miércoles, 3 de octubre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: VIERNES, 28 DE SEPTIEMBRE DE 2018


Viernes, 28 de septiembre de 2018

Me siento como si alguien hubiese tirado a la basura mis sueños, a un conteiner de residuos que no se podrán reciclar jamás. Me siento devastada por dentro, oscurecida por una noche sin estrellas, llena de nieblas y silencio; pero ya ni siquiera me quedan lágrimas que derramar. La tristeza que siento ha pasado de ser expresiva a convertirse en una voz silente que ya no tiene ánimo ni para susurrar. Tengo la sensación de que me he quedado completamente vacía por dentro, pero mi alma ya no busca la ilusión que puede hacerla avanzar por la vida. He perdido la energía que me impulsaba a creer en un mañana esperanzado, en alguna ilusión pequeña que podría alimentar hasta volverla inmensa.  No obstante, ahora soy consciente de cosas que antes me negaba a creer y a aceptar. Soy consciente de que necesito ayuda, ya no de mi hermana ni de mis amigas, sino ayuda de una persona que sepa tratar los problemas del alma. Necesito ayuda de alguien que conozca cómo se puede seguir viviendo después de sufrir una pérdida tan fuerte e importante. Haber perdido a Agnes es lo peor que me ha pasado en la vida. Sé que también pensaba lo mismo cuando murió mi padre, pero pude reponerme de esa pérdida sabiendo que, tarde o temprano, iba a vivirla, aunque a mí me sorprendió demasiado pronto. Era muy joven cuando él se marchó; pero no me creo que pueda superar tan fácilmente la pérdida de Agnes, es decir, no me siento capaz de seguir viviendo sin ella. Yo contaba con Agnes para todo, contaba con que iba a estar con ella hasta el fin de mis días, había introducido tan profundamente su existencia en mí que ahora me siento como si me hubiesen arrancado toda el alma. Ese vacío me ha devorado, me he perdido en la inmensidad de la soledad que me aplasta. No encuentro el camino que me permita seguir avanzando por mi vida. Ahora sé que necesito buscar ayuda, ayuda de verdad, por eso mi hermana me ayudará a encontrar alguna terapia. Yo ni siquiera tengo fuerzas para buscar nada. Mi hermana me ha contado que tiene una amiga psicóloga y que va a preguntar por sus honorarios y eso. Que lo haga ella todo. A mí me da igual. Yo me cogeré a cualquier mano que me tiendan, que esté dispuesta a devolverme el equilibrio.

Estoy de nuevo en Cataluña; destruida, derribada por la decepción más absoluta. Siento que la vida sigue fluyendo sin que yo pueda entender el paso al que se desplaza. He cogido la baja porque realmente me siento incapaz de prestarle atención a mi día a día. Estaré por lo menos dos semanas de baja; pero, en cuanto me encuentre mejor, con más ánimo, volveré al trabajo. Pienso que trabajar me ayudará mucho, pero ahora ni siquiera tengo ánimo para enfrentarme a tantas horas de interacción en las que tendré que dar tanto de mí cuando siento que apenas tengo nada por dar.

