lúa corre hacia ella
dispuesta a darle un abrazo, pero que, cuando están a punto de abrazarse,
alguien agarra a Lúa de la cintura y la aleja de Agnes. Mientras se aleja, Lúa
le pide que nunca deje de ser feliz, que no llore más por ella, le confiesa que
se encuentra bien, que lo único que anhela es que siga siendo feliz, que ella
nunca la va a olvidar y cosas muy bonitas que Agnes me dice casi llorando. Yo
sé que Agnes me quiere a mí, que soy el amor de su vida, que Lúa sería sólo su
amiga en el caso de que estuviese viva; pero, cuando me habla de ella, tengo la
sensación de que su corazón no se ha dado por vencido y que en su alma todavía
hay mucho amor para ella. La quiere, aún la quiere, aunque sé que no la quiere
igual que a mí, pero la quiere de verdad. Se lo leo en los ojos cuando me habla
de ella, se lo oigo en la voz y sobre todo lo noto en las palabras que
pronuncia, en la forma como las dice. Ayer le dije que con Lúa había vivido en unos
breves meses todo lo que nadie habría vivido en una vida y me dijo que sí, me
reconoció que con Lúa había vivido muchísimas más cosas de las que había vivido
en un año en su existencia, que parecía como si Lúa quisiese acumular en un brevísimo
espacio de tiempo todo lo que tendrían que haber compartido en una vida, que
parecía como si Lúa supiese que solamente tenían esos días y hubiese querido
agolpar todo lo que podían vivir juntas en ese tiempo para que no les quedase
nada por vivir. No sé por qué hoy necesito tanto escribir sobre Lúa. Tal vez
quiera desahogarme porque en realidad no puedo hablar de esto con nadie. Cuando
a mi hermana intento contarle todo esto, lo único que sabe decirme es que Agnes
todavía no ha olvidado a Lúa y que, si está conmigo, es porque Lúa ha muerto.
Es verdad que sé que mi hermana dice todo lo que piensa sin valorar cómo pueden
sentar sus palabras, pero no me parece lógico ni entiendo que pueda soltar esas
cosas sin más, quedándose como si nada. A mí me duele mucho que diga eso de
Agnes porque sé que no es verdad. Ella habría vuelto conmigo, aunque Lúa no se
hubiese ido, y pensar algo así de alguien es tan cruel que no puedo ni
comprenderlo, la verdad. En realidad no tengo a nadie con quien comentar estas
cosas. A Agnes no voy a decirle que mi hermana sigue pensando eso de ella. Mi
hermana la trató muy bien cuando estuvimos en su casa y va a seguir tratándola
bien cuando esté aquí, pero dice unas cosas de Agnes que me hacen pensar que en
realidad no la quiere. Nadie habla así de otra persona a la que supuestamente
le tiene cariño y respeto. Ha llegado a decirme que Agnes puede serme infiel en
cualquier momento con otra mujer tal como lo hizo con Lúa y yo sé que eso no es
verdad. Yo le he preguntado a Agnes si cabía la posibilidad de que se enamorase
de otra mujer otra vez y me dijo que para nada, que no, que pasó aquello con
Lúa porque era Lúa, porque con ella también tenía una conexión muy bonita y
porque cree que estaba todo predestinado, pero me pidió que nunca olvidase que
yo soy la mujer de su vida, que quiere estar conmigo para siempre, que nunca
dude de que jamás me dejó de querer. Para mí tienen más valor las palabras de
Agnes que las intuiciones de mi hermana.
Hoy es mi cumpleaños. Lo hemos celebrado
yendo a comer fuera y Agnes me ha regalado muchas cosas. Me ha regalado ropa
muy bonita, cajas de bombones, me ha regalado incluso un collar de amatista muy
bonito... Me ha dicho que no me regala más cosas porque se acerca el día de
Navidad y en ese día también me quiere hacer más regalos. Ha sido muy bonito el
día de hoy.
