jueves, 29 de noviembre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: MIÉRCOLES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2018


Miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tengo que dar varias noticias importantes: ¡la primera de ellas es que he aprobado la teórica del carné de conducir! No puedo ni creérmelo, la verdad. Me creía totalmente incapaz de aprehender unos conocimientos tan horribles y aburridos y sobre todo de aprobar un examen tipo test que me parecía tan difícil; pero lo he aprobado. Después de Navidades, empezaré con las prácticas; pero Damián (el tío de Agnes) se ha comprometido a ayudarme para que no tenga que gastarme tanto dinero en prácticas, que son algo caras. Se ha comprometido a venir a Ourense tres días a la semana por las mañanas para ayudarme a practicar y para enseñarme más o menos cómo funciona todo en un coche para que no esté tan nerviosa cuando me llegue el momento de las prácticas. Se lo agradezco muchísimo, la verdad. Lo cierto es que les tengo mucho cariño y les estoy muy agradecida a todos los vecinos de la aldea de Agnes porque se portan muy bien conmigo y me tratan como si siempre hubiese formado parte de sus vidas.

La otra noticia que tengo que dar es que el sábado ya estaremos viviendo en la casa de Lúa. El viernes dejaremos este piso (ya casi no tenemos nada aquí) y, a partir del sábado, nuestra vida continuará en ese pisito tan bonito y acogedor que Lúa le regaló a Agnes. Cada vez que pienso en que no tendremos que pagar alquiler nunca más, siento una alegría tan grande que casi no me cabe en el cuerpo. Se acabó por fin lo de cuidar tanto la economía, de estar pendientes de si podemos pagar el alquiler un mes más. Ahora viviremos más desahogadas, aunque también es cierto que el sueldo que Agnes recibe no es para vivir como ricas, pero por lo menos nos permite tener lo esencial. Además, aquí en Ourense, la vida es mucho más barata. Con veinte euros, puedes ir al supermercado y comprar casi para toda la semana, sobre todo porque nosotras solemos hacer comidas que pueden durar más de tres días en la nevera y también en el congelador.

No obstante, tengo que confesar que me da un poco de miedo comenzar a vivir en la casa de Lúa. No desconfío de Agnes, en absoluto; pero sé que le va a costar muchísimo empezar a crear recuerdos conmigo en ese lugar y lo sé porque ella misma me lo ha dicho. El domingo pasado, fuimos a dejar algunas maletas y entonces me confesó, con lágrimas en los ojos, que le resultaría difícil no acordarse de Lúa continuamente. Me contó que cada rincón de ese hogar tenía un recuerdo cuya voz le costaría mucho ignorar. También me dijo que iba a ser algo complicado empezar a crear recuerdos allí donde ella vivió momentos tan bonitos, pero también me aseguró que iba a esforzarse mucho por llenar de nuevas vivencias cada rincón de esa casa donde ella fue tan feliz. Evidentemente, la entiendo a la perfección. No es necesario que me dé explicaciones. Yo ya sabía que vivir en esa casa va a ser difícil. Además, tengo que confesar que noto que Agnes está muy frágil y sensible. Creo que lo dije la última vez que escribí. Esta semana está siendo bastante dura para ella y sé que enseguida se acuerda de Lúa, que está costándole mucho aceptar que nunca más volverá a verla; mas esa tristeza no le impide ser feliz conmigo y entregarme todo lo que ella desea darme, no le impide vivir con toda su alma cada instante que compartimos, no le impide amarme todas las tardes o todas las noches, no le impide hacerme la mujer más feliz del mundo. Yo sé que superar la muerte de un ser querido es algo que no conseguiremos nunca. Yo perdí a mi padre y todavía lloro por él cuando lo recuerdo o cuando rememoro todos los momentos que compartimos. Por eso sé que Agnes siempre llorará a Lúa, por muchos años que pasen.

