Lunes, 12 de noviembre de 2018
Qué fin de semana más bonito hemos vivido
Agnes y yo en Oporto. Cuando lo recuerdo, me parece que estoy evocando momentos
vividos en una realidad imaginada. Fue todo tan bonito que me cuesta creer que
sea real todo eso que compartimos y vivimos. La vida es muy dura a veces y,
cuando nos regala tantas bendiciones, nos cuesta aceptar que nos las dé a
cambio de nada, porque sí, sólo porque quizás nos las merezcamos de vez en
cuando. Muy pocas veces nos detenemos a observar a nuestro alrededor y dentro
de nosotros para analizar el sinfín de cosas buenas que tenemos; pero, cuando
lo hacemos apreciando cada detalle bonito que forma nuestra vida, sentimos que
los peores momentos de nuestra existencia ya han quedado muy atrás e incluso
podemos reconocer que, si éstos no hubiesen existido, tal vez no tendríamos la
capacidad de valorar las cosas buenas que tenemos o, tal vez, no nos encontraríamos
donde estamos ahora. La vida nos lleva y es un puzle cuyas piezas son todas
necesarias para que las otras puedan estar en su lugar.
Tengo que reconocer que, antes de empezar
a escribir, me he puesto a llorar de emoción al recordar todo lo que viví con
Agnes en Oporto. Cada momento que recordaba me emocionaba más que el anterior.
No me emocionaba sólo rememorar cada instante que hemos compartido, sino ser
consciente de que he tenido en todo momento a una mujer maravillosa a mi lado;
una mujer con un alma inmensa llena de luz, de amor, de paciencia, de
comprensión, de energía mágica y positiva que me ha dado en unos breves días
todo lo que nadie podría haberme dado en una vida. Nadie me ha dado tanto como
ella en tan poco tiempo. Es cierto que Agnes siempre se ha entregado a mí con
toda su alma desde que nos conocemos, incluso desde antes de empezar a estar
juntas; pero lo que hemos vivido estos días ha fortalecido infinitamente
nuestra relación e incluso puedo afirmar que ha acabado de asentar los pilares
de nuestra vida para que nunca más sintamos que la tierra tiembla bajo nuestros
pies. Qué unidas hemos estado, qué bonito ha sido cada momento, con cuántas
miradas profundas nos hemos dicho que nos queremos, qué pequeñito se ha vuelto
el mundo para nosotras, qué realidad más hermosa nos ha protegido, cuánto nos
hemos amado, cuánto nos hemos comunicado sólo con una sonrisa, presionándonos
las manos o con infinitos abrazos que parecían no poder desvanecerse nunca, que
podríamos haber alargado hasta la eternidad. Qué bonito me ha parecido
abrazarla y besarla bajo la lluvia de Portugal, protegerla entre mis brazos
cuando el viento soplaba mientras las dos nos reíamos por nada, por no poder
llevar bien el paraguas o por no poder estar decentemente peinadas ni un solo
momento, por desorientarnos por las calles antiguas de Oporto, por nada, por
cualquier cosa reíamos como niñas, cualquier cosa nos emocionaba, cualquier
cosa nos llamaba la atención como si nunca hubiésemos viajado antes. Agnes me
hacía notar detalles que yo pasaba por alto y yo le hacía descubrir otros en
los que ella no se había fijado. Qué fácil ha sido estar de acuerdo con ella en
todo lo que decía y, cuando había alguna opinión diferente, siempre escogíamos
la que más objetiva y razonable era sin ningún tipo de pleito. Hemos vivido
cosas que ocurren en las películas. Hemos vivido esas típicas escenas
románticas que, al verlas en películas o series, tan nostálgicamente romántica
te hacen sentir, que te hacen pensar: “yo nunca viviré algo así, esto sólo pasa
en la ficción”. Recuerdo muchos momentos bonitos, pero sobre todo recuerdo ésos
en los que íbamos en el autobús turístico que nos llevaba por la ribeira do
Douro (la ribera del Duero), bajo la lluvia, al atardecer, bajo un cielo
totalmente gris y nostálgico mientras sonaba un fado tras otro, cuál más
romántico de todos... No hacía falta decir nada. Sólo con mirarnos y apoyarnos
la una en la otra nos lo decíamos todo, pero Agnes me sorprendió musitándome
algo en el oído que me dejó totalmente deshecha de emoción, tanto que no pude
evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas. Me dijo (y lo escribiré en
gallego para darles más hermosura a sus palabras, para escribirlas tal como
ella me las dijo): “gustaríame ter vinte anos menos para ter máis tempo para
amarte. Non quero que o noso tempo marche nunca. Quero
estar amándote sempre”. Y es cierto que a mí
también me habría gustado poder conocer a Agnes mucho antes, hace muchos más
años. Habría sido muy bonito conocerla justo cuando era adolescente, ya lo he
dicho muchas veces. E incluso estoy segura de que nos habríamos amado desde el
primer momento en el que nos hubiésemos mirado a los ojos.
