lunes, 31 de diciembre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: DOMINGO, 30 DE DICIEMBRE DE 2018


Domingo, 30 de diciembre de 2018

Tengo que contar muchas cosas porque, desde la última vez que escribí, he vivido muchísimos momentos que no quiero que se pierdan en el olvido. Tenía muchas ganas de escribir, pero apenas tengo tiempo para mí porque, como está aquí mi hermana, la mayor parte del día estoy con ella y también con Agnes desde que sale del trabajo. Tengo tantas cosas que contar que no sé ni por dónde empezar. No sólo quiero explicar las cosas que estamos viviendo y que hemos vivido, sino también quiero convertir en palabras muchas reflexiones que tengo y también quiero hablar de las cosas que noto con los sentidos y el alma.

Ahora estamos en la aldea. Mi hermana propuso hacer algo fuera de Galicia este fin de semana como ir a Salamanca o a Asturias, pero Agnes me dijo que lo que más le apetecía era ir a la aldea y mi hermana tampoco se ha opuesto a que vengamos aquí. Además, por primera vez, ella el viernes condujo sola hasta la aldea. Mi hermana enseguida memoriza los trayectos, es increíble. Yo no sé si alguna vez seré capaz de conducir sin tener a nadie a mi lado que vigile mis movimientos y por dónde voy. Me siento tan insegura llevando el coche... Noto que se me va de las manos, que no lo puedo controlar, que el freno no me responderá cuando le doy o que el acelerador se volverá loco y no podré detener el coche. No me gusta nada conducir. Yo sabía que no me gustaría, pero no me imaginaba que me produciría una sensación tan desagradable tener bajo mis manos el control de algo tan grande. Llevo muchos días practicando con el coche de Lúa y me siento totalmente incapaz de confiar en mí. No sé si alguna vez me atreveré a  llevar a alguien en el coche. Yo no quiero poner ninguna vida en peligro y mucho menos la de mi Agnesiña. Damián me dice que es normal que todavía no me sienta segura porque llevo muy poco tiempo practicando y que, conforme vaya practicando, iré cogiendo más confianza en mí misma; pero me parece a mí que ese día no existe. Lo curioso es que Agnes confía más en mí que yo en mí misma y mi hermana también está intentando ayudarme a deshacer la desconfianza y la inseguridad que siento.

