Ya estoy
en casa. He pasado este fin de semana en la aldea de Agnes. No volvía a su aldea
desde agosto, desde cuando nos fuimos, y, tal como estaban yendo las cosas,
pensaba que nunca más regresaría; pero, cuando Agnes me preguntó si me apetecía
asistir a la fiesta que harían el viernes 26 por su cumpleaños, no dudé ni un
momento. Me apetecía muchísimo volver a ver a su madre y a los demás vecinos de
la aldea, me apetecía también volver a caminar por el bosque y sentarme en la
orilla del río. Además, debo reconocer que echaba mucho de menos las comidas y
los dulces que Anxiños sabe hacer tan bien. También añoraba la forma de cocinar
de Agnes (que parece que la haya heredado de su madre) porque llevaba mucho
tiempo sin comer nada que ella hubiese cocinado, así que este fin de semana he
comido todo lo que me han puesto e incluso he repetido siempre que he podido.
No hay nada que le haga más feliz a Anxiños que ver que disfrutas de la comida
que ella prepara con tanto cariño. Además, Agnes y ella han hecho una bica
amantecada que estaba para chuparse los dedos. No ha durado ni dos días, y eso
que era bastante grande.
Llevo tantos
días sin escribir porque apenas he tenido tiempo para mí. Estoy estudiando
muchísimo para sacarme el carné de conducir cuanto antes, pero también estoy
estudiando gallego porque me interesa aprobar el examen del CELGA4. Agnes
incluso está ayudándome a estudiar, pero apenas me atrevo a pedirle que me
ayude porque ella no está nada concentrada, está muy distraída y le cuesta
mucho centrarse. No está bien. Está muy triste. Yo sé que ella quiere volver
conmigo, pero sé que necesita que el tiempo le cure las heridas que tiene en el
alma. Sé que volveremos, pero es preciso que viva este tiempo de luto para que,
cuando volvamos, pueda hacerlo sintiéndose completamente bien. Cualquier cosa
que ve o canción que oye le recuerda a Lúa. Enseguida se acuerda de ella y los
ojos se le llenan de lágrimas. Ha llegado a confesarme que no sólo le duele que
ella no esté y que nunca más vaya a volver, sino también que ella se fuese
habiendo sufrido tanto, llevándose a la muerte tanto dolor. Dice que le hace
mucho daño pensar que Lúa se sintió tan mal durante tanto tiempo... pero eso no
es nada exclusivo de ella. Todos tenemos nuestras tristezas. Puede que para los
demás las cosas que más nos hieren o nos ponen tristes parezcan una tontería,
pero cada persona es un mundo y hay cosas que no estamos enseñados a superar.
Nadie nos enseñó nunca a aceptar las pérdidas, nadie nos enseñó nunca a seguir
viviendo llevando tanta tristeza en el corazón, nunca nadie nos enseñó a
aceptar la muerte de un ser querido. Por mucho que sepamos que la vida es
finita, que algún día ya no estarán a nuestro lado los seres que más queremos,
cuando alguien que queremos tanto falta, se va para siempre, sientes que no
sabes nada, que tienes que aprender a vivir de cero, desde el principio, porque
vamos aprendiendo, con cada día que vivimos, a existir en una vida concreta;
pero, cuando perdemos de repente algo que formaba parte de nuestra vida,
tenemos que aprender a vivir otra vida que, aunque se parezca a la que vivíamos
antes, no se asemeja en casi nada a la que teníamos cuando esa persona estaba
viva, porque cuando esa persona estaba viva hacía que nuestra vida fuese de una
determinada manera. Al irse, todo vuelve a empezar, tenemos que aprender a
vivir sin que esa persona esté, y eso es muy difícil de conseguir. Agnes está
precisamente en ese punto, está intentando aprender a existir en una vida en la
que Lúa ya no respira y eso va a costarle mucho porque, aunque llevasen poco
tiempo juntas, estaban muy conectadas, estaban muy unidas y se entendían como
si siempre hubiesen estado juntas. En tan poquito tiempo, han compartido
muchísimas cosas, tantas que sería imposible nombrarlas todas. Y ahora Lúa no
está. Cuando Agnes tiene que enfrentarse a la soledad que vive con ella en la casa
que fue de Lúa, entonces se siente pequeña e ignorante, eso me ha dicho, siente
que no sabe vivir, siente que no sabe qué tiene que hacer...
