Miércoles, 12 de
septiembre de 2018
Mañana,
hará una semana que Agnes y yo ya no estamos juntas o mejor sería decir que,
mañana, hará una semana que yo rompí con Agnes; aunque no definitivamente porque
todavía seguimos hablando, a pesar de que ayer no nos dijimos ni una sola
palabra. Supongo que ella estaría muy ocupada recuperando con Lúa todo el
tiempo perdido. Soy capaz de reconocer que en mi alma no hay sólo tristeza. Hay
también alivio. Sí, hay alivio. Mi alma está anegada por una gran cantidad de
alivio. Ese alivio nace de saber que Agnes está bien, que es feliz y que ya no
está hundida. A pesar de que ya no sigamos juntas, yo sigo queriéndola muchísimo,
es una de las personas más importantes de mi vida y no quiero que esté mal,
quiero que esté feliz. Verla tan destruida la semana pasada me asustó mucho.
Sólo mi hermana sabe que uno de los motivos que me impulsaron a dejarla fue que
me asusté mucho al comprobar cuán enferma podía estar Agnes lejos de su tierra.
Digamos que fui plenamente consciente de que no podía estar con alguien que dependía
tanto de hallarse en un lugar concreto del mundo para sentirse bien. Es cierto
que yo llegué a desear con todas mis fuerzas vivir en Galicia; pero, ahora, en
este momento de mi vida, ya no me atrevo a volver realidad ese sueño porque las
cosas no son tan sencillas como yo pensaba, pero me da pereza explicar por qué.
Por ello, cuando vi a Agnes tan deshecha, tan desorientada, incluso tan perdida
en sí misma, supe que, por mucho que yo me esforzase por hacerle feliz, por
mucho que yo quisiese que ella estuviese bien, Agnes jamás, jamás podría estar
tranquila y sana lejos de su tierra. Antes, posiblemente, aunque estuviese
lejos de Galicia, podía soportar la distancia, con tristeza y desánimo, pero
por lo menos podía vivir aquí. Ahora ya no. Yo no sé si eso se debe a que ya
conoce plenamente cómo es la vida allí, cómo puede ser su vida si se queda allí
o a que, a estas alturas de su existencia, ya no le quedan fuerzas para
soportar más morriña. Desde la última vez que regresamos juntas a Cataluña, ya
no volvió a ser la misma y no volvió a serlo hasta que vivió unos pocos días ya
en su tierra, hasta que pasaron ya dos o tres días de su regreso a Galicia.
Hace una semana que se marchó y me parece que en realidad lleva años lejos de
mí. Siento que está mucho más lejos de mí que nunca y sé que jamás la
recuperaré. Además, las pocas veces que he hablado con ella por teléfono desde
que está allí (esta vez sí que es para siempre), he notado que tiene la voz
llena de tranquilidad, me pareció que se le escapaba de sus palabras una
infinita cantidad de mariposas que revoloteaban a su alrededor, me parecía que
estaba hablando con una mujer completamente distinta, opuesta incluso, a la que
estuvo conmigo durante tanto tiempo. Era la Agnes feliz, risueña, divertida y
llena de energía que yo conocí en Galicia; pero había algo más en su voz y en
su modo de hablar; algo que creo que nunca tuvo antes: salud. Su alegría ya no
era demasiado desbordada e intensa. La serenidad que le llenaba la voz no la
despistaba ni la distraía. Sus sonrisas eran las de alguien que está
perfectamente conectado con su vida y consigo mismo. Es feliz y eso facilita
que yo no tenga el alma tan destruida y que no me sienta tan devastada. Por lo
menos, si ella es feliz, esta inmensa tristeza que ha llenado mi vida tiene sentido,
tiene algo de sentido.
