Lunes, 27 de
agosto de 2018
En todos
estos días que no he escrito, me han pasado muchísimas cosas. Se mezclan en mi
alma muchas emociones ahora mismo, se me mezclan en la mente muchos
pensamientos y me siento totalmente perdida en mi vida. Me he venido al bosque
a escribir porque necesitaba hacerlo lejos de Agnes y de su energía y también
necesitaba estar sola para reflexionar y aclararme. Tengo que contar muchas
cosas y empezaré por las buenas porque la mala es tan mala que es capaz de
anular todo lo bueno que he vivido estos días. Diré también que nada me
sorprende, que en realidad ya sabía que esto iba a pasar. Muchas eran las
señales que me advertían de que iba a pasar e incluso las cartas del Tarot me
lo decían, pero yo sólo esperaba que no fuese verdad, cuando en realidad ya lo
era con una fuerza que ni yo misma me atrevía a aceptar.
El
miércoles regresé a León, a mi tierra, después de doce años sin volver. La
ciudad sigue tan bonita como siempre. No me costó nada acordarme de todo lo que
había vivido allí. Mi pueblo sigue teniendo la misma belleza de siempre y, al
contrario de lo que me esperaba, no está abandonado ni deshabitado como sí le
pasa a la aldea de Agnes, la que ha perdido la mayoría de sus habitantes en los
últimos años. En mi pueblo sigue viviendo mucha gente e incluso se han
construido más casas. En mi casa, vive una familia con hijos y todo. Me
entraron muchas ganas de pedirles que me dejasen ver la casa para reencontrarme
con mis recuerdos, pero Agnes me convenció de que eso era una falta de
educación y respeto, y tenía razón.
Yo viví
ese día sintiéndome muy contenta, pero continuamente notaba que pasaba algo,
que entre Lúa y Agnes había pasado algo, que Lúa no estaba bien y que Agnes se
esforzaba sin cesar por aparentar serenidad y por entregarme toda la atención que
yo esperaba que me prestase; pero yo sabía que no dejaba de tener ganas de
llorar, que estaba mal y que sonreía sólo por mí. Yo no sabía qué había pasado,
pero me esforzaba por ignorar esas señales que me decían que ya todo había
empezado a ocurrir. Yo ignoraba que Agnes tenía la mirada llena de pena y que
Lúa estaba muy callada porque quería que ese día fuese único. No les eché en
cara a ninguna de las dos que estuviesen así, al contrario, intenté que el día
fuese lo más bonito posible; pero, cuando llegamos a casa, Agnes se echó a
llorar mucho y me explicó que Lúa había estallado en llanto por la mañana, que
había explotado y que le había dicho un montón de cosas que le habían dolido
muchísimo en el alma. Yo escuché todo lo que me contó sintiendo que algo me
avisaba de que ése era precisamente el momento en el que había comenzado a
cambiar nuestra vida, pero me esforzaba por ignorar esa voz que me decía esas
cosas que tanto me asustaban. Reaccioné mal con Agnes por culpa de esa voz. Le
dije que no entendía por qué le preocupaba tanto lo que Lúa sentía, por qué era
incapaz de aceptar que ella se fuese e incluso le dije que tenía que proponerle
que ella se alejase un tiempo de nosotras, pero Agnes era incapaz de aceptar lo
que yo estaba diciendo. También me confesó que tenía mucho miedo a que yo la
obligase a irse de Galicia y a regresar a Cataluña. Tenía ese miedo tan fuerte
porque yo llevo toda esta semana diciéndole que tenemos que tomar ya una
decisión, que tenemos que elegir lo que haremos. Agnes me ha dicho ya varias
veces que ella quiere quedarse en la aldea, que no quiere hacer otra cosa, que
ella quiere vivir aquí para siempre, pero a mí no me entra en la cabeza que
ésta sea la vida que ella quiere. Me cuesta mucho aceptar que ella se conforme
con vivir aquí, trabajando la tierra solamente, estando tan lejos de la ciudad.