Mas tengo que reconocer que no me
encuentro bien ni física ni anímicamente. Anímicamente me siento confundida y
un poco triste, ya no sólo porque haya renunciado a mi plaza, sino porque me
siento muy extraña sabiendo que no tengo nada que hacer cuando abro los ojos
todos los días. Sí me ocupo de la casa, hago la compra, limpio y cocino,
también estudio para el carné de conducir, hago prácticas con Damián (que está
ayudándome mucho), muchas veces voy a la aldea y permanezco varias horas con
Anxiños y con las demás vecinas de la aldea, quienes están enseñándome recetas
riquísimas; pero no hago nada útil que pueda ayudar a Agnes cuando ella es
quien está trayendo a casa nuestro sustento. No me gusta en absoluto tener una
vida ociosa, mas sé que esto es momentáneo, que llegará algún día en el que
encuentre alguna ocupación. Tengo que contar también que el martes le confesé a
Agnes que en realidad renuncié a mi plaza cuando vine aquí a Ourense en
octubre. Se quedó sin saber qué decirme, sin atreverse a mirarme siquiera, sin
poder decir nada. Sé que le afectó muchísimo saber que yo había renunciado a
aquello que tanto me había costado conseguir. No sabía qué decirme porque era
consciente de que no existía ninguna palabra que pudiese consolarme. Yo le
expliqué que lo había hecho sobre todo por ella, que no soportaba la idea de
perderla, que sabía que no tenía otra opción, que no me arrepentía de haberlo
hecho porque la recompensa era estar con ella, pero sé también que ella no me
escuchaba en esos momentos. Me oía hablar, pero no me escuchaba. Agnes es tan
transparente que no me cuesta nada saber qué piensa, aunque muchas veces su
mirada es enigmática como la noche; mas en esos momentos sabía qué pensaba y
era capaz de oír la voz de sus pensamientos. Sé que ella lamenta muchísimo que
haya tenido que renunciar a mi plaza, que lo haya hecho, y sé también que se
pregunta por qué no lo hice antes si igualmente iba a acabar haciéndolo. Agnes
me habla siempre, aunque no emplee su voz para dirigirse a mí. Lo hace también
con sus silencios y sus miradas. Además, sé que ella quiere ayudarme a buscar
alguna ocupación que me pueda hacer sentir bien. Tal vez esté a punto de
proponerme que trabaje con ella en la cafetería (algo que me encantaría, la
verdad, porque así estaríamos juntas más tiempo), pero no me lo propone porque
es Silvia quien tiene que contratarme, no ella. También sé que ella se da
cuenta de que no estoy del todo bien. Me pregunta muy a menudo si estoy bien y
sé que mis respuestas no la calman.
Me ocurre algo que no sé explicar. Sí me
siento feliz por vivir aquí porque ahora mismo tengo a Agnes conmigo de una
forma como nunca la tuve antes. Me encanta vivir aquí porque Ourense es una
ciudad preciosa y el piso en el que habitamos es muy bonito; pero tengo que
reconocer que extraño muchas de las cosas que tenía en Barcelona. Echo de menos
mi trabajo, a mis amigas (con las que prácticamente he perdido el contacto),
echo de menos a la gente del templo y celebrar rituales con ellos, echo de
menos ver a mi hermana más a menudo, extraño incluso poder coger el tren o el
autobús e irme a donde me dé la gana... En calidad de vida es cierto que he
ganado mucho porque en Galicia el aire está mucho más limpio, pero me siento un
poco atada aquí. Además no puedo salir a correr casi nunca porque está
lloviendo siempre, porque lleva lloviendo desde no sé cuándo, aunque también
agradezco que llueva y no reniego de la lluvia porque encuentro que es muy
necesaria. No obstante, sé que, si pudiese trabajar de lo mío, estas cosas no
me importarían. Me importan porque carezco de otras. Cuando algo nos preocupa,
todo lo demás nos inquieta más.
