Domingo, 15 de
julio de 2018
Agnes se va. Vuelve a Galicia mañana, en un tren que la llevará a
Ourense en casi nueve horas, teniendo que hacer trasbordo en Madrid. Se va. Me
lo dijo el viernes, que había decidido marcharse para pasar en su aldea más de
un mes y que me esperará, aguardará el día en que yo vaya. Al principio pensaba
que quería irse para siempre y me puse muy mal, me puse a llorar enseguida,
empecé a decirle llorando que solamente pensaba en ella, que ya veía que no le
importaba nuestra vida, que por mí se podía ir esa tarde si quería, que no
entendía cómo podía irse sin esperarme, pero entonces ella se dio cuenta de que
la había entendido mal y me reiteró que solamente quería irse para pasar allí
lo que queda del mes de julio y las semanas de agosto que estará de vacaciones,
nada más. Se ha cogido una baja de tres semanas para que no se le junte con las
vacaciones y en principio, según me ha dicho ella miles de veces, volverá en
septiembre. No sé por qué, pero me cuesta mucho creerla. Algo me dice que no va
a volver, que se va para no volver nunca más, que éstas son las últimas horas
que viviremos juntas en nuestra casa. Me niego a aceptar algo así, pero no
puedo evitar pensarlo continuamente. Me encantaría ignorar esa voz que me
susurra ideas tan crueles. Me gustaría mucho estar equivocada. Ojalá no fuese
verdad, pero mi intuición no deja de advertirme de que la estoy perdiendo,
estoy perdiendo a Agnes. La miro a los ojos y lo único que oigo es esa voz que
me dice que la estoy mirando por última vez, que el adiós que le diré mañana
antes de que salga de casa será nuestro último adiós, que todas esas cosas que
ella dejará aquí ya no las recuperará nunca más, que estoy viviendo con ella
nuestros últimos momentos, que, si quiero recuperarla, tendré que ir yo a su
aldea e intentar que iniciemos allí una nueva vida, que ella no va a volver,
que ya ha tenido bastante, que ya ha vivido aquí lo suficiente para saber que
no es feliz y que jamás lo será, aunque estemos juntas. El viernes le dije (y
todavía lo pienso) que me da la sensación de que nuestra relación no es tan importante
para ella, que en realidad no me quiere tanto como dice, aunque sé que no es
verdad, porque sé que ella me quiere. La prueba más evidente de que me quiere
es que todavía está aquí, que aguantó todos estos años aquí por mí. Otra prueba
es lo hundida que la encontré cuando volví. Estaba tan hundida porque yo le
faltaba; pero, ahora, ¿por qué no pesa más el hecho de que estamos juntas? ¿Qué
ha pasado? Sé y entiendo que descubrir que su madre sí la quería y nunca quiso
apartarla de ella es algo muy fuerte e importante para ella, pero también lo es
nuestra vida. Nos costó mucho construirnos esta vida, conseguir hacernos un
hueco en el mundo para nosotras, construir nuestro nidito, que es este piso que
decoramos con tanta ilusión, donde comenzamos a vivir teniendo muchas ganas de
ser felices. Ahora, ¿dónde queda todo eso? Durante todo este fin de semana que
hemos pasado en la casa de mi hermana, me he aguantado las ganas de pedirle a
gritos que no se vaya, me he aguantado casi todas las ganas de llorar que he
sentido; pero ya no puedo más. Ya no me basta con saber que su intención es
volver. Estoy nadando en una incertidumbre muy profunda que solamente se
desvanecerá cuando llegue el mes de septiembre y la vea aquí conmigo, en
nuestra casa, de nuevo, como si nada hubiese pasado. Yo sé que Agnes me quiere
muchísimo, no deja de decírmelo, y sé que me dice la verdad, pero yo ya no soy
suficiente.
