martes, 25 de septiembre de 2018

DIARIO DE ARTEMISA: VIERNES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2018


Viernes, 21 de septiembre de 2018
No he escrito en toda la semana porque realmente no tengo nada que contar. Mi vida está oscurecida por unas nieblas que no dejan pasar ni el más sutil rayo de luz ni de esperanza. Siento que alguien me ha apagado por dentro, que tengo el pecho perforado, que no tengo nada en mi interior, sólo un desconsuelo interminable que no deja de gritar por mucho que llore, por muchas horas que me pase derramando lágrimas, por mucho que intente aferrarme a las pocas cosas buenas que me quedan en la vida, en mi miserable vida. No me atrevo a decirle a nadie que tengo la mente llena de ideas locas que no soy capaz de llevar a cabo porque tampoco quiero ir por el mundo causando pena; pero, sinceramente, para vivir así, preferiría estar muerta. Vivo momentos en los que sólo siento odio y rabia hacia mí misma, en los que me detesto tanto que deseo lastimarme y convertir mi piel en polvo y en los que me encantaría desaparecer, dormirme y no volver a despertarme nunca más. No hay nada que pueda arrancarme de los brazos de esta tristeza tan fuerte que tanto me absorbe. No hay nada que me haga sonreír, que me haga ilusión, que me motive, absolutamente nada. Vivo sumergida en unas aguas turbias que no están orilladas por nada; un lago sin vida, lleno de muerte y oscuridad. Me levanto por la mañana notando que me pesa el cuerpo y el alma, que tengo que esforzarme mucho por dar un simple paso y que cualquier cosa me hace un daño interminable, hasta la palabra más sutil. No quiero hablar con nadie ni quiero hacer nada. No me apetece comer ni ir a ningún sitio, pero la gente que me quiere y me conoce no me deja caer definitivamente. Han atado un quebradizo hilo alrededor de mis manos para que no pierda el equilibrio y, a través de ese hilo, tiran de mí. Siempre tengo algún mensaje de aliento de mis amigas, mi hermana me llama todos los días, este fin de semana vendrá a mi casa y estará conmigo hasta el domingo por la tarde. Mañana saldremos con amigas que tenemos en común y me han prometido todas que no permitirán que me acuerde de Agnes en ningún momento; pero lo que no saben es que no puedo dejar de pensar en Agnes, continuamente la tengo en el alma, en mis pensamientos. No se trata de que pueda dejar de pensar en ella. Se trata de que no puedo separarla de mi pensar ni de mi sentir. Aparece en todos mis sueños. Sólo la veo a ella en todas las mujeres con las que me cruzo, aunque no se parezcan nada a ella. La escucho en cualquier voz, busco su acento con desesperación, la encuentro en cada canción, la oigo en toda melodía. Al contrario de lo que me ocurría la semana pasada, ahora ni siquiera puedo escuchar música. Cualquier canción que me recuerde a Agnes es una espada afilada que se me clava en el pecho y me quita la respiración. Las canciones que no identifico con Agnes simplemente me hacen daño porque siempre encuentro alguna nota que me araña el corazón, aunque se trate de una canción alegre.
Hace muchos días que no como bien. Desayuno por la mañana lo de siempre, pero, en vez de comerme dos tostadas como siempre hacía, ahora no me como ni una. Al mediodía soy incapaz de comerme un plato entero de lo que sea y por la noche ni ceno, sólo me tomo alguna infusión... pero no echo nada de menos la comida. Todo me sabe a nada, nada tiene sabor para mí. No entiendo qué me pasa. Mi hermana me dice que es normal que haya perdido el apetito, pero me pide que me cuide... No obstante, yo siento que no tengo motivos para cuidarme. ¿Para quién tengo que cuidarme y por qué? Es cierto que mi hermana me quiere mucho, que tengo amigas que me aprecian, pero ellas podrían vivir perfectamente sin mí. Siento que todas las personas que me conocen pueden vivir perfectamente sin mí, podrían seguir viviendo perfectamente si yo desapareciese e incluso serían mucho más felices porque lo único que yo aporto ahora es miseria, oscuridad, energía negativa, tristeza... De mí no emana nada bueno. Sería mucho mejor que quienes me conocen me olvidasen, que me dejasen sola, porque, para darles lo que les doy, es mucho mejor que estén solos. No entiendo por qué quieren seguir estando conmigo. No entienden qué encuentran en mí para pasar el maravilloso tiempo de su vida conmigo.
Y Agnes... Cuando hablo con Agnes, me parece que estoy hablando con una mujer que nada tiene que ver con la que estuvo conmigo durante tanto tiempo. No es ella. Es alguien mucho mejor. Es alguien que tiene el alma llena de felicidad, de alegría, de paz... Me sonríe siempre, excepto cuando yo le hablo de nosotras, de nuestra relación; la que parece haber quedado definitivamente atrás para ella. Me cuesta entender cómo es posible que esté tan segura de que ya no quiere seguir conmigo. Me cuesta entender que no me extrañe nada, que ni siquiera se plantee la posibilidad de verme para hablar en persona, para decirme mirándome a los ojos que ya no quiere estar conmigo, que no me merezco otra oportunidad para demostrarle que la quiero, que soy capaz de hacerle feliz. No quiere ni oír hablar de la posibilidad de volvernos a ver. Parece como si la asustase infinitamente la posibilidad de vernos... Y me duele, eso me duele muchísimo, porque, cuando me niega la oportunidad de ir a su lado, de viajar a Galicia para que nos podamos ver, me parece que está más lejos de mí que nunca. Es verdad que me escucha, que me entiende, que es amable y cariñosa conmigo; pero Agnes y yo ya no formamos parte del mismo mundo, básicamente porque mi mundo es oscuro y triste y el mundo en el que ella vive está lleno de luz, de amor, de cariño, de una inmensa alegría.