Estoy en Cataluña otra vez porque no ha servido de nada que intente recuperar a Agnes yendo a Galicia. Ya es suficiente. No pienso esforzarme más por nada, por nadie ni por ningún sueño. Viajar a Ourense y estar dispuesta a quedarme a vivir allí es lo último que he hecho por amor. A partir de ahora, nadie volverá a jugar con mis sentimientos; pero tengo que reconocer también que fui yo quien se inventó esa película, quien intentó escribir un guión falso. Agnes nunca volverá conmigo. Ella sólo me quiere como amiga. Reconozco que no lo acepto, que me niego a creerme que Agnes me haya olvidado ya; pero es la realidad con la que ahora tengo que convivir. No acepto que ella sea de otra. No puedo imaginármela entre los brazos de otra mujer, disfrutando del amor con otra mujer. No puedo imaginar riendo con otra, acariciando a otra, besando a otra mujer, compartiendo con ella no sólo los besos y las caricias, sino todo su ser, todo lo que ella es, tal como lo compartía conmigo, e incluso me da por pensar que con Lúa disfruta mucho más de todo, de cualquier momento, de cualquier hecho. Y eso también me cuesta mucho aceptarlo. Me cuesta aceptar que Lúa la quiera tanto como yo, e incluso más, porque Lúa estuvo buscándola durante muchos años. Agnes me explicó, mucho antes de que se entregase a Lúa, que Lúa le había contado que estuvo durante más de diez años intentando encontrarla, desde que cumplió los dieciocho años hasta que pasaron diez años... cuando ya se percató de que, por mucho que la buscase, no había manera de dar con ella, cuando ya todos la dieron por muerta; pero Lúa nunca la creyó muerta. Ella nunca se rindió y la esperó siempre. Estuvo casada con un chico al que no quería, sólo porque le podía dar una seguridad que sola no habría podido conseguir; pero me cuesta entender cómo aguantó tanto tiempo con alguien a quien realmente no quería... pero muchas veces las personas nos aferramos a lo que sea cuando la soledad nos aterra, cuando nos sentimos tan frágiles. Yo creo que Lúa guarda muchos secretos que ni siquiera ella se atreve a mantener en silencio. Agnes sabe cosas de ella que no ha querido contarme nunca. Me ha dicho muchas veces que Lúa ha sufrido mucho más de lo que podemos imaginar, pero no me dice por qué. De todas maneras, cada una tiene su historia y tenemos que cargar con nuestros pesares, con nuestros recuerdos tristes, y nadie tiene la culpa de todo eso... Lo que quiero decir con esto es que tendría que aceptar que Agnes no está con una mujer cualquiera que ha aparecido de la nada. Me habría dolido muchísimo más que Agnes me dejase por una recién aparecida, por alguien a quien no conociese en absoluto; pero Lúa no es una desconocida. Incluso me atrevo a pensar que Agnes nunca dejó de recordarla, siempre la recordó con cariño, siempre se aferró a la posibilidad de volver a verla; aunque eso no quiere decir que a mí no me quisiese. Por supuesto que me quiso, me amó con locura, con tanta locura que hasta enfermó por mí, por no tenerme... pero no entiendo cómo es posible que ese amor haya perdido de repente tanta fuerza... ese amor que parecía invencible.

Pero sobre todo estoy en Cataluña otra vez porque el miércoles pasó algo muy raro y horrible que no quiero recordar. Fue tan grave que mi hermana tuvo que coger un avión e ir rápidamente hacia Galicia porque yo no podía reaccionar de ninguna manera. Agnes y Lúa, realmente, me salvaron la vida y, aunque me cueste tantísimo reconocerlo, tengo que decir que fue Lúa quien impidió que yo me destruyese; pero también tengo que decir algo muy fuerte y es que ahora la odio mucho más que antes por haber impedido que yo me matase. Yo no quiero estar viva, no quiero. Sé que no es normal que tenga estos pensamientos tan espantosos en mi mente, pero es lo único que ahora siento, que yo tendría que estar muerta, que tendría que estar hundida en el río Miño. Cuando yo deseaba desaparecer con tanta fuerza, sentía tanta rabia que lo único que anhelaba era manchar la ciudad de Ourense con mi muerte para que Agnes nunca pudiese ser feliz allí, pero ahora reconozco que todos esos pensamientos eran injustos, que estuve a punto de perder la razón. Y me estremece mucho saber que he vivido momentos tan horribles. También me destruye recordar ese momento en el que Casandra apareció ante mí. No entendía nada, no entendía qué hacía ahí, por qué estaba ahí. Incluso me sentí desorientada en el espacio, pero ahora entiendo que mi hermana es la persona que más me quiere, sé ahora que es mi hermana la persona a quien más le importo; aunque también sé que Agnes me sigue queriendo, pero de verdad no puedo ni pensar en ella. Ojalá pudiese apagar su recuerdo para que éste no siguiese gritando en mi mente.

Sé que tengo que seguir viviendo, que mi vida prosigue, que tengo muchos años por delante para ser feliz, para encontrar mi felicidad, que incluso puede aparecer alguien que me enamore, que comparta conmigo mucho más que las cosas que me gusta hacer; pero estoy totalmente convencida de que no existe nadie como Agnes. Agnes es la persona que más me completaba, que más se fundía con lo que yo era, que mejor me entendía, que más conectaba con mi alma. Su alma y la mía están enlazadas por un vínculo que sé que no va a desaparecer nunca. Sé que el miércoles vivimos momentos horribles que estuvieron a punto de separarnos para siempre, pero también tengo la esperanza de que, cuando yo me encuentre bien, podremos ser amigas, podremos tratarnos sin dolor.

