martes, 30 de octubre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: MIÉRCOLES, 31 DE OCTUBRE DE 2018


Miércoles, 31 de octubre de 2018
Yo sabía que todo mi esfuerzo merecería la pena. Sabía que no me equivocaba, que estaba en lo cierto, que mi sexto sentido no me engañaba. Por fin, por fin la vida me da la razón, por fin puedo callar a todos aquéllos que pensaban que Agnes y yo nunca más volveríamos a estar juntas, que creían que Agnes no me quería y que me había olvidado para siempre. No quiero restregarle nada a nadie por la cara, pero mi hermana y mis amigas dudaban mucho de Agnes y ahora sabrán que no hay nadie en el mundo que la conozca mejor que yo. Yo sabía que acabaríamos solucionando las cosas. Sabía que venir a vivir a Galicia no era en balde, no era una locura. Yo siempre confié en ella. Tenía que vivir esa historia de amor con Lúa, es cierto; pero yo sabía que tarde o temprano acabaríamos volviendo porque nuestro amor es mucho más fuerte que nada.
Estoy tan contenta y me siento tan feliz que no sé ni cómo explicar las cosas, no sé contarlas con orden. Esta tarde iremos a la aldea de Agnes y celebraremos nuestro ritual de Samhain. El sábado celebraremos Magosto; una fiesta muy importante en Ourense que lleva celebrándose desde hace muchísimos años. Tengo muchas ganas de conocer cómo se celebra esa fiesta que, en la aldea de Agnes, siempre se ha celebrado igual, no importando el paso del tiempo. Agnes también está muy ilusionada por poder asistir por fin a Magosto, después de tantos años sin participar en esa fiesta que ella define como la más alegre y a la vez solemne que se celebra en su aldea, pero también me ha advertido de que habrá mucho vino y castañas, sobre todo castañas y vino, y que se come mucho, que se baila mucho más y que es todo muy divertido, que llega el día sin que nadie se percate del paso del tiempo, que es una fiesta que te arranca toda la energía que tienes en el cuerpo porque es muy intensa e incluso puede seguir alargándose hasta la tarde del día siguiente, al menos así era como se celebraba antes, y dice Agnes que el viernes ya comienzan a hacer cosas, que es algo tan bonito que no puede explicarlo con palabras. Y dice también que está muy feliz por poder vivirla conmigo, que está deseando que conozca esa fiesta que a ella le gusta tanto, que dice que incluso son más intensas que las fiestas patronales de su aldea; en las que, sin embargo, honoran a un roble inmenso y precioso que hay en la plaza de la aldea. De eso no hablé porque se me olvidó. Fueron tantas las cosas que vivimos esos días que me olvidé de contar lo más sublime de la fiesta. Adornaron ese roble tan antiguo y bonito con cintas de colores, de papel, por supuesto, y luego también cantaron y bailaron a su alrededor, entonando unos cantos sólo hechos de voces, tan antiguos me parecían que soy incapaz de recordar qué palabras los componían. Es algo impresionante que no se puede contar, que se tiene que ver, que no se puede imaginar, que se tiene que vivir. Y me imagino que Magosto será algo similar.
Y ahora me parece que todo se ha llenado de luz, a pesar de que sea otoño. Qué bonito me parece todo. Ahora Agnes está viviendo conmigo en este piso que estoy alquilando yo. Dice que le gustaría que viviésemos en el que Lúa le dejó porque es mucho más grande y más bonito, pero que quiere hablar largo y tendido con Iria, la madre de Lúa, y también quiere que ella la ayude a recoger las cosas de su hija, a vender las que Lúa quería que Agnes vendiese y también a llevar a la aldea las que no quería que se perdiesen. Agnes dice que Iria tiene que quedarse con la mayoría de cosas de su hija y venderlas ella, que el dinero le hace más falta que a nosotras, que también Lúa le dejó a su madre una gran ayuda para rehabilitar su casa, que está muy antigua, y Agnes dice que no quiere quedarse con nada que no sea suyo, que incluso le da mucha vergüenza vivir en el piso de Lúa, pero Iria no quiere ni oír hablar de eso. Dice que ya está todo decidido, pero, de momento, mientras no se haga todo eso, le he propuesto a Agnes que se quede conmigo, que va a ser mucho más fácil para las dos recomenzar en este pisito que de momento casi no alberga recuerdos para las dos y menos para ella.
