martes, 20 de noviembre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: LUNES, 19 DE NOVIEMBRE DE 2018


Lunes, 19 de noviembre de 2018

La semana que viene me examinaré de la teórica de la autoescuela. Qué ganas tengo de quitarme de encima ese examen. Me da mucho más miedo y pereza que el de gallego. Estoy haciendo tests sin parar y no hay manera de que acierte ni diez preguntas, pero voy mejorando. El examen de gallego ya pasó y me parece mentira que haya pasado ya. El sábado, cuando tenía que hacerlo, estaba tan nerviosa como cuando hice el de las oposiciones en Cataluña. Me parecía imposible poder construir frases con coherencia, pero hacerlo fue mucho más sencillo y ligero de lo que pensaba. Lo que voy a contar parecerá imposible e incluso mágico, pero es la verdad más absoluta. Cuando empecé a escribir en el examen, contestando la primera pregunta, noté que no dudaba de nada, que sabía qué tenía que escribir y cómo tenía que decirlo. No era un examen sencillo porque tenía que prestarle mucha atención a la extensión de los textos que tenía que escribir, pero yo pensaba que me costaría muchísimo más construir frases gramaticalmente correctas y no me ocurrió eso en absoluto. Me sentía como si por dentro de mí hubiese una voz o una fuerza diciéndome lo que tenía que escribir y cómo tenía que colocar las palabras. Sentí que no estaba sola haciendo ese examen, que Agnes estaba conmigo. Sí notaba a Agnes conmigo. En cuanto dudaba de cómo se escribía una palabra o de cómo tenía que colocar los pronombres, enseguida me parecía que ella me daba la respuesta a través de la distancia o recordaba alguna frase en la que ella hubiese empleado esa construcción. Recordaba todo lo que ella me había enseñado sobre ortografía, sobre sintaxis, sobre semántica e incluso pragmática. Recordaba cualquier detalle que ella me hubiese hecho notar sobre la gramática o la manera de escribir cualquier palabra. Notaba que Agnes seguía hablándome, aunque no estuviésemos en el mismo lugar. Y, cuando tuve que hacer la prueba oral, no dejé de recordarme a mí misma los consejos que Agnes me había dado tantas veces: “no hables rápido, piensa muy bien lo que vas a decir y pronuncia como te he enseñado, pronuncia bien las vocales, las consonantes, no digas nada que te cause inseguridad...” Creo que he aprobado y, si he aprobado, será sólo gracias a Agnes. Yo no habría aprobado este examen sin su ayuda, de eso estoy totalmente segura.

Este fin de semana fue muy especial, pero no sólo porque hiciese las pruebas del CELGA, sino porque viví unos momentos muy bonitos con Agnes en su aldea. Hacía tiempo que no íbamos a su aldea, creo que dos semanas, pero a nosotras nos parecía que hacía más tiempo que no íbamos a la aldea. He de decir que es la primera vez que me ha parecido que ese lugar está inundado de soledad y lleno de silencio. No hay casi nadie en la aldea. Los otros fines de semana en los que íbamos, siempre había mucha gente porque se celebraba algo especial, pero este fin de semana era muy tranquilo y sólo estaban en la aldea las personas que viven allí todo el año, que no llegan ni a diez vecinos. No hace frío todavía, pero el bosque está lleno de un silencio que acalla cualquier susurro del viento y parece que hayan emigrado todos los pájaros y que se haya pasado la época de respirar, de vivir. Qué silencios tan densos oímos cuando estuvimos en el bosque, también cuando llegamos a la aldea y cuando estuvimos paseando por sus antiguas calles, apenas iluminadas por unas farolas que daban una luz amarillenta. También me impactó mucho oír el profundo silencio que nos rodeaba cuando nos fuimos a dormir. Había tanto silencio que me parecía que no tenía que hablar. Ese silencio me incitaba a susurrar. No quería quebrar con mi voz ese profundísimo silencio que parecía proteger a la aldea entera, al bosque, a los árboles y a nosotras mismas.