Mas sí es verdad que está muy triste, aunque me lo quiera ocultar. No sé cómo explicar lo que percibo en ella. No me atrevo a decir que está deprimida ni que esté viviendo el principio de una recaída, pero sí la veo muy cansada y muchas veces algo desanimada, tanto que ni le apetece hablar; pero sé también que está tan agotada por culpa del trabajo. Trabajar en la cafetería es muy duro, mucho más de lo que ella se imaginaba y de lo que nadie puede pensar. Ella empezó a trabajar en la cafetería con muchísima energía y ganas. Yo, cuando la veía allí, me parecía que estaba en el lugar donde de verdad podía dar mucho de sí misma. Me daba la sensación de que estaba feliz, sabía que le gustaba lo que hacía y que, aunque fuese duro, era capaz de enfrentarse a todo lo que le viniese; pero, desde hace más de una semana, percibo que algo ha cambiado en ella, que está cada vez más cansada tanto física como mentalmente, pero sobre todo mentalmente y creo que tiene demasiados motivos para estarlo.

Hablaré de Agnes y después contaré otra cosa de la que quiero hablar bastante también porque necesito desahogarme; pero primero quiero contar todo lo que veo y percibo en Agnes porque siento que es muy importante, sobre todo porque ella no me cuenta ni la mitad de cosas que le ocurren. Hay muchos detalles que están acumulándose en su alma y que están mudando su ánimo. Lo primero que tengo que decir sobre eso es que, aunque ella no me lo reconozca, yo creo que están explotándola o, mejor dicho, está explotándola su jefa, Silvia. Silvia, al principio, me pareció una mujer muy amable que se preocupaba de verdad por Agnes, tal vez por la relación que la había unido a Lúa; pero ahora me parece que está aprovechándose de la bondad de Agnes. No sólo es Silvia quien está aprovechándose de lo inmensamente buena que es Agnes, sino también María, la chica que trabaja por las tardes en la cafetería. Es una chica de Venezuela (hay muchos venezolanos viviendo en Ourense, muchísimos) y no es mala mujer, pero hace cosas que no me gustan nada. Agnes me las explica con tristeza y con cansancio, pero yo las contaría con rabia porque no me parecen normales. El horario de Agnes es de siete de la mañana a tres de la tarde. Pues ella, la mayoría de días, hace de seis a cuatro. Se levanta a las cinco y diez de la mañana y a las cinco y media ya está saliendo de casa para poder llegar a las seis a la cafetería. Además, en Ourense a esas horas hace un frío terrible ya (esta semana ya ha habido heladas por primera vez este otoño/invierno). No tiene por qué ir tan temprano a la cafetería, pero ella va para poder prepararlo todo y abrir a las siete ya con todo listo, porque tiene que recibir a los repartidores y porque prefiere ir con tiempo por si le surge algún imprevisto. El imprevisto que le puede surgir es que a María no le haya dado la gana de limpiar y recoger la cafetería antes de marcharse a las diez de la noche, que ella hace de tres a diez de la noche, menos horas que Agnes porque, supuestamente, tiene hijos y tiene que cuidar de ellos, pero ni Silvia ni Agnes han visto nunca a su familia. El caso es que, prácticamente siempre, Agnes se encuentra la cafetería con las mesas llenas de cosas, de platos y tazas sin limpiar, con el lavavajillas lleno de cubiertos, vasos y tazas sin limpiar, con el suelo lleno de porquería, con los servicios sucios, sin limpiar. Supuestamente, Silvia iba a contratar a una mujer de la limpieza, pero nadie ha visto nunca tal mujer. Entonces, ¿qué ocurre? Que tiene que ser Agnes quien se encargue de recoger todo eso, de limpiar todo lo que está sucio e incluso de barrer y fregar la cafetería, de limpiar los servicios, de atender a los repartidores, de comprobar si no falta nada, de poner el horno para hacer el pan, los cruasanes y las demás pastas, de atender a los primeros clientes de la mañana (que suelen ser siempre los mismos) y de más cosas que no me cuenta, pero que puedo imaginarme perfectamente. Y hablo de esto porque ayer por la mañana, cuando llegué de hacer el examen, me di cuenta de que Agnes estaba muy mal, pero se esforzaba lo indecible por atender lo mejor posible a las personas que entraban en la cafetería, por servirles sin equivocarse todo lo que le pedían, de limpiar las tazas y los platos que se iban usando, de que todo estuviese en orden. Yo he cogido por costumbre ir a las doce de la mañana a la cafetería para estudiar allí y para ver a Agnes, para acompañarla, y la verdad es que también voy para comprobar si necesita ayuda. La he ayudado ya varias veces al darme cuenta de que no podía con todo, por mucho que ella me asegurase que no necesitaba ayuda. La he ayudado a limpiar, a hacer infusiones o cafés, la he ayudado de incógnito, aunque ella me haya pedido millones de veces que por favor no la ayude, que no tengo por qué hacerlo; pero yo no soporto verla desviviéndose de esa manera, no soporto verla con tanto trabajo encima, no soporto verla tan agotada, no soporto que se esfuerce por hacer todo el trabajo que tendrían que hacer dos personas. Ella no quiere reconocerme que la explotan, que Silvia tendría que despedir a María y contratar a otra mujer que la ayudase y a otra que estuviese por las tardes. Agnes no quiere llorar delante de mí cuando está tan reventada, porque eso no es estar cansada, eso es estar reventada directamente, como si le hubiese pasado un camión por encima. Ayer por la noche, me confesó que no entendía por qué se cansaba tanto, que, cuando vivía en la cabaña, se levantaba con las primeras luces del día, que se dedicaba a trabajar muy duramente la tierra y se iba a dormir cuando salían las estrellas, que entendía que fuese más joven en ese momento, pero que incluso en esa época le había costado mucho tener energía porque en el hospital se la quitaron toda; pero es que yo lo que no entiendo es por qué Agnes se exige tanto. Cuando llega a casa por lo menos a las cinco de la tarde (sin comer ni nada), se pone a estudiar para las oposiciones y muchísimas veces la he tenido que despertar porque la pobre se ha quedado dormida encima del libro. No suele ocurrir muy a menudo. La mayoría de veces se queda durmiendo en el sofá, pero ella se arranca el sueño y se esfuerza por seguir estudiando cuando me parece que ni tendría que intentarlo. Si sigue trabajando de esa manera, no se sacará jamás las oposiciones. No se lo digo para no desanimarla, pero es que es imposible que pueda estudiar trabajando de esa forma. Además, también digo que la explotan porque esta semana, todos los días, en lugar de salir a las tres de la tarde como le correspondería, está saliendo mucho más tarde porque María, casualmente, siempre tiene algo que hacer: o llevar a los niños al médico, o ir ella al médico o cuidar a su hermana mayor, que también está viviendo aquí... y Agnes está saliendo incluso a las ocho de la noche, entrando a las seis de la mañana. No lo entiendo, la verdad es que no lo entiendo, y, por mucho que la avise de que tenga cuidado, por mucho que le pida que no permita que la exploten, ella está empeñada en aguantar porque dice que tiene que trabajar como sea, que ese trabajo está muy bien y que no puede dejarlo ni despistarse porque Silvia enseguida la echaría. Y eso tampoco lo entiendo, la verdad.

