Sábado, 6 de
octubre de 2018
Ya estoy
en Ourense, en el piso en el que quiero quedarme a vivir durante todo el tiempo
que sea posible, hasta que pueda comprarme una casa u otro piso que sean
totalmente míos. De momento, éste será mi hogar. Es un piso pequeño, pero me
encanta. No imaginaba que me gustaría tanto. Tiene dos habitaciones, un baño
muy bonito, un comedor, una cocina pequeña y un balcón en el que hay espacio
suficiente para poner plantas. Es un cuarto piso y me gusta no tener que usar
el ascensor para nada. Está amueblado con todo lo necesario y ya he acomodado
la mayoría de mis cosas. Tampoco me he traído tantas. Hay muchas más cajas en
la casa de mi hermana que esperan ser enviadas, pero de eso ya nos iremos
ocupando poco a poco. Tengo que contar muchas cosas y sobre todo tengo que
hablar de cómo me siento. Tengo ya el asomo de una ilusión en mi alma, siento
el principio de un inmenso alivio que sé que irá creciendo con el paso de los
días y también tengo que confesar que me siento muy nerviosa, ya no porque haya
dejado atrás todo lo que tenía, sino porque ya me he reencontrado con Agnes;
pero ella no me ha visto. Yo creía que ella estaba en la aldea. Según tenía
entendido, todos los fines de semana va a la aldea con Lúa, pero hoy, cuando
salí por la tarde para ir a comprar lo necesario para pasar dos o tres días (ya
el lunes haré la compra grande), me la encontré inesperadamente caminando por
la rúa do Paseo, con Lúa, por supuesto. La vi de lejos. Es inconfundible.
Enseguida reconocí su modo de andar y también es inconfundible el color de pelo
de Lúa. Estaban a punto de entrar en una tienda de ropa y yo aproveché ese momento
para esconderme. Quería verla desde la distancia sin que ella lo supiese. No
podía dejar de preguntarme por qué precisamente había tenido que quedarse en
Ourense justo ese fin de semana. Adiviné que venían de Las Burgas por la
dirección hacia la que caminaban. Además, llevaban las dos una mochila y las
puntas del pelo algo mojadas. Rogué que ella no se diese cuenta de que yo
estaba por allí, pero Agnes siempre nota todo lo que ocurre a su alrededor. Me
di cuenta de que, de repente, miraba a su alrededor con disimulo y extrañeza,
como si percibiese algo, pero yo me ocultaba entre la gente, en algún portal o
en alguna calle cuando me percataba de que me buscaba con los ojos. Yo no sé si
ella me buscaba a mí o la materialización de sus sospechas; pero, por nada del
mundo, quería que ella me viese, todavía no.
Pero,
antes de poder llegar a Ourense, viví momentos muy tensos con mi hermana.
Discutí mucho con ella el jueves por la tarde. Explotó toda la impotencia y la
desesperación que sentía y perdí el control de lo que decía, pero porque mi
hermana me provocó mucho echándome en cara todo eso que me echó en cara. Cuando
le dije que quería volver a Ourense y que estaba convencida de que deseaba
vivir allí, se quedó mirándome como si acabase de oírme hablar en una lengua
incomprensible, pero enseguida me dijo que por nada del mundo permitiría que yo
regresase a Galicia. Yo le dije que necesitaba volver, que quería estar cerca
de Agnes, que no podía aguantar más tiempo lejos de ella... Mi hermana,
entonces, me cogió del brazo y me obligó a sentarme en el sofá. Ella se sentó a
mi lado y, mirándome con mucha severidad, me dijo:
—
Estás obsesionada con Agnes, Artemisa, y estás perdiéndote en esa
obsesión. Reacciona, hermana. Agnes no se merece que pienses tanto en ella. No
se merece que la quieras así, tan locamente.
—
¡Por supuesto que se lo merece! Y ella sí me quiere, Casandra. Me
quiere más de lo que todos pensáis.
—
Vas a cometer un gravísimo error si te vas a Galicia a vivir, si lo
dejas todo aquí sólo por una idea que nunca va a ser real. Agnes está enamorada
de otra mujer, Artemisa, y no va a volver contigo sólo porque tú te mudes a
Ourense. ¿Es que no lo entiendes?
—
La que no lo entiende eres tú. Agnes sí va a volver conmigo. Tal vez
no lo haga ahora mismo ni dentro de un mes, pero acabará volviendo conmigo. Sé
que podré recuperarla, pero, para poder recuperarla, tengo que vivir en Ourense
y me iré este sábado.