A mí me parecía que Agnes estaba cada vez más cerca de mí, a punto de desprenderse de la inseguridad que la atacaba y le impedía volver conmigo. El sábado, cuando estábamos en su aldea, me pareció que le faltaba muy poco para volver conmigo, para dejarse amar por mí, pero todavía la notaba insegura y tímida. El lunes, por fin, vino a mi piso y le gustó mucho cuando se lo enseñé. Me hizo mucha ilusión recibirla. Llegó a las seis y media de la tarde y me hizo mucha ilusión que llamase al interfono y después a la puerta de mi casa. Parecerá una tontería, pero en esos momentos me pareció que ella no estaba llamando al timbre de mi puerta, sino al de mi vida. Y, cuando la vi delante de mí, en el rellano, no pude evitar cogerla suavemente del brazo para atraerla hacia mí y la abracé con muchísima ternura mientras cerraba la puerta tras ella. La abracé con todo el amor que siempre he sentido por ella. Al principio, noté que Agnes estaba trémula y nerviosa, pero, poco a poco, fue serenándose entre mis brazos y al final me pareció que se dejaba llevar por la vida, por mis emociones, por mis gestos cariñosos; pero ese día todavía no me atreví a quebrar la distancia que aún nos separaba. Además, me parece que Agnes está cada vez más guapa y perfecta. No sé cómo lo hace, pero está tan bonita... Tiene los ojos mucho más profundos que nunca y tiene tanta serenidad en la mirada... Es cierto también que ha adelgazado mucho, por lo menos tres kilos (que a ella se le nota enseguida), y que sería bueno que cogiese un poco de peso, pero aún así me parece tan perfecta... Cuando la abrazo, me da la sensación de que es frágil y que yo puedo protegerla de cualquier cosa que pueda hacerle daño. Yo, en cambio, he de confesar que he engordado dos kilos, y no sé por qué, pues ando mucho, pero será el cambio de aires, no sé, y serán las comidas de Anxos y las que Agnes me trae de vez en cuando. Una semana en la casa de Anxiños supondría engordar veinte kilos en un momento. No obstante, ya me va bien engordar un poco, pues me quedé muy delgada por culpa de lo mal que lo pasé por Agnes.
El lunes, estuvimos hablando tranquilamente en el sofá mientras tomábamos una infusión y la verdad es que estábamos tan bien, hablando de cualquier cosa, tan calmadamente... Además, nos reímos muchísimo. Nos reímos tanto que las dos acabamos con dolor de barriga y de mejillas. Hacía muchísimo tiempo que no me reía tanto con Agnes, y en general con nadie. Nos reímos tanto que yo creía que me moriría de la risa. Tengo entendido que hay quien ha llegado a morirse de la risa. Y fue por una tontería. Fue porque empecé a hacerle tests de la autoescuela a Agnes. Evidentemente, nos reíamos de lo mala que era, pero también ella empezó a reírse por lo poco que entendía lo que le preguntaba. Nos reíamos más cuando acertaba alguna así, al azar, por pura casualidad. Fue muy divertido, la verdad. Parecerá una tontería, pero yo creo que la risa que compartimos acabó de deshacer la poca tensión que todavía existía entre nosotras. Además, debo confesar que, desde hace más de una semana, Agnes y yo hablamos todas las noches por teléfono, antes de irnos a dormir. Claro que ayer fue la primera noche que compartimos después de tanto tiempo separadas. A mí me parece que llevamos años sin dormir juntas. Pues, antes de la noche de ayer, claro, se entiende, hablábamos por teléfono siempre, todos los días, y estábamos mucho tiempo hablando muy cariñosamente. Incluso, en más de una ocasión, Agnes me dijo que le encantaría que estuviese con ella, que me echaba de menos, que quería ser capaz de volver conmigo, que deseaba estar conmigo. Y al fin, al fin se ha sentido capaz de volver conmigo, y de qué manera, por la Diosa...
Ayer por la tarde, volvimos a quedar, pero para dar un paseo por el río. No obstante, tuvimos que pasar la tarde merendando en una cafetería porque llovía mucho y hacía frío. Cuando se hizo de noche, Agnes me dijo que no quería separarse de mí y me preguntó si quería ir con ella a cenar a su casa, pero yo le devolví la propuesta diciéndole que podría venirse ella a cenar a la mía, que tenía preparado un cocido de soja que me había quedado buenísimo y también unas magdalenas de chocolate que me habían salido también deliciosas. Yo creo que le conquistaron más las magdalenas, pero, cuando se lo propuse, vi un brillo especial en sus ojos; un brillo nuevo, y sé que no se lo provocaba saber que yo había hecho magdalenas.
Cuando llegamos a mi casa, le dije que me alegraba mucho de que estuviese allí conmigo, que no se imaginaba lo feliz que era por poder compartir con ella esos momentos, por estar en Ourense con ella, y entonces, sin esperarlo, esa vez fue Agnes quien se acercó a mí y me abrazó con un cariño y una ternura que me derritieron al instante. Me contestó, mientras me abrazaba, que ella también era muy feliz cuando estaba conmigo, que se alegraba muchísimo de que estuviese allí con ella, que no dejaba de dar las gracias por eso, por tenerme con ella. Al oír sus palabras, pronunciadas con tanta dulzura, susurré su nombre con mucha emoción mientras intensificaba el amor con el que nos abrazábamos y la apretaba contra mí. Estábamos muy cerca del sofá del comedor y yo no pude evitar desear que ella me impulsase hacia él, pero fui paciente... aunque sabía que las cosas estaban a punto de cambiar. Y no dudé de ello cuando, al separarnos levemente, las dos nos miramos a los ojos y nos reímos con timidez. Agnes tenía los ojos lacrimosos y yo también. Mas no necesitamos decirnos nada, nada. Y no fue Agnes quien se acercó a mí para besarme. Tampoco fui yo quien lo hizo. Fuimos las dos, las dos al mismo tiempo.