Lo que quería contar sobre el día de ayer es que llegó un momento en el que pensé que tendría que llevar a Agnes al hospital. Estaba sirviendo a unos clientes cuando me di cuenta de que estaba pálida y de que le temblaban las manos. Cogió unos vasos para llevarlos a la barra y se le cayeron al suelo, se agarró instantáneamente a una mesa y, si yo no me hubiese levantado rápidamente y no la hubiese acogido entre mis brazos, habría caído al suelo. Se mareó tanto que estuvo a punto de perder el conocimiento. Casualmente, había una chica que era enfermera y la atendió enseguida, le puso alcohol en las sienes y la obligó a comer algo de chocolate. Agnes me confesó enseguida que no había podido desayunar ese día porque había tenido mucho trabajo desde las seis de la mañana y había tenido que hacerlo todo antes de las seis y media, que era cuando venía el repartidor, que viene todos los días prácticamente. Me lo confesó a mí intentando que nadie más la oyese. Yo estuve a punto de llamar a Silvia impulsada por un ataque de rabia, pero Agnes me detuvo y me rogó que no dijese nada, que ya hablaría ella con Silvia sobre María; mas yo sé que no lo va a hacer. No entiendo por qué le cuesta tanto hablar con la gente sobre temas tan serios.

Salvo eso, todo nos va muy bien, aunque para mí ya eso es muy importante y creo que es lo esencial, que Agnes no esté tan agotada y explotada. Está explotada y no sé qué hacer para que se dé cuenta. Incluso me da la sensación de que le tiene miedo a Silvia. Yo, el viernes, cuando estuvimos cenando con ella y con las amigas que tocan en las pandeiradas, no capté nada extraño e incluso noté que entre Silvia y Agnes había una amistad muy bonita; pero, en el trabajo, parece que todo cambie.