—
¿Este sábado? Estás loca, Artemisa —se rió nerviosa.
—
Nadie me hará cambiar de opinión. Yo tengo que estar cerca de Agnes.
Ya lo tengo todo preparado.
—
¿Que lo tienes todo preparado? ¿Qué quiere decir eso, Artemisa?
—
Que están a punto de darme la excedencia y que ya sé dónde voy a
vivir. Me he inscrito al examen del CELGA4 y me sacaré el carné de conducir.
—
Pero, hermana...
—
quiero vivir en Galicia, Casandra, cerca de Agnes, cerca del amor de
mi vida. Sé que ella volverá conmigo.
—
Estás convencida de algo que no va a ocurrir nunca, Artemisa. Estás
negando la realidad.
—
Eres tú quien la está negando, Casandra. Agnes sí me quiere, me
quiere más de lo que piensas, y ya ha empezado a darse cuenta de que se ha
equivocado mucho conmigo, pero yo estoy dispuesta a perdonárselo todo con tal
de que vuelva conmigo. Me da igual lo que haya pasado. Ella y yo envejeceremos
juntas.
—
Has perdido la cabeza, hermana —susurró intentando no ponerse a
llorar—. Tú no puedes ir a ninguna parte. No estás bien.
—
Estoy mejor que nunca. Irme a Galicia es lo mejor que puedo hacer.
Puedes venir conmigo para ayudarme...
—
Yo no puedo ir contigo y no me quedan más fuerzas para seguir
ayudándote... y menos a cometer una locura tan horrible.
—
Pero ¿por qué dices que es una locura? Yo estoy convencidísima de
que merecerá la pena, de que es lo que tengo que hacer.
—
Lo siento mucho, Artemisa, pero en esto no te apoyo.
—
¿De verdad?
—
Si quieres volver a Ourense, está bien, vuelve; pero no cuentes con
mi aprobación. No estoy de acuerdo contigo, en eso no. ¿Por qué no reconoces
que Agnes ya no quiere estar contigo? te ha dejado por otra mujer, a ti, a
quien estuvo a su lado siempre, apoyándola en todo lo que necesitó, cuidándola,
siendo indulgente con ella en todo momento, dejándose la piel para que fuese
feliz... y mira cómo te lo ha agradecido, cómo te ha agradecido todo el
esfuerzo que has hecho por ella.
—
No quiero que hables mal de Agnes —le advertí sintiendo que me ardía
la sangre.
—
¿Cómo es posible que estés tan cegada?
—
estoy enamorada de verdad, no cegada, y este amor es verdadero, por
eso sé que tengo que luchar por lo que siento y quiero. Agnes va a volver conmigo
y me da igual que no me creas, me da igual que nadie me crea.
—
Tú sabrás lo que haces, Artemisa; pero quiero que sepas que estás
arrastrándote por alguien que...
—
No estoy arrastrándome por nadie y, si así fuese, permíteme que te
diga que por Agnes me arrastraría por donde fuese las veces que hiciese falta.
—
Estás...
—
Estoy loca de amor, eso es lo que me ocurre, loca de amor por ella,
y pienso dejarme la piel luchando por recuperarla.
—
Si te rechaza... nadie va a rescatarte esta vez.
—
No pienso intentar quitarme la vida nunca más, básicamente porque sé
que ella no me va a rechazar y tampoco vuelvo a Galicia con la intención de
pedirle que vuelva conmigo.
—
Eres más terca que las mulas. Está bien, haz lo que te dé la gana. A
mí no me pidas nada más, Artemisa, mientras estés empeñada en ir detrás de
alguien a quien ya no le importas.
—
¡A Agnes sí le importo! ¿O es que no te ha llamado suficientes veces
preguntando por mí?
—
Sí, pero no me llama porque esté preocupada por ti, sino porque
quiere aliviar el peso de su conciencia...
—
¡Eso no es verdad! Ayer me dijiste que notaste que estaba triste de
verdad por mí...
