Jueves, 4 de
octubre de 2018
Qué días
tan tristes, qué vida tan triste la mía. Pasan los días y ni siquiera me doy
cuenta de las horas. No sé en qué momento del día estoy. Sólo veo que amanece,
que brilla el sol, que atardece y que se hace de noche. Siento que hace frío.
Por todas partes susurra el otoño. He salido muy poco desde que llegué a la
casa de mi hermana. Las pocas veces que he salido, el mundo me ha parecido un
lugar inhóspito. Las cosas que pasan a mi alrededor no me afectan ni me inmutan.
Es como si me encontrase en otra realidad. Lo único que siento es que ya no
hace calor, que el sol calienta cada vez menos. Me gusta mucho el otoño, pero
prefiero la primavera. Siempre he preferido la primavera. A Agnes sí le gusta
muchísimo el otoño. Siempre me ha dicho que es la estación del año que más le
gusta y la inspira. Lo entiendo. En su tierra, el otoño es precioso. En Galicia,
el otoño se siente con mucha viveza, sobre todo en Ourense; tierra poblada de
árboles caducifolios. Cómo me gustaría ver el dorado color de las hojas, cómo
me gustaría estar en el bosque que rodea la aldea de Agnes para mirar de frente
a la hermosura del otoño.
No he
vuelto a hablar con Agnes desde la última vez que la tuve delante de mí, ese
miércoles nefasto en el que estuve a punto de terminar con mi vida. Ojalá lo
hubiese conseguido. Lo único que deseo es desaparecer; pero no me refiero a
morir ni a marcharme a cualquier otro sitio del mundo, sino a desaparecer de
verdad, dejar de sentir, darle a un botón para que todo se apagase. Lo único
que deseo es volver a ver a Agnes, hablar con ella, abrazarla, escuchar su voz,
su acento... mirarla a los ojos, tomarla de las manos, sentirla conmigo,
aspirar su olor, sentir el calor de su cuerpo, estar con ella en un espacio muy
reducido para que sólo podamos estar una entre los brazos de la otra, juntas,
muy juntas, respirando el mismo aire, compartiendo mucha ternura, dándonos
mucho amor. La echo tanto de menos que me siento helada y sé que esto no va a
cambiar nunca, por mucho que luche contra la inmensa tristeza que me llena el
alma. Puede que el paso del tiempo me ayude a estar mejor, deshaga poco a poco
la horrible depresión en la que me encuentro encerrada; pero nunca voy a dejar
de extrañar a Agnes, nunca podré olvidarla, nunca dejaré de amarla, jamás. Lo
sé con tanta certeza como sé cómo suena mi voz al hablar, como sé que soy
mujer. Y sé que nunca podré olvidar a Agnes ni tampoco podré dejar de amarla
nunca porque lo que me une a ella no es sólo un sentimiento de amor absoluto,
sino un lazo que no es de este mundo. Es un lazo que nació hace muchísimos
años, muchísimos, tanto que nadie puede contarlos. Y sé que ese lazo también
grita en ella, ensordeciendo la felicidad que llena toda su vida, y dentro de
nada sé que ese lazo derramará por toda su alma una infinita nostalgia que
destruirá poco a poco la serenidad en la que se refugia; esa serenidad que le
permite enfrentarse con calma a lo que está ocurriendo; pero sé que esa
serenidad es muy frágil. Y sé que está a punto de desaparecer, lo sé, y me lo
reveló lo que me contó mi hermana ayer.
Hasta
ayer, mi hermana intentó convencerme de que Agnes no quería saber nada más de
mí. Me engañó continuamente diciéndome que Agnes no le preguntaba por mí, que
no me llamaba, que no había dado señales de vida desde que nos habíamos ido de
su casa. Mi hermana ha intentado que yo odie a Agnes; pero no lo ha conseguido.
Yo nunca la he creído. Sé que me mentía sólo para protegerme. No quería que
supiese que Agnes la llamaba, como mínimo, tres veces al día. Ayer, mientras
cenábamos, mi hermana me confesó que me había mentido durante todos estos días
(o, mejor dicho, intentó mentirme). Me dijo que Agnes nunca había dejado de
preguntarle por mí, que la llamaba todos los días, que permanecían hablando
durante largo rato, que Agnes estaba muy preocupada por mí... y que justo ese
día (ayer) notó que Agnes estaba realmente triste por mí. Me contó que había
notado en su voz mucha tristeza, que había oído en sus palabras un profundísimo
arrepentimiento que le había helado el corazón. Me advirtió de que Agnes estaba
cambiando, que cada vez parecía más desasosegada por mí, que incluso le había
dado la sensación de que estaba arrepentida de haber hecho las cosas tan mal...
pero también me avisó de que todo lo que me decía no eran más que impresiones
suyas. Me confesó también que Agnes le pedía siempre que le permitiese hablar
conmigo y que siempre se lo había negado porque sabía que a mí no me iría bien
hablar con ella. Yo le dije a mi hermana que estaba muy equivocada, que no
había nada en el mundo que necesitase más que hablar con Agnes...
