Miércoles, 26 de
septiembre de 2018
He tomado
una decisión muy fuerte y ya no voy a cambiar de opinión. Puede que esté
equivocándome; pero, si es así, yo misma lo descubriré con el paso del tiempo y
lo solucionaré como pueda. He entendido que no hay nada que no tenga remedio,
excepto los problemas del alma. No hay cura para todas las heridas del alma y
eso lo he aprendido muy bien este último mes, tan horrible... Tengo que contar
muchas cosas y todavía no sé por dónde empezar. Los acontecimientos están
precipitándose de una manera tan veloz que siento que está cayendo sobre mí mi
vida entera, como si de repente ésta se hubiese vuelto de piedra y quisiese aplastarme.
Tengo varias cosas claras. La primera de ellas es que no pienso seguir viviendo
en Cataluña. Es cierto que allí tengo mi trabajo, a mi hermana y a mis amigas;
pero ya he comprobado que nada de eso me hace feliz si me falta Agnes, que, aún
teniendo todo eso conmigo, siento que mi alma tiene horadado un inmenso abismo
por el que caen todas mis esperanzas y mis ganas de vivir. Volveré a Cataluña
para gestionarlo todo lo más rápidamente posible y para hacer una mudanza veloz
y concisa. No pienso transportar muchas cosas porque la mitad de objetos que
tengo allí tampoco me han hecho feliz. Mi hermana está ayudándome ya en todo
desde la distancia, está ayudándome mucho más de lo que nadie se imagina e
incluso ahora mismo es mi más fiel consejera. Me apoya en todo, continuamente
es sincera conmigo y me dice qué es lo mejor que tengo que hacer y qué no debo
hacer bajo ninguna circunstancia. Mi hermana me ha visto sufrir la ausencia de
Agnes, mi hermana me ha visto deshecha de dolor, irrecuperablemente deshecha, y
es la que sabe mejor que nadie cuánto dependo de Agnes para ser feliz. Es
cierto que depender emocionalmente de alguien es algo muy triste, pero, de
momento, todavía nadie me ha enseñado a no depender de Agnes.
La
segunda cosa que tengo clara es que me quedaré a vivir en Ourense, cerca de
Agnes. No está nada claro todavía. No es seguro que ella y yo volvamos, pero no
quiero separarme de ella. No quiero vivir lejos de ella y ella tampoco quiere
vivir lejos de mí; aunque en ningún momento me suplicó que me quedase,
básicamente porque en todo momento fue consciente de que no tenía ningún
derecho a pedirme que me quedase en Galicia si ella no iba a volver conmigo, si
sabía que yo tenía toda mi vida allí en Cataluña; pero, al darse cuenta de que
ni yo misma quiero volver a esa vida que tan vacía y fría me parece, en la que
para nada me siento acogida, entonces sí me ha animado a mudarme, ya no a
Galicia, sino a donde yo quiera, y me ha asegurado que siempre estará a mi
lado, apoyándome en todo lo que necesite.
Y la
tercera y última cosa que tengo clara ahora mismo es que necesito mucha ayuda,
ya no con la mudanza ni con el estudio de gallego, sino con mi alma, con mis
ánimos. Tengo una herida muy profunda que me costará mucho sanar y reconozco
que esa herida ya no me la ha hecho Agnes abandonándome, viniéndose a vivir a
Galicia e iniciando una nueva vida con otra mujer, sino yo misma. Yo misma me
he hecho esta herida no sabiendo enfrentarme a esta situación tan triste y
dura. Si yo hubiese sido más valiente, nada de esto estaría ocurriendo, puede que
aún viviese allí en Cataluña feliz con todo lo que tengo; pero ni yo soy
valiente ni me quedan las fuerzas suficientes para serlo. Ya no puedo luchar
contra mi alma; la que ya ha sufrido demasiadas pérdidas. Tengo muy claro que,
por nada del mundo, quiero vivir sin Agnes. No quiero que ella esté fuera de mi
vida. Lo único en lo que mi hermana no me apoya es la idea de quedarme tan
cerca de Agnes estando ella con Lúa, pero prefiero que me maten a vivir sin
Agnes. Puede que sea una locura, que sea ilógico que me rebaje de esta manera,
pero no puedo, de verdad que no puedo vivir sin ella. Me conformo con tenerla
como amiga, verla casi todos los días, hablar con ella... Además, intuyo que no
la he perdido definitivamente. No estoy negando la realidad ni viendo fantasmas
donde no los hay. Digo todo esto basándome en lo que he visto en los ojos de
Agnes, en lo que he oído en su voz y en lo que he notado en su actitud.
