martes, 1 de enero de 2019

DIARIO DE ARTEMISA: MARTES, 1 DE ENERO DE 2019


Martes, 1 de enero de 2019

Estoy escribiendo junto a la lareira. Estoy muy a gusto ahora mismo, sintiendo el calor del fuego y protegida por el silencio que mora en la aldea, siempre que no se celebran fiestas, evidentemente, porque, cuando celebramos algo aquí, ese silencio desaparece y es como si nunca hubiese existido. Todo se llena de música, de alegría, de cantos, del sonido de la gaita, del repicar de los tambores y las panderetas que todos tocan, de las risas de todos, de la felicidad que todos compartimos. Todas las fiestas que he celebrado en la aldea junto a Agnes y los demás vecinos me han parecido de otra época e incluso de otro mundo. Es impresionante que todo siga igual después de tanto tiempo como ha pasado, después de tantos años. Me impresiona mucho darme cuenta de que se celebran las mismas fiestas que hace más de un siglo. Es como si todos los que viven aquí y los que conocen este lugar tuviesen en el alma el recuerdo de todas esas personas que vivieron aquí hace muchísimos años. Pienso muchas cosas mientras formo parte de esos eventos tan importantes, que tanta hermosura tienen, que tan mágicos y bonitos me parecen. Celebrar la Nochevieja aquí en la aldea ha sido algo increíble. No sé si podré explicar todo lo que hemos vivido en estas horas. Creo que no se puede describir algo tan hermoso que contiene tanta fuerza, que tanta energía positiva nos ha entregado a todos. Yo siento que, siempre que vivo el fin de un año, entran en mi alma nuevas energías, me cambia incluso la forma de ver las cosas y quedan atrás sensaciones que oscurecían mi vida. Desaparece la negatividad que a veces nos impide detectar la luz, que apaga nuestras esperanzas y que nos hace creer que nada va a salir bien. Después, conforme el año va avanzando, nacen otras sensaciones, nace otro tipo de negatividad, pero es distinta, ésta surge de lo que vamos viviendo.