También tengo que contar otra cosa que me
preocupa muchísimo y de la que no le he hablado a nadie y mucho menos a Agnes
todavía porque no quiero que se desasosiegue por mí. Hace más de dos semanas
que físicamente no estoy bien. Me lamento por no poder salir a correr, pero en
realidad no sé si podría hacerlo porque, desde hace al menos dos semanas,
siento que me falta energía, que estoy muy cansada, a pesar de que casi no haga
nada. También camino mucho y siento que no puedo hacerlo con velocidad, que me
ahogo enseguida y que me mareo. Me mareo con nada. A veces pienso que es porque
me falta comer, pero como y ese malestar no desaparece. Me alimento muy bien,
con mucho hierro, proteínas vegetales, calcio... pero siento que algo está
fallando en mí. Me di cuenta de que me encontraba muy mal cuando, en Manresa,
mi hermana me propuso salir a correr y yo no aguanté ni quince minutos. Yo
siempre he tenido mucha resistencia y sé distinguir entre un mareo nacido del
cansancio y de la falta de costumbre de ese mareo que me dio en ese momento. Mi
hermana tuvo que ayudarme a sentarme y a caminar hacia casa. Cuando se me pasó,
entonces ya no le dimos ni la menor importancia. Desayunamos y ya está, pero
esos mareos me vienen muy a menudo. Nadie sabe que me encuentro tan mal. Hay
días en los que ni siquiera me siento capaz de levantarme de la cama y encima
es que cualquier cosa que como me sienta mal. Tengo náuseas continuamente y me
falta vigor en los músculos. Por eso, esta semana, sin que nadie lo sepa, he
ido a hacerme unos análisis. Me darán los resultados dentro de quince días. No
quiero decirle nada a nadie hasta que sepa que no me ocurre nada grave. Tal vez
tenga anemia y ya está.
No obstante, pese a todo lo que estoy
diciendo, tengo que reconocer que con Agnes me siento muy feliz y tranquila.
Cuando estamos juntas, me parece que en la vida no hay problemas, que juntas
podremos enfrentarnos a todas las dificultades que nos vengan y que nadie puede
ser más feliz que nosotras en esos momentos que compartimos. Adoro verla reír,
sonreír, hablar con tanta serenidad y confianza en sí misma. Me gusta mucho que
me cuente cosas, que no me deje de hablar, que me haga partícipe de sus pensamientos
e inquietudes, que me pida favores, que me sugiera cosas, que me proponga
planes, que me haga notar detalles de nuestro alrededor que yo había pasado por
alto, que me diga que me quiere, que me diga esas cosas tan bonitas que me dice,
que me abrace, que se ría conmigo de alguna tontería, que me haga recordar
momentos bonitos que hemos vivido y que nos riamos juntas de aquellas cosas que
tanto nos preocuparon en el pasado. Me hace muy feliz cuando me dice que quiere
estar conmigo para siempre, cuando, teniéndome entre sus brazos, me susurra que
me ama, me confiesa cuánto me desea, cuánto le gusta estar conmigo, cuán feliz
es hallándonos tan juntas... Yo siento que no hay nada que pueda herirme, que
me hallo en un lugar donde no existen peligros... Cualquier momento que
comparto con Agnes es hermoso, no importa dónde nos hallemos. Esta tarde, por
ejemplo, salimos a dar un paseo por Ourense para comprar las últimas cosas para
estas fechas y nos tomamos (aunque parezca mentira) una cerveza en el centro.