Casandra
calló. Entonces supe que todo lo que estaba diciendo sólo nacía de un
incontrolable deseo de impedir que me marchase. Supe también que, entonces, no
merecía la pena que siguiésemos hablando si ella no me apoyaba, si lo único que
iba a saber hacer era hablar mal de Agnes. Me levanté del sofá dispuesta a
empezar a preparar mi equipaje, pero Casandra me cogió del brazo con fuerza y
me dijo:
—
Sólo recuerda que lo único seguro que tienes ahora soy yo y tus
amigas, nada más. En Ourense no tienes nada seguro, no tienes a nadie en
realidad, por mucho que te empeñes en pensar que Agnes estará contigo. Allí no
tienes a nadie.
—
Me da igual. Lo tendré, estoy segura de ello. Y me gusta ese lugar.
—
Te gusta ese lugar porque Agnes lo ama, porque Agnes vive allí. ¿Es
que acaso estás perdiendo tu personalidad, Artemisa?
—
No, no estoy perdiendo nada porque no tengo nada ahora mismo si no
estoy con Agnes.
—
Has perdido la razón, eso es todo. El amor te la ha quitado.
—
Tengo más razón que nunca. Y permíteme marcharme. Ahora es cuando
siento que tengo que seguir viviendo.
—
Yo no te retendré en ningún sitio. No pensaba encadenarte a ninguna
parte. Tú sabrás lo que haces, Artemisa.
Y así fue
la última conversación seria que mantuve con mi hermana. Después de esa
conversación, sólo hemos hablado sobre lo que tengo que llevarme, sobre cómo
tengo que hacer la mudanza. Mi hermana me dijo que no me apoyaba en la idea de
venirme a vivir a Galicia, pero está ayudándome mucho con la mudanza y con los
trámites que tengo que hacer. Yo sola no sería capaz de enfrentarme a todas
estas cosas burocráticas tan serias y que tanta pereza me dan.
Mi
hermana creía que me sentiría sola en Ourense, pero no es verdad. Esta noche he
salido a cenar sola y me he sentido muy a gusto, aunque también iba mirando
siempre a mi alrededor para evitar a Agnes. No quiero que sepa que estoy aquí.
He entrado en el restaurante donde más gente había, sabiendo perfectamente que,
si Agnes cenaba fuera de casa, no acudiría precisamente a un lugar que estuviese
tan concurrido, ya que a ella le gustan los sitios tranquilos, a pesar de que
en Galicia no tiene tantas manías como puede llegar a tener fuera de aquí. Aquí,
no le importa que la gente la mire o la oiga hablar. Aquí es totalmente libre y
no siente ni la menor huella de timidez.
Por la
tarde, lo que noté fue que, a pesar de que tenía los ojos llenos de serenidad,
había algo en su mirada que ensombrecía las sonrisas que no dejaba de esbozarle
a Lúa. Con ella la vi tan bien... Había tanta complicidad entre ellas... pero
también noté que Agnes estaba algo triste. La vi triste, sí, tenía los ojos
tristes. Y, aunque mi hermana me diga que estoy equivocada o viendo fantasmas
donde sólo hay seres vivos, sé que Agnes está triste por mí. Por eso quiero
escoger el momento perfecto para reencontrarme con ella. No quiero que sea así,
tan pronto. Quiero pensar muy bien lo que voy a hacer.
Y debo
reconocer que, desde que estoy aquí, ya no he vuelto a llorar. Tengo el corazón
lleno de esperanza e ilusión; algo que hacía mucho tiempo que no me ocurría.
Iré con mucho cuidado con Agnes. No quiero asustarla, no quiero confundirla tan
rápido. A mi hermana se me olvidó decirle que yo no regresaba a Ourense con la
intención de pedirle a Agnes que volviese conmigo porque sería ella la que
acabaría pidiéndomelo, la que acabará cayendo entre mis brazos. Lo sé, no hace
falta que lo consulte en ninguna parte. Agnes va a volver conmigo y será ella
la que me pida que regrese junto a ella, que iniciemos una vida juntas.
Después
de ver que Agnes y Lúa salían de la tienda de ropa en la que habían entrado,
las seguí desde una cierta distancia. Rogaba que no regresasen tan pronto a
casa y, por suerte, estuvieron paseando por Ourense durante bastante rato.