Ya ni
siquiera me esfuerzo por intentar aceptar las cosas. No hace falta. Sé
perfectamente lo que está ocurriendo en la vida de Agnes y ni tan sólo tengo que
esforzarme por digerir todo lo que voy sabiendo. Ya no hace falta. Y no hace
falta porque yo no importo nada, porque de repente me hallo en otra dimensión, en
un mundo que en absoluto puede mezclarse con el de Agnes, porque no formamos
parte de la misma realidad, porque ella ahora está con una mujer que sí pertenece
a su misma dimensión, a su mismo mundo y a su misma realidad. No niego que
Agnes siga queriéndome, pero ese amor ya no es suficiente. Supe que dejó de
serlo justo cuando se reencontró con Lúa; pero, cuando recuperé la cordura tras
el ataque de celos que sufrí, me esforcé lo indecible por conquistar de nuevo a
Agnes. Incluso me convencí a mí misma de que me había enamorado de su tierra de
una manera inesperada y de que quería vivir con ella allí para siempre. Es
cierto que Galicia me gusta mucho, pero me gustaba sobre todo cuando estaba con
Agnes, cuando podía disfrutar de la maravillosa mujer que es Agnes cuando se
encuentra en su tierra. Me enamoré de Galicia a la vez que me enamoraba todavía
más de Agnes, de sus sonrisas, de su risa recurrente y sincera, de su mirar
limpio, de su voz alegre, de su ingenio, de su bonita energía... pero, lejos de
esa mujer, mi amor y mi fascinación por Galicia ya no tienen sentido. No
obstante, jamás dejaré de reconocer que es una tierra hermosísima, llena de
magia, de rincones impresionantemente preciosos cuya beldad me roba el aliento.
Puede que regrese a Galicia alguna vez, pero no podré hacerlo mientras tenga en
el corazón tanta y tanta tristeza, mientras me sienta tan frágil y mientras
tenga el alma tan aniquilada.
Me siento
como si alguien me hubiese rasgado el pecho con una espada, como si la
oscuridad me amenazase, como si las noches se riesen de mí, como si la soledad
me apretase el corazón. No sé cuántas veces he llorado sin poder respirar desde
que dejé a Agnes. Sí, la dejé yo. La dejé yo porque sabía que seguir con ella
no tenía nada de sentido, por mucho que ella me dijese que me esperaría siempre
en su tierra, por mucho que Agnes intentase convencerme de que aún me amaba
como siempre y por muy cariñosa que ella se comportase conmigo. Yo sabía que
nada de eso era verdad, que Agnes trataba de autoconvencerse a sí misma de que
todavía me quería y de que aún deseaba estar conmigo. Ella ya no me amaba sólo
a mí y, en realidad, eso fue lo que más me impulsó a romper con ella. No tenía
sentido que siguiésemos juntas si ella extrañaba con tanta desesperación a otra
mujer, si soñaba con ella, si la llamaba en sueños con tanta nostalgia y miedo,
si pensaba en ella cuando estaba conmigo (es algo que yo intuía sin que ella
tuviese que confesármelo, pues lo notaba, lo notaba cada vez que ella cerraba
los ojos con fuerza y me abrazaba de modo que yo no pudiese mirarla), si
anhelaba tanto estar con ella, recuperarla, hallarse a su lado, en su tierra,
en la tierra de ambas, compartiendo con ella no sólo su modo de hablar y su
lengua, sino algo mucho más profundo que yo jamás podré entender, de lo que
nunca podré formar parte.
No
obstante, se me hace muy extraño saber que ya no voy a vivir en Galicia, oír algo
de Galicia y saber que me hallo tan lejos de esa tierra, no sólo separada por
la distancia física que media entre Galicia y Cataluña, sino por otro tipo de
distancia. Agnes me puso en las manos la posibilidad de abrir un regalo hermosísimo
que yo lancé a un abismo del que jamás podré recuperarlo. Ese regalo voló hacia
el vacío del olvido.
Si
todavía sigo entera, sin heridas más profundas, es porque mi hermana estuvo
conmigo desde que dejé a Agnes hasta ayer por la tarde. Se marchó porque yo la
convencí de que podía estar sola, de que podía irse tranquila. Me sabía mal que
estuviese tantos días lejos de su casa y de su entorno; pero, si no hubiese
sido por mi hermana, yo no estaría en pie, no podría casi hablar y lo único que
sentiría sería una tristeza tan grande que me habría anulado toda. También
intento destruir la tristeza a base de escuchar canciones que me recuerden
mucho a Agnes. Siempre me fueron muy bien las terapias de choque. Hay
muchísimas canciones que me hacen llorar profundamente y, en realidad, cuando
nos ocurre algo tan triste, lo mejor que podemos hacer es llorar y llorar para
sacarnos de dentro toda esa pena que sentimos, que se nos acumula en el alma.
Siempre creí que, llorando todo lo que necesitamos, podemos renacer antes de
ese golpe tan fuerte que nos dio la vida. De otro modo, por ejemplo, si nos
reprimiésemos el llanto, si huyésemos continuamente de esas canciones o esas
cosas que nos recuerdan a lo que perdimos, iremos arrastrando durante mucho más
tiempo esa inmensa lástima. ¿Y cuáles son las canciones que más me recuerdan a
ella? Pues todas esas canciones que escuchamos juntas, sobre todo las que están
cantadas en gallego; todas esas canciones que ella me dedicó alguna vez, cuando
me amaba sólo a mí, cuando yo era la única luna de su vida, cuando yo era para
ella todas las estrellas del firmamento, cuando era su amanecida y su
anochecida, como ella decía, cuando yo era su refugio, su vida, la persona que
más la quería.