Lo que mi
hermana no sabe es que, pese a todo lo que ha pasado, a mí no se me ha quitado
de la cabeza la idea de vivir en Galicia. Todavía ansío vivir en Ourense. Sé que
puedo hacer las cosas bien, sé que merecerá la pena luchar por construirme allí
esa vida que estuve a punto de vivir con Agnes, y sé que merece la pena porque
estoy convencida de que Agnes todavía no me ha olvidado, de que todavía me
quiere, me quiere de verdad. Si no me quisiese, no se preocuparía tanto por mí,
no estaría tan triste por mí. Yo no niego que esté enamorada de Lúa ni que no
la quiera. Sí está enamorada de Lúa porque yo he visto cómo se miran, cómo se
hablan, cómo se tratan. He sentido en mí la complicidad que las une. Sé que se
quieren de verdad, que incluso se aman. Sé que hay entre ellas una pasión muy
fuerte que ninguna de las dos puede controlar; una pasión que arrastró a Agnes
a serme infiel, cuando ella siempre me aseguró que nunca podría desear ni amar
a otra mujer que no fuese yo, que yo era la única mujer que amaría... Sé que lo
que las une es real y muy fuerte, pero también sé que nuestro amor es
invencible. Sé que ahora parece dormido, pero también sé que despertará. Y no
estoy siendo ilusa ni tampoco estoy negando la realidad. Estoy segura de todo
ello porque lo he visto en muchísimas tiradas de tarot, en mis sueños, en mis
meditaciones. Agnes volverá conmigo dentro de muy poco. Es necesario que viva
todo esto con Lúa para que nuestro amor pueda ser más fuerte. La vida que ahora
tiene con Lúa sólo existe para fortalecer nuestro amor. Agnes volverá conmigo
porque llegará un momento en el que no podrá soportar estar separada de mí. Se
dará cuenta, dentro de nada, de que yo soy el único y verdadero amor de su
vida. Tiene que vivir con Lúa todo esto porque es preciso para que pueda
aclarar sus sentimientos, para que descubra qué es estar con otra mujer, sólo
para que sepa cuán feliz puede ser conmigo cuando regrese a mi lado. Va a volver,
Agnes va a volver; pero, para que vuelva, yo tengo que ir hacia ella, tengo que
vivir en Galicia. Y eso es lo que haré.
Mi
hermana se opone rotundamente a que viva en Galicia, me dice continuamente que
tengo que quitarme esa idea de la cabeza, me dice que no es lógico que quiera
vivir cerca de una mujer que no me quiere como yo la quiero a ella; pero mi
hermana está muy equivocada. Agnes sí me quiere, por supuesto que me quiere, me
quiere más de lo que nadie sabe. Nadie vio cuán llenos de pánico estaban sus
ojos cuando acudió a mi lado justo cuando estaba a punto de saltar al río.
Nadie vio cuánto se desesperó cuando se percató de que acababa de salvarme la
vida. En esos momentos, yo estaba ida, lo único que sentía eran ganas de
gritar, de llorar, de desaparecer, de estar sola; pero podía sentir lo que
Agnes sentía, podía detectar las emociones que le llenaban el alma, y podía
hacerlo porque todas esas percepciones llegaban a mí a través del lazo que nos
une. Ese lazo es mucho más fuerte que cualquier traición, que cualquier
separación, y no va a morir nunca, por mucho que Agnes desee a otra mujer y
comparta con ella más que el placer del amor, por mucho que ella ría con otra,
por mucho que ame a otra. Yo estoy dispuesta a esperarla el tiempo que haga falta
y lo haré porque estoy totalmente convencida de que nuestro amor es verdadero.
Esto que estamos viviendo es sólo una tregua, pero todo volverá a su cauce
dentro de nada.
El sábado
volveré a Galicia, por mucho que mi hermana intente impedírmelo. Ya casi tengo
tramitado todo lo que necesito para pedir la excedencia. En el instituto no
están poniéndome ninguna traba. La directora me entiende, me entiende también
la jefa de estudios... pero todos coinciden en que, si me voy, el instituto va
a perder a una de las mejores profesoras. Eso me han dicho todos, pero la
verdad es que, aunque yo también vaya a echarlos mucho de menos, no me apetece
nada volver a trabajar allí. Quiero romper con todo lo que tenía en esta vida.
Ya no le encuentro sentido a nada de lo que tenía porque todo esto nació
estando yo con Agnes. Ahora que no estamos juntas, esta vida carece de sentido.