Ayer por
la tarde, cuando creía que el ocaso caería sobre Ourense sin que nada hubiese
ocurrido, sin que yo hubiese podido dejar de llorar en ningún momento, Agnes me
llamó por teléfono y me preguntó si podíamos vernos. Me dijo que quería hablar
conmigo y que necesitaba verme, que no quería que la última vez que nos
habíamos visto fuese tan triste... Lo que yo no sabía era que la Agnes con la
que hablaría esa tarde no tendría nada que ver con la Agnes segura con la que
me había reencontrado el día anterior. Evidentemente, accedí enseguida a hablar
con ella porque no había nada en el mundo que me apeteciese más. Me da igual
dejarme la piel por este camino adusto e inhóspito en el que está
convirtiéndose mi vida, pero quiero deshacerme intentando recuperar a Agnes.
Quiero luchar por ella con todas las fuerzas que me quedan en el alma, con toda
la energía que me quede en el cuerpo, en mi propio destino. Después de eso,
entonces ya me dejaré vencer. Yo no soy sin Agnes, no puedo ser sin ella,
porque sé que tanto ella como yo estamos hechas a partir de lo que fuimos
juntas en otras vidas, nacimos de la unión de nuestras almas, nuestra alma es
el fruto de la fusión de su alma y la mía, somos el resultado de todas esas
ocasiones en las que nos reencontramos en otras existencias y fuimos libres y
felices en nuestro amor. Por eso sé que lo nuestro no puede acabar tan rápido.
Lo de Lúa es pasajero, es algo que ocurrió sólo para fortalecer nuestro amor,
pero sé que todavía no ha llegado el momento de que esa historia de amor acabe.
No estoy quitándole validez a la relación entre Lúa y Agnes, pero sí sé que
ésta no es duradera, que va a terminar dentro de poco, y saber eso me permite
ser paciente. Sé que voy a recuperar a Agnes, pero la recuperaré si me quedo
aquí en Galicia. Si me marcho, entonces estaré destruyendo con mis propias
manos la oportunidad de estar con ella de nuevo.
No quise
que Agnes subiese a mi habitación porque no quería tentarla, no quería que ella
pensase que estaba dispuesta a todo con tal de recuperarla. Por eso la esperé
en la puerta del hotel. Cuando la vi aparecer, me sentí como si alguien me
hubiese inyectado una dosis de pasión, de alegría contenida y de emoción; pero
me contuve. El deseo más fuerte que latía en mí era lanzarme a ella para
abrazarla, pero me quedé quieta, esperando a que ella llegase a mi lado.
Fuimos
caminando hacia el casco histórico, pero yo seguía a Agnes casi sin prestarles
mucha atención a las calles por las que pasábamos. Hacía mucho calor y del
suelo parecía nacer el sol, pero no me importaba. Me sentía tentada en todo
momento de tomar de la mano o del brazo a Agnes, pero me contenía también.
Notaba que ella estaba deseando hablarme, pero no se atrevía a decirme nada o,
más bien, no sabía qué decirme; pero yo fui paciente, intentando no romper ese
silencio que nos envolvía, porque en realidad me sentía a gusto en ese
silencio, protegida con ella en esa ausencia de palabras. Tal vez, Agnes
también notase que las cosas podían cambiar y por eso meditaba tanto sobre lo
que tenía que decirme.
Al fin,
al llegar al jardín de las Burgas, Agnes se sentó en uno de los bancos que hay
y yo me senté a su lado sin saber si debía mirarla fijamente a los ojos o
quedarme detenida, con la mirada perdida en las flores que nos rodeaban. Fue
Agnes quien rompió el silencio en el que nos protegíamos.
—
¿Cómo estás, Artemisa?
—
Ahora un poco mejor —le contesté acomodándome más en el banco y
mirándola tímidamente a los ojos. Agnes me envolvía con su nocturna mirada,
como si quisiese protegerme de mis emociones, y realmente lo consiguió. Logró
que, por unos momentos, me pareciese que la tristeza se había desvanecido—. Me
siento mejor porque estás conmigo ahora, pero lo he pasado muy mal. Ha sido un
día muy extraño.