No
obstante, tengo la sensación de que nunca voy a superar definitivamente esta
pérdida. Tengo a Agnes tan metida en el alma, tan aferrada a mi corazón, que me
parece imposible creer que exista un día en el que no llore por ella. Además,
me llena de desesperación sentir que ardo en deseos de verla y que no puedo hacerlo,
que no puedo mirarla a los ojos, ni tomarla de las manos, ni abrazarla, ni
tocarla ni aspirar su olor. No puedo soportar la idea de que nunca más podamos
tocarnos, ni abrazarnos, ni hablarnos quedo al oído, ni reír juntas de algo que
sólo nosotras entendemos ni tampoco llorar juntas por algo que sólo nos afecte
a nosotras.
Y,
gracias a mi hermana, los días que viví desde que Agnes se marchó para siempre
no han sido tan terribles. El fin de semana hicimos muchas cosas y eso me
permitió no pensar tanto, no tener tantas oportunidades para echar de menos a
Agnes y también me permitió confiar en que no estaría tan mal; pero nada de eso
es real. Sobre todo cuando llega la noche, cuando llega el momento de irme a
dormir, me siento más sola que nunca, siento la ausencia de Agnes clavándoseme en
el alma. Cuando tengo que enfrentarme al hecho de dormir sola, me parece que me
rodea el invierno más agresivo y gélido, siento que tengo un frío que no puedo
calmar ni con cien mantas, siento que soy frágil, que no valgo nada, que me
deshago... y la echo tanto y tanto de menos que no puedo respirar. Y,
evidentemente, aunque eso me ocurriese estando mi hermana durmiendo en mi casa,
no iba a ir hacia ella buscando refugio y consuelo como una niña pequeña los
busca entre los brazos de su madre, básicamente porque en esos momentos no
existe nada que pueda consolarme. Lo único que me queda es dormirme llorando, es
sentir que el llanto me quita el alma y se la lleva hacia un lugar del que
jamás podré recuperarla.
Sólo un
día me rendí de verdad y le envié a Agnes una gran cantidad de mensajes
diciéndole que necesitaba hablar con ella. Sólo lo hice el viernes. Sólo el
viernes pensé que no tenía sentido que siguiésemos separadas si nos
extrañábamos tanto, pero no pensé que sólo era yo la que sentía esa añoranza
tan fuerte. Agnes no la sentía como yo. Puede que me eche de menos, pero su
nostalgia no tiene nada que ver con la que yo siento por ella. La nostalgia que
puede llegar a sentir por mí no le quita la vida, no le impide respirar ni la
deshace. En cambio, la nostalgia que siente hallándose lejos de Galicia le
quita la respiración, el ánimo e incluso la vida. No tiene vida si se halla
lejos de su tierra; pero, lejos de mí, puede sonreír, puede brillar, puede ser
feliz. Y eso demuestra que en realidad no me quiere tanto como ella pensaba.
Cuando le
escribí y le grabé esos mensajes tan tristes, con tanta pena y desesperación,
en los que le decía que estaba dispuesta a hablar para arreglar las cosas, ni
siquiera me planteaba la posibilidad de que Agnes no estuviese sola, de que
estuviese con Lúa ni tampoco de que ni tan sólo se hallase en la aldea; pero,
cuando supe que Agnes estaba pasando el fin de semana en la casa de Lúa,
tampoco me sorprendí ni me enfadé. Sólo lo entendí. Es comprensible que estén
juntas si se gustan, si se quieren tanto. Era indudable que iban a acabar
juntas. Me lo decía continuamente el modo como se miraban, como se sonreían y
se hablaban, cómo bailaban juntas en las fiestas...
No sé si
yo alguna vez podré querer a otra mujer como Agnes quiere tanto a Lúa, pero
sólo espero que, al menos, una de las dos sea realmente feliz, feliz de verdad,
tan feliz que ni siquiera sepa sentir esa felicidad tan grande. Yo seguiré con
mi vida, aferrada a mi rutina, viviendo lo mejor que pueda, hasta que me sienta
capaz de pedir un traslado a León. Sí, eso haré... pero no creo que lo haga
hasta que pase mucho tiempo porque siento que aquí tengo la gente que me
quiere, a pesar de que el sitio donde vivo no es para nada tranquilo y no se
parece en absoluto al lugar que yo soñaría como mi hogar; pero aquí tengo a mi
hermana, a mis amigas, a los compañeros del instituto, a mi trabajo; al que me
aferro con fuerza como si fuese lo único que puede mantener mi equilibrio.