Fue el viernes cuando cenamos con todas esas chicas, no el sábado, al final quedamos el viernes y he de reconocer que me lo pasé muy bien, mucho mejor de lo que me imaginaba. Estuve muy a gusto con ellas. De vez en cuando, hablaba en gallego con alguna de ellas, pero enseguida me pasaba a mi lengua porque, si no me expresaba en castellano, me ponía mucho más tensa y nerviosa. La verdad es que las mujeres de las pandeiradas, como las llama Agnes, son muy simpáticas y divertidas. Después de cenar, estuvieron tocando, cantando y bailando y me encantaba verlas, la verdad, me alegraba el alma ver y oír tanta alegría. Agnes cambia mucho en cuanto empieza a cantar, a bailar y a tocar. Se transforma en una mujer llena de energía, de felicidad y de luz. Toda ella brilla muchísimo. Y qué voz tiene, qué ritmo tiene. Es un don que sí tendría que aprovechar. Y las otras no dejaban de pedirle canciones, de incitarla a cantar y a bailar sin cesar, aprovechándose de la felicidad que ella siente cada vez que se entrega a la música de su tierra.

Llegamos muy tarde a casa, pero no importaba porque las dos nos habíamos olvidado del paso del tiempo. Yo también bailé, como pude, guiada por Agnes o por alguna de sus amigas, y nos reímos muchísimo. Incluso Agnes intentó que yo tocase la pandeireta, pero soy un desastre. Es muy difícil hacerla sonar tan bien. Parece algo muy simple, pero en realidad es algo complicadísimo conseguir tocar con tanto ritmo y melodía al mismo tiempo. Sí las acompañé con la guitarra siempre que pude, pero mayormente me dediqué a bailar y a cantar cuando me aprendía las canciones. Agnes no me dejó sola en ningún momento, no dejó de prestarme atención y de hacerme participar, aunque no supiese bailar ni cantar como ellas, pero no me sentí apartada en ningún momento.

Hacía tiempo que no veía a Agnes tan contenta y es que ella me confesó varias veces que echaba mucho de menos tocar en alguna pandeirada y que necesitaba cantar, bailar y tocar música junto a las mujeres de las pandeiradas, que era algo que la llenaba muchísimo. Supongo que quedarán más veces. Fue Agnes quien le preguntó a Silvia si alguna vez iban a quedar y ella le dijo que sí, que estaban deseando que ella se lo preguntase.

Después, el sábado fuimos a la aldeíña y estuvimos allí hasta el domingo por la tarde, como siempre. En cuanto al clima, no deja de llover. Precisamente hoy ha venido un temporal que ha dejado mucho viento y lluvias. Parece que no podremos respirar tranquilos. Llueve desde no sé cuándo y parece que la lluvia no tiene muchas intenciones de irse. Mi hermana me ha contado que allí también ha llovido mucho, que la semana pasada descarriló un tren entre Manresa y Terrassa y que se murió una persona y todo. Agnes dice que le cuesta mucho imaginar que todos los días cogía precisamente ese tren, que esos momentos le parecen ya muy lejanos.

De mi hermana quería hablar. No sé si conté que últimamente estaba algo seca y arisca conmigo. Pues cada vez está más distante e incluso me suelta comentarios que me hacen mucho daño. La semana que viene, el día cinco, iremos a Barcelona y pasaremos el puente con ella. Espero que estos días nos sirvan para reconciliarnos definitivamente y para cerrar las pocas heridas que aún tenemos en el alma, pero sobre todo espero que a ella se le pase ese rencor tan absurdo que siente hacia Agnes. No deja de decirme que Agnes es egoísta, que no tiene derecho a obligarme a vivir aquí sólo porque piensa que se enfermará si no vive en Galicia. Me duele muchísimo que mi hermana hable así de Agnes, sobre todo después de presenciar los peores momentos de su vida, sobre todo después de conocer lo mal que puede estar Agnes. Me extraña muchísimo que mi hermana sea capaz de decir esas cosas. Ni siquiera quiere hablar con Agnes e incluso dice que Agnes está conmigo porque Lúa ha muerto. Agnes se puso a llorar en cuanto oyó lo que mi hermana decía, que justamente estábamos teniendo una conversación las tres. Nos dolió muchísimo que dijese eso y no dejo de preguntarme por qué no me lo dijo a mí solamente, por qué tuvo que soltar ese comentario en una conversación que estábamos teniendo las tres. También me pregunta si iría con ella en el caso de que se enfermase... y más cosas que no me apetece escribir, la verdad. Me duele muchísimo que mi hermana esté así con nosotras. Agnes dice que está muy celosa, que no soporta que estemos tan lejos, que me echa tanto de menos que no sabe ni manifestarlo... pero creo que hay otras formas de demostrar que extrañamos a una persona. Lo que ocurre es que Agnes es muy buena y comprensiva y es incapaz de pensar mal de nadie y más aún de hablar en contra de otra persona.