Estamos en la aldea, como ya he dicho, y en estos momentos me encuentro sentada junto a la lareira, en la cocina, mientras Agnes y Anxos hacen la comida. Mi hermana está leyendo cerca de mí y estamos todas en un mismo sitio respetando lo que las demás hacen. No me desconcentran cuando hablan e intervengo de vez en cuando, pero por lo general me encuentro sumida en mis pensamientos y muy entregada a la labor de escribir. Apetece muchísimo estar junto al fuego porque hace muchísimo frío. Son casi las once de la mañana y todavía no hemos llegado ni a los cuatro grados. Este fin de semana sí ha hecho frío de verdad. Hace más frío que las últimas veces que estuvimos en la aldea, pero no llueve. Nos ha hecho unos días muy claros, aunque por la mañana suele haber bastante niebla. Por las noches, las estrellas brillan protegiendo la luz de la luna. Mi hermana siempre se queda muy asombrada cuando se percata de cuánto brillan aquí las estrellas cuando no hay nubes. Casandra no conocía todavía este lugar del mundo tanto como para describir la energía que inunda cada uno de sus  rincones. Ahora puede asegurar sin dudar que la aldea de Agnes y los bosques que la protegen es el lugar más bonito en el que ha estado en los últimos meses de su vida. Yo sabía que a mi hermana le gustaría mucho la aldea de Agnes porque ella es como yo en muchos aspectos y también adora los sitios tranquilos llenos de silencio y antigüedad. Lo que más le ha conmovido ha sido la personalidad de la familia de Agnes y de los demás vecinos de la aldea. No se esperaba que fuesen personas tan buenas. Me ha confesado que, después de conocer a esta gente y el lugar donde Agnes nació, puede entender mucho mejor por qué Agnes se enfermó al permanecer lejos de su mundo durante tanto tiempo y también por qué siempre anheló con tanta fuerza regresar. Creo que ya se han desvanecido todos los malos sentimientos que mi hermana experimentaba hacia Agnes como, por ejemplo, el rencor, la envidia y la desconfianza. Sé que ya no hablará mal de ella nunca más y que la comprende mejor que nunca. Casandra me ha contado que, el lunes por la noche, le pidió perdón a Agnes y le dijo que la entendía ahora más que nunca, que fue muy injusta con ella y que no volverá a ocurrir y que Agnes la abrazó llorando delicadamente, agradeciéndole con ese abrazo y con esas lágrimas que le pidiese perdón. Me alegro muchísimo de que mi hermana se haya dado cuenta de que estaba muy equivocada con Agnes. Sé que a ella se le hace difícil que vivamos separadas. A mí también me ocurre, es evidente; pero culpar a Agnes de que yo quiera vivir aquí es algo muy injusto y cruel, sobre todo después de conocer a Agnes tan bien desde hace tantos años. Siempre supimos que Agnes extrañaba su tierra de una manera enfermiza y que nunca dejó de desear volver. No tiene sentido que la juzguen por querer vivir aquí y que la culpen de que yo quiero estar donde ella se halle porque la amo con una fuerza que no cabe en el Universo; una fuerza que sería capaz de resquebrajar montañas si eso fuese posible. Sé que nuestro amor es verdadero y que todo lo que estamos viviendo ahora merece la pena, que cualquier esfuerzo que tengamos que hacer para mantener nuestra vida merece la pena y que nada importa si estamos juntas. Sé que Agnes me ama con toda su alma también. Me lo demuestra en todo momento, me lo demuestra cuando abre los ojos a mi lado y me dedica esa sonrisa tan dulce con la que me da los buenos días más mágicos que nadie podría darme, me lo demuestra antes de dormirnos tanto con palabras como con caricias, con abrazos, con una inmensa cantidad de amor que no se puede describir y me lo demuestra todos los días, a cada hora, con su forma de hablarme, de tratarme, de escucharme y de comprenderme. Me lo demuestra con las preciosas palabras que me dedica siempre que puede, con su forma de mirarme y de sonreírme. Agnes no deja de prestarme atención nunca, ni siquiera cuando está trabajando, porque yo siento que en todo momento la una está pensando en la otra y el amor que sentimos se nos transmite al alma a través de nuestros pensamientos. Nunca la dejo de sentir conmigo porque está conmigo siempre en el pensar y en el sentir. Incluso puedo decir cuándo ella está pensando en mí. Lo noto, sí, lo noto como si de verdad ella estuviese hablándome a través de la distancia o como cuando notamos que alguien nos mira. Es una cosa que siento en mi alma, que late junto a mi corazón y que musita en mis pensamientos. Sé también que ella puede sentir que pienso en ella y que la recuerdo. Es algo tan bonito que no parece de este mundo. Muchas veces, cuando estamos juntas, ni siquiera es necesario que preguntemos nada. Hay preguntas que mueren en el aire en cuanto alguna de las dos adivina lo que está pensando la otra.

Mi hermana me ha dicho muchísimas veces que no puede creerse que este vínculo que nos une sea real, que la impresiona muchísimo detectar la poderosa conexión que nos enlaza, que estamos tan unidas que ahora le resulta totalmente imposible creer que hayan existido unos meses en los que no estuvimos juntas, que incluso piensa que no estar juntas es algo antinatural. También me ha confesado que entiende que Agnes y Lúa tuvieron que estar juntas por una razón que ninguna de las dos pudo  intuir ni evitar porque tal vez estuviese predestinado. No infravalora el amor que sintieron (más que nada porque Agnes todavía la llora), pero sí comprende que, amándonos como nos amamos, la relación de Agnes y Lúa fue algo más bien del destino que de ellas. De todas maneras, eso ya quedó muy atrás y para nada le resta fuerza a lo que tenemos, a lo que sentimos, al amor que nos profesamos, que es tan grande que a veces no sabemos ni cómo demostrárnoslo. Las palabras parecen silencio cuando intentamos verbalizar lo que sentimos, las caricias nos llegan a parecer insuficientes... Sentimos una desesperación muy dulce y deliciosa cuando buscamos la manera de exteriorizar todo ese amor que nos late con tanta fuerza en el alma. Se mezclan los “te quiero” con la risa, con las lágrimas de emoción, con las caricias y los besos, con esos abrazos con los que queremos fundirnos la una con la otra... Nunca he sentido algo tan fuerte. Creo que ahora es cuando de verdad estoy disfrutando plenamente del amor que nos une, de la pasión que se nos despierta con tanta facilidad. A veces sólo nos basta con una mirada o una caricia accidental para que toda la sangre nos arda.

