lunes, 29 de octubre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: DOMINGO, 28 DE OCTUBRE DE 2018



Domingo, 28 de octubre de 2018

Ya estoy en casa. He pasado este fin de semana en la aldea de Agnes. No volvía a su aldea desde agosto, desde cuando nos fuimos, y, tal como estaban yendo las cosas, pensaba que nunca más regresaría; pero, cuando Agnes me preguntó si me apetecía asistir a la fiesta que harían el viernes 26 por su cumpleaños, no dudé ni un momento. Me apetecía muchísimo volver a ver a su madre y a los demás vecinos de la aldea, me apetecía también volver a caminar por el bosque y sentarme en la orilla del río. Además, debo reconocer que echaba mucho de menos las comidas y los dulces que Anxiños sabe hacer tan bien. También añoraba la forma de cocinar de Agnes (que parece que la haya heredado de su madre) porque llevaba mucho tiempo sin comer nada que ella hubiese cocinado, así que este fin de semana he comido todo lo que me han puesto e incluso he repetido siempre que he podido. No hay nada que le haga más feliz a Anxiños que ver que disfrutas de la comida que ella prepara con tanto cariño. Además, Agnes y ella han hecho una bica amantecada que estaba para chuparse los dedos. No ha durado ni dos días, y eso que era bastante grande.

Llevo tantos días sin escribir porque apenas he tenido tiempo para mí. Estoy estudiando muchísimo para sacarme el carné de conducir cuanto antes, pero también estoy estudiando gallego porque me interesa aprobar el examen del CELGA4. Agnes incluso está ayudándome a estudiar, pero apenas me atrevo a pedirle que me ayude porque ella no está nada concentrada, está muy distraída y le cuesta mucho centrarse. No está bien. Está muy triste. Yo sé que ella quiere volver conmigo, pero sé que necesita que el tiempo le cure las heridas que tiene en el alma. Sé que volveremos, pero es preciso que viva este tiempo de luto para que, cuando volvamos, pueda hacerlo sintiéndose completamente bien. Cualquier cosa que ve o canción que oye le recuerda a Lúa. Enseguida se acuerda de ella y los ojos se le llenan de lágrimas. Ha llegado a confesarme que no sólo le duele que ella no esté y que nunca más vaya a volver, sino también que ella se fuese habiendo sufrido tanto, llevándose a la muerte tanto dolor. Dice que le hace mucho daño pensar que Lúa se sintió tan mal durante tanto tiempo... pero eso no es nada exclusivo de ella. Todos tenemos nuestras tristezas. Puede que para los demás las cosas que más nos hieren o nos ponen tristes parezcan una tontería, pero cada persona es un mundo y hay cosas que no estamos enseñados a superar. Nadie nos enseñó nunca a aceptar las pérdidas, nadie nos enseñó nunca a seguir viviendo llevando tanta tristeza en el corazón, nunca nadie nos enseñó a aceptar la muerte de un ser querido. Por mucho que sepamos que la vida es finita, que algún día ya no estarán a nuestro lado los seres que más queremos, cuando alguien que queremos tanto falta, se va para siempre, sientes que no sabes nada, que tienes que aprender a vivir de cero, desde el principio, porque vamos aprendiendo, con cada día que vivimos, a existir en una vida concreta; pero, cuando perdemos de repente algo que formaba parte de nuestra vida, tenemos que aprender a vivir otra vida que, aunque se parezca a la que vivíamos antes, no se asemeja en casi nada a la que teníamos cuando esa persona estaba viva, porque cuando esa persona estaba viva hacía que nuestra vida fuese de una determinada manera. Al irse, todo vuelve a empezar, tenemos que aprender a vivir sin que esa persona esté, y eso es muy difícil de conseguir. Agnes está precisamente en ese punto, está intentando aprender a existir en una vida en la que Lúa ya no respira y eso va a costarle mucho porque, aunque llevasen poco tiempo juntas, estaban muy conectadas, estaban muy unidas y se entendían como si siempre hubiesen estado juntas. En tan poquito tiempo, han compartido muchísimas cosas, tantas que sería imposible nombrarlas todas. Y ahora Lúa no está. Cuando Agnes tiene que enfrentarse a la soledad que vive con ella en la casa que fue de Lúa, entonces se siente pequeña e ignorante, eso me ha dicho, siente que no sabe vivir, siente que no sabe qué tiene que hacer...