—
Para mí también lo ha sido, realmente —me confesó retirándome la
mirada—. Pensaba que en cualquier momento aparecerías en la cafetería —me dijo
sonriéndome.
—
¿Te habría gustado que fuese?
—
Creo que sí.
—
He estado a punto de ir, pero no me sentía capaz de hacerlo.
—
E logo?
—
Porque...
—
Te duele verme, ¿verdad?
—
Hoy no.
—
¿Todavía piensas en irte mañana? —me preguntó con miedo. Aún no me
miraba a los ojos.
—
Si me pides que me quede, no me iré nunca.
Al oír
esa frase, Agnes se quedó paralizada. Noté que le temblaban levemente los
párpados, como si estuviese reteniendo unas lágrimas revoltosas que pugnaban
por llenarle los ojos de lágrimas. Incluso me pareció que empalidecía un poco,
pero no me atreví a preguntarle por qué mis palabras le habían causado una
impresión tan fuerte.
—
Yo no quiero que te vayas, pero jamás se me ocurriría pedirte que
renuncies a la vida que tienes allí sólo por mí si ni siquiera yo puedo
asegurarte que vayamos a volver algún día... Estaría siendo muy egoísta si te
pidiese algo así, Artemisa; pero quiero que sepas que yo tampoco quiero
perderte nunca, aunque esto también suene muy egoísta. Eres muy importante para
mí y, si te pierdo para siempre, perderé una gran parte de mi alma.
No me
esperaba para nada que Agnes fuese tan sincera, así, tan de súbito, tan
repentinamente. Su confesión, tan tierna y sentida, tan sincera, me dejó el
alma helada. Quise decirle muchas cosas, pero las ganas de llorar que
experimentaba me lo impedían. Ya tenía los ojos llenos de lágrimas, al igual
que Agnes. Había deseado tanto que ella me dijese justo lo que acababa de
decirme...
—
En realidad, Agnes, yo no quiero irme. Preferiría tirarme al Miño
antes que irme...
—
No digas eso nunca, por favor —me interrumpió horrorizada, mirándome
al fin a los ojos y tomándome rápidamente de las manos, como si tuviese miedo a
que mis palabras pudiesen arrastrarme hacia el fondo del río—. No quiero que
pienses en tu muerte, nunca, nunca.
Agnes, de
repente, se había puesto a llorar sin control. Me impactó mucho verla llorar
así, con tanto sentimiento, mientras me apretaba las manos cada vez con más
fuerza. De modo impulsivo, deshice el lazo que unía nuestras manos y la abracé
de repente, presionándola contra mí como si quisiese ampararla de ese miedo que
se le escapaba por todos los poros de su piel. No entendía por qué a Agnes la habían
horrorizado tanto mis palabras.
—
No lo haré nunca si me pides que me quede a tu lado, Agnes —le
susurré mientras la abrazaba cada vez con más fuerza y cariño.
—
Pero tú tienes tu vida allí. Yo no puedo pedirte que te quedes,
Artemisa —protestó con vergüenza.
—
Llámame Artemisiña, por favor.
—
No puedo —musitó apartándose un poco de mí para limpiarse las
lágrimas—. Si lo hago...
—
¿Qué ocurrirá?
—
Estoy muy confundida, Artemisiña, muchísimo.
—
Siempre lo has estado. Creo que el único amor del que jamás vas a
dudar es el que le profesas a tu tierra.
—
Es diferente, no tiene nada que ver con esto...
—
Pero ¿por qué estás confundida? Ayer me dijiste que estás muy
enamorada de Lúa, que la quieres con locura y que sabes que quieres estar con
ella para siempre.
—
Yo no te dije eso. Sí es cierto que estoy enamorada de Lúa y que la
quiero, pero...
—
Pero ¿qué? Sé sincera, por favor.
—
Pero el amor que siento por ella no ha destruido el que siento por
ti. Por supuesto que aún te quiero, Artemisa; pero jamás te pediré que vuelvas
conmigo mientras sienta algo por otra mujer. No lo encuentro justo, aunque
tampoco encuentro justo que esté con Lúa si todavía te añoro. Perdóname,
tendría que haber sido sincera contigo desde el principio; pero era incapaz de
renunciar a ti. No sé por qué me cuesta tanto tener las cosas claras, maldita
sea. Creo que nunca me enseñaron a tomar decisiones duras, pero es que siento
que ya no me quedan fuerzas para soportar más pérdidas. No me siento capaz de soportar
perder a las personas que tanto quiero... y todo es tan difícil... ¿Por qué la
vida es tan complicada? Yo tampoco quiero vivir lejos de ti, no quiero que
desaparezcas... ¿Cómo me atreví a pensar que podría vivir sin ti, sin verte,
sin hablar contigo? Es imposible... pero no quiero ser egoísta. No puedo
pedirte que te quedes, pues sufrirías tanto por culpa mía... No sé hacer nada
bien, Artemisa. Todo lo hago mal, no sé dominar mi alma, me dejo llevar
enseguida por mis sentimientos, no sé hacer nada bien, nada... Al final, haré
daño a toda la gente que amo con toda mi alma y lo único que me merezco es
quedarme aquí sola...
