No quería escribir porque no me apetece
nada enfrentarme a cómo me siento y a lo que estoy viviendo actualmente. Lo
único que siento es que echo muchísimo de menos a Agnes. Me duele el alma de
una forma que no puedo describir. Me duele el alma como si me la hubiesen
perforado. Por mucho que mi hermana esté conmigo, no puedo dejar de sentir ese
vacío que tengo en el pecho. Lloro con muchísima facilidad, no me concentro
cuando estoy en el trabajo y, cuando estoy en casa, siento que hace mucho frío
(pese a que estemos en verano), que todos los rincones están vacíos, que no
puedo respirar y que se me caen las paredes encima. La casa me parece un lugar
inhóspito sin ella. Lo único que me calma es saber que ella está tan feliz,
saber que ella está bien, que no tengo que preocuparme por nada, que ella no
está lejos de mí porque esté en un lugar en el que está sufriendo. Ella está en
su tierra, feliz, mucho más feliz de lo que lo estuvo jamás aquí. Cuando la
oigo hablar, siento que su voz brilla, que me sonríe de verdad, con un aliento
y una ternura que nunca le percibí en la voz, aunque conmigo ella siempre fue
así; pero la noto muy distinta.
Sin embargo, yo no puedo evitar sentir
mucho miedo. Ella me prometió que volvería, pero me cuesta mucho creer en sus
palabras. En sus palabras creo, pero no en el destino, más bien. Creo que ella
de veras sí tiene la intención de volver conmigo, o eso fue lo que yo noté
cuando se fue, pero no creo que vaya a volver. Es más, mi sexto sentido me dice
que no va a volver, que, después de conocer lo feliz y plena que se siente
allí, no querrá saber nada más de este lugar. Y, entonces, ¿qué debo hacer?
Ella sabe que yo no me puedo ir de aquí, que no quiero abandonar mi trabajo,
que ahora mismo no es factible que vayamos a vivir a Galicia; pero a ella no le
importa nada de eso, nada. Si no quiere volver, me dejará sola aquí con un
alquiler que estoy obligada a pagar hasta el año que viene, con una soledad que
me matará. Es que no podemos, al menos yo no puedo, no podemos irnos.
Mi hermana me consuela mucho cuando me
anima a que la crea, cuando me dice que, si ella me prometió que volvería, ella
va a volver; pero no puedo creer en nada. No quería reconocerlo, pero me siento
hundida. Ahora que cae la tarde y se termina otro día, siento que me muero, que
algo me perfora el alma, que me falta el aire. No quiero estar sin ella ni un
solo día más, pero no puedo irme todavía a Galicia. Aún tengo trabajo en el instituto
y creo que tendré que quedarme hasta la semana que viene. Además, no sé por qué
me pasa, siento que yo no tengo derecho a entrar en su mundo. Ella está muy
bien allí, está forjándose una vida temporal, y creo que yo no tengo un lugar
allí. Ella me insiste mucho en que vaya, me ha asegurado ya muchas veces que me
echa muchísimo de menos. Cada vez que me lo dice, se me parte el alma. Sé que
ella está deseando que vaya. Me ha dicho que quiere enseñarme su mundo, que
está deseando presentarme a su madre e incluso a la amiga que tiene allí, esa
mujer que fue su amiga cuando era niña y con la que se reencontró hace dos días
después de casi treinta años sin verse; pero yo no sé cómo estaría allí.
Presiento que me voy a sentir muy fuera de lugar, aunque sé que también me
gustará mucho su aldea y sobre todo el bosque que la rodea; pero no sé qué
hacer. No sé si ir o esperarme ya al 10 de agosto, que es cuando teníamos el
viaje ya planeado.
No sé por qué ahora mi intuición está
tan despierta. Llevaba muchos meses más bien callada y ahora siento que me
revela cosas que yo no le he preguntado en ningún momento. Me siento perdida en
mi propia vida, pero no sólo porque ahora me falte Agnes, sino porque no sé qué
va a pasar con nuestro futuro. No tengo la seguridad de que, cuando pasen estas
vacaciones, todo pueda seguir como antes. Sé que algo va a pasar. No sé si se
trata solamente de que Agnes no querrá volver. Me causa mucha impotencia no
poder adivinar qué ocurrirá. Tal vez todo esto sólo esté en mi mente y no sea
más que fruto de todos mis miedos. Tengo mucho miedo y además estoy
experimentando emociones que no sé si sentí alguna vez. He descubierto que,
desgraciadamente, soy celosa. No sabía que lo era hasta que Agnes me dijo que
se había reencontrado con Lúa, la chica que iba los veranos a su aldea y que
fue su primer amor, fue la primera persona de la que se enamoró, pero después me
ha asegurado muchas veces que lo que sintió por ella sobre todo fue atracción,
pero no acabo de creérmelo. Si hubiese sido solamente atracción, me lo habría
contado, no lo habría tenido tan escondido durante tanto tiempo.