Hemos visto cosas preciosas. Oporto es muy
bonito y grande, tiene mucho estilo e incluso las casas que están en ruinas
tienen un encanto especial. Es muy bonita la ribera del Duero, con esos puentes
tan grandes. Son preciosos los parques que hay, tan frondosos. Incluso el clima
era muy atlántico y apenas nos afectaba la humedad que había, aunque tanto
Agnes como yo somos más de ambientes secos; pero esta humedad no nos afecta
como nos afectaba la de Barcelona, que nos ponía de mal humor incluso. También
hemos comido de maravilla, compartiendo platos exquisitos. Siempre había platos
vegetarianos en cualquier restaurante en el que comíamos. Es cierto que este
viaje ha sido precioso, pero lo ha sido sobre todo porque lo he hecho con
Agnes, con la otra mitad de mi ser, con el alma que me completa enteramente,
con quien quiero estar para siempre. Me he sentido tan amada y comprendida en
todo momento que me parece imposible creer que alguna vez pudiese sentirme
desprotegida o sola. Agnes ha llenado con su amor y su presencia toda mi alma.
Sin embargo, hay algo que me entristece un
poco; pero es algo que está fuera de nuestra realidad. Se trata de mi hermana.
El viernes por la noche, la llamé por teléfono para contarle todo emocionada lo
que estábamos viviendo y, cuando cortamos la llamada, acabé con una sensación
de tristeza que Agnes supo atenuar muy bien; pero no dejo de pensar en todas
las cosas que mi hermana me dijo. Mi hermana no suele abrir así su corazón y no
es muy dada a expresar sus sentimientos, pero, cuando lo hace, te deja con el
alma trémula y llena de desasosiego. Me dijo que no podía imaginarme cuánto nos
extrañaba, que se sentía sola, que sí tenía amigas, pero que yo era su más
íntima amiga y que ahora se ha quedado muy sola, que yo he ganado mucho yéndome
a vivir a Galicia, sobre todo porque tengo a la verdadera Agnes conmigo, pero
que ella ha perdido muchísimo por culpa de Agnes (así me lo dijo), que ella
quería lo mejor para nosotras, pero que no soportaba pensar que yo no volvería
nunca más de Galicia, que para siempre me tendría lejos, que eso no podía ni
pensarlo, que no se atrevía a pensarlo, pero, cuando lo hacía, sentía que se le
desgarraba el corazón, que ella nunca va a venir a Galicia a vivir y que se
pregunta si para siempre vamos a vivir tan lejos la una de la otra. Es cierto,
yo también siento tristeza cuando pienso en eso; pero, tal como le dije, no me
iría nunca de Galicia mientras la salud anímica de Agnes dependa de estar aquí
y además es que también le dije que la Agnes que tengo ahora conmigo no tiene
nada que ver con la Agnes que ella conocía y recuerda, que no la conoce de
verdad, que es una mujer maravillosa que en nada se asemeja a la que ella
siempre trató... pero mi hermana me dijo que todo eso le daba igual, que a ella
lo que le importaba era que yo no iba a volver, que tendremos que vivir para
siempre así, tan separadas. Me dijo que yo estaba cegada por el amor que me une
a Agnes y, al tenerla conmigo, ya lo demás no tiene tanta importancia, y tal
vez sea verdad que no le doy importancia a aquello que no tenga que ver con
Agnes y nuestro mundo; pero no es verdad que no eche de menos a mi hermana. Por
supuesto que la extraño, por supuesto que tengo unas ganas increíbles de verla
y de estar con ella; pero puedo aguantarlo. Sé que nos veremos dentro de poco e
incluso pienso que es bonito vivir con la ilusión de vernos, de organizar fines
de semana en los que podamos quedar y reencontrarnos.
