Viernes, 21 de
septiembre de 2018
No he escrito
en toda la semana porque realmente no tengo nada que contar. Mi vida está
oscurecida por unas nieblas que no dejan pasar ni el más sutil rayo de luz ni
de esperanza. Siento que alguien me ha apagado por dentro, que tengo el pecho
perforado, que no tengo nada en mi interior, sólo un desconsuelo interminable
que no deja de gritar por mucho que llore, por muchas horas que me pase
derramando lágrimas, por mucho que intente aferrarme a las pocas cosas buenas
que me quedan en la vida, en mi miserable vida. No me atrevo a decirle a nadie
que tengo la mente llena de ideas locas que no soy capaz de llevar a cabo
porque tampoco quiero ir por el mundo causando pena; pero, sinceramente, para
vivir así, preferiría estar muerta. Vivo momentos en los que sólo siento odio y
rabia hacia mí misma, en los que me detesto tanto que deseo lastimarme y
convertir mi piel en polvo y en los que me encantaría desaparecer, dormirme y
no volver a despertarme nunca más. No hay nada que pueda arrancarme de los
brazos de esta tristeza tan fuerte que tanto me absorbe. No hay nada que me
haga sonreír, que me haga ilusión, que me motive, absolutamente nada. Vivo
sumergida en unas aguas turbias que no están orilladas por nada; un lago sin
vida, lleno de muerte y oscuridad. Me levanto por la mañana notando que me pesa
el cuerpo y el alma, que tengo que esforzarme mucho por dar un simple paso y
que cualquier cosa me hace un daño interminable, hasta la palabra más sutil. No
quiero hablar con nadie ni quiero hacer nada. No me apetece comer ni ir a
ningún sitio, pero la gente que me quiere y me conoce no me deja caer
definitivamente. Han atado un quebradizo hilo alrededor de mis manos para que
no pierda el equilibrio y, a través de ese hilo, tiran de mí. Siempre tengo
algún mensaje de aliento de mis amigas, mi hermana me llama todos los días,
este fin de semana vendrá a mi casa y estará conmigo hasta el domingo por la
tarde. Mañana saldremos con amigas que tenemos en común y me han prometido
todas que no permitirán que me acuerde de Agnes en ningún momento; pero lo que
no saben es que no puedo dejar de pensar en Agnes, continuamente la tengo en el
alma, en mis pensamientos. No se trata de que pueda dejar de pensar en ella. Se
trata de que no puedo separarla de mi pensar ni de mi sentir. Aparece en todos
mis sueños. Sólo la veo a ella en todas las mujeres con las que me cruzo,
aunque no se parezcan nada a ella. La escucho en cualquier voz, busco su acento
con desesperación, la encuentro en cada canción, la oigo en toda melodía. Al
contrario de lo que me ocurría la semana pasada, ahora ni siquiera puedo
escuchar música. Cualquier canción que me recuerde a Agnes es una espada afilada
que se me clava en el pecho y me quita la respiración. Las canciones que no
identifico con Agnes simplemente me hacen daño porque siempre encuentro alguna
nota que me araña el corazón, aunque se trate de una canción alegre.
Hace
muchos días que no como bien. Desayuno por la mañana lo de siempre, pero, en
vez de comerme dos tostadas como siempre hacía, ahora no me como ni una. Al
mediodía soy incapaz de comerme un plato entero de lo que sea y por la noche ni
ceno, sólo me tomo alguna infusión... pero no echo nada de menos la comida.
Todo me sabe a nada, nada tiene sabor para mí. No entiendo qué me pasa. Mi
hermana me dice que es normal que haya perdido el apetito, pero me pide que me
cuide... No obstante, yo siento que no tengo motivos para cuidarme. ¿Para quién
tengo que cuidarme y por qué? Es cierto que mi hermana me quiere mucho, que
tengo amigas que me aprecian, pero ellas podrían vivir perfectamente sin mí.
Siento que todas las personas que me conocen pueden vivir perfectamente sin mí,
podrían seguir viviendo perfectamente si yo desapareciese e incluso serían
mucho más felices porque lo único que yo aporto ahora es miseria, oscuridad,
energía negativa, tristeza... De mí no emana nada bueno. Sería mucho mejor que
quienes me conocen me olvidasen, que me dejasen sola, porque, para darles lo
que les doy, es mucho mejor que estén solos. No entiendo por qué quieren seguir
estando conmigo. No entienden qué encuentran en mí para pasar el maravilloso
tiempo de su vida conmigo.
Y
Agnes... Cuando hablo con Agnes, me parece que estoy hablando con una mujer que
nada tiene que ver con la que estuvo conmigo durante tanto tiempo. No es ella.