Aquí es que no hay nada. Sí, están las montañas, el bosque, los árboles, el
río, la piedra, está su gente, la gente de su tierra, están las costumbres de
Galicia concentradas en este rincón para el que parece que no haya pasado el
tiempo, está todo aquí, todo lo que ella necesita, eso lo entiendo; pero
entendería mucho más que ella quisiese quedarse aquí si fuese anciana, si ya
sintiese que lo ha vivido todo en la vida. Tal vez ella sí sienta que lo ha
vivido todo. Me ha dicho muchas veces que quedarse aquí siempre ha sido su
único sueño, que no necesita nada más para ser feliz; pero, entonces, ¿qué pasa
conmigo? ¿Qué pasa con todo lo que hemos compartido, con todo lo que hemos
soñado juntas? Yo estaba dispuesta a renunciar a todo lo que tenía en Cataluña
por ella, para poder vivir en Ourense con ella; pero mi idea era vivir en un
piso las dos, trabajando ella de lo que pudiese encontrar, yo preparándome el
examen del CELGA y estudiando para sacarme el carné de conducir. Incluso, Agnes
me dijo el viernes que Lúa le había contado que una amiga suya que vive en
Salamanca alquila un piso en Ourense. Lúa le dijo que podía hablar con ella
para que pudiese conocernos y, a lo mejor, aceptaba alquilarnos el piso a
nosotras, aunque todavía ninguna de las dos tuviese trabajo. Agnes habló con
esta mujer, pero aún no hay nada seguro. Si pudiésemos vivir en ese piso, la
mitad de nuestros problemas se solucionaría; pero, queriendo vivir en la aldea,
Agnes renuncia a todas esas posibilidades y me obliga a mí a tomar una decisión
que no sé si quiero tomar. Yo sí me había hecho a la idea de que viviríamos en
Ourense, pero, sinceramente, ahora ya no sé qué va a pasar. Puede que todas
esas ideas se pierdan en el olvido y no me sirva para nada todo lo que he
soñado hacer con Agnes. Yo estaba dispuesta a quedarme aquí con ella, pese a no
ser Galicia mi tierra, pese a que en este lugar se habla una lengua que no es
la mía, pese a ser tan distinta de la gente de aquí (aunque me llevo muy bien
con todos, la verdad, y he de reconocer que les he tomado mucho cariño a los
vecinos de Agnes y también a su madre... de Lúa prefiero no decir nada, y menos
ahora). Lo que quiero contar es tan fuerte que no sé ni cómo convertirlo en
palabras.
Agnes me
ha sido infiel con Lúa. Lo hizo el viernes por primera vez y lo volvió a hacer
ayer por la noche. Ayer por la tarde, salió a dar un paseo ella sola por el
bosque y, a las nueve y algo de la noche, casi a las diez, me llamó diciéndome
que se iba a cenar con Lúa y con unos amigos suyos, que no la esperase
despierta porque la habían invitado a una fiesta y que no me preocupase por
ella. A mí, claro, no me hizo nada de gracia que se fuese porque sabía
perfectamente que me estaba mintiendo (por primera vez en su vida... Pudo
mentirme porque no me tenía delante, por supuesto), pero tampoco sabía cómo
convencerla de que no se fuese y me daba miedo que ella notase que me había
sentado mal que se fuese sin mí. Enseguida supe que me mentía porque, si
hubiese sido verdad que la habían invitado a una fiesta, no habría habido
ningún problema en que yo fuese con ella. Agnes nunca iría a ninguna fiesta sin
mí.