Y no puedo explicar lo que sentí al notar que ella estaba entregándose a mí. Al principio, sí me di cuenta de que Agnes estaba un poco tímida, que sentía vergüenza e inseguridad, pero la dulzura con la que nos besábamos se intensificaba con el paso de los segundos y la pasión que nos dominó destruyó por completo la vergüenza y los nervios que Agnes sentía.
Es imposible describir lo que vivimos porque son emociones y sensaciones que no se pueden explicar con palabras. Son emociones y sensaciones hechas de miles de pensamientos, de recuerdos, de anhelos al fin cumplidos. Yo me sentía como si hubiese vuelto a casa después de una larga travesía llena de obstáculos, de peligros, de tormentas, de huracanes, de enfermedad y de agotamiento. Sentía también que mi alma se curaba, como si una mano sanadora me la acariciase cerrando las heridas que la vida me había hecho allí; en la parte inmaterial de mi ser. Sentía también que Agnes estaba entregándose por completo a mí, sin ninguna resistencia, sin ninguna censura. Estaba dándome todo lo que ella era, tanto física como anímicamente, estaba dándomelo todo sin pensar, sólo sintiendo. Estaba dándome lo que yo tanto había extrañado. Yo incluso tenía que hacer un esfuerzo para no descontrolarme, pues la pasión y el deseo que nunca había dejado de sentir por ella eran indomables y querían apoderarse de todo lo que yo era; pero llegó un momento en el que me di cuenta de que Agnes estaba haciendo exactamente el mismo esfuerzo que yo. Darme cuenta de eso me descontroló inevitablemente y creo que nunca nos hemos amado así, con tanta entrega, con tanto y tanto amor, con una dulzura que no desaparecía nunca, ni siquiera cuando más desesperadamente nos entregábamos la una a la otra. En esos momentos, me pareció que no había mucha diferencia entre la Agnes que estaba entregándose a mí con la Agnes que se entregaba a la música dejándose llevar por todo su talento y el amor que siente por la música de su tierra, porque también era una Agnes entregadísima que había dejado el mundo atrás sólo para amarme a mí, igual que se olvida del mundo cuando toca, canta y baila. Entonces supe en esos momentos que, por fin, la tendría enteramente como ella es, tendría la Agnes verdadera, la que siempre fue y a la que tanto torturaron, que vivió escondida durante tantos y tantos años.
No reprimí ni un beso, ni una caricia, nada, ni una palabra, nada de lo que tanto anhelé entregarle durante tantos días. No puedo saber cuánto tiempo estuvimos juntas porque para mí el tiempo también había desaparecido. Al principio, le pregunté varias veces a Agnes si estaba bien. Ella me decía que sí, que estaba muy bien, que se sentía muy bien, que estaba feliz; pero al final no me hizo falta seguir preguntándole si estaba bien y si estaba cómoda porque me lo decía todo el tiempo con sus ojos, con sus sonrisas, con su forma de suspirar, de apretarse contra mí, de acariciarme, de besarme...
Después, cuando terminó todo, nos echamos a reír con felicidad mientras aún nos apretábamos una contra la otra, celebrando lo felices que nos sentíamos. Estábamos embriagadas de amor, nos sentíamos flotar en una nube muy densa y brillante que sabíamos que ya no se desharía. Y a Agnes le brillaba tanto la mirada y sonreía con tanta felicidad que me sentía deslumbrada por el resplandor que la inundaba toda.
Nos duchamos y después cenamos, sí, pero apenas le prestamos atención a la comida, pues todo el tiempo nos salía reírnos con inocencia, como si acabásemos de hacer una travesura. Por cierto, las magdalenas estaban buenísimas.
Y, cuando al fin llegó el momento de dormirme entre sus brazos, no pude evitar echarme a llorar de alegría, a la vez que todavía reía. Antes de dormir, le di las gracias a Agnes por hacerme tan feliz y ella tampoco pudo contestarme con palabras. Sólo me abrazó a la vez que también le resbalaban las lágrimas por las mejillas. Y dormí muy poco esta noche porque todo el tiempo me despertaba dándole gracias a todo por tener a Agnes conmigo. Me despertaba sintiéndome incapaz de creerme que Agnes estuviese conmigo al fin. La felicidad que sentía no me dejaba dormir. Sólo quería sentir a Agnes durmiendo entre mis brazos, quería oír su casi inaudible respiración, quería sentir su sueño, su quieto sueño, aspirar su olor, notarla conmigo, saber que por fin estaba conmigo. Y sé que ella notaba que me despertaba porque me abrazaba con más dulzura y me daba besitos en la frente, me acariciaba suavemente los cabellos... pero ha sido una noche preciosa.
Y creo que eso es todo por hoy. Tengo que prepararlo todo y hacer la comida. También tendría que estudiar un poco.