—
Agnes, Agnes...
—
...por desagradecida, por tonta, por inútil, por inepta... Es
cierto, lo único que tengo claro ahora mismo es que jamás me marcharé de mi
tierra, quiero vivir aquí para siempre, quiero morir aquí y que aquí queden
para siempre mis restos, mi polvo, todo lo que yo soy quiero que quede para
siempre en esta tierra que tanto amo, que tanto me ama a mí también... pero lo
demás es tan raro, tan difícil y yo soy tan inepta, tan inexperta... Te hice
daño a ti, a la persona que me protegió siempre, que siempre estuvo conmigo
siempre que pudo, la persona que se atrevió a mirar de frente a mi enfermedad,
a ti, a la mujer que me aceptó tal como soy...
—
No te culpes de esa manera, Agnes, por favor. No es justo que te
digas todo eso... Escúchame una cosa, Agnes: la vida no es tan complicada como
piensas. Somos nosotras la que la volvemos difícil, pero te juro que voy a
hacer todo lo posible para que las cosas sean más fáciles. Yo tampoco quiero
separarme de ti nunca. No quiero que pienses que eres egoísta por pedirme que
me quede, al contrario. Lo que más daño me habría hecho del mundo es que me
rogases que me fuese, que me alejase de ti.
—
Pero, entonces, ¿qué vas a hacer?
—
Y se te olvida que a mí también me gusta mucho Galicia para vivir.
—
Pero...
—
Ahora estás con Lúa y lo respeto. Seré capaz de respetarlo sólo si
me quedo a tu lado.
—
¿Cómo? —me preguntó asombrada, intentando dejar de llorar.
—
Me quedaré aquí en Ourense. Tienes que ayudarme a encontrar algún
piso en el que me pueda quedar. Además, ya me he inscrito al examen del CELGA
4...
—
Pero... pero ¿y tu trabajo, tu hermana, tus amigas...?
—
Sinceramente, nada de eso tiene sentido si no estoy contigo. Yo no
voy a abandonar nunca a mi hermana ni a mis amigas, pero ya he comprobado que
allí no soy feliz teniendo todo eso si tú y yo estamos tan lejos.
—
Artemisa, yo...
—
No quiero que te agobies con nada. Quiero que, si algún día te
sientes capaz de volver, lo hagas porque de verdad te sale del alma, porque
realmente lo necesitas y sabes que tiene sentido.
—
No me merezco que seas tan buena conmigo, no me lo merezco, nunca te
merecí, en realidad, nunca —sollozaba cada vez más deshecha de dolor y
tristeza.
—
Yo no voy a pedirte que abandones ahora mismo a Lúa. Sólo quiero que
hagamos las cosas bien. Si ahora sientes que tienes que estar con ella, pues
bien... vivid todo lo que tengáis que vivir, pero, por favor, no me eches de tu
lado.
—
Nadie haría lo que estás haciendo tú, Artemisa...
—
Lo único que quiero es tenerte en mi vida y si, para ello, tengo
que dejar una vida en la que no me siento feliz de verdad... Te quiero de
verdad y querer de verdad es luchar, es quedarnos donde sentimos que tenemos
que estar. Tú y yo... tú y yo no podemos estar separadas, Agnes. Sé que tú eres
feliz, que has sido muy feliz sin mí; pero eso ya no me da rabia ni me
enfurece, al contrario, me alegra de verdad que hayas dejado de sufrir por fin.
Has vivido siempre con el alma destruida y ya es hora de que puedas disfrutar
de la vida. Yo estaré a tu lado siempre. Agnes, yo jamás voy a amar a nadie más
en mi vida.
—
Eso tú no lo sabes...