El caso es que me muero de celos cada
vez que me cuenta que ha estado con ella. Ha pasado ya dos días enteros con
ella y me juego el cuello a que hoy también habrán estado juntas durante todo
el día. Lo peor es que ella va a estar siempre, es decir, no se va a ir ya,
sino que se quedará en la aldea hasta septiembre. Además, tiene coche; lo cual
quiere decir que van a hacer un montón de cosas, que podrán realizar un montón
de excursiones, que la llevará a muchos sitios, que aprovecharán el tiempo
mucho mejor de lo que jamás pudo aprovecharlo con nadie. El martes no conseguí
hablar con ella hasta la noche porque ni siquiera se acordó de que tenía móvil.
Lo había dejado en su habitación sin acordarse de nada, sin pensar que yo podía
llamarla.
Gracias a que el martes estaba con mi
hermana, conseguí controlar la rabia que sentía cuando la llamé y conseguí
hablar con ella. Mi hermana me dijo que no le demostrase que estaba molesta
porque entonces le costaría mucho más hablar conmigo. Me recomendó que fingiese
que todo lo que me explicaba me parecía estupendo, aunque por dentro estuviese
muriéndome de impotencia y de celos; pero Agnes no es tonta y enseguida me
preguntó qué me ocurría, me preguntó por qué estaba tan seria y enseguida me
dijo que tenía que entender que hacía muchas cosas y que no podía estar
pendiente del móvil, pero que eso no quería decir que ya no me quisiese igual
ni que ya no me echase de menos. Me pidió que fuese la semana que viene, pero
yo no sé qué hacer. Por un lado, me revienta que se pase el día entero con esa
chica, pero, por la otra parte, hay dentro de mí una voz que dice: pues que
esté con ella si tanto le importa; pero sé que esa voz es solamente la voz de
los celos. Yo no he estado nunca tan celosa, nunca, y lo que más rabia me da es
que Agnes lo descubrió enseguida. Enseguida, cuando notó que me ponía muy seria
cuando me hablaba de Lúa, me preguntó si estaba celosa y se echó a reír como si
eso fuese lo más gracioso del mundo. Me dijo que cómo era posible que estuviese
celosa, que qué motivos tenía para estarlo. Yo no sabía qué decirle. La verdad
es que me siento horriblemente tonta, maldita sea.
Yo sabía que estaba enamorada de Agnes,
pero lo que siento ahora es mucho más intenso de lo que creí sentir siempre, es
decir, ahora siento que la amo con una fuerza que arde dentro de mí y que la
necesito muchísimo, como si ella fuese una parte de mi cuerpo que me hubiesen
arrancado. Estoy cansada de sentirme así y de no poder vencer esta sensación que
tanto me asfixia. Siento que me ahogo sin ella. Me da mucha rabia no poder con
esto, no ser más fuerte. Ella está plenamente feliz, a pesar de que no deja de
decirme que me echa de menos, pero seguramente su estado anímico no tiene nada
que ver con el mío. Cuando hablo con ella, lo único que noto es felicidad,
tanta que a veces me pregunto si yo alguna vez conseguí hacerle tan feliz. No
puedo evitar ponerme a llorar cada vez que hablo con ella y me esfuerzo
muchísimo para que ella no lo note porque me da mucha vergüenza que sepa que
estoy tan destrozada. Y no estoy así porque ahora ella no esté conmigo, sino
porque siento que ya no va a estar más como estuvo siempre, porque sé que no va
a volver y, si vuelve, estará hundida. Después de conocer lo que puede llegar a
sentir si está en su tierra, no va a querer saber nada de esto, de nuestro
hogar, de la ciudad en la que vivimos. Lo sé, por mucho que ella intente
convencerme de lo contrario.
Hago cualquier cosa para distraerme.
Incluso estoy leyéndome libros cuyo argumento no me recuerde a Agnes ni a
Galicia para nada. Ni siquiera me atrevo a escuchar la radio o a poner la
televisión, ya que sé que, en cuanto vea algo de Galicia, se me va a caer el
alma al suelo y no será por sentir morriña, por supuesto que no. Tampoco puedo
escuchar música. Cualquier canción me hace llorar y se me clava en el alma como
si fuese un puñal.
Creo que
voy a dejar de escribir. Ojalá pueda aclararme. Ni siquiera me apetece que
llegue el fin de semana. Ojalá pudiese trabajar también el fin de semana, así
podría estar distraída. No quiero estar en casa, así que me iré al piso de mi
hermana.