La que
estuvo de verdad en esos momentos conmigo fue la madre de Agnes, quien habló
conmigo haciéndome sentir muy bien y sin dejar mal a su hija. Me contó que ella
intuía que Agnes nos ocultaba algo a las dos, pero que tenía que ser ella quien
nos lo confesase todo, me dijo que tenía que hablar seriamente con ella y que
tenía que hacerlo antes de que alguna de las dos tomase una decisión. Me hizo
mucho bien hablar con ella, pero no pude dejar de sentirme inquieta en ningún
momento. Cenamos juntas, como si llevásemos haciéndolo todos los días. Con la
madre de Agnes me llevo tan bien que me da muchísima pena perder el contacto
con ella. Es la suegra perfecta, la verdad. Es cariñosa, sabe escuchar, es
comprensiva, amable, te lo da todo en cada gesto, te hace sentir en casa
continuamente, se preocupa por ti en todo momento, pero sin llegar a ser
agobiante... y noto que me tiene cariño de verdad, que me habla con la misma
dulzura que emplea cuando habla con Agnes, aunque menos, claro, porque Agnes es
su hija. Y hoy ha sido la que me ha tomado de la mano y me ha dicho que, pase
lo que pase con Agnes, aquí sigo teniendo mi casa siempre, que le daría mucha
pena que perdiésemos el contacto porque todos me quieren mucho y yo le he dicho
que yo también les he cogido mucho cariño a todos, la verdad; pero puede que
toda esta gente tenga que formar parte del pasado alguna vez... Y me da
muchísima pena, muchísima, porque de verdad los quiero, no sólo a la madre de
Agnes, sino a su tío Damián, a otro hermano de Anxos que se llama Manueliño, a
las vecinas de la aldea, que son muy amables, gente muy sencilla que me ha
enseñado mucho... Iria, la madre de Lúa, también me parece una mujer muy buena
y cariñosa... Es que yo no sé de qué están hechas estas personas, pero son pura
bondad. Nada que ver con lo que se dice de la gente de aldea. Es cierto que son
muy chismosos todos, pero lo entiendo. Cualquier cosa que pasa en la aldea la
saben todos enseguida, por eso sé que para nadie va a ser un secreto lo que ha
pasado entre Lúa y Agnes y es que incluso tengo la sensación de que todos se
alegrarán por ellas. Tal vez sientan pena por mí, pero sobre todo se alegrarán
por ellas porque para nadie es un secreto que Lúa lleva toda la vida enamorada
de Agnes... y yo entiendo que para todos ellos sea una alegría que Lúa y Agnes
acaben juntas, ya que son las dos de la misma tierra, crecieron juntas se puede
decir y todos conocen mejor a Lúa que a mí. Entiendo que yo no formo parte de
este mundo, que soy una intrusa, que me quieren y me respetan porque Agnes me
trajo, pero yo no soy nadie en realidad aquí... y eso me duele mucho, porque
todos me han hecho sentir tanto, tanto... Se han convertido en mi familia sin
que nadie lo sepa, la verdad...
Y no sé
qué pensar. Me cuesta mucho saber lo que tengo que hacer, lo que tengo que
sentir. Me he enterado de que Agnes me ha sido infiel con Lúa de una manera muy
rara. Acababa de ducharme cuando la he llamado para que viniese a mi lado y le
he dicho que quería que me respondiese con toda sinceridad a una pregunta que
quería hacerle. No le he hecho la pregunta directamente, sino que le he contado
que anoche me tiré las cartas y que me salió la torre, la luna, la emperatriz y
los dos enamorados; lo cual quería decir que había algo oculto en nuestra
relación, que algo muy fuerte iba a derruirse y que yo era la que más enamorada
estaba de las dos. Agnes se ha quedado callada, pero enseguida me ha dicho que
no necesitaba echarme las cartas para saber eso, que llevaba días sospechando
de ella. No me acuerdo del orden de todo lo que nos dijimos, pero más o menos