Acabamos de mantener una conversación bastante tensa que casi se
convierte en una discusión. Si no ha acabado siendo una discusión, ha sido
gracias a ella, porque ella ha dicho que quiere dejar esa conversación porque
entonces acabaremos discutiendo y no quiere que nuestras últimas horas sean
así; pero sobre todo ha sido por culpa mía, porque yo no he dejado de decirle
que entiendo que quiera estar con su madre allí, recuperando el tiempo perdido,
pero que también tiene que atender a lo que yo quiero, y eso se lo he dicho
porque ella me ha dicho que ella no es sin su tierra, que, si la quiero, tengo
que quererla con sus orígenes y con sus deseos, y por eso yo le he dicho que
ella también tendría que quererme con lo que yo quiero y soy. Le he dicho que,
si de verdad pensaba irse para no volver, que ya no tenía sentido seguir juntas
porque yo no quiero vivir allí, no quiero vivir allí por el momento, que yo
quiero estar aquí, que quiero que sigamos con esta vida. Y entonces ella me ha
dicho con un hilo de voz y retirándome la mirada que puede que tenga razón,
pero enseguida me ha dicho con lágrimas en los ojos que no quiere perderme, que
no entiende por qué pienso que yo la estoy dejando, cuando lo único que quiere
es permanecer allí un tiempo para cerrar todas las heridas que la vida le hizo
en el alma (heridas que, aparentemente, yo no he conseguido borrar de su
interior por mucho amor y comprensión que le haya entregado) y porque quiere
estar con su madre allí, en su tierra, nada más, y que sólo me pedía que la
entendiese, que ella no quería dejarme y que nunca lo haría; pero me cuesta
mucho creerla. Sé que me quiere, pero sé también que, si seguimos juntas, no
será por ella, sino por mí, porque yo habré renunciado a todo lo que quiero
para mi vida y me habré ido allí con ella, y de verdad que no quiero, no quiero
y no quiero, no quiero renunciar a todo lo que tenemos. Le he dicho que no
entiendo por qué no puede conformarse con esta vida tan bonita que tenemos, que
lo tenemos todo, que estamos bien. Y también le he dicho que ojalá me eche
tanto de menos que se dé cuenta de que lo que más importa es que estamos
juntas, independientemente del lugar donde nos encontremos. Entonces ella me ha
mirado preguntándome con los ojos si para mí eso no era importante también,
diciéndome con sus expresivos ojos que también podría aplicarme el cuento a mí,
pero es que yo quiero estar aquí con ella, maldita sea. ¿Por qué no lo acepta,
por qué no puede estar bien aquí? Es que no lo entiendo. Yo entiendo que tenga
un vínculo muy fuerte con su tierra, lo entiendo, y de hecho yo no descarto la
posibilidad de que vivamos allí, pero por el momento no es posible, y no lo es
porque yo no quiera del todo, sino porque científicamente es imposible y yo no
quiero irme dejando aquí eso por lo que tanto luché. Me costó muchísimo sacarme
unas oposiciones, muchísimo, me dejé la piel estudiando para conseguir una
plaza fija, y tengo aquí mi plaza. Vale, puede que eso parezca algo egoísta,
pero, al fin y al cabo, son mis intereses, es lo que quiero para mí, quiero
trabajar de lo que trabajo para siempre, hasta el día en que me jubile, y por
el momento quiero trabajar aquí porque ésta es mi plaza. Más adelante podría
presentarme a algún examen de nivel de gallego para trabajar allí, pero es que
ahora mismo no me apetece nada esforzarme para eso. Ella no se ha cansado de decirme
que solamente pienso en mí, que en realidad parece que no sepa yo con quién
estoy, que parece que no conozca todo lo que ella sintió siempre, que tiene la
sensación de que no le doy importancia a lo que vivió y a lo que quiere, pero
es que yo no le estoy diciendo que no vayamos a vivir nunca allí. Sólo le pido
que tenga paciencia y no sé por qué narices se le ha agotado ya la paciencia
cuando me dijo siempre que sí la tendría, que esperaría con ilusión el momento
en el que yo estuviese dispuesta a vivir allí.