Mas intentaré explicar lo que hemos vivido estos días porque, si no lo hago ahora, se me terminará el tiempo que tengo para escribir sin que ni siquiera haya contado la mitad de los hechos que hemos vivido. Desde que el lunes llegó mi hermana por la mañana, siento que todo es felicidad y sencillez a nuestro alrededor. Hay muchos momentos que me gustaría resaltar: el concierto de villancicos que hicieron Agnes y el grupo en el que está en ese centro cívico que tanto se llenó, la Nochebuena en la aldea, las canciones que tocaron y que bailamos todos, el día de Navidad y los demás días de esta semana... Me gustó muchísimo el recital de villancicos. Me produjo una sensación muy bonita y fuerte ver a Agnes cantando y tocando para todos, hablándonos entre canción y canción, riendo y casi llorando de emoción. Fue precioso oír su voz mezclándose con los demás instrumentos, repartiéndose por la sala en la que nos encontrábamos... Debo confesar que me emocioné muchísimas veces y que no podía evitar desearla con todas mis fuerzas al verla allí, tan guapa, tan elegantemente ataviada con ese vestido rojo y negro, con esa mirada tan profunda y tan llena de emociones preciosas... Nos miraba sobre todo a su madre y a mí cuando cantaba. Según me dijo después, fijarse en nosotras la calmaba. Sí se le notaba que estaba nerviosa, sobre todo cuando tuvo que hablar al principio, antes de que comenzase el recital. Le temblaban las manos y no era capaz de mirar a nadie; pero, conforme iba fluyendo la música, esos nervios iban atenuándose. Además, los villancicos que cantaron son muy bonitos y Agnes, con su voz, provocaba que cada frase sonase mucho más sentida y tierna. Qué bonito me pareció, de verdad, qué bonito. Mi hermana se quedó totalmente asombrada cuando descubrió lo bien que cantaba Agnes. Nunca la había oído cantar así y tampoco la había visto tocar con tanta precisión; pero también tengo que decir que la Agnes que teníamos delante esa noche no tenía nada que ver con la que toca en las fiestas de su aldea. En las fiestas de su aldea está mucho más libre, más descontrolada quizá por la alegría de vivir, por la alegría que la música le entrega. Anxiños también lo notó, aunque ella no podía dejar de llorar al ver a su hija allí, tan entregada y tranquila. Me dijo muchas veces (y se lo dijo a sí misma en otras tantas) que no podía creerse que Agnes estuviese ahí, que nunca habría podido imaginarse que Agnes cantaría y tocaría delante de tanta gente (tampoco éramos tantos, tal vez unos treinta), que, siendo tan tímida, nunca se habría figurado que se atrevería a vencer su vergüenza para regalarnos a todos su voz y su arte.

Después del recital, nos fuimos a la aldeíña y, desde que llegamos, todo fue sencillez y felicidad. Mi hermana comió muchísimo en la cena, más que nosotras porque ella sí come carne, y enseguida cogió confianza con todos. Con Damián se lleva muy bien y también hizo muy buenas migas con su hijo mayor, el primo de Agnes, que está pasando las Navidades aquí. Yo deseo que se enamoren y así mi hermana tiene una excusa para venir más veces a Galicia y, tal vez, quién sabe... a lo mejor acaba viviendo aquí... pero desear eso es algo muy egoísta, la verdad. Le pedí a Agnes anoche que hiciese algún hechizo para que se enamorasen y ella, riéndose, me dijo que no podía hacer eso, que nunca se le ocurriría utilizar la magia para controlar la vida de nadie.