—
Lo sé perfectamente, Agnes. Siempre supe que tú eres el amor de mi
vida y eso nunca va a cambiar. Yo estaré aquí siempre, siempre...
—
Si sientes que no tienes que irte, no te vayas, Artemisiña...
—
No llores más, por favor. Todo está bien, Agnes.
—
NO me merezco que seas tan buena conmigo —volvió a musitar casi sin
voz.
—
¿Y por qué?
—
Porque me he comportado muy mal contigo, porque te he hecho
muchísimo daño, porque te he destrozado el alma. Lo único que me merezco
recibir de ti es odio y rencor, no tanto amor, no tanta comprensión...
—
Eso no es verdad, Agnes. Tú eres una mujer muy buena, eres buena de
verdad, tienes un alma llena de amor y luz. Tal vez por eso estés así tan
confundida, tal vez por eso también sientas algo tan bonito por Lúa... porque
eres puro amor. Permíteme decirte que la vida estuvo siendo muy cruel contigo
durante muchísimo tiempo. Si ahora tienes más amor de la cuenta, es porque
durante mucho tiempo estuviste sola, sin amor, sin comprensión, sin nadie que
te protegiese... Tú no le has hecho daño a nadie.
—
Artemisa...
—
Ahora todo parece muy difícil, pero no lo es tanto, ya verás.
—
Pero ¿qué te ha ocurrido? Ayer habrías sido incapaz de decir la
mitad de cosas que ahora me has dicho...
—
No lo sé, Agnes. Tal vez, Ourense haya vuelto a ayudarme.
Aquellas
palabras hicieron reír a Agnes. Rió mientras aún lloraba, mientras se esforzaba
por detener ese caudal de llanto que se había derramado por su alma, su alma
también tan asustada y quebradiza.
—
Piensa muy bien lo que quieres para tu vida. Yo voy a cumplir todo
lo que dije que haría antes de que tú y yo lo dejásemos, pero ya no lo haré
sólo por ti, Agnes, sino también por mí, sobre todo por mí, porque yo también
quiero vivir aquí, porque yo tengo muy claro qué quiero tener en mi vida y tú
eres lo que más me importa. Me da igual que pienses que no te lo mereces. El
paso del tiempo ya te hará cambiar de opinión.
—
Pero... no es comprensible que seas tan buena conmigo. Tendrías que
odiarme con toda tu alma.
—
No puedo, Agnes. No puedo odiarte porque te quiero, te quiero con
todo mi ser. Y sé que tú también me quieres.
—
Por supuesto que te quiero, Artemisiña... pero... tengo miedo, Artemisa.
Tengo mucho miedo.
—
¿Por qué tienes miedo?
—
Porque no sé qué es lo que tengo que hacer. Lúa me dice que siempre
tengo que ser sincera contigo y con ella, pero sobre todo conmigo misma. Me ha
dicho ya muchas veces que entendería perfectamente que yo quisiese volver
contigo, que sería lo más lógico del mundo; pero sé que por dentro ella también
está aterrada. No obstante, hoy me ha dicho una cosa que me ha dejado el alma
tan trémula... Me ha dicho que ella lleva toda la vida viviendo sin mí, que
sería capaz de tenerme como amiga si yo decido dejarla y que jamás podrá
arrepentirse de haber vivido conmigo todo lo que hemos vivido, que entenderá
perfectamente lo que yo quiera hacer, pero que nunca me podrá olvidar... y que
ella me ama con toda su alma, de verdad, me ama locamente, pero aceptaría que
quisiese volver contigo. Me dijo que ella sabe que, al final, tú y yo siempre
estaremos juntas, pero sé que por dentro está aterrada y destrozada y no quiero
hacerle daño...
—
Lúa ha querido decirte que ella sí es lo suficientemente fuerte para
superar tu ausencia, al contrario que yo. Sabe que yo no puedo superarla, que
no sé vivir sin ti.
—
No quiero que pienses nada malo de ella ni que la odies. Por favor,
no la detestes, Artemisa. Ella es buena, de verdad, te juro que es buena, te
juro que tiene un alma tan pura... Ella también ha sufrido mucho a lo largo de
su vida. Ha vivido cosas horribles que nadie se imagina...
—
Yo no la odio, Agnes. Tranquila, Agnes... No te pediré que la dejes
y vuelvas conmigo. Dejemos que las cosas fluyan. A veces, no somos nosotras
quienes decidimos lo que tenemos que vivir. Es la vida, que, como un río, nos
arrastra por los acontecimientos que tenemos que afrontar.