Es alguien mucho mejor. Es alguien que tiene el alma llena de felicidad, de
alegría, de paz... Me sonríe siempre, excepto cuando yo le hablo de nosotras,
de nuestra relación; la que parece haber quedado definitivamente atrás para
ella. Me cuesta entender cómo es posible que esté tan segura de que ya no
quiere seguir conmigo. Me cuesta entender que no me extrañe nada, que ni
siquiera se plantee la posibilidad de verme para hablar en persona, para
decirme mirándome a los ojos que ya no quiere estar conmigo, que no me merezco
otra oportunidad para demostrarle que la quiero, que soy capaz de hacerle
feliz. No quiere ni oír hablar de la posibilidad de volvernos a ver. Parece
como si la asustase infinitamente la posibilidad de vernos... Y me duele, eso
me duele muchísimo, porque, cuando me niega la oportunidad de ir a su lado, de
viajar a Galicia para que nos podamos ver, me parece que está más lejos de mí
que nunca. Es verdad que me escucha, que me entiende, que es amable y cariñosa
conmigo; pero Agnes y yo ya no formamos parte del mismo mundo, básicamente
porque mi mundo es oscuro y triste y el mundo en el que ella vive está lleno de
luz, de amor, de cariño, de una inmensa alegría.
Esta
semana, hablé con ella muy poco; pero la conversación más importante que
mantuvimos se me ha quedado clavada en la mente como si me la hubiesen grabado
con fuego. Fue el martes por la noche. La llamé porque llevábamos desde no sé
cuándo sin hablar, sin decirnos nada ni siquiera por whatsapp. Le conté que
había ido al templo de la Diosa y que todas me habían preguntado por Agnes, que
me habían dicho que la echaban mucho de menos y que se habían quedado muy
sorprendidas cuando supieron que ya no estábamos juntas. En esa conversación,
yo me derrumbé inevitablemente sin poder dominar mis sentimientos y, llorando
desesperada, le pedí a Agnes que me diese otra oportunidad, que, por favor, me
creyese cuando le dijese que todavía la amaba con toda mi alma, que era capaz
de ir a Galicia para hablar con ella... Sobre todo, le pedí que me diese otra
oportunidad, que, por favor, volviese conmigo. Le confesé todo lo que sentía,
todo lo que llevo por dentro y se notaba a leguas que Agnes se sentía cada vez
más incómoda. No sabía qué decirme e incluso noté que se reprimía las ganas de
pedirme que no siguiésemos hablando de eso. Cuando le dije que era capaz de ir
a Ourense para hablar con ella, me pidió, por favor, que no lo hiciese e
incluso detecté un deje de pánico en su voz. Me cuesta entender por qué le
causa tanto rechazo volver a verme. Además, también se negó a verme en León,
que iré con mi hermana el 11 de octubre. Yo, entonces, le pregunté si acaso no
nos volveríamos a ver nunca más. Ella me dijo que sí, que volveríamos a vernos
cuando yo me sintiese mejor, pero el lugar es un misterio porque ni ella quiere
venir a Cataluña para nada y yo no me atrevo a ir a Galicia, o eso es lo que yo
creo... o creía. Precisamente de eso quiero hablar.
Me da
igual que Agnes me haya dicho que no quiere verme, que me haya confesado que no
volvería conmigo nunca más y que me niegue la posibilidad de darme otra
oportunidad. Me da igual porque pienso ir a Galicia el domingo por la tarde.
Sí, pienso ir, pienso luchar una vez más por ella, hablar mirándola a los ojos,
verla, necesito verla como sea. Sé que estoy arrastrándome, lo sé; pero no
quiero rendirme definitivamente antes de intentarlo. Me arrepiento muchísimo de
haber dejado a Agnes. Por eso me odio tanto, me odio por haberla dejado así,
por no haber luchado por ella con uñas y dientes, por no haber sacado mi
carácter justo cuando más necesitaba hacerlo, cuando era más preciso. Lo hice
cuando todo estaba bien, se me fue la cabeza justo cuando Agnes todavía tenía
muy claro que me amaba sólo a mí, cuando estábamos mejor que nunca, cuando
nuestros sueños aún respiraban, cuando estaban vivas nuestras esperanzas...
Cuando me enteré de que Agnes me había sido infiel con Lúa, tendría que haber
reaccionado con rabia, no de ese modo tan nefasto, no hundiéndome de ese modo.
Tendría que haberle hecho saber cuánto me había dolido su traición; pero, en
lugar de eso, me mostré débil, deshecha, destruida, y fue en realidad lo que
desencantó a Agnes, lo que le dio pie a permitir que lo que sentía por Lúa
creciese de verdad por dentro de ella. Si yo hubiese reaccionado con rabia, si
le hubiese dicho que ya no quería saber nada más de ella y que, si quería
seguir conmigo, me lo demostrase, puede que Agnes hubiese actuado de otra
manera; pero yo la perdoné enseguida, le demostré en todo momento cuánto me
asustaba perderla, me tragué mi dolor y seguí con ella como si nada hubiese
pasado, sabiendo en todo momento que mi comportamiento no era lógico, sabiendo
que no tenía sentido que continuásemos juntas, sabiendo que ella estaba
enamorándose cada vez más de Lúa... pero yo no quería aceptar esa realidad.
