domingo, 2 de septiembre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: LUNES, 6 DE AGOSTO DE 2018


Lunes, 6 de agosto de 2018

Me gustaría viajar al pasado y hablar con la Artemisa que estaba tan y tan celosa para intentar quitarle de la cabeza esas ideas tan horribles que le impedían disfrutar de todas las bendiciones que la esperaban en este lugar, en Galicia. Me encantaría hablar con ella para contarle que me siento muy feliz y agradecida y que incluso tengo amigas nuevas con las que no contaba en ningún momento cuando vine aquí, pero también entiendo que las cosas que nos pasan en la vida tienen una razón de ser y creo que la crisis que Agnes y yo vivimos nos sirvió para unirnos mucho más, cuando parecía que lo único que podía hacer era separarnos; pero pienso que, gracias a esa crisis, ahora estamos insuperablemente bien. Si no hubiésemos vivido nada de eso, quizá ninguna de las dos habría reaccionado. Tanto ella como yo hemos cambiado de actitud y de forma de pensar debido al intenso miedo que sentimos ante la posibilidad de separarnos. Creo que ese miedo nos cambió por dentro y estoy segura de que nunca más volveremos a vivir algo así.

Ayer fue un día muy bonito. Acababan las fiestas de la aldea de Agnes por la noche y celebramos ese fin de fiestas con una cena muy chula en la que había cosas buenísimas. Iban a tirar fuegos artificiales para cerrar las fiestas, pero, como hacía tanto y tanto calor y el riesgo de incendios era muy alto, al final no lo hicieron; algo que me sorprendió mucho, pero en realidad aquí todos quieren y cuidan mucho la tierra. Incluso Agnes salió por la tarde con cubos de agua para refrescar la hierba, para refrescar el suelo del bosque, que el calor estaba secándolo todo en exceso, y no era la única que lo hizo varias veces al día. Incluso llenaba los cubos en el río y yo también la ayudaba a esparcir algo de agua entre los árboles, sobre los rincones donde era más alto el riesgo de incendios. Por la tarde, Lúa nos propuso ir a la playa para refrescarnos, pero Agnes prefirió quedarse aquí porque hacía mucho calor y no quería dejar sola a su madre con los preparativos de la cena.

Ha hecho estos días un calor espantoso. Jamás, en mi vida, he sentido un calor tan fuerte. No se podía estar en la calle y por la noche ni siquiera se podía dormir. Aquello que dije de que por las noches refrescaba dejó de ocurrir justo el día en que lo dije. Hemos tenido por las noches temperaturas de por lo menos treinta grados. Es horrible, fue horrible. No se podía estar en ninguna parte, aunque por lo menos la casa de Agnes es de piedra y se mantenía algo el fresquito de los pasados días, pero poco a poco su casa también se fue calentando y el calor se agarró brutalmente a las paredes, consiguiendo que ni siquiera en el interior de la casa se estuviese bien. Lo único que nos apetecía era bañarnos en el río. Era muy curioso sentir el frescor del agua mientras nos rodeaba un viento ardiente que parecía el soplido de un dragón o el aliento de un dragón como dijo Agnes. Me reía muchísimo con las cosas que ella decía, con la forma como tenía de describir el calor que estaba haciendo.

Pero ya hoy parece que todo empezó a calmarse. Ya no hace tanto calor. Hace calor, pero por lo menos no hemos llegado hoy a los 39 grados de los últimos días y Agnes dice que ya por la noche no va a hacer tanto calor, que de nuevo podremos dormir con las ventanas abiertas. Sin embargo, he de reconocer que el calor no me ha quitado las ganas de hacer cosas, como sí me pasaba allí en Cataluña. Al ser un calor seco, no me siento tan aplastada y desganada. Yo también he crecido con el calor seco de Castilla, así como Agnes ha crecido con el calor seco de Ourense, aunque también me ha contado muchas veces que, debido a la cercanía del río, algunas noches han sido muy húmedas, pero es una humedad distinta. Me cuesta pensar en Cataluña, es decir, me cuesta pensar que, hasta hace poco, estaba viviendo en otro lugar, porque me siento como si siempre hubiese estado aquí. Y precisamente de eso también quiero hablar.