Lo que más miedo me da no es solamente pensar que ella no va a
volver, sino imaginarme los días ahora sin ella. Cuando esta tarde hemos
llegado de dar un paseo y la he visto cogiendo las cosas para ducharse,
enseguida he pensado: no sé cuándo volveré a verla haciendo eso. Aunque parezca
un pensamiento muy simple en un momento aún más simple, me han entrado de
repente muchísimas ganas de llorar y no he podido evitar llamarla con la voz
quebrada. Ella entonces se ha dado la vuelta y, al verme con los ojos llorosos,
al instante se le han humedecido a ella también. No hacía falta que le dijese
nada, pero, aún así, he empezado a decirle que no me imaginaba qué iba a hacer
sin ella todos los días, que no quería estar sin ella, que por favor no se
fuese... No me imagino las noches sin ella, no me imagino yéndome a dormir sin
ella, despertando sin ella, y así mismo se lo he dicho. Le he dicho que me va a
costar mucho, más que a ella porque ella se va, vuelve a su aldea, a su
verdadera casa, y yo me quedo aquí. Por la Diosa, no puedo ni respirar cuando
pienso en esto. No quiero perderla, no quiero, por favor, no, otra vez no... y
sé que otra vez es por culpa mía, como cuando me fui a la isla y la dejé sola
aquí. Siento que el destino está devolviéndome el error que cometí entonces. Ella
me dice que vaya en cuanto termine todo lo que tengo que hacer en el instituto,
pero es que eso no me basta. Lo que quiero es que estemos en esta vida, como si
nada. Una parte de mí quiere ir, sobre todo cuando la oigo decirme que está
deseando enseñarme su mundo, pero la otra parte de mí se niega a ir porque
tengo miedo a que me pasen dos cosas: por una parte, que me enamore de ese
sitio tanto que no quiera volver ni oír hablar de la posibilidad de hacerlo y,
por la otra, que, al conocer bien cómo es la vida allí, tenga más claro que
nunca que no quiero vivir allí, que prefiero esta vida que tenemos aquí. La
primera posibilidad me da miedo porque no es nada factible quedarnos allí
ahora. Tenemos un contrato de tres años de alquiler y vamos por el segundo.
Perderíamos mucho si lo rompemos. Después, no quiero dejar mi plaza. Si me voy,
puedo perderla y tampoco tenemos tantos ahorros como para vivir sin que ninguna
de las dos reciba un sueldo. No me apetece nada hablar de estas razones tan
materialistas, pero son las que me detienen. Y no quiero dejar sola a mi
hermana, eso por encima de todo; pero tampoco quiero renunciar a Agnes porque
es casi toda mi vida. La segunda posibilidad también me da miedo porque, si de
verdad me doy cuenta de que no quiero vivir allí, entonces creo que tendré que
aceptar que Agnes y yo no podemos estar juntas.
NO sé si merece la pena que siga escribiendo porque voy a estar
dándole vueltas a lo mismo todo el tiempo. Me siento tan triste que no veo luz
por ninguna parte, y lo peor es que Agnes todavía no se ha ido, es decir, que
estoy así todavía teniéndola conmigo. Cuando se vaya, yo no sé qué voy a hacer.
No sé cómo voy a estar en nuestra casa sin ella, cómo voy a vivir el atardecer
sin ella, las noches sin ella, los amaneceres sin ella. Voy a sentirme tan y
tan sola... pero también tengo que entenderla. Creo que nunca lo he hecho de
verdad. Sólo pido que, por favor, vuelva, que vuelva, que vuelva, que no me
deje y que pueda esperar aquí conmigo el momento en el que de verdad podamos
iniciar allí una nueva vida. Le hice prometerme que volvería y ella me lo
prometió mirándome a los ojos. Sólo pido que sea verdad, que la vida permita
que sea verdad. Nada más. NO pido nada más. Ella me ha dicho hoy que quiere envejecer
conmigo, que quiere morir a mi lado. Yo también. Sólo pido que sea posible,
nada más.