2 comentarios:

  1. ¡Por fin ocurrió! Estaba deseando que este momento llegara. Es cierto, Artemisa le puede restregar a todo el mundo que tenía razón, que al final han vuelto, pero tampoco le puede recriminar nada a su hermana ni a sus amigas, intentaban protegerla, se había intentado suicidar y Agnes había dejado claro que quería estar con Lúa. Ellas se basaban en lo ocurrido, pero Artemisa en algo que va más allá de las palabras, de lo que uno puede ver con los ojos. Acertó, para mi alegría. Estaba deseando que esto ocurriese.

    De momento se quedan a vivir en el pisito de Artemisa. Yo creo que es lo mejor, hasta que todo lo relacionado con Lúa quede cerrado y se sientan capaces de dar el paso e ir a su piso. Me encanta leer que Agnes ríe, que tiene tanta complicidad con Artemisa y que al fin, pueden amarse sin miedo. Vuelven a ser las que eran, pero creo que mejoradas, con muchas más fuerza,queriéndose y deseándose mucho más. Es una entrada que llevaba esperando mucho tiempo. Si tuviese una botella de vino (un Ribeiro, por ejemplo) llenaría una copa y brindaría por ellas, por la victoria de su amor. Como siempre, maravilloso leerte, por tu forma magistral de escribir, por tu maravillosa imaginación. No dejes nunca de escribir.

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  2. Iba a poner que volver a tener una relación con Agnes era algo que Artemisa se merecía, pero lo he rectificado porque no es verdad, esas cosas no tienen que ver con merecerlas, sencillamente se dan o no se dan, pero no se pueden hacer méritos para ello. Lo que sí es verdad es que se veía venir, y entra totalmente en el devenir natural de las cosas.

    Ver cómo retoman todas las rutinas que un día interrumpieron tiene mucho de reparación, es como volver a poner en uso una casa después de un incendio o de una inundación, cada pequeña cosa que vuelve a su lugar y a su función es una especie de muestra de inmortalidad, porque el ciclo ha regresado y todo comienza de nuevo. Y también tiene algo de mentira, porque es lo mismo pero no lo es, da seguridad pensar que se está repitiendo algo, cuando lo cierto es que se trata de una nueva aventura, y nada garantiza que será como la anterior. Sí, Agnes y Artemisa están de nuevo juntas, ¿pero son las mismas que eran? No, y está bien que así ocurra. Entre ambas siempre estará Lúa, no como una separación, sino como alguien que las cambió. Creo que ambas lo saben y son conscientes de ello, de que hay una aceptación mutua que es doblemente consciente de que lo que hacen ahora parece lo mismo pero no lo es. Su amor está por encima de todo, cae siempre de pie, como dicen que hacen los gatos. Son más viejas, más sabias, más conscientes de su mortalidad y de que tienen mucha suerte por volver a compartir casa y cama. Ojalá les siga yendo bien siempre.

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