le dije que hacía tiempo que intuía que esto iba a pasar, que no me sorprendía
en realidad, que entiendo que se haya enamorado de Lúa, pues ambas comparten
algo muy fuerte, las dos son de la misma tierra... pero Agnes me ha
interrumpido diciéndome que eso no tiene nada que ver. Sí tiene que ver, pero
ella no será capaz de reconocérmelo jamás. También le he dicho que estoy
paralizada, que no sé qué sentir, que ni siquiera estoy enfadada con ella, que
me siento bloqueada anímicamente, y Agnes me ha dicho que poco a poco irán
saliéndome los sentimientos. También me ha contado que fue el viernes cuando lo
hizo por primera vez y que ayer quedó con ella sabiendo lo que iba a pasar. Me
ha dicho que tengo todo el derecho del mundo a estar enfadada y decepcionada
con ella, que incluso tengo derecho a insultarla y a pegarle, me ha dicho, pero
yo en esos momentos lo único que podía pensar era que estaba obligada a cortar
nuestra relación, lo único que pensaba era que después de saber algo así se
supone que no podemos seguir juntas, porque ya no tiene sentido; pero no sé
quién decidió que una infidelidad tiene que romper una relación. No obstante,
ni siquiera Agnes sabe lo que quiere para ella. Me ha confesado que está hecha
un verdadero lío, que a mí no ha dejado de amarme, que está enamorada de mí
como siempre, pero que lo que siente por Lúa ha crecido muy rápido y no sabe
qué hacer. Incluso Agnes me ha dicho que, aunque le duela muchísimo
reconocerlo, no tiene sentido que la perdone porque tampoco se arrepiente de lo
que hizo. No sé cómo ha tenido el valor suficiente para decirme eso, para
decirme después que no quiere dejar de ver a Lúa, que nos quiere a las dos...
Nos quiere a las dos. ¿Cómo se come eso? Yo creo que lo que siente por mí irá
desapareciendo poco a poco. Algo me dice que nuestro tiempo está pasando, que
nuestra relación tuvo que existir durante estos años, pero que Lúa es en verdad
el amor de su vida. Sí, sé que yo estuve con Agnes en otras vidas, pero tal vez
el estar juntas en esta vida sin que nada nos impidiese ser felices fuese el
propósito de que volviésemos a encontrarnos. Parecerá que estoy diciendo todo
esto con una serenidad inquebrantable, pero no es verdad. Siento que estas
certezas que tan claras tengo en mi mente están destrozándome el alma. Yo amo a
Agnes con una fuerza que me anula, pero no puedo permitir que ese amor me
ciegue, no puedo ser tonta. No tiene sentido que intente perdonar a Agnes si ni
siquiera ella siente que tiene que pedirme perdón, y así mismo se lo he dicho
yo antes, que no me pida perdón porque noto que no necesita hacerlo, y ella me
ha dado la razón con sus ojos. Tengo la sensación de que Agnes es muy
consciente de que se ha equivocado muchísimo, que es consciente de que no tiene
sentido arrodillarse ante mí pidiéndome perdón, sobre todo porque ella y yo
sabemos que me fue infiel poniendo toda su razón y sus sentidos. No fue un
accidente. Yo consideraría que sería un accidente si hubiese ocurrido, por
ejemplo, esa noche en la que se fueron de fiesta juntas y bebieron tanto, la noche
en la que durmieron en una pensión las dos... pero ni siquiera esa noche
ocurrió nada. Ha tenido que ocurrir ahora, cuando se suponía que las dos
estábamos tan bien... cuando se suponía que estábamos como nunca... No lo
entiendo, de verdad, no lo entiendo. Puedo pensar en todo esto porque la vida
me ha enseñado a pensar en las cosas con razón, pero siento que está
deshaciéndoseme el alma, que me cuesta respirar, que las lágrimas me impiden
ver lo que escribo; pero siento también la compañía de los árboles, de los
últimos rayos de sol y del río que pasa tan quedo.