Este conflicto lleva mucho tiempo alargándose, dilatándose hasta llegar ya a esta situación tan compleja. Entiendo ambas partes y creo que las dos tienen razón. Por una parte, entiendo que Artemisa no se quiera ir. Le ha costado mucho construir esta vida con la que es muy feliz. No desea renunciar a todo, a absolutamente todo y marcharse con Agnes. El amor es poderoso, pero puede ser también muy egoísta. "Te vienes conmigo,que nuestro amor es lo único que importa" frase que no dice Agnes, pero que se podría aplicar a cientos de historias parecidas a esta. Entiendo eso de que el lugar no importa, que lo que importa es la actitud, estar con la persona amaba, el sitio no es tan importante, aunque el caso de Agnes con Galicia diría que es excepcional, aunque no sea el único, y eso Artemisa lo sabe de sobras. Debe marcharse, cambiar de vida por completo, a una vida que para Agnes puede ser maravillosa pero para Artemisa no. Por otra no la entiendo. Si fuese una persona como yo, viviendo toda la vida en un sitio, sin muchos cambios, con toda la familia, amigos...pero Artemisa está acostumbrada a empezar de cero, muchas veces.Por otra parte, el caso de Agnes no es "normal". Sabe muy bien el vínculo que tiene con Galicia y que esto, tarde o temprano iba a ocurrir. Debería haber estado preparada. No me extraña que lo pase mal, que sufra por no volver a verla y se quede allí para siempre. Con esto, me viene a la mente estos casos de personas aceptan, aunque les duela en el alma y la tristeza les invada, que si un ser querido es feliz lejos de ti, es mejor aceptarlo y que sea feliz, por muy mal que lo pases, que viva a tu lado totalmente infeliz. No me extraña que siga pensando que no volverá, ella mejor que nadie sabe las ansias que tiene de volver y vivir allí para siempre, cambiando radicalmente de vida. Esto se está calentando cada vez más. Tengo mucha intriga por saber lo que ocurrirá cuando llegue a Galicia y como lo sobrellevará Artemisa. Como siempre, ¡¡¡enganchadísimo!!!
ResponderEliminarEn la relación entre Agnes y Artemisa casi siempre, por no decir siempre, la primera iba a remolque de la segunda; Artemisa se fue a la isla, tiene su trabajo, una casa que le gusta... y ahora le toca poner a prueba su amor. Amas de verdad a alguien cuando te importa su felicidad por encima de la tuya, cuando puedes decirte con sinceridad que por encima de todo te importa que esa persona sonría y alcance sus metas, y que ojalá tú formes parte de ellos, pero si no es así no vas a luchar para que no pueda realizar lo que desea. Hasta ahora Agnes ha precisamente así con Artemisa, se ha plegado, ha vivido de un modo que no es genuinamente el suyo, pero que comprendía que resultaba el mejor para ambas, y es innegable que ha puesto la felicidad y el criterio de Artemisa por encima del suyo propio. Ahora es al revés, sobran razones de todo tipo para comprender que Agnes tiene que volver a su casa, pero no para hacer una visita de cortesía, necesita volver, tiene heridas en el alma que solo se van a cerrar si vuelve sin fecha de regreso. Eso no quiere decir que Agnes se vaya a encerrar en su casa para siempre, pero sí que no puede salir por una imposición, aunque sea la de la persona que ama, que es sin duda Artemisa.
ResponderEliminarAhora Artemisa tiene que sufrir, para que Agnes pueda alcanzar todo eso, es lo importante. Me decepcionaría mucho que no lo comprendiese, ojo, comprendo perfectamente que le duela mucho, pero pronto tendría que darse cuenta y hasta desear sinceramente que Agnes sea feliz en su Galicia querida.
Voy a sentirme tan y tan sola... pero también tengo que entenderla. Creo que nunca lo he hecho de verdad. Sólo pido que, por favor, vuelva, que vuelva, que vuelva, que no me deje y que pueda esperar aquí conmigo el momento en el que de verdad podamos iniciar allí una nueva vida.
No, Artemisa, las cosas no son así. No es que nunca la hayas comprendido, si Agnes es muy sencilla de comprender, más bien es que nunca has aceptado a Agnes tal y como tú sabes que es. Y no puedes hacer depender tu felicidad a que Agnes renuncie a su visión de lo que desea y abrace la tuya sin reservas. Si vais a ser una pareja con futuro será porque ambas construyáis juntas lo que tenga que venir. Igual que Agnes ha tenido que afrontar sus miedos y ser positiva, a Artemisa le queda hacer lo mismo; es muy humano que reaccione como lo está haciendo, con miedo y dolor, pero me gustaría que con el tiempo aprenda a poner cada cosa en su sitio. Y tal vez para ello le venga bien separarse de Agnes, para comprender que ella no es una simple pieza de su decorado, sino una persona con anhelos propios, a la que ha de ganarse cada día.
Es genial esta historia para mostrar el día a día de los sentimientos de pareja.