Además de estudiar, lo que también he hecho es estar mucho con Agnes. He estado con ella todo el tiempo que nos ha sido posible. No quiero que se sienta sola. No sé cómo tiene valor de vivir en la casa de Lúa (la que es un piso, por cierto), sin ella, estando tan sola... Yo no me atrevo a proponerle que vivamos juntas todavía porque quiero que sea ella quien me lo pida, igual que quiero que sea ella quien me bese de verdad por primera vez después de tanto tiempo separadas. Quiero que sea ella quien se atreva a traspasar la frontera que nos separa algo todavía. Ayer pensaba que sería capaz de lanzarse a mis brazos, pero no lo hizo. Fue ayer por la noche. Cenamos solas en su casa. Su madre se fue a Ourense a cenar con su hermano y la madre de Lúa, a quien querían distraer un poco. A Agnes no le apetecía nada salir porque decía que estaba muy cansada de la noche anterior, que la verdad es que fue muy intensa, así que nos quedamos solas. Yo le propuse compartir una botella de vino y, extrañamente, ella me dijo que no sabía si le convenía beber, que le daba miedo que el alcohol intensificase sus sentimientos; pero al final la compartimos. Cenamos muy bien, muy tranquilas. En la aldea es que no hay ni un solo sonido que nos haga daño. Sólo se oye la noche, los grillos... Debo decir también que la semana pasada llovió bastante en Galicia, así que el bosque está cargado de olores exquisitos, el río parece más grande y fuerte y la oscuridad de la noche es húmeda y cristalina. Agnes también se percata de todas estas cosas y, a veces, no es necesario que la una le confiese a la otra lo que piensa porque creo que ya nos entendemos a la perfección en nuestros silencios.

Cuando terminamos de cenar, estuvimos un buen rato hablando sentadas en el sofá, pero Agnes estaba cada vez más agotada, ya que la noche anterior nos habíamos ido a dormir muy tarde, y al final nos fuimos a dormir antes de la una. Yo dormía en una habitación de invitados que está al lado de la de Agnes. Pues fue justo cuando nos estábamos despidiendo cuando creí que todo iba a cambiar. A Agnes le había subido un poco el vino (como siempre), pero esta vez estaba muy decaída, nada que ver con las otras veces en las que la he visto algo embriagada. Nos dimos un abrazo muy cariñoso y, cuando nos separamos, antes de entrar en su habitación, Agnes me miró durante largos segundos con una ternura y un calor que se intensificaban con el paso del tiempo. Parecía estar pidiéndome con los ojos: hazlo tú, hazlo tú, yo no puedo; pero yo no podía forzar las cosas. Tiene que ser Agnes quien lo haga, quien dé el paso. Es su luto y tengo que respetarlo. No obstante, al ver la mirada que me dedicaba, con la cual parecía estar pidiéndome también que la protegiese esa noche, que no la dejase sola, me acerqué a ella y la tomé de las manos con mucha dulzura. Ella intentó sonreírme, pero entonces me di cuenta de que tenía los ojos llorosos. Le pregunté si estaba bien y ella me lo negó suavemente con la cabeza, en silencio, mientras ya le resbalaban las lágrimas por las mejillas. Era inútil que me ocultase su dolor. Yo no quería que lo hiciese. La conduje hacia su habitación y nos sentamos en su cama. Yo la abracé alentándola a que llorase todo lo que necesitaba. Tiene que llorar mucho para desahogar la pena que lleva por dentro.

     Es que me cuesta mucho aceptar que ella nunca más volverá —me dijo casi sin poder hablar, al cabo de unos largos minutos—. Siento que su ausencia grita en todas partes. Perdóname, Artemisa. Yo quiero ser feliz contigo. Ojalá pudiese estar contigo esta noche, pero no puedo, no puedo. Hay algo que me detiene y me paraliza. Yo te prometo que estaremos juntas para siempre, pero no sé cuándo podré...

     No te preocupes por nada, Agnes. No hace ni dos semanas que Lúa se ha ido. No tengas prisa, no te reprimas ninguna emoción porque luego es mucho peor. Vive tu tristeza el tiempo que necesites, pero nunca olvides que yo siempre estaré aquí a tu lado, esperándote el tiempo que sea necesario.

     Tengo tanta suerte por tenerte a mi lado...

     La querías mucho. Es comprensible que te cueste aceptar su muerte. No tienes que sentirte mal por llorarla.