Agnes tiene ganas de ver a mi hermana y desea que, en cuanto estemos juntas las tres, se deshagan esos sentimientos tan horribles que llenan el alma de Casandra. No obstante, yo tengo que confesar que, a pesar de que note que a Agnes le hace ilusión ir a Barcelona, tengo miedo por ella. Van a ser solamente casi cuatro días lejos de Galicia, pero tengo miedo. Ella ni siquiera se plantea estas cosas (y, si lo hace, no me lo demuestra), pero yo no dejo de preguntarme si le hará bien salir de Ourense. Es cierto que, cuando fuimos a Oporto, ella estaba muy bien, le gustó mucho el viaje, pero eran muy pocos días y estábamos muy cerca de Galicia, no sólo en cuanto a la distancia, sino sobre todo en cuanto a la cultura, estábamos cerca de Galicia en el habla de la gente, en muchas más cosas; pero la semana que viene volveremos a un lugar en el que Agnes no ha vivido precisamente los mejores momentos de su vida. A mí me produce una sensación muy extraña imaginarme de nuevo en Manresa, en Barcelona, en la casa de mi hermana... y, si a mí me produce una sensación rarísima imaginarme allí, no quiero pensar qué le provocará a Agnes saber que va a estar otra vez en esos lugares donde vivió momentos tan duros. La última vez que Agnes estuvo en Barcelona, lo pasó muy mal. No sé si ella podrá recordar con nitidez lo que vivió allí antes de regresar a Galicia, pero estaba muy mal. No atendía a casi nada de su alrededor y estaba muy herida y triste. Ojalá me equivoque, por favor. No quiero que recaiga. Muchas veces me he planteado la posibilidad de anular el viaje. Tengo yo más miedo que ella. Mas, si lo anulo, mi hermana definitivamente me mata.

Puede que también le vaya bien descansar un poco del trabajo, pero no sé si le irá bien estar tan lejos de Ourense. Mas me esforzaré lo indecible por lograr que cada momento sea especial y muy mágico, todo lo mágico y especial que pueda ser.

Y creo que eso es todo por hoy. Estoy feliz por haber aprobado el examen, estoy ansiosa por ver a mi hermana y por vivir esos días allí con Agnes y con ella, estoy deseando vivir en la casa de Lúa (la que tendría que llamar “nuestra casa”), pero también es cierto que estoy preocupada por Agnes y estoy preocupada por ella sobre todo por lo que no me cuenta, por lo que no me dice, por lo que se calla, por las lágrimas que no derrama. Ayer me confesó que todo estaba complicándose un poco, pero que era capaz de enfrentarse a todo lo que le viniese porque estaba en Ourense, que, si no estuviese en Ourense, ya estaría más que hundida. Y espero que eso sea verdad para siempre; pero, si noto que está dando demasiada energía, soy capaz de cogerla de la mano y llevármela a la aldea para alejarla de lo que tanto la consume. Agnes es tan entregada y trabajadora que no le presta atención a su cuerpo ni a su alma. Por eso aguanta y aguanta tanto.

La próxima vez que escriba, creo que lo haré ya habiendo vivido el fin de semana que tenemos que vivir con mi hermana. Agnes no escribe en su diario porque dice que tiene que estudiar, pero creo que no escribe porque no quiere contar lo que está viviendo en el trabajo. Y eso es una inequívoca señal. Mas, cuando estamos juntas en la casa en la que vivimos ahora, parece que todo eso queda atrás y sólo existimos nosotras dos y nuestro amor; que es nuestro verdadero mundo.