Además de
estudiar, lo que también he hecho es estar mucho con Agnes. He estado con ella
todo el tiempo que nos ha sido posible. No quiero que se sienta sola. No sé
cómo tiene valor de vivir en la casa de Lúa (la que es un piso, por cierto),
sin ella, estando tan sola... Yo no me atrevo a proponerle que vivamos juntas
todavía porque quiero que sea ella quien me lo pida, igual que quiero que sea
ella quien me bese de verdad por primera vez después de tanto tiempo separadas.
Quiero que sea ella quien se atreva a traspasar la frontera que nos separa algo
todavía. Ayer pensaba que sería capaz de lanzarse a mis brazos, pero no lo
hizo. Fue ayer por la noche. Cenamos solas en su casa. Su madre se fue a
Ourense a cenar con su hermano y la madre de Lúa, a quien querían distraer un
poco. A Agnes no le apetecía nada salir porque decía que estaba muy cansada de
la noche anterior, que la verdad es que fue muy intensa, así que nos quedamos
solas. Yo le propuse compartir una botella de vino y, extrañamente, ella me
dijo que no sabía si le convenía beber, que le daba miedo que el alcohol
intensificase sus sentimientos; pero al final la compartimos. Cenamos muy bien,
muy tranquilas. En la aldea es que no hay ni un solo sonido que nos haga daño.
Sólo se oye la noche, los grillos... Debo decir también que la semana pasada
llovió bastante en Galicia, así que el bosque está cargado de olores
exquisitos, el río parece más grande y fuerte y la oscuridad de la noche es
húmeda y cristalina. Agnes también se percata de todas estas cosas y, a veces,
no es necesario que la una le confiese a la otra lo que piensa porque creo que
ya nos entendemos a la perfección en nuestros silencios.
Cuando
terminamos de cenar, estuvimos un buen rato hablando sentadas en el sofá, pero
Agnes estaba cada vez más agotada, ya que la noche anterior nos habíamos ido a
dormir muy tarde, y al final nos fuimos a dormir antes de la una. Yo dormía en
una habitación de invitados que está al lado de la de Agnes. Pues fue justo
cuando nos estábamos despidiendo cuando creí que todo iba a cambiar. A Agnes le
había subido un poco el vino (como siempre), pero esta vez estaba muy decaída,
nada que ver con las otras veces en las que la he visto algo embriagada. Nos
dimos un abrazo muy cariñoso y, cuando nos separamos, antes de entrar en su
habitación, Agnes me miró durante largos segundos con una ternura y un calor
que se intensificaban con el paso del tiempo. Parecía estar pidiéndome con los
ojos: hazlo tú, hazlo tú, yo no puedo; pero yo no podía forzar las cosas. Tiene
que ser Agnes quien lo haga, quien dé el paso. Es su luto y tengo que
respetarlo. No obstante, al ver la mirada que me dedicaba, con la cual parecía
estar pidiéndome también que la protegiese esa noche, que no la dejase sola, me
acerqué a ella y la tomé de las manos con mucha dulzura. Ella intentó
sonreírme, pero entonces me di cuenta de que tenía los ojos llorosos. Le
pregunté si estaba bien y ella me lo negó suavemente con la cabeza, en
silencio, mientras ya le resbalaban las lágrimas por las mejillas. Era inútil
que me ocultase su dolor. Yo no quería que lo hiciese. La conduje hacia su
habitación y nos sentamos en su cama. Yo la abracé alentándola a que llorase
todo lo que necesitaba. Tiene que llorar mucho para desahogar la pena que lleva
por dentro.
—
Es que me cuesta mucho aceptar que ella nunca más volverá —me dijo
casi sin poder hablar, al cabo de unos largos minutos—. Siento que su ausencia
grita en todas partes. Perdóname, Artemisa. Yo quiero ser feliz contigo. Ojalá pudiese
estar contigo esta noche, pero no puedo, no puedo. Hay algo que me detiene y me
paraliza. Yo te prometo que estaremos juntas para siempre, pero no sé cuándo
podré...
—
No te preocupes por nada, Agnes. No hace ni dos semanas que Lúa se
ha ido. No tengas prisa, no te reprimas ninguna emoción porque luego es mucho
peor. Vive tu tristeza el tiempo que necesites, pero nunca olvides que yo
siempre estaré aquí a tu lado, esperándote el tiempo que sea necesario.
—
Tengo tanta suerte por tenerte a mi lado...
—
La querías mucho. Es comprensible que te cueste aceptar su muerte.
No tienes que sentirte mal por llorarla.