El miércoles, antes de vivir esos momentos tan horribles, antes de querer lanzarme a la muerte, perdí el control de mis emociones y, en medio de la calle, en la plaza Do Trigo de Ourense, junto a la catedral, empecé a echarle en cara a Agnes un montón de cosas que ni siquiera pensaba, incluso la insulté, le dije que era una desagradecida, incluso dije que nunca sería feliz con Lúa, maldije sus vidas y estuve a punto de insultar a Lúa, pero Agnes me detuvo. Sé que le hice muchísimo daño, sé que la dejé sin palabras cuando me oyó maldiciendo su vida. Yo no soy así. Es que me enfadé tanto que ni pensaba, me dolió tanto que Agnes descubriese mis intenciones y que me dijese que nunca más iba a volver conmigo que no pude dominar mis emociones. Me dolió tanto que me dijese que no tenía sentido que me quedase a vivir en Ourense si mis intenciones eran luchar por enamorarla de nuevo, si mi única intención era luchar por recuperarla... No pude soportar el inmenso dolor que me hicieron sus palabras. Sus palabras fueron puñales que se me clavaron en lo más profundo del alma, destruyendo así la poca serenidad y las ilusiones que aún latían en mí. Cuando oí cómo ella me decía que no iba a volver conmigo, que quería estar con Lúa, que estaba cada vez más enamorada de ella y que sólo me quería como amiga, me pareció que se apagaba de repente el sol, que dejaba de hacer calor y llegaba de pronto el invierno, que las calles se quedaban vacías, que todo se quedaba en silencio; pero, de súbito, el alma se me llenó de ruido, mi interior se llenó de gritos y no pude controlar mis emociones. Me despedí de Agnes con un: “hasta nunca, Agnes”, después de decirle que nunca existiría el día en que seríamos sólo amigas porque no iba a existir nada después de eso... y entonces me fui al hotel sin casi prestarles atención a las calles por las que pasaba. Qué dolor sentía entonces, cuánta rabia sentía hacia mí misma, cuánto odiaba al mundo entero... Incluso arremetía contra la Diosa, le decía llena de rencor y de impotencia que no entendía por qué me hacía eso a mí, a mí, a alguien que la servía y creía en ella con tanto cariño... Necesitaba encontrar a alguien contra quien descargar toda mi furia, mi tristeza, mi desesperación. Caminaba casi sin poder respirar, casi sin ver, pues las lágrimas que me inundaban los ojos eran unas brumas que me ocultaban mi alrededor. Cuando subí a la habitación, me eché a llorar sin poder dominarme. Llamé a mi hermana y le conté atropelladamente todo lo que había pasado. Ella me escuchó con cariño, pero después me dijo que, aunque entendiese mi reacción, pensaba que no había actuado correctamente, pero también me dijo que había tenido demasiada paciencia con Agnes, que había sido demasiado comprensiva con ella; aunque también me confesó que siempre había sabido que lo que me movía a comportarme tan bien con ella no era la comprensión, sino la desesperación que nacía de no querer perderla, de la obsesión que tenía con ella. Me dijo en ese momento que tenía que permitir que alguien me ayudase y entonces le dije que sí, que tenía razón, que estaba obsesionada con Agnes, que no quería vivir sin ella, que me sentía incapaz de vivir sin ella... pero mi hermana también me hizo entender que mi vida está de momento aquí en Cataluña, que, si me quedaba en Galicia, era muy probable que acabase sintiéndome mucho más sola que nunca, que lo que me convenía no era precisamente estar cerca de Agnes y verla con Lúa, sino alejarme de todo lo que puede hacerme daño. Y yo sabía que mi hermana tenía razón, lo supe siempre, pero me costaba mucho aceptar la realidad de la que ella me hablaba.

Pero las palabras de mi hermana me descontrolaron mucho más. Ni siquiera recuerdo el momento en que salí del hotel y corrí hacia el puente romano. Tampoco entiendo cómo es posible que Agnes y Lúa apareciesen justo en el momento en el que yo pensaba terminar con todo, sin recordar nada. No entiendo nada, pero tampoco quiero entenderlo.

Voy a cambiar de piso. Me iré a vivir con mi hermana hasta que encuentre un sitio mejor en el que habitar. No puedo estar en este piso. Todo lo que hay aquí me recuerda a Agnes, incluso me parece que nuestra cama tiene todavía su olor, a pesar de que casi hace un mes de la última vez que durmió aquí conmigo; pero todo lo que hay aquí está impregnado de su esencia, de su recuerdo.

Ni siquiera me siento dispuesta a empezar de nuevo. Sé que necesito mucha ayuda, mucha ayuda. Sola no puedo porque todavía dependo muchísimo de Agnes.