Anxos nos recibió con mucho cariño y mucha ilusión. Llegamos al atardecer, casi a las siete de la tarde, si es que no las pasaban ya, y llegamos cuando apenas quedaba luz en el cielo, cuando se acercaba ya la noche. Como dice Agnes, llegamos “entre lusco e fusco”, entre dos luces. Sé que a ella también le causó una impresión muy grande ver su aldea tan solitaria y silenciosa. Me dijo que ese silencio y esa soledad le recordaban muchísimo a los inviernos de su infancia. Casi se emocionó cuando me dijo que quedaba poco para que volviese a ver esos inviernos que tanto la sobrecogían y que tanto la enamoraban. Cuando la vi con los ojos cristalinos mientras me decía eso, me di cuenta de que Agnes estaba mucho más sensible de lo que me imaginaba y me esperaba. Desde ese momento, no dejé de notar que Agnes estaba muy sensible y frágil. Cualquier cosa le llenaba los ojos de lágrimas. Cuando su madre y ella se abrazaron al reencontrarse, vi que a Agnes se le llenaban los ojos de lágrimas, pero se las limpió mucho antes de que su madre se diese cuenta de que su hija se había emocionado tanto. También, cuando la madre de Lúa la saludó, me percaté de que Agnes se esforzaba por no ponerse a llorar, pero Iria sí advirtió que Agnes estaba muy emocionada. No obstante, no le dijo nada. Tal vez no hiciese falta. Por la forma como Iria le preguntó a Agnes cómo estaba, supe que ambas estaban pensando en Lúa. Y es que Agnes ha estado muy sensible sobre todo porque creo que, al volver a la aldea, se ha acordado mucho más de Lúa y también se le habrá despertado más su recuerdo al volver a su casa esta semana pasada para  comenzar a hacer la mudanza. También pienso que ahora es cuando es realmente consciente de que Lúa se ha marchado para siempre. Hasta ahora, la ha llorado mucho, es cierto, y con mucho sentimiento y dolor; pero creo que la ha llorado por sentir que es injusto que se haya ido tan pronto. Ahora, en cambio, sé que la llora porque definitivamente es consciente de que nunca más volverá a verla. Y este fin de semana ha llorado muchísimo por ella, muchísimo, y no ha dejado de pedirme que, por favor, no crea que está llorando por ella porque la echa de menos como pareja. Evidentemente, yo sé que no llora por Lúa por ese motivo, sino porque, independientemente de la relación que las unió, Lúa era un ser muy querido, era una persona a la que ella quería mucho y es totalmente comprensible que llore por ella, que llore su muerte, que le duela su muerte. Creo que de momento todavía no ha podido superar que ella se haya ido y no sé si algún día lo podrá superar porque de verdad sí se querían mucho. Lo notaba cuando se hablaban, cuando se miraban, cuando hacían música juntas. Y sé también que, aunque Agnes hubiese dejado a Lúa para volver conmigo, habrían sido siempre muy buenas amigas, quizás las mejores amigas del mundo; pero ella no está y nunca podremos saber si eso habría ocurrido. A mí también me duele que Lúa se haya ido, pero porque me arrepiento mucho de no haber sido diferente con ella. Ahora sé que me equivoqué mucho con ella, sé que era buena de verdad, no porque quisiese engatusar a Agnes demostrándole que era tan comprensiva y bondadosa, sino porque lo era de verdad. Si no lo fuese, todo lo que le demostró a Agnes habría quedado en nada al irse de la vida, pero no ha sido así. Incluso después de muerta sigue demostrándonos que tenía un corazón de oro; un corazón enfermo que, sin embargo, era uno de los corazones más sanos que he conocido, sin contar a Agnes, evidentemente, pero creo que Agnes no es consciente de lo buena persona que es y eso le impide sacar provecho a su bondad.