No hace tanto frío como para que no apetezca algo así, pero es que ninguna de
las dos sabía qué tomar y al final acabamos pidiéndonos una Estrella Galicia. A
las dos se nos ha subido un poco a la cabeza e íbamos riéndonos por las calles
por la tontería más simple, por el detalle más insignificante. Me lo he pasado
muy bien con ella esta tarde y he pensado algo que me ha hecho muy feliz (y se
lo he comunicado enseguida a ella). He pensado, cuando volvíamos a casa juntas,
que me hace muy feliz saber que no me tengo que separar de ella, que me lo paso
muy bien con alguien de quien no me tengo que despedir, con quien puedo seguir
compartiendo mi vida. Qué feliz me siento cuando la tengo a mi lado, qué
sencillo me parece todo... Es verdad que también vivo mis momentos de debilidad
en los que me cuesta encontrar el sentido a todo lo que hago, pero, junto a
Agnes, nada es difícil. He renunciado a mi plaza, es cierto, pero tal vez lo
haya hecho por algo, porque en la vida me espera algo que no me he imaginado
nunca. Agnes me hace creer que nada es tan grave, pero yo sé que a ella también
le preocupa que yo no me encuentre del todo bien conmigo misma. Siento que me
he traicionado a mí misma renunciando a mi plaza de profesora, pero todo lo que
hago por Agnes tiene sentido y en estos momentos no cambiaría mi vida por nada.
Tener a Agnes así conmigo es lo mejor que me puede ocurrir. Estar tan
íntimamente unida a la persona que amas no tiene comparación con absolutamente
nada.
A mí me dolía muchísimo sentir que Agnes
no era feliz. Me dolía en el alma verla tan triste y no saber cómo consolarla
cuando lloraba sin fin. Antes de vivir en Galicia, muy pocos eran los momentos
en los que se sentía plena. Incluso he llegado a pensar que, cuando creía verla
tan feliz este año, estaba bien porque una parte de sí misma intuía que le
quedaba cada vez menos tiempo para volver a Galicia. Lo cierto es que, si Agnes
no se hubiese marchado de Cataluña, tal vez no estaríamos viviendo aquí. Me he
preguntado qué sería de nosotras si no estuviésemos aquí en Galicia, dónde y
cómo estaríamos. Estaríamos viviendo todavía en Cataluña, pero ¿cómo estaría
Agnes? Antes de atreverse a venir a Ourense, estaba muy mal. Recuerdo que
estaba sufriendo una decaída muy mala después de vivir unos días muy buenos en
los que yo creía que no volvería a estar tan mal. Ahora todo eso queda atrás e
incluso me parece imposible creer que aquella mujer tan frágil sea la misma que
ahora me acompaña en mi vida. Qué tonta e injusta he sido con Agnes, cuánto me
he equivocado con ella. El otro día mi hermana me decía que venir a vivir a
Galicia dejándolo todo por Agnes es la prueba de amor más grande que jamás
podría hacer por ella y que Agnes no había hecho nada para demostrarme que me
amaba. La contradije enseguida. Eso no es nada cierto. Le recordé que Agnes me
ha perdonado cosas que nadie me habría perdonado. Me perdonó cuando me fui a la
isla sin pensar en ella, sin plantearme la posibilidad de que decayese mucho
sin mí, sin importarme nada, creyendo que Agnes podría ser feliz sin mí, lejos
de su tierra. Me ha perdonado haberla ignorado tanto durante tanto tiempo
cuando me suplicaba que iniciásemos una vida en Galicia. Me ha perdonado
haberme comportado tan mal con ella este verano y un montón de cosas más que no
sé si yo habría sido capaz de perdonar. No sé por qué mi hermana me dice todas
esas cosas de Agnes, pero me da mucha rabia que hable tan mal de ella y muchas
veces he estado a punto de enfadarme porque no puedo soportar que la ataque de
ese modo. Agnes cree que mi hermana ya no habla mal de ella, que aquella
desconfianza y ese rencor raro que sentía hacia ella se han desvanecido por
completo, pero no es del todo cierto. No obstante, prefiero que Agnes no sepa
la verdad. Ella está deseando alojar a Casandra en nuestra casa y darle todo lo
que necesite. Está deseando que celebremos las Navidades juntas en la aldea y
que conozca cómo lo han celebrado siempre allí. La noto tan ilusionada con la
llegada de mi hermana... Por eso prefiero que no sepa que Casandra sigue
hablando así de ella. Lo que más me estremece es que sé que Agnes la trataría
igualmente bien aun conociendo lo que Casandra va diciendo de ella.