Es muy
fácil decir que tengo que ser fuerte, que tengo que seguir adelante, que tengo
muchas cosas por las que seguir viviendo, que tengo muchas bendiciones, que lo
de Agnes pasará, que tengo que aceptar que ella esté con otra... Hablar es lo
más sencillo del mundo, pero nadie sabe cómo me siento en realidad, nadie
entiende mi tristeza de verdad. Pueden imaginársela, pero no la sienten con
tanta fuerza. Mi hermana sabe que estoy triste, que no puedo vivir, que me
cuesta todo, incluso beber agua; pero, aunque me haga sentir que me comprende,
yo siento que se halla a años luz de mi tristeza, de mi alma. Ella es una mujer
muy fuerte, yo no. Sé que ella se hace la fuerte delante de mí, también, porque
sé que le afecta mucho verme tan mal; pero lo que no entiendo es por qué me
impide volver a Galicia, junto a Agnes, si sé que eso es lo que necesito, no
estar tan lejos de ella, aquí, en un lugar donde no hay nada de ella, donde no
puedo percibir su esencia, ni su recuerdo, ni su voz, ni su acento, ni su
hablar... nada. No hay nada de Agnes aquí y eso me destroza el alma.
Incluso
me planteo la posibilidad de llamar yo a Agnes. Mi hermana no quiere que hable
con ella, pero no entiendo por qué me lo impide. Tampoco me permite escuchar
música que me recuerde a Agnes. Piensa que me curaré si me tiene apartada de
todo lo que me traiga su recuerdo, pero está pasándome todo lo contrario.
Necesito a Agnes como un pez necesita el agua para vivir. Siento que me ahogo
sin ella, que no puedo estar sin ella, que necesito oír su voz. No dejo de
escuchar mensajes de voz de ella, ésos que me envió cuando estábamos juntas...
Veo continuamente fotos de ella... pero cuando mi hermana no está delante
porque, cuando está en casa, ni siquiera me deja coger el móvil. Me obliga a
comer con una seriedad que me sobrecoge. No parece mi hermana cuando me ordena
que coma. Me obliga a tomar vitaminas porque dice que he perdido mucho peso...
me obliga a salir a caminar, leemos juntas cualquier libro, vemos películas
juntas... pero yo siento que tengo la mente obstruida. No me entra nada, no
entiendo nada, voy por el mundo como si no estuviese aquí porque sólo puedo
pensar en Agnes. La tengo tan adherida a mi mente que sólo la veo a ella, sólo
la oigo a ella. Sólo me interesa estar en los recuerdos que nos pertenecen... Y
quiero hablar con ella... pero no me atrevo a llamarla. Es cierto, no me atrevo
a llamarla; aunque me muero de ganas de oír su voz... Quiero oírla hablar
durante horas, contando lo que sea, quiero oírla sonreír, oírla reír... Quiero
ver su sonrisa, quiero asomarme a sus negrísimos ojos...
No
aguanto más, no puedo aguantar estar encerrada aquí, en este lugar en el que no
hay nada de ella. Incluso mi hermana me obliga a estar en su herbolario durante
horas para que no esté sola, porque no quiere dejarme sola. No se fía de mí,
pero no me sorprende. No me extraña, ya que continuamente estoy diciéndole que
me quiero morir, que no quiero estar viva... pero, cuando me imagino volviendo
a Galicia junto a Agnes, entonces desaparecen esas terribles ganas de morir y
lo único que siento es un alivio que se expande por todo mi cuerpo, que me
llena el alma de ilusión y de ganas de vivir. No sé explicar lo que me ocurre
porque sé que no es normal. Lo único que sé es que yo no puedo estar bien sin
Agnes, sé que ella es la única que puede curarme... Igual que yo fui la única
que la rescató de la tristeza cuando regresé de la isla y la encontré en el
hospital otra vez, yo sólo puedo renacer si ella está conmigo, si la tengo
cerca. No puedo vivir sin ella, igual que ella tampoco podía vivir sin mí. Y sé
que eso nos ocurre porque compartimos el alma, porque su alma y la mía
comparten algo que no tiene nombre, porque su alma y la mía no son
independientes, sino que están unidas por un vínculo que ni siquiera la muerte
ha conseguido destruir. ¿Cómo va a destruirlo entonces el amor de otra mujer?