Mi hermana
dice que lo mío no es normal, que incluso Agnes, que es mucho más frágil y
sensible que yo, está mucho mejor que yo, que no se imaginaba que yo podía
hundirme tanto sin ella. Yo no sé qué decirle porque sé que tiene razón. No es
normal que me sienta tan vacía, que ni siquiera pueda dormir. Me despierto
muchas veces sintiendo que estoy sola. La busco a mi lado y no encontrarla me
hace un daño insoportable. Tal vez Agnes sí pueda vivir sin mí allí en Galicia;
pero yo no puedo vivir sin ella. No puedo. No valgo nada sin ella. Me he dado
cuenta de que todo lo que hago lo hago por ella. Trabajo con tantas ganas para
poder vivir con ella aquí, en este piso al que le tengo tanto cariño. Soy como
soy porque ella me ama, porque ama lo que soy. No tengo sentido sin ella. Ni
siquiera sé cómo pude sobrevivir sin ella tanto tiempo allí en la isla, cómo
pude pasar cuatro años de mi vida sin verla. No lo entiendo. Quizá, en aquel
entonces, aunque estuviese enamorada de ella, no lo estuviese tanto como lo
estoy ahora. Es que yo sabía que lo estaba, es evidente, pero no me imaginaba
que lo estaba tanto. Es algo insoportable y, si ella me deja, yo no sé si podré
superarlo. Yo sé que soy reemplazable para ella, pero ella para mí no lo es.
Y creo que
ya voy a dejar de escribir porque escribiendo estas cosas estoy haciéndome
muchísimo daño.
No me imaginaba a Artemisa tan destrozada. La ausencia de Agnes es como un puñal en toda el alma para ella. En estos momentos, Artemisa parece la más sensible, la que necesita más apoyo. Es lógico que se sienta tan mal, y más con Lúa por ahí. Es que es su primer amor...y ese, se supone que nunca se olvida (aunque en mi caso, lo olvidé a los dos segundos jajaja). Un reencuentro después de tantos años, todo el tiempo juntas...se tienen que disparar los celos. Ni ella misma sabía que era celosa jajaja, es que eso no lo sabemos hasta que nos encontramos en una situación así. Podemos explotar contra nuestra pareja (de forma muy injusta) o contra la persona que creemos que "nos quita" la pareja. Menos mal que tiene a Casandra, al menos ella la apoya y le anima, para que confíe en Agnes. Artemisa no es tonta...sabe cómo piensa Agnes y que vaya a volver de Galicia es cada vez más improbable. Da pena verla así, tan hundida. A ver que va ocurriendo, espero que sus celos se apacigüen y confíe en Agnes (aunque yo reconozco que estaría igual de celoso que ella). Es curioso, por una parte Agnes feliz, viviendo un sueño, y por otro, Artemisa llorando, viviendo un infierno...¿No será esto lo que necesitaba Artemisa para dar el paso? Esto le demuestra que la necesita, que la ama, y que en realidad, el sitio dónde vive le da más igual si está con ella. ¡¡Esto está que arde!!
ResponderEliminarAh, cómo cambian las cosas. Lo primero es decir que todo lo que he leído me parece absolutamente creíble, porque me he encontrado casos comparables a lo largo del tiempo, es decir, en una pareja es relativamente frecuente que uno de los dos esté más seguro, confiado en el amor de la otra persona, como algo que se tiene incondicionalmente, de modo que la otra persona está más pendiente, más insegura; y de pronto, por la razón que sea, la cosa se da la vuelta, y quien tenía la seguridad ahora se vuelve un mar de dudas, y al revés, quien parecía más dependiente y supeditado en el juego amoroso ahora se desenvuelve con soltura... y eso justo lo que ha pasado ahora. Claro, aquí tenemos a Lúa metida en medio de la relación, y Artemisa hace que muy bien en preocuparse. Me hace gracia cuando habla de la atracción, especulando sobre si lo que hubo y ahora puede haber entre Agnes y Lúa es "solamente" atracción, como si eso fuera poco... la atracción es siempre el primer paso para una relación más profunda, así que yo no la pasaría por alto. Agnes está viviendo un sueño, su sueño, y Artemisa empieza a verse amenazada. Por más vueltas que le dé, yo que ella, me plantaría allí mismo mañana, porque además no hay cosa peor que las elucubraciones que se hacen cuando no se está, eso es casi lo peor, porque nos imaginamos cosas tan malas que nunca la realidad es así. Así que ya quiero ver a Artemisa camino de la aldea, ¿ocurrirá de este modo? Veremos...
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