Voy a ir dejando de escribir. Ya está
haciéndose muy tarde. Tal vez no tenga que agobiarme tanto con mi futuro. Las cosas
irán fluyendo y, junto a Agnes, entre sus brazos, estando tan íntimamente con
ella, viviendo con ella, todo vaya llegando, todo sea mucho más sencillo de lo
que imagino. Mas sí hay momentos en los que me gustaría traer aquí a Ourense
algunas de las cosas que tenía en Cataluña como, por ejemplo, a mis amigas.
Aquí de momento no tengo amigas, pero allí en Cataluña también tardé en
tenerlas. Lo que no echo nada de menos es esa tierra y mucho menos con lo que
está ocurriendo ahora. La política está descontrolando tanto a la sociedad que
es imposible vivir tranquilamente. Está perdiéndose el respeto por todo. Qué
afortunada me siento por ver desde tan lejos lo que está ocurriendo. Además, la
energía que hay aquí en Galicia es distinta, te llena más el alma, hay más amor
y cercanía en la gente, hay mejor trato entre nosotros, hay más serenidad, la
gente te trata mucho mejor, la gente es más próxima y sencilla... Me siento muy
a gusto aquí, eso sí es cierto, y no me da cosa pedir nada. Incluso ya me
expreso muy bien en gallego y lo hablo de vez en cuando con Anxos y con más
gente que sé que se sentirá mejor si me expreso en esa lengua. Me he
acostumbrado mucho al acento, a la lengua, a lo cariñosa que es aquí la gente,
independientemente de dónde sean. Son cariñosos por naturaleza, en el hablar,
en la forma como se acercan a ti, en la manera como te miran... Es
impresionante. Puedes sentirte inmensamente querida por una persona que no
conoces de nada tan sólo hablando una vez con ella y, cuando te separas de
alguien con quien has hablado durante unos minutos, te queda en el alma una
sensación de plenitud y de nostalgia que te emociona profundamente. Te sientes
querida y punto. Eso es lo que más me acoge de este lugar, que la gente
enseguida te quiere y te ayuda si lo necesitas. Nunca he conocido a una
sociedad tan acogedora. Y todo ese amor que veo en la gente de aquí se
concentra en el alma de Agnes. Agnes es tan cariñosa y buena que muchas veces
me da la sensación de que es la representación de las preciosas virtudes que
tiene esta tierra. Qué tristeza siento cuando recuerdo que, a lo largo de su
vida, mucha gente la ha rechazado sin saber cómo es, sólo porque sus ojos
aparecieron tristes, sólo porque le costó relacionarse con los demás. Otra de
las razones por las que no puedo arrepentirme de haberlo dejado todo por vivir
aquí es que ahora es cuando conozco de verdad a Agnes y he podido conocerla de
verdad porque estamos aquí, porque, al estar en su tierra, los fragmentos de su
alma se han unido y ha podido reencontrarse consigo misma con una plenitud con
la que no habría podido hacerlo en cualquier otro sitio del mundo. Ahora es
ella porque se encuentra en el lugar al que pertenece no sólo su alma, sino
también su cuerpo, toda ella es de este lugar que también me ha acogido a mí
como si llevase mucho tiempo esperándome. La verdad es que soy muy afortunada,
muchísimo, sólo por tener a mi lado a una mujer tan maravillosa, tan buena, tan
amorosa y comprensiva. Tengo que dar las gracias por haberme enamorado de una
mujer tan mágica que tanto vale y por ser la persona amada de esa mujer tan
especial.