Pero este fin de semana Agnes también lloró por otras cosas. Fue ayer por la tarde, cuando estuvimos en el bosque, justo en el rincón en el que Agnes siempre se protegía cuando era pequeña, cuando más se desahogó conmigo. Empezó a decirme todo lo que sentía y pensaba y a mí me costaba que sus palabras y la forma como las pronunciaba no me hiciesen llorar porque realmente sí me afectaba mucho cómo me hablaba. Hablaba con miedo, con mucha emoción, con mucha tristeza, pero sobre todo con miedo, sí, con miedo. Me confesó que dudaba de que se hubiese curado definitivamente, que creía que sí se había curado, pero que de repente pensaba que el hecho de vivir en Ourense no la había sanado, sino que solamente la mantenía estable, pero que su enfermedad aún estaba ahí, esperando la menor ocasión para surgir de nuevo; pero yo no creo que Agnes esté todavía tan enferma. Es cierto que no podemos estar seguras de que se ha curado, pero ya no es tan frágil como antes. No la he visto padecer ningún ataque de pánico desde que estamos aquí, tampoco la he visto sufrir una crisis de ansiedad, tampoco ha perdido las ganas de vivir y de tirar para adelante, ni siquiera cuando Lúa murió. Cuando Lúa murió, sí es cierto que sólo quería estar detenida, sin hacer nada, durante unos días, pero eso es algo totalmente comprensible. Sin embargo, ella duda de sí misma y de su mente. Duda de que su alma esté exenta de esas heridas que tanto la desorientaban y la destruían. Duda de su propia vida, de su carácter y de su estabilidad; pero sobre todo duda de su fortaleza y eso es lo que más triste me pone, que dude de que es fuerte y de que es capaz de llevar una vida totalmente normal sin sentir tanto miedo a que su estabilidad mental se desvanezca. Yo creo que ella sí se ha curado o al menos se encuentra en el camino de curarse. Creo que la Agnes que ahora tengo a mi lado no se parece en absoluto a la Agnes frágil que rescaté del hospital y a la que tanto tuve que ayudar para que se encontrase a sí misma. La mujer que vive conmigo, compartiendo tantas cosas, no tiene nada que ver con esa mujer tan insegura que todos los días lloraba por cualquier cosa, que necesitaba esconderse hasta de sí misma y a la que tan difícil le resultaba quererse. No obstante, sí es cierto que ayer por la tarde sentí miedo a que esa estabilidad tan bonita que la domina se quebrase y volviese la oscuridad; pero estoy completamente convencida de que esa oscuridad que tanto la destrozaba ha quedado atrás, no sé si para siempre, pero al menos para un tiempo incontable. Intuyo que, aunque viva momentos de profunda tristeza, Agnes ya nunca más volverá a desanimarse tanto como antes, tanto hasta desaparecer casi enteramente todo lo que ella es.

Mas sí sé que la muerte de Lúa le duele de una manera desgarradora, aunque intente ocultármelo y convencerme de que sólo la llora porque le sabe muy mal que haya muerto tan pronto. Sé que la llora así porque la muerte de Lúa le ha arrancado un pedazo de alma que solamente le pertenecía a ella y que nunca nadie le devolverá. Creo que el estar tan unidas a otra persona hace que se establezca entre esa persona y nosotras un lazo que nunca va a morir. Si una de las dos personas desaparece, entonces ese lazo se queda incompleto y creo que eso provoca que en el alma surja un vacío que nadie ni nada podrá llenar jamás porque ese vacío sólo le pertenece al pedacito de lazo que la otra persona nos arrancó al irse para siempre. No me refiero solamente a una separación causada por la muerte, sino también por la ruptura de una relación por diferencias o por hechos terribles que no se pueden superar. Y ese lazo del que hablo es mucho más fuerte si con esa persona compartimos tantas cosas. Yo sé que Agnes me ama como jamás amará ni amó a nadie, pero también tengo que reconocer que sé que entre Lúa y ella había una relación muy especial y una conexión muy mágica que Agnes nunca ha tenido con nadie, excepto con Némesis. Puede que el lazo que uniese a Lúa y a Agnes para siempre se hubiese parecido al que la unía a Némesis, con diferencias notables, pero puede que se le parezca. Agnes me ha dicho muchas veces que, cuando Némesis murió, perdió de repente la noción de todo, que se quedó paralizada en un estado del que no sabe cuándo salió, que sintió como si le arrancasen el alma de repente. Pues seguramente la muerte de Lúa le habrá hecho sentir algo así, tan fuerte y desgarrador.

Mas sé también que esa tristeza no le impide ser feliz. Somos muy felices, tanto que me parece imposible creer que nuestra vida sea tan bonita y maravillosa. Incluso es que tengo que reconocer que en la aldea me he sentido este fin de semana como si no fuese la primera vez que vivo esta época en ese lugar tan solitario y hermoso del mundo. Ha sido como volver a un lugar cuyo olor ya me resulta inmensamente conocido. Además, Anxos, Iria, Damián y los demás vecinos de la aldea me tratan como si siempre hubiese vivido con ellos. Qué gente más buena y cariñosa. También me doy cuenta de que a Agnes se le llena el alma de alegría y de gratitud cuando se percata de que me siento muy bien con la gente de su aldea y cuando nota que todos me quieren de verdad. No sólo siento que me quiere la gente que vive allí, sino también la naturaleza que protege ese rincón del mundo.