Justo hoy empezaron las clases y me reencontré con los alumnos que dejé de ver
hace ya tantos meses. Sentí que a todos nos hacía ilusión volver a vernos,
aunque la mayoría de ellos moría de ganas de regresar al principio de las
vacaciones, como yo. Ojalá pudiese volver atrás en el tiempo para tener la
oportunidad de hacer las cosas de otro modo. Ojalá me hubiese ido a Galicia cuando
Agnes se marchó en julio. Ojalá nunca hubiese desconfiado de ella, ojalá nunca
me hubiese dejado llevar por esos celos que tanto me destruyeron... Si yo
hubiese viajado con Agnes a Galicia en julio, nada de esto estaría pasando. El
reencuentro con Lúa no habría tenido tanta importancia, no habrían vivido esos
momentos a solas que tanto las unieron, que enseguida las lanzaron al abismo en
el que ahora flotan. Sé que todo habría sido diferente si yo me hubiese
comportado de la manera contraria a como me comporté, pero nada de eso tiene ya
remedio. Yo sabía que Agnes iba a acabar con Lúa, por eso la dejé; pero nunca
podré negar que yo también soy culpable de nuestra ruptura. Quizás yo tenga más
parte de culpa en esto... pero tampoco sirve para nada buscar culpables.
No sé
cómo voy a superar esto... la verdad. Ahora me siento morir. Me gustaría que
todo se apagase. Ansío dormirme para no seguir viviendo estos días tan tristes,
para no vivir la época oscura que me espera... El otoño siempre me hace sentir
muy triste y nostálgica. Y lo peor es que ahora ya no tengo a Agnes, no puedo
refugiarme entre sus brazos, junto a ella, en su voz, en su cariño. Estaré
sola, más sola que nunca.
Artemisa tiene la lógica depresión tras una ruptura. Me da pena, tanto alzaron su amor, tanto lucharon, tanto hablaron de que era eterno, que venía de otras vidas...y luego resultó no ser un amor eterno. Gracias a Casandra lo está sobrellevando, y espero que poco a poco deje de pensar en ella y centrarse en si misma. No se da cuenta, pero lleva años solamente pensando en Agnes, luchando por su bienestar, ahora debería cuidarse y hacer lo que le apetezca. Aunque sigue arrastrándose, muriendo de amor por ella, y encima, siendo alucinantemente comprensiva, diría que en exceso. "Es comprensible que esté con Lúa", ¡ay Artemisa! No has gritado, no has pataleado y no has sacado tu personalidad, ¡te estás convirtiendo en la Agnes de antes! Se intercambian los papeles. Ahora Artemisa es la débil y Agnes, la fuerte. Espero que por amor propio, pase ya de llamarla, que no se humille más.
ResponderEliminarEn cuanto pueda sigo leyendo, que está muuy interersanteeeee!!!
Artemisa no dejó a Agnes, ni ha dejado de quererla; si simuló que esto era así fue solo porque era lo que Agnes deseaba para ser feliz. Le ha dado la oportunidad de tener todo lo que quiere, pero eso tiene unas consecuencias terribles en ella, se le está viniendo todo encima. Pero no sé cuánto tiempo va a durar ese engaño, aunque es verdad que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Artemisa no puede romper con Agnes, no puede hacerlo de verdad, de corazón, porque necesita estar con ella de un modo muy parecido a cómo Agnes necesita Galicia para vivir y ser feliz. Por eso no creo que la felicidad aparente de Agnes pueda seguir adelante como si nada, porque se basa en una mentira, no está apoyada en algo totalmente real. Lo que me pregunto es hasta qué punto Agnes es o no consciente de la situación de Artemisa, incluso Casandra debería imaginar que algo está pasando, ¿cómo es que su hermana está pasando por esta separación de un modo aparentemente tan poco conflictivo? Es como para no creérselo...
ResponderEliminarLos últimos párrafos son una muestra de cómo Artemisa está confusa y también dolida, es como si ella misma se quisiera proteger frente a la verdad, como si no quisiera asumir la razón última de sus actos Pero no, la relación con Agnes no se va a esfumar... veremos.