Sin que
mi hermana lo sepa, estoy preparándolo todo para volver a Galicia. Incluso
llamé ayer a la amiga de Lúa que estaba dispuesta a alquilarnos el piso que
tiene en Ourense y me dijo que todavía lo tenía vacío, que no había ningún
problema en que yo fuese a vivir allí. Le dije que el sábado estaría ya en Ourense,
dispuesta a entrar a vivir en el piso. Sorprendentemente, esa mujer sabe que
Agnes y yo ya no estamos juntas, pero no me ha preguntado nada. Está
desesperada por alquilar el piso, así que en ese sentido lo tengo muy fácil. Y
pienso que, si tengo tantas facilidades para irme a vivir a Galicia, es porque
es lo que tengo que hacer. Con respecto a ese tema, nada está saliéndome mal.
Enseguida he encontrado un lugar donde vivir, han convocado unas pruebas
extraordinarias del CELGA4, he podido pedir sin problemas la excedencia... Todo
está saliéndome bien y lo más importante es que mi alma me dice que no estoy
equivocándome, que estoy yendo por el mejor camino que puedo seguir.
Esta vez,
también iré a Ourense sin decirle nada a Agnes. Sé que ella vuelve a la aldea
los fines de semana, pero me irá bien que no esté para poder instalarme bien. A
mi hermana le diré esta tarde que estoy dispuesta a regresar a Galicia. Sé que
me ayudará, que no me va a dejar sola... pero sé también que se enfadará mucho
conmigo, que incluso discutiremos mucho cuando se lo diga... pero también me
defenderé delante de ella diciéndole que es lo que deseo para mí, que es lo que
sé que me conviene. Sé que al final acabará entendiéndome... Y, para volver a
Ourense, sí siento que tengo toda la energía del mundo y todo el ánimo que me
falta para hacer cualquier otra cosa... y eso es lo que tiene que importarme.
Esto me está recordando mucho a aquel chico que dejé, hace siglos, que me amenazó con "saltar por el balcón" si lo dejaba, llorando a lágrima viva. Sí, no es lo mismo, pero que una persona se quiera suicidar por no estar con otra...tiene delito. Quizás este del que hablo era un bocas, que buscaba la forma de que me replantease las cosas, pero es que en el caso de Artemisa no es así. Ella estuvo a punto de suicidarse y encima, le hace la vida imposible a su hermana, diciendo que se quiere morir. En serio que necesita ayuda médica, esto no es normal. Comprendo el dolor de un amor, que lo pueda pasar mal, pero llegar a estos extremos...
ResponderEliminarEn su estado de obsesión/psicótica, no entiende que su hermana no quiera que viva cerca de Agnes. Al menos comprende que esté preocupada...desde luego, a Casandra un día le va a dar algo jajaja. Artemisa está muy segura de que Agnes volverá con ella, justo cuando Agnes está sintiendo dudas sobre lo que siente por ella y Lúa. No soy capaz de predecir lo que puede ocurrir, pero me da miedo. Si Artemisa se presenta de nuevo allí, por sorpresa y Agnes la vuelve a rechazar, ya no se tirará de un puente, se tirará de un acantilado pufff.Temo por su vida y por la estabilidad de Agnes y Lúa. Lo pondrá todo patas arriba.
Artemisa seguirá su instinto, pero no me fío demasiado de ella...estando en ese estado, de querer morirse y que nada le llene, solamente Agnes y Galicia...ains, espero que no caiga otra bomba, y si cae, que sobrevivan ambas, que esto para Agnes tampoco será muy fácil.
Se vuelve a poner muy caliente, esto ya quema. ¡Me muero por leer más!
Como la polilla siente la fascinación por la llama, incluso aunque eso la lleve a un destino fatal ardiendo en ella, así Artemisa desea fuertemente viajar a Orense, lo que es lo mismo que decir que va en busca de Artemisa. Y nuevamente Casandra aparece como su cómplice a la fuerza, Artemisa sabe que necesita ayuda, en todos los sentidos, yo pensaba que le ocultaría a Casandra su idea de viajar, pero no, se lo va a decir y va a afrontar su enfado, porque sabe que el final será más lo positivo que lo negativo de esa decisión. Ahora bien, ¿qué pretende con ese viaje? Parece absurdo, insensato, por un lado resulta raro que tras una negativa tan firme y clara, tras haber jurado que no volvería a ver a Agnes, ahora que está tan mal saque fuerzas para ir de nuevo a verla, y por otro lado, si todo sale como parece más lógico, es decir, si es rechazada una vez más, ¿qué le va a pasar? Es como si deseara conjurarlo todo de modo que o se arregle o explote, ¿cómo podría salirle bien la jugada? Casandra es, en cierto modo, la voz del lector, nuestra representante en la historia, a través de ella podemos gritarle a Artemisa que no sea tonta, que se tranquilice, que piense las cosas... Este capítulo es una especie de "crónica de una muerte anunciada", pero por otro lado nada sale nunca como nos imaginamos así que, ¿quién sabe? ¿por dónde va a salir todo esto? Creo que pronto lo vamos a saber...
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