Hoy me levanté algo nostálgica, pero no
porque extrañe nada, sino porque no puedo dejar de pensar en todo lo que he
vivido este fin de semana. Además, el clima otoñal de Galicia intensifica esta
nostalgia. Ha llovido muchísimo, tanto que ayer ni nos apeteció ir al Magosto,
que hacían cosas aquí e incluso nos planteamos la posibilidad de ir a Celanova,
donde también lo celebran de una manera muy bonita; pero estábamos cansadas y
al final nos quedamos en casa tranquilitas y relajadas. Igualmente, no habría
merecido la pena ir porque llegamos por la tarde aprovechando que hoy es fiesta
en Ourense y así ya tendríamos todo el día de hoy para descansar. Nos
planteamos la posibilidad de quedarnos en Portugal hasta hoy, pero ambas
estábamos de acuerdo en que queríamos un día para descansar. Además, tampoco
fuimos a ninguna parte porque llovía mucho y bastante lluvia y viento
soportamos ya; pero todo se vuelve tan melancólico cuando llueve en Ourense...
Me parece mucho más bonita la ciudad bajo la lluvia o bajo este cielo tan
nublado, tan gris, tan otoñal. Se pueden adivinar los rayos de sol intentando
atravesar las nubes.
Tengo que estudiar mucho. No quiero
suspender el examen de gallego, que lo tengo este sábado. El viernes iremos a
Santiago de Compostela para dormir allí, ya que el examen será muy temprano y
es mejor estar ya allí. Agnes confía en que voy a aprobar, pero yo no estoy tan
segura de ello, igual que dudo de que pueda sacarme el carné de conducir. Me da
muchísima pereza estudiar todo eso. Esta mañana pensé (y también se lo dije a
Agnes) que en Barcelona nunca tendría que haberme sacado el carné de conducir
porque allí las comunicaciones están muy bien, que aquí es verdad que se puede
ir en autobús a muchos sitios, pero que se necesita el coche para poder ir a la
aldea o a cualquier sitio recóndito por el que queramos hacer alguna excursión,
eso sí es verdad, y básicamente me sacaré el carné de conducir para eso, para
poder descubrir Galicia con más libertad junto a Agnes; el alma que más ama
este lugar del mundo.
Y creo que eso es todo por hoy.
Tenía la intuición de que este viaje sería muy especial. Por suerte no me equivoqué, y les ha venido muy bien, incluso fortaleciendo su relación. El lugar es precioso, muy bonito (las fotos que me enseñaste son una pasada), pero yo creo que el estar juntas ha sido fundamental para disfrutar el viaje de verdad. Todo es más mágico si están juntas. Ayy, yo también he pensado eso de "nunca viviré una cosa así", qué suerte tienen.
ResponderEliminarEl punto negativo es Casandra. Ahora ha sido un poco egoísta, pensando en lo que ella quiere, pero tampoco se le puede reprochar, echa de menos a su hermana. Lo que no es justo es que culpe a Agnes. Puede culpar al amor de verdad, ¿pero es que puede juzgarlas por querer estar juntas? ¿No es el amor la fuerza más poderosa y pura del mundo? La echa de menos, pero tiene que pensar en su felicidad y por supuesto, no culpar a Agnes, pues ella no tiene culpa de nada. Entiendo su tristeza, pero no según que palabras. El enfado, la tristeza y echar de menos a su hermana le hace decir cosas que no son ciertas, pero la podemos entender. Espero que se le pase el berrinche. Además, Casandra viaja mucho, a veces se pasaba meses fuera, dejando a Artemisa sola. Ella hacía su vida, dejaba a su hermana sola, pues debe respetar que Artemisa quiera hacer su vida. A ver que pasa más adelante, espero que entre en razón y lo comprenda.
¡Esto engancha Ntooooch!
Ay, Casandra, Casandra... qué fácil es dejarse llevar por los propios intereses y olvidarse de lo demás. La verdad es que no dice mucho en su favor que le cueste tanto aceptar la situación de Artemisa, es más, debería alegrarse un montón de que haya encontrado la felicidad y el amor, en lugar de pensar en cómo eso repercute en ella... debería acordarse de cuando rondaba a Agnes por las calles de Orense, eso era un problema, en cambio ahora... pero bueno, en el fondo no deja de ser una buena noticia, porque el que Casandra reaccione así en el fondo es porque sabe que ya no hay ningún problema grave con ella.
ResponderEliminarEl viaje a Oporto ha valido la pena, me ha gustado esa referencia a que estaban viviendo cosas que parecen sacadas de una novela romántica, como si fueran experiencias para otras personas pero que nunca se iban a hacer realidad, y es cierto, a veces la vida nos sorprende haciéndonos protagonizar cosas que nunca pensamos que íbamos a vivir, me alegro muchísimo por las dos.
Ahora solo falta que el examen le salga bien, yo creo que con hablar con Agnes habrá adquirido una soltura que le vendrá muy bien, ¡gracias por seguir publicando!