Esta semana, hablé con ella muy poco; pero la conversación más importante que mantuvimos se me ha quedado clavada en la mente como si me la hubiesen grabado con fuego. Fue el martes por la noche. La llamé porque llevábamos desde no sé cuándo sin hablar, sin decirnos nada ni siquiera por whatsapp. Le conté que había ido al templo de la Diosa y que todas me habían preguntado por Agnes, que me habían dicho que la echaban mucho de menos y que se habían quedado muy sorprendidas cuando supieron que ya no estábamos juntas. En esa conversación, yo me derrumbé inevitablemente sin poder dominar mis sentimientos y, llorando desesperada, le pedí a Agnes que me diese otra oportunidad, que, por favor, me creyese cuando le dijese que todavía la amaba con toda mi alma, que era capaz de ir a Galicia para hablar con ella... Sobre todo, le pedí que me diese otra oportunidad, que, por favor, volviese conmigo. Le confesé todo lo que sentía, todo lo que llevo por dentro y se notaba a leguas que Agnes se sentía cada vez más incómoda. No sabía qué decirme e incluso noté que se reprimía las ganas de pedirme que no siguiésemos hablando de eso. Cuando le dije que era capaz de ir a Ourense para hablar con ella, me pidió, por favor, que no lo hiciese e incluso detecté un deje de pánico en su voz. Me cuesta entender por qué le causa tanto rechazo volver a verme. Además, también se negó a verme en León, que iré con mi hermana el 11 de octubre. Yo, entonces, le pregunté si acaso no nos volveríamos a ver nunca más. Ella me dijo que sí, que volveríamos a vernos cuando yo me sintiese mejor, pero el lugar es un misterio porque ni ella quiere venir a Cataluña para nada y yo no me atrevo a ir a Galicia, o eso es lo que yo creo... o creía. Precisamente de eso quiero hablar.
Me da igual que Agnes me haya dicho que no quiere verme, que me haya confesado que no volvería conmigo nunca más y que me niegue la posibilidad de darme otra oportunidad. Me da igual porque pienso ir a Galicia el domingo por la tarde. Sí, pienso ir, pienso luchar una vez más por ella, hablar mirándola a los ojos, verla, necesito verla como sea. Sé que estoy arrastrándome, lo sé; pero no quiero rendirme definitivamente antes de intentarlo. Me arrepiento muchísimo de haber dejado a Agnes. Por eso me odio tanto, me odio por haberla dejado así, por no haber luchado por ella con uñas y dientes, por no haber sacado mi carácter justo cuando más necesitaba hacerlo, cuando era más preciso. Lo hice cuando todo estaba bien, se me fue la cabeza justo cuando Agnes todavía tenía muy claro que me amaba sólo a mí, cuando estábamos mejor que nunca, cuando nuestros sueños aún respiraban, cuando estaban vivas nuestras esperanzas... Cuando me enteré de que Agnes me había sido infiel con Lúa, tendría que haber reaccionado con rabia, no de ese modo tan nefasto, no hundiéndome de ese modo. Tendría que haberle hecho saber cuánto me había dolido su traición; pero, en lugar de eso, me mostré débil, deshecha, destruida, y fue en realidad lo que desencantó a Agnes, lo que le dio pie a permitir que lo que sentía por Lúa creciese de verdad por dentro de ella. Si yo hubiese reaccionado con rabia, si le hubiese dicho que ya no quería saber nada más de ella y que, si quería seguir conmigo, me lo demostrase, puede que Agnes hubiese actuado de otra manera; pero yo la perdoné enseguida, le demostré en todo momento cuánto me asustaba perderla, me tragué mi dolor y seguí con ella como si nada hubiese pasado, sabiendo en todo momento que mi comportamiento no era lógico, sabiendo que no tenía sentido que continuásemos juntas, sabiendo que ella estaba enamorándose cada vez más de Lúa... pero yo no quería aceptar esa realidad. Prefería estar con ella, aunque no me amase ya sólo a mí, antes que perderla... pero la dejé también pensando que ella me suplicaría que no lo hiciese, creyendo que sería capaz de volver de Galicia para luchar por mí, para demostrarme que me quería de verdad; pero Agnes casi no objetó nada. Ni siquiera tenía fuerzas para pedirme explicaciones de verdad. Ella también estaba destruida cuando yo la dejé, pero lo que la había deshecho tanto no había sido sentir que ya lo nuestro estaba acabando, sino permanecer lejos de su tierra durante una semana.
Soy muy consciente de que nada va a cambiar, que nuestra relación ya no tiene remedio, que nuestra historia ha quedado atrás para siempre; pero no quiero conformarme con esa realidad sin haber intentado recuperarla una vez más. Ya tengo el billete de avión a Vigo. El domingo iré a Vigo y después a Ourense. Me hospedaré en cualquier hotel y el lunes entonces la buscaré e incluso soy capaz de ir al bar donde trabajará para darle una sorpresa que sé que va a causarle un efecto malísimo; pero quiero intentarlo. Sé dónde trabaja porque justo ayer hablé con ella y me reveló dónde se encontraba la cafetería donde empezará a trabajar el lunes. No sé qué quiero conseguir. Tal vez sólo me conforme con que Agnes me diga, mirándome a los ojos, que ya no me quiere, que ya no quiere estar conmigo. Sé que nada de esto merece la pena... pero no quiero morir sin intentarlo una vez más. Después de eso, es muy probable que Agnes y yo no volvamos a vernos nunca más.
 