Y entiendo también que Agnes sienta miedo al pensar en su enfermedad porque la vida que tenemos es tan bonita, estamos viviendo cosas tan maravillosas y todo nos va tan bien que da miedo que todo esto se pueda quebrar. Sí es verdad que la muerte de Lúa ha hecho temblar el suelo de la vida de Agnes y la ha herido mucho en el alma, pero esa tristeza no le impide ser feliz conmigo y vivir intensamente todos los momentos que compartimos. Me siento querida siempre, incluso cuando llora por Lúa porque, aunque llore y desahogue lo que siente, no me expulsa de su lado, no me pide que no le hable, me habla y me confiesa lo que piensa, me pide por favor que no me sienta mal por el hecho de que ella llore por Lúa, me agradece muchísimo que esté a su lado y que la apoye, que la proteja y le dé tanto amor, que de verdad agradece con toda su alma que la vida nos haya dado otra oportunidad para demostrarnos cuánto nos amamos y para estar juntas. Me dice muchísimas veces que se siente muy afortunada por tenerme a su lado, que es la mujer más feliz del mundo, que tiene mucha suerte por poder estar conmigo y a mí que me diga todas esas cosas me llena tanto y me hace tan feliz que muchas veces no puedo contestarle con palabras, sino con abrazos, con besos en los que pongo toda mi alma e incluso con algunas lágrimas que se escapan rebeldes de mis ojos. Me emociono mucho cuando noto todo el amor que Agnes me da en todo momento. Me gusta también recordar los momentos que hemos vivido: nuestro viaje a Oporto, nuestro fin de semana en la aldea, nuestras tardes en Ourense... Ahora estamos ocupadas con la mudanza porque, para la semana que viene, ya tendríamos que vivir en el piso de Lúa antes de que me cobren el alquiler del mes de diciembre. También quiero hablar de eso precisamente, del hecho de que vayamos a vivir ya en la casa de Lúa y de que Agnes y yo hayamos ido juntas por primera vez a ese lugar. Es cierto que yo estuve antes, esa noche en la que mi hermana vino a buscarme, pero apenas me acuerdo de nada de esa noche. La recuerdo como si fuesen retales de un sueño que tuve en otra vida. No me acuerdo de lo que dije si hablé, no recuerdo la apariencia de los rincones de ese hogar... pero sí puedo recordar el abrazo que Agnes me dio antes de que me marchase de allí junto a mi hermana. Ella creyó que yo no apreciaba ni valoraba ese abrazo que me dio, pero estaba muy equivocada. Ya le he confesado que sí agradecí muchísimo que me abrazase. Noté en ese abrazo muchísimas cosas, a pesar de estar tan ida y confundida. En ese abrazo, yo pude oír cómo Agnes me pedía perdón con toda su alma y sobre todo pude oír cómo ella me suplicaba que no me rindiese, cómo ella me aseguraba que merecía la pena luchar por la vida porque no se nos habían agotado todavía las oportunidades para ser felices. Yo pude percibir todo eso en un abrazo que apenas duró diez segundos, pero que contuvo tantas emociones, tantos pensamientos y tantas palabras profundas...

También quiero contar que el día cinco de diciembre Agnes y yo iremos a Barcelona para estar con mi hermana hasta el domingo nueve. Hoy, Silvia ya le confirmó a Agnes que podía hacer el puente, pero le pidió a cambio que trabajase el día veinticuatro y treinta y uno de diciembre porque la chica que va por las tardes iba a estar de vacaciones durante toda esa semana. Tendrá que trabajar hasta las ocho de la noche por lo menos y no sé si lo podrá aguantar. Silvia sí podrá estar por las tardes esa semana, salvo esos dos días, pero Agnes le ha dicho que no hay ningún problema y la verdad es que me hace mucha ilusión que a ella también le apetezca ir a Barcelona y estar con mi hermana. Yo tengo muchísimas ganas de ver a mi hermana y sé que ella me necesita. Lo noto siempre que hablamos y espero también que compartir estos días le quite del alma a mi hermana ese rencor extraño que siente hacia Agnes. La culpa de que ahora estemos viviendo tan lejos la una de la otra y yo ya no sé cómo decirle que Agnes no tiene nada que ver con que yo quiera vivir en Ourense. Es evidente que estoy viviendo aquí por ella, pero ahora ya me he habituado muchísimo a estar aquí y me gusta mucho vivir en esta ciudad e ir a la aldea los fines de semana. No me esperaba que ese rincón del mundo se convirtiese de repente en el lugar en el que más me gusta estar últimamente, en el lugar donde más me apetece estar. Me he enamorado de verdad de la aldea de Agnes. Al principio, sólo era capaz de reconocer que era un sitio precioso; pero ahora es que incluso su energía me hace sentir cosas muy especiales que me cuesta mucho describir. Tiene una magia muy bonita que me acaricia el alma y a la vez despierta en mí una intensa inspiración que tengo que desahogar como sea, a través de la música o de la escritura.