¿Qué
tengo que hacer ahora? ¿Tengo que irme de Galicia cuando me gusta tanto este
lugar, cuando siento que me he enamorado locamente de este rincón del mundo,
cuando tanto me he acostumbrado a que me hablen en gallego y cuando tan unida
me siento a esta aldea, a estos bosques e incluso a la ciudad de Ourense? ¿De
verdad tengo que alejarme de la madre de Agnes y de todas las personas que aquí
viven? ¿De verdad tengo que volver a Cataluña, donde no hay ni una persona así
como éstas? Creo que no quiero, no quiero. Ya que estamos, pues me mudaría a
León, allí no tendría problema para trabajar. Yo tampoco quiero volver a
Cataluña y vivir allí, ya no quiero, y mucho menos después de la conversación que
mantuve con la mujer que nos alquila el piso. La llamé el viernes por la mañana
para comentarle que en octubre más o menos teníamos pensado marcharnos del piso
y la muy cerda me dijo que precisamente quería hablar conmigo porque tenía
pensado subirnos el alquiler, cobrarnos 250 euros más. Encima, me dijo
absolutamente borde: “si os vais antes de que se termine el contrato, entonces
vais a perder la fianza, ¿eh?” Si no puedo vivir en Galicia, me iré a mi
tierra. Yo no quiero saber nada más de Cataluña, tampoco. Estar en Galicia me
ha abierto los ojos. Allí soy yo misma teniendo que esforzarme mucho y ya estoy
cansada de la ciudad donde vivimos, en verdad. Hay muchos coches, muchos
estímulos, mucha contaminación...
No sé lo
que tengo que hacer, no sé qué tengo que hacer con Agnes, cómo tengo que
mirarla, cómo tengo que comportarme con ella, qué tengo que decirle. ¿Estamos
juntas todavía? Yo sabía que esto iba a ocurrir tarde o temprano, lo sabía, por
eso estaba tan celosa. los celos me lo decían continuamente, que Lúa era
peligrosa, que Lúa iba a quitarme a Agnes, y Agnes diciéndome continuamente que
no entendía por qué estaba tan celosa, que ella no me daba motivos para
estarlo. Que no me los daba... Cada vez que se miraban, saltaban chispas,
aunque ni siquiera Agnes era capaz de reconocérselo a sí misma. Cada vez que se
hablaban, les salía a las dos una sonrisa que brillaba más que el sol... Yo
nunca fui tonta. Quise confiar en Agnes y en la vida, pero ambas me han
demostrado que nunca más tengo que volver a dudar de mi poder de intuición. En
ese sentido, puede que yo sea mucho más meiga que ellas. Y quien lo supo
también fue Anxos, la madre de Agnes, quien creo que sabe muchas más cosas de
las que la misma vida puede intuir. De alguien habrá heredado Agnes todas esas
facultades que tiene...
Lo que
más me extraña es que no siento rabia ni odio por nadie. No detesto a nadie.
Puedo pensar en todo esto con una pena muy honda que me destroza el alma, pero
no estoy enfadada con nadie, y eso es lo que más me sorprende. Lo único que
siento es una tristeza que está desgarrándome el alma. Yo también me había
hecho ilusiones con iniciar una nueva vida aquí, por mucho que me costase
aceptar que tenía que dejarlo todo para venirme aquí a Galicia por Agnes, sólo
por ella. Al principio, iba a mudarme a Galicia sólo por Agnes, pero
últimamente ya pensaba que también lo haría por mí, porque no puedo negar que
esta tierra también me gusta mucho... pero tal vez tenga que renunciar a todo
esto... Sin Agnes, noto que nada tiene sentido...