—
Tal vez tengas razón...
—
La tengo, créeme que la tengo.
—
Yo tampoco te dejaré sola nunca, Artemisa, mi Artemisiña... Por
favor, perdóname todo lo que sientas que me tienes que perdonar, por favor.
Perdóname por lo mal que hice las cosas, por lo mal que me he comportado
contigo, por haberte hecho tanto daño, por haberte hecho creer que podía vivir
sin ti...
Agnes
dijo esas últimas palabras susurrando y mirándome tiernamente a los ojos
mientras me presionaba de nuevo las manos e intentaba sonreírme, pero las dos
estábamos tan nerviosas y deshechas de nostalgia... No obstante, al oír sus
palabras, sentí que mi alma empezaba a recomponerse lentamente.
—
Nunca lo creí, en realidad. Por eso estoy aquí. Sabía que
necesitabas verme para conocer la verdad.
—
Pues tenías razón...
—
Hay veces que, desde la distancia, las cosas parecen lo que no son.
Es teniendo a las personas delante cómo mejor podemos conocer lo que sentimos.
—
Y es así, Artemisa...
—
Y, aunque te parezca incomprensible, el hecho de que tengas dudas
sobre lo que quieres me da algo de esperanza... pero también quiero que sepas
que tus dudas no son lo que me atan a este lugar, es todo lo que tú eres. Si al
final decides estar con Lúa, pues no me quedará más remedio que aceptarlo; pero
quiero hacerlo cerca de ti, siempre y cuando tú desees que esté en tu vida.
—
Por supuesto que quiero que estés en mi vida, Artemisa. Gracias,
gracias por ser como eres. Eres un ángel, Artemisa, eres un hada, eres el Paraíso
en una persona, aunque ni tú ni yo creamos en el Paraíso ni en los ángeles...
—
Tú una vez me dijiste que los ángeles son seres de luz, que eran lo
mismo que las hadas o que los guías espirituales. Esa vez, también me dijiste
que yo era un ser de luz.
—
No recuerdo en qué momento te dije eso, pero es algo muy bonito.
—
No te acuerdas porque no estabas en ti cuando me lo dijiste.
Estabas... muy malita.
—
Vaya... Pues esas palabras parecen nacidas de una mente lúcida.
—
Tu mente todavía estaba lúcida, pero también llena de brumas.
—
No quiero perderme así nunca más, Artemisa.
—
NO lo harás si siempre vives en Galicia.
—
Artemisiña... ¿quieres que hablemos con Lúa y...? No tiene sentido
que te quedes en un hotel si puedes alojarte en nuestra casa... Claro que debe
apetecerte y entendería perfectamente que te pareciese una idea ilógica...
—
Y a Lúa también tiene que parecerle bien.
—
También puedes quedarte en la aldea si quieres. MI madre... no
imaginas cuántas ganas tiene de verte. No me lo dice para no hacerme sentir
mal, pero ella te ha echado mucho de menos también siempre.
—
¿También? ¿Eso quiere decir que... que tú...?
—
Que yo también te eché mucho en falta siempre. Lo sabías. Te lo
decía siempre que hablábamos, pero siempre me pareció que no me creías.
—
Me costaba creerte porque la tristeza que me invadía el alma me lo
impedía.
—
¿Y ahora me crees?
—
Por supuesto que sí. Y... preferiría quedarme en Ourense.
—
¿En la casa de Lúa?
—
Te parece una locura, ¿verdad?
—
Tendríamos que hablar con ella...
—
De todas formas, no sería por mucho tiempo. Si sabes de alguien que
alquile un piso...
—
Sí, sí, una amiga de Lúa tiene un piso en alquiler y precisamente
creo que está vacío.
—
¿De verdad? No puede ser.
—
Pues es —se rió nerviosa.
—
Mañana podríamos hablar con ella... Por el momento, creo que podría
quedarme en el hotel mientras no me trasladase.
—
Pero ¿no ibas a volver a Cataluña a por tus cosas?
—
Sí, es cierto. Ya me había olvidado de ese detalle. MI hermana me
ayudará a empaquetar todas mis cosas...
Tenemos que buscar una empresa de transportes... Para el sábado creo que
ya estaré de vuelta. Me iré el jueves... o tal vez volvería el lunes...