Pues creo que voy a ir dejando de escribir. Ya es muy tarde y está empezando a llover. A partir de mañana ya sí volverá el otoño. Agnes me ha advertido muchísimas veces de que los inviernos de Ourense son muy duros, pero yo le recuerdo que también nací y crecí en un lugar donde los inviernos eran muy duros. Yo también crecí con la nieve y me habitué a protegerme cabe la lumbre en las noches más largas y frías. Y la verdad es que tengo ganas de conocer el invierno de Ourense y sobre todo el de la aldeíña de Agnes. Ella me ha dicho muchas veces que ansía pasar allí todas las fiestas de Navidad y por eso me sabe mal que tenga que trabajar precisamente esa semana a cambio de que vayamos juntas a Barcelona el puente del seis de diciembre. No obstante, sí iremos a la aldea para estar juntos todos en las fechas más bonitas e invernales, aunque nosotras no celebremos la Navidad, pero me imagino que, aunque no creamos como los demás, podremos compartir momentos muy musicales y Agnes me ha contado que se canta mucho alrededor de la lareira y se comen cosas muy ricas mientras se cuentan historias y se recuerdan cantigas muy antiguas mientras el frío hiela el oscuro cielo de la noche.

Y creo que eso es todo por hoy. Tengo ganas de proteger a Agnes entre mis brazos y de sentirme amparada por su amor y su inmensa alma.

 

 

2 comentarios:

  1. Una entrada muy completa, Artemisa cuenta muchísimas cosas. En primer lugar quiero comentar lo del examen. Me parece muy entrañable que haya sentido a Agnes a su lado mientras hacía el examen, gracias a la pulsera o sencillamente al poder que Agnes desprende. Gracias a eso, no ha dudado en ninguna pregunta y cree que ha aprobado.¡¡Ojalá!! Por otro lado el examen de conducir se presenta como un verdadero reto para ella. La comprendo, para mi fue también muy complicado, intentar responder correctamente a preguntas que no me interesaban en absoluto y eran completamente aburridas.

    Agnes está muy sensible, la muerte de Lúa no es una herida que se pueda curar fácilmente. En reencuentro con su madre, la madre de Lúa, la aldea, tan solitaria, reconrdándole a su infancia...todo influye. Artemisa cree que no está enferma, que eso ya lo dejó atrás, pero no puede cantar victoria todavía. El viaje a Barcelona para ver a Casandra será la prueba de fuego. Yo iría preparado, por si hay que salir corriendo para Galicia en cualquier momento ante una recaída de Agnes. Espero que no, sería una bonita forma de dar carpetazo a esa etapa de su vida, enfrentarse a sus demonios y cerrar para siempre esa puerta tan dolorosa.

    Quizás esta época tan bonita de Navidad, con sus seres queridos, Artemisa y en su aldea, le ayude a sonreír y vivir plenamente de su tierra y de todas las cosas buenas que tiene.

    Una entrada muy a flor de piel, con tantas emociones unidas que es imposible no conectar con Artemisa y Agnes. Y como siempre, escrita con una delicadeza que me apasiona.

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  2. Como ocurre en otros pasajes, Artemisa da su visión de los mismmos hechos que Agnes, pero de una forma completamente distinta. Tal vez la excepción es el examen de CELGA, es curioso porque realmente nunca soy capaz de imaginarme a Artemisa hablando y escribiendo en gallego, es una tontería, tal vez porque a ella la leo en español siempre, claro. Me hace gracia que le resulte tan complicado el asunto de conducir, comparado con el gallego yo creo que es una nimiedad, pero en fin, para gustos colores, dicen. En realidad el estilo de Artemisa es mucho más preciso, explica cosas que Agnes pasa por alto, en cambio con lo que dice Artemisa se puede hacer una reconstrucción muy precisa de todo, y tampoco es que escriba como si hiciese un atestado policial, tiene su encanto y su buen gusto, pero comparado con Agnes el resultado es completamente distinto. Veo en Artemisa la ilusión por el futuro, está recomponiendo una nueva vida con su pareja, donde todo es nuevo, la casa, el entrono, todo, pero no se olvida de que tiene gente en Barcelona, y que todo puede encajar si se hace con cuidado y buena voluntad. Tal vez Artemisa es más práctica, pero admiro su valentía y su voluntad, por mucho que Agnes diga de vez en cuando que era evidente que lo de Lúa se iba a terminar y que la pareja con Artemisa era inevitable, yo nunca me lo termino de creer, y pienso en cambio que cuando Artemisa rondaba como una loca a Lúa y Artemisa sus posibilidades de éxito eran casi nulas.

    Pero todo ha sido diferente, y la verdad es que me alegro. ¿Qué nos deparará el porvenir?

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