—
Es difícil vivir llevando una muerte en el corazón. Creo que es la
primera muerte que me duele de verdad. La de Gaya me dolió muchísimo, pero la
de Lúa... No sé por qué... Me siento como si me hubiesen arrancado una parte de
mi corazón. Yo, Artemisa, habría vuelto contigo tarde o temprano; pero no
entiendo por qué ella ha tenido que irse tan pronto. Podríamos haber sido tan
buenas amigas todas... Es injusto, Artemisa.
—
Sí lo es —le contesté intentando digerir las palabras que Agnes
acababa de dedicarme. Pensé que, tal vez, si Lúa no se hubiese muerto, Agnes
estaría conmigo ya, no habríamos tardado tanto en volver—. Es injusto porque
Lúa era muy buena. No se lo merece.
—
Hay muchísimas cosas que me recuerdan a ella: nuestro río, el
bosque, el olor de la tierra, nuestro hablar, el sabor del vino... Hay
muchísimas canciones que me recuerdan a ella, tantas que tengo la sensación de
que no existe ninguna canción que no me recuerde a ella. Hemos compartido
muchísima música, no sólo porque la escuchásemos, sino porque nosotras mismas
la creábamos... todas las canciones de nuestra tierra tienen algo de ella...
Por eso me costará tanto volver a disfrutar con la música, con los paseos por
el bosque, con cualquier cosa... pero acabaré superándolo, te lo prometo. Tengo
que luchar por mí, sí, pero también por ti. Te mereces recibir todo lo bueno
que yo puedo tener y ser.
—
Por supuesto que lo superarás. Has superado ya muchísimas cosas, Agnes.
Es imposible que te hundas ahora. Además, viviendo en Galicia, tienes ya la
seguridad de que tu enfermedad no va a volver.
—
Es cierto... La tristeza que siento ahora no se parece en nada a la
que sentía cuando estaba enferma —me reconoció ya más tranquila—. Artemisa,
muchas gracias por estar conmigo. NO imaginas cuánto te agradezco que estés
aquí. Gracias, gracias por volver, gracias —me dijo abrazándome con mucho
cariño y fuerza—. Perdóname por todo, Artemisa.
—
No tengo nada que perdonarte, cariño. Tranquila, todo irá bien,
Agnes —le dije aguantándome las ganas de llorar.
—
Artemisa... —me llamó mientras seguía abrazándome con tanto cariño.
—
Dime, Agnesiña.
—
Artemisa, te quiero. Nunca lo olvides —me dijo apretándome de nuevo
contra ella—. Te quiero, Artemisiña. Nunca dejé de hacerlo... pero... fue todo
tan extraño...
—
Tenías que estar con Lúa este tiempo. No lo pienses más. No te
preocupes más. Era lo que tenía que ocurrir.
Y me
quedo con esas palabras. Hacía mucho tiempo que Agnes no me confesaba que me
quería y oír cómo me lo decía me llenó el alma de orgullo, de felicidad y de
emoción. Aunque estuviese todavía tan triste, sin poder dejar de llorar, yo
sentí que poco a poco estaba comenzando nuestro regreso.
Es cierto
que le he prometido que esperaría a que fuese ella quien deshiciese la pequeña
frontera que nos separa, pero ayer, al oír cómo me decía que me quería, al
tenerla tan cerca, no pude evitar acercarme a ella y rozarle suavemente los
labios, dándole un beso muy tierno que sé que le acarició el alma; pero ya no
hice nada más. Me quedé quieta, cerca de ella, y Agnes me devolvió el beso con
mucha timidez, como si fuese la primera vez que me besaba. Notaba que temblaba
delicadamente, que estaba estremecida y a la vez desorientada... por eso me
aparté de ella antes de que se sintiese forzada a seguir haciendo algo que
todavía no se sentía capaz de hacer; pero tuve que esforzarme mucho por
reprimir mi ternura, mi amor, mi pasión.
—
Eres un anxiño —me dijo muy quedo cerca de mis labios. Puse esa
palabra en gallego porque me estremeció cómo sonó en su voz—. Cuando tenga el
alma curada, te juro que te daré toda la felicidad que existe en el mundo.
Nunca más volveré a dejarte tan sola, Artemisa. Te lo prometo.
—
Yo tampoco, Agnes. Estaré contigo aquí para siempre.
Y después
ya nos fuimos a dormir. Ha sido un fin de semana muy bonito, lleno de momentos
preciosos y nostálgicos. Debo reconocer que la música que tocaron el viernes
por la noche me llenó el alma de morriña y también de felicidad. Qué bonito
fue. Ver tocar así a Agnes, tan entregada a lo que hacía, con tanto amor y
ganas de hacerlo lo mejor posible, me emocionó mucho. Todavía me sorprendo
mucho cuando la oigo y veo percutir en la pandereta. Parece que lleve toda la
vida tocando ese instrumento.
Lo más
bonito de todo es que siento que estamos muy cerca, tanto física como
anímicamente, cuando compartimos el tiempo, cuando hablamos, cuando nos
miramos, cuando estamos juntas. A veces, no es necesario siempre demostrar con
gestos que amas a una persona. Tan sólo con la forma como la escuches, tan sólo
con las miradas, con la manera de hablar, con la manera de tratar a esa persona,
puedes demostrarle que la amas con toda tu alma y es precisamente lo que está
ocurriéndome con Agnes. Es verdad que todavía no nos hemos entregado como tanto
y tanto deseo, pero me mira de una manera que me hace sentir muy protegida y
querida, me escucha con mucha atención cuando le hablo, incluso se ríe con las
cosas que le cuento sobre el temario del carné de conducir o sobre cualquier
cosa que nos haga gracia. Verla reír es para mí como ver brillar las flores
bajo el sol después de una intensa tormenta. Oír su risa y ver su sonrisa es
ver directamente la hermosura de la vida, es oírla y sentirla envolviéndote. Y
sobre todo se me llena el alma de amor y felicidad cuando la veo reír sabiendo
que está tan triste.
El fin de
semana pasado, Agnes regresó a la casa de Lúa después de tantos días sin
volver. El viernes por la noche, antes de irnos a dormir (ella estaba en la
aldea y yo, en Ourense), la llamé por teléfono y estuvimos hablando durante
mucho tiempo y me dijo unas cosas que me estremecieron. Me dijo que le
encantaría que estuviese a su lado, incluso me dio las buenas noches como
siempre hacía cuando estábamos juntas, con ese “boas noitiñas” que tanto me
acaricia el alma. Cuando me dijo que iría a la casa de Lúa, le pregunté si
quería que la acompañase, pero ella me dijo que tenía que vivir sola ese
momento. Incluso, cuando le dije que le convenía esperar un poco más, me dijo
que tenía que ir ya, que había alimentos que estarían echándose a perder y
también quería vivir cuanto antes ese momento tan triste. El día del sábado lo
pasó sola, totalmente sola, mientras yo me preguntaba cómo era posible que
fuese tan valiente; pero el domingo me contó que lo había pasado muy mal, que
había sido muy triste, que pensaba que no podría dormir, pero que al final
acabó durmiendo profundamente durante muchas horas. Incluso, cuando nos vimos
el lunes por la tarde, me explicó que había sentido que Lúa estaba con ella.
Otra persona que no conociese a Agnes creería que Agnes ha perdido la cabeza,
pero yo, que la conozco tan bien, jamás podré dudar de sus palabras. Sé que me
contaba la verdad, que Lúa había estado de verdad con ella. Agnes tiene un don especial
que le permite sentir esas almas que ya no están en este mundo. Y este viernes,
mientras cantábamos y danzábamos, sé que también la sentía. Nos dijo, antes de
empezar a tocar y a cantar, que sabía que Lúa estaba con nosotros. Yo sentí
escalofríos cuando seguí la mirada de Agnes y me di cuenta de que sus ojos
estaban fijos en un lugar concreto. Miraba algo que había allí; algo que sólo
ella veía, y no dudaba de que era real, de que Lúa sí estaba con nosotros. Es
escalofriante, pero también muy bonito. Y siento escalofríos también cuando
Agnes me dice que estamos precisamente en la época del año que más propicia es
para captar a las ánimas que se fueron. Es cierto, estamos en Samhain y Agnes
me ha dicho que el miércoles por la noche quiere ir a su aldea, quiere ir al
bosque por la noche e intentar invocar al espíritu de su abuela y al de Lúa. Yo
no sé si seré capaz de acompañarla, pero no quiero dejarla sola. A mí me gusta
Samhain, pero también me impone mucho y este año me siento demasiado sensible
para celebrar un ritual tan potente. Agnes también está así, pero me dice que
quiere aprovechar la energía de este Sabbat para sentirse cerca de sus seres
queridos. No obstante, intuyo que ellos se comunicarán con ella antes de que
Agnes haga cualquier cosa para llamarlos.
Mas yo
iría con ella al fin del mundo y haría las locuras más descabelladas sólo para
estar cerca de ella. Es cierto que mi amor raya la obsesión (mi hermana me lo
ha dicho millones de veces), pero, si insisto tanto con Agnes, es porque sé que
nuestro amor es verdadero, porque sé que éste no puede caer en el olvido sólo
porque Agnes haya estado con otra mujer sólo un mes. No es un amor cualquiera;
es un amor que ha sobrevivido a la muerte no sé cuántas veces, que se ha
mantenido flotando en la inmensidad del tiempo durante siglos, durante épocas.
Es un amor que puede con todo. Además, si yo no viese amor en los ojos de
Agnes, si ella no me hubiese confesado que siempre me quiso y si Agnes no me
tratase como me trata, demostrándome que quiere ser feliz conmigo, yo me habría
apartado de ella, pero siempre supe que ella no me abandonaría nunca. Tal vez
hayamos actuado de modos horribles, de la peor manera posible, pero también es
cierto que somos las dos tan sensibles y emocionales que cualquier hecho grande
nos supera. Agnes no ha sabido hacer las cosas bien, pero yo tampoco. Yo he
llegado a perder un poco la razón por ella, pero porque siempre me pareció y
sentí que estar separadas era antinatural, es como intentar separar el tronco
de un árbol de las raíces de las que nacieron, es como querer separar el agua
de la humedad. No tiene sentido y no se puede aceptar de ninguna de las
maneras. Tengo que reconocer también que las dos ya sabemos sin dudarlo que
Agnes quiso a Lúa porque tenía que quererla en los últimos días de su vida,
porque tenía que hacerle feliz antes de que su corazón dejase de latir. Y tal
vez haya cosas que no tienen explicación. En Agnes, la mayoría de cosas no
tienen explicación, es decir, la mayoría de cosas que le ocurren a Agnes no
pertenecen a este mundo, forman parte de otra dimensión menos tangible que
pertenece más bien a la irracionalidad, a esas cosas que no se perciben con los
sentidos, y, si las dos somos personas tan espirituales, es evidente que no nos
cuesta nada entender esas cosas. Incluso el vínculo que une a Agnes y a Galicia
es inverosímil si lo analizamos desde el punto de vista de lo empírico y lo
racional. Las cosas más bonitas de este mundo son irracionales, son
intangibles. Lo efímero, lo pasajero, lo que se puede quebrar y deshacer; eso
sí es tangible, eso sí pertenece al mundo de los sentidos, porque los sentidos,
como nuestro cuerpo, son algo físico y perenne. Por eso sabemos que alguien
decidió que Agnes tenía que enamorarse locamente de Lúa justo ahora, justo
cuando se reencontraron, justo cuando estaba a punto de morir. No tendría
sentido que hubiesen estado juntas antes. Las cosas así son, así es la vida,
todo tiene un porqué. No estoy diciendo con esto que el amor que Agnes y Lúa
sintieron no tenga sentido, para nada, creo que fue un amor totalmente sincero,
intenso y muy fuerte, por eso Agnes tiene tanta tristeza, por eso está tan
dolida, por eso la echa de menos, porque la quiso de verdad; pero eso no quita
que no me quiera a mí, que no quiera volver conmigo. Y, como sé que vamos a
volver, no me importa esperar. Además, lo que estamos compartiendo ahora es muy
bonito. Me siento como si nos estuviésemos conociendo y es que yo tengo que
conocer a esa Agnes que ahora tiene que afrontar una muerte tan dolorosa; esa
Agnes que ha nacido de nuevo aquí en su tierra, en Ourense, que ha empezado a
ser feliz, liberada de las garras de esa enfermedad que siempre estuvo a punto
de deshacerla. Ésta es una Agnes nueva; la que yo empecé a conocer cuando ella
regresó a su tierra, y sé que el dolor que ahora siente la tiene dormida, mas
sé que resurgirá y eso es lo que más me importa, que la tristeza que ahora
experimenta no la ha deshecho, no la enfermará como esa intensa y destructiva
tristeza que estuvo atacándola durante tantos años. Ahora es otra mujer y sé
que es la Agnes que va a estar conmigo siempre, que morirá a mi lado cuando las
dos ya nos hallemos en el anochecer de la vida.
Y yo sólo
siento ganas de darle amor, energía positiva, luz, y sé que lo consigo siempre.
No se me dejan de ocurrir cosas que hacer. Siempre que quedamos, hacemos algo
distinto, cogemos autobuses para visitar villas muy bonitas de Ourense, vamos a
bañarnos a las termas, paseamos por alrededores, disfrutamos de nuestra
compañía y de la belleza de este lugar. Sé que Agnes está muy frágil, pero yo
siento que a mi lado está protegida, sé que se siente protegida cuando le
hablo, cuando la abrazo, cuando le sonrío, cuando la acojo en mi mirada. Y eso
es lo que más me importa, es lo que me da fuerzas para estudiar cosas tan
horribles como la teoría del carné de conducir. Si todo va bien, en dos semanas
subiré al examen para empezar cuanto antes con las prácticas. Estoy muy
contenta y motivada, aunque tengo que reconocer que también siento mucha preocupación
por Agnes porque quiero que esté bien; pero sé que es mucho más fuerte de lo
que ella piensa. Qué valor ha tenido esta semana para ir a trabajar sintiéndose
tan triste. Es tan valiente y tan fuerte que muchas veces me sobrecojo.
Evidentemente, lo es mucho más que yo. Yo no habría conseguido superar ni la
mitad de cosas que ella ha superado.
Y creo
que eso es todo por hoy. Volveré a escribir muy pronto.
Todo a punta a que pronto, estarán juntas. Me gusta mucho leer el punto de vista de Artemisa, saber lo que piensa y así conocer lo que ocurre desde otra perspectiva. Sin duda, era importante para saber si las cosas iban bien, si Artemisa comprendía lo que Agnes estaba sintiendo y si en realidad, sentía la muerte de Lúa. Aquí yo creo que se demuestra que la siente, pero es que además, respeta la relación que tuvieron. Ahora comprende que su amor fue intenso, verdadero, pero anclado en un tiempo preciso y muy efímero. Eso no le quita importancia, ni mucho menos, los amores cortos pueden ser más importantes incluso que los que duran años. Ella lo entiende,y lo respeta. Es comprensiva y espera a que Agnes se sienta capaz, que su alma se haya recuperado, aunque sea un poco. Yo creo que su relación está en uno de los mejores momentos. Antes se entendían, se amaban, ahora, tras todo lo que han sufrido, de los errores cometidos por ambas, su amor es mucho más fuerte que nunca. Me encanta que queden, salgan a conocer lugares maravillosos de Galicia y vivan cada segundo juntas con intensidad. Me está gustando mucho el rumbo que está tomando la historia,¡me muero de ganas por verlas de nuevo juntas!
ResponderEliminarArtemisa ahora es el bálsamo que Agnes necesita para recuperarse; bueno, tal vez esa no es la palabra, porque recuperarte nunca lo haces de la muerte de un ser querido, simplemente aprendes a seguir adelante, a volver a disfrutar de las cosas, a aceptar que hay otros amores, otras personas importantes, como ahora pasa con Artemisa. Además, creo que hay sinceridad en las dos, no tendría sentido otra cosa, todas las cartas están boca arriba, y no tendría sentido fingir, ni tampoco sentirse heridas, aunque motivos no les faltaría a ninguna de las dos (sobre todo a Agnes, creo yo), para hartarse de hacer reproches a la otra, pero ello, incluso aunque tuviesen toda la razón ¿a qué conduciría? No, hacen lo que tienen que hacer. Además, ellas son conscientes de que lo que ocurrió difícilmente podría haber pasado de otro modo, había algo de inevitable en la relación de Agnes con Lúa, y aunque ahora ella siente que su mundo está lleno de pequeños detalles que le recuerdan siempre a su amor perdido, en realidad ya ha comenzado el viaje de nuevo y Lúa va a quedar pronto como una sombra, llegará mucho antes de lo que piensa el día en que tendrá que mirar una foto para recordar su rostro, o dudará si tal cosa pasó de una forma o de otra, o incluso si llegó a pasar. Creo que superamos las muertes de los otros porque deseamos olvidar que nosotros algún día seremos los seres perdidos de alguien, y es mucho mejor no centrarse en pensamiento tan terrible, sino seguir adelante y agarrar la felicidad con las dos manos. Parte de esto calculo yo que es la valentía que Artemisa ve para Agnes, porque al final todo sopla a favor de salir del pozo de los recuerdos funestos. Me gustan todas las localizaciones del capítulo, empezando por la frase inicial "ya estoy en casa", y pasando por todos los recuerdos de Orense y de la aldeíta de Agnes, porque hacen todo mucho más humano y entrañable. Escribes siempre con mucha delicadeza, y evocando todos los sentidos, la verdad es que me encanta.
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