El lunes por la noche cenamos todos en la casa de Damián y después estuvimos bailando y cantando en la plaza de la aldea aprovechando que no hacía frío. Sí hacía fresquito, pero con el vino que bebimos y con todo lo que bailamos el frío se desvaneció enseguida para todos. Agnes cantó junto a los demás vecinos y también tocó otra vez como si nunca se agotase de hacerlo. Me gusta muchísimo verla tocar. Incluso me hipnotiza. Soy incapaz de prestarle atención a nada más cuando ella toca delante de nosotros, cuando tañe la pandereta mientras canta y no deja de mirarme, dedicándome esas miradas tan llenas de sentido y sentimiento. Con esas miradas, me da las gracias por estar con ella disfrutando de esos momentos, por quererla como la quiero, por estar ahí, por apoyarla, por ser como soy. Con esas miradas, me anima a que yo también cante y baile, desahogándome y deshaciéndome de todo lo que puede llegar a preocuparme. Lo que tengo muy claro en estos momentos es que Agnes es toda mi vida. Se lo digo siempre que puedo y sobre todo me gusta decírselo cuando nos amamos. Le digo que ella es toda mi vida, ella es quien le da sentido a mi vida, ella es el sentido de mi vida. No me importa si esas palabras dan a entender que yo sin ella no soy absolutamente nada. Es que yo sin Agnes no soy absolutamente nada. Pierdo totalmente sentido yo misma si ella no está conmigo. Por eso ahora entiendo que no importa dónde esté. Lo que importa es que ella sea feliz, es que ella esté conmigo y, si, para que estemos juntas, tengo que vivir en mitad del desierto, viviría en mitad del desierto porque ella es mi mundo. Por eso yo no me siento atada a ningún lugar inconcreto de la Tierra, porque ella es el lugar donde tengo que estar, es ella mi mundo y toda mi felicidad. Ella me da la alegría de vivir. Oírla cantar, oírla hablar y reír es oír directamente la voz de la vida. Estar con ella es sentir que merece la pena vivir. Que ella exista le da sentido a que el mundo exista y a que la vida misma exista. Si ella es feliz, yo soy inmensamente feliz. Cuando la veo tan feliz, siento que en mi pecho estalla una bola de energía brillante que me da vida. Estar con ella le resta importancia a todo lo que no la tiene, a todo lo que puede hacernos infelices. Es imposible que sea infeliz estando con Agnes. Ella es todo para mí y lo será siempre, absolutamente siempre. Si estoy con ella, no me importa quién haya a mi alrededor. Soy capaz de hablar con quien sea y sé que a ella también le ocurre eso. Además, viviendo en Galicia, es inmensamente sencillo que ella pueda hablar con cualquier persona, porque estar en su tierra le da una seguridad que le falta en cualquier parte del mundo. Eso la hace especial y muy mágica. Que ella esté tan vinculada a este lugar del mundo la vuelve muy especial e incluso la convierte en un ser mágico que no tiene comparación con ningún otro.

El lunes por la noche, tengo que reconocer que fui muy feliz viendo lo feliz que ella era, viendo cuánto disfrutaba de la música de su tierra, de la compañía de sus seres queridos, del amor que su tierra le entrega continuamente a través del viento, del silencio, de la oscuridad de la noche, de los aromas del bosque... Yo sé que vivir estas fechas aquí es algo muy importante e incluso intenso para ella. Sé también que terminar el año en su aldea va a ser algo muy potente para ella y que incluso le va a costar vivir esos momentos con serenidad. Me dijo muchísimas veces a lo largo del tiempo que estamos juntas que lo que más deseaba era poder iniciar un nuevo año en su tierra, que, siempre que terminaba un año lejos de Galicia, deseaba con toda su alma que fuese el último que vivía tan lejos de su hogar. Y por fin se ha cumplido ese deseo tan potente y hermoso. Pienso que el amor que hay entre Galicia y Agnes es tan válido como cualquier otro sentimiento. Lo que importa es que hay amor, no importa a quién lo destinemos. Lo más bonito es que amemos, que amemos de verdad. ¿Cómo no va a ser hermoso un amor tan poderoso cuando es amor de verdad?