 

2 comentarios:

  1. ¡Ha aprobado el examen teórico de conducir!Artemisa es muy inteligente y confiaba en que lo conseguiría, pero es que cuando algo es taaaaaaaaaan aburrido puede complicarse hasta tal punto que no seas capaz de aprobar. El tío de Agnes, Damián, yo le llamaría el taxista jajaja, experto conductor, que siempre que aparece, es por algo relacionado con el coche jajaja. Es muy amable por ayudar a Aretmisa con las prácticas (lo peor de sacarse el carné de conducir, al menos para mi).

    Ya se mudan al piso de Lúa. Es lógico que sea duro para Agnes, allí tiene tantos recuerdos felices junto a ella que es imposible no rememorarlos continuamente. Me acuerdo que a Inma le ocurría con su piso. Le dije que poco a poco crearía nuevos momentos mágicos en el piso y que seríanmás fuertes, consiguiendo que vivir en el piso ya no fuese doloroso. Creo que ya es así, ni se acuerda de su ex.

    Vaya con Silvia...explota a Agnes. Está claro, por esas jornadas laborales tan largas...¿se piensa que no tiene vida? Encima, si se despista, la despide...Agnes debería buscar otro empleo, no deja que la pisen así, ella lo vale y seguro que en Ourense encuentra un trabajo mucho mejor. María tiene un morrazo que se lo pisa, menuda es. Con la excusa de los niños...no es justo que Agnes trabaje mucho más o que le deje todo sucio por eso. No es su problema, es de ella, son sus hijos y debería encontrar una solución sin perjudicar a su compañera. Encima le está perjudicando en su salud. Por no hablar de que ahora sacarse las oposiciones es mucho más complicado, sin tiempo, sin fuerzas, con sueño y totalmente desmotivada.

    Casandra está siento muy injusta con ellas. A lo mejor necesita ver su realidad, ver lo bien que están, lo feliz que es junto a Agnes, quizás así recapacite. Agnes tiene razón, está celosa y triste por tener a su hermana tan lejos, pero eso no justifica sus injustas palabras hacia Agnes. Espero que el reencuentro lime asperezas y puedan volver a ser las que eran, las tres inseparables, como antaño. A ver si Casandra cuenta algo sobre su actual situación sentimental y como vive sola en Barcelona. Entiendo que Artemisa esté preocupada por Agnes, serán 4 días fuera de casa, lejos de Galicia, y da miedo que pueda enfermar. Estoy deseando saber lo que pasará, si se reconciliarán, si podrá vivir ese viaje sin enfermar. Un capítulo muuuuy interesante, Ntoch.

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  2. Este capítulo se podría llamar "problemas en el paraíso". No todas las cosas malas son enormes desgracias, a veces situaciones que parecen menores nos van minando y nos pueden, a la larga, provocar una infelicidad insospechablemente grande.

    Tras pasar de puntillas por dos cosas buenas, el aprobado del carnet y el traslado definitivo al piso (que es agridulce), vemos que Agnes está siendo objeto de un abuso laboral de libro. Y eso va a pasar factura, porque lo que la pobre intenta es obrar y callar, piensa que si simplemente pone más empeño y no se queja pues todo va a ir bien, y en eso se equivoca profundamente, porque lo que está pasando es que la situación se consolida, ella va sacando las castañas del fuego, pero a costa de estar cada día un poquito peor. Eso vale para una vez, para una excepción, pero no en un día a día. ¿Por que todo sigue igual? Pues precisamente porque Agnes, al hacer el trabajo, evita que se tomen medidas. Claro, antes o después va a explotar, o va a caer enferma, y entonces sí, contratarán a alguien o lo que sea, pero mientras tanto eso no va a pasar. Desde luego qué morrazo el de Silvia y no menos el de María... grrrrrrr... qué típico es eso, de ir de buenas por un lado y por otro te dejan a ti todo el marrón, ay, qué de casos así he conocido.

    Naturalmente Agnes puede sobrellevar todo esto porque la vida, en otros sentidos, le está sonriendo como nunca lo hizo, y ahí están esos fines de semana en la aldea, y así se explica que tenga incluso ganas de ir a Barcelona y ver a Casandra, con lo mal que lo pasó en su momento...
    Pensaba que ese capítulo es como la continuación del final feliz de los cuentos de hadas, la descripción de lo que hacen Blancanieves y el Príncipe después de que alcanzan a casarse y empezar a vivir felices en su palacio. Y claro, no todo son perdices...

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