Miércoles, 17 de
octubre de 2018
Mi
hermana y yo nos lo pasamos muy bien en León. Estuvimos alojadas en un
apartamento muy cerca del centro y después también hicimos un recorrido muy
bonito por el Bierzo, haciendo rutas de senderismo, disfrutando de la ciudad de
León y de su entorno. Hemos comido muy bien y también hemos disfrutado mucho de
nuestra compañía. Mi hermana ya no está tan enfadada conmigo. Dice que soy
libre de llevar la vida que quiera y además me ha reconocido que se alegra de
que ya no esté tan dolida ni destruida, que la alivia verme ilusionada con
algo, con todo lo que estoy haciendo. He empezado a estudiar para sacarme el
carné de conducir y tengo que reconocer que es una porquería de temario. NO hay
manera de que se me queden las cosas que leo, todo me suena a chino y, cuando
hago tests, no hay manera de que acierte ni diez preguntas. Me importa un
pimiento todo lo que leo, no me llena nada el alma saber sobre el motor de un
coche, sobre las partes de un vehículo, sobre señales de tráfico... pero quiero
esforzarme mucho para poder sacarme el carné de conducir. Intuyo que me hará mucha
falta viviendo en Ourense. Hay lugares de Galicia que sí están bien
comunicados, pero otros están muy aislados, como la aldea de Agnes. También
quiero descubrir muchos rincones de esta tierra. Sé que tiene lugares preciosos
que me enamorarán profundamente y, para conocerlos, necesito saber conducir y
tener un coche. Me compraré uno baratito. Tampoco necesito que sea el mejor
coche del mundo y además me lo compraré de segunda mano.
Pero
realmente no sé qué hago hablando de todo esto cuando ha pasado algo muy grave.
No sé ni describir lo que ha ocurrido. Tal vez hable de cosas tan nimias porque
no me atrevo a enfrentarme a lo que ha sucedido. Es tan fuerte e inesperado que
no sé ni cómo digerirlo. Tampoco conozco los detalles de lo que ha pasado, sólo
sé lo esencial.
Todo
empezó el lunes por la tarde. Había quedado con Agnes para ir a dar un paseo
por Ourense y a las cuatro de la tarde me envió un mensaje diciéndome que no podríamos
quedar, que a Lúa y a ella les había surgido un imprevisto y que no podríamos
vernos, que ya hablaríamos para quedar otro día. No me enfadé ni nada, lo
entendía. Imprevistos le pueden surgir a cualquiera, pero sí es cierto que me
quedé un poco preocupada, aunque enseguida se me pasó. Tenía cosas que hacer y
al instante me distraje ordenando la casa, yendo a comprar y haciendo más
cosas...
Ayer por
la tarde, sí quedé con Agnes. Me llamó por la mañana y me preguntó si podíamos
quedar por la tarde, a eso de las seis, que ella vendría a Ourense, que estaba en
la aldea, que la llevaría su tío Damián y que luego iría a recogerla, que tenía
que contarme una cosa, que necesitaba hablar conmigo... Me hablaba muy
nerviosa, sin ordenar las frases que pronunciaba. Enseguida me di cuenta de que
le pasaba algo, que no estaba bien, que me hablaba con la voz vacía y a la vez
llena de tristeza y de ansiedad. Le pregunté qué le sucedía, pero no me
contestó. Sólo me dijo: “esta tarde nos vemos”. Cuando colgamos, noté que la
forma como Agnes me había hablado me había puesto muy nerviosa. Por más que
intentase distraerme, no podía dejar de pensar en cómo se había expresado. Su
forma de expresarse siempre revela muchísimo sobre lo que le ocurre, sobre lo
que siente y piensa. Supe enseguida que estaba pasando algo muy grave o que
había ocurrido algo espantoso, pero no podía imaginarme qué era y además
pensaba que Agnes me habría avisado de cualquier cosa que hubiese acontecido.