Esa noche bebimos mucho, pero Agnes bebió mucho más que yo. Las dos íbamos bastante mal cuando nos fuimos a dormir a las cuatro de la madrugada por lo menos. Agnes ya me ha dicho que mañana es posible que no durmamos, que el día llegue mientras seguimos cantando y bailando. No me importa. Será muy hermoso también eso, recibir el nuevo año de verdad, recibiendo primero el alba de ese nuevo año que empieza de una manera tan especial. Yo de verdad que estoy muy feliz por hallarme en Galicia junto a Agnes y mi hermana en estos momentos.

Ayer fuimos a la montaña para ver la nieve. Fuimos a Cabeza de Manzaneda y lo pasamos muy bien, la verdad, pero hacía muchísimo frío, a pesar de que las tres íbamos muy bien abrigadas. Fue un día muy mágico. Incluso nos atrevimos a esquiar, pero muy poco porque la verdad es que a mí me da pánico esquiar. Tengo la sensación de que me voy a romper la pierna en cualquier momento. En cambio, Agnes sí disfrutó de verdad de esos momentos en los que esquiamos. Parecía como si llevase toda la vida esquiando, aunque después me confesó que sí sintió algo de miedo al notar que la velocidad a la que se deslizaba por la pista se acrecía, pero que también le gustó muchísimo sentir cómo el viento gélido le acariciaba la piel. Me dijo que se sintió muy libre.

Cuando llegamos a casa, teniendo el frío en los huesos, Anxos nos sirvió una buena taza de caldo y nos la bebimos alrededor de la lareira. Qué bien se estaba, de verdad, qué bien se estaba. Qué delicioso sabía el caldo, qué agradable era sentir el calor del fuego, qué acogida me sentí. Sentí que estaba en mi hogar y así se lo hice saber a Agnes y a Anxos. Ellas me dijeron: “é que estás no teu fogar, Artemisa”.

Tengo muchas esperanzas puestas en este año, pero no porque intuya que va a llegar lleno de bendiciones, sino porque siento que termina lleno de bendiciones, habiendo llenado de bendiciones nuestras vidas. Me siento realmente agradecida por todo lo que la vida nos ha dado. Ahora entiendo que tenía que renunciar a mi condición de funcionaria para que esto pudiese llegar, porque esto es demasiado grande y, por la felicidad de Agnes, merece la pena todo, absolutamente todo. Hay quien dice que siempre tenemos que buscar nuestra felicidad, que la felicidad de cada uno de nosotros es mucho más importante que la de cualquier persona, pero para mí eso no es cierto. Agnes es la persona que más quiero del mundo y, si ella no es feliz, yo no puedo ser feliz. No se trata de que dependa de que ella esté bien para yo sentirme bien. Se trata de que hay una conexión muy fuerte entre nosotras a través de la cual se transmiten todos los sentimientos que experimentamos.

Podría seguir explicando todos los momentos que hemos vivido durante estos días, pero yo creo que lo esencial ya lo he contado. Estos días, mientras Agnes trabajaba, mi hermana me ayudaba a practicar con el coche, también hemos ido a bañarnos a las Burgas casi todas las mañanas, hemos caminado mucho por Ourense e incluso Agnes nos animaba a que visitásemos más lugares de Galicia, pero al principio a mí me daba mucha cosita irme sin ella. No obstante, al final nos convenció de que aprovechásemos el tiempo como mejor nos apeteciese y el jueves fuimos a visitar algunos lugares de costa. Galicia en invierno tiene un encanto muy especial, aunque también es verdad que esta semana aún no había llegado del todo el invierno. Ahora sí siento que es invierno de verdad porque hace un frío de ésos que te impiden tener ganas de caminar. Yo me pasaría el día aquí junto al fuego, la verdad. Me da mucha pereza volver luego a Ourense, pero volvemos porque Agnes trabaja mañana. Pobrecita, no deja de decir que no le apetece para nada madrugar, que se quedaría en la aldea todo el tiempo y que le gustaría que las horas no siguiesen transcurriendo.

La próxima vez que escriba, hablaré de más cosas que ahora ya no me da tiempo explicar. Seguramente, escribiré cuando ya haya empezado el nuevo año.