Tengo que contar también que con Lúa me llevo cada vez mejor; algo que jamás pensé que podría ocurrir. Creo que lo que más nos une son nuestras creencias. Ella también cree en la Diosa. Cada vez que lo pienso, me estremezco, pues me cuesta entender cómo es posible que la vida pueda ser así, pueda guardarte tantas sorpresas. Además, a Lúa también le gusta mucho el yoga e incluso es profesora de yoga; algo que Agnes no me contó en ningún momento, aunque me parece que ella tampoco lo sabía. Eso quiere decir que, gracias a ella, estamos aprendiendo tácticas hermosas para relajarnos, para ejercitar nuestro cuerpo de un modo muy sano y precioso. Conoce muchos mantras que nos ha enseñado a cantar y lo más bonito es que hemos hecho esas sesiones de yoga en medio del bosque, entre los árboles, junto al río, sintiendo la tierra, sintiendo la magia de este lugar. Ayer, antes de la cena que cerraba las fiestas, estuvimos las tres en el bosque e hicimos una sesión de yoga preciosa que me limpió el alma por completo. Me siento distinta a partir de entonces. No sólo se me limpió el alma gracias a todos los ejercicios que hicimos, sino también porque sentirme allí, entre tanta y tanta paz, cerca de Agnes y de sus raíces, me hizo empezar a soltar todas esas emociones que habían dejado en mi alma un poso de rencor hacia mí misma y de muchos remordimientos. De repente, sentí ganas de llorar, muchas ganas de llorar, y era un llanto que no podía retener, que quería escaparse de mi ser. Lúa me dijo que no me reprimiese ni una sola lágrima, que llorase si lo necesitaba, y es que no era que lo necesitase, es que tenía que hacerlo, era que no podía escaparme de ese llanto, como si fuese la tierra la que me lo arrancaba. Y empecé a llorar tumbada en la hierba, entre los árboles, sintiendo que ese llanto también era una disculpa no sólo a mi vida, sino a Galicia, porque existieron unos momentos en los que los celos incluso me hicieron sentir rabia hacia este lugar que tanto me acogía, que tanto está acogiéndome. Se me escapaban perdones de mis labios que iban dirigidos a Agnes, a Lúa y también a la tierra. Al principio se los dedicaba también a Galicia, pero de repente esos perdones se hicieron más grandes y acabé pidiéndole también perdón a la Madre Tierra e incluso a la Diosa porque me he mantenido muy lejos de la naturaleza pensando que tenía que centrarme más en mi vida, olvidándome de mis verdaderas necesidades. Entonces, mientras ese llanto me limpiaba el alma, decidí algo muy fuerte. No creo que cambie de opinión, aunque es algo que no se puede hacer enseguida, ya que requiere de muchos trámites. Y allí, bajo el cielo incendiado de la tarde, oyendo el río, sintiendo en mi piel el aroma de la hierba y de la madera de los árboles, notando cómo ese llanto me limpiaba el alma, como si de súbito hubiese vuelto yo también a mis raíces, decidí que nunca, nunca, nunca, nunca más me iría de ese lugar, que jamás, jamás, jamás, absolutamente jamás separaría a Agnes de su tierra, jamás.

Si la vida puede ser tan bonita, ¿por qué tenemos que llenarla de cosas que nos agobian tanto, que pueden hacernos tanto daño? Cuando Agnes me decía que nunca se iría de aquí, que nunca más se separaría de su tierra, yo pensaba que estaba siendo egoísta. Incluso, cuando me decía que lejos de Galicia no podía vivir, yo pensaba que era una exagerada, que estaba obsesionada con este rincón del mundo; pero ahora entiendo cuán equivocada estaba. Ni siquiera podía imaginarme yo que este lugar también me hechizaría a mí, jamás pude imaginármelo. Ahora lo entiendo de verdad, ahora entiendo de verdad lo que ella siempre sintió y me arrepiento profundamente de no haber venido aquí antes, me arrepiento muchísimo de haberla obligado a estar lejos de Galicia. Todo eso se me pasaba por la cabeza mientras lloraba, mientras pedía perdón, mientras me abrazaba a la tierra, mientras sentía que la tierra con toda su magia me protegía. Agnes estaba a mi lado, sabiendo perfectamente lo que sentía. Tras mis lágrimas, la veía sonriéndome con mucha emoción, dedicándome una sonrisa envuelta en lágrimas de felicidad, pero no se atrevía a decirme nada. Sabía perfectamente lo que estaba sintiendo como si pudiese leer mis pensamientos. El atardecer estaba tras ella, también quieto y paciente.

Entonces, cuando sentí que ya no me quedaban más lágrimas, me incorporé y me abracé con mucha fuerza a Agnes mientras le decía que nunca más volvería a dudar de ella, mientras le pedía perdón y, mientras, al fin, le prometía que nunca nos marcharíamos de allí.