—
No te impacientes, Artemisa. Ya todo está encaminado hacia donde
tiene que llegar. No te preocupes. Y Lúa y yo te ayudaremos en todo lo que
necesites, de verdad, sólo si tú aceptas nuestra ayuda...
—
Por supuesto que sí, Agnes.
—
Ay, esto me parece... un sueño.
—
Dame un abrazo, tontiña.
Agnes me
abrazó con mucho cariño y, por primera vez desde que nos habíamos reencontrado,
también con calma, con mucha calma. Nos apoyamos la una en la otra como si
quisiésemos descansar después de un largo viaje en el que habíamos perdido toda
nuestra energía. Y yo realmente me sentía como si acabase de llegar a casa tras
una larguísima travesía en la que había tenido que soportar violentas
tormentas, huracanados vientos, ventiscas y una gran cantidad de frío que había
helado hasta el último rincón de mi alma.
Y por el
momento eso es todo lo que quiero contar. Después de esa tarde, todo ha sido
mucho más sencillo. Es cierto que no he renunciado a luchar por Agnes, pero lo
haré de forma sutil, con paciencia y energía, pero sin ser agobiante, sin
desvelar en todo momento que la quiero, que estoy dispuesta a hacer cualquier
cosa para lograr que ella vuelva conmigo. Me siento esperanzada y sé que todo
lo que estoy haciendo tiene sentido. Mañana por la mañana vuelvo a Barcelona
para prepararlo todo para mi marcha y el lunes volveré a Ourense. También, esta
tarde, quedaré con la amiga de Lúa que tiene el piso del que me habló Agnes y
lo más seguro es que también tenga ya hogar para cuando regrese...
La
próxima vez que escriba, hablaré de la conversación que mantuve con Lúa esta
mañana.
Agnes quizás sea prisionera de su tierra, pero Artemisa lo es de Agnes, mucho más de lo que nadie habría imaginado. Ahora mismo no soy capaz de sacar conclusiones, estoy muy confundido, no tengo ni idea de lo que puede ocurrir, Agnes está muy perdida y con ella todos nosotros jajaja. Una cosa está clara, Agnes tiene suerte de haber encontrado a Lúa y Artemisa. Digo esto porque ambas se comportan de una forma ejemplar, no le reprochan nada, ocultan sus heridas y aceptan la decisión que tome, aunque eso signifique que finalmente el final de la relación. Son dos ejemplos a seguir. Aunque es cierto que no me gusta que Artemisa se arrastre tanto, que renuncie a todo, a esa vida que tantas veces dijo que le gustaba. El amor es así, nos hace renunciar a todo, poner prioridades en la vida. Lo más fuerte es que pueda vivir con ella en el piso, que Lúa acepte, que Artemisa sea capaz de soportar verlas juntas, llevando su vida...no sé, pero Agnes debería darse cuenta que esto recrudece mucho más la situación y que las tres sufrirán mucho más. Al menos ya no hay odio, rencor ni reproches, y eso es un paso de gigante muy importante. Ahora parece que las aguas se calman, aunque las corrientes marinas sean fuertes y no se vean. ¡¡Esto está muy emocionante!!
ResponderEliminarArtemisa ha encontrado motivos para quedarse en Oviedo, porque Agnes no la rechaza de plano, es más, entra en el juego de "no te pido que te quedes pero no puedo vivir sin ti, sí amo a Lúa pero te amo a ti, no debes seguir enganchada a mí pero tampoco te he dicho que esté super enamorada y super segura de lo de Lúa"... en fin, que con ese panorama se entiende perfectamente que tome la decisión de quedarse en Oviedo, porque ahora tiene motivos reales para hacerlo.
ResponderEliminarAhora la papeleta la tiene Agnes, porque ¿qué va a hacer? ¿qué le va a decir a Lúa? Si yo fuese ella no me gustaría ni un pelo ese regreso de Artemisa, no digo ya a su propia casa (algo que estaría totalmente fuera de lugar), sino incluso en ese piso de alquiler de su amiga. Claro que Lúa es muy buena, por eso tengo curiosidad en saber qué hablaron ella y Artemisa, pero no sé, yo le pediría a Agnes que se aclare un poco, ¿a qué juega? Ese rollito de "no quiero elegir, yo amo a las dos y todo eso" queda muy bien pero hace daño, y ahí es donde está el problema ¿quién va a salir dañado ahora con lo que pasa? Aaaaah, tendremos que seguir leyendo jajajajajajajja, muy interesante y muy bien narrado.