Siento
que la vida me ha dado uno de los golpes más horribles que jamás me dio. La
muerte de mi padre y, años más tarde, la de Gaya es lo peor que he vivido en mi
vida y llegué a pensar que nunca podría volver a sonreír después de que mi
padre se fuese. Cuando Gaya murió, Agnes estuvo a mi lado, con el alma todavía
hecha pedazos, estuvo a mi lado todavía estando muy, muy enferma, pero estuvo
conmigo, pude seguir avanzando por la vida porque ella me dio su temblorosa
mano... y superé la muerte de Gaya porque ella estuvo conmigo. Superé la de mi
padre porque conocí a Gaya y a Gilbert; un hecho tan mágico que me parece parte
de un sueño, y Gaya y Gilbert me llevaron a Agnes... Todo en mi vida siempre
estuvo muy bien hilvanado... pero, ahora, ¿quién va a ayudarme a superar lo que
acabo de vivir, lo que estoy viviendo con Agnes? ¿Quién va a ayudarme a superar
la pérdida de Agnes, la pérdida de nuestra vida? Sé que ella querrá estar con
Lúa, lo sé, aunque ahora le cueste verlo, pero querrá estar con ella, lo sé, y
yo... pues yo seré algo muy bonito que nunca querrá olvidar, pero, aunque aún
no lo sepa, ella quiere estar con Lúa, con una mujer de su tierra, una mujer
que le hablará para siempre en su lengua... pero no entiendo por qué, si Agnes
y yo no íbamos a estar juntas para siempre, vi siempre que ella moriría a mi
lado, tomada de mi mano... No entiendo nada, la verdad, no lo entiendo... y no
puedo dejar de llorar. Me siento hundida y destrozada. Aunque intuyese que esto
podía ocurrir, no me esperaba que la vida me diese este golpe tan fuerte. ¿Qué
he hecho mal para que me pase esto? ¿Por qué tengo que perder a Agnes? ¿Cómo se
enfrenta algo así? Yo la amo, Diosa mía, yo la amo con toda mi alma... ¿Cómo
voy a vivir sin ella? No puedo, de verdad, no puedo. No puedo imaginarme
despertando sin ella, durmiéndome sin ella. Por favor, que esto sea una
pesadilla, que no sea real, que no lo sea... No puedo sentir rencor por Agnes
porque sé que estas cosas no se pueden evitar. No estoy justificándola, pero es
inútil que me ponga a lanzarle palabras injustas y horribles cuando lo único
que siento es comprensión. Entiendo que lo haya hecho, lo entiendo, si Lúa siempre
fue mejor que yo. Lo único que siento ahora son ganas de desaparecer, de cerrar
los ojos del alma y no sentir, no sentir más este dolor que se me clava tan
hondamente en el corazón. No puedo, no quiero, no puedo vivir esto, no estoy
hecha para perder a Agnes, no puedo soportarlo. Tal vez Agnes reflexione y se
dé cuenta de que quiere estar conmigo, de que sólo me quiere a mí... Sólo si me
promete que es así, que nada va a cambiar, que nunca más volverá a equivocarse
así, podré volver a confiar en nuestra felicidad... pero, si no, que alguien me
diga cómo tengo que enfrentar esto... Yo no estoy hecha para perder a Agnes.
Estoy muy acostumbrada a ella, a su forma de ser, a su acento, a la lengua en
la que se expresan sus ojos y su voz, la conozco mejor que a mí misma, la
conozco tanto que sé qué puede pensar en todo momento... Incluso es que
entiendo lo que ha hecho. Pasó muchos años de su vida reprimida, encerrada en
lugares horribles y en sí misma. No lo justifico, sólo intento entenderlo...
Ahora es cuando ha empezado a vivir de verdad, es ahora cuando ha podido
reencontrarse consigo misma, con su forma de ser, con sus orígenes, con su
tierra, con la gente que la quiso de verdad, con todo lo que ella fue y es. Y
yo, tal vez, no forme parte de este mundo... pero no quiero perder nada de lo
que tenemos, no quiero... Huy... creo que Agnes viene a buscarme...