Agnes no me preguntó nada en ese momento, pero vi que los ojos se le llenaban de asombro, de alivio y de muchísima gratitud. Me apretó más contra ella cuando me oyó decir que nos quedaríamos allí para siempre, que nunca nos iríamos, nunca, que haría todo lo posible para construirnos allí nuestra vida, aunque creo que ya empezamos a hacerlo. Las decisiones burocráticas las llevaré a cabo en septiembre. Seré yo quien vaya, pero ya pensaremos lo que haremos. Seré yo quien vaya a recoger nuestras cosas, quien hable con la propietaria del piso en el que vivíamos. Me da igual perder la fianza. Es mucho más importante no perder a Agnes, no perder la salud mental que se le escapa de todos los poros de su piel, que inunda su voz, que llena su mirada.

Lúa nos dijo que nos presentaría a unas amigas que tiene en Ourense, con las que celebra muchas cosas, con las que comparte sus creencias. Me llama mucho la atención conocer a esas chicas, la verdad. E incluso pienso que al final, si acabamos cogiendo confianza, podremos formar un grupito muy bonito.

Yo no sé qué me ha pasado, pero la tierra me ha cambiado. Parece mentira. Ya sentí que empezaba a hacerlo cuando estaba sola en Ourense, sin Agnes, pero sintiéndola en todas partes, encontrándola en cada rincón. Sentí que este lugar me cambiaba, me limpiaba el alma, pero fue ayer cuando al fin me deshice de todos los residuos de todas esas emociones horribles que me invadían el alma. Y creo que eso es muy importante. Creo que yo tampoco tendría que irme de un lugar donde me siento tan bien, de un lugar que me devolvió tanto de mí misma.

2 comentarios:

  1. Cuantas veces hemos deseado lo mismo que Artemisa. Regresar al pasado, tranquilizarnos y prevenirnos que debemos cambiar de actitud, que seamos felices. Es imposible, pero al menos esas terribles experiencias y malos momentos nos hacen más fuertes y nos hacen valorar mucho más las cosas. Además, aprendemos a corregir nuestros errores y mejorar. Artemisa aprendió muy bien la lección y ahora, es muy feliz. Me encanta eso de que no tirasen los fuegos artificiales por riesgo de incendio y que Agnes tire cubos de agua para refrescar el bosque. Debe ser horrible ese calor. Recuerdo un año que para mi fue el peor, creo que el 2003, que el calor fue tan intenso que nos moríamos asfixiados. Ahí los dos pintando o jugando al parchís en lo que es la habitación de Antonio. Pues Artemisa parece sentirse de ahí, incluso le parece extraño lo de volver a Catalunya. ¿Le habrá pasado lo mismo que Agnes? Ahora se quiere quedar, igual que Agnes. Me ha sorprendido mucho, esa parte en la que se tira al suelo abrazándose a la tierra, pidiendo perdón...no me esperaba algo así. Está tremendamente arrepentida, ahora siente lo mismo que ella. Las dos están igual, vinculadas y enamoradas de Galicia y lo que es mejor, con las cosas claras. Esto apunta a que todo va viento en popa, que van a ser felices, pero sigo temiendo por esa tormenta que puede llegar en cualquier momento...Me gusta mucho que se lleve tan bien con Lúa y hagan esos rituales juntas. Parece que ha conseguido vencer sus celos definitivamente y ahora confía en ella. Seguiré leyendo a ver que es lo que ocurre, pero miedo me da que estalle la tormenta. Por lo pronto, he disfrutado de un capítulo precioso y muy mágico.

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  2. Es verdad que nuestro yo del pasado nos parece, a menudo, una persona diferente, incluso muy diferente, y eso con personalidades que están en un pasado próximo, no remoto; muchas veces he fantaseado con eso, con qué me diría... la realidad es que somos siempre un mismo ser, pero cambiante, alternados periodos de estancamiento y otros en los que una sacudida nos recorre y cambia con profundidad. Artemisa, justamente, acaba de pasar por uno de esos cambios que parece que te vuelven de revés, como un calcetín. Ahora no solamente está más unida a Agnes que nunca, sino que ha establecido con Lúa una relación bonita y amistosa, que le ha permitido descubrir que comparten creencias, e incluso que es profesora de yoga, ¡qué cosas! Pero es verdad que eso es lo que suele ocurrir, el odio, los prejuicios, la enemistad, nos impiden ver a la otra persona con profundidad, y no se trata de que Lúa hay cambiado, ella era así todo el tiempo, sino que antes Artemisa no podía verla sino como una espantosa rival. La verdad es que las cosas no podían ir mejor, espero que se mantengan así al menos un poquito y puedan disfrutar de Galicia, aunque sea con calor...

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