Agnes no olvida a Lúa, sigue pensando en ella. Es normal, pero también tiene sentido que Artemisa se termine sintiendo un poco mal, quizás, con una envidia por lo feliz que fueron, por lo feliz que hizo Lúa a Agnes en tan corto periodo de tiempo. Recuerdo que Raúl pensaba cosas espantosas cuando su madre murió, de si sería solamente huesos en la tumba y cosas de esas. Quizás esos pensamientos sean normales cuando pierdes a un ser querido. Casandra vive fuera de esta burbuja, que es su amor y Galicia. Ella lo ve todo desde otra perspectiva, fría y sin ningún tipo de sentimiento, ciñéndose a las cosas que han pasado, y por eso es así con Agnes. Aunque a mi eso no me gusta, no juzgues a los demás, pues nadie está libre de “pecado”, o dicho de otra manera, todos somos imperfectos. Tampoco me gusta esa forma de decir las cosas, sin filtro, que caiga como caiga. Por cierto, terribles las pesadillas de Agnes, y eso de que no se quiere morir, me recuerda a alguien jajaja. Desde que me pasó lo que me pasó, veo la vida de otra manera. Es un viaje largo, repleto de momentos buenos y malos, pero lo vivo lo mejor que puedo, con ilusión. Si tienes un límite de vida, un tiempo exacto en el que sabes que morirás, eso si que es terrible. Por eso, cuando la vida no tiene un final marcado, estamos sanos y todo va bien, hay que desechar esas pensamientos.
ResponderEliminarEspero que el análisis de Aremisa salga bien. Es raro que tenga tantos mareos y se sienta tan débil. No debería ocultar esas cosas. Artemisa es muy de ocultar lo que le preocupa, y luego puede empeorar la situación. Artemisa también halaga Galicia, le encuentra muchas virtudes, aunque le encuentra algunas pegas, como lo de el transporte público. A pesar de ellos, le encanta, la gente allí es mejor que en Catalunya, el clima, la contaminación...aunque una parte de ella echa en falta algunas cosas que en Galicia no tiene, pero yo creo que es por tener tanto tiempo libre. A ver que ocurre a continuación, espero que con Casandra no surjan problemas y que se comporte. Que tiene la lengua como la de una serpiente jajajaja.
La muerte de un ser querido nos sacude la vida, es un mazazo doble, creo yo, porque por un lado nos priva de la compañía de alguien insustituible, ya sea un hermano, un amigo, un padre, un amigo... la propia pareja es terrible, y no digamos un hijo... cada caso es diferente pero siempre es una pérdida irreparable. Pero esa es solo una mitad del daño, el otro viene de que esa muerte tan cercana nos presenta en toda su crudeza la realidad de nuestra propia mortalidad, algo que no estamos dispuestos a aceptar así como así. Todo esto le ha explotado a Agnes, que a la vez echa de menos a Lúa y tiene pánico por la convicción de su propia mortalidad, supongo que está todavía elaborando el duelo y que con más tiempo saldrá de ese lugar donde está atrapada.
ResponderEliminarArtemisa ha confesado que renunció a su puesto, eso está muy bien, porque a la larga será un puntal más que las una. Pero claro, también debe sentir un cierto vértigo por el futuro, es normal que eche de menos las rutinas y seguridades pasadas, son síntomas de inseguridad, pero creo que las irá superando a medida que vaya labrándose una nueva vida al lado de Agnes. Creo que ella también lo sabe, por eso le apetece empezar un nuevo modo de vivir las Navidades, y tiene la suerte de sentirse muy acogida en Galicia en general y en el entorno de Agnes en particular. La pena es que Casandra no está encajando bien todo esto, pero yo todavía confío en que termine por aceptar que su hermana ha optado por vivir con Agnes y eso no es reversible, ha apostado muy fuerte en una jugada muy arriesgada, es cierto, pero le ha salido bien. El tiempo no se puede detener, y lo que parecía un futuro incierto es ahora un presente muy bonito. Así que, adelante.