Ayer, cuando llegamos a la aldea (más tarde de lo que teníamos pensado porque nos entretuvimos mucho arreglándonos, peinándonos y maquillándonos y además yo ayudé a Agnes a peinarse), Anxos nos recibió con mucha ilusión. Enseguida me di cuenta de que todos estábamos muy emocionados, con las emociones a flor de piel, porque Anxos tenía los ojos cristalinos cuando se acercó a nosotras para darnos la bienvenida e Iria, la madre de Lúa, no pudo evitar emocionarse cuando abrazó a Agnes. Damián estaba muy risueño y feliz y los demás vecinos de la aldea (que no son muchos, básicamente pertenecen todos a la familia de Agnes, entre hermanos de Anxos y Damián y algunos hermanos de Iria) se reían con cualquier cosa que decíamos y también estaban todos muy nerviosos. Yo notaba que querían que todo estuviese perfecto, que no faltase nada, que en la mesa hubiese siempre vino, agua y comida, que nadie tuviese el plato ni la copa vacíos, que nadie pudiese echar en falta nada. Sonaba la música siempre porque, al principio, mientras cenábamos, la tuvimos puesta en un altavoz que yo traje y, después, cuando nos tomamos las uvas, Damián y Agnes empezaron a tocar, él la gaita y Agnes, la pandereta, claro, mientras los demás se unían a sus cantos y todo se llenó de euforia, de alegría, de emoción. Después de cenar, nos pusimos todos a preparar las uvas y también esos momentos estuvieron llenos de sencillez. Cada uno de nosotros fue hablando de lo que habíamos vivido este año que se iba y de lo que esperábamos que llegase con el año que ha empezado ya. Anxos y Damián coincidieron en que lo mejor que había ocurrido este año 2018 (e incluso dijeron en muchos años) había sido la vuelta de Agnes, que lo mejor que podía ocurrirles era que Agnes regresase. También dijeron que llevaban muchos años deseando que Agnes estuviese junto a ellos al empezar un nuevo año, que, siempre que terminaba un año sin ella, deseaban que ése fuese el último que terminaba sin que ella estuviese en su tierra. Anxos nos confesó que siempre supo que Agnes deseaba volver. Siempre supo que ella estaba viva, pero no sabía dónde buscarla. Nos dijo que siempre sintió que su hija anhelaba volver, que no podía vivir más tiempo lejos de Galicia y que en su propia alma experimentaba el fuerte deseo de volver de Agnes. Reconoció delante de todos que tenerla lejos y la añoranza de su propia hija la enfermaron a ella también, pero la esperanza de que ella volviese algún día era la fuerza que la impulsaba a seguir luchando por su vida. Anxos nos dijo que ella siempre supo que Agnes regresaría y que eso era lo único que le importaba. Después, Iria habló de su hija, de Lúa, intentando que sus palabras sonasen claras. Más o menos dijo que, el año pasado, cuando terminó el 2017, intuía que Lúa no volvería a compartir con ellos un fin de año, que, conforme se acercaba el mes de octubre, sentía que crecía esa intuición con la que comenzó el año. Nos confesó que no podía sentirse feliz porque su hija no estaba con nosotros, pero que eso no le impedía disfrutar de esos momentos tan mágicos y bonitos. Nos dijo que éstos merecían la pena porque estábamos a su lado y que también la alegraba y la calmaba que Agnes hubiese vuelto. Del regreso de Agnes hablaron todos los habitantes de la aldea, la verdad. No hubo nadie que no dijese nada sobre Agnes. Fueron muchísimas las cosas bonitas que dijeron, que nosotros dijimos. Yo fui la última en hablar, pero porque así lo pedí. Pedí que hablasen todos antes que yo porque yo necesitaba muchísimo pensar en lo que iba a decir. Más o menos dije que me sentía muy feliz porque Agnes era feliz, porque estábamos al fin en Galicia. Les conté que yo siempre había sido testigo de cuánto Agnes deseaba volver a su tierra, que yo siempre había convivido con la morriña de Agnes y que muchísimas veces me había costado animarla, que sabía que teníamos que vivir en Galicia, pero que hasta este año no me había sentido capaz de dejarlo todo para venir aquí. Le pedí perdón a Agnes delante de todos reconociéndole que había sido muy egoísta, que tendría que haberle hecho caso la primera vez que ella me pidió que iniciásemos una nueva vida en Galicia. Agnes me dijo que no tenía nada que perdonarme, que nunca me había guardado rencor por nada y que lo que más importaba era que estábamos las dos allí, viviendo una vida preciosa llena de bendiciones. Me emocioné muchísimo cuando Agnes dijo que lo más bonito de todo era que yo amase ese lugar del mundo que ella adoraba tanto, lejos del cual no es capaz de vivir, que compartir conmigo su vida es lo más mágico que le puede pasar y que es la mujer más feliz del mundo a mi lado. Entonces, en esos momentos, después de que Agnes dijese eso, Gabriel, el primo de Agnes con el que Casandra se lleva tan bien, preguntó: “¿y la boda para cuándo?” Todos nos echamos a reír y yo sentía que me ardían las mejillas. Agnes dijo: “para iste ano que entra”. Yo me quedé paralizada al oír sus palabras, sin saber qué decir. Sí es cierto que le pedí que se casase conmigo hace unos meses, pero ya no volvimos a hablar del tema desde lo que ocurrió con Lúa. Ahora siento que queremos recuperar esa conversación y que en realidad el propósito de casarnos nunca desapareció. Lo que ocurre es que ayer Agnes iba como iba y estaba tan contenta que no sé si lo decía de verdad, pero tiene mucho sentido que queramos casarnos después de todo, ya no sólo porque nos amemos, sino también porque queremos que legalmente ninguna de las dos se quede desprotegida si a la otra le sucede algo; que eso no va a ocurrir nunca, al menos por el momento, o yo no quiero que pase. Ojalá, cuando llegue el fin de nuestra vida, podamos irnos a la vez de este mundo, así ninguna de las dos tendrá que sufrir la ausencia de la otra. No obstante, no quiero hablar de cosas tan tristes cuando tengo tantos momentos bonitos que contar.

Comernos las uvas en la plaza de la aldea siguiendo las campanadas de la pequeña iglesia que hay aquí fue algo muy especial. Yo le propuse a Agnes que nos tomásemos las uvas en Ourense, pero ella me dijo que prefería vivir ese momento en la aldea y en realidad tenía muchos motivos para preferirlo. Estuvimos sólo nosotros aquí, haciendo la fiesta que más nos apetecía hacer, sin que nadie interrumpiese nuestros propósitos.

Sin duda, el momento más bonito y emotivo de la noche fue cuando Agnes y Anxos se abrazaron al terminar de tomarnos las uvas. Agnes empezó a llorar muchísimo en cuanto su madre la abrazó mientras le deseaba feliz año nuevo con su cariñosa manera de hablar, mientras a ella también se le llenaban los ojos de lágrimas al percatarse de que su hija estaba tan emocionada. Todos nos quedamos observándolas con el corazón lleno de ternura y con los ojos cristalinos. Yo tuve que esforzarme por no ponerme a llorar. Me parecía muy bonito ver a Agnes y a su madre tan emocionadas y entendía perfectamente que estuviesen así, tan deshechas de felicidad. Además, sentía una envidia sana al verlas tan unidas porque a mí también me gustaría llevarme tan bien con mi madre, pero lo que más siento es alegría. Me alegro muchísimo de que Agnes pueda compartir con su madre esos momentos tan importantes. Sí siento vértigo al imaginarme el hipotético caso de que hubiésemos tenido que vivir el fin de año otra vez en Barcelona. No sé si Agnes sería capaz de celebrar nada si aún estuviésemos viviendo allí.