Nunca creí que yo fuese buena ocultándome, siguiendo a alguien; pero he
descubierto que puedo llegar a ser muy sigilosa. Me gustaba ver a Agnes desde
la distancia, observar sus gestos espontáneos, sus sonrisas... No podía oír su
voz; pero, al verla hablar con Lúa, podía imaginarme perfectamente cómo sonaban
las palabras que pronunciaba. Es cierto que he dicho que la notaba algo triste,
pero también es verdad que la veía feliz y conforme. Lúa escuchaba con mucha
atención todo lo que ella decía y, cuando Lúa le contaba algo a Agnes, Agnes
también la miraba con mucha atención, escuchándola sin interrumpirla. Me he
dado cuenta de que la una respeta mucho el turno de palabra de la otra, no se
interrumpen ni se pisan la una a la otra. Y me da envidia que sepan conversar
tan bien porque yo me he vuelto muy mala conversadora, me he vuelto muy
impaciente y siempre quiero intervenir sin esperar.
Al final,
me di cuenta de que Agnes y Lúa ya se dirigían hacia la casa de Lúa... y yo
supe que había llegado el momento de retirarme, de irme a cenar... aunque,
antes, regresé a casa, cogí todo lo que necesitaba y me pasé por las Burgas
para darme un baño. Sabía que me iría muy bien sentir esa agua tan calentita...
y no me equivoqué.
Y eso es
todo por hoy, al menos por el momento. Ya pensaré en qué momento tengo que
reencontrarme con Agnes, pero será pronto.
Artemisa es muy injusta con su hermana. La quiere ayudar, busca lo mejor para ella, pero se empeña en su obsesión por estar cerca de Agnes. Casandra le preguntó directamente a Agnes si amaba a Artemisa, se lo preguntó sin rodeos, buscando una pregunta clara y sincera. Agnes respondió sin titubear, sin dudar ni un segundo. Tenía claro que amaba a Lúa, no a Artemisa. Basándose en eso, y además en que se quería suicidar, es lógico que piense que se equivoca, que se está haciendo más daño del necesario. Teme también que un nuevo rechazo de Agnes provoque otro intento de suicidio. Ahora bien, lo que Casandra desconoce es que Artemisa es extremadamente intuitiva, y aunque es cierto que con Agnes está obsesionada y que lo suyo es de psiquiátrico de campeonato, es posible que tenga razón. No suele equivocarse cuando intuye las cosas y entiendo que se deje llevar por su don. Me sabe mal por Casandra, más no puede hacer.
ResponderEliminarPor otra parte, me parece divertida la parte en la que las sigue, mientras ellas pasean por la ciudad. Artemisa espía jajaja, y encima se le da bien. Ahora al menos no se deja llevar por un impulso y lo está planeando todo, preparando el encuentro sin prisas. Lo bueno es que por el momento está feliz y no se piensa suicidad, algo es algo.
Sigo con miedo, temiendo el momento del encuentro. No sé que puede pasar, si Agnes se lanzará a sus brazos o la volverá a rechazar...o como dice Artemisa, que Agnes sea la vaya en su encuentro y le pida volver. Ayyy, está muy emocionante Ntoch. ¿Estallará otra bomba entre ellas? ¿Volverán? ¿Dejará a Lúa? ¿Se decidirá por una de forma definitiva? ¿Se convertirán en una pareja de tres? ¡¡Estas que te saleees!! Quiero leer másssssss!!!
Casi siempre nos solemos conformar con los reveses de la vida, aprendemos a vivir con ellos, a enterrarlos en nuestro pasado, a dejar que el tiempo suavice los sinsabores y se vayan diluyendo poco a poco, hasta no ser más que un recuerdo amargo que cuando es evocado produce una punzada en el corazón, al principio muy aguda, insoportable, pero luego... luego ya no tanto. Y así, decimos que ya "lo hemos superado", así que la superación vendría a ser el olvido. Agnes se niega a eso. Tiene todo lo necesario para concluir sin posibilidad de error que Agnes ama a otra, que es inútil y completamente absurdo volver a Orense para encontrarse con ella; se lo dice su cabeza, se lo dice su corazón, y también Casandra, que después de todo la quiere y procura ayudarla de la mejor manera posible. Pero, a pesar de todo, algo dentro de Artemisa se revuelve y piensa "a la mierda con todo, voy y punto". Esa determinación me parece admirable, incluso aunque suponga el desastre más absoluto, pero es que al verla así pienso en que es ella quien tiene razón el resto del mundo el que se equivoca. Lúa y Agnes hablando por las calles, con una Agnes tal vez triste, o quizá no y sean prejuicios de Artemisa. Una Artemisa bañándose en Las Burgas: surrealismo total. Así que el desenlace es totalmente inimaginable para el lector... menos mal que se puede seguir leyendo. Escribes cada vez mejor, de verdad.
ResponderEliminar