Estoy algo desconcertado y muy triste por Artemisa. No me esperaba para nada esta reacción. Cuando Lúa miraba a Agnes en la playa montó un pollo, la lío y no había pasado nada, no esperaba que Artemisa fuese tan "blanda" con ella y sobretodo, comprensiva. Encuentro en sus palabras justificación a sus infidelidades, incluso un perdón, a pesar de que Agnes piensa que no debe pedir perdón y que lo que pasó con Lúa no fue un error. Me la imaginaba muy enfadada, saliendo corriendo de allí, alejándose de Agnes y todo lo que le recuerde a ella y volviendo junto a su hermana, a sus amigas y su trabajo, al que adora. Quizás aquello también le recuerde a Agnes, a la vida que tenían en común, pero allí tiene a su hermana y una vida que le gustaba, y por la que se esforzó tanto en proteger, en conservar cuando Agnes se quería marchar. Ahora parece compartir el odio de Agnes por Catalunya. Está enamorada de Galicia, al igual Agnes (aunque lo de Agnes es algo mucho más profundo) y piensa en quedarse en Ourense, o en León. Si se queda en Galicia, yo creo que en parte también es para estar cerca de Agnes, aunque ahora adora Galicia. Suele ocurrir que cuando una persona te traiciona, odias todo lo que tiene que ver con ella, todo lo que le gusta, pero eso no le ocurre a Artemisa. Es capaz de separar las cosas y no se despiertan en ella sentimientos injustos hacia Galicia, la madre de Agnes y su gente.
ResponderEliminarLa parte más triste es cuando Artemisa ya ve en las cartas que su relación se acaba, cuando sabe que Agnes le miente y le ha puesto los cuernos. Debió ser muy duro para ella. La madre de Agnes se comportó muy bien con ella, al menos no pasó todo eso sola, sin nadie con quién hablar.
Artemisa no sabe lo que hacer, incluso se pregunta que quién es el que ha decidido que una infidelidad rompe una relación. La quiere y se resiste a dejarla, se resiste a alejarse. La justifica y la entiende, comprende porque le ha sido infiel. Su amor es verdadero y eso ha deshecho los celos cuando se han encontrado con la realidad, con su doble infidelidad. Está dolida, destrozada, pero no la domina la rabia. Es curioso, pero a pesar de lo ocurrido, yo creo que la última decisión la tiene Agnes. Si decide seguir con Artemisa, tengo la impresión que ella le perdonará, aunque le lleve un tiempo. Pienso un poco como Artemisa, Agnes ama a Lúa, por eso no siente arrepentimiento y no tiene la necesidad de pedirle perdón. Pobre Artemisa, todo se le viene a bajo, está muy perdida. Espero que Casandra la ayude, o que si puede, vaya a verla y le anime. Yo creo que el consejo de su hermana le puede dar una perspectiva diferente de las cosas y quitarle hierro al asunto. Veremos que ocurre ahora, pero esto está dando unos giros muy emocionantes y que no me esperaba. Me encanta que me sorprendas así. ¡Está genial Ntoch!
Qué extrañas son a veces las cosas. Artemisa ahora está perpleja, porque se había trazado un camino y ahora ve que no lleva a ninguna parte, entonces ¿qué debe hacer? ¿desandar lo que ya ha recorrido? Ella se había replanteado seriamente su vida, fue una decisión costosa, pero finalmente se había hecho ya ilusiones con ella, después de todo ya había decidido vivir en Orense pero ahora...
ResponderEliminarAgnes le ha sido infiel con Lúa, algo que ella misma debía haber visto venir, pero me pregunto qué es peor, si el acto mismo de la infidelidad o su decisión de no moverse de la aldea, casi se diría que, de ser otras las condiciones, habría podido pasar por alto la infidelidad misma. ¿Y ahora qué? Artemisa está ahí, parada en medio del camino, como un gazapo deslumbrado por las luces de un vehículo... No le queda otra que replegarse, que aceptar que su pareja está con otra, pero ¿quiere decir eso que volverá a su Cataluña habitual? ¿o el embrujo de Galicia conseguirá que siga pululando por ahí? Tengo curiosidad por verlo... ¡voy a leer más!