Cuando
quedé con ella en el puente Romano de Ourense, enseguida me di cuenta de que la
Agnes con la que estaba a punto de reencontrarme no se parecía en nada a la
Agnes con la que había quedado los últimos días. Enseguida me di cuenta de que
estaba abatida y desfallecida, como si hubiese regresado de un viaje larguísimo
que la había agotado infinitamente. Caminaba despacio, casi sin prestarle
atención a lo que la rodeaba, y, cuando me vio esperándola, corrió hacia mí y
me abrazó con urgencia mientras decía mi nombre con la voz quebrada por el
llanto. En cuanto la vi llorar así, tan deshecha de dolor, la apreté contra mí,
intentando transmitirle ese sosiego que tanto le faltaba; pero mis gestos
cariñosos intensificaban su llanto. Intenté preguntarle qué le ocurría, pero no
podía hacerlo. Algo muy grave tenía que haber pasado para que Agnes llorase
así. Estando en Ourense, viviendo en Ourense ya, trabajando allí y todo y
teniendo por fin la vida que siempre deseó tener, Agnes no lloraría así por
cualquier cosa. Pensé que le había ocurrido algo a su madre, que había pasado
algo en la aldea e incluso me planteé la posibilidad de que hubiese habido
algún incendio gravísimo... pero, cuando Agnes me dijo lo que había ocurrido,
me di cuenta de que jamás, jamás habría podido imaginarme que Agnes estuviese
llorando así por eso.
Casi sin
poder hablar, me dijo que Lúa se había puesto muy enferma, que no se pudo hacer
nada por ella, que se puso muy mal y que ella no había sabido qué hacer... Me
hablaba interrumpidamente y a mí me costaba entender el sentido de sus
palabras, pero no porque no entendiese lo que me decía, sino porque el
significado de sus frases me parecía inaceptable. Acabé entendiéndolo todo
cuando oí cómo me decía que Lúa ya no estaba. “Lúa ya no está y no volverá
nunca más”, me dijo casi sin voz mientras me apretaba las manos con fuerza. Yo
no podía aceptar lo que Agnes me decía. No podía entenderlo. Tengo que
reconocer que enseguida me pregunté qué iba a ocurrir entonces, dónde iba a
vivir Agnes, qué iba a hacer con su vida, y al instante empecé a planear su
propia vida, empecé a pensar que ella podía vivir en mi casa, sentí incluso
ilusión al saber que podía ayudarla a superar el horrible golpe que le había
dado la vida. Me sentí egoísta cuando me di cuenta de que no estaba pensando
nada en Lúa ni en Agnes, sino en mí misma; pero es cierto que, dentro de mí,
una vocecita me dijo: “Lúa ya no está, ya tienes el camino libre para conquistar
de nuevo a Agnes”, pero enseguida callé esa cruel voz que me decía cosas tan
horribles. Lo único que tenía que hacer era demostrarle a Agnes que yo estaba
allí, que podía contar conmigo siempre, siempre; pero Agnes está muy recelosa y
reticente a recibir amor y cariño de mí. Me dice que no quiere sentir que se
aprovecha de mí, pero se equivoca por completo. Sé que está muy triste, que
todavía no ha conseguido entender lo que ha ocurrido y que le va a costar
muchísimo aceptar que Lúa ya no está; pero no le va a faltar cariño ni apoyo en
ningún momento. Yo voy a estar aquí dispuesta a recibirla en mis brazos siempre
que lo necesite. No es cualquier persona. Es mi Agnes y por ella yo sería capaz
de hacer cualquier cosa. Sé que lo sabe, pero no quiero que lo olvide nunca.
Ahora
está pasando unos días en la aldea. Dice que no quiere salir de la aldea, que
quiere estar allí hasta que su alma de verdad le pida enfrentarse de nuevo a la
vida. Vino a Ourense ayer y puede que esta tarde regrese para quedar conmigo. Le
he preguntado si no quiere que vaya a la aldea con ella, pero me ha dicho que
necesita estar sola, que es mucho mejor que esté sola. Mañana yo iré a la aldea
para al menos ver la tumba de Lúa y dedicarle algún perdón, que creo que le
debo muchos perdones. No la he tratado bien nunca. Reconozco que la he
criticado mucho, que he pensado lo peor de ella... y sé que no es mala mujer.
Agnes me ha contado (muy por encima y con muchas lagunas) que Lúa siempre supo
que estaba enferma del corazón, siempre supo que en cualquier momento su vida
podía apagarse y que se esforzó por conquistarla porque sabía que el tiempo que
podían compartir era efímero. Ya no puedo juzgarla. Creo que yo también habría
hecho lo mismo. Agnes me contó también que le había dejado una carta en la que
se lo explicaba todo más o menos y que ella había heredado todo lo que era
suyo, que Lúa hasta quería dejarme su coche, pero no sé hasta qué punto eso es
cierto. Sí es verdad que Lúa le ha dejado a Agnes su piso, que está ya todo
pagado, pero creo que Agnes no es capaz de vivir allí, al menos por el momento.