Lo que pasó el miércoles tendría que haber pasado mucho antes, para que yo despertase de mi sueño, de esa pesadilla en la que estaba atrapada, en la que yo creía que aún nos quedaba una oportunidad para ser felices. Ya no hay ninguna. Lúa las ha destruido todas con sus propias manos, a conciencia. Sé que ella no tiene la culpa de que Agnes se haya enamorado de ella, pero, si Lúa se hubiese mantenido al margen desde el principio, nada de esto estaría ocurriendo. También es cierto que, cuando dos personas están destinadas a estar juntas, no hay nada que pueda impedir que se reencuentren, que se descubran, que se unan. Agnes y yo estuvimos juntas durante mucho tiempo, nos reencontramos vida tras vida, pero eso no quiere decir que Lúa y ella no tengan derecho a estar juntas. Puede que también estuviesen juntas en otra vida... pero en realidad nada de eso tiene importancia ya.

Tengo que aceptar que Agnes ya no es mi vida y eso me costará tanto... pero sé que nada es imposible. Ahora estoy deshecha de dolor. Me quedaré en la casa de mi hermana hasta que me sienta capaz de empezar a mudarme, de abandonar ese piso en el que tantas cosas he vivido... y tengo que cerrar ya la puerta del pasado para abrir la del futuro, pero todavía no he encontrado la llave que la abra... La llave está en mí, pero, para encontrarla, tengo que rebuscar entre las ruinas en las que se ha convertido mi alma, tengo que apartar todos los escombros que inundan mi ser... Mi hermana me dice que yo soy fuerte... que he superado cosas muy duras... pero ahora ya no me queda nada de esa energía que me permitió seguir caminando por mi vida...

Sé que nada es imposible, pero ahora mismo la vida me parece una miseria, algo que no quiero tener... No sé dónde estoy y me cuesta mucho pensar en las cosas que he vivido. Me cuesta mucho recordar esos momentos en los que Agnes vino a rescatarme. Y también me cuesta aceptar que yo únicamente piense en la muerte como salida a todo lo que estoy viviendo. Eso es la señal más evidente de que necesito ayuda cuanto antes.

Y de verdad deseo que algún día pueda ser amiga de Agnes... porque la quiero muchísimo, porque sé que es una persona maravillosa que merece mucho la pena tener cerca... porque como ella no hay nadie…

2 comentarios:

  1. Al menos parece que ya acepta la realidad y que no se va a arrastrar más por ella. Eso me alegra, es el inicio a su recuperación. Sigue pensando demasiado en ella, pero claro, es lógico. La ensalza tanto que parece que está hablando de una diosa jajaja, pero es normal, la quiere. Su mundo se viene abajo, y es lo que ocurre cuando centras tu vida en una sola persona, pero eso yo creo que ocurre continuamente. Lo ve todo negro, pero solamente necesita tiempo. Aunque su caso es especial, y necesita ayuda profesional. Un intento de suicidio no es una tontería que se tenga que tomar a la ligera.

    La idea de vivir con su hermana le vendrá bien, es necesario que se aleje de todas las cosas que la recuerden a Agnes, de todo lo que le haga daño. Ella misma lo ha dicho, fue capaz de superar la muerte de su padre, así que podrá con una ruptura amorosa. Tiene que empezar a quererse más, tiene que volver la Artemisa de antes. Se tiene que centrar en nueva gente, en sus amigas, en su hermana...olvidarse de Agnes de una vez por todas, aunque no sea fácil.

    Está destruida, pero tengo la esperanza de que se podrá recuperar y ser la que era. Es un capítulo pesimista, repleto de tristeza y añoranza, pero tiene un punto de esperanza, de luz lejana y a eso me agarro. ¡Voy a por otrooooo!

    ResponderEliminar
  2. Estoy en Cataluña otra vez porque no ha servido de nada que intente recuperar a Agnes yendo a Galicia. Ya es suficiente.

    Esto resume perfectamente el capítulo, que se podría titular, perfectamente, "derrota", porque ese es el estado de Artemisa en este momento de su vida; ha jugado, ha luchado, pero ha perdido.

    Y me gusta mucho cómo Artemisa expresa inadvertidamente dos ideas contradictoras, sin se totalmente consciente de la incongruencia que existe en poseerlas a la vez: una es que todo ha terminado, que tiene que empezar una nueva vida, ahí encaja toda la parte de cambiar de piso (por otro lado, una buena decisión), ir con su hermana, pasar página. Pero la otra es la de que nada es imposible, que aunque parezca que no, tal vez pueda ser que sí; es solo una llamita de esperanza, incapaz de alumbrar nada o casi nada, su única virtud es estar ahí para no dar el asunto por totalmente muerto, pero lo que sí parece seguro es que ya lo que pueda pasar con Agnes no depende de las acciones de Artemisa, que la pobre ha quedado totalmente fuera de juego con esto. Cuando se atenta contra la propia vida se toca fondo, ojalá encuentre el modo de remontar lo mejor y antes posible.

    ResponderEliminar