Agnes me ha confesado esta mañana que no pudo luchar contra ese llanto tan potente, que lo único que podía hacer era llorar, que la invadió una emoción tan fuerte que le arrancó incluso la razón por unos breves momentos, que lo único que experimentaba eran ganas de llorar, que no podía sentir nada más que esa emoción tan devastadora, pero se trataba de una emoción bonita porque nacía de la felicidad más brillante. Era tan feliz en esos momentos que no podía dominar sus emociones ni las reacciones de su alma. Eso me parece muy bonito. Creo que nunca he visto a nadie llorar de alegría de esa forma.

También tengo que reconocer que bebimos mucho, pero, como siempre, Agnes bebió más que yo. También es verdad que a ella le sube antes que a mí y tal vez yo bebiese más que ella, pero, como a ella le afecta el doble que a mí, pues parece que ella beba más; pero tiene la suerte de que no le sienta realmente mal. Sí es verdad que durante la noche desapareció unas cuantas veces de un modo muy sospechoso, pero esta mañana me ha dicho que no se acuerda de nada de eso. También nos hemos levantado más pronto de lo que tendríamos que habernos levantado porque nos fuimos a dormir muy tarde, por lo menos a las cinco o seis de la mañana, y nos hemos levantado a las once. Lo primero que Agnes me ha dicho al abrir los ojos ha sido: “ai, Artemisiña, dóeme a gorxa”, que quiere decir que le dolía la garganta. Yo le he preguntado si no le dolía también la cabeza y me ha dicho que no. Luego ha rectificado y ha dicho: “bueno, un pouquiño”. Se ha pasado todo el día junto a la lumbre, leyendo, escribiendo o simplemente descansando. Su madre dice que sí tiene una buena resaca y que no quiere reconocérnoslo. Me lo decía susurrando mientras intentaba reprimirse la risa. Yo creo que, además de tener algo de resaca, creo que está incubando algo porque tiene demasiado frío y le duele la garganta. Traerá consecuencias estar en tirantes a las tantas de la madrugada en la calle cuando había como máximo tres grados. Está haciendo muchísimo frío en la aldea, mucho más que en Ourense; pero Agnes me decía que ni notaba el frío; pero su cuerpo sí lo notaba. Me da mucha pena que mañana tenga que ir a trabajar y sobre todo porque sé que va a salirle un buen resfriado. La conozco mucho, sé cuándo se va a poner mala y conozco cuándo de verdad no se encuentra bien, por mucho que me lo quiera ocultar.

De mi hermana también quiero hablar mucho. Ella, durante todos estos días que lleva en Galicia, me ha hablado mucho de su vida. Me ha contado que ha tenido muchas aventuras durante estos últimos meses, que no quiere tener pareja porque no se fía de nadie, pero que sí necesitaba “darse alegrías”, como lo dice ella, que el hecho de no querer tener pareja no significa que tenga que renunciar al sexo. Mi hermana es así, qué se le va a hacer. Yo no actuaría como ella, es decir, a mí me costaría mucho estar con alguien compartiendo tanto de mí para que luego esa persona desaparezca; pero ella sí puede hacer eso. Me ha hablado de un hombre con el que quedó varias veces durante unos dos meses o así y que se lo pasaba muy bien con él. Luego se enteró de que estaba casado y con hijos y todo. Le dio asco y ya no quiso saber nada más de él. Me ha dicho que ha ido quedando con algunas personas, pero que no ha ocurrido nada que deba ser resaltado. No obstante, me ha dicho que no se quiere enamorar de nadie porque no quiere que la decepcionen otra vez, pero que sabe que esas cosas no se pueden evitar. Yo he sido capaz de preguntarle por Gabriel, el primo de Agnes, y se ha puesto colorada como una adolescente. Me ha dicho que le parece un hombre muy interesante, que le parece que es muy buena persona y que están de acuerdo en muchísimas cosas; pero también me ha dicho que sabe que una relación con él no es factible porque él no se iría a ningún sitio por ella porque dice que quiere estar cerca de su padre y ella no se imagina viviendo lejos de Cataluña, aunque también me ha dicho que, si estuviese realmente enamorada, no se pensaría mucho las cosas, pero que no, que no quiere tener nada con nadie y punto, que sólo quiere tenerlo como amigo, pero no la creo en absoluto. No creo ni una sola de sus palabras.