Ni siquiera será capaz de entrar para coger sus cosas... Necesita tiempo,
necesita días... y yo siempre voy a estar a su lado.
Es verdad
que me da mucha pena que Lúa se haya ido así, tan de repente... pero también
tengo que reconocer que no he llorado ni una sola lágrima por ella... y Agnes
está como ida, parece que no esté aquí. Está su cuerpo en la Tierra, pero no su
alma... y eso me da mucha pena, muchísima.
Y voy a
dejar de escribir ya. Tengo que estudiar la porquería de temario del carné de
conducir. No puede ser más aburrido.
Sentía mucha curiosidad por saber la reacción de Artemisa ante la muerte de Lúa. Estaba claro que se entristecería, pues ella no le desea la muerte a nadie, pero entiendo que esa voz lejana en su interior le diga cosas crueles, como que ahora tiene el camino libre con Agnes, aunque ella la apaga al momento. Conociendo un poco a Artemisa, al menos a la Artemisa de antes de que la dejas Agnes, me imaginaba que se sentiría mal. Tenía todo el sentido del mundo que no le cayese bien, le había arrebatado el amor de su vida, pero pasaron cosas terribles y tampoco podía culpabilizar únicamente a Lúa, pues la que estaba comprometida era Agnes. Pero todo eso ya no importa, las cosas han cambiado mucho y Lúa ya no está. Agnes está destrozada, eso es algo que nos veíamos venir, pero al menos cuenta con el apoyo de Artemisa y su madre.
ResponderEliminarMe he reído mucho con lo que dice de sacarse el carné de conducir jajaja. Es que me siento muy identificado con ella. Pensaba exactamente lo mismo cuando me lo estaba sacando.Es todo taaan aburrido. Aunque es muy necesario para el estilo de vida que llevará, a ver si lo consigue. ¿Se quedará el coche de Lúa? ¿Se irán a vivir a su piso? Es un momento crucial en la historia, estoy deseando saber por dónde irán las cosas. De momento todo es muy triste y desolador. Estoy deseando saber más. Como siempre, genial el capítulo.
No sabemos qué hacer con la muerte, se sale de nuestro ámbito de posibilidades. En matemáticas hay un concepto muy apropiado, relativo a las funciones, que son los puntos de discontinuidad, que son unos puntos especiales donde no puedes hacer nada, no se aplican las reglas, son un especie de pesadillas de las que hay que huir. Con la muerte nos pasa lo mismo, no podemos hacer nada, alguien desaparece pero todo sigue, es como estar en un tren haciendo un viaje con tus amigos, pero es una plataforma sin paredes, en el tren vas bien pero sabes que te puedes caer, o lo que es peor: que antes o después te vas a caer, pero saberlo no te libra de lo inexorable que será caerte, y no sabes qué pasa después de caerte, y de pronto uno de tus amigos se cae, ¿se puede imaginar una situación más desesperante? Ya no puedes hablar con él, se fue... Creo que por eso Artemisa mezcla algo tan intrascendente como las preguntas y el hecho mismo de sacarse el carnet de conducir con lo importante que resulta la muerte de Lúa, para ella y sobre todo para Agnes. Es cambiar las reglas del juego, y además sabe que ya no podrá hacer nada a favor o en contra de esta persona, es como hacer trampas, ahora efectivamente esa rival no existe, es un pensamiento que puede parecer mezquino, pero es que es así, también Agnes seguro que lo ha tenido. Naturalmente el dolor, la forma de afrontarlo es distinto para cada persona, pero en lo fundamental las cosas son iguales para todos: Lúa no está, ni estará. Se simplifica todo. Pero por otra parte su paso lo ha cambiado todo, Agnes ya no es la misma, ni tampoco Artemisa, y nunca retornarán a lo que fueron antes de Lúa; eso no necesariamente es bueno ni malo, pero en todo caso resulta inevitable. Ojalá ambas puedan rehacer su destino. Y pobre Lúa, ella es sin duda quien lo ha perdido todo de golpe.
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