     Es difícil vivir llevando una muerte en el corazón. Creo que es la primera muerte que me duele de verdad. La de Gaya me dolió muchísimo, pero la de Lúa... No sé por qué... Me siento como si me hubiesen arrancado una parte de mi corazón. Yo, Artemisa, habría vuelto contigo tarde o temprano; pero no entiendo por qué ella ha tenido que irse tan pronto. Podríamos haber sido tan buenas amigas todas... Es injusto, Artemisa.

     Sí lo es —le contesté intentando digerir las palabras que Agnes acababa de dedicarme. Pensé que, tal vez, si Lúa no se hubiese muerto, Agnes estaría conmigo ya, no habríamos tardado tanto en volver—. Es injusto porque Lúa era muy buena. No se lo merece.

     Hay muchísimas cosas que me recuerdan a ella: nuestro río, el bosque, el olor de la tierra, nuestro hablar, el sabor del vino... Hay muchísimas canciones que me recuerdan a ella, tantas que tengo la sensación de que no existe ninguna canción que no me recuerde a ella. Hemos compartido muchísima música, no sólo porque la escuchásemos, sino porque nosotras mismas la creábamos... todas las canciones de nuestra tierra tienen algo de ella... Por eso me costará tanto volver a disfrutar con la música, con los paseos por el bosque, con cualquier cosa... pero acabaré superándolo, te lo prometo. Tengo que luchar por mí, sí, pero también por ti. Te mereces recibir todo lo bueno que yo puedo tener y ser.

     Por supuesto que lo superarás. Has superado ya muchísimas cosas, Agnes. Es imposible que te hundas ahora. Además, viviendo en Galicia, tienes ya la seguridad de que tu enfermedad no va a volver.

     Es cierto... La tristeza que siento ahora no se parece en nada a la que sentía cuando estaba enferma —me reconoció ya más tranquila—. Artemisa, muchas gracias por estar conmigo. NO imaginas cuánto te agradezco que estés aquí. Gracias, gracias por volver, gracias —me dijo abrazándome con mucho cariño y fuerza—. Perdóname por todo, Artemisa.

     No tengo nada que perdonarte, cariño. Tranquila, todo irá bien, Agnes —le dije aguantándome las ganas de llorar.

     Artemisa... —me llamó mientras seguía abrazándome con tanto cariño.

     Dime, Agnesiña.

     Artemisa, te quiero. Nunca lo olvides —me dijo apretándome de nuevo contra ella—. Te quiero, Artemisiña. Nunca dejé de hacerlo... pero... fue todo tan extraño...

     Tenías que estar con Lúa este tiempo. No lo pienses más. No te preocupes más. Era lo que tenía que ocurrir.

Y me quedo con esas palabras. Hacía mucho tiempo que Agnes no me confesaba que me quería y oír cómo me lo decía me llenó el alma de orgullo, de felicidad y de emoción. Aunque estuviese todavía tan triste, sin poder dejar de llorar, yo sentí que poco a poco estaba comenzando nuestro regreso.

Es cierto que le he prometido que esperaría a que fuese ella quien deshiciese la pequeña frontera que nos separa, pero ayer, al oír cómo me decía que me quería, al tenerla tan cerca, no pude evitar acercarme a ella y rozarle suavemente los labios, dándole un beso muy tierno que sé que le acarició el alma; pero ya no hice nada más. Me quedé quieta, cerca de ella, y Agnes me devolvió el beso con mucha timidez, como si fuese la primera vez que me besaba. Notaba que temblaba delicadamente, que estaba estremecida y a la vez desorientada... por eso me aparté de ella antes de que se sintiese forzada a seguir haciendo algo que todavía no se sentía capaz de hacer; pero tuve que esforzarme mucho por reprimir mi ternura, mi amor, mi pasión.

     Eres un anxiño —me dijo muy quedo cerca de mis labios. Puse esa palabra en gallego porque me estremeció cómo sonó en su voz—. Cuando tenga el alma curada, te juro que te daré toda la felicidad que existe en el mundo. Nunca más volveré a dejarte tan sola, Artemisa. Te lo prometo.

     Yo tampoco, Agnes. Estaré contigo aquí para siempre.