Yo no quiero que terminen estas fiestas porque no quiero que mi hermana se vaya. Me siento muy feliz ahora porque tengo a mi lado a las personas que más quiero del mundo y me encanta que mi hermana esté aquí. Además, ella ya se ha deshecho de todas esas emociones injustas que experimentaba hacia la vida que Agnes y yo tenemos aquí y me ha dicho que de veras se alegra de que estemos tan bien, que se nota mucho que nos amamos de verdad, que eso tiene mucho valor y que es lo que más importa.

Ahora dejaré de escribir ya porque me apetece estar un ratito hablando con Agnes, que también está escribiendo. No tiene nada de ganas de ir a Ourense, sobre todo porque le da mucha pereza separarse del calor del fuego y porque mañana tiene que ir a trabajar. Con respecto al tema de la cafetería, tengo que contar varias cosas. Yo creo que al final acabaré trabajando allí mientras no encuentre otra cosa mejor. No me desagrada para nada la idea de trabajar junto a Agnes, eso es lo que más me apetece, la verdad. Tendría un horario diferente al de ella. Empezaría a las nueve de la mañana y acabaría a las cinco de la tarde. Preferiría tener otro horario, pero no voy a exigir nada. Silvia dice que ella sí puede ocuparse de la cafetería por las tardes porque su pareja trabaja también por las tardes y así, por lo menos, están juntos por las mañanas. Ninguna de las dos conoce a la pareja de Silvia. No sabemos cómo es y no quiere hablarnos mucho de sus relaciones. Qué extraño... Lo que me extraña es que todavía no tenga hijos. No creo que los vaya a tener ya. Es mayor que nosotras, más que Lúa incluso.

Pues eso es todo por hoy. De verdad, me siento muy esperanzada y feliz por haber compartido unos momentos tan bonitos aquí en la aldea con Agnes y mi hermana y también con los demás vecinos de la aldea. Soy realmente afortunada. Y también sé que este año va a estar lleno de cosas buenas.
 
 

2 comentarios:

  1. El fin de año contado por Artemisa es igual de bonito que el de Agnes, aunque explicándolo Artemisa, podemos captar más cosas y así no se nos escapa ningún detalle. Es cierto que Artemisa renunció a su carrera, pero yo creo que el sacrificio ha valido la pena. Ahora es muy feliz, yo creo que lo más feliz que se puede ser. Incluso Casandra, que estaba empeñada en amargarles la vida metiéndose con Agnes, ahora está encantada y vuelven a ser las que eran,las tres inseparables. La perspectiva de trabajar con Agnes no le disgusta, en esa cafetería. Eso le ayudará a superar esa pequeña crisis de tristeza que a veces le ataca, pues tener tanto tiempo libre a ella no le viene bien. No me extraña que Agnes esté mala,¡hacía mucho frío para estar en la calle y en tirantes! Bah, pero valió la pena y son cosas que haces y no te arrepientes, pues vives un momento muy mágico. Ayy, si es que en estos momentos, a mi también me gustaría estar junto a la chimenea, calentito, leyendo un libro o escribiendo, pensando que no tengo que ir a trabajar, tranquilo. Entiendo que Agnes no tenga ganas de moverse, y más si está mala. Por cierto, espero que Casandra cambie de opinión, que ella fuese a Galicia, que encontrase el amor junto al primo de Agnes sería un premio para todos, especialmente para ella, que ha sufrido mucho por culpa del amor. Me hace gracia ver lo diferentes que son Artemisa y Casandra, pero en el fondo, son igual de buenas.Otro capítulo precioso que he leído con muchísimo placer.

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  2. También Artemisa nos cuenta cómo le fue este fin de año tan dichoso que está viviendo. Además, está la noticia bomba de la boda, ¡se van a casar en el 2019! Me parece un notición, ya sé que en realidad la boda no cambia nada y que lo importante en una pareja es la relación que tengan, pero no deja de ser un hito importante; además, conociendo a las dos, yo creo que se van a diseñar una boda por todo lo alto, tal vez siguiendo a la vez las tradiciones de la tierra y el culto de la diosa, una boda en la aldea en la que participen todos. También parece que Gabriel y Casandra van por buen camino... ¿será esa la solución a los problemillas y cabos sueltos que quedan por ahí? Claro que parece que ella se resiste un poco por aquello de no cortar los lazos con Cataluña, después de todo tiene tanto derecho a sentirse atada a su tierra como Agnes o Artemisa a la suya... lo que pasa es que yo creo que al final está cambiando de opinión, y viendo las bondades de esta tierra, en la que va a quedarse su hermana, y oye, si al final encuentra pareja y todo le sale bien, ¿por qué no probar suerte al menos? Todo esto va a ir pasando este año que empieza, con su resaquita, pero también con ilusión y ganas de empezar algo nuevo. Qué hermosura de capítulo.

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