Prefería estar con ella, aunque no me amase ya sólo a mí, antes que perderla...
pero la dejé también pensando que ella me suplicaría que no lo hiciese,
creyendo que sería capaz de volver de Galicia para luchar por mí, para demostrarme
que me quería de verdad; pero Agnes casi no objetó nada. Ni siquiera tenía
fuerzas para pedirme explicaciones de verdad. Ella también estaba destruida
cuando yo la dejé, pero lo que la había deshecho tanto no había sido sentir que
ya lo nuestro estaba acabando, sino permanecer lejos de su tierra durante una
semana.
Soy muy
consciente de que nada va a cambiar, que nuestra relación ya no tiene remedio,
que nuestra historia ha quedado atrás para siempre; pero no quiero conformarme
con esa realidad sin haber intentado recuperarla una vez más. Ya tengo el
billete de avión a Vigo. El domingo iré a Vigo y después a Ourense. Me
hospedaré en cualquier hotel y el lunes entonces la buscaré e incluso soy capaz
de ir al bar donde trabajará para darle una sorpresa que sé que va a causarle
un efecto malísimo; pero quiero intentarlo. Sé dónde trabaja porque justo ayer
hablé con ella y me reveló dónde se encontraba la cafetería donde empezará a
trabajar el lunes. No sé qué quiero conseguir. Tal vez sólo me conforme con que
Agnes me diga, mirándome a los ojos, que ya no me quiere, que ya no quiere
estar conmigo. Sé que nada de esto merece la pena... pero no quiero morir sin
intentarlo una vez más. Después de eso, es muy probable que Agnes y yo no
volvamos a vernos nunca más.
Al nivel de Agnes en el psiquiátrico, de la mala época, cuando peor estaba jajaja. Es que ella dice que esta Agnes no es la misma, que es mejor, pero es que esta Artemisa no es la misma, es peor. Me sorprende que la defienda todo el tiempo, que la justifique "si hubiese reaccionado de otra manera cuando me puso los cuernos, a lo mejor seguiría conmigo" "debería haber luchado por ella cuando se acostó con Lúa". Se hace culpable, cuando ella no es responsable de eso. Metió la pata en muchas ocasiones con lo de volver a Barcelona, con lo de no querer ir a Galicia, pero eso no tiene nada que ver con las infidelidades. Se arrastrará una vez más, pero esta de una forma colosal, por todo lo alto. ¡¡No debe hacer ese viaje!! Lo empeorará todo. Agnes ya no la ama, quiere a Lúa y ella ya no tiene cabida en su mundo. Sobre el corazón no se manda, y poco puede hacer para que Agnes la ame otra vez, es imposible. Creará una situación terrible que la puede catapultar incluso a un estado peor, viendo como la recibe, que le diga que no es su cara, que se vea sola, lejos de las personas que de verdad se preocupan por ella...y para Agnes será otro shock terrible, vivir algo así...es innecesario. Artemisa necesita ayuda médica. Tiene ideas suicidas, no se cuida, no come, nada le ilusiona...no está nada bien. Me recuerda mucho a la Agnes del hospital. Ojalá no vaya, que su hermana y sus amigas se lo impidan...Aiins, esto me huele a tragedia nucleaaaar. ¡Tengo el miedo metido en el cuerpo! Joo, y no puedo leer más, con lo interesante que está. ¡Me muero por saber que ocurrirá!
ResponderEliminarCuánto cuesta a veces asumir las propias decisiones; no sé muy bien qué pensaba Artemisa que iba a pasar cuando rechazase a Agnes, es muy posible que de un modo más o menos inconsciente pensara que nunca su amiga iba a poder salir adelante sin su apoyo, un poco lo que le dice a Lúa en varias ocasiones: que solo ella saber cuidarla, que nadie más que ella comprende de verdad a Agnes. Y ahora, con sorpresa y de seguro con rabia, comprueba que no pasa nada, que Agnes es feliz, que el mundo sigue dando vueltas, por primera vez se da cuenta de que si ella desapareciera todo seguiría básicamente igual, cada quien iría adelante con su vida, ¡qué sorpresa! ¿qué esperaba entonces? Esto es cierto no solo para Artemisa, sino para cualquier otra persona, algo que supone siempre una cura de humildad.
ResponderEliminarAhora bien, sin duda es muy duro para ella el rechazo de Agnes, quien desde luego no quiere verla por ahora, un "por ahora" que podría traducirse en "no quiero verte hasta que hayas perdido la esperanza de tener nada conmigo". No lo va a aceptar, por supuesto, el mismo impulso amoroso que le hizo adoptar la postura altruista de cortar con Agnes y pensar en su bienestar antes que el propio, ahora la lleva a Galicia en volandas, a la porra todo, a ver qué cara le pone Agnes. Creo que en eso hay una diferencia entre ellas, posiblemente Agnes no se comportaría así y aceptaría su desgracia sin luchar contra ella, pero Artemisa no, por eso me gusta y me resulta más cercana, más real. ¿Que se arrastra? Pues claro que lo hace, de modo lastimoso, además. Pero, quién sabe, lo que no va a funcionar es quedarse llorando por los rincones... ¡a ver qué pasa!