Y después ya nos fuimos a dormir. Ha sido un fin de semana muy bonito, lleno de momentos preciosos y nostálgicos. Debo reconocer que la música que tocaron el viernes por la noche me llenó el alma de morriña y también de felicidad. Qué bonito fue. Ver tocar así a Agnes, tan entregada a lo que hacía, con tanto amor y ganas de hacerlo lo mejor posible, me emocionó mucho. Todavía me sorprendo mucho cuando la oigo y veo percutir en la pandereta. Parece que lleve toda la vida tocando ese instrumento.

Lo más bonito de todo es que siento que estamos muy cerca, tanto física como anímicamente, cuando compartimos el tiempo, cuando hablamos, cuando nos miramos, cuando estamos juntas. A veces, no es necesario siempre demostrar con gestos que amas a una persona. Tan sólo con la forma como la escuches, tan sólo con las miradas, con la manera de hablar, con la manera de tratar a esa persona, puedes demostrarle que la amas con toda tu alma y es precisamente lo que está ocurriéndome con Agnes. Es verdad que todavía no nos hemos entregado como tanto y tanto deseo, pero me mira de una manera que me hace sentir muy protegida y querida, me escucha con mucha atención cuando le hablo, incluso se ríe con las cosas que le cuento sobre el temario del carné de conducir o sobre cualquier cosa que nos haga gracia. Verla reír es para mí como ver brillar las flores bajo el sol después de una intensa tormenta. Oír su risa y ver su sonrisa es ver directamente la hermosura de la vida, es oírla y sentirla envolviéndote. Y sobre todo se me llena el alma de amor y felicidad cuando la veo reír sabiendo que está tan triste.

El fin de semana pasado, Agnes regresó a la casa de Lúa después de tantos días sin volver. El viernes por la noche, antes de irnos a dormir (ella estaba en la aldea y yo, en Ourense), la llamé por teléfono y estuvimos hablando durante mucho tiempo y me dijo unas cosas que me estremecieron. Me dijo que le encantaría que estuviese a su lado, incluso me dio las buenas noches como siempre hacía cuando estábamos juntas, con ese “boas noitiñas” que tanto me acaricia el alma. Cuando me dijo que iría a la casa de Lúa, le pregunté si quería que la acompañase, pero ella me dijo que tenía que vivir sola ese momento. Incluso, cuando le dije que le convenía esperar un poco más, me dijo que tenía que ir ya, que había alimentos que estarían echándose a perder y también quería vivir cuanto antes ese momento tan triste. El día del sábado lo pasó sola, totalmente sola, mientras yo me preguntaba cómo era posible que fuese tan valiente; pero el domingo me contó que lo había pasado muy mal, que había sido muy triste, que pensaba que no podría dormir, pero que al final acabó durmiendo profundamente durante muchas horas. Incluso, cuando nos vimos el lunes por la tarde, me explicó que había sentido que Lúa estaba con ella. Otra persona que no conociese a Agnes creería que Agnes ha perdido la cabeza, pero yo, que la conozco tan bien, jamás podré dudar de sus palabras. Sé que me contaba la verdad, que Lúa había estado de verdad con ella. Agnes tiene un don especial que le permite sentir esas almas que ya no están en este mundo. Y este viernes, mientras cantábamos y danzábamos, sé que también la sentía. Nos dijo, antes de empezar a tocar y a cantar, que sabía que Lúa estaba con nosotros. Yo sentí escalofríos cuando seguí la mirada de Agnes y me di cuenta de que sus ojos estaban fijos en un lugar concreto. Miraba algo que había allí; algo que sólo ella veía, y no dudaba de que era real, de que Lúa sí estaba con nosotros. Es escalofriante, pero también muy bonito. Y siento escalofríos también cuando Agnes me dice que estamos precisamente en la época del año que más propicia es para captar a las ánimas que se fueron. Es cierto, estamos en Samhain y Agnes me ha dicho que el miércoles por la noche quiere ir a su aldea, quiere ir al bosque por la noche e intentar invocar al espíritu de su abuela y al de Lúa. Yo no sé si seré capaz de acompañarla, pero no quiero dejarla sola. A mí me gusta Samhain, pero también me impone mucho y este año me siento demasiado sensible para celebrar un ritual tan potente. Agnes también está así, pero me dice que quiere aprovechar la energía de este Sabbat para sentirse cerca de sus seres queridos. No obstante, intuyo que ellos se comunicarán con ella antes de que Agnes haga cualquier cosa para llamarlos.