2 comentarios:

  1. Al nivel de Agnes en el psiquiátrico, de la mala época, cuando peor estaba jajaja. Es que ella dice que esta Agnes no es la misma, que es mejor, pero es que esta Artemisa no es la misma, es peor. Me sorprende que la defienda todo el tiempo, que la justifique "si hubiese reaccionado de otra manera cuando me puso los cuernos, a lo mejor seguiría conmigo" "debería haber luchado por ella cuando se acostó con Lúa". Se hace culpable, cuando ella no es responsable de eso. Metió la pata en muchas ocasiones con lo de volver a Barcelona, con lo de no querer ir a Galicia, pero eso no tiene nada que ver con las infidelidades. Se arrastrará una vez más, pero esta de una forma colosal, por todo lo alto. ¡¡No debe hacer ese viaje!! Lo empeorará todo. Agnes ya no la ama, quiere a Lúa y ella ya no tiene cabida en su mundo. Sobre el corazón no se manda, y poco puede hacer para que Agnes la ame otra vez, es imposible. Creará una situación terrible que la puede catapultar incluso a un estado peor, viendo como la recibe, que le diga que no es su cara, que se vea sola, lejos de las personas que de verdad se preocupan por ella...y para Agnes será otro shock terrible, vivir algo así...es innecesario. Artemisa necesita ayuda médica. Tiene ideas suicidas, no se cuida, no come, nada le ilusiona...no está nada bien. Me recuerda mucho a la Agnes del hospital. Ojalá no vaya, que su hermana y sus amigas se lo impidan...Aiins, esto me huele a tragedia nucleaaaar. ¡Tengo el miedo metido en el cuerpo! Joo, y no puedo leer más, con lo interesante que está. ¡Me muero por saber que ocurrirá!

    ResponderEliminar
  2. Cuánto cuesta a veces asumir las propias decisiones; no sé muy bien qué pensaba Artemisa que iba a pasar cuando rechazase a Agnes, es muy posible que de un modo más o menos inconsciente pensara que nunca su amiga iba a poder salir adelante sin su apoyo, un poco lo que le dice a Lúa en varias ocasiones: que solo ella saber cuidarla, que nadie más que ella comprende de verdad a Agnes. Y ahora, con sorpresa y de seguro con rabia, comprueba que no pasa nada, que Agnes es feliz, que el mundo sigue dando vueltas, por primera vez se da cuenta de que si ella desapareciera todo seguiría básicamente igual, cada quien iría adelante con su vida, ¡qué sorpresa! ¿qué esperaba entonces? Esto es cierto no solo para Artemisa, sino para cualquier otra persona, algo que supone siempre una cura de humildad.

    Ahora bien, sin duda es muy duro para ella el rechazo de Agnes, quien desde luego no quiere verla por ahora, un "por ahora" que podría traducirse en "no quiero verte hasta que hayas perdido la esperanza de tener nada conmigo". No lo va a aceptar, por supuesto, el mismo impulso amoroso que le hizo adoptar la postura altruista de cortar con Agnes y pensar en su bienestar antes que el propio, ahora la lleva a Galicia en volandas, a la porra todo, a ver qué cara le pone Agnes. Creo que en eso hay una diferencia entre ellas, posiblemente Agnes no se comportaría así y aceptaría su desgracia sin luchar contra ella, pero Artemisa no, por eso me gusta y me resulta más cercana, más real. ¿Que se arrastra? Pues claro que lo hace, de modo lastimoso, además. Pero, quién sabe, lo que no va a funcionar es quedarse llorando por los rincones... ¡a ver qué pasa!

    ResponderEliminar