 

 

2 comentarios:

  1. Es muy interesante leer lo que piensa Artemisa de estos días. Así sabemos si realmente ha sido todo tan mágico como decía Agnes. Pues no se equivocaba, las cosas no podrían haber ido mejor. El perdón de Agnes a Casandra, por todas las cosas malas que ha dicho de ella y su comportamiento hostil beneficia a todos, para Agnes que no tiene que vivir esa situación tan injusta, para Artemisa, que le dolía escuchar lo que decía su hermana y para Casandra, que se estaba haciendo daño a si misma con esa actitud. No era buena vivir con ese rencor. A Artemisa no le gusta conducir...bienvenida al club. Lo bueno que tiene es que vive en un lugar tranquilo, poco tráfico y vías muy fáciles de entender (al menos eso intuyo).

    Las palabras que le dedica Artemisa a Agnes es de profundo amor. No es un amor simple, es un amor además muy pasional, de deseo, cariño y mucha comprensión. Ella se sacrifica (aunque quizás ese no sea la mejor manera de decirlo, pues está viviendo un sueño), y lo da todo por Agnes. Es correspondida con creces, tanto por Agnes como por Galicia y su gente. Es feliz, y eso sin duda alguna es la clave, lo demás, sobra. Me ha gustado mucho esta reflexión “Lo más bonito es que amemos , que amemos de verdad. ¿Cómo no va a ser hermoso un amor tan poderoso cuando es amor de verdad?” Refiriéndose al amor que siente Agnes por su tierra. Es que además, me atrevería a decir que es un amor como el de un adolescente. No quiero decir que sea inmaduro, si no, muy intenso, de esos que lo vives tanto que lo das todo, quieres fundirte con esa persona para siempre (en su caso con Galicia). Pues es así de intenso, de fuerte, de apasionado. Y lo mejor, es que es un amor tan intenso como el de un adolescente enamorado pero tan fuerte como el de dos ancianos que llevan toda la vida juntos. Casandra incluso ha cedido al encanto de la tierra y si gente. Están viviendo una etapa preciosa, espero que sea duradera. Artemisa le está enseñado a Casandra Galicia, y con un poco de suerte, si se enamora del primo de Agnes y le gusta tanto la tierra como parece, se queda con ellas. ¡Sería un puntazo! Un capítulo muy bonito, Ntoch.

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  2. Nunca una historia que comparten varias personas es percibida por todas ellas del mismo modo, en este caso vemos cómo los mismos acontecimientos vistos por Agnes o por Artemisa tienen matices distintos; pero, de todos modos, sí coinciden en lo fundamental, en esta caso en el buen momento en el que se encuentra su relación. También es muy positiva la evolución de Casandra, parece como si la magia de Galicia, y en especial de la aldea, tuviese ese efecto que popularmente asociamos a la música frente a las fieras, porque no cabe duda de que está cambiando a marchas forzadas, algo que es bueno para todos, y casi me atrevería a decir que sobre todo es mejor para ella, que vivir con el hacha permanentemente levantada no solo es muy inútil sino que además es muy cansado. Y esas fiestas, esos bailes, esos momentos para comer y beber en grupo son el mejor momento para dejar atrás todo lo malo, yo solo que participado en un par de queimadas, pero siempre me ha parecido una tradición preciosa, y aunque no sea la panacea universal es verdad que muchas veces echarse unas risas y compartir un licor puede ser la mejor de las medicinas para el alma. Artemisa comprende ahora que el amor tiene muchas caras, amor es el de ella y Agnes, pero también el que se puede tener a una tierra, y amor es el que tiene a Casandra, entonces ¿por qué no juntar todos esos quereres y fundirlos en armonía? Esa quizá es la esperanza que anima a Artemisa, y desde ese punto de vista su renuncia a vivir en su antigua ciudad y al trabajo que allí tenía resultan del todo imprescindibles para conseguir ese bien superior de una unión total. Este año se termina, ha sido extraño y muchas veces duro, pero termina bien, y promete un futuro mejor para todos. Se cierra lo viejo, se abre lo nuevo, ojalá vengan pasajes tan bonitos como este, cada vez siento que escribes mejor y con más belleza.

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