Mas yo iría con ella al fin del mundo y haría las locuras más descabelladas sólo para estar cerca de ella. Es cierto que mi amor raya la obsesión (mi hermana me lo ha dicho millones de veces), pero, si insisto tanto con Agnes, es porque sé que nuestro amor es verdadero, porque sé que éste no puede caer en el olvido sólo porque Agnes haya estado con otra mujer sólo un mes. No es un amor cualquiera; es un amor que ha sobrevivido a la muerte no sé cuántas veces, que se ha mantenido flotando en la inmensidad del tiempo durante siglos, durante épocas. Es un amor que puede con todo. Además, si yo no viese amor en los ojos de Agnes, si ella no me hubiese confesado que siempre me quiso y si Agnes no me tratase como me trata, demostrándome que quiere ser feliz conmigo, yo me habría apartado de ella, pero siempre supe que ella no me abandonaría nunca. Tal vez hayamos actuado de modos horribles, de la peor manera posible, pero también es cierto que somos las dos tan sensibles y emocionales que cualquier hecho grande nos supera. Agnes no ha sabido hacer las cosas bien, pero yo tampoco. Yo he llegado a perder un poco la razón por ella, pero porque siempre me pareció y sentí que estar separadas era antinatural, es como intentar separar el tronco de un árbol de las raíces de las que nacieron, es como querer separar el agua de la humedad. No tiene sentido y no se puede aceptar de ninguna de las maneras. Tengo que reconocer también que las dos ya sabemos sin dudarlo que Agnes quiso a Lúa porque tenía que quererla en los últimos días de su vida, porque tenía que hacerle feliz antes de que su corazón dejase de latir. Y tal vez haya cosas que no tienen explicación. En Agnes, la mayoría de cosas no tienen explicación, es decir, la mayoría de cosas que le ocurren a Agnes no pertenecen a este mundo, forman parte de otra dimensión menos tangible que pertenece más bien a la irracionalidad, a esas cosas que no se perciben con los sentidos, y, si las dos somos personas tan espirituales, es evidente que no nos cuesta nada entender esas cosas. Incluso el vínculo que une a Agnes y a Galicia es inverosímil si lo analizamos desde el punto de vista de lo empírico y lo racional. Las cosas más bonitas de este mundo son irracionales, son intangibles. Lo efímero, lo pasajero, lo que se puede quebrar y deshacer; eso sí es tangible, eso sí pertenece al mundo de los sentidos, porque los sentidos, como nuestro cuerpo, son algo físico y perenne. Por eso sabemos que alguien decidió que Agnes tenía que enamorarse locamente de Lúa justo ahora, justo cuando se reencontraron, justo cuando estaba a punto de morir. No tendría sentido que hubiesen estado juntas antes. Las cosas así son, así es la vida, todo tiene un porqué. No estoy diciendo con esto que el amor que Agnes y Lúa sintieron no tenga sentido, para nada, creo que fue un amor totalmente sincero, intenso y muy fuerte, por eso Agnes tiene tanta tristeza, por eso está tan dolida, por eso la echa de menos, porque la quiso de verdad; pero eso no quita que no me quiera a mí, que no quiera volver conmigo. Y, como sé que vamos a volver, no me importa esperar. Además, lo que estamos compartiendo ahora es muy bonito. Me siento como si nos estuviésemos conociendo y es que yo tengo que conocer a esa Agnes que ahora tiene que afrontar una muerte tan dolorosa; esa Agnes que ha nacido de nuevo aquí en su tierra, en Ourense, que ha empezado a ser feliz, liberada de las garras de esa enfermedad que siempre estuvo a punto de deshacerla. Ésta es una Agnes nueva; la que yo empecé a conocer cuando ella regresó a su tierra, y sé que el dolor que ahora siente la tiene dormida, mas sé que resurgirá y eso es lo que más me importa, que la tristeza que ahora experimenta no la ha deshecho, no la enfermará como esa intensa y destructiva tristeza que estuvo atacándola durante tantos años. Ahora es otra mujer y sé que es la Agnes que va a estar conmigo siempre, que morirá a mi lado cuando las dos ya nos hallemos en el anochecer de la vida.

