jueves, 30 de agosto de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: MIÉRCOLES, 1 DE AGOSTO DE 2018


Miércoles, 1 de agosto de 2018

Qué ganas tenía de escribir para contar todo lo que he vivido desde la última vez que escribí. La felicidad y la emoción que siento no me permiten decidir con claridad las palabras con las que quiero explicar todo lo que ha pasado y además hacen que me tiemblen las manos. Ahora mismo me encuentro sentada en la hierba, entre los árboles. Está amaneciendo. Me apetecía mucho salir a correr por aquí mientras el cielo se llena de luz, pero ésta es la primera mañana en la que he tenido la oportunidad de hacerlo. He sentido muchísimas cosas mientras corría entre los árboles, sintiendo el fresquito de la madrugada y también el que quedaba de la noche, protegido entre los troncos. Las noches aquí son muy frescas y agradables. Se puede dormir perfectamente mientras, según me ha dicho mi hermana, allí en Cataluña están cociéndose de calor. Aquí no es así para nada. Dormimos con la ventana medio abierta (estas ventanas no tienen persiana) y entra un fresquito tan delicioso que incluso sientes la necesidad de cubrirte con la sábana y con una colcha fina que tenemos. Además, no sólo entra por la ventana el fresquito de la noche, sino también el aroma de las hojas, el de la humedad (Agnes lo llama “orballo”) y también entra el silencio profundo de la noche, el que está lleno del canto de los grillos, de algunas aves nocturnas y de la voz Del Río, la que suena a lo lejos, escondida entre los troncos de los árboles. De verdad, hacía muchísimo tiempo que no me encontraba en un lugar tan lleno de paz. Es cierto que dormí aquí la semana pasada, pero los días que pasé aquí yo no estaba bien. Todavía estaba dominada por esos celos horribles que no me dejaban pensar ni sentir con claridad y mucho menos disfrutar de la vida y de la gran cantidad de cosas que este lugar podía ofrecerme. Ahora sí tengo el alma limpia, ahora sí puedo permitir que la magia de este lugar me invada por completo, ahora sí puedo sentir el inmenso hechizo que cae sobre mí cada vez que miro a mi alrededor y percibo toda la hermosura de este rincón del mundo. Ahora sí puedo entender por qué Agnes lo ama tanto, ahora sí puedo reconocer que me parece precioso, que no he visto lugares como éste, que es tan bonito que me gustaría que el resto del mundo desapareciese.

Agnes vino a verme el martes, o sea, ayer, que parece que haga más tiempo, pero porque todas las horas que estamos viviendo están tan llenas de vida que no parecen horas, sino días enteros, de lo intensas que son; y a la vez el tiempo pasa tan rápido... No puedo creer que ya lleve una semana en Galicia, pero qué diferentes están siendo estas horas a las de la semana pasada. Me recuerdo tan mal, tan inmersa en ese estado de rabia y celos que me pregunto cómo es posible que me soportase a mí misma. Lo he pasado muy mal, pero ya todo eso queda atrás. Ahora me siento tan llena de dicha, de bendiciones y de amor que me cuesta mucho creerme que la mujer que tan mal se comportó el sábado con Agnes y con Lúa sea yo. No me identifico nada con esa versión horrible de mí misma.

Pero quiero hablar de cómo fueron las cosas. Ayer vino a verme Agnes dispuesta a arreglar las cosas. Yo, durante los días que pasé sola en Ourense, estuve reconciliándome con la posibilidad de vivir allí dentro de poco. Esos días llenos de soledad me habían servido para entender muchas cosas; e incluso tengo que reconocer que, aunque parezca extraño, la misma ciudad de Ourense me ayudó a entender esas cosas que yo me negaba a comprender, que yo me negaba a aceptar. Fue como si Ourense me hablase y me hiciese entender que, si yo amaba a Agnes de verdad, tenía que aceptarla con todo lo que era, que, si la amaba y quería estar con ella teniéndola plenamente, tenía que vivir allí, que no podía alejarla de ese lugar, que ella depende de estar aquí para encontrarse bien. Poco a poco, fui comprendiendo que yo no podía jugar así con la salud anímica de Agnes. Es cierto que el vínculo que la une a su tierra no es algo común, pero es parte de ella misma. Es cierto que no es algo muy normal que pueda enfermarse tanto si se encuentra lejos de su tierra, pero es así, es lo que ocurre, y ella no tiene la culpa de eso. Comprendí que, si me importaba la salud de Agnes, tenía que mudarme aquí, tenía que renunciar a todo eso que yo pensaba que me hacía feliz, todo eso que yo necesitaba para sentirme yo misma; pero también he entendido que nada es más importante que la salud de la persona que amamos. No se trata de que a Agnes le guste este lugar para vivir. Se trata de que puede enfermarse si no está aquí y eso ya lo he comprobado tantas veces que no me apetece hacerlo otra vez. Sé que, si la obligo a regresar a Cataluña, va a deshacerse y es muy posible que me cueste mucho recuperarla. Y a mí me gusta muchísimo esa Agnes que sonríe y ríe con tanta libertad, que es feliz, que puede disfrutar de cada momento y de cada detalle de la vida. Yo no quiero tenerla mal, no quiero que vuelva a perder la ilusión de vivir.

Ahora no sé cómo explicar lo que siento, pero es que, como le dije ayer por la noche, me quedaría aquí para siempre. Es verdad que tendría que hacer algunos cambios en mi vida. Por ejemplo, se me ha pasado por la cabeza sacarme el carné de conducir, aunque nunca me han gustado nada los coches y creo que odio conducir, a pesar de que nunca lo haya probado. También le dije que estaba pensando en pedirme una excedencia en el trabajo de un año y así poder definir nuestra situación. Ahora mismo el suelo de nuestra existencia está temblando como si hubiese un terremoto, pero no me impaciento, la verdad. No sé lo que me ha pasado, pero tengo que reconocer que todo lo que antes me impedía aceptar que tendría que vivir aquí se ha desvanecido. He sentido en mi alma lo que sería perder a Agnes por culpa de mi tozudez, he sentido en mi piel y en todo mi cuerpo lo helada que me quedaría sin ella. Estos días que he pasado sola en Ourense, caminando por las calles de esa ciudad que ella ama tanto (la única ciudad del mundo que ama, me parece a mí), he sabido cuán equivocada he estado, cuán egoísta he sido. No puedo seguir comportándome así. Tengo que pensar en ella si la amo, si me importa de verdad que esté bien. Agnes no es alguien sencillo, es decir, si ella está mal, está mal de verdad, sus desánimos no son esos desánimos que podemos sentir un día determinado en el que todo nos cuesta y en el que nos sentimos morir de tristeza. Sus desánimos son algo muy fuerte, son algo serio de verdad, y eso tengo que tenerlo en cuenta.

Cuando ayer fue a buscarme a Ourense, enseguida me di cuenta de que estaba dispuesta a renunciar a cualquier cosa por mí, para recuperarme, aunque también fue muy clara conmigo y me dijo que, si la amaba y amaba todo lo que ella era, tenía que aceptarla con su identidad, que en lo que ella es entra su identidad, y también me dijo que sabía que, si se queda aquí, su enfermedad no la atacará tanto como allí en Cataluña, que sabía que, si se iba, volvería a estar muy mal y no quería vivir eso otra vez. Yo eso ya lo había entendido hacía horas gracias a esos paseos que me había dado por Ourense, en los que de verdad sentía que había algo que me hablaba y me ayudaba a comprender las cosas.

Nuestra reconciliación fue muy bonita, aunque a mí me costó mucho aceptar mis errores y perdonarme a mí misma. Lloré muchísimo delante de ella, pero creo que ese llanto me limpió el alma. A partir de entonces, todo ha comenzado a brillar de un modo impresionante. Por la tarde quedamos con Lúa y estuvimos tomando un helado en Ourense mientras hablábamos con calma de todo. Es increíble, pero ahora es que no entiendo de dónde saqué yo todo eso que pensaba, en qué veía yo que Lúa y Agnes estaban engañándome, que estaban juntas a mis espaldas. No hay nada raro entre ellas. Qué paranoica he sido. Agnes ha estado conmigo todas las horas desde que llegamos a su aldea. Me trata como si me mereciese todo el amor del mundo, cuando he sido tan injusta e incluso cruel. Además, no puedo evitar emocionarme cada vez que siento la dulce manera como me trata Anxos, la madre de Agnes. Qué mujer más buena. Es tan buena que me da pena saber que ha sufrido tanto. Yo creo que hubo alguien que las engañó a las dos, alguien que les ocultó información y que jugó con sus vidas injustamente.

Incluso Lúa me parece un encanto. Me trata como si nada hubiese pasado, como si todo aquello no hubiese sido real. Me hace reír mucho con sus ocurrencias. Ahora entiendo por qué Agnes se reía tanto con ella. Es muy graciosa y tiene un humor muy divertido. Además, cuando estamos las tres juntas, es que es imposible no reír y reír. Me gusta estar así, compartiendo con ellas esos momentos tan bonitos. Además, a las tres nos gusta mucho la naturaleza y podemos entendernos perfectamente en lo que sentimos. Y otra cosa que me sorprende mucho es que Lúa tiene creencias parecidas a las nuestras. No cree en la misma religión que nosotras, pero es muy parecido todo lo que cree e incluso hemos insinuado que podríamos celebrar un ritual juntas. Ella es más bien celta y es que no me extraña.

Llevo muy poco tiempo aquí, verdaderamente, quiero decir que en realidad llegué de verdad ayer por el crepúsculo y me parece que ya he vivido aquí mucho tiempo, pero no porque se me haya hecho largo, sino porque me siento cada vez más bien aquí, más tranquila. Y es que también tengo que reconocer que esta tierra me ha hecho darme cuenta de lo necesitada que estaba de hallarme en un lugar tan tranquilo. Necesitaba muchísimo hallarme en la naturaleza para reencontrarme conmigo misma. Es verdad, yo no estaba conmigo misma. Agnes tenía razón cuando afirmaba que la vida que llevábamos allí estaba separándome de mí misma, que yo estaba cambiando demasiado, que yo antes no era así, que me importaban más cosas que no tenían tanta importancia que lo verdaderamente relevante, y es que tenía muchísima razón, aunque es ahora cuando lo percibo, es ahora cuando lo entiendo. ¿Por qué me empeñaba en silenciar esa parte de mí que también prefiere hallarse en un lugar así en vez de en una inmensa ciudad llena de estímulos? Es verdad que allí tenía una vida muy sociable, pero aquí también podemos tenerla y en realidad yo tampoco necesito a tanta gente para sentirme bien. Con Agnes ya lo tengo todo.

La madre de Agnes opina que tendríamos que dejarlo todo y quedarnos aquí si tan felices nos sentimos, que aquí podemos vivir perfectamente, dice que esta casa es nuestra también (básicamente porque Agnes la heredará cuando ella no esté, pero nadie quiere pensar en eso) y dice que, si lo necesito, puedo contratar internet y lo que haga falta, que ella nunca pensó en esas modernidades, pero que yo sí las necesito e incluso me ha propuesto que dé clases a distancia, que dice que hay alguna amiga suya que lo hace, que da clases desde la aldea, y no me parece una idea tan descabellada, la verdad; pero no sé qué tengo que hacer para conseguir eso. Pienso que podría dar clases en alguna universidad a distancia, de ésas que ofrecen hacer la carrera por internet. A Agnes le parece una idea estupenda, pero también me dice que tengo que pensar en lo que me gustaría hacer. Ahora, la verdad es que prefiero no pensar en nada. Prefiero vivir estos días con toda mi alma, recuperando el tiempo que yo he destruido sin estar con Agnes. Ahora siento que la tengo más plenamente que nunca. Tengo conmigo a mi Agnes de verdad, con toda su esencia, y creo que nunca la he tenido así, nunca. Me siento tan feliz cuando estamos juntas que sólo siento que en este pequeño rincón del mundo tenemos incluso nuestro mundo, y siento que nos une algo muy fuerte. Tiene que ser muy fuerte también lo que nos une para que siga latiendo con tanta fuerza después de todo lo que ocurrió, que fue muy triste e incluso grave, como dice mi hermana. Lúa y Casandra (sin conocerse de nada, piensan lo mismo) dicen que hemos superado una prueba muy importante y grande, que, si nuestro amor no hubiese sido de verdad, lo que ocurrió podría habernos separado perfectamente. Y creo que tienen razón, mucha razón. Agnes y yo también lo pensamos.

Pues de momento eso es todo lo que quería contar hoy. Agnes ya estará esperándome en su casa con el desayuno preparado. Ah, otra cosa que no me extrañaría es que yo saliese de aquí hablando gallego. Me parece raro que mi hermana me hable en castellano. Cada vez que se lo digo, se ríe con ganas. Agnes me dice que ya podría hablarlo perfectamente, pero no me atrevo a hacerlo.

Y ya seguiré escribiendo en otro momento.

2 comentarios:

  1. Han superado una prueba pero de las gordas. Los celos de Artemisa casi destruyen su relación pero con el amor que se tienen han conseguido superar todo eso. Es maravilloso que ahora Artemisa vea las cosas de otra manera, que esos celos terribles hayan desaparecido. Eran celoso muy violentos y es extraordinario que haya conseguido dominarlos por completo. Ha necesitado sufrir en su piel las consecuencias y la posibilidad de perder a Agnes. Ahora que todo pasó, puede ver las cosas desde otra perspectiva. Ahora es cuando está difrutando de su estancia en Galicia junto a Agnes. Se da cuenta lo maravilloso que es ese lugar, de lo mágica que es Ourense e incluso está fascinada con ella. Ahora ve las cosas de otra manera, contemplando la posibilidad de trabajar y vivir allí con alegría. Ha rectificado a tiempo, y rectificar, es de sabios. ¡Hasta podría sacarse el carnet de conducir! Eso habría que verlo jajaja, tiene que se divertido, ella conduciendo temerosa y Agnes vomitando por la ventana jajaja. Me alegra que las cosas se hayan solucionado, pero tengo una espinita que me dice que tan maravilloso no puede ser todo...Intuyo que algo pasará y ademá, he captado palabras que has ido diciendo durante el verano que me hacen deducir que las cosas se complicarán más. Aiins, miedo me da todo. Por el momento todo está bien, aprovecharé esta armonía tan bonita y me empaparé de ella antes que se desvanezca. Un capítulo cortito, pero muy bonito y sobretodo, necesario. Tenía muchas ganas de saber lo que pensaba Artemisa, su visión sobre lo que estaba ocurriendo. Está enganchadísimooo!

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  2. Es una noticia muy importante, desde luego. Me pregunto qué es lo que ha removido a Artemisa hasta el punto de ceder, porque ella lo dice, que no quiere que Agnes enferme si regresa a Catatuña, etc., pero las personas tenemos un modo de pensar que no resulta sencillo de tirar abajo así como así, es decir, ya tenía muchísimos prejuicios, no solo con el asunto de Galicia y todo lo que está a su alrededor, sino también por Lúa, de la que ahora tiene una buenísima opinión. Es curioso que se mencione la influencia de Orense, pasear por sus calles, porque es verdad que los lugares nos afectan, los olores, los sonidos, todo, y realmente es una zona tan bonita que si tienes una mente un poco abierta no es tan descabellado que te plantees hacer un cambio total de vida, después de todo ¿por qué no? Este es posiblemente lo que está pasando en la cabeza de Artemisa, tras el infierno de los días anteriores todo se ha sacudido, y tal vez eso ha propiciado el que Artemisa admita ahora lo que siempre le pareció inamovible, y es que todo se puede cambiar. Posiblemente esa es la razón por la que ahora se plantea aprender a conducir, porque se le ha sacudido el esquema mental y ahora ve al alcance cosas que le parecían imposibles o muy difíciles. Romper los esquemas mentales es una de las técnicas para superar bloqueos, cuántas veces nos vemos así, atados, encerrados, inmóviles porque creemos que todo a nuestro alrededor está en contra y que la solución es totalmente imposible... y a menudo somos nosotros mismos, al limitarnos, los que hacemos inviable cualquier situación. La palanca que ha roto todo eso ha sido el amor, tampoco de ello tengo duda, el que siente por Agnes. Y eso no puede sino significar que las cosas deben ir a mejor... esa es la impresión con la que me quedo. Me ha encantado.

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