Y yo sólo siento ganas de darle amor, energía positiva, luz, y sé que lo consigo siempre. No se me dejan de ocurrir cosas que hacer. Siempre que quedamos, hacemos algo distinto, cogemos autobuses para visitar villas muy bonitas de Ourense, vamos a bañarnos a las termas, paseamos por alrededores, disfrutamos de nuestra compañía y de la belleza de este lugar. Sé que Agnes está muy frágil, pero yo siento que a mi lado está protegida, sé que se siente protegida cuando le hablo, cuando la abrazo, cuando le sonrío, cuando la acojo en mi mirada. Y eso es lo que más me importa, es lo que me da fuerzas para estudiar cosas tan horribles como la teoría del carné de conducir. Si todo va bien, en dos semanas subiré al examen para empezar cuanto antes con las prácticas. Estoy muy contenta y motivada, aunque tengo que reconocer que también siento mucha preocupación por Agnes porque quiero que esté bien; pero sé que es mucho más fuerte de lo que ella piensa. Qué valor ha tenido esta semana para ir a trabajar sintiéndose tan triste. Es tan valiente y tan fuerte que muchas veces me sobrecojo. Evidentemente, lo es mucho más que yo. Yo no habría conseguido superar ni la mitad de cosas que ella ha superado.

Y creo que eso es todo por hoy. Volveré a escribir muy pronto.
 

2 comentarios:

  1. Todo a punta a que pronto, estarán juntas. Me gusta mucho leer el punto de vista de Artemisa, saber lo que piensa y así conocer lo que ocurre desde otra perspectiva. Sin duda, era importante para saber si las cosas iban bien, si Artemisa comprendía lo que Agnes estaba sintiendo y si en realidad, sentía la muerte de Lúa. Aquí yo creo que se demuestra que la siente, pero es que además, respeta la relación que tuvieron. Ahora comprende que su amor fue intenso, verdadero, pero anclado en un tiempo preciso y muy efímero. Eso no le quita importancia, ni mucho menos, los amores cortos pueden ser más importantes incluso que los que duran años. Ella lo entiende,y lo respeta. Es comprensiva y espera a que Agnes se sienta capaz, que su alma se haya recuperado, aunque sea un poco. Yo creo que su relación está en uno de los mejores momentos. Antes se entendían, se amaban, ahora, tras todo lo que han sufrido, de los errores cometidos por ambas, su amor es mucho más fuerte que nunca. Me encanta que queden, salgan a conocer lugares maravillosos de Galicia y vivan cada segundo juntas con intensidad. Me está gustando mucho el rumbo que está tomando la historia,¡me muero de ganas por verlas de nuevo juntas!

    ResponderEliminar
  2. Artemisa ahora es el bálsamo que Agnes necesita para recuperarse; bueno, tal vez esa no es la palabra, porque recuperarte nunca lo haces de la muerte de un ser querido, simplemente aprendes a seguir adelante, a volver a disfrutar de las cosas, a aceptar que hay otros amores, otras personas importantes, como ahora pasa con Artemisa. Además, creo que hay sinceridad en las dos, no tendría sentido otra cosa, todas las cartas están boca arriba, y no tendría sentido fingir, ni tampoco sentirse heridas, aunque motivos no les faltaría a ninguna de las dos (sobre todo a Agnes, creo yo), para hartarse de hacer reproches a la otra, pero ello, incluso aunque tuviesen toda la razón ¿a qué conduciría? No, hacen lo que tienen que hacer. Además, ellas son conscientes de que lo que ocurrió difícilmente podría haber pasado de otro modo, había algo de inevitable en la relación de Agnes con Lúa, y aunque ahora ella siente que su mundo está lleno de pequeños detalles que le recuerdan siempre a su amor perdido, en realidad ya ha comenzado el viaje de nuevo y Lúa va a quedar pronto como una sombra, llegará mucho antes de lo que piensa el día en que tendrá que mirar una foto para recordar su rostro, o dudará si tal cosa pasó de una forma o de otra, o incluso si llegó a pasar. Creo que superamos las muertes de los otros porque deseamos olvidar que nosotros algún día seremos los seres perdidos de alguien, y es mucho mejor no centrarse en pensamiento tan terrible, sino seguir adelante y agarrar la felicidad con las dos manos. Parte de esto calculo yo que es la valentía que Artemisa ve para Agnes, porque al final todo sopla a favor de salir del pozo de los recuerdos funestos. Me gustan todas las localizaciones del capítulo, empezando por la frase inicial "ya estoy en casa", y pasando por todos los recuerdos de Orense y de la aldeíta de Agnes, porque hacen todo mucho más humano y entrañable. Escribes siempre con mucha delicadeza, y evocando todos los sentidos, la